Del Assekrem (Argelia)

La fraternidad del Assekrem, en la que Carlos de Foucauld vivió algunos meses en 1911, está situada en la región montañosa del Hoggar, en el sur de Argelia, a alrededor de 80 km. de Tamanrasset, ciudad que cuenta actualmente con unos 100.000 habitantes. Allí viven actualmente dos hermanos: Edouard y Ventura (Alain acaba de regresar a Francia después de más de veinte años vividos en el Assekrem) Edouard que tiene una larga permanencia en estas montañas, describe su vida:

• Acoger a los numerosos visitantes (peregrinos o no)

• Acoger también a los hermanos o amigos para tiempos de retiro

• …y rezar en nombre de toda la Iglesia y de la Fraternidad

de Edouard

En el Assekrem, vivimos en un lugar muy visitado. Esto exige de nosotros una disponibilidad continúa acogiendo a todo el que llega, respetando las motivaciones de unos y otros, que son, de hecho muy diversas. Y esto en una actitud de apertura al encuentro y aceptación de las diferencias humanas, sociales, nacionales y religiosas. Teniendo, una atención prioritaria para los visitantes argelinos, “hombres del  Islam”, interpelados, muy a menudo por este lugar, por nuestra presenciay por nuestra prolongada permanencia.

Los visitantes que pasan por Tamanrasset encuentran a las Hermanitas del Sagrado Corazón, y a los Hermanos de Jesús a los que se acercan en las Eucaristías “parroquiales” en las que participan. Los que vienen aquí son a menudo “peregrinos”, traen con ellos uno o varios sacerdotes y casi siempre están preocupados por celebrar la Eucaristía en la capilla de la ermita. Lo cual pueden hacer, en general, al comienzo de la tarde, antes de la llegada de otros visitantes. Tras eso les queda muy poco tiempo para encontrarse con uno de nosotros, a menos que no estemos acaparados por todos los otros grupos de paso a los que tenemos que atender. En la charla que a veces tenemos con ellos, como casi siempre han pasado un día en Tamanrasset, han visitado la “Fregate” y el “Bordj”, encontrado a las Hermanitas del Sagrado Corazón y a Antoine*, nosotros no tenemos que hablarles mucho de Carlos de Foucauld, si no es en el sentido de su venida al Assekrem. Esto nos lleva a hablar del sentido de nuestra presencia aquí en este lugar desértico donde pasa mucha gente. Y nos esforzamos entonces por despertar su atención sobre el mundo argelino que esta peregrinación les da ocasión de vivir. Lo hacemos en el espíritu de Carlos de Foucauld que quería ser “hermano universal”.

Mucho más numerosos ahora que los peregrinos, son los visitantes argelinos. Sobre todo desde mayo a octubre, mientras que desde octubre a mayo, los europeos son mayoría. Para nosotros es la ocasión de unos encuentros a menudo afectuosos. El itinerario humano, espiritual de Carlos de Foucauld, su encuentro con los hombres del Islam en Marruecos o Argelia, su colosal obra lingüística, les impresionan. Y luego nuestra presencia aquí, y el tiempo que hace que estamos, les interpela.

Todo esto, que les sorprende, crea para nosotros un clima de diálogo humano, que vivimos con alegría, contentos de darnos así, entregados a estos bellos encuentros. Para mí, personalmente, al término de medio siglo de presencia en Argelia, es una “realización” por la cual no puedo dejar de dar gracias.

Aparte de los argelinos o los peregrinos, están todos los demás visitantes. Es lo que yo llamo “cualquiera que llega”. Alrededor de un 60% del total anual. Claramente mayoritarios desde octubre a mayo, muy minoritarios después. Son excursionistas que vienen acompañados por guías y camelleros tuaregs, o bien viajeros de grandes distancias, conducidos en coches por las pistas de las regiones periféricas alrededor de Tamanrasset y pasan más o menos rápidamente por el Assekrem, especialmente en el momento de la puesta y la salida del sol. Los franceses son ahora los más numerosos, pero hay otros europeos: españoles, italianos, alemanes, holandeses… y a veces asiáticos: japoneses, chinos. Toda esa gente, incluidos los franceses, ignoran todo o casi todo de la vida de Carlos de Foucauld, pero muchos están interesados por su perfil humano, religioso, cultural. Y también por la historia de los tuaregs entre los cuales vivió y cuya presencia en medio de ellos les hizo ser conocidos. Todo este mundo que encontramos, breve o largamente no se presenta a nosotros como un mundo particularmente cristiano, salvo excepciones. Sin duda es parecido al mundo secularizado en el cual están insertas las fraternidades de Europa, al menos algunas. Pero para este mundo, a menudo “alejado” de Dios, el paso por el desierto, una visita al Assekrem y un encuentro con los hermanos que viven allí pueden dejarle huella. Algunos nos lo dicen o nos escriben mucho tiempo después. Esto nos anima a continuar con nuestra actitud de acogida.

La acogida es pues la tarea más importante en nuestra vida en el Assekrem. Pero esto representa también un trabajo laborioso, obligando a muchas repeticiones, cada vez adaptadas a los diferentes interlocutores. Así pues, para estar siempre a la altura, manteniendo la sonrisa, nos alternamos, Alain, Ventura y yo, para asegurar este servicio por turnos.

Pero este inventario de relaciones humanas, que vivimos en el Assekrem, quedaría incompleto, si yo no precisara también que la mayoría de las visitas recibidas, son únicas y limitadas en el tiempo, por consiguiente, efímeras para nosotros al menos y muy a menudo, olvidamos los nombres y los rostros, incluso si algunos se quedan algún tiempo en nuestra memoria y nuestra oración. En cuanto a la huella de su paso por aquí y su encuentro con el lugar y con nosotros, que pueda permanecer en su recuerdo, nosotros lo ignoramos, a menos que ellos nos escriban, para decírnoslo, apoyándolo con fotos…

Si la mayoría de las visitas son únicas, hay también muchos que repiten, gente que ha estado fascinada por el Hoggar y los hombres del Hoggar. Observamos también que muchos argelinos, que vienen una primera vez, entre hombres, en grupos de amigos o colegas de trabajo, nos confían al marchar, y a menudo en voz baja, que volverán un día “con su familia”.Y de hecho, en verano y después del desarrollo de Tamanrasset, muchas visitas son visitas familiares. Esto lo apreciamos mucho pues no siempre es corriente en Argelia.

Tengo que añadir además, que a las numerosas relaciones que el turismo religioso y profano nos procura, se añade por supuesto, las relaciones de cada día, como en cualquier sitio, de los vecinos. Lo cual, en el desierto implica forzosamente ciertas distancias. Así pues, cerca de nosotros tenemos los técnicos de la meteorología que trabajan por turnos, en el observatorio que hay sobre la Meseta desde hace diez años. También están en la cima, adonde llegan los coches, los empleados del refugio – restaurante. Más lejos, mucho más lejos ahora, aún hay tres familias de tuaregs nómadas, que continúan con su vida en el desierto: “pequeño resto” de amistades nuestras muy antiguas.

De este mundo de los tuaregs vemos ahora, sobre todo, a aquellos que acompañan desde hace varias décadas, a los grupos que llegan caminando, y que nos los presentan y nos presentan a ellos, contentos de asociarnos a su trabajo, ya que eso les permite descansar, mientras que nosotros nos ocupamos del grupo. Estos acompañantes tuaregs se han convertido para nosotros en verdaderos amigos. Y, en la medida en que los años pasan, acabamos por conocer muchos habitantes de Tamanrasset, que nos visitan para acompañar a veces a algunos de sus familiares del Norte de Argelia que han venido a visitarles. Y parecen contentos de enseñarles un lugar que ellos aprecian y de presentarnos.

Resumiendo, todo esto permite una inserción humana, que tiene su consistencia, sus alegrías y sus dificultades, su significado y sus limitaciones. Al igual que para toda fraternidad implantada en el mundo…

Dicho esto, debería añadir que, si la acogida constituye para nosotros una gran ocupación e incluso un verdadero trabajo, esto no es sin embargo nuestro único trabajo: está todo el trabajo de mantenimiento de las edificaciones, del complejo hidráulico y el acompañamiento de los que vienen a retirarse en las ermitas o por los senderos. A esto se pueden añadir los trabajos personales de escritura. Todo esto nos ocupa ampliamente según nuestras capacidades en función de nuestras edades. Dejándonos el tiempo para la oración, sobre todo por la mañana temprano antes de la salida del sol que es cuando llegan los primeros visitantes…

Perdonadme la amplitud de este diario. No lo hago muy a menudo…

  • El hermano Antoine Chatelard está ya en la casa del Padre. Hoy le sustituye el hno catalán Ventura Puigdomenech

Desde el Assekrem (Argelia)

VENTURA PUIGDOMENECH
ASSEKREM (ARGELIA).

SE REÚNEN EN MI NOMBRE

ECLESALIA, 01/01/21.- «Os aseguro que si dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mt.18, 20). Como preparación de la Navidad hace tiempo que me propuse profundizar algún tema que me ayude a mejor visualizar este «Dios hecho carne viviendo en medio de nosotros» (Juan 1,14). Un Dios que desde su primera venida no ha dejado de sorprendernos viniendo allí donde no lo esperábamos: una cueva, un pueblo perdido, un pesebre… lo que no es sorpresa y sabemos bien, es que este año una vez más viene a compartir nuestras historias y sufrimientos: «no tenemos un Jesús incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, sino que de manera parecida a nosotros, ha sido probado en todo, excepto en el pecado y por ello, puede concedernos, la ayuda que necesitamos» (Hb 4, 15-16). ¿De qué va a disfrazarse este año pidiendo acogida?: ¿tomará el disfraz de un desplazado?; ¿el de un parado?; ¿el de un enfermo?; ¿el de un…?, ¡sabe Dios! ¿Sabremos reconocerlo? ¿Y si fuera el disfraz de un Dios ENFERMO que viene a compartir nuestras ‘Unidades de Cuidados Intensivos ‘(UCI)?

A nivel mundial estamos sufriendo un virus del que creíamos que su visita sería de corta duración y hay que rendirse a la evidencia; ya se comienza hablar de una posible tercera ola: ¿Y si escucháramos lo que este bicho, nos quiere decir?

Imagino vuestra reacción: «no por favor, ya estamos hartos de que nos hablen del Covid-19» ¡Lo comprendo!, sin embargo, no puedo dejar de deciros que la respuesta global que le estamos dando desde los niveles político, económico, social y también eclesial no me gusta nada. Cuando veo que la única preocupación desde estos estamentos, no es otra que la de «recuperar la nueva normalidad», sencillamente me digo: «¡no vamos bien!» La realidad es esta: en medio de la pandemia, al ver cómo la naturaleza retomaba sus espacios, la onda de solidaridad que todo ello despertó, etc… La mayoría de entre nosotros llenos de optimismo, nos decíamos: «nada será como antes» pero una vez deconfinados vemos que para una gran mayoría la única preocupación es el «volver a lo de antes»; el «volver a lo de siempre.»

Pero, decidme: ¿alguien puede aceptar como «normal» que a diario la gente se ahogue en el mar?; ¿que nos hayamos acostumbrado a hablar de un primer y de un cuarto mundo hasta el punto de que ya no son noticia ni el hambre, ni la muerte de niños por una simple diarrea? ¿Cómo vamos a terminar con la pandemia si hay países que acumulan entre 7 y 9 veces más sus dosis necesarias dejando de esta manera en la cuneta a multitud de países pobres que solo podrán vacunar uno de cada diez de sus habitantes? ¿Quién puede aceptar como «normal» el hecho de ver cómo la mentira, la corrupción y la difamación son moneda de cambio en nuestros Parlamentos?; ¿que en pleno siglo XXI se siga cerrando en prisión a personas por sus ideas o reivindicaciones? Más que «normal»: ¿no es «escandaloso» el hecho de ver que se emplea más tiempo en construir muros que en construir puentes o hospitales? ¿Encerrar a millones de desplazados en campos insalubres; dilapidar los impuestos del contribuyente en armas para preparar la guerra; matar nuestra ‘Madre Tierra’… y así, un largo etc.: ¿será esto «normal»? «¿Recuperar una nueva normalidad?» «¡No!, ¡no gracias!»

Con todo, me limitaré a hablar de los efectos de la pandemia sólo desde el nivel eclesial y como miembro activo que soy de esta iglesia me gustaría poder ayudar a la reflexión; esta es la única razón por la que me he decidido a hablaros de ello. Me hago una multitud de preguntas de las que intuyo algunas posibles salidas pero mi sueño es que juntos, desde una reflexión eclesial serena con todo el pueblo de Dios, encontremos las respuestas adecuadas que nos marquen el camino a recorrer.

Para empezar la reflexión, debo deciros que siento una gran pena cuando leo cosas parecidas a estas: «Nosotros tenemos la gracia, como curas que somos, de celebrar en este periodo de confinamiento”; o cuando en la plena primera ola del Coronavirus, en nombre de la «libertad religiosa», algunos de nuestros responsables reclamaban abrir los templos; o también cuando tímidamente nuestras iglesias empezaron de nuevo a abrir sus puertas y la gente aún traumatizada y con el miedo en el cuerpo, incrédula escuchaba a algunos obispos subrayar: «la obligación dominical», recordándonos «que la dispensa de no asistir a la misa dominical ya se había acabado». Mal andamos cuando reducimos la religión a lo permitido, lo prohibido o lo obligatorio… ¿no os parece?

Nos hemos acostumbrado a privilegios y exacciones. En esta salida gradual del confinamiento, no acabo de imaginarme qué hubiera pasado si en muchos de los países dichos católicos hubiéramos tenido que adoptar la medida que tomaron una gran mayoría de países musulmanes: mezquitas (iglesias) abiertas los días laborables y cerradas los viernes (domingos)… simplemente habríamos puesto el grito al cielo al comprobar lo que todos sabemos: nuestras iglesias, a pesar de tener sus puertas abiertas a lo largo de la semana, seguirían vacías y el día que podríamos tener gente: puertas cerradas!

¿Y si el Covid-19 nos regalara el poder hacer una nueva lectura de nuestras prácticas cultuales? El papa Francisco nos pide que “desconfinemos” a Jesús: «hoy Jesús llama desde dentro de la Iglesia para salir hacia afuera.» ¿Seremos capaces de abrirle de par en par las puertas?

Vivo en el Assekrem (Sur de Argelia), en pleno desierto del Sáhara, y mi fraternidad vecina de Tamanrasset (80 km.) desde el mes de marzo del 2019 no tiene sacerdote, eso significa pasar meses enteros sin eucaristía, pero, «por los frutos los conoceréis,» nos dice Jesús: ¿no será más importante ser eucaristía, pan y vino para tanta gente que reclama su presencia? ¿Quién puede poner en duda que mis hermanos son una verdadera fraternidad eucarística y samaritana? Otras fraternidades a lo largo del mundo a pesar de tener algún hermano sacerdote en casa, por solidaridad con el común de los fieles decidieron no celebrar ninguna eucaristía hasta que abrieran las parroquias.

Es un hecho que a lo largo de la pandemia, las misas se multiplicaron en las plataformas digitales. Yo mismo, estando solo como estaba, cada mañana me conectaba a las eucaristías que el papa Francisco celebraba en Santa Marta: cortas, sin adornos y con unas homilías que me alimentaban… pero, llegaba la hora de la comunión y debo deciros que sentía en mi interior un cierto desgarrón, como si algo estuviera fuera de lugar y chirriara, era cuando el papa nos invitaba a hacer la «comunión espiritual». Sentía malestar al ver cómo algunos como yo – curas y obispos – teníamos el privilegio de celebrar y comulgar, mientras que la gran mayoría era excluida. Este malestar aumentó aún en mí interior cuando recibí dos consultas en la misma dirección: la una venía de una amiga y la otra de una familia – debo aclarar que entre ellos no se conocían -. El hecho es que, ellos como yo, ponían el pan y el vino sobre la mesa, y en virtud del ‘sacerdocio común de los fieles’ a la hora en que el papa consagraba ellos también pronunciaban las palabras de la consagración y comulgaban: «¿Es válido?», me preguntaban… Ironías de la historia, Carlos de Foucauld pasó un largo tiempo sin poder celebrar la Eucaristía por falta de asamblea («me es muy duro pasar la Navidad sin misa,» escribía) no podemos olvidar que la Iglesia se mantuvo fiel durante siglos en muchos lugares a pesar de no tener clero, mientras que hoy, los sacerdotes podemos celebrar sin la comunidad, pero la comunidad (familia) para celebrar necesita de nosotros. ¿No habrá algo que no acabamos de hacer bien?

¿Y si esta pandemia fuera un punto de inflexión? ¿Y si nos decidiéramos a no perder el tren? Cada vez son más los teólogos, liturgistas, eclesiólogos, sociólogos, etc., que hacen reflexiones parecidas a estas: «… Viaja por Internet un chiste que explica bien lo que quiero expresar. Más o menos dice así: el Diablo, feliz, le dice a Dios: «Con el Covid te he cerrado todas las iglesias» y, a Dios de responderle: «Que va,, todo lo contrario, gracias al Covid abrí una iglesia en cada casa». Está claro que no quiero que las iglesias se cierren definitivamente; sin embargo, ¿de qué sirven las iglesias sin la iglesia de la fe vivida por cada cristiano, sin las «iglesias domésticas» en cada casa y familia? (…) Es urgente repensar lo que la Iglesia es realmente, ante todo el conjunto de todos los bautizados. la Iglesia primitiva, era «la Iglesia doméstica», que se reunía en una casa grande de algún cristiano o cristiana y el que presidía era el dueño o la señora de la casa donde celebraban la memoria de Jesús haciendo lo que él mandaba: dar la bendición y compartir el pan y el vino, recordándolo en acción de gracias, como significa la palabra Eucaristía (…) en este contexto, es urgente que el clero medite sobre su misión y su lugar en la Iglesia y en el mundo de hoy. Es necesaria una conversión radical, para que la Iglesia deje de ser clerical, piramidal y pase a ser participativa, en círculo, comunitaria, poniendo los carismas de cada uno al servicio de todos. Hombres o mujeres, casados o no, porque Jesús no impuso el celibato.” (Anselm Borges, teólogo portugués en Religión Digital del 05/08/2020).

Y yo no puedo evitar el hacerme más y más preguntas: Este largo tiempo de pandemia con su segunda ola incluida: ¿no podría ser una oportunidad que se nos brinda de poner las cosas en su sitio? No se trata de caer en la trampa del dualismo: ¿“iglesias domésticas” o “asambleas en el templo”?; ¿“con” o “sin” sacerdotes? Estoy convencido de que lo mejor sería acoger la inclusión: “el templo y las iglesias domésticas”; “con y sin sacerdotes”. Creo con toda el alma que esto podría dinamizar nuestra fe, nuestras liturgias a la vez, nuestra iglesia ganaría en credibilidad. El papa Francisco, denuncia a menudo el «clericalismo» como una de las grandes plagas de la iglesia de hoy: ¿Y si nos decidiéramos a ponerle remedio enriqueciéndola con la multitud de carismas que suscita el Espíritu y haciendo de nuestros encuentros un gran recinto participativo donde todos se sintieran co-responsables? Pienso que es demasiado pronto para responder a estas preguntas o similares… pero, sí que podríamos empezar a reflexionar: ¿no os parece? La realidad es esta: al menos aparentemente hemos vuelto a abrir las iglesias como si nada hubiera pasado y a imagen y semejanza del mundo político y económico, se diría que la única preocupación eclesial hoy no parece ser otra que la de poder recuperar la «normalidad.» Deseo que en un futuro no muy lejano, este hecho del Covid-19 despierte una reflexión eclesial seria, profunda y participativa del “qué” y del “cómo” celebramos y vivimos nuestras eucaristías.

Para terminar, deciros que no puedo ni quiero ignorar el gran sufrimiento que algunos de vosotros habéis vivido a lo largo de esos meses con pérdidas de seres queridos de la familia, del vecindario o cercanos: mi pésame y solidaridad más sinceros!; sin olvidar tampoco los que habéis perdido el trabajo, por culpa de ese Covid… pero, como dice el refrán popular, portador siempre de una gran sabiduría: «Mientras hay vida, hay esperanza”, y es lo último que podemos perder. Sí; no podemos de ninguna manera “desesperar” o sea: “dejar de esperar”, de confiar en que una nueva Iglesia, un mundo mejor y una vida personal renovada…son posibles. Todo dependerá de la respuesta que tú, yo y todos nosotros demos a lo largo de la post-pandemia.

¡Feliz Navidad a todos y a todas! Deseo con todo mi corazón que Jesús visite vuestras familias y hogares y, ya sabéis, para que eso sea posible: «con dos o tres reunidos en su nombre» es suficiente para que Él se haga presente. Nadie puede confinarle. 

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En Tamanrasset para vivir como Carlos de Foucauld

ARGELIA: MACIFO DEL HOGGAR: EL ASSEKREM (60 KM AL NORTE DE TAMANRASSET) ALLÍ SE ENCUENTRA LAERMITA DE CARLOS DE FOUCAULD –

Mondo e Missione Redazione

En el sur de Argelia, la presencia cristiana es pequeña. Así la familia espiritual de Charles de Foucauld lanzó un llamamiento a los laicos y religiosos que tienen el deseo de vivir en la ermita donde vivía el «hermano universal» a las puertas del desierto.

Un tiempo para pasar en el desierto para que no se extinga el testimonio del Beato Carlos de Foucauld. Las Hermanitas del Sagrado Corazón de Tamanrasset y los Hermanitos de Jesús de Assekrem, en Argelia, lanzan un llamamiento a todos los laicos, religiosos, religiosos o sacerdotes que puedan estar disponibles para vivir con ellos durante un tiempo en estos dos lugares del Sahara argelino. vivía Charles de Foucauld.

Llegó a Tamanrasset de Foucauld a principios del siglo XX después de estar en Tierra Santa. Nacido en Estrasburgo en el seno de una familia noble, había estado en el norte de África en su juventud durante su servicio militar, pero luego abandonó el ejército porque estaba más interesado en la exploración geográfica de Marruecos. Después de pasar algún tiempo en Nazaret, fue ordenado sacerdote en Francia en 1901 y se trasladó a Argelia unos años más tarde. En Tamanrasset primero construyó una ermita y se dedicó a la defensa de las poblaciones locales de los merodeadores, pero fue asesinado en 1916 durante una emboscada. Su muerte, sin embargo, fue una semilla que a través de sus escritos dejó una profunda huella en la espiritualidad del siglo XX, inspirando también a muchos misioneros. Por eso Charles de Foucauld fue proclamado beato en 2005.
Desde la década de 1950, los hermanos y hermanas de su familia espiritual se han asentado en los lugares donde de Foucauld pasó los últimos once años de su vida. El contexto actual ciertamente ha cambiado en comparación con principios del siglo XX. El antiguo pueblo de Tamanrasset que en ese momento contaba con una veintena de chozas es hoy un centro administrativo y militar de más de 150.000 habitantes en el que conviven diferentes etnias: haratin, tuareg, árabes, cabili y mozabita a los que se suman migrantes de ‘Africa Sub-sahariana.

La meseta de Assekrem, por su parte, a 2800 metros sobre el nivel del mar, alberga una ermita rehabilitada por los hermanos, quienes incansablemente construyeron otras más pequeñas a su alrededor, ofreciendo «un lugar propicio para el silencio, la contemplación y el retiro espiritual», como leemos en el llamamiento conjunto que redactaron e informaron en el sitio web de La Croix.

De hecho, estas familias religiosas están dispuestas a acoger a los que «desean pasar un tiempo en el desierto, descansar y estudiar», a la manera del hermano Carlos, «en la oración y en la acogida de todos». La aspiración es mantener una presencia de amistad y oración en medio de una población esencialmente musulmana.

Pero estos lugares, lamentablemente, corren el riesgo de vaciarse. Hoy en día, solo dos hermanos residen en Assekrem, mientras que otros dos junto con una Hermanita del Sagrado Corazón viven en Tamanrasset. De ahí la idea de lanzar una invitación a todo aquel que quiera tener una fuerte experiencia de espiritualidad a las puertas del desierto y conocer los lugares del Beato de Foucalud

En junio de este año, el obispo de la diócesis de Laghout Ghardaïa, John MacWilliam, había lanzado otra solicitud de ayuda económica, especialmente para las Hermanas del Sagrado Corazón que atienden a las personas más desfavorecidas a diario. De hecho, sus salas de estar necesitaban una renovación, ya que nunca habían sido renovadas desde 1952. Ahora, sin embargo, solo faltan voluntarios con el deseo de mantener viva la presencia cristiana en estas ermitas del profundo sur del desierto argelino.

Carlos de Foucauld un guía en nuestros desiertos

Carlos Eugenio de Foucauld (1858-1916), oficial, explorador y religioso. En Tamanrasset, ante su primera capilla. Tamanrasset, ALGERIA – v.1905.


¿Qué podemos retener hoy de la vida de Charles de Foucauld y su “apostolado de la bondad”? François Vayne, periodista y escritor, da testimonio de su relación personal con este ex soldado que se convirtió en explorador, luego ermitaño y artesano del diálogo islámico-cristiano.
François Vayne, periodista y escritor

Publicado el 30/05/2020 en La Vie.


Un poco antes de la fiesta de Pentecostés, nos enteramos de la próxima canonización del Beato Carlos de Foucauld, «confesor de la fe», tras el reconocimiento de un milagro obtenido por su intercesión. Al mismo tiempo que este anuncio, la Sala de Prensa de la Santa Sede dio a conocer que Pauline Jaricot podría ser beatificada. Estas dos grandes figuras católicas francesas, el oficial libertino que se convirtió en ermitaño silencioso en el Sahara y el fundador laico de la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe, parecen a primera vista oponerse en su concepción de la misión. En realidad, se unen por su común deseo de llevar el Evangelio a partir de la espiritualidad del Corazón de Jesús, lejos de ciertos modelos clericales en boga en el siglo XIX. Los “Reparadores del Corazón incomprendido y despreciado de Jesús”, fundado por Pauline Jaricot, como la “Unión de Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús”, que Charles de Foucauld hubiera querido ver desarrollarse durante su vida, anunciaron la convocatoria santidad universal lanzada por el Concilio Vaticano II, este «nuevo Pentecostés» que devolvió a los fieles laicos su dignidad de bautizados responsables del testimonio del Evangelio en la vida cotidiana. Si en Pentecostés Jesús desaparece de nuestros ojos, ¿no es para que seamos su corazón y su rostro, su presencia en la sociedad, como pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo?

Esto es lo que el símbolo del Corazón y la Cruz de Jesús, lucido por el padre de Foucauld en su hábito religioso, quiso significar con anticipación. El beato y futuro santo da así su verdadero significado a este símbolo bordado a veces en banderas francesas para apoyar causas políticas nacionales. En lugar de ondear el Sagrado Corazón en estandartes, ¿no es más importante vestirse con él interna y espiritualmente? Esto es lo que aprendí durante mi juventud argelina, en la escuela del «hermano universal», pocos años después de los conciertos de trompeta para la Argelia francesa.

Su canonización consagrará este modelo evangélico que bien podría transformar el perfil de la Iglesia católica en los próximos años, como en la época de San Francisco.
Nacido de un padre desconocido al final de la guerra de Argelia, estoy muy vinculado espiritualmente a Charles de Foucauld: él es mi guía y mi protector. Cuando todavía era un niño en Argel, mi madre me regaló una foto de él, en la parte posterior de la cual mi padre invisible, que se fue a Francia, había escrito estas palabras: «Él te protegerá y te amará por mí». Es aún más importante en mi vida que, habiendo crecido en la pequeña comunidad cristiana de Argel, después de la independencia, he escuchado a menudo el ejemplo del «hermano Charles» mencionado en relación con nuestras relaciones con nuestros amigos musulmanes. Para nosotros, él ya es santo desde hace mucho tiempo. Malentendidos de índole política, en relación con la colonización, parecían haber pospuesto sine die su canonización. La Santa Sede probablemente no quiso causar malentendidos con el gobierno argelino. El testimonio de los 19 benditos mártires de Argelia, que derramaron su sangre junto a muchos musulmanes víctimas de la violencia durante la década negra de la guerra civil, sin duda habrá arrojado luz sobre el mensaje fraterno de Charles de Foucauld que reivindicaron. todos cerca y lejos, mis amigos de Tibhirine en particular. Christian de Chergé firmó su célebre testamento el 1 de diciembre, aniversario de la muerte violenta de Charles de Foucauld.

Menos de diez años después de la serie de asesinatos de religiosos en Argelia, el hermano Carlos fue beatificado en Roma el 13 de noviembre de 2005. Esta celebración en la que tuve el placer de participar destacó un estilo profético de vida cristiana. desnudo, radiante, que hace de la religión un amor. Su canonización consagrará este modelo evangélico que bien podría transformar el perfil de la Iglesia católica en los próximos años, como en la época de San Francisco. El apostolado de la bondad, el abandono espiritual y la presencia discreta entre los pequeños, son los tres secretos, creo, de esta renovación eclesial «foucauldiana» que se ofrece, como oportunidad actual, a la institución clerical romana.
Al contemplar, en mi adolescencia, los seis exvotos que dejó Charles de Foucauld en el santuario de Nuestra Señora de África, que domina la bahía de Argel, admiré las etapas de su vida misionera. «Mi apostolado debe ser el de la bondad», dijo el ex oficial de caballería entrenado en Saumur, que luchó con sables la rebelión de Sheikh Bouamana contra la presencia colonial, en el sur de Orán, con el futuro general Lapperine. El arma de Dios es, por tanto, su bondad, comprendió a partir de la lectura del Evangelio, habiendo dejado el ejército para convertirse en explorador de Marruecos, luego en trapense y finalmente en ermitaño en medio de los tuareg, artesano del diálogo islámico. -Cristiano. Tres años en Nazaret le habían familiarizado con la ternura de Jesús y quería «gritar el Evangelio de vida», tejiendo con cada uno relaciones de amistad, como lo hizo en particular en Tamanrasset con amenokal, Moussa. Ag Amastan, jefe de una confederación tuareg. Ya no pensaba en convertir, sino en amar. «Estoy seguro de que el buen Dios dará la bienvenida al cielo a los que fueron buenos y honestos sin ser católicos«, escribió sobre los musulmanes que lo rodearon, sin ningún motivo ulterior de proselitismo, precursor en este Concilio Vaticano II y su documento más famoso sobre libertad religiosa, Dignitatis Humanæ. «No se trataba de predicar, sino de ser a la manera de Cristo«, me explicó uno de sus discípulos, el padre René Voillaume, durante su última entrevista, que me concedió en abril de 1999 para el diario La Croix.

Estoy seguro de que el buen Dios dará la bienvenida al cielo a aquellos que fueron buenos y honestos sin ser católicos romanos. (Carlos de Foucauld)

Carlos de Foucauld puso su apostolado de bondad bajo el signo del Corazón de Jesús, recibiendo allí con amor filial su confianza en la paternidad divina, fuente inagotable de fraternidad universal. «Quiero acostumbrar a todos los habitantes, cristianos, musulmanes, judíos a que me consideren su hermano«, le escribió a su prima Marie de Bondy, practicando una espiritualidad de entrega a la voluntad del Padre Celestial, a imitación de Jesucristo. Esta espiritualidad se profundizó en su ermita de Assekrem, en el sur de Argelia, cuando fue salvado del hambre por los tuareg que le trajeron leche de oveja en 1908. Se ofreció como pobre a Dios en completa entrega de sí mismo. «Padre mío, me entrego a ti. Haz lo que quieras conmigo. Hagas lo que hagas conmigo, gracias. Estoy dispuesto a todo, acepto todo, siempre y cuando se haga tu voluntad en mí, en todas tus criaturas, no quiero nada más mi Dios pongo mi alma en tus manos, te la doy mi Dios .. . ”Con unos doce años, balbuceé por primera vez su Oración del Abandono aprendida de memoria, en medio de las dunas de arena. Fue en El-Goléa, con mi madre y algunos de sus amigos, frente a la tumba del hermano Carlos. Allí, un niño rubio perdido en la inmensidad sahariana, entendí que tenía un padre que me amaba desde toda la eternidad, recibí el corazón de un hijo en el Hijo para ser mi hermano para todos. En el desierto había escuchado al Señor decirme también: “Tú eres mi hijo; hoy te he engendrado ”(Sal 2, 17).

Después de haber trabajado en Roma durante siete años, me gusta ir a rezar con las Hermanitas de Jesús, en Tre Fontane, frente al altar eucarístico del Padre de Foucauld, reservado con amor por ellas. Esta reliquia evoca el tercer secreto del hermano Carlos, después del Evangelio y del Sagrado Corazón: el Santo Rostro de Jesús. Símbolo del Verbo Encarnado, lo adoró internamente en el sacramento de la Eucaristía, don que Jesús hizo de sí mismo y que nos revela el amor infinito de su Padre por cada ser humano. Conmovido profundamente por estas palabras de Cristo puestas en relación, «Todo lo que le haces a uno de estos pequeños, es a mí a quien lo haces» y «Este es mi cuerpo, esta es mi sangre«, dijo. Buscó y amó a Jesús en los pequeños, en el fondo de esta Amazonía del norte de África que era para él la región bereber del Sahel. Al no poder celebrar la Misa durante meses, porque la regla exigía que el sacerdote tuviera un monaguillo, creía intensamente en el resplandor de la presencia eucarística que santifica misteriosamente a los que viven cerca.

La única partícula de nobleza que le importa a un cristiano, ¿no es la de la santidad diaria? ()Carlos de Foucauld)
Carlos Eugène de Foucauld de Pontbriand se fue transfigurando gradualmente por la adoración, convirtiéndose en Carlos de Tamanrasset, otro Cristo, como Francisco de Asís, Bernadette de Lourdes, Ignace de Loyola o Thérèse de Lisieux … La partícula de la única nobleza que cuenta para cristiano, ¿no es el de la santidad diaria?

Murió a la edad de 58 años el 1 de diciembre de 1916, asesinado por rebeldes Senusitas de Libia, aliados con Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, nos recuerda que la ofrenda de nuestra vida a Dios es la única forma de dar fruto, según la parábola del Evangelio, como el grano de trigo que cae en tierra. Además, puede ayudarnos a sentir la urgencia de un despojo de uno mismo, de una purificación del culto y de un retorno al Evangelio, para dar testimonio en silencio en el corazón de nuestros desiertos, en la sociedad secularizada. donde estamos inmersos. Su canonización será una promesa en este sentido para toda la Iglesia.

Ventura Puigdomènech: «La Iglesia en Argelia es social y espiritual»

Para Cataluña Religión. Jue, 09/19/2019

Ventura Puigdomènech, en el Santuario de la Virgen de la Ayuda, en Hostalets de Balenyà.

(Laura Mor – CR / Els Hostalets de Balenyà) Menos liturgia y más acompañar a las personas. Así entiende cómo debe caminar la Iglesia  Ventura Puigdomènech Boix . Es cura y vive desde hace veintidós dos años en un desierto de piedra, en Tamanrasset, en Argelia. Tiene 63 años y es uno de los voluntarios que fue al monasterio de Tibhirine tras el asesinato de un grupo de monjes en 1996. Hasta hace poco ha sido el responsable de la congregación de los Hermanos de Jesús en la región del Magreb, a África del norte. «Este pequeño frère de Jesus» es hijo de Hostalets de Balenyà, y aún será unos días en Cataluña, antes de reunirse en Egipto con otros hermanos. Aprovechamos la visita para hablar con él ante el Santuario de la Virgen de la Ayuda.

Puigdomènech nos cuenta cómo fue a parar al desierto de Argelia. Llueve sólo una vez al año y recogen el agua con una cisterna. Tienen internet y esto le permite seguir los partidos del Barça en directo y la actualidad política de nuestro país. Los turistas visitan este lugar para ver unas espectaculares salidas y puestas de sol. Él las aprecia, pero no se hace self . Busca otra cosa.

Hizo la formación como religioso en Montgat, a lo que entonces era el seminario de los claretianos. Al finalizar la formación, se hizo monje. «Como no había trampillas aquí, fui a Navarra». De allí fue al monasterio de Córdoba, que se acababa de fundar. Allí conoció el prior del monasterio de Tibhirine, eran muy amigos. «Querían hacer una subregión de monasterios que tenían contacto con el islam y Córdoba era el centro del entendimiento entre religiones». La razón de ir a Argelia era rehacer el monasterio, pero el gobierno no los dejó y después de tres años tuvieron que cerrar. Conociendo esa Iglesia se dijo: «No puedo volver a casa como si nada hubiera pasado ‘.

El entorno, la naturaleza, el desierto

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Arriba de la montaña, a Assekrem, Ventura se cuida de cuatro ermitas. Es el lugar donde vivió Carlos de Foucauld , profeta del siglo XX. La gente sube a cumplir los 40 días de desierto de Jesús. Nada que ver con hacer un retiro en un monasterio o en una casa de ejercicios. La experiencia no deja indiferente a nadie.

«Hemos descubierto que cuanto menos intervengas, más cosas pasan». Cuando llega la persona le dicen: «Aquí tienes esta ermita y apanya’t, 40 días». Sin un entrenamiento previo? «Pedimos que haya hábito de soledad». Se encuentran gente que a priori están acostumbrados porque han hecho un receso en un monasterio, pero no tiene nada que ver. «En un monasterio una oración que te lleva, comes en la hospedería …» A Assekrem cada uno se hace la comida. Si necesitan nada, pueden ir a encontrar a los hermanos a misa de ocho: «Cuando necesites algo, ven y si lo tenemos, lo compartimos».

Piden que la estancia sea larga. La primera semana sirve para encontrar los propios horarios: de sueño, de paseo, de oración. Se inicia así un camino de descubrimiento. «No hay nada, el árbol más cerca lo tenemos en hora y media. Es tan desnudo que te obliga a desnudarte «. «La primera cosa que pasa es que tienes que hacer la verdad contigo mismo, no te puedes esconder ni engañar y este descubrimiento es muy dolorosa, pero es muy grande».

«En el desierto te das cuenta que con nada puedes vivir muy profundamente»

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En un proceso que puede ser impresionante, la comunidad de hermanos los acompaña el mínimo. «Estamos siempre disponibles: venden a misa y te piden para hablar». Pero la conversación, insiste, debe ser lo más breve posible. Cree que «es el espíritu el que debe dirigir» y no ellos.

En este encuentro personal aparece «el personaje» que cada uno se ha forjado. Primero conviene averiguarlo. Después llega la conciencia de desierto: «En el desierto te das cuenta que con nada material puedes vivir muy profundamente». Explica que los peregrinos llegan muy bien equipados y se vuelven con las manos vacías.

«Para afrontar la soledad pedimos que haya un poso». Y si la persona no está habituada? «Como estás tirado, literalmente, te puede coger la angustia y cuando te coge es muy difícil de gestionar». No tienen coche. ¿Qué hacen? «Ventura, coge la mochila y haz 80 kilómetros para que el tío no aguanta y se rompería». Puigdomènech entiende que se trata de una situación extrema, difícil de aplicar en nuestro: «Aquí no lo pediría aquí; pero sí ir a lo esencial para que nos estamos perdiendo en tonterías «.

«Gracias al islam somos mejores cristianos»

«Allí somos cuatro gatos y nos conocemos todos», dice en relación al resto de comunidades cristianas que hay en la zona, entre las que, los hermanos maristas y las hermanas agustinas. Su obsesión es que » otra Iglesia es posible porque yo la vivo, no es una utopía», asegura. Así lo presentó el viernes por la noche en una charla en el marco del Encuentro de Balenyà .

A que se refiere? «El hecho de vivir con otra religión te obliga a rehacerlo todo: la cristología, la teología y todo lo que te han enseñado». Reconoce que la familia a veces se le queja de los reproches que a veces se les hace en la parroquia: «Aquí vas a misa y sólo te pegan gritos». Señala el Santuario de la Virgen de la Ayuda y se pregunta porque no hay juventud: «Hay algo con la que no conectamos». «Carlos de Foucauld nos ha mostrado otra forma de hacer, de estar con la gente y vivir como la gente y luego, el mensaje pasa».

«Los cristianos que vivimos en lugar musulmán 100% decimos ‘gracias al islam somos mejores cristianos». Hace más de 120 años que Carlos de Foucauld llegó a Tamanrasset. Desde entonces no se ha conocido ningún tuareg que sea cristiano, apunta. «No predicamos nunca Jesús para que nos expulsan; es otra manera de vivir con la gente y el mensaje pasa «. Como cura, en Argelia, no ha bautizado a nadie.

«Lo hemos centrado todo en los sacramentos y en el culto»

«Cuando he ido a visitar mis comunidades de hermanitos, te dicen ‘puedes dar una vuelta para ir a decir misa a tal lugar?’. Y una misa quizás son seiscientos kilómetros, las distancias son tan inmensas! » Son comunidades sin cura, quizás tres monjas, apunta. «No tienen más misa, pero son comunidades eucarísticas, son pan y vino por los demás. Y el día que tienen misa es una fiesta «.

Lo compara con lo que vivimos aquí: «Lo hemos centrado todo en los sacramentos y en el culto». Se da cuenta que «los sacerdotes aquí se pasan el día en el coche y la gente se queja de que quieren hablar con el sacerdote pero que no tiene tiempo, porque tiene cuatro misas». No entiende cómo se ha llegado a este punto: «Hemos reducido ser cristiano a ir a misa, y eso me revuelta». A Ventura le gusta mucho el fútbol. Y hace esta comparación: «Si quiero ir a ver el Barça, aunque iré; si no te ponen la misa en la puerta, no irás? «. Y propone unir comunidades y celebrar la eucaristía cada domingo en una parroquia diferente.

«Y luego, como dice el Papa Francisco , los curas no huelen a oveja, porque no tienen tiempo». No encuentra sentido a que un cura lleve seis parroquias y sólo tenga una hora de despacho parroquial. En Ventura aprecia la salida de misa, las conversaciones que se generan. «Los curas, quieras o no, viven una gran soledad y se están perdiendo lo mejor, que es hacer camino con la gente». Considera que «hemos reducido el cura al culto». Con este rol él no Sesenta cómodo.

«Amor de Dios y amor del hermano»

El contexto eclesial en el norte de África es muy diferente. «La Iglesia en Argelia es social y espiritual, son hombres y mujeres de oración muy fuerte, porque sino no aguantas y la vertiente social, como que no puedes hablar, la haces». «Es la noche y el día con lo que está haciendo aquí». Allí el contexto les ayuda «a ser más evangélicos». Algunos lo llaman humildad? «Sí, pero no es por virtud, sino porque no puedes hacer otra cosa». Insiste en que no tiene recetas, pero defiende: «Tenemos que ir a lo esencial». Considera que en el evangelio no todo tiene la misma importancia: «Hay versículos que son recomendaciones y otras en las que Jesús hace hincapié».

Propone imaginar que se perdl’evangeli: «Se nos ha quemado, nadie lo conoce, sólo se han salvado dos páginas». Para este religioso una página sería la del Hijo pródigo, «que nos muestra cómo es Dios». Se pregunta qué imagen tenemos vehiculado de Dios: «Mis padres han sufrido mucho: el juez, quien la hace la paga …» ¿Cuál sería la otra página? «El buen samaritano, que nos dice cómo debe ser el hombre». Y concluye: «Y ya está, no necesitamos más, son los dos mandamientos: amor de Dios y amor del hermano».

Charles de Foucauld decía «amor de Dios, amor del hermano, he aquí toda mi vida». Puigdomènech recomienda no perderse con que dice aquel determinado versículo del evangelio y fijarse más allá donde Jesús hace hincapié: «Lo esencial son muy poquitas cosas y la garantía, para mí, es que esto lo dicen todas las religiones «. Por ello pide tener olfato para discernir lo que considera «esencial».

«Hoy los teólogos y exegetas hablan de ‘la salida de las religiones’ y me gusta mucho esta expresión porque la religión es humana. La Iglesia a menudo se ha impuesto a Jesús. Y tenemos que ir hacia la espiritualidad. Esto es el espíritu y eso ya no lo puedes manipular. Y es donde encuentras todas las confluencias.

La aceleración y el tiempo para la oración

Hablamos, pues, de espiritualidad. Sabe que es muy fácil de decir y que cada uno tiene su ritmo. Piensa en los trabajadores a los que la empresa persigue para cumplir horario y resultados. Justamente, cree que «las personas que viven con más estrés todavía lo necesitan y deberían procurar el espacio». Como es este espacio? «Para nosotros es esencial empezar con tiempo de silencio. Que no tiene porque ser laudos, ni nada. Silencio. Y eso te marca todo el día «. Piensa en «aquel que no puede aguantar» y pide «estar amable». Esto le genera un espíritu de paz. «Si puedes levantarte media hora o tres cuartos de hora antes, en vez de quitarte el último minuto y correr que llego tarde, que puedas ir pacíficamente, porque todas las relaciones cambian». 

«La oración no es nada complicado. ¿Qué hago? Nada, sólo decir ‘aquí estoy, tú lo sabes todo’. A veces me dormido, pero es igual, estás. Y vuelves cambiado, porque no eres tú, es el espíritu «. Este es uno de los momentos clave. La otra, lo sitúa al final del día. «Se nos ha enseñado el examen de conciencia … no es bueno … quizás te escandaliza?», Se pregunta.

Considera que «el examen de conciencia es dar vueltas sobre ti mismo, he hecho esto, lo otro … irte masacrando a ti mismo. Nosotros hacemos examen de acción de gracias: es al revés, es salir de ti mismo, estar despierto en todo lo que te rodea y vas a dormir en paz «. Dice que son «cosas sencillas que ayudan ir despierto por la vida». En su caso, también se reserva una mañana a la semana: «El dedico a cosas del espíritu, que es ir a caminar o algo gratuita, mi espacio».

Una congregación sin misión

Los hermanitos viven de su trabajo, y ahora por desgracia, los dos que están arriba de la montaña no son autónomos. Lo eran hasta que el gobierno optó por promover el turismo interno y no facilita los visados ​​a los extranjeros. Antes las ermitas estaban siempre llenas, asegura. Hoy les provee la comunidad de cuatro hermanos que vive en el pueblo. «El desierto es solidaridad: nosotros estamos allí para acoger, siempre ofreces el té, ya un argelino no se le ocurrirá que pagar nada, pero el europeo te lo tiene que pagar todo, no le puedes regalar nada». Y con esa pizca de propinas iban tirando.

También trabajaban en el mantenimiento de la estación meteorológica internacional  que inició Carlos de Foucauld. La empresa era propiedad de los hermanos. «Pero ahora como extranjeros no tenemos derecho a trabajar». La pueblo hay cuatro chicos, que se vuelven, quince días cada uno, para atender la estación. «Para ellos el desierto es la muerte: sin café, sin instagram … Y nosotros que estamos al lado y que lo haríamos voluntariamente, no nos dejan, son las políticas de ahora».

En Ventura expresa su agradecimiento a Roma: «Somos la única congregación que no tenemos ninguna misión. Unos tienen escuelas, otros hospitales … Nuestro carisma es vivir con la gente y como la gente «. En Cataluña hay hermanito Taltavull , que vive en Sabadell y ha trabajado mucho tiempo con los traperos de Emaús . Ahora ya está jubilado, pero no tiene comunidad, y forma parte del grupo Cristianos en Diáspora. Y en España tienen presencia en el municipio de Farlete, en Zaragoza, y en Málaga. «El hermanito de Málaga trabaja de barrendero y explica:» Me paso el día sacaban cacas de perro en el parque y nadie sabe que soy cura «. Pero la gente le hace confianza y es presidente del sindicato. «Es uno más, estamos mezclados con la gente y trabajamos con la gente más pobre».

Son las condiciones que pautó Carlos de Foucauld para formar comunidad: vivir con los más pobres y los más alejados de Dios. «Gente, por tanto, que nunca irá a misa, las conversaciones ya las puedes imaginar!», Dice Puigdomènech. Él, que vive entre tuareg, también es uno más en medio de la gente.

Ermita de Carlos de Foucauld en el Assekrem

Foto minimalista de la ermita del hno.Carlos (JLVB julio 2020)

«Uno no puede verlo sin pensar en Dios. Estamos a solas con él. «Charles de Foucauld, alma guardiana de este verdadero bosque de picos y agujas, esculpido por el viento, el calor y el frío, y las intensas sombras.

A unos 80 km al noreste de Tamanrasset, Assekrem es una especie de meseta que domina el macizo de Atakor, ofreciendo un fabuloso balcón sobre la atracción del Hoggar, su caos, desolación y poder evocador místico.

Hay dos posibles rutas para llegar allí. El camino más conveniente (unos 180 km de ida y vuelta a través de la montaña Ilamane) y también el más hermoso si se sale de Tamanrasset justo antes del amanecer es el que atraviesa el pico Ihaghen, restos de una antigua explosión volcánica. Se necesita medio día de ascenso y dos días en total para aprovechar al máximo este grandioso sitio. Después de las gueltas superpuestas de Imlaoulaoulène, nos dirigimos hacia el solitario pico Adaouda, el macizo de Ahounahamt en el que se pueden observar grabados en roca y una tumba neolítica, y el monte Akar-Akar (2 132 m) cuya forma de mesa domina un paisaje de origen volcánico con formas evocadoras. Desde esta hermosa montaña, llamada Castillo de Antinéa por su parecido con una mazmorra y al pie de la cual está enterrado Akar, un jefe de Isebeten, el paseo hace un pequeño desvío hacia las Gueltas Afilal, siempre rodeadas de vegetación y famosas por los peces bigotudos que allí se encuentran (barbilla). Después de la pausa ritual, el camino sube abruptamente hacia la cima del Assekrem. Si ha llovido mucho los días anteriores… ¡sucede! -, puede ser imposible seguir este camino, pero si el sendero se ha secado y ha sido despejado, el área alrededor del paso está cubierta con una alfombra de verdor tachonada con pequeñas flores de un amarillo o púrpura siempre intenso.

Después de 4 o 5 horas de viaje, finalmente llegamos a la ermita del padre de Foucauld. En el punto más alto del macizo de Assekrem, a una altitud de 2.725 m, el sacerdote había construido una pequeña casa donde pensaba retirarse durante los meses de verano, en un entorno propicio para la meditación y los encuentros con los tuaregs. Pero aunque finalmente sólo pasó unos meses allí y la ermita ha sido restaurada varias veces, la presencia del sacerdote sigue siendo muy fuerte allí. Cada mañana, al amanecer, se celebra una misa en la sobria capillita hecha de piedras secas recogidas en el lugar y su habitación espartana parece haber sido abandonada esa misma mañana. Debajo de la capilla, azotada por los vientos, modestos alojamientos albergan a los hermanos Alain, Edouard y Ventura que se turnan para recibir a los visitantes. Un tramo de carretera asfaltada conduce a la estación meteorológica de Assekrem, que forma parte de una red mundial de unas veinte estaciones.

Es aconsejable pasar la noche allí arriba, en el refugio administrado por Tim Missaw, para disfrutar de la extraordinaria luz que baña el Atakor al atardecer y al amanecer. Los menos deportistas contarán con unos buenos veinte minutos para subir los 100 m de desnivel entre el refugio y la ermita y llegar, sin perder el momento mágico, al mejor mirador de Atakor que se pueda imaginar! Pero cuidado, las tardes son muy frescas en invierno, así que no olvides tu lana y un buen saco de dormir. El alojamiento es muy rústico, pero las sabrosas comidas tomadas en la cálida sala común y el espectáculo solar son los mejores recuerdos.

Viajeros en el Assekrem

Vista del Assekrem desde la ermita

A unos 80 km al nordeste de Tamanrasset se encuentra la meseta del Assekrem, un lugar de visita imprescindible ya que el paisaje es sencillamente espectacular. Todo el trayecto es pista y además bastante dura, con muchas piedras que hacen estragos en las ruedas de los vehículos. Para llegar hasta el Assekrem no hay alternativa de transporte público y sólo se puede llegar con vehículo propio o alquilado en alguna agencia de Tamanrasset. Por el camino hay algún dgelta o surtidor de agua, un buen lugar para detenerse a comer. El destino final es el refugio que hay sobre una de las montañas, a unos 2.600 metros de altura. Llegar hasta aquí desde Tamanrasset supone un mínimo de tres horas (en nuestro caso son 6 horas contando las paradas para comer y a causa de tres pinchazos en las ruedas).


Puesto que llegamos al refugio a las 17 h. y aún hace sol nuestra primera actividad aquí es subir a la ermita del Padre Foucauld, en el punto más alto del macizo a 2.780 metros. Desde el refugio hasta la ermita hay un camino de subida que debe hacerse a pie y que supone menos de 30 minutos. Esta ermita cristiana fue construida en 1910 por Charles de Foucauld, un monje francés que llegó al Hoggar a principios del s. XX, y que aún está activa porqué es mantenida por una orden religiosa.

La vista que se puede contemplar desde este punto es fantástica. Es igualmente obligado volver a subir a la ermita para ver la salida del sol, lo cual significa levantarse a las 5’30 de la mañana para estar en la ermita a las 6, antes de que salga el sol. El paisaje es lunar y da la impresión de que estamos en otro mundo.

Para dormir la única alternativa es el refugio. Es necesario llevar saco de dormir y también la comida. Se cierran las luces del refugio a las 23 horas. Las noches aquí son frías o muy frías, pero la vista del cielo estrellado que podemos disfrutar es única.

P.N. HOGGAR

Tras disfrutar intensamente de la salida del sol en el Assekrem, recogemos las cosas del refugio e iniciamos el regreso a Tamanrasset para poder ducharnos y seleccionar el equipaje mínimo para llevar a cabo una ruta de 4 días por la área del Tassili Hoggar, concretamente dentro del área del Parque Nacional Hoggar, una zona montañosa del Sahara Central compuesta por mesetas de roca granítica y basàltica.