San Benito (Himno)

San Benito y su tiempo

San Benito de Nursia fue fundador de los benedictinos, orden basada en «La Santa Regla». Imprimió unos usos y costumbres muy valorados a la largo de la Historia, que han hecho que San Benito sea considerado el patriarca del monasticismo occidental.

A Benito de Nursia se le considera el padre de la vida monástica durante la Edad Media

A San Benito de Nursia le tocó vivir en una de las etapas críticas de la historia. La descomposición del Imperio Romano de Occidente y la implantación de los pueblos germánicos, mucho menos civilizados, asumiendo gran parte del poder y el gobierno de las instituciones políticas y religiosas debió suponer un enorme desconcierto y una involución dramática en todos los campos de la civilización y la cultura.

San Benito de Nursia

Jesús Martí dice de él, de sus discípulos y de su legado: los monjes benedictinos fueron los primeros que tuvieron conciencia de la nueva realidad post-romana, los que sirvieron de puente entre el mundo antiguo y el Medievo, cuando rescataron, cultivaron y transmitieron casi todo el patrimonio grecorromano, sobre todo el pensamiento y el Derecho, dándole además su última y más completa dimensión.

La gran leyenda que gira entorno a San Benito se agranda si hablamos del hecho de que se le atribuyen multitud de milagros e incluso la cualidad de sanar a los enfermos.

Conocemos a San Benito gracias a los Diálogos de San Gregorio Magno, obra que, si bien nos habla del Santo, carece -a juicio de estudiosos actuales- de rigor histórico. Aún así podemos conocer muchos detalles sobre la vida de este santo, que fue testigo de los últimos tiempos del Imperio Romano y que sin saberlo, se convertiría en uno de los primeros grandes religiosos de la historia de la Humanidad.

Biografía de San Benito

San Benito (Nursia 480-Montecasino 547) nació en una familia noble italiana y creció junto a su hermana gemela, la también santificada Escolástica. Gracias a la buena situación económica de su familia, Benito fue enviado a estudiar en Roma, donde recibió una exquisita preparación.

Pero esta formación, como más tarde diría San Gregorio Magno, no fue lo principal para el Santo quien, lejos de comulgar con el estilo de vida romano, se retiró a Subiaco, donde decidió dedicar su vida a la oración. De esta forma, San Benito estableció su vivienda en una cueva de muy difícil acceso, por lo que estuvo años sin que nadie le descubriera hasta que un día un sacerdote, guiado por Dios según San Gregorio, reparó en la presencia del ermitaño. A partir de este momento algunos pastores y campesinos, sabiendo de su pureza, lo visitaban, proveyéndolo de alimentos y recibiendo de él instrucciones y consejos.

San Benitos y su  Regula monasteriorum

Tras estos años, el Santo se trasladó a Vicovaro donde le nombraron prior de un pequeño convento. Allí introdujo una gran disciplina basada en unas costumbres estrictas que los monjes no toleraron, llegando incluso a intentar envenenarlo. Tras este incidente, San Benito decidió volver a su vida solitaria en Subiaco, donde muchas gentes, atraídos por la gran popularidad que iba adquiriendo Benito, quisieron convertirse en sus discípulos. Cada vez eran más las gentes que llegaban y llegó a haber hasta 12 casas donde se alojaban los nuevos monjes.

De una forma acaso inesperada, San Benito dejó el convento y se trasladó hasta Montecasino, donde sobre las ruinas de un antiguo templo construyó dos capillas además de otros edificios a su alrededor. Esta construcción se convertiría en una de las más famosas abadías de la cristiandad.

San Benito murió, según la crónica ya citada, rodeado de sus discípulos, quienes aseguraron que cuando murió, un rayo de luz subió hasta el cielo. Era el año 547, su legado había sido asentado.

San Benito en el Monasterio de Monsalud, Guadalajara

La Regula Monasteriorum

La Regula Monasteriorum o Regla Monástica estaba formada por 73 capítulos donde San Benito reflejó su método y disciplina. La regla encontraba en la frase ora et labora su columna vertebral, viendo el trabajo manual como algo necesario y honroso, imitando de esa forma a Jesucristo y su padre José, quien había sido un dedicado trabajador.

San Benito entregando su regla a monjes

Respecto a los tiempos de rezo y descanso, San Benito estableció un estricto horario en el que la reflexión y el rezo marca la vida de los monjes, siendo esenciales para la purificación del alma y por tanto de la persona. Del mismo modo, la oración de los monjes en el coro de la iglesia es de gran valía como intercesión a Dios por la Humanidad.

La alimentación debía ser básicamente vegetariana, sólo ingiriendo productos que nacieran en el suelo, tierras que ellos debían cultivar. Las horas de comidas eran siempre las mismas: el almuerzo a la hora sexta y la cena al anochecer.

Los momentos de ayuno eran igualmente importantes, relacionadas con los martirios de Jesucristo.

En definitiva, aunque San Benito no pretendió fundar una orden religiosa, su acierto en la imposición de las costumbres que él mismo practicaba fue acogida por numerosos fieles que veían en su pureza de alma un ejemplo a seguir.

Los cistercienses quisieron recobrar el rigos y pureza de la Regla de San Benito en el siglo XII

Curiosamente, la Regla de San Benito tuvo un relativo éxito en los siguientes siglos a su creación, puesto que los diferentes cenobios europeos se regían por diversas reglas. Hubo que esperar hasta la aparición en el siglo VIII de un monje de origen visigodo llamado Witiza (que luego pasó a llamarse Benito de Aniano) que influyó decisivamente sobre los emperadores francos Carlomagno y Ludovico Pío, para que los monasterios carolingios adoptasen la regla de Benito de Nursia, por considerarla la mejor de todas. En la expansión definitiva de la Regla de San Benito jugó un papel determinante el monasterio benedictino de Cluny (fundado en el año 910 en Borgoña) que se expandió rápidamente, creando una gran red de monasterios y prioratos por toda la Europa Occidental. Más tarde el Císter relevó a los cluniacenses e impulsó un estricto cumplimiento de sus preceptos.

(Autora del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón)

Te bendecimos, Señor,

por nuestro Padre san Benito, que en el silencio y la oración, siguió las huellas de Cristo.

Buscándote en soledad,

halló la paz en su pobreza y el don de tu paternidad por las espinas y las pruebas.

Unió al vigor de Moisés

la fe de Elías y Eliseo,

la compasión del rey David y la confianza de Pedro.

Por el camino de la Cruz

tomó por guía el Evangelio, y mereció ver en tu luz la realidad del mundo entero. 

Por una escala de humildad, en el trabajo y la obediencia, nos convocó a la santidad vivida en comunión fraterna,

Gloria a la Santa Trinidad

que nos reúne en su servicio, y a la indivisa Unidad del Padre del Hijo y Espíritu. Amén.

EL PACTO DE LAS CATACUMBAS POR UNA IGLESIA SERVIDORA Y POBRE


Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II,
conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el
evangelio; motivados los unos por los otros en una iniciativa en la
que cada uno de nosotros ha evitado el sobresalir y la presunción;
unidos a todos nuestros hermanos en el episcopado; contando, sobre
todo, con la gracia y la fuerza de nuestro Señor Jesucristo, con la
oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas
diócesis; poniéndonos con el pensamiento y con la oración ante la
Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles
de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra
flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza
que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo
que sigue:

  1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra
    población en lo que toca a casa, comida, medios de
    locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Cf. Mt 5, 3;
    6, 33s; 8-20.
  2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de
    la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas,
    colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos (esos
    signos deben ser, ciertamente, evangélicos). Cf. Mc 6, 9; Mt
    10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.
  3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni
    tendremos cuentas en el banco, etc., a nombre propio; y, si es
    necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la
    diócesis, o de las obras sociales o caritativas. Cf. Mt 6, 19-21;
    Lc 12, 33s.
  4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y
    material de nuestra diócesis a una comisión de laicos
    competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser
    menos administradores y más pastores y apóstoles. Cf. Mt
    10, 8; Hech 6, 1-7.
  5. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con
    nombres y títulos que expresen grandeza y poder
    (Eminencia, Excelencia, Monseñor…). Preferimos que nos
    llamen con el nombre evangélico de Padre. Cf. Mt 20, 25-28;
    23, 6-11; Jn 13, 12-15.
  6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales
    evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de
    privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los
    poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados,
    en servicios religiosos). Cf. Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.
  7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de
    quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o
    por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que
    consideren sus dádivas como una participación normal en el
    culto, en el apostolado y en la acción social. Cf. Mt 6, 2-4; Lc
    15, 9-13; 2 Cor 12, 4.
  8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo,
    reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y
    pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y
    económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso
    perjudique a otras personas y grupos de la diócesis.
    Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes
    que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores,
    compartiendo su vida y el trabajo. Cf. Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt
    11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.
  9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad,
    y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las
    obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad
    y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como
    un humilde servicio a los organismos públicos competentes.
    Cf. Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.
  10. Haremos todo lo posible para que los responsables de
    nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y
    pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones
    sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el
    desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los
    hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social,
    nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Cf.
    Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.
  11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más
    plena realización evangélica en el servicio en común a las
    mayorías en miseria física cultural y moral -dos tercios de la
    humanidad- nos comprometemos:
    ● a compartir, según nuestras posibilidades, en los
    proyectos urgentes de los episcopados de las
    naciones pobres;
    ● a pedir juntos, al nivel de organismos
    internacionales, dando siempre testimonio del
    evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las
    Naciones Unidas, la adopción de estructuras
    económicas y culturales que no fabriquen naciones
    pobres en un mundo cada vez más rico, sino que
    permitan que las mayorías pobres salgan de su
    miseria.
  12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en
    caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo,
    sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio
    constituya un verdadero servicio. Así,
    ● nos esforzaremos para ―revisar nuestra vida‖ con
    ellos;
    ● buscaremos colaboradores para poder ser más
    animadores según el Espíritu que jefes según el
    mundo;
    ● procuraremos hacernos lo más humanamente
    posible presentes, ser acogedores;
    ● nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere
    su religión. Cf. Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8-
    10.
  13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a
    conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos,
    pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su
    colaboración y sus oraciones.
    Que Dios nos ayude a ser fieles

Iglesia de puertas abiertas y no fiscales de la fe

EL PAPA FRANCISCO DIJO: «Piensen en una madre soltera que va a la Iglesia o a la parroquia, y le dice al secretario: QUIERO BAUTIZAR A MI HIJO. Y el que la atiende le dice: No, no se puede, porque Ud. no se ha casado… Tengamos en cuenta que esta madre tuvo el valor para continuar con un embarazo, y ¿con qué se encuentra? ¡Con una puerta cerrada! Y así, si seguimos este camino y con esta actitud, no estamos haciendo bien a la gente, al Pueblo de Dios. Jesús creó los siete sacramentos y con este tipo de actitud creamos un octavo: ¡el sacramento de la aduana pastoral! QUIEN SE ACERCA A LA IGLESIA DEBE ENCONTRAR PUERTAS ABIERTAS Y NO FISCALES DE LA FE». El papa Francisco acaba de decir: «Necesitamos santos sin velo, sin sotana. Necesitamos santos de jeans y zapatillas. Necesitamos santos que vayan al cine, escuchen música y paseen con sus amigos. Necesitamos santos que coloquen a Dios en primer lugar y que sobresalgan en la Universidad. Necesitamos santos que busquen tiempo para rezar cada día y que sepan enamorarse en la pureza y castidad, o que consagren su castidad. Necesitamos santos modernos, santos del siglo XXI con una espiritualidad insertada en nuestro tiempo. Necesitamos santos comprometidos con los pobres y los necesarios cambios sociales. Necesitamos santos que vivan en el mundo, se santifiquen en el mundo y que no tengan miedo de vivir en el mundo. Necesitamos santos que tomen Coca Cola y coman hot-dogs, que sean internautas, que escuchen iPod. Necesitamos santos que amen la Eucaristía y que no tengan vergüenza de tomar una cerveza o comer pizza el fin de semana con los amigos. Necesitamos santos a los que les guste el cine, el teatro, la música, la danza, el deporte. Necesitamos santos sociables, abiertos, normales, amigos, alegres, compañeros. Necesitamos santos que estén en el mundo y que sepan saborear las cosas puras y buenas del mundo, pero sin ser mundanos». Esos tenemos que ser nosotros!!!

«Mirar a la Iglesia como la fe de un niño»

«Te dirijo, ¡Oh Dios mío!, una ardiente plegaria, que todos aquéllos y aquéllas que quieren ser discípulos del humilde Hermano Carlos, reciban la gracia de una fe profunda en tu Iglesia. En un siglo atravesado por ideologías contestatarias, por la constante crítica a cualquier autoridad, guarda el corazón de mis hermanos y hermanas para que miren a la Iglesia como la fe de un niño, y esperen más allá de las personas que la constituyen, más allá de la realidad humana que es su materia, la divina realidad de tu Sacramento. Dales, Señor, la alegría de la firmeza de la fe de la Iglesia, la fuerza de resistir a quienes quieren llevarlos a una crítica vana. Que recuerden que la calumnia e incluso la maledicencia, son siempre faltas graves contra la caridad, y tanto más grave cuando se trate de la Iglesia».

Hno. René Voillaume en su Testamento espiritual

Por una Iglesia liberadora – Arturo Paoli

ARTURO PAOLI. POR UNA IGLESIA LIBERADORA es una obra atípica,
escrita por el autor hace tiempo y conocida sólo recién después de pasar por
un “pueblo de manos”. Un libro sobre la iglesia compilado por dos supuestos
“ateos” y militantes de la oralidad en un lugar inusual: ¡una montaña de cartas!
De un sacerdote “casado” con el reino de Dios en la tierra, el producto de la
creación intelectual y literaria de un hombre excepcionalmente culto, fértil en
la producción de ideas y teorías del conocimiento, un “dador de la palabra”, un
sacerdote sensible al sufrimiento humano, luchador incansable por el triunfo
del reino de Jesús aquí y ahora a través de los paradigmas de la fraternidad, el
amor, la lucha y la liberación.
“El padre Artuto Paoli”, como afectuosamente lo conocimos y tratamos
en las comunidades rurales de Monte Carmelo y Bojó, y también en Sanare,
municipio “Andres Eloy Blanco” del estado Lara en Venezuela, se nos presenta
en las páginas que siguen entre lo humano y lo divino, crítico, autocrítico,
comprometido, creador, sincero y con una fe inquebrantable en el cambio.
Arturo está entre los primeros participantes de la Fraternidad “Hermanos de
Foucauld”, promotor entusiasta junto a Mario Grippo y otros en la fundación de
la Cooperativa de producción agrícola “La Alianza” en nuestro contexto local.
A nuestro municipio llegó un buen día, a mediados de la década del setenta
del siglo pasado. ¿Cuándo? El archivo epistolar de Arturo Paoli, trabajado por
nosotros en esta oportunidad, cronológicamente ubica el momento entre los
años 1976-1981. Una mina de cartas parió un libro quedando varios tomos por
hacer y comprometidos en ello todos y todas. Es de advertir que excluimos aquí
las misivas escritas en otros idiomas tales como el italiano y el portugués, por
razones obvias.

La idea inicial era escribir sobre nuestro hermano Pedro Jiménez, nunca
muerto. El lugar ideal ¡las cartas del padre Arturo! Su esposa, la profesora
Judith Rivero, gentilmente nos cede el archivo ¿y qué hicimos ante tamaño
compromiso?: fuimos leyendo y saboreando pacientemente una histórica y
polifacética montaña de cartas escritas a máquina y una que otra de su puño
y letra. También incluimos un ensayo y algunos mensajes escritos de sus
homilías en páginas sueltas. Luego se ordenó la información por temáticas, se
le colocaron subtítulos, se buscó a la gente ¡a los campesinos de la República
¡Bolivariana! que desde Bojó y Monte Carmelo le dieron el aval y sus nutritivas
opiniones.
Gracias a la pasión de Arturo por el cultivo sistemático de la cultura epistolar
y a la custodia que en vida tuvo con este archivo personal ese inolvidable
amigo, hijo y hermano de utopías, de luchas y de permanente confidencias de
Arturo como lo fue Pedro Jiménez, quien además de inspirarle el libro titulado
“El rostro de tu hermano” fue para este apóstol de la amistad, uno de sus más
queridos amigos y condiscípulos en nuestra querida patria venezolana.
La obra consta de cinco capítulos: Capítulo I La juventud y la historia,
Capítulo II La patria es donde se ama o donde uno se siente amado, Capítulo III
Mi amistad con Pedro… Un camino de veinte años, Capítulo IV Un modelo de
Fraternidad y Capítulo V Línea profética.
Este libro está basado fundamentalmente en las comunicaciones epistolares
de Arturo Paoli con el mundo. Este eminente intelectual italiano reconoce y
confiesa al respecto que:
“recibir cartas es muy alegre, pero responder es un poco duro. Sinceramente
me gusta mucho escribir cartas, pero le puedo dedicar un tiempo muy limitado.
Siento como una vocación muy especial del Señor al escribir, sé qué hace parte
de mi misión y de mi obediencia. Pienso que hay obreros que no tienen tiempo
de escribir a sus familias y tengo que aceptar la ley del tiempo como todos los
humanos”
En lo que a nosotros se refiere, en nuestra condición de compiladores de
la obra, nuestra tarea consistió como ya explicamos anteriormente, en leer,
seleccionar, extraer y en fin último sistematizar ese sustancial cúmulo de
mensajes que a nuestro criterio como investigadores populares y amigos
del Padre Arturo Paoli, consideramos muy particularmente placentero y de
irrefutable importancia histórica, cultural, educativa y política e indispensable
para estudiar y comprender la historia de vida tanto de la “Fraternidad” como

de los pioneros y continuadores de la Teología de la Liberación dentro y fuera
de nuestro contexto municipal, nacional y continental.
Cual arqueólogos de la palabra nos adentramos en la intimidad de Arturo
con una mezcla de curiosidad antropológica, de emoción, compromiso
y afinidad con el paradigma de liberación y de búsqueda planteados con
sabia reiteración por el autor. Así fuimos “encantándonos” con la sabiduría,
vigencia y profundidad con la cual este sacerdote y escritor sistematiza cual
vivencial y acertado historiador una multiplicidad de hechos, acontecimientos
y reflexiones filosóficas y humanas en torno a los principios e ideales
humanísticos y cristianos que lo motivan a escribir, actuar y a educar. En el
fondo de sus escritos filosóficos y evangelizadores, Arturo muestra sus facetas
de ser humano, de persona sensible y amorosa e incluso nos llega a contar de
sus “enamoramientos de infancia” así como sus momentos críticos. El Arturo
profeta y el historiador están sobreentendidos tanto como el filósofo, maestro
de juventudes y revolucionario permanente e incorruptible.
A través del epistolario personal conocemos hoy el incansable y fecundo
trabajo ideológico e intelectual de un sacerdote que se hace revolucionario
auténtico a partir de su sincera y alentadora militancia con una fe que despierta
conciencias, con un amor que él define superior pues “el amor infinito es Dios”.
Según su propia confesión, su vida es sinónimo de amor ya que “ésta ha sido
mi historia de toda mi vida: una enorme capacidad de amar, no frustrada, al
contrario, muy captada y correspondida”. Un amor militante en su corazón y
en su clara conciencia de vertical e inconfundible ductor. Este esencial valor
florece y germina a partir del compromiso con el pueblo, con una liberación
que nace y crece desde el cristianismo revolucionario del maestro Jesús, desde
el sol irreductible de la Teología de la Liberación y desde la propia praxis de
una Fraternidad que no concilia con la opresión de ninguna naturaleza.
Gracias a esta trascendental y atípica siembra de luz, de filosofía liberadora
y desalienante podemos reencontrarnos a nosotros los mismos como entes
espirituales y promotores de quehaceres formativos y políticos al servicio de
la emancipación y del triunfo definitivo de la revolución de amor, justicia y
fraternidad que auspicia e inspira desde ésta y la otra vida el maestro Jesús de
Nazareth.
Arturo, como ninguno sabe que seguir a Jesús es un desafío nada fácil
y que se corren riesgos. Por eso alerta con su voz de sacerdote del ejemplo
que “para seguir a Jesús no tenemos que tener miedo a la lucha”. Con toda

firmeza y valentía Arturo nos alumbra los caminos por recorrer. Su mensaje
está a años luz de los escuchados por nosotros en la lejana infancia y en la
palpitante realidad actual de los ortodoxos y aburguesados “ministros de Dios”
de la Teología de la Opresión. Como es de suponer Arturo dice y ratifica aquí
y en cualquiera situación y escenario, las axiomáticas verdades por la cual se
ha hecho respetado, leído, admirado y apreciado por quienes siendo o no
“creyentes” militamos y coincidimos con él en la gran mayoría de sus reflexiones
y puntos de vista. El Arturo historiador nos interpela en la siguiente reflexión a
la búsqueda de estadios superiores: “tenemos que llegar a la conclusión que
la historia avanza como el mar, pero estoy seguro que el movimiento de la
historia no está circunscrito como el movimiento del mar, avanzamos hacia el
Cristo total”. Y luego ratifica la inevitabilidad de los cambios y el destino de los
pueblos “(…) es verdad que la historia es irreversible que la revolución procede
sin la iglesia o con la iglesia”.
El padre Arturo es un fervoroso estudioso de la historia del Jesús liberador
y también de la historia contemporánea del “viejo y nuevo mundo”. Ha sido
él un testigo de excepción en el devenir histórico de la sociedad europea
y latinoamericana, pero no solamente ha sido testigo sino también actor y
promotor de cambios de paradigmas. Ha sufrido persecuciones y guerras sucias
tanto en las dictaduras militares de viejo cuño en nuestro continente de décadas
pasadas, así como también incomprensiones y vigilancias de las democracias
burguesas de cualquier parte del mundo. En todas partes infructuosamente
se quiere globalizar la opresión y en este escenario el evangelio y sus actores,
igual que la ecología son subversivos, dejemos que sea el mismo quien nos
cuente: “yo he tenido en América Latina, como en todas partes, dificultades
y facilidades, momentos muy lindos y momentos muy tristes, acogidas e
incomprensiones, me ha ayudado ha salir a flote siempre la seguridad de estar
acá porque Dios lo quiso. No tengo dudas con respecto a eso, porque soy uno
de los pocos que no ha elegido a América Latina. Fueron las circunstancias
interpretadas por el padre Voillaume en aquel entonces mi superior, que me
dirigieron a América. Ahora después de casi veinte años doy gracias al Señor de
rodillas, pero a veces me ha costado”.
Gracias también damos nosotros al creador Universal, en Venezuela, en Lara
y sobretodo en las comunidades campesinas de Monte Carmelo y Bojó por su
histórica y contribución ideológica y organizativa en pro de la creación de una
nueva realidad socio cultural y ética en nuestro contexto local, donde sembró
amistad, cultura y luz. Gracias por ser nuestro amigo y también por facilitar

en estos Caseríos un proceso de reafirmación de la identidad, de incentivar el
estudio razonado, auspiciar niveles de criticidad y sobretodo por alumbrarle el
camino a quienes fueron precursores del movimiento cooperativista en la zona.
Retomando lo anteriormente dicho a propósito de las dificultades
conseguidas en camino por Arturo Paoli en su condición de sacerdote y
educador de procesos de liberación en nuestra patria americana, obvias son las
razones, pero admirable también que se haya mantenido firme y perseverante
sin dar ni pedir tregua a ningún poder establecido. Este “revolucionario de
la fe” no se amilanó jamás ni ante las peores amenazas, solamente cuando
estas condiciones eran extremadamente peligrosas y más por recomendación
de sus hermanos de Fraternidad que por propia voluntad dejó, junto a otros
“Hermanos del Evangelio” por ejemplo de vivir en la Argentina dictatorial de
aquella tristemente célebre década del setenta. Pero en compensación no dejó
éste de escribir, activando su proyecto y educando para el cambio desde que
llegó a América y Venezuela.
Arturo es un hombre de convicciones, fiel creyente de su ideología, no
desde la retórica y el comodismo, sino desde el pleno campo de batalla, de la
discusión ideológica y política de nuevo tipo, desde sus aportes sociológicos y
antropológicos, desde su inconfundible posición de intelectual religioso y de
facilitador permanente de procesos de sensibilización, formación, búsqueda y
consolidación de la “Fraternidad como modelo”.
Para el teólogo de la liberación Arturo Paoli: “la misión fundamental de la
vida religiosa es ser un modelo en la relación. No podemos decir de haberla
logrado pero de proponérnosla como tema fundamental de nuestra vida”. Y
como conocedor del evangelio profetiza “el evangelio solamente puede inspirar
una revolución que sea verdadera, profunda y humana”. Un ser de la calidad
humanística y social de Arturo, sin duda rompe los esquemas establecidos y se
convierte sin proponérselo en un guía de juventudes, porque en el fondo de
su corazón y en la amplitud de sus ideales, la juventud previamente firmada es
semilla de redención, es esperanza auténtica para hacer florecer los valores del
amor, la amistad y la solidaridad. Y también le asigna un protagonismo histórico
que le permite entender y asumir con autenticidad y coherencia el derrumbe
de paradigmas, dentro y fuera de nuestro continente americano “Pienso que
la juventud actualmente con mucho valor y mucho acierto está tirando abajo
muchas estructuras falsas que nosotros hemos contribuido a levantar (…)
sería bueno que jóvenes del pueblo se pongan a disposición del Señor para
hacer una iglesia de los oprimidos, una iglesia liberadora”. Y esto lo dice a

sabiendas que conoce perfectamente su rol de educador y amigo de las nuevas
generaciones, cuando exterioriza a todos(as) lo siguiente: “Yo siento que mi
vocación particular es sembrar” Por tal motivo este sembrador de innovadoras
ideas humanísticas, cristianas y paradigmáticas reconoce igualmente sobre
su carisma y sus limitaciones “Mi carisma evidente no es el de superior y
organizador sino el de transmitir ciertas ideas y ciertas orientaciones que
pueden ser útiles a un grupo” Luego nos alerta, primero para que entendamos
de una vez y por todas que no debemos bajar la guardia porque “la burguesía
se defiende religiosamente idealizando, espiritualizando la religión y haciendo
perder su fuerza de cuestionamiento” y para que tampoco magnifiquemos
la fortaleza del sector de avanzada. Nos aclara una aparente debilidad “en la
iglesia los grupos que piensan con el pueblo y desde el pueblo son una minoría
impresionante, pero pienso que están en la línea que el espíritu santo exige de
su iglesia hoy”. Seguidamente cual un chaman de la etnomedicina aborigen
o contemporánea, receta “la medicina” adecuada para el mal antes descrito,
planteando directamente la transformación de las estructuras eclesiales, en tal
sentido expone “es muy urgente una revolución cultural en la iglesia que no
se da por un camino ideológico o teológico, se da con una vivencia nueva”.
Arturo, por ser un pensador y visionario con sentido de la historia y con sentido
holístico de la vida sociocultural y espiritual concibe que “si el hombre necesita
la liberación tiene que liberarse en todo sentido”.
El padre Arturo Paoli habla con conocimiento de causa de su propia
condición de cuestionador: “gracias a Dios que me ha hecho polémico pero
no enjuiciador”. Y sigue en su misionera labor de decir las verdades más
inocultables a propósito del tema religioso y reiterando que en realidad “el
problema de la iglesia hoy y mañana es uno solo: lo de hacerse (…) iglesia de
los pobres, insertarse en el mundo proletario popular, en aquel mundo que en
este momento no tiene expresión en la iglesia”.
A la amistad le asigna un papel fundamental “diría que si en el mundo
podemos dejar un pequeño testimonio de amistad algo hemos hecho, sino
estamos fritos (…) nuestra vida tiene que ser una búsqueda de amistad, la
amistad o es liberadora o no es amistad”. Por eso el padre Arturo es tan querido
en nuestro mundo rural-citadino del hoy municipio “Andrés Eloy Blanco”,
dentro y fuera de nuestro país y continente. Es un sincero y permanente amigo
del género humano. Su amor lo expresa no solamente a Dios, a su patria italiana
que es la tierra toda. Pese a haber sido formado en la ortodoxia, él es un hombre
amplio de criterios, es un activista y pensador sin fronteras. Para Arturo “toda la

tierra es patria porque es reino de Dios (…) la patria es donde se ama o donde
uno siente que es amado en el sentido que pueda ser útil a alguien y por eso
mismo recibe amor.
Arturo Paoli es también un reconocido y talentoso escritor, con una
abundante bibliografía ya conocida y mucha más por nacer, como ésta, que
también es de su cosecha. Varios libros fueron escritos allí en Monte Carmelo e
incluso nuestra preciada amiga y compañera de lucha, la “Guajera” Gaudi García
fundadora de la Cooperativa la Alianza, docente y luchadora comunitaria le
motiva un libro titulado: “Se hace camino al andar”.
Para él escribir es: “una catarsis, un acto de coraje, un mirar la vida de
frente (…) cuando escribo me siento como un enfermo porque todo se mueve
adentro, no pienso con la cabeza sino con todo el cuerpo, escribir es un gozo y
un sufrimiento grande, creo que la sola comparación que se pueda hacer es la
maternidad”.
Para nosotros, Arturo ha sido un indoblegable luchador internacionalista
de la justicia social, del desarrollo sustentable, de la democratización auténtica
de las sociedades actuales, así como del crecimiento espiritual y filosófico
del mundo entero que tiene lógicamente el legítimo derecho a expresar su
simpatía por nuestro continente americano y muy especialmente por ciertos
países “toñecos” como él mismo lo confiesa “tengo tres países en el corazón
(y eso hace rabiar un poco a los venezolanos) y son Brasil, México y Colombia.
Me gustaría muchísimo vivir en uno de estos tres países. Todavía no está dicha
la última palabra”. Y luego en otra explicación epistolar advierte “mi trabajo
es para América Latina y no tanto fijado a un lugar, aunque sea necesario el
contacto con la base”. Y en otra misiva afirma “me cuestiono siempre si es
justo que Brasil ocupe todo el espacio que dedico afuera de Monte Carmelo
y pienso desengancharme si puedo lograrlo. Uno tiene la impresión que aquí
cualquier ladrillo que uno aporte es bien aprovechado en una construcción
orgánica. Todo lo contrario de lo que pasaría por ejemplo en Venezuela donde
uno puede hacer el Juan Bautista voz que grita en el desierto. No discuto que
sería mejor una u otra opción, pero las circunstancias me han traído al Brasil y

en Venezuela los obispos no piensan que pueda ser útil a su pastoral o no-
pastoral”. Menos mal que este fiel militante de la Teología de la Liberación vivió

entre nosotros los venezolanos, los Sanareños, Montecarmeleños y Bojoeños
entre otros. Aquí no solo dejó buenas y perpetuas amistades, dejó también una
filosofía de vida dando cosecha de lucha, de organización y de sensibilización
para el cambio integral. Coincidimos con él en la certeza de que “la vida es una

lucha permanente” y que acierta también cuando expresa “es mejor vivir que
analizar la vida”.
A nuestro país, el de las décadas del setenta y del ochenta, lo percibe así
“empiezo en Venezuela a tomar contacto con jóvenes, pero es un camino lento.
Es un país terriblemente enajenado por el petróleo, por suerte hay venezolanos
ilustres que tienen conciencia de eso y han escrito artículos y libros bastante
claros (…) Venezuela es un país adolescente y de adolescentes. A veces tiene
salidas imprevistas e imprevisibles, viviendo adentro veo que las cosas no son
tan dramáticas (…) en Venezuela tengo raíces que son necesarias para no
caer en el intelectualismo, tentación muy grande en mi”. Y luego en diferente
correspondencias alude a nuestro caserío natal “no puedo dejar Monte
Carmelo sobretodo que representa para mí un lugar ideal de descanso, de
recogimiento, de meditación (…) uno de los sufrimientos mayores es para mi
dejar Monte Carmelo, aunque no sea una separación definitiva (…) estoy en
la paz de Monte Carmelo atendiendo con mucho sufrimiento a mi libro que se
desentraña poco a poco de todo el envolvimiento interior provocando los gritos
del alumbramiento (…) me parece un siglo desde que dejé el rincón querido de
Monte Carmelo (…) aquí también la naturaleza es espléndida y ahora en marzo
las orquídeas compiten entre sí cuál de ella es más bonita que la otra”.
Como un homenaje en vida a este inolvidable luchador de las causas nobles
y Apóstol de la hidalguía, la amistad y la liberación de América y el mundo tierra
nace esta semilla amigable e irreverente como su padre intelectual. Esperamos
que esta obra bautizada por nosotros, sus compiladores con el título: “Arturo
Paoli. Por una iglesia liberadora” sea finalmente conocida y apreciada en todos
los continentes del planeta cual mágica y holística Carta Abierta a la conciencia
mundial de los pueblos que han de transmutarse en unitarios “protagonistas” de
la liberación humanística e integral, para que la siembra de Arturo y su ejército
de revolucionarios de la no violencia y sí del mucho amor y lucha puedan
sentirse orgullosos y satisfechos de sus siempre amigos pueblos de Venezuela,
América y el mundo, que cada generación de miradas que se adentre en esta
polifacética lectura se siembre también de conciencia, compromiso y amor por
los paradigmas filosóficos y societarios que sueña y visualiza Arturo Paoli para
que hoy y mañana otros se encarguen de hacer triunfar el contenido mismo de
éste su epistolar discurso que a continuación ustedes comprobarán. El mismo
posee un profundo sentido dialéctico, trascendencia histórica, un mensaje
sustancial, extraordinariamente vigente y como es lógico, polémico, interesante
y útil en la didáctica de la verdad y la teología. Está destinado a comunidades

de base, dentro y fuera de las universidades y contextos religiosos. Nadie se
llame a engaños, todo cambiará. El padre Arturo nos reitera desde su condición
de misionero y profeta que “no existe tierra absolutamente estéril donde la
semilla de la palabra no pueda brotar”.
Por ello nos invita con su coherencia, sabiduría y convicción para que
tengamos la seguridad que “el reino está en marcha, los trabajos del reino no
están parados y América Latina, continente donde se dan acontecimientos
políticos verdaderamente ricos de esperanza y de vida, sufrimientos extremos
de hombres y mujeres comprometidos con la justicia, donde se dan núcleos
de iglesia que se identifica con la búsqueda sincera del reino puede ser signo
de este reino que crece en la historia (…) creo que los cristianos hoy no tienen
otra cosa especial para dar sino un modelo de vida comunitaria realizada entre
los pobres”.
Ante la cruda realidad de ciertas cúpulas de la iglesia venezolana
alérgicas al cambio que predican “el evangelio según el capital”, “el golpe”
y “FEDECAMARAS”, insurge un pueblo en su mayoría cristiano clamando
revolución de amor y justicia ante la desesperanza. He aquí la profecía de otro
“sacerdote”, el poeta Pablo Neruda, el misionero de la poesía, quien nos dejó
para alimentar los sueños un veredicto: “¡aunque tú no lo creas, nosotros, los
humildes, venceremos, venceremos!”.

Sanare 8 de octubre de 2000

https://drive.google.com/file/d/1i97pZcGNZntFQuIEhgLwY5kXGHG4uBGz/view?usp=sharing

Charles de Foucauld, como mensaje para la iglesia y para el mundo

5MAYO 2021

Silvano Zoccarato

El padre Silvano Zoccarato, misionero del PIME que vivió diez años en Argelia, cuestiona la actualidad del mensaje del «hombre universal» que será proclamado santo este año

En previsión de la canonización de Charles de Foucauld, podríamos preguntarnos qué habrá en el mensaje para la Iglesia y para el mundo.

Durante los diez años en Argelia, de 2006 a 2016, mi estilo de misión cambió: del diálogo sobre Jesús en Camerún, viví el diálogo del Jesús de la vida. Las Hermanitas de Jesús de Touggourt y los Hermanitos y Hermanitas de Tamanrasset y el Obispo Rault Claude que escribieron el libro Mi Catedral Desierto me han ayudado mucho. Ahora creo que los Dioses sigan hablando, para salvar y unir a la humanidad entre personas que están enojadas con sus religiones, que conviven y dialogan con personas de diferentes culturas y religiones. Conviviendo con ellos, me impresionó mucho cuando me decían lo que sienten por Dios y lo que Dios siente por ellos. Me dijeron que el hombre no puede vivir sin Dios, que la oración es lo más hermoso de la vida.El viernes caminé entre la gente y – a la voz del muecín llamando a la oración – el vecindario se detuvo de repente, todos se arrodillaron. «¿Qué estoy haciendo aquí?», me preguntó entonces, y me impulsó a profundizar mi ser cristiano, a darme cuenta del que tenemos, aunque quede velado, prudente, a esperar.

hermanos universales

Durante los diez días que vivió en la casa de Charles de Foucauld en Beni Abbès no lo sintió como un santo, sino como un hombre que se aficionó a la khawa.(fraternidad). Ahora lo llamamos «hermano universal». A veces la fraternidad nació sobre la base del catolicidio, ese que Santo Tomás de Aquino ve en la actitud de la Iglesia… de llamar así a toda la creación en todos sus aspectos y confiarla en plenitud. Por supuesto en este ambiente lo recibes en exclavos de todos sus visitantes, festejando y festejando ante el Sagrado Corazón, y apasionados por la naturaleza. Los dibujos que aún tiene en su cuaderno lo muestran contemplando el desierto, en las montañas. Los proverbios tuareg, las historias y las primeras palabras del diccionario tuareg resuenan y encantan. El santo no mostró la santidad de Dios sino en la vista y sintió las pasiones de Dios, por el hombre y por la naturaleza.

Abre la puerta

En la próxima canonización de Carlos de Foucault, el Espíritu Santo ayudará a la Iglesia y al mundo a comprender su mensaje para continuar por el camino verde, una chimenea abierta, hacia todo hombre. Fue el mensaje del Papa Juan cuando abrió al mundo la tribuna materna de la Iglesia. Dijo: «Su tarea es tener los brazos abiertos para recibir al mundo entero. Es una casa para «otros» que quieren ser todo y todo Iglesia de los pobres, sin distinción de raza y religión».

Charles se aseguró cuando no había completado su viaje de «hermano universal», al que ahora nos invita.

Ahora mismo estamos encerrados en casa para protegernos del virus. Después de la pandemia, cuando abramos la puerta de casa para volver a la carretera, será importante vivir bien este momento. ¿Abrir a quien encontraremos o quedarnos solos, aislados? Veremos personas probadas y renovadas por el sufrimiento y así seremos nuevos para los que nos encuentren. También conoceremos gente nunca antes visitamos lugares de trabajo, escuelas, viajes. El reencuentro no puede ser sólo la recuperación hasta el inicio de una nueva vida. Quizás la sensación de liberación, de alivio, de sorpresa y alegría ante las bellezas de todo tipo, vivas en el mundo. Pero si no te cuidas si puedes caer en la dispersión de la actual Babel del pensamiento, de los valores. Y a veces en su interior un sentimiento de apatía y desconcierto. No sólo nuestro pueblo está pasando por un momento difícil, sino también nuestras sociedades, la Iglesia misma. ¿Qué podría ser esta nueva vida, este nuevo momento? Algunos dicen que es un momento extraordinario, una primavera en la historia. Si piensas en nuevos tiempos, crees que tienes el coraje de pensar en nuevos tiempos, en nuevos movimientos, en nuevos espacios, incluida la calle, en nuevas personas, en nuevos lenguajes, en nuevos gustos, en nuevos sentimientos. Vayamos e imaginémonos… esta vez despertamos y esperamos. Nuevos horizontes… ¿más amplios?a nuevos espacios, incluida la calle, a nuevas personas, a nuevos lenguajes, gustos, sentimientos. Vayamos e imaginémonos… esta vez despertamos y esperamos. Nuevos horizontes… ¿más amplios? a nuevos espacios, incluida la calle, a nuevas personas, a nuevos lenguajes, gustos, sentimientos. Vayamos e imaginémonos… esta vez despertamos y esperamos. Nuevos horizontes… ¿más amplios?

Voy directo por un camino de fe hacia un punto fijo que puede ser la base sobre la cual construir verdaderas relaciones duraderas. El Papa Benedicto en la encíclica Caritas in Veritate  (42) advirtió del peligro de la globalización, una unificación mal planificada de los pueblos. Y dijo: “La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental están dados por la unidad de la familia humana y su desarrollo para el bien”. Si se trata de dar un sentimiento nuevo, el verdadero sentimiento de existencia, se decide, sentirse miembro de una sola familia. San Carlos de Foucault se une a nosotros en la canonización:  Soy un hermano Universal.

Lo dice también el Papa Francisco con el documento y el anuncio de  vivir como Fratelli Tutti,  dice convivir con los demás. Esto ya es biológicamente cierto para nuestros seres humanos .  Pero será más cierto con sorpresa, cuando dentro del sentimiento de vida y de verdad, religioso, social, sinteticemos una necesidad de comunión que nos sintamos siempre unidos a todos ellos en el universo. Y veremos que las diversidades sociales, religiosas y culturales de las personas que encontramos no son tales como para separarnos; no son obstáculos, sino valores, riquezas para todos, cuando lleguen… siéntelos en tu corazón. Desde lejos y dudosos pudimos acogernos y empezar a conocernos. ¿Será un nuevo viaje, juntos? Esto podría ser como una comodidad y una utilidad para todos, pero también podría colocarnos en una nueva mentalidad, en una situación en la que pudiéramos vivir como miembros de una sola familia de una manera nueva y más profunda. Debe ser una experiencia animada por el Espíritu Santo que nos ayude a sentir los corazones de Dios Padre de la Misericordia. En este sentimiento de que somos hijos de Dios Padre, cada uno se sentirá vivo y fuerte en su identidad. Entonces podemos regocijarnos en sentirnos cerca. Se renovará la forma de considerar «al otro», de conversar y compartir. Esto es lo que vivió San Juan Pablo II cuando comenzó a rezar en Asís junto a los líderes de algunas religiones del mundo y del mundo del amor: En toda oración auténtica, orad al Espíritu Santo.  Juan Pablo II empezó a sorprenderse con la oración y la vida de los «otros».

El Papa Francisco también cree en la importancia de la oración de uno. Su elevada oración en la Llanura de Ur en Irak tiene poco tiempo puede entenderse como síntesis de un camino de paz y fraternidad en la raíz común en el Dios de la promesa: «Te lo pedimos, Dios de nuestro padre Abraham y Dios nuestro, for que nos concede una fe fuerte, activa en hacer el bien, una fe que abra nuestro corazón a ti ya todos nuestros hermanos y hermanas; y una esperanza incontenible, capaz de percibir por doquier la fidelidad de tus promesas». Oración acompañada de responsabilidad común con otras confesiones, otras religiones y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para afrontar los grandes problemas del mundo.

Si se trata de superar el desafío de la indagación y potenciarla, porque la identidad de cada uno no es un terreno cerrado, buscado, ni una situación de mérito o culpa, sino una realidad importante que ofrece la oportunidad de compartir, sino más bien una amplia apertura. Se trata también de superar el egoísmo que queremos mantener en el centro de todos y de todo. Tenderemos a ser alegres, encender la chimenea, escuchar las relaciones. La de los discípulos de Jesús después de la resurrección, narrada por San Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Camino de la Palabra… del Evangelio. El viaje de todos «un corazón», cuidado con todas las necesidades, pero también en la lucha de las debilidades y de la diversidad… y aún incompleta. El Evangelio quiere llegar a los confines del mundo y permanecer en el camino, encomendado continuamente a nuevos discípulos, incluido el presente, con la presencia del Espíritu del Resucitado siempre en el corazón. En realidad, esto es lo que sucede también en la relación con Dios: nunca se está obligado a comprenderlo, a vivirlo, sino que se está siempre en movimiento… con él. Podemos vivir el que vivió en el corazón de Charles de Foucauld:  Iesus Caritas , el sentimiento vivo de la presencia de Jesucristo amor que le da siempre más alegría. Sentirlo vivo también como cuando conoció a Jesús y quise conocerlo, experimentarlo y hacerle saber. Involucrados en el mismo proyecto de amor de Dios que queréis junto a vuestros hijos. El Espíritu nos hará experimentar nuevas relaciones en las que que completar la propia pretensión de verdad con la visión de la sabiduría de los demás y con una actitud amorosa hacia el prójimo que es la única que puede acercarnos No hay sugerencias para el misterio.

El padre Silvano Zoccarato, misionero del PIME, vivió diez años en Argelia y es autor de “ Charles de Foucauld. Mi santo en el camino ” (ed. Terra Santa, 2020)

El legado de Carlo Carretto a treinta y cuatro años de su muerte

4 de octubre de 1988 – El recuerdo de uno de los «apóstoles laicos» más singulares nacidos y vividos en el Piamonte del siglo XX. En la posguerra difícil, de impulso a la Acción Católica Italiana y contribución a su fortalecimientoDelaware 

Muelle Giuseppe Accornero –

4 octubre 2018

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carlos carretto

«El poder de maravillarme de las cosas tal vez se lo debo a mi madre que siempre cantaba y que me dio un carácter sereno. Sigo que la maravilla es un regalo que Dios me ha hecho». Así confiesa uno de los «apóstoles laicos» más singulares nacidos y vividos en el Piamonte en el siglo XX. Se trata de Carlo Carretto, fallecido hace treinta y cuatro años, el 4 de octubre de 1988.

Nacido en Alessandria el 2 de abril de 1910 en una familia modesta de Langorola Camerana (Cuneo): on Father Luigi gana el concurso y entra en el ferrocarril. Carlo es el tercero de seis hijos, cuatro religiosos, incluido el salesiano Peter, misionero y obispo en Tailandia. Después de Moncalieri, el Carretto está en Turín, desde donde en 1924 se inauguró el oratorio salesiano de Crocetta, al que asistió Carlo.

Con grandes sacrificios obtuvo el magisterio en 1927 y una licenciatura en pedagogía en la Universidad de Turín en 1932. Maestro de primaria en la provincia de Novara y Vercelli: Galliate, Gattinara – de donde sostiene «la primera llamada de Dios» – Cavaglio d’ Agoña, Roasio. En Milán asistió al curso de oficiales adicionales. Pío XI en 1931 reaccionó enérgicamente con la encíclica «Nosotros no necesitamos» al acoso fascista contra la Acción Católica. Licenciado en 1932, como profesor en Sommariva del Bosco (Cuneo).

En 1932, por invitación de Luigi Gedda – presidente de la Juventud Católica de Turín, que su fundó a Carlo Trabucco de Canavese – Cart se unió a la Juventud Italiana de Acción Católica (Giac) en el círculo «Frassati» de la parroquia de Crocetta fundada de Pier Giorgio. En 1940 ganó el concurso para director docente en Bono (Sassari) pero debido a los contrastes con el régimen docente y la influencia incluyendo fuera de la escuela, fue trasladado a Isili (Cagliari) y luego fue enviado de regreso a Piamonte, director en Condove ( Turín). Llamado en las armas como capitán, asume el mando de una compañía del regimiento Alpine 3 en Susa. Firmado el armisticio el 8 de septiembre de 1943, Italia si hunde en el caos. Carlo disuelve la unidad, envía a los soldados a casa, no se alineo con la República de Salò y es inhabilitado del registro de directores didácticos.

Tras la caída del régimen y el final de la guerra, es readmitido en el registro. Los eventos paralelos de Gedda y Carretto son singulares. Primogénito nacido en Venecia en 1902, Turín por adopción y se graduó en Medicina, genetista y sindonólogo de renombre mundial. En 1932, el cardenal arzobispo de Turín, Maurilio Fossati, lo llamó de Novara en Turín, desde donde se convirtió en asistente de la clínica médica, como presidente del Giac. Dos años y Pío XI lo nombró presidente nacional Giac (1934-46) y Pío XII lo hizo presidente Hombres de Ac (1946-49). Carretto sucede en Jeddah como Turín (1937-42) y presidente nacional (1946-52) Giac. En 1952 Jeddah sucedió al abogado Vittorino Veronese como presidente general de Acción Católica.

Presintiendo «la segunda llamada de Dios», si dedica sin descanso al apostolado. En el difícil período de la posguerra, Carlos dio impulso a la asociación y contribuyó a su fortalecimiento. Reúne alrededor del centro nacional en algunos de los jóvenes católicos italianos más animados; favoreció un fuerte compromiso de la CA para el restablecimiento de la democracia en Italia, para la elaboración de la Carta Constitucional, por el éxito de la campaña electoral del 18 de abril de 1948, movilizando a los jóvenes a favor de la Democracia Cristiana en el » choque de civilizaciones» con el Frente Popular Social-Comunista.

Bajo el pontificado de Pío XII, durante y después de la guerra, nacieron numerosos movimientos y asociaciones a la sombra de la CA que, hasta el Concilio, fue la única organización laica reconocida. En mayo de 1945, con Maria Badaloni, Carretto fundó la Asociación de Maestros Católicos Italianos (Aimc). Luigi y Carlo se encuentran entre los fundadores del Centro Deportivo Italiano (1944) y del Centro Turístico Juvenil (1949). Sus fuertes personalidades estimulan un activismo excepcional. Jeddah apunta a la unidad política de los católicos: el 8 de febrero de 1948 establece los comités cívicos que en apenas dos meses llevan a la DC a la aplastante victoria del ’48. En septiembre de 1948 Organizó – por el 80 aniversario de CA – el encuentro de 300 mil «boinas verdes» en Roma que cantan: «Padre Blanco, / que desde Roma eres meta, luz y guía, / en cada uno de nosotros confiamos, / todos ustedes pueden contar con nosotros. / Somos hijos de la fe, / somos heraldos de la Cruz; / a tu señal, a tu voz / un ejército sostiene el Altar. » El 15 de septiembre es uno de los fundadores del» Bureau international de la jeunesse catholique”, siendo vicepresidente.

Tras pasar el momento de la Iglesia triunfante, Carretto no comparte la línea de Jeddah, hombre de confianza de Pío XII, orientado a la politización y gestión autoritaria de la AC. Los dos están unidos por una grande y fuerte amistad, pero la «Operación Sturzo» de 1952 -a acuerdo entre católico-cristianos y ex fascistas para evitar que el Municipio de Roma acabe con los socialcomunistas- desencadenó la protesta de Carretto. muy crítico con el giro conservador de la Iglesia y de la Ac. En octubre de 1952 renunció como presidente Giac. También se van Mario Rossi y don Arturo Paoli, asistente central adjunto de Giac. La renuncia fue aceptada inmediatamente el 17 de octubre por la Secretaría de Estado.En esos años su espiritualidad se enriqueció: Conoció al grupo milanés en torno a la Universidad Católica: el Padre Agostino Gemelli, Mons. Francesco Olgiati y Armida Barelli; entra en el Instituto Secular de la Realidad -al que también se adiando Giuseppe Lazzati-, a la Tercera Orden Franciscana ya la Sociedad Obrera fundada por Gedda.

Después de una búsqueda laboriosa y penosa, en 1954 Carretto entra entre los Hermanitos de Jesús, fundados por Charles de Foucauld, parte para Argelia y llega al noviciado de El Abiodh al sur de Orán. Durante unos años experimentaron en el desierto del Sahara una experiencia de vida interior y de oración, de silencio y de trabajo. El 15 de septiembre de 1961, el hermano Carlos de Jesús hizo su profesión perpetua. Los diez años pasados ​​en el Sahara marcan profundamente la espiritualidad e inician una nueva temporada publicitaria con libros de gran éxito. Después de «Jesús dijo» (1943) «Cartas desde el desierto» (1964) se traduce a inglés, francés, alemán, español, portugués, griego, checo, polaco, esloveno, chino, indonesio, swahili; «Lo que importa es amar» (1964) cuenta con 24 reediciones y en 2017 una nueva edición. Es sensacional el caso de la «Iglesia Pequeña Familia», publicada en 1949, que es causa de muchos problemas. La prensa laica, como el «Cándido» de Giovannino Guareschi, forma parte de la prensa católica se están rasgando las vestiduras; los prelados y la gente de bien lo manchan mal porque argumenta que la familia no es un lugar para cristianos en retirada hasta que el fruto de una vocación y que el matrimonio es un don del Creador. La expresión «pequeña iglesia familiar» pasará a ser central en la doctrina conciliar sobre el matrimonio. En el centro de su vida -en el 49 tiene 39 años y morirá a los 78- el libro coincide con el punto de inflexión cuando entra en conflicto con un activismo que poco se preocupa por la dimensión espiritual: es el paso de una espiritualidad devota a un estilo atento al matrimonio ya la familia, cuando Giac apadrinaba la pureza y la virginidad. 

Después de la experiencia africana, Carlo creó una comunidad de Hermanitos en Spello dedicada a la oración y la hospitalidad, al trabajo y al intercambio de experiencias. Durante más de veinte años fue un incansable animador de la fraternidad. Hombre de palabra y de pluma, la utiliza con gran eficacia para comunicar la fe. Escribe «El Dios que viene» (1972), «El desierto en la ciudad» (1978), «Yo, Francisco» (1980), «Y vio Dios que era bueno» (1988). Con motivo del referéndum sobre el divorcio de 1974, el 7 de mayo publicó en «La Stampa» una intervención-oración contra la derogación de la ley, despertando la ira de «L’Osservatore Romano». Recibe millas de cartas, indignado, dolido, aplaudiendo, teñido de esperanza.El 3 de abril de 1975, Jueves Santo, en la Catedral de Foligno, pide perdón ante el obispo porque su cargo ha causado sufrimiento, dividió y socavó la comuneón eclesial, aunque inspirado por la misericordia y la tolerancia hacia los no creyentes y sin yield doctrinalmente. En mayo de 1986 con la «Carta a Pedro» defendió la «opción religiosa» de la AC y sobre el presidente, el alba Alberto Monticone. El hermano Carlo amurallado en la ermita de San Girolamo en Spello el 4 de octubre de 1988, fiesta de San Francisco de Asís, sobre modelo de vida espiritual.

La Iglesia y el desarrollo – La labor de los misioneros

La labor de los misioneros – Populorum Progressio nº 12 (Pablo VI)

12. Fiel a las enseñanzas y al ejemplo de su divino Fundador, que dio como señal de su misión el anuncio de la Buena Nueva a los pobres (cf. Lc 7, 22), la Iglesia nunca ha dejado de promover la elevación humana de los pueblos, a los cuales llevaba la fe en Jesucristo. Al mismo tiempo que iglesias, sus misioneros han construido hospicios y hospitales, escuelas y universidades. Enseñando a los indígenas el modo de sacar mayor provecho de los recursos naturales, los han protegido frecuentemente contra la codicia de los extranjeros. Sin duda ninguna, su labor, por lo mismo que era humana, no fue perfecta, y algunos pudieron mezclar algunas veces no pocos modos de pensar y de vivir de su país de origen con el anuncio del auténtico mensaje evangélico. Pero supieron también cultivar y promover las instituciones locales. En muchas regiones, supieron colocarse entre los precursores del progreso material no menos que de la elevación cultural. Basta recordar el ejemplo del P. Carlos de Foucauld, a quien se juzgó digno de ser llamado, por su caridad, el «Hermano universal», y que compiló un precioso diccionario de la lengua tuareg. Hemos de rendir homenaje a estos precursores muy frecuentemente ignorados, impelidos por la caridad de Cristo, lo mismo que a sus émulos y sucesores, que siguen dedicándose, todavía hoy, al servicio generoso y desinteresado de aquellos que evangelizan.

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José Luis Vázquez Borau: «Hay que mostrar una Iglesia pobre como lo fue su Maestro»

(José Manuel Vidal, en Religión Digital). 

José Luis Vázquez Borau es Doctor en Filosofía y en Teología. Dedicado especialmente al estudio y la docencia del universo religioso se ha especializado en la espiritualidad de uno de los personajes espirituales más seductores del siglo XX : Carlos de Foucauld. A él le dedica, precisamente su último libro365 días con Carlos de Foucauld(San Pablo). Siguiendo su estela, el autor pide una «Iglesia pobre», que evangelice «desde abajo» y asegura que al apóstol de los tuareg le entristecería el actual «proceso de islamización radical».

Una idea original: Un libro para saborear las ideas de Foucauld

Se trata de ir saboreando, día a día, las palabras del hermano Carlos de Foucauld, encarnado entre los tuareg y hermano universal, para ir comprendiendo, cada vez mejor, lo que significó para él «vivir Nazaret». Hoy, Nazaret es un reto para la Iglesia y para los cristianos. Precisamente ahora que ciertas formas de apostolado están en crisis. Nazaret es como la acción del Señor en medio de los hombres, viviendo como las demás personas, sin hacer nada especial exteriormente, viviendo con los otros y dándoles sólo su amistad. He aquí un camino nuevo en la Iglesia. Un camino hacia una nueva manera de hacer apostolado, de estar entre los hombres: sin hacer grandes obras ni grandes cosas, sino lo que hacen todas las personas, pero con un testimonio de vida encarnada, de presencia del Señor, en el que el misterio de Nazaret vivido mediante la amistad y la bondad lleve a interrogar a las personas.

¿Qué pretende con el libro?

Ver, día tras día, como la acción del Espíritru va trabajando en Carlos de Foucauld, gracias al testimonio bondadoso de su prima la Sra. De Bony y el sacerdote Huvelin, que son pacientes con la acción de la gracia. Esta misma paciencia, que le llevó a su conversión, es la que aplicará con sus amigos tuareg, esperando la hora de la gracia. Evangelizar por medio de la amistad.

¿Cuál es la esencia de la espiritualidad de Foucauld?

Foucauld constató que el Hijo de Dios se encarnó en el seno de una familia humilde de Nazaret, compartió la vida normal de cualquier niño, joven y adulto de su época y que esto formó parte de casi la totalidad de su vida. Es decir, que todo lo que vivió, si se realiza con su mismo espíritu, tiene «valor salvador»: familia, trabajo, pueblo, compartir las preocupaciones de sus conciudadanos, compromiso, etc. Para Foucauld el Jesús que anuncia el Reino de su Padre, no deja de ser nunca el Pobre y humilde obrero de Nazaret. El anuncio del Reino tiene que estar marcado por la patente de «Nazaret». Esta espiritualidad ofrece una nueva forma de estar entre los hombres: a) Vida normal, sencilla, encarnada con los otros, trabajando en el mismo compromiso de los demás hombres; b) Vida en comunidad con otros hombres o vida comunitaria; c) Vida que conoce la presencia del misterio, sabe de la presencia del Señor, de la oración, de la mirada contemplativa.

¿Siguen creciendo las Hermanitas de Foucauld?

Si el grano de trigo no muere no da fruto. La presencia cristiana de Foucauld en el desierto del Sahara, quedó destruida por un ataque terrorista de su tiempo. Pero, pese a lo que se podía pensar, floreció y no deja de florecer de una manera discreta en todo el mundo. El número de hermanitas se mantiene, unas 1.500, si bien el color de las Fraternidad va cambiado, ya que surgen más vocaciones de los países donde las hermanitas están instaladas, como Ruanda, Vietnam, India, etc., que de la misma Europa.

¿Cómo adecuar su mensaje sobre la familia de Nazaret a la situación actual de la familia?

Nazaret significa la condición humana, los trabajos y los días, una escucha incesante de las circunstancias y de los acontecimientos, una búsqueda apasionada para explorar lo mejor posible todos los datos de la existencia, avanzando en el conocimiento de las cosas como en el aprendizaje del saber vivir con las demás personas. Además, el reconocimiento de que cada ser humano es mi hermano, con la misma dignidad que yo, junto con la confianza espiritual de que en la vida ordinaria se puede vivir unido al Dios-Trinitario. Pero compete a toda persona bautizada poner en obra su bautismo, su vocación propia, de una manera creadora; conducirse como hermano del Resucitado allí donde se encuentre, en su «Nazaret», en la existencia cotidiana.

No parece que, entre el clero joven, esté de moda hoy la inserción social que preconizaba Foucauld. A su juicio, ¿a qué se debe?

Si bien existen para el clero secular Fraternidades sacerdotales en todo el mundo, hoy los aires que corren no van en ese sentido. Foucauld propone, siguiendo a Jesús de Nazaret el «último lugar», el encarnarse entre los más pobres, el hacerse hermano y amigo. Y esto hoy, influidos por el ambiente consumista en el que vivimos, no se valora suficientemente.

¿El camino de la cercanía, de la humildad y de la sencillez es el que podría acercar de nuevo la Iglesia católica a la gente?

El testimonio del hermano Carlos ha sido clave en el camino de unión entre la vida y la espiritualidad. No hay separación entre fe y vida. La vida total está unida. El misterio de Cristo es uno. Es ser, sobre todo, más que hacer. De todo esto se deducen algunas pistas: a) Vivir el misterio de Nazaret como un camino de profundización en la fe; b) Un camino comunitario, encarnado, viviendo con las personas y como ellos, no como casta aparte. Se trata de realizar una pastoral desde abajo y no desde arriba. Se trata de construir tejido fraterno desde lo pequeño y humilde para construir pequeñas comunidades de hermanos y hermanas de base. Odres nuevos para vino nuevo.

¿Qué le pediría a la jerarquía católica, cuando mira la realidad social que estamos viviendo?

Para nosotros, hombres y mujeres, que vivimos este tiempo de transición y de cambios, en el que participamos de los gozos y las sombras de lo que nace y de lo que muere, Nazaret significa la caridad que traspasa todas las reglas y nos hace disponibles para todos los hombres. Es el modo de salvar el mundo con Jesús, siendo hermanos de los hombres. Nazaret es aceptar ser hombres con una historia, una cultura, una familia, unas relaciones. Es ser compañero, amigo, hermano, que camina con los demás, que escucha y que respeta al otro, dando, recibiendo, buscando y aprendiendo. Nazaret es la gracia de entender que la vida cotidiana, la nuestra y la de los demás, no es común. Es descubrir que la fidelidad a lo cotidiano es la fidelidad a Dios, que quiere que seamos antes que hacer. Nazaret nos enseña a leer los signos del Reino en el mundo. Nazaret es el tiempo de la paciencia. Saber que Dios trabaja siempre. Querer trabajar con Él, buscar lo que Dios quiere, hacer proyectos y renunciar a ellos buscando siempre el proyecto de Dios. Nazaret es la oportunidad de ir hacia los menos amados, los más pequeños, los que siempre estorban. Sin eso, ¿cómo podrían recibir la Buena Noticia? Es también el tiempo de la soledad, en el cual podemos descubrir que Dios nos quiere solitarios para hacernos solidarios. Nazaret es el tiempo de la oración, de la contemplación y del silencio, en el que descubrimos que Dios ama el mundo y trabaja en él. Es el lugar donde aprendemos a ser hijos para ser hermanos. Así, el camino del misterio de Nazaret, descubierto por el hermano Carlos, es un camino nuevo en la presencia de la Iglesia entre los pobres y que después del Concilio se generalizó en múltiples experiencias, que como un fermento están naciendo en el mundo, pero que como todo lo nuevo no está exento de sufrimientos. Hoy existe un gran peso institucional-clerical y poco peso comunitario-laical. Si queremos seguir el ejemplo y las enseñanzas de Jesús de Nazaret, la pastoral debería ir de abajo a arriba y no al revés. Que nuestro proceder no funciona con marketing sino con testimonio solidario. Que hay que abandonar viejos moldes que paralizan y escandalizan a los hombres y mujeres de hoy, y que hay que mostrar una Iglesia pobre como lo fue su Maestro.

Personaje querido y respetado, pero todavía sin canonizar.

Copio un fragmento de la vigilia y día de la beatificación de Carlos de Foucauld, que tuvo lugar el domingo día 13 de noviembre de 2005 en Roma.

Especial emotividad tuvo la “vigilia de oración” el sábado por la tarde en el monasterio de Tre Fontane, lugar dónde, según la tradición, murió San Pablo. Hermanas y hermanos venidos de cualquier parte del mundo nos reunimos para dar gracias a Dios por el don de la vida del hermano Carlos. Después, al día siguiente, en la basílica de Sant Pedro, completamente llena, subieron a la gloria de los altares, junto con el hermano Carlos, dos hermanas fundadoras: Maria Pia Pastena (1881-1951), fundadora de las hermanas del Santo Rostro y Maria Crocifissa Curcio (1877-1957) fundadora de las hermanas carmelitas misioneras de santa Teresa del Niño Jesús. La misa de beatificació fue concelebrada miedo 65 cardenales y obispos, entre ellos el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de Roma; el cardenal Polycarp Pengo, l’arzobispo de Dar-se-Salamos; monseñor Andre Vingtrois, l’arzobispo de París; monseñor Vincent Landel, arzobispo de Rabat (Marroc); y monseñor Maroun Elias Nimeh Lahham, obispo de la Tunicia. Tras la celebración eucarística, en la que el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, leyó la carta apostólica papal en la que inscribía a estos tres sirvientes de Dios en lo catálogo de los beatos, el pontífice vino a la Basílica para venerar sus reliquias. A continuación, dirigió unas palabras de saludo a los peregrinos que llenaban por entero la basílica y la plaza, entre quienes había algunos tuaregs del desierto del Sáhara, con sus vestidos azules y su turbante blanco. Hablando en francés, dio gracias a Dios por el testimonio del padre de Foucauld diciendo que «a través de su vida contemplativa escondida en Nazaret encontró la verdad de la humanidad de Jesús, invitándonos a contemplar el misterio de la Encarnación. descubrió que Jesús, vino pora unirse a nosotros en nuestra humanidad, invitándonos a la fraternidad universal, que vivió mes tarde en el Sahara, dándonos ejemplo del amor a Cristo». «Como sacerdote -continuó diciendo-, puso a la Eucaristía y el Evangelio en el centro de su existencia».

¿Qué pensaría Foucauld de la primavera árabe? ¿Y de la guerra en Mali?

Foucauld, como hijo de su tiempo y con su historia personal de antiguo militar y explorador de Marruecos, vería con tristeza que, en relación a su tiempo, el proceso de islamización radical haya crecido. En cuanto a los tuareg es un caso especial. Son un pueblo que los han dejado sin tierra, sin Estado, y que lucha por sus derechos desde los campos de refugiados donde están instalados. En Mali mantienen una postura ambigua ya que, si bien quieren una nación-territorio para ellos, no se les puede identificar con los yihadistas de Al Qaeda.

José Manuel Vidal

Religión Digital