Nazaret en la vida pastoral de Jesús

Pepe Sánchez Ramos

Algunas veces hemos oído preguntar: ¿Es posible, para un seglar comprometido, vivir el misterio de Nazaret? ¿Es posible vivir desde Nazaret a un sacerdote diocesano? ¿Qué aporta Nazaret para la vida activa? Quisiera que esta lectura de algunos textos del Evangelio de Lucas ayude a la respuesta. Os ofrezco, hoy, parte de esa respuesta. Y os la ofrezco especialmente a los amigos seglares y a los sacerdotes diocesanos de las Fraternidades.

A veces hemos mirado Nazaret como contraposición de la Vida Apostólica. Como si Nazaret no fuera, en sí mismo, apostólico y como si los años en los que Jesús camina por Palestina no llevaran en su entraña la experiencia nuclear de Nazaret.

Jesús es apóstol en sus 33 años. Aunque en cada etapa exprese su acción pastoral, con acentos distintos. Las ramas son el árbol; el tronco es el árbol; las raíces son el árbol. Todo forma una unidad inseparable. En cada parte está el árbol integral.

En Nazaret, Jesús salva testimoniando, gritando con su propia vida la gran experiencia que más tarde va a explicar de palabra. Pero en su vida misionera permanece Nazaret. Son dos dimensiones entrelazadas. Por los caminos polvorientos es el Nazareno que vive una gran experiencia, que descubre su experiencia, que invita a incorporarse a esa experiencia de Dios y de la vida. Por los caminos de Galilea, camina el Testigo del Amor del Padre, testigo silenciado, que vive y explica la acogida gratuita de Dios al hombre. Por aquellos caminos, Jesús sigue ofreciendo la Buena Noticia, a través de una comunicación sencilla, coloquial, viva, directa con cada persona o con la multitud.

La vida de Jesús es una sinfonía, en dos tiempos: un tiempo largo, el de Nazaret; un tiempo breve, el de itinerante. Pero la melodía dominante se encuentra en los dos tiempos, aunque el colorido musical sea distinto en cada uno.

Por eso, para penetrar su experiencia de Nazaret, nada mejor que repasar su vida itinerante y descubrir las líneas de fuerza que Jesús anuncia. Ellas son la experiencia acumulada en sus años silenciosos y testimoniales. Y, para entender bien su vida activa, necesitamos tener, como telón de fondo, los elementos nucleares de Nazaret.

Quitad a la enseñanza la experiencia y se convierte en ideología. Quitad a la oración la relación filial y amistosa con el Padre, y aparecerá un «cumplidor» de sus obligaciones religiosas. Quitad a las palabras su dimensión de silencio y se convierten en palabrería… Jesús es un Maestro, lleno de sabiduría, porque es un experimentado; es un contemplativo, porque tiene la experiencia de ser amado por el Padre; es un apóstol, porque le urge comunicar lo que a Él se le está dando; es un humano, porque está entroncado directamente con la vida…

Todo esto es la dimensión de Nazaret, en la vida itinerante de Jesús. Lo vamos a ver a través de algunos textos del Evangelio de Lucas.

«Tengo que estar en lo que es de mi Padre» (Lc. 2, 49).

Son las primeras palabras de Jesús que nos ofrece el evangelista. Jesús es una naturaleza humana, transida de divinidad. Y va creciendo en la conciencia de que es habitado. Se descubre Hijo del único Padre. Y vive en unas relaciones crecientes con el Padre. Hasta llegar a vivir en unidad: «El Padre y Yo somos una sola cosa» (Jn. 10,29).

El Padre es su verdadero educador: «Un hijo no puede hacer nada por sí, tiene que vérselo hacer al padre. Así, cualquier cosa que éste haga, también el hijo la hace igual, porque el padre quiere al hijo y le enseña todo lo que él hace»(Jn.5, 19-20).

En Nazaret, Jesús vive colgado de la palabra del Padre, orientado por su querer. Nazaret es la experiencia en la que la Voluntad de Dios es el centro y la guía de la vida cotidiana. Donde no hay otro conductor que el Espíritu del Padre.

¿No define Jesús este aspecto de Nazaret con la alabanza que hace de su Maestra María: «Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen»?

Y así va a continuar en su vida pastoral: «Yo no puedo hacer nada por mí» (Jn. 5, 30). «Mi alimento es hacer el designio del que me envió y llevar a cabo su obra» (Jn. 4, 34). «Yo no he hablado en nombre mío, no; el Padre, que me envió, me ha encargado lo que tenía que decir y que hablar y yo sé que este encargo suyo es vida eterna; por eso, lo que hablo, lo hablo tal y como me lo ha dicho el Padre» (Jn. 12, 49-50).

Jesús descubre a sus oyentes, lo que es su experiencia esencial filial y nos indica cuál es el eje de la vida creyente y de la actividad pastoral. Jesús hablará poco, pero sus palabras serán palabras de Dios; caminará en un espacio bien pequeño, pero sus pasos son los pasos de Dios; hará pocas cosas y sencillas, pero serán gestos de Dios que tendrán una repercusión única en la historia humana.

«Jesús iba adelantando en saber, en madurez y en gracia» (Lc 2, 52)

A lo largo de su vida en Nazaret, Jesús va descubriendo qué es ser hombre, y va creciendo como humano en todas sus dimensiones. En este tiempo se auto comprende como el Hijo del Hombre, es decir, el hombre poseído plenamente por el Espíritu de Dios (Lc. 3, 21-22). Y es que el hombre no es pleno, sino en referencia al Espíritu de Dios.

Jesús vive una vida plenamente humana, en libertad, en verdad, en amor. Es un hombre armónico. Es hombre verdadero y el verdadero hombre.

Quienes lo tratan, lo ven como un hombre «lleno de autoridad» (Mc. 2, 10), de fuerza (Lc. 6, 19), de sabiduría (Mc. 1, 27), de veracidad (Lc. 20, 21)… Es el hombre pleno soñado por e! Creador.

Pilatos, sin saber mucho lo que decía, así lo presenta a la multitud: «He ahí al HOMBRE» (Jn. 19, 5). Y así es. El crecimiento en madurez de que habla Lucas ha llegado a plenitud. Por primera vez en la historia está apareciendo lo que es y significa ser hombre. Los soldados al despojar a Jesús de la falsa dignidad real, propia del mundo, han dejado al descubierto la verdadera realeza de Jesús, su dignidad esencial. El vaciamiento que vive de todo aquello que los hombres creemos imprescindible para ser hombres hace que podamos descubrir en Él al verdadero hombre.

El misterio del hombre, su autocomprensión, sólo queda esclarecida en el misterio del Verbo Encarnado: «Cristo manifiesta plenamente el hombre, al propio hombre» (L.G. 22).

La presencia del Espíritu en el hombre no destruye, sino plenifica. Desmonta, sí, el falso «ego». Desmonta nuestros desajustes mentales, afectivos, operativos… Pero hace emerger nuestro verdadero rostro original y termina en la cumbre mística, siendo el sujeto de nuestras actuaciones cotidianas.

Nazaret es el camino de la maduración en lo humano, desde su perspectiva esencial. Nazaret es la valoración de lo humano, de todo lo humano.

«Enviado a proclamar el año favorable del Señor» (Lc. 4,16-30)

En Nazaret, Jesús ha ido comprendiendo su misión. Se ha ido descubriendo como el Mesías, enviado por el Padre, en bien de la humanidad. Y eso que era difícil caer en la cuenta del verdadero mesianismo en aquel ambiente nazareno. «Pero, ¿de Nazaret puede salir algo bueno?», pregunta Natanael, desconfiando de los mesianismos procedentes de Galilea.

Tampoco se ve Jesús situado en el horizonte del Antiguo Testamento, como lo ve Felipe: «Hemos encontrado al descrito por Moisés en la Ley y por los Profetas: es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret» (Jn. 1,45-46).

Jesús trae un anuncio de gracia universal y comienza proclamándolo en Nazaret, «donde se había criado», ante sus vecinos:

«Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos, y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable del Señor».

Jesús supera la mentalidad estrecha de sus vecinos. ¡EI Padre ama y regala la salvación a todos los hombres! ¡Ofrece su gracia para todos! «Ya no hay judíos y paganos, hombres y mujeres, esclavos y libres»… Todos son amados, a todos se les regala la entrada para el banquete de bodas…

Sus vecinos se resisten, «extrañados del discurso sobre la gracia que salía de sus labios». Pero «¿no es este el hijo de José?». Pues no le ha salido a «su padre», no ha asumido las ideas y comportamientos del padre. ¡Cómo va a ser igual, ante Dios, el Centurión que uno de nosotros!

Ha sufrido mucho Jesús, en sus años de Nazaret, al ver la estrechez de sus vecinos. Una vez más, les quiere ayudar y les anuncia con claridad la Buena Noticia, de que Dios ama a todos, es Padre de todos y no tiene acepción de personas, cuando alguien acoge su gran regalo de amor.

Jesús seguirá descubriéndonos al Padre del hijo pródigo, al pastor de la oveja perdida, al médico de los enfermos…

La clave de toda la pastoral de Jesús es la de ayudar a caer en cuenta del amor gratuito del Padre Dios. Su vida, sus gestos y sus palabras son un grito en favor del amor universal de Dios.

Nazaret es experiencia del amor del Padre «que hace salir el sol, cada día, para buenos y para malos».

«Danos, hoy, nuestro pan de cada día» (Lc. 11,3).

En Nazaret, Jesús ha aprendido a vivir el hoy, el cada día. En ese ambiente rural y sencillo pesa lo cotidiano, absorbe lo actual. El hoy es ya eternidad.

Vivimos agobiados por el mañana o el ayer. Nazaret es vivir el hoy, atentamente, entregadamente, amorosamente.

Es verdad que un hoy, en referencia al ayer y al mañana, porque somos historia, pero sin que ellos bloqueen el hoy, o nos evadan de él.

Jesús acoge a esta mujer concreta que ha venido a sacar agua del pozo, a este enfermo que está en la camilla o que le toca… Jesús desenmascara actitudes bien concretas.

Nazaret es la realidad concreta, a la que debemos responder muy concretamente. Nazaret es la experiencia del hoy concreto en el que se transparenta lo que Dios Padre quiere hoy para mí.

«Cada día trae su preocupación», «no os agobiéis», «no andéis preocupados»… La preocupación impide que la semilla nazca (Lc. 8, 14); por lo preocupada que está, Marta no está viviendo bien su encuentro con Jesús (Lc. 10, 41).

«No tengáis miedo». Si lo cabellos de vuestra cabeza están contados por el Padre que os ama,.. No temáis ni siquiera a la muerte. Que sólo os dé temor el no amar.

¿A qué se parece el Reino de Dios? (Lc. 13,18)

A un grano de mostaza, a un puñado de levadura, a una semilla…

La pequeñez, la sencillez, lo no aparente son los instrumentos del Reino. Jesús renuncia a la imagen del «cedro frondoso» de Ezequiel 17, 22, indicando que el Reino de Dios no tendrá el esplendor humano esperado por el judaismo. Por eso la semilla se planta en el «huerto»  -lugar de los pobres y pequeños-, no en el «monte alto y macizo», signo de la grandeza que impresiona y asusta.

El Reino que anuncia Jesús se anuncia por caminos pastorales distintos de los del judaismo y del paganismo.

Jesús valora las «pasividades», tanto o más que las «actividades», en orden al crecimiento del Reino. Porque transforma tanto la «pasividad activa» como la «actividad». Y hasta más. Aunque en nuestros ambientes de eficacísimo no lo creamos.

Sus treinta años en Nazaret son años de «pasividad», en cuanto al «hacer» apostólico; son años de gran silencio. Pero son tan redentores, tan eficaces y fecundos como los tres de caminante.

El silencio, los tiempos de oración, los días retirados de la tarea… son Nazaret. La vida conscientemente anónima, lo cotidiano… son Nazaret. La enfermedad desconcertante, la incapacidad que nos margina del mundo activo, ancianidad… son Nazaret. La oblación silenciosa de un claustro, la renuncia por el Reino a determinadas capacidades humanas… son Nazaret.

Jesús difunde el Reino, a través de medios muy vulnerables, pero cargados de calidad divina. Lo que importa es la calidad divina, en cada una de nuestras etapas, no, la grandeza de los medios.

Nazaret, a veces, va al comienzo; otras, va al final. Pero siempre ha de dar su toque, en todas las etapas de la actividad y en los medios que usamos en cada una de ellas.

Nazaret: Una vida escondida en Dios (Carlos de Foucauld)

 La incomparable belleza de una vida escondida en Dios, así se expresa el hermano Carlos: «[Nuestro Señor] –Después de Mi presentación y de Mi fuga a Egipto, me retiré a Nazaret… Ahí pasé los años de Mi infancia y Mi juventud, hasta los treinta años… Es por ustedes, por amor, que he estado ahí… ¿Qué vida llevé? Llevé esta vida para instruirlos. Durante esos treinta años no he cesado de instruirlos, no con palabras sino con Mi silencio y ejemplo. ¿Qué les enseño? Les enseño primero que pueden hacer bien a los hombres, mucho bien, un bien infinito, un bien divino, sin palabras, sin sermones ni ruido. Sólo con el silencio y dando un buen ejemplo… ¿Qué ejemplo? De la misericordia, de los deberes hacia Dios amorosamente cumplidos, de la bondad hacia todos los hombres, la ternura hacia los que nos rodean, los deberes domésticos santamente realizados. De la pobreza, trabajo, abyección, recogimiento, retiro. De la oscuridad de una vida escondida en Dios, con una vida de oración, penitencia, perdida en el abismo de Dios. Les enseño a vivir del trabajo de sus manos para no estar a cargo de nadie y tener para dar a los pobres. Considero que ese género de vida posee una incomparable belleza …, la de imitarme. Todos los que quieren ser perfectos, deben vivir pobremente, imitando fielmente mi pobreza de Nazaret… Mucho he predicado la humildad en Nazaret, pasando treinta años en oscuros quehaceres, permaneciendo desconocido, Yo, la luz del mundo. Viviendo la obediencia, sumiso durante treinta años a Mis padres, sin duda santos, pero humanos. ¡Yo, que soy Dios!»1.


1  C. FOUCAULD, «Ocho días en Efrén», Écrits spirituels de Charles de Foucauld, ermite au Sahara, apôtre des touaregs, J. de Gigord, 1964.

«San Carlos de Foucauld, el patrono de la Iglesia Sinodal» – 1º de diciembre aniversario de su muerte

Si la Iglesia quiere renovarse tiene que volver a Nazaret

Está próxima a celebrarse el aniversario de la muerte de San Carlos de Foucauld, el 1º de diciembre, un motivo apropiado para meditar sobre su vivencia esencial: Nazaret.

Nazaret es la gran idea, la intuición, el descubrimiento del hermano Carlos. Es la idea que vertebra toda su vida. El hermano Carlos va comprendiendo poco a poco cual es su lugar, y escribe durante el retiro de noviembre de 1897: “Considera que Nazaret es tu vida definitiva, tu reposo por todos los siglos”. La vida de Carlos de Foucauld, después de su conversión, estuvo marcada por la “imitación de su Bien Amado Señor Jesús”, siendo consciente de que la misión liberadora de Jesús de Nazaret la realizó el mayor tiempo de su vida en “Nazaret”, lugar donde creció, se cultivó y maduró como persona, etc. Esto quiere decir que para Foucauld las pequeñas cosas cotidianas de la vida de Nazaret son también “redentoras”. Pero es más: El Jesús de Nazaret que, después de ser bautizado en el Jordán va al desierto y posteriormente, por un breve espacio de tiempo, anunciará el Reino de Dios, es el mismo que vivió la mayor parte de su vida en Nazaret. Es decir, los valores de Nazaret acompañan siempre a Jesús, ya esté en su pueblo, en el desierto o por las calles de Palestina predicando con el ejemplo de su vida y de su palabra. Tener conciencia de esto es importante para toda la comunidad de seguidores de Jesús de Nazaret.

Foucauld se centra también en la familia de Nazaret. En palabras del Papa Francisco, «la familia es constructora de paz, ya que la fraternidad se empieza a aprender en el seno de la familia, sobre todo gracias a las responsabilidades complementarias de cada uno de sus miembros, en particular del padre y de la madre. La familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor” (XLVII Jornada mundial de la Paz, 1 de enero de 2014). Por esto la Iglesia tiene que ser familia, fraternidad.

El hermano Carlos va descubriendo poco a poco cómo Jesús es salvador también desde Nazaret y en Nazaret: la vida de silencio y de trabajo de Jesús es redentora y es su primera manifestación. Divide la vida de Jesús en tres etapas: Nazaret, el desierto y el ministerio evangelizador. Estas tres etapas forman un todo dinámico y armónico de una misma acción salvadora y liberadora. Nazaret es el fundamento de las otras dos etapas del vivir de Jesús y de todos aquellos que le seguirán. Sin Nazaret no habría contemplación, ni combate en el desierto ni anuncio del Reino.

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Nazaret no es otra cosa que descubrir la presencia de Dios en nuestra vida sencilla y pobre, y abrirle el corazón para escuchar su voz y descubrir su voluntad, como lo hizo Maria, el discreto José y como lo hizo el mismo Jesús. Nazaret nos habla de amor a las cosas pequeñas, de aceptación, de acogida, de comprensión, de pobreza auténtica, de consumo responsable, de opción auténtica por los valores de Jesús. Y todo esto desde nuestra cotidianidad

Para el hermano Carlos, Nazaret es la esperanza de los pobres porque el estilo de Nazaret implica acercarse a los pobres anunciándoles y proponiéndoles la Buena noticia, que de otra maneta tal vez no recibirían nunca. Nazaret «es una espiritualidad de relación en estas dos dimensiones, humana y divina: relación de amor con Dios, que se hizo en Jesús uno de nosotros, cuya presencia se encuentra sobre todo en la Eucaristía, relación de amor con hombres y mujeres, queriendo compartir toda su vida, en el lugar del servidor, para amar como Jesús, sin excluir a nadie, y en solidaridad con los más pobres. Esta es una imitación de la vida de Jesús, Jesús de Nazaret, Jesús en Nazaret, viviendo en las relaciones humanas más ordinarias una relación única con su Padre«(Antoine Chatelard, Charles de Foucauld: Le chemin vers Tamanrasset).

Nazaret es una manera de ser. Nazaret es el lugar del compartir, de la escucha y de la amistad. Nazaret es el silencio porque Nazaret es gritar la buena noticia sobre los tejados sin palabras, sin predicar. Nazaret es una manera de estar con los hombres y también una manera de estar con Dios.

Homilía de la Misa de Acción de Gracias por la Canonización de Carlos de Foucauld en Nazaret

Por: Pierbattista Pizzaballa 

Reverendísimas Excelencias,

Queridos hermanos y hermanas,

Queridas hermanitas y hermanitos de Carlos de Foucauld:

¡Que el Señor os dé la paz!

Una vez más, nos reunimos aquí en Nazaret como iglesias católicas de Tierra Santa para celebrar y dar gracias. Esta vez es la ocasión de la canonización de Carlos de Foucauld (CdF) la que una vez más nos reúne a todos para vivir esta hermosa experiencia como Iglesia de Tierra Santa.

Era necesario, efectivamente, que aquí en nuestra Iglesia y especialmente aquí en Nazaret, recordáramos y celebráramos a este santo. Aquí pasó momentos importantes de su vida, quizás decisivos para su conversión, hasta el punto de que una parte de la espiritualidad que se le atribuye es precisamente llamada “espiritualidad de Nazaret” o simplemente “Nazaret”

No podemos en este momento profundizar demasiado en la vida espiritual de este santo, pero sólo daré algunas ideas, ayudadas por la Palabra del Evangelio que escuchamos hoy.

En el pasaje evangélico de hoy se mencionan varias veces gloria y amor, términos que se refieren entre sí, y en este caso son casi sinónimos. La gloria aquí es la revelación del amor de Dios, que culmina en el humilde gesto del lavatorio de los pies y poco después en la cruz. La verdadera gloria de Jesús está en seguir el camino del servicio humilde que culmina en la cruz.

También para los discípulos – y para nosotros que hemos creído en su palabra – la verdadera gloria está en el camino del servicio humilde, en la cruz, que, antes de ser símbolo de sufrimiento y sacrificio, es el lugar donde se manifiesta el amor ilimitado de Dios. La unidad, en la que tanto insiste el pasaje de hoy, no se construye haciéndose grande, sino, al contrario, dejando espacio al otro, amándolo más que a uno mismo. Sólo un amor así, que sabe darse y sabe hacerse pequeño para dejar espacio al otro, puede construir la unidad y convertirse así en imagen del amor de Dios, de la unidad entre el Padre y Jesús.

Me parece que este fue también uno de los aspectos característicos del camino de CdF. Oficial militar, procedente de la burguesía francesa, está alejado de la Iglesia, de su lengua y de todo lo que la rodea. Está lejos de Cristo. Se aventura, por tanto, primero como soldado, y luego como explorador en el norte de África, y allí, en contacto con aquellas personas islámicas, pobres y religiosas, inicia su camino de replanteamiento de su vida espiritual, que luego le llevará poco a poco al encuentro con Cristo, de quien se enamorará y a quien no abandonará más. Estas tribus pobres del norte de África, que no conocían a Cristo, lo llevaron al encuentro de Cristo. Ya en estas primeras etapas de su conversión encontramos las características de toda su vida: su nuevo amor por Jesús invirtió permanentemente las orientaciones de su vida y lo llevó a buscar el escondite, a ser pobre y cercano a los pobres, a una relación positiva y constructiva con el Islam. Le bastaba el amor a Cristo. O mejor dicho, nunca fue suficiente para él. Nunca estuvo completo, nunca llenó su corazón como él quería.

La «espiritualidad de Nazaret», que se remonta al período del ocultamiento de Jesús, no es más que esto: descender a la vida sencilla de los pobres, hacerse pobre con ellos, esconderse entre ellos. Es el misterio de la ¡Encarnación, al fin y al cabo!, ha hecho suyo lo que dice San Pablo: “Porque el amor de Cristo nos apremia… Él murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió. y resucitó por ellos” (2 Cor. 5,14-15). Desde el momento de su encuentro con Jesús, CdF ya no vivía para sí mismo.

Otra característica de CdF es “buscar” estar siempre en búsqueda. El ser amado nunca se conoce de una vez por todas. Es necesario, cada día, en cada momento de la vida, nutrir y crecer en esa relación. Ésa es la experiencia de CdF, y es también la experiencia de todos nosotros. Seguir a Cristo significa continuar cada día buscándolo, desear ver su rostro, poder reconocerlo en la vida de los pequeños, experimentarlo. Es un camino hecho de consuelos, pero también de muchos momentos oscuros, de preguntas que no son escuchadas, de vacíos interiores, de largas esperas, de purificaciones, de silencios. Pero, sin embargo, nunca dejó de buscarlo, de añorarlo, fiel hasta el final al amor que lo había embargado pero nunca llenó totalmente su corazón. También es un poco nuestra experiencia:

La otra característica del santo está relacionada con la anterior: “relación”. Amar a Cristo significa amar al hombre. No se pueden separar estos dos aspectos; son dos caras de la misma moneda. Se busca el rostro de Cristo en el encuentro con el hombre. Para aquellos tiempos, la suya era una nueva manera de evangelizar: en un momento en que los misioneros occidentales iban por todo el mundo para llevar el Evangelio a su manera, CdF quería ir entre la gente, dejarse evangelizar por ellos, acercándose a ellos, intentando aprender sus valores, sus formas de hacer las cosas, su cultura, su lengua, sus tradiciones. Se sintió hermano de todos, anticipando lo que hoy es un tema central en la vida de la Iglesia. Pero su idea de fraternidad no se basaba en sentimientos vagos o genéricos. Se basó en una relación directa con Jesús y surgió de ella.

Lo llamativo de este santo es que parece no haber hecho nada. No convirtió a nadie, no fundó nada y, leyendo los archivos de nuestros conventos en Tierra Santa y del Patriarcado, fracasó en ninguno de sus proyectos, no escandalizó a nadie con su testimonio. De hecho, tal vez, conociendo un poco nuestros contextos eclesiásticos, debió ser visto como uno de esos personajes un tanto extraños que frecuentan a menudo nuestras iglesias de Tierra Santa. En resumen, es un santo que no trae resultados a casa. Ninguno. Y muere asesinado, trivialmente, como les ocurre a muchos hoy.

El único criterio por el cual podemos medir de alguna manera su experiencia es el amor. El amor a Cristo lo llevó a imitarlo en todo, incluso hasta la muerte. Quiso identificarse en todo con el objeto de su amor, Jesús, y sólo al final, con la muerte, pudo llenar ese vacío que siempre lo acompañó, porque en ese momento, pudo abrazar total y definitivamente. el amor que lo había conquistado.

El verdadero amor es siempre generativo, siempre se abre a la vida y a nuevos horizontes.

Y lo mismo ocurrió con el CdF. Después de su muerte, precisamente en torno a él, que no concluyó nada en su vida, nacieron varias congregaciones, movimientos, caminos espirituales, inspirados en su experiencia. Algunos de ellos están presentes aquí entre nosotros, en nuestra Iglesia de Jerusalén. Y esto nos recuerda que cuando la existencia está realmente llena de amor verdadero, siempre deja una señal.

¿Qué nos deja el testimonio de este santo Iglesia de Tierra Santa? ¿Qué recuerda a nuestra Iglesia de Tierra Santa?

En primer lugar, nos recuerda que no debemos actuar en la vida de la Iglesia buscando un resultado. Nos invita a liberarnos de la búsqueda del resultado a cualquier precio, del éxito en nuestros esfuerzos. Nos recuerda que para ser Iglesia no es necesario construir grandes empresas. La vida de la Iglesia es vivificante cuando brota del encuentro y del amor a Cristo. Este es el primer testimonio al que estamos llamados. Sin amor a Cristo, lo único que queda de nosotros son estructuras costosas, ya sean físicas o humanas.

Y, como hemos visto, amar a Cristo significa amar al hombre, allí donde está, tal como es, sin pretender nada, sino estando cerca de Él: en su trabajo, en su familia, en sus preguntas, en sus sufrimientos, en su dolor. Sin pretender aportar soluciones, que muchas veces no existen, sino aportando en esas situaciones el amor de Cristo. Y aquí en Tierra Santa significa estar al lado de cada persona en su deseo de vida, en su sed de justicia, en su exigencia de dignidad. Significa pedir la fuerza del perdón, construir relaciones de amistad con todos, rechazar desde el corazón la idea de un enemigo, pero desear ser hermanos de cada uno. Significa hacer creíble y concreto el amor por todos.

CdF nos deja la búsqueda de una relación pacífica con quienes no conocen a Cristo, y en particular con el Islam, que marcó tan profundamente su vida, y que es una cuestión tan actual y necesaria en este período. No para convertirnos, por supuesto, sino para dar testimonio del amor de Cristo, que nos hace a todos hermanos y hermanas.

Que la Virgen María, Quien aquí en este Lugar Santo custodió la vida escondida de Jesús, interceda por todos nosotros, para que, siguiendo el ejemplo de CdF, también nosotros aprendamos, cada día más, a custodiar el amor que sostiene nuestra Iglesia de Tierra Santa. Amén.

Carlos de Foucauld y el “misterio de Nazaret”

Cien años después de su muerte, la vida del «pequeño hermano universal» desde el nacimiento hasta la conversión, desde la experiencia en la trapa hasta los tuaregs del desierto. Fraccaro y Sequeri hablan

El jueves 1 de diciembre se celebra el centenario de la muerte del Beato Carlos de Foucauld, figura primordial de la espiritualidad cristiana reciente, un hombre que -dijo el Papa Francisco- «quizás como pocos, intuyó el significado de la espiritualidad emanada de Nazaret»; un hombre cuyo carisma – observó el teólogo Pierangelo Sequeri – «fue donado y destinado, desde antes, en este tiempo de la Iglesia».

El oficial, el explorador

Charles de Foucauld nació en Estrasburgo, Francia, el 15 de septiembre de 1858. De adolescente me influyó el escepticismo religioso y el positivismo científico que caracterizaron su época; grabando esta vez, escribe: «Desde los 15 o 16 años toda la fe había desaparecido en mí». Habiendo ingresado en la escuela militar y convertido en oficial, fue enviado con su regimiento a Argelia. En 1882 renunció al ejército y se embarcó en un viaje de exploración que lo planteó primero en Marruecos, luego al desierto de Argelia y Túnez.

«¡Dios mío, déjame conocerte!»

Regresó con su familia, a París, en 1886, con la intención de preparar un texto sobre sus descubrimientos: fue un momento decisivo para su conversión. Escribió: «Empecé a ir a la iglesia, sin ser creyente, pasaron largas horas allí repitiendo una extraña oración: ‘¡Dios mío, si existe, déjame conocerte!'». Su conversión, acompañada por el padre Enrique Huvelin, se remonta a octubre de este mismo año: «Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que sólo podía vivir para Él».

Jesús, obrero de Nazaret

Inmediatamente emprendió una amplia peregrinación a Tierra Santa, durante la cual escribió: «Quiero llevar la vida que vislumbré, percibí caminando por las calles de Nazaret, donde Nuestro Señor, pobre artesano perdido en la humildad y la oscuridad, puso sus pies arriba Dirigiéndose a Jesús, escribió: «¡Qué fecunda en ejemplos y lecciones esta vita de Nazaret! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Qué bueno que nos hayas dado esta educación durante 30 años!»

De regreso a su tierra natal, ingresó en la Trap Notre-Dame des Neiges y luego fue enviado a la Trapa de Akbès, en Siria. Sin embargo, se da cuenta de que en La Trap no es posible «llevar una vida de pobreza, de abyección, de desprendimiento efectivo, de humildad, diría inclusive de reconocimiento de Nuestro Señor en Nazaret». Un episodio que le sucedió en ese período fue significativo: «Hace una semana me mandó a orar a poco junto a un pobre trabajador nativo del lugar, católico, que murió en el caserío: qué diferencia entre esta casa y ¡Nuestros hogares! Añoro en Nazaret».

La misma vida de Nuestro Señor

Al darse cuenta de que «ninguna congregación de la Iglesia ofrece hoy la posibilidad de llevar con Él esta vida que ha llevado en este mundo», si pregunta sí «no se trata de encontrar algunas almas con las que [… ] formar un comienzo de pequeña Congregación de este tipo: el objetivo sería llevar lo más exactamente posible la misma vida de Nuestro Señor, viviendo únicamente del trabajo de las manos, sin aceptar ningún don espontáneo ni ninguna mendicidad, y siguiendo todos sus consejos para la letra, no poseyendo nada, privándose lo más posible, primero para ser más conforme con Nuestro Señor y luego para darle lo más posible en la persona de los pobres .

Nazareth es la vida de Jesús, no sólo su prefacio

Aquí emerge conscientemente algo nuevo en la geografía religiosa contextual, observa Sequeri quien, en el volumen «Charles de Foucauld. El Evangelio viene de Nazaret» (Edizioni Vita e Pensiero), escribe: «La novedad de la intuición está dada, en primer lugar, por la claridad de la referencia cristológica a la imitación/seguimiento de Nuestro Señor Jesús: «la misma vida de Nuestro Señor» Jesús, y que es «la humilde y oscura existencia de Dios, obrero de Nazaret»». En otras palabras, «Nazaret no es el ‘prólogo’ de la vida pública, el simple momento ‘preparatorio’ de la misión, la forma de una ‘preevangelización’ que crea una comunidad genérica y un testimonio anónimo. […] Nazaret es la vida de Jesús, no sólo en el prefacio. Es la misión redentora en marcha, no en mera condición histórica. Nazareth es trabajo, continuidad, la cercanía doméstica del Hijo tras largos años de lo que es querido por el abate-Dios («¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?», Lc 2,49 ) . […] ¿Desde dónde podría resucitar una nueva evangelización, hasta mucho tiempo -tanto como sea necesario- en el fundamento de que Dios la hizo posible para el mismo Hijo?».

leyendo los evangelios

En 1897 el hermano Carlos dejó la Trapa y se trasladó a Nazaret, donde vivió durante tres años, alojándose en una casita cercana al monasterio de las Clarisas: los días de verano marcados por el trabajo, la adoración silenciosa de la Eucaristía y la lectura. de los Evangelios. «De Foucauld quiso vivir a imitación de Jesús, el ‘obrero de Nazaret’: para él optó por confiar en los Evangelios, que leen a diario y meditan por escrito», dice Antonella Fraccaro, religiosa de los Discípulos del Evangelio (instituto religioso que forma parte de la Asociación Famille Spirituelle Charles de Foucauld) y autor del volumen «Charles de Foucauld y los Evangelios» (Edizioni Glossa). «Sus meditaciones -unos miles de páginas- no tienen un corte íntimo y autorreferencial; sobre todo despierta el vínculo intenso y afectivo que de Foucauld vive con el Señor. En el centro de las meditaciones no hay autor, sino la persona de Jesús y su estilo, para ser asimilado día a día con su gracia. Los motivos que inspiran la lectura de los Evangelios se expresan en un breve y muy significativo texto escrito en un pequeño volumen de papel que utiliza marcadores y fichas. El hermano Carlos anota, dirigiéndose a Jesús: “Leo: 1°) para daros prueba de amor, para imitaros, para obedecer; 2°) aprender a amarte mejor, aprender a imitarte mejor, aprender a obedecerte mejor; 3°) que te hagan pedir amén, que te hagan imitar, que te obedezcan». «Los motivos que inspiran la lectura de los Evangelios se expresan en un breve y muy significativo texto escrito en un pequeño volumen de papel que utiliza marcadores y fichas. El hermano Carlos anota, dirigiéndose a Jesús: “Leo: 1°) para daros prueba de amor, para imitaros, para obedecer; 2°) aprender a amarte mejor, aprender a imitarte mejor, aprender a obedecerte mejor; 3°) pueden hacer que te amen, pueden hacer que te sigan, pueden hacer que te obedezcan”. Los motivos que inspiran la lectura de los Evangelios se expresan en un breve y muy significativo texto escrito en una pequeña hoja de papel. que sirve de marcapáginas y recordatorio. El hermano Carlos anota, dirigiéndose a Jesús: “Leo: 1°) para daros prueba de amor, para imitaros, para obedecer; 2°) aprender a amarte mejor, aprender a imitarte mejor, aprender a obedecerte mejor; 3°) poder hacer que los demás te amén, poder hacer que los demás te amén, poder hacer que los demás te amén». para aprender a obedecerte mejor; 3°) poder hacer que los demás te amén, poder hacer que los demás Imítenos, que os obedezcan». para aprender a obedecerte mejor; 3°) que te hagan pedir amén, que te hagan imitar, que te obedezcan”.

Con la gente del desierto

Durante el tiempo que pasó en Nazaret, el hermano Carlos desarrolló su vocación sacerdotal: fue ordenado sacerdote en 1901, en Francia, y al año siguiente se instaló en Beni Abbès, en el Sáhara argentino, «entre las ovejas más perdidas, las más abandonadas». ». Escribió en estos días: «Desde las 4.30 de la mañana hasta las 20.30 de la noche, no dejo de hablar, de ver gente: esclavos, pobres, enfermos, soldados, viajeros, curiosso. […] Quiero acostumbrar a todos los habitantes de la tierra a considerarme como su hermano, el hermano universal». En 1905 decide trasladarse más al sur, entre los tuaregs, a Tamanrasset, donde no hay «guarnición, ni telégrafo, ni europeos».

La belleza doméstica del asentamiento evangélico

No en Trappe fino en el desierto está esa Nazaret que anhelaba el hermano Carlos. Sequeri comenta sobre el respeto: «No si se trata tanto de la ‘dureza’ del ascetismo, hasta una ‘verdadera’ imitación de Nazaret: que debe cumplir las condiciones de su rigor en la normalidad del contexto en el que dichas condiciones ya son dadas como humanos y no capturados y reconstruidos artificialmente como religiosos. En efecto, bajo estas condiciones, el «pequeño hermano universal» se instala como su «amado hermano Jesús» porque allí ya están establecidos hombres y mujeres; porque son su vida cotidiana, el horizonte de su mirada sobre el mundo».

Herman y familia de los tuaregs

Para su hermano tuareg Charles hace todo lo posible con generosidad. «Quiere vencer la desconfianza, ganarse su confianza, fraternizar, hacerse miembro de su familia; Quiero conocer la bondad de Jesús», dice Fraccaro. «Su tiempo se dividió entre la oración, las relaciones con los indígenas, a los que ayudaron y apoyó de muchas maneras, y los estudios de la lengua tuareg: también escribió un diccionario tuareg-francés. En las cartas a sus amigos lejanos pide orar por estas almas abandonadas, y también por sí mismo: «Ahora para que yo haga por ellos lo que él quiere de mí, porque desgraciadamente son el único que los atiende en su nombre y para él» «.

La Presencia Eucarística

Los gestos de cuidado, la entrega tenaz a los hombres y mujeres del desierto, conviven con una relación/conversación total con el Señor presente en la Eucaristía. El hermano Carlos lo ha llevado entre los que no le conocen porque también son «suyos». Es una presencia, una bendición que todos, pues, todos escuchan la oración y las bocas que la habitan, todos intuyen el vínculo especial con el de la vida. La presencia eucarística del Señor condensa en tan poco la palabra y el gesto cristiano menos «anónimo» que existe (Sequeri).

Si el grano de trigo no muere

Charles de Foucauld murió el 1 de diciembre de 1916 en Tamanrasset, de un disparo de escopeta durante una escaramuza provocada por las tropas rebeldes del Sahara. Él, que desde 1893 hasta el final de su vida se dedicó a la edición de «Reglas» para aquellas tertulias que tanto deseaba, murió solo. En las décadas siguientes nacieron, inspiradas por él, muchas familias de religiosos y religiosas, sacerdotes y laicos: en realidad vienen, presentes en todo el mundo. Unidos en la Asociación Famille Spirituelle Charles de Foucauld, suman 13.000 personas. «En.«En su diversidad – concluye Fraccaro – estas familias tienen rasgos comunes: asentarse en los contextos de la existencia ordinaria, vivir en pequeñas comunidades unidas por un espíritu fraterno, meditar en la Palabra de Dios, entrar en las almas más amorosas y abandonadas.

Carlos de Foucauld y el “misterio de Nazaret”

El jueves 1 de diciembre se cumple el centenario de la muerte del beato Carlos de Foucauld, figura primordial de la espiritualidad cristiana reciente, un hombre que -dijo el Papa Francisco- «quizás como pocos, intuyó el significado de la espiritualidad que emana de Nazaret»; un hombre cuyo carisma – observó el teólogo Pierangelo Sequeri – «fue donado y destinado, de antemano, a este tiempo de la Iglesia».

El oficial, el explorador

Charles de Foucauld nació en Estrasburgo, Francia, el 15 de septiembre de 1858. En su adolescencia estuvo influenciado por el escepticismo religioso y el positivismo científico que caracterizaron su época; recordando ese tiempo, escribiría: «Desde los 15 o 16 años toda la fe había desaparecido en mí». Habiendo ingresado a la escuela militar y habiéndose convertido en oficial, fue enviado con su regimiento a Argelia. En 1882 renunció al ejército y emprendió un viaje de exploración que lo llevó primero a Marruecos, luego al desierto de Argelia y Túnez.

«¡Dios mío, déjame conocerte!»

Regresó con su familia, a París, en 1886, con la intención de preparar un texto sobre sus descubrimientos: era un momento decisivo para su conversión. Escribiría: «Empecé a ir a la iglesia, sin ser creyente, pasaba largas horas allí repitiendo una extraña oración: ‘¡Dios mío, si existes, déjame conocerte!'». Su conversión, acompañada por el abad Enrique Huvelin, se remonta a octubre de ese mismo año: «Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que sólo podía vivir para Él».

Jesús, trabajador de Nazaret

Inmediatamente hizo una larga peregrinación a Tierra Santa, durante la cual anotó: «Quiero llevar la vida que vislumbré, percibí caminando por las calles de Nazaret, donde Nuestro Señor, pobre artesano perdido en la humildad y la oscuridad, puso su pies arriba». Dirigiéndose a Jesús, escribe: «¡Qué fecunda en ejemplos y lecciones esta vida de Nazaret! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Qué bueno que nos hayas dado esta educación durante 30 años!’

De regreso a su tierra natal, ingresó en la Trapa de Notre-Dame des Neiges y luego fue enviado a la Trappe de Akbès, en Siria. Sin embargo, se da cuenta de que en La Trapa no es posible «llevar una vida de pobreza, de abyección, de desprendimiento efectivo, de humildad, diría incluso de recogimiento de Nuestro Señor en Nazaret». Un episodio que le sucedió en ese período fue significativo: «Hace una semana me enviaron a orar un poco junto a un pobre trabajador nativo del lugar, católico, que murió en el caserío cercano: qué diferencia entre esta casa y ¡Nuestros hogares! Añoro a Nazaret».

La misma vida de Nuestro Señor

Al darse cuenta de que «ninguna congregación de la Iglesia ofrece hoy la posibilidad de llevar con Él esta vida que ha llevado en este mundo», se pregunta si «no es el caso de buscar algunas almas con las que […] formar un comienzo de pequeña Congregación de este tipo: el objetivo sería llevar lo más exactamente posible la misma vida de Nuestro Señor, viviendo únicamente del trabajo de las manos, sin aceptar ningún don espontáneo ni ninguna mendicidad, y siguiendo todos sus consejos para la letra, no poseyendo nada, privándose lo más posible, primero para ser más conformes con Nuestro Señor y luego para darle lo más posible en la persona de los pobres. Añade a este trabajo muchas oraciones».

Nazaret es la vida de Jesús, no sólo su prefacio

Aquí emerge algo conscientemente inédito en la geografía religiosa contextual, observa Sequeri quien, en el volumen «Charles de Foucauld. El Evangelio viene de Nazaret» (Edizioni Vita e Pensiero), escribe: «La novedad de la intuición está dada, en primer lugar, por la claridad de la referencia cristológica a la imitación/seguimiento de Nuestro Señor Jesús: «la misma vida de Nuestro Señor» Jesús, y que es «la humilde y oscura existencia de Dios, obrero de Nazaret»». En otras palabras, «Nazaret no es el ‘prólogo’ de la vida pública, el simple momento ‘preparatorio’ de la misión, la forma de una ‘preevangelización’ que realiza un compartir genérico y un testimonio anónimo. […] Nazaret es la vida de Jesús, no simplemente su prefacio. Es la misión redentora en marcha, no su mera condición histórica. Nazaret es trabajo, contigüidad, la cercanía doméstica del Hijo que se alimenta durante largos años de lo que es querido por el abate-Dios («¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?», Lc 2,49). […] ¿De dónde podría partir una nueva evangelización, si no por mucho tiempo -tanto como sea necesario- en el fundamento en que Dios la ha puesto para el mismo Hijo?».

leyendo los evangelios

En 1897 el hermano Carlos dejó la Trapa y se trasladó a Nazaret, donde vivió durante tres años, alojándose en una pequeña casa cerca del monasterio de las Clarisas: sus días estaban marcados por el trabajo, la adoración silenciosa de la Eucaristía y la lectura de los Evangelios. «De Foucauld desea vivir a imitación de Jesús, el ‘obrero de Nazaret’: para ello elige confiarse a los Evangelios, que lee diariamente y medita por escrito», dice Antonella Fraccaro, religiosa de los Discípulos del Evangelio (instituto religioso que forma parte de la Asociación Famille Spirituelle Charles de Foucauld) y autor del volumen «Charles de Foucauld y los Evangelios» (Edizioni Glossa). «Sus meditaciones -unos miles de páginas- no tienen un corte intimista y autorreferencial; sobre todo destacan el vínculo intenso y afectivo que de Foucauld vive con el Señor. En el centro de las meditaciones no está su autor, sino la persona de Jesús y su estilo, para ser asimilados día tras día con su gracia. Los motivos que inspiran la lectura de los Evangelios se expresan en un texto breve y muy significativo escrito en una pequeña hoja de papel que sirve de marcapáginas y recordatorio. El hermano Carlos anota, dirigiéndose a Jesús: “Leo: 1°) para daros prueba de amor, para imitaros, para obedeceros; 2°) aprender a amarte mejor, aprender a imitarte mejor, aprender a obedecerte mejor; 3°) poder hacer que los demás te amen, poder hacer que los demás te imiten, poder hacer que los demás te obedezcan”. ser asimilados día tras día con su gracia. Los motivos que inspiran la lectura de los Evangelios se expresan en un texto breve y muy significativo escrito en una pequeña hoja de papel que sirve de marcapáginas y recordatorio. El hermano Carlos anota, dirigiéndose a Jesús: “Leo: 1°) para daros prueba de amor, para imitaros, para obedeceros; 2°) aprender a amarte mejor, aprender a imitarte mejor, aprender a obedecerte mejor; 3°) poder hacer que los demás te amen, poder hacer que los demás te imiten, poder hacer que los demás te obedezcan”. ser asimilados día tras día con su gracia. Los motivos que inspiran la lectura de los Evangelios se expresan en un texto breve y muy significativo escrito en una pequeña hoja de papel que sirve de marcapáginas y recordatorio. El hermano Carlos anota, dirigiéndose a Jesús: “Leo: 1°) para daros prueba de amor, para imitaros, para obedeceros; 2°) aprender a amarte mejor, aprender a imitarte mejor, aprender a obedecerte mejor; 3°) poder hacer que los demás te amen, poder hacer que los demás te imiten, poder hacer que los demás te obedezcan». imitarte, obedecerte; 2°) aprender a amarte mejor, aprender a imitarte mejor, aprender a obedecerte mejor; 3°) poder hacer que los demás te amen, poder hacer que los demás te imiten, poder hacer que los demás te obedezcan”. imitarte, obedecerte; 2°) aprender a amarte mejor, aprender a imitarte mejor, aprender a obedecerte mejor; 3°) poder hacer que los demás te amen, poder hacer que los demás te imiten, poder hacer que los demás te obedezcan”.

Con la gente del desierto

Durante el tiempo que pasó en Nazaret, el hermano Carlos maduró la vocación al sacerdocio: fue ordenado sacerdote en 1901, en Francia, y al año siguiente se instaló en Beni Abbès, en el Sáhara argelino, «entre las ovejas más perdidas, las más abandonadas». ». En aquellos días escribió: «Desde las 4.30 de la mañana hasta las 20.30 de la noche, no dejo de hablar, de ver gente: esclavos, pobres, enfermos, soldados, viajeros, curiosos. […] Quiero acostumbrar a todos los habitantes de la tierra a considerarme como su hermano, el hermano universal». En 1905 decide trasladarse más al sur, entre los tuaregs, a Tamanrasset, donde no hay «ni guarnición, ni telégrafo, ni europeos».

La belleza doméstica del asentamiento evangélico

No en Trappe sino en el desierto está esa Nazaret que anhelaba el hermano Carlos. Sequeri comenta al respecto: «No se trata tanto de la ‘dureza’ del ascetismo, sino de una imitación ‘real’ de Nazaret: que debe encontrar las condiciones de su propio rigor en la normalidad del contexto en que esas condiciones ya están dadas como humanas y no artificialmente buscadas y reconstruidas como religiosas. En efecto, en esas condiciones se instala el «pequeño hermano universal» como su «amado hermano Jesús» porque allí ya están instalados hombres y mujeres; porque son su vida cotidiana, el horizonte de su mirada sobre el mundo». El rigor de este habitar incluye «un principio de simplificación y un criterio de afinidad que liberan la singular belleza doméstica del asentamiento evangélico».

Hermano y familiar de los tuaregs

Para su hermano tuareg Charles hace todo lo posible con generosidad. «Quiere vencer la desconfianza, ganarse su confianza, fraternizar, hacerse miembro de su familia; quiere dar a conocer la bondad de Jesús», dice Fraccaro. «Su tiempo se dividió entre la oración, las relaciones con los indígenas, a los que ayudó y apoyó de muchas maneras, y los estudios de la lengua tuareg: también escribió un diccionario tuareg-francés. En las cartas a sus amigos lejanos pide orar por estas almas abandonadas, y también por sí mismo: «Orad para que yo haga por ellos lo que él quiere de mí, porque desgraciadamente soy el único que los atiende en su nombre y para él»».

La Presencia Eucarística

Los gestos de cuidado, la entrega tenaz a los hombres y mujeres del desierto, conviven con una relación/conversación total con el Señor presente en la Eucaristía. El hermano Carlos lo ha llevado entre los que no lo conocen porque también ellos son «suyos». Es una presencia, una bendición que todos perciben, todos escuchan la oración y las palabras que la habitan, todos intuyen el vínculo especial al que da vida. La presencia eucarística del Señor condensa en sí misma la palabra y el gesto cristiano menos «anónimo» que existe (Sequeri).

Si el grano de trigo no muere

Charles de Foucauld murió el 1 de diciembre de 1916 en Tamanrasset, de un disparo de fusil durante una escaramuza provocada por las tropas rebeldes del Sahara. Él, que desde 1893 hasta el final de su vida se dedicó a la redacción de «Reglas» para aquellas agregaciones que tanto había deseado, murió solo. En las décadas siguientes, nacieron muchas familias de religiosos y religiosas, sacerdotes y laicos inspirados por él: actualmente son veinte, presentes en todo el mundo. Unidos en la Asociación Famille Spirituelle Charles de Foucauld, comprenden unas 13.000 personas. «En su diversidad – concluye Fraccaro – estas familias tienen rasgos comunes: asentamiento en los contextos de la existencia ordinaria, vida en pequeñas comunidades unidas por un espíritu fraterno, meditación de la Palabra de Dios, entrega a las almas más sufrientes y abandonadas.

San Carlos de Foucauld y sus clarisas de Nazaret

por Victor in vínculis 

El 1 de diciembre de 1916, Carlos de Foucauld fue asesinado por una banda de forajidos en la puerta de su ermita en el Sahara argelino. Pronto se estableció una verdadera devoción en torno a su figura: nuevas congregaciones religiosas, familias espirituales y una renovación del Erce iris o y de la «espiritualidad del desierto» en pleno siglo XX se inspiraron en sus escritos y en su vida. El 13 de noviembre de 2005 fue proclamado beato durante el pontificado de Benedicto XVI y el 15 de mayo de 2002 fue canonizado por el Papa Francisco.

La Madre MARIA FELIPA RUIZ ORTEGA, osc Abadesa del Convento de las Clarisas de Nazaret recuerda cómo las Clarisas acogieron a san Carlos para ayudarlo. La Madre Michelle, en ese momento abadesa del Monasterio, le ofreció un pequeño lugar donde construyó una “casa”, una pequeña choza y donde se reunía en oración en busca de la verdad. A la entrada del convento, la abadesa muestra el pequeño museo con algunos objetos pertenecientes al santo: el crucifijo regalado por la Madre Abadesa, un icono realizado por él y restos de su cabaña. Un hombre de esencialidad pero también un ejemplo de fraternidad Universal.

Vida en Nazaret (1897-1900)

Carlos de Foucauld salió de Roma después de recibir la aprobación del Padre Huvelin, a quien obedecía como si se tratara de un superior. Partió hacia Tierra Santa donde llegó el 24 de febrero de 1897. Comenzó una peregrinación vestido como un campesino palestino. Llegó a Nazaret el 10 de marzo de 1897 y se presentó en el Monasterio de Santa Clara de Nazaret, donde pidió trabajar como jardinero y así pagar un pedazo de pan y el cobijo en una cabaña. Reparaba los muros de la cerca, realizaba las diligencias para las religiosas y dibujaba imágenes piadosas, en tanto que reservaba tiempos específicos para la oración. Las Hermanas pobres de Santa Clara se inquietaban por su régimen alimenticio y le proporcionaban higos y almendras, que él en secreto distribuía a los niños. Llegó a escribir más de tres mil páginas en tres años.

“Toda nuestra existencia, todo nuestro ser debe gritar el Evangelio sobre los tejados. Toda nuestra persona debe respirar a Jesús, todos nuestros actos, toda nuestra vida deben gritar que pertenecemos a Jesús, deben presentar la imagen de la vida evangélica”

Escritos espirituales, p. 396. Nazaret, 1898

Carlos de Foucauld visto por Ventura Puigdomènech, hermano de Jesús – Espiritualidad de Nazaret

Argelia La Crox,17/02/2022

Le Lien , n. 426, noviembre-diciembre 2021 (*)

La revista diocesana de la diócesis de Orán, “Le Lien”, de noviembre-diciembre de 2021, publicó un artículo de Ventura Puigdomènech, hermano pequeño de Jesús, titulado: “Charles de Foucauld: “un santo a su pesar””. Precisa el autor: “Me gusta destacar esa mezcla de ‘fuego’ y ‘barro’ que la hace tan cerca a nosotros; hijo de su tiempo como fue, creo que estaríamos en el camino equivocado si tuviéramos que juzgarlo según los criterios de nuestro siglo XXI.  siglo. No es de extrañar, por tanto, que muchos se sientan cómodos hablando del “hermano Carlos” y que les cueste mucho más ver en él a “San Carlos de Foucauld” tal como la Iglesia nos lo propone”.El Hermanito Puigdomènech dijo sobre su lectura: “Cuando entré en el monasterio trapense, tuve la suerte de que, desde el noviciado, me enseñaron que la psicología y la espiritualidad tenían que ir de la mano si queríamos perseverar en el camino que habíamos emprendido. Así recibí dos preciosas reglas que me acompañan y me guían todavía hoy. El primero viene de la vida espiritual y dice: “¡Cuanto más humano se es, más divino se es! y el segundo viene de la psicología que nuestro asegura que: «¡Sólo lo afectivo es eficaz!» “¿Por qué te digo esto? Sencillamente porque me parece que estas dos reglas elementales pueden ayudarnos a comprender a Charles de Foucauld y, sobre todo, a hacerlo uno de los nuestros”.

Esta Navidad, pensada en términos de un personaje muy especial, Charles de Foucauld. Y esto, por varias razones: la primera es que hizo de la “Navidad”, “la Encarnación”, “Dios hecho carne”, el centro de su vida y de su espiritualidad; la segunda es que el 15 de mayo de 2022 la Iglesia universal nos lo propondrá como modelo de santidad, y la tercera es simplemente que Assekrem, el lugar donde vivo, no es otro que el mismo lugar donde él soporta y que no me deja indiferente ; por otro lado, es un gran estímulo para mí.

Es un personaje polémico por las múltiples facetas que ha conocido a lo largo de su vida: fracasos, intuiciones, lagunas, contradicciones, ambigüedades, tan humano, que a veces nos irrita y que llegamos a leerlo completamente sesgado de su vida, ya se que lo colocamos. ponernos del lado de los «detractores» o de los «defensores». Así, mientras algunos sólo destacan su inestabilidad, el militar que lo acompañó toda su vida, el partidario de una Argelia francesa, sus intenciones violentas hacia Alemania y su posición ante la guerra, el incapaz de convivir con los demás, el voluntarista -otros ven en él sólo el hombre radicalmente evangélico, el hombre apasionado de Jesús, el hermano universal, el hombre bueno y manso, el trabajador incansable, el hombre de la escucha, el amigo de los más abandonados.

En lo personal, me gusta subrayar esa mezcla de “fuego” y “barro” que la hace tan cercana a nosotros; hijo de su tiempo como fue, creo que estaríamos en el camino equivocado si tuviéramos que juzgarlo según los criterios de nuestro siglo XXI . No es de extrañar, por tanto, que muchos se sientan cómodos hablando del “hermano Carlos” y que les cueste mucho más ver en él a “San Carlos de Foucauld” tal como la Iglesia nos lo propone.

Cuando ingresó al monasterio trapense, tuve la suerte de que, desde el noviciado (1983), me enseñó que la psicología y la espiritualidad tienen que ir de la mano si queríamos perseverar en el camino emprendido. Así recibí dos preciosas reglas que me acompañan y me guían todavía hoy. El primero viene de la vida espiritual y dice: “¡Cuanto más humano se es, más divino se es! y el segundo viene de la psicología que nuestro asegura que: «¡Sólo lo afectivo es eficaz!» “¿Por qué te digo esto? Sencillamente porque me because estas dos reglas elementales pueden ayudarnos a comprender a Charles de Foucauld y, sobre todo, a hacerlo uno de los nuestros.

“¡Cuanto más humanos somos, más divinos somos! »

Me porque hubo un momento decisivo en su vida que lo humanizó mucho más de lo que había sido antes, de modo que el «héroe» y el «investigador de prestigio» (expedición contra Bou Amama la exploración de Marruecos que le valió el oro medalla de la Sociedad Geográfica Francesa o el trapense ávido de martirio y sacrificios, etc.), en su particular «camino de Damasco», todo se va cayendo al agua hasta cambiar radicalmente de dirección. De hecho, Durante su «Peregrinación a Tierra Santa» (finales de noviembre de 1888 a febrero de 1889), cambió por completo: «Qué bendita influencia tuvo en mi vida». “Camina por las mismas calles estrechas de Nazaret donde pisaron los pies de Nuestro Señor, pobre, artesano, perdido en la abyección y la oscuridad”, para concluir:Is the nuclear discovery of su vida y que nunca lo abandonará: el Dios «Kbar» (el Único Grande) del Islam que tanto lo había seducido, ahora en Nazaret, vislumbró – adivinó al Dios «Sghir» (El Pequeño Uno) del cristianismo . Enamórate de la humanidad que Dios vive en Nazaret y, ante su mayor asombro, contemplado como Dios, en la persona de Jesús, aprendió a vivir como hombre; Este descubrimiento será la brujula que lo guiará toda su vida, así, por ejemplo, el año de su muerte, encontramos todavía esta primera intuición: «Nazaret, el lugar de la vida escondida, de la vida ordinaria, de la vida familiar. . . la vida que lleva la mayoríaEnamórate de la humanidad que Dios vive en Nazaret y, ante su mayor asombro, contemplado como Dios, en la persona de Jesús, aprendió a vivir como hombre; Este descubrimiento será la brujula que lo guiará toda su vida, así, por ejemplo, el año de su muerte, encontramos todavía esta primera intuición: «Nazaret, el lugar de la vida escondida, de la vida ordinaria, de la vida familiar. . . la vida que lleva la de la gente y de la que Jesús nos ha dado ejemplo dure 30 años”.mayoría un hombre;Este descubrimiento será la brujula que lo guiará toda su vida, así, por ejemplo, el año de su muerte, encontramos todavía esta primera intuición: «Nazaret, el lugar de la vida escondida, de la vida ordinaria, de la vida familiar. . . la vida que lleva la mayoría de la vida familiar… la vida que lleva la mayoría de la gente y de la que Jesús nos ha dado ejemplo que dura 30 años”. aprende a vivir como un hombre;Este descubrimiento será la brujula que lo guiará toda su vida, así, por ejemplo, el año de su muerte, encontramos todavía esta primera intuición: «Nazaret, el lugar de la vida escondida, de la vida ordinaria, de la vida familiar. . . la vida que lleva la mayoría de la gente y de la que Jesús nos ha dado ejemplo Durante 30 años”.

La encarnación y la «imitación de Jesús pobre y abyecto» será el centro de su espiritualidad, y sólo por eso dará prioridad a las oraciones del Ángelus y del Veni Creator que reza «en las alturas, en las al mediodía y al anochecer» consciente de que es el Espíritu Santo quien se encarga de formar a Cristo en nosotros, como lo hizo con María.

“La espiritualidad de Nazaret” como lugar teológico, me parece el mayor aporte que dio Foucauld a la Iglesia universal. Esto es lo que, en mi opinión, el Papa Francisco llama hoy: “la santidad de la puerta de al lado”.

Y como Nazaret «se puede vivir en cualquier lugar», sólo cuando llegue a Tamanrasset trabajará con todas sus fuerzas para «ser adoptado», «ser del campo», «ser cercano, accesible», «estar vinculado de amistad», «dar confianza a las personas», etc. Literalmente se dejó «comer» por sus vecinos, sumergiéndose hasta la extenuación en el estudio de la lengua, la historia, las costumbres, las tradiciones y la cultura del pueblo que lo acogía: «¡Jesús, doy la vida por los tuaregs! «

El hecho de que la presencia del ejército lo aliene de la gente miserable que lo rodea es un gran problema para él. El 11 de agosto de 1905, la columna de Dinaux en una expedición a Aïr (norte de Níger) lo dejó solo. Sin embargo, si no, hubiera sido imposible instalarlo en Tamanrasset y pregunta: «¿Serán capaces de distinguir al sacerdote que soy de los soldados?». “El general Niéger, uno de sus amigos militares más cercanos, nos dio este hermoso testimonio: “Cuando decidió crear un puesto militar en Ahaggar, a 50 kilómetros de Tamanrasset, el padre negó sistemáticamente a establecerse en las inmediaciones. Además, al darse cuenta de que los contactos se habían vuelto demasiado frecuentes, descubrieron de escapar… Tenía un horario diario muy estricto.Aceptó a duras penas modificarlo… Su rigor, en este orden de ideas, explica el uso de una expresión que se ha puesto de moda: “el marabú es ouar”, decían los oficiales y suboficiales. Translation: el padre de Foucauld es duro, exigente, difícil de satisfacer… El tema favorito de sus conversaciones con nosotros éramos los tuaregs. Trató el tema en las formas más diversas, buscó interesarnos por los lados de los vestigios de su antigua civilización… ellos y parecían felices en medio de ellos.

«Solo lo afectivo es efectivo»

¿Y qué decir de la segunda premisa «Sólo lo afectivo es eficaz?» No debemos perder de vista que nuestro protagonista tenía una afectividad muy fuerte, era emocional en extremo, y este factor jugaba un papel preponderante en sus relaciones humanas y divinas.

Tomaré como ejemplo sencillo la relación muy especial y ambigua que tuvo con su prima Marie de Bondy, ocho años mayor que él. Aunque Charles de Foucauld la llamó a menudo «mi madre» o «mi segunda madre», sus propias palabras lo traicionaron y está claro que para él, su prima era el modelo femenino y confidente (durante 47 años escribió, ¡todas las semanas! ) y, leyendo las cartas que le enviaron, creo que no es descabellado preguntar: ¿no estaba enamorado de ella?

El 15 de enero de 1890 quedará marcado a fuego en su memoria como en su cuerpo y en su alma: es el día en que se despide para entrar en el monasterio. Carlos tenía 32 años. Esta separación fue muy dura para él: «Sacrificio que me costó todas las lágrimas, parece, porque desde ese momento, desde ese día, ya no lloro, parece que no tengo más lágrimas… si no a veces al pensarlo». … La herida del 15 de enero es siempre la misma… El sacrificio entonces sigue siendo el sacrificio en todo momento”, y en su “cuaderno privado” habla de este día como uno de los más importantes de su vida, por eso cada año en esta misma fecha se recordará el «Día de la Separación – de la Ofrenda».

Es muy curioso ver cómo el hermano Carlos no nos da ninguna fecha exacta del día de su conversión: “los últimos 3 o 4 días de octubre de 1886”; doce años después, corregirá: “el 29 o el 30: mi conversión”. Es todo lo contrario cuando describe el día de esta despedida, brindándonos mil detalles de rara precisión. Comienza contándonos cómo tenía previsto sucio el apartamento de su prima a las 19 horas para no perder el tren nocturno que debería acercarse a él desde el monasterio de Nuestra Señora de las Nieves y, al llegar al monasterio, escribe: “Son las 7:00 menos 5 en Paris en este momento, estaba sentado a tu lado en tu sala de estar, a veces mirándote, a veces mirando el reloj… ¡Qué vivo está para mí este día! A las 7:10 am recibí tu bendición, y salí llorando… Ayer a esta hora,Todavía estaba cerca de ti, despedirme de ti, fue duro, pero aún así fue dulce, desde que te vi… Veinticuatro horas, no puedo hacerme a la idea de que se pidió para siempre… En nueve de la mañana, a las cuatro, ahora, siempre, me siento tan cerca de ti, y mis ojos no volverán a ver los tuyos… ¿Cómo no iba a llenarme todo el dolor? Pero tienes que sacar fuerza de mi debilidad… He perdido tanto como es posible perder… Durante toda mi vida siempre te pondré primero en mis oraciones y en todas partes… Tengo tanto que hablar de ti, ahí es verdad que no vivo sin ti… Gracias por lo de ayer, gracias por todo… Que el Señor te bendiga como me bendijo a mí anoche”. Y cinco años después, escribirá: “¡Esta noche a las 7:10, habrá cinco años!

¿Y su relación con Dios? A lo largo de la escritura, Dios se nos revela rasgos con muy amorosos el Padre con el venezre de la Madre, el Esposo, el Amigo, el Buen Pastor, el Labrador Experto, etc., lo que no podría dejarlo indiferente, sino nutriéndolo , si es posible, ese cariño tan despierto que tenía… es que cuando ora a Jesús, al Padre o al Espíritu, siempre lo hace con un lenguaje muy repetitivo y con tal ternura que hoy suena a sentimiento de indulgencia y demasiado dulce.

¿Como orar? Para él es muy sencillo: “orar es pensar en Dios amándolo”. “La mejor oración es aquella donde hay más amor; la oración es tanto mejor cuanto más amorosa es”. De acuerdo con este principio, cuando ora a Dios, nunca lo hace impersonalmente y siempre lo hace con el posesivo “mío”: “Padre mío, me abandono a ti, hazme…”; “Oh mi Amado y Señor Jesús, déjame…”; “Oh Jesús mío, haz que te ame y viva exclusivamente para ti”; “Oh Espíritu Santo, Tú mi Abogado, hazme…”

De esta segunda premisa, creo que podemos sacar una lección muy útil para nuestra vida espiritual, no es difícil para el amado experimentar la presencia continua de su amado. ¿Y si decidiéramos teñir la imagen que tenemos de Dios con un afectivo dominante? ¿No cree que experimentaríamos su presencia mucho más fácilmente y de forma más sostenible?

¡Mira al hombre! ¡Mira al santo!

Finalmente, y como resumen de todo lo dicho, comparto con vosotros la anécdota del hermano Carlos que más me habla, que no es otra que contemplarle, viejo, calvo, desdentado, sereno y sonriente (el último foto que tenemos de él), sentado en el suelo enseñando a los tuaregs el arte de tejer. “El tejido y el ganchillo funcionan de maravilla, todo el mundo se mete, las mujeres en ambos, mucha gente joven teje para hacer cardiganes. » ¡Mira al hombre! ¡Mira al santo!

La Navidad llama a nuestra puerta: un niño, una niña embarazada, un pesebre. Dios con nosotros, Dios hecho carne ¿por qué no decidir este año poner un belén en lugar de guirnaldas, Papa Noel o el propio árbol de Navidad? Y frente a este belén, no tengamos miedo de mostrar nuestra ternura, nuestro amor, nuestro abandono, nuestra confianza, sin avergonzarnos de que nos acusen de blandura ni tener miedo de hacer el ridículo. Es Dios en Jesús que aprende a vivir como hombre. ¡Y cuánto lo necesitamos hoy!

¡Feliz Navidad!

El Camino de Nazaret: espiritualidad cotidiana

En la era de la globalización y de las rutas interplanetarias, ¿cómo podemos escuchar los treinta años de Jesús en Nazaret? Incluso hoy, lo que ocupa la primera plana de nuestros medios no es lo cotidiano sino lo extraño y lo excepcional. Vivimos para el fin de semana, las vacaciones, los mejores momentos, la fiesta. No puedes prosperar en la vida cotidiana: es tiempo muerto. Vivir es dar sentido. Dios vino a dar sentido a nuestra vida, este es el misterio mismo de Nazaret.

“En esta obra notable”, según el padre Voillaume, el autor restituye sus cartas de nobleza a esta corriente iniciada en particular por Charles de Foucauld. Un día, Dios detuvo en Nazaret. No sólo le dio un significado humano, sino que lo estampó con Su presencia. Nazaret se ha convertido simbólicamente en el lugar y el tiempo donde el ser humano puede crecer en humanidad y santidad.

Con una historia muy personal, Jean-Claude Boulanger narra la experiencia de Nazaret a través de sus figuras más bellas que salió de este lugar: María y Jesús. María será modelo de acogida, escucha, abandono y confianza. Jesús nuestro revelará el verdadero rostro de Dios en nuestra tierra. Nazaret es el camino que Dios tomó para llegar a la humanidad. Finalmente el autor descubrió el significado de Nazaret para nuestro tiempo, a través de nuestra relación con el tiempo, con los demás y con Dios.