El camino de oración en René Voillaume

«Al ser la enseñanza del Padre Voillaume reflejo y expresión de una vida contemplativa llevada a cabo en el corazón de las masas, muchos laicos, sacerdotes y religiosos encontraron en ella un eco adecuado a sus aspiraciones y posibilidades reales de oración. Porque

«en realidad, la contemplación no es algo dado solamente a cartujos, clarisas, carmelitas… Ella es con frecuencia el tesoro de personas ocultas en el mundo […]. La gran necesidad de nuestra época, en lo que a la vida espiritual se refiere, es poner la contemplación en los caminos […]. Nosotros creemos que la vocación de estos contemplativos arrojados en el mundo y en la miseria del mundo, que son los Hermanitos de Charles de Foucauld, tiene en este aspecto una alta significación, y que se pueden esperar de ellos luces nuevas, en el dominio de la vida espiritual…» (J. y R. Maritain, Liturgie et contemplation, Brujas 1959, 76-78).

Estas consideraciones, que pertenecen a Jacques y Raïsa Maritain, están referidas a

«aquellos que, viviendo la vida del buen cristiano en el mundo» con todo lo que de ello se sigue, «están dispuestos a ir más lejos, porque su corazón arde por ir más lejos, y se encuentran impedidos por muchos temores y obstáculos más o menos ilusorios» (Le paysan de la Garonne, París 1966, 337).

Pues bien, estamos convencidos de que, en este sentido, la experiencia de las Fraternidades, compartida, iluminada y expresada por René Voillaume, tiene mucho que decir a los hombres y mujeres de nuestro tiempo».

JM,Recondo, El camino de oración en René Voillaume

https://www.carlosdefoucauld.org/Biografias/Rene-Voillaume/Voillaume.htm

Persona y derecho en el pensamiento de Jacques Maritain

El objeto de la investigación propuesta es el análisis de los conceptos de Persona y Derecho a través de uno de sus principales impulsores, como es Jacques Maritain. La filosofía de la persona y de la comunidad, más comúnmente llamada personalismo, forma parte de una determinada línea de pensamiento que en la actualidad está siendo reevaluada. La dificultad encontrada en su surgimiento, también por cierto debate exquisitamente conducido en los círculos intelectuales, impone aún más la necesidad de un renovado deseo de hacer público el discurso de manera que atraiga la atención de muchos hacia la recuperación de una humanización de las relaciones intra-cives y entre la sociedad civil y el Estado. La investigación se realizará siguiendo dos ejes principales en el discurso: uno, el eje histórico, partiendo del significado antiguo del término persona, recorriendo los hechos de su formación hasta su redefinición a la luz del derecho natural. Esta necesidad es aún más urgente en la época actual en la que tanto dentro como fuera del Estado, el derecho positivo muestra claramente todos sus límites, ya que tiende a confinar a la persona humana en un espacio estrecho, acabando por traicionar esos mismos fines que persigue el Estado de derecho se había fijado: una estructura tal que garantizara en su forma las libertades fundamentales, consideradas patrimonio esencial de la persona humana, circunscribiendo y limitando en consecuencia el poder o, en todo caso, dificultando su abuso. El otro, el eje sistemático, surgirá la cuestión de la relación del hombre, en la época contemporánea, con el Estado democrático pluralista, donde pluralismo no significa relativismo ético o de valores, sino que es el pluralismo de ideas, credos, tradiciones y lenguas, raíz cultural del Viejo Continente ahora” perdido». El personalismo, como filosofía autónoma, pero inequívocamente imbuida de valores cristianos, nos parece congeniar con la recuperación de la relación entre la persona y el derecho en la conciencia madura de que la supervivencia del hombre en el siglo XXI está ligada al papel y a la centralidad esa civilización que la Unión Europea siempre ha asignado a la persona humana. Encontramos esta centralidad tanto en la idea cristiana del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, como en el concepto de la filosofía humanista renacentista, y en el humanismo ilustrado (laico).

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Maritain y la espiritualidad de la amistad

Conferencia de Jean Miguel Garrigues.

Tarrés, 30° aniversario de la muerte de Maritain

Es apasionante hablar del sentido espiritual de la amistad que tenía Jacques Maritain a una comunidad que vive también, como la vivió Maritain, de la espiritualidad de fraternidad universal del hermanito Charles de Foucauld. La amistad en Jacques Maritain. en la vida de la pareja de Jacques y de Raïssa, está basada en su ser. Antes de ser una teoría era para ellos una vivencia, algo espontáneo. Tuve la gracia de conocer a Jacques Maritain el último año de su vida. Era un hombre muy mayor, puesto que murió a los 90 años, pero con toda su cabeza. Desde sus 90 años se podía interesar por cada persona y posar una mirada amistosa, abierta y confiada en individuos muy diferentes. Entre los últimos recuerdos de esa época -murió en el año 1973 en Toulouse- recuerdo la gran amistad que le unía con su médico. Estaba enfermo del corazón. Su médico era comunista y no lo escondía; sin embargo, era un hombre muy recto y muy generoso en la vida: era el médico de los pobres, una persona realmente admirable. Pues bien, la diferencia ideológica, por creyente y católico que fuese Jacques Maritain y por comunista que fuese este médico, nunca supuso un problema entre ellos. Uno de los más emocionados el día de la muerte de Jacques Maritain fue justamente este médico.

Esta apertura de espíritu la tenían Jacques y Raïssa porque venían en cierto sentido de un mundo, digamos exterior a la Iglesia, en el que cada uno tiene que buscar la verdad, una verdad que no le ha sido transmitida por una tradición familiar o por una tradición eclesial. Tuvieron que andar y buscar esa verdad como mendigos; sí, fueron mendigos de la verdad. Se ha publicado en Francia una biografía de Jacques y de Raïssa cuyo título es muy bonito: «Jacques y Raïssa, mendigos del cielo». Ellos mendigaron el cielo, mendigaron los misterios de la fe que, para nosotros, católicos de tradición, son tesoros que ni siquiera nos damos cuenta que hemos recibido, mientras que ellos los tuvieron que descubrir desde fuera. Esto les dejó una gran apertura de corazón a todos los seres humanos y a todo lo que de verdad y de amor llevan por el mundo. Cuando se conocieron, se puede decir que la gran aventura de la amistad empezó entre ellos. Su amor, que fue un amor conyugal extraordinario, estuvo sin embargo muy marcado por el sello de la amistad, como se puede ver en sus vidas. Muchas veces se lo digo a los novios en la preparación al sacramento del matrimonio: «desarrollad la amistad entre vosotros, marido y mujer». No es tan frecuente o no ha sido tan frecuente. Quizás hoy en día- con el mayor sentido de la igualdad entre el hombre y la mujer, se desarrolle más. En la pareja no sólo hay complementariedad, sino también amistad. Amistad en la que el otro es valorizado por lo que es como persona, no sólo por ser mi mujer o mi marido, porque le necesito o la necesito para hacer la obra común de la familia. Pues bien, para Jacques Maritain y para su mujer, esto estuvo marcado por una circunstancia personal de la que no se habló hasta mucho más tarde, después de morir Raïssa. Raïssa tenia una salud muy mala: estuvo enferma casi toda su vida. Por eso, al cabo de unos años de vida matrimonial, el médico les dijo que si se quedaba embarazada no respondía de la vida de la madre ni de la del niño. Esto, claro, dejaba muy poca solución humana a unas personas que entonces ya estaban convertidas y que tenían una alta moralidad.

Vieron en esta circunstancia una llamada personal de Dios a que su pareja se transformase en una pareja muy particular, puesto que, a partir de ese momento, es decir, después de ocho años de vida normal de casados, decidieron hacer voto de continencia para vivir así d resto de su vida. Fue entonces cuando acogieron en su casa a la madre y a la hermana de Raïssa, transformando así en cierto sentido su vida de pareja en una vida de pequeña comunidad. Sin embargo, ellos no buscaban para nada una especie de heroicidad cuando decidieron vivir en continencia; pero ésta les fue pedida por el camino que Dios les marcó y por la llamada interior que les dio en ese momento Yo creo que el hecho de tener que renunciar a esa parte de posesividad sexual y erótica, que es santa, buena y muy normal en la vida de un matrimonio, constituyó en el hogar de los Maritain algo muy excepcional. Para ellos resultó una llamada a abrirse a los otros. No tuvieron hijos, pero tuvieron cantidades de ahijados, adultos y también niños. Fueron más los adultos, pues muchas personas se convirtieron en casa de los Maritain. Y se convirtieron porque se sentían allí como en su hogar. Esa casa era como una pequeña comunidad, una comunidad familiar, puesto que allí vivían con ellos, que dormían en habitaciones separadas, la madre y la hermana de Raïssa. Muy pronto hubo también un pequeño oratorio con el Santísimo. Todos, incluso las numerosas personas sin fe, que pasaron por allí, sintieron que en ese hogar había algo muy particular, y eso procedía de que ese voto de continencia que hicieron, lo hicieron no de una manera estoica y voluntarista, sino de la manera como se tiene que hacer, como la tenemos que vivir todos los consagrados. Es decir, renunciar a ejercer la sexualidad para amar más ampliamente, para que el amor no corra el riesgo de quedarse encerrado en los lazos de la carne, sino que se abra a toda la familia humana. Esto todos lo palpaban enseguida en el hogar de los Maritain. 

Para comprender la fecundidad apostólica que tuvieron, creo que hay que partir de la amistad entre Jacques y Raïssa. Se trata de comprender el camino espiritual de su amistad no para imitar, por supuesto, su camino, que fue único, como en el fondo es único el camino de cada persona y de cada cristiano. El de ellos empezó con una enorme crisis interior. Venían del ateísmo. Jacques procedía de una familia de origen protestante, pero pasada ya al agnosticismo. Cuando se conocieron de estudiantes, él ya no tenía fe y Raïssa, que venía de una familia judía de origen piadoso, la había perdido. A ella le quedaban recuerdos de una vida piadosa en Rusia, de donde habían tenido que emigrar por causa de las persecuciones contra los judíos en la época de los zares. Cuando su familia llegó a Francia se hizo una estudiante muy brillante, en un tiempo en que había pocas mujeres en la universidad. Pero, en esa universidad de París de principios de siglo, ella perdió la fe. Era el gran momento de lo que se llamó la ideología «cientista». Parecía entonces que la ciencia lo iba a explicar todo y que Dios era una hipótesis absolutamente absurda y anticuada. Jacques y Raïssa se conocieron en esa soledad tan tremenda que da al ser humano el vivir en este mundo «sin Dios ni esperanza», como dice san Pablo. Y por eso, cuando se enamoraron, lo que representaban el uno para el otro fue en cierto sentido como un absoluto, pues el amor humano era lo único que podía dar sentido a sus vidas.

Pero como ambos tenían en el fondo una personalidad hecha para lo espiritual, ese amor, que normalmente hubiera tenido que dar sentido a su vida, un sentido puramente humano, agudizó más aun su drama personal de la insatisfacción interior. Les resultaba más difícil aún pensar que ese amor humano que sentían el uno para el otro y que representaba para ellos el único absoluto pudiese acabar al final en un agujero en la tierra- Esto les era insoportable y les llevó a una decisión increíble que Raïssa ha contado en su libro de memorias Las grandes amistades, un día, creo que fue en un jardín botánico de París, se dijeron el uno al otro: «Si dentro de un ano no hemos encontrado un sentido trascendental y absoluto a nuestra vida, no podremos soportar seguir queriéndonos en este mundo y pensar que nuestro amor acabará en la nada». Entonces decidieron que, si era así, se suicidarían juntos. Esto indica la intensidad de su vida personal. Este reto a la Providencia que hicieron con este provecto de suicidio para dentro de un ano hizo sin duda que Dios hiciese llegar a sus manos el libro de un hombre que entonces carecía como una especie de mendigo y de profeta que vociferaba desde su soledad: León Bloy. León Bloy era un escritor, no un filósofo, de gran talento. Estaba tan penetrado del cristianismo con un evangelismo tan radical que en el fondo les parecía a la gente como un profeta al que era imposible seguir. Vivía muy pobremente. Casado y con dos hijas, malvivía con unas dificultades económicas increíbles porque sus libros le aportaban muy poco dinero. Se le habían muerto dos niños de hambre y de frío. Jacques y Raïssa leyeron por casualidad un volumen de su Journal, de su diario personal. En este vieron que aquel hombre no tenía de que vivir y que a veces no podía ni dar de comer su familia. Esto les conmovió.

Así empezó la conversión de Jacques y Raïssa, a través de un gesto de amistad hacía un hombre que no conocían: le mandaron a través de la editorial una carta y un giro postal con dinero. No eran ricos ni el uno ni el otro, eran estudiantes, pero sacaron un poco del dinero que tenían ahorrado y se lo mandaron a Bloy para ayudarle. La carta que les contestó León Bloy, emocionado al ver que dos jóvenes habían pensado en un hombre ya mayor que luchaba por sobrevivir, existe todavía y se puede ver en la exposición «Las grandes amistades de Jacques y de Raïssa Maritaín» así como en el catálogo de ésta. En esta carta Bloy les invita a venir a verle a su humildísima casa de la colina de Montmartre, entonces en las afueras de París. Y allí subieron. No sabían que en realidad iban al encuentro de Cristo. Porque en esa casa encontraron la fe, una fe evangélica, viva, compartida por toda esa familia que vivía muy pobremente. Tocaron, dicen ellos, casi con los dedos la realidad del cristianismo que se vivía allí. Y allí descubrieron lo que es en realidad la Iglesia en su ser profundo: comunión de caridad, comunión de amistad.

Cuando tuvimos hace unos anos en París la misma exposición, «Las grandes amistades de Jacques y Raïssa», que ahora está expuesta en Barcelona, pudimos todavía reunir una mesa redonda con personas que habían conocido a los Maritain mucho más que yo. que sólo le conocí los últimos meses de su vida, y en una época en que eran mucho más jóvenes. una de ellas era la nieta de León Bloy. Esta me dijo que su madre le había contado que el día en que Jacques y Raïssa fueron a ver a León Bloy por primera vez, éste le dijo a su hija, que entonces tenía trece o catorce años, pero a modo de juego: «Mira, limpia bien y que esté todo impecable, porque voy a recibir hoy a un príncipe y a una princesa». La niña estuvo excitadísima pensando que iban a venir un príncipe y una princesa y limpió todo a fondo. Cuando llamaron a la puerta salió con el corazón que le latía y vio a estos dos jóvenes que le parecieron tan guapos, irradiando tal belleza humana y dignidad espiritual, que se quedó absolutamente convencida de que eran un príncipe y una princesa. Después fue una gran desilusión para ella cuando se enteró de que no lo eran, Esto índica lo que Jacques y Raïssa llevaban ya dentro, lo que eran. Allí se encontraron con un hogar en que les abrían los brazos, algo como una pequeña iglesia. Allí iban también otras personas, porque León Bloy, a pesar de toda su pobreza, soledad y fracaso mundano, que hizo que no ganara dinero con sus libros, había tocado el corazón de una serie de artistas y de intelectuales, entre otros el gran pintor francés de principios de siglo Georges Rouault Todos los que visitaban la casa de los Bloy descubrían la fraternidad cristiana a través de esa comunión de amistad que allí se palpaba. Para ellos fue una experiencia decisiva. Yo creo que ese tipo de comunión abierta a todos, que además les era tan connatural, la prolongaron después a su propia vida.

Después de hacer ese voto de castidad del que hemos hablado, ellos mismos reunieron alrededor de su hogar gran un grupo de amigos. Después de la guerra de 1914 el impacto impresionante de la inteligencia filosófica de Jacques, a través de sus libros y como profesor de la universidad católica de Paris, y el temperamento artístico de Raïssa, que era no sólo una mística sino una poetisa, ejercieron un inmenso atractivo sobre tantas personas que vinieron hacia ellos. Aquellos que se encontraban con ellos, o incluso sólo con Jacques a través de un curso o de una conferencia, se daban cuenta de que entraban en contacto con mucho más que un intelectual con un alma, era un ser animado por una vida intensa, y a la vez con una personalidad sencilla y abierta, capaz de interesarse por todos y por todo. Lo contrario del intelectual encerrado en su torre de marfil a un nivel al cual los otros no pueden acceder. Toda la vocación de Jacques y de Raïssa consistió siempre en compartir el pan de la verdad, de la bondad y de la belleza, esos alimentos tan fundamentales que son nuestro pan cotidiano para nuestro espíritu, pues todos necesitamos verdad, bondad y belleza. Este pan lo compartieron toda su vida con muchos intelectuales y artistas y toda una élite del espíritu. Pero entre ellos había muchos que aún no eran famosos y que encontraron en casa de Jacques y de Raïssa un hogar espiritual y humano en el que pudo madurar lo mejor de sí mismos. Muchas de estas personas estaban muy marcadas por el sufrimiento y el pecado. Durante todo el periodo entre las dos guerras mundiales, la casa de Jacques y de Raïssa en el pueblo de Meudon, a las afueras de Paris, fue un sitio en el que se recibió a mucha gente que después fue muy conocida. Algunos lo eran ya, pero la mayoría lo fue sólo años después. Allí se les recibía no sólo porque eran literatos, artistas o intelectuales, sino como personas humanas, en el plano de la amistad. Como Jacques y Raïssa eran grandes creyentes y, ahora lo sabemos desde la publicación del Journal spirítuel de Raïssa, verdaderos místicos con una vida de oración personal impresionante, esas personas se abrían espontáneamente a ellos y les hablaban de sus dramas personales.

No hay que creer que porque se tengan grandes dotes no se tienen grandes pecados, ni grandes angustias, ni grandes sufrimientos, pero ellos sabían siempre adivinar y permitir a esas personas que se abriesen sobre lo que les acongojaba. Frecuentemente hablaban de su incredulidad y de su ateísmo. Como Jacques y Raïssa habían pasado por ello, podían entenderles desde dentro y seguirles con mucha paciencia en sus luchas internas entre el ateísmo y la fe. Mantuvieron siempre una amistad incondicional, incluso con aquellos que estaban más alejados de la fe o de la moral cristiana. Para Jacques Maritain la amistad puede existir entre personas de diferentes religiones, de diferentes ideologías, de diferentes opciones humanas, porque la amistad toca lo más profundo de la persona humana. Lo único que es indispensable para una amistad es una rectitud de aspiración ética común. Sin esta la amistad no es más que una complicidad en el mal.

En cambio, entre personas que de buena fe buscan esta verdadera amistad, y sobre todo dentro de la rectitud moral no hay límite, porque la persona siempre trasciende a la ideología o a la tradición a la que pertenece puesto que refleja, como imagen de Dios, algo que está por encima de toda idea humana. Esto Jacques y Raïssa lo supieron hacer, no sólo con los que luchaban con su incredulidad, sino con todo tipo de personas: gente abandonada por un cónyuge o que se había quedado viuda y estaba sola, homosexuales, etc. Hay dos correspondencias publicadas de Jacques Maritain muy impresionantes con dos escritores que se hicieron muy famosos: un poeta, Jean Cocteau, y un novelista, Julien Green. El uno y el otro llevaban ese gran sufrimiento de su homosexualidad. En las cartas se ve con qué amor, con qué paciencia, con qué cariño Jacques y Raïssa no sólo nunca los excluyeron, sino que siempre les orientaron hacia la verdadera amistad de la cual ellos mismos daban testimonio. Y esto mismo lo hacían con una delicadza que permitió que los otros nunca se sintieran condenados. Estos dos literatos, cada uno a su manera y en una etapa diferente de su vida, llegarían a poner su vida en orden y a encontrar a Cristo.

En estas situaciones delicadas ellos fueron muy audaces para saber conciliar el amor con el testimonio de la verdad. El católico muchas veces, por mantener con rectitud la mora] cristiana que enseña la Iglesia, puede mostrarse rígido al juzgar al pecador y hacer que la religión cristiana sea para muchos algo que les repele. Jacques y Raïssa supieron presentar siempre con amor y paciencia las exigencias morales del Evangelio. En un momento dado, en una carta a Julien Creen que forma parte de la correspondencia que se ha publicado en francés bajo el título de Una gran amistad, le dice Jacques: «Cristo nos ha pedido a algunos (aquí hace alusión a el y a Raïssa pero por otros motivos muy diferentes a los de su interlocutor) que nos hagamos eunucos por el Reino de los Cielos, pero no nos ha pedido a ninguno que nos arranquemos el corazón». El sabia muy bien distinguir lo que eran las exigencias de la auténtica pureza evangélica y lo que era convertirse en un ser que, por mantener una moralidad formalista, se seca, se endurece y pierde la capacidad de amistad.

Es un aspecto muy bello de la vida de Jacques y de Raïssa. Por su casa pasaba gente de diversas ideologías y confesiones (cristianos ortodoxos o protestantes) como también personas que estaban muy abiertas al contacto con las religiones no cristianas. Fueron discípulos de Maritain los que abrieron el camino del encuentro con los musulmanes y los hinduistas. Pensemos en Louis Massignon, que fue un pionero al estudiar a los místicos musulmanes, o en Olivier Lacombe, que lo hizo con el hinduismo. Siguiendo la filosofía de Maritain, lo hicieron siempre con gran magnanimidad y altura de pensamiento, nunca rebajando con una polémica o una apologética simplista la postura del otro. A la inversa, nunca cayeron en un sincretismo como hoy se cae a veces cuando se quiere ser abierto. Supieron compaginar la firmeza de la inteligencia con una gran dulzura y compasión de corazón. Jacques dice, en una correspondencia pública que tuvo con Jean Cocteau, una frase que está citada en la exposición y que es muy bella: «Hay que tener el espíritu duro y el corazón tierno «. Hay muchas personas que, al querer tener el espíritu firme, es decir, «duro» en el sentido de que buscan la verdad con determinación y no están dispuestos a hacer componendas con lo que consideran que no es la verdad, tienen muchas veces también el corazón seco. A la inversa, las personas que tienen el corazón tierno, muchas veces tienen un espíritu blando, es decir sin ejes, algo incoherente, que quiere poner a todos de acuerdo sin enfrentarse de verdad con los problemas.

Yo resumiría así lo que Maritain decía al final de su vida en Le paysan de la Garonne (1965): «Me han tachado en una época de mi vida de ser de izquierdas y en otra época de ser de derechas. A mí me parece que tengo una cabeza que parece de derechas, porque creo en la verdad, y un corazón que parece de izquierdas, porque aspiro a la generosidad. La gente de catolicismo tradicional está de acuerdo con los principios que mantengo, pero en cambio tienen dificultad en adoptar mi simpatía por todo ser humano que está buscando la verdad con rectitud, pero con dificultad. Nunca le puedo condenar a partir de esa verdad que he recibido de la fe. porque siento compasión por ese compañero de camino en la vida El va como puede por el camino y yo no le tengo que condenar sino ayudar. En ese sentido es verdad que me parezco a un hombre de izquierdas. Pero en realidad no soy ni lo uno ni lo otro. No soy nada más que un seguidor de Cristo; aunque mi postura evangélica se aproxime en ciertos aspectos más a lo que se llama mentalidad de derechas y en otros a lo que se considera mentalidad de izquierdas.» La verdad es que entre sus múltiples amistades había personas que venían de las dos mentalidades.

Acerca de la amistad en los Maritain hay que hablar, tanto o más que de lo que él ha escrito, de lo que ellos hicieron y de su vivencia espiritual en esta dimensión de su existencia. Después de hablar de las religiones- hay que decir algo de la amistad cívica, e incluso de la amistad política. Maritain ha introducido este concepto de la amistad en el ámbito del civismo v de la política, cosa que va en contra de toda una tradición de filosofía política que viene de Maquiavelo. Escribió en contra del maquiavelismo en política, porque maquiavelismo es legitimar la estrategia bélica en la vida política, no ver en este otro fin que el del triunfo en la toma y conservación del poder. Va en contra de toda búsqueda de la verdad y del bien en el ámbito de la sociedad, y esto es algo gravísimo contra lo que Maritain luchó toda su vida.

¿Cómo no hablar aquí, en este momento y en este país, de lo que supuso para él la guerra civil española? Sabemos ahora, gracias a todo lo que se ha puesto de manifiesto en la exposición de Barcelona, que Maritain mantenía lazos muy estrechos desde anos antes de la guerra civil con todo un sector catalán de intelectuales católicos abiertos y democráticos, compuesto de seglares y de clérigos. Los tenia también con otros españoles, pero más aislados, en el ámbito castellano, sobre todo a través de Alfredo Mendizábal, profesor de derecho, quien invitó a Maritain en 1934 a dar en Santander un cursillo de verano que fue como el boceto de su gran obra Humanismo integral. En Barcelona no eran sólo algunas personas sino todo un grupo, un «milieu» como se dice en Francia, de catolicismo abierto que estaba preparado para poderse entender con Maritain. Estos lazos existían ya años antes de estallar la guerra civil. Por eso sufrió terriblemente el drama de la guerra. La consideró como una verdadera tragedia. Escribió el prefacio de un libro que se publicó en la colección que dirigía el profesor de la universidad de Oviedo Alfredo Mendizábal, cuyo título era justamente Los orígenes de una tragedia. En este prefacio rebate la tesis de que la guerra civil era una guerra santa. Reconocía que a veces hay situaciones, y que sin duda este era el caso entonces de los católicos españoles, en que se puede ejercer el derecho de legítima defensa. Pero recordaba que esa legítima defensa no debe nunca ser presentada como una guerra santa o una cruzada.

Esta postura hizo que fuera insultado y presentado como una «bestia negra» durante muchos años en España. Después de la guerra civil, no se podía casi mentar en España a Maritain por el valor que tuvo en denunciar una visión maniquea, en la que todo el bien está de un lado y todo el mal del otro, sin ver la parte de mal que comporta cada uno de ellos. Esta amistad cívica le llevó a crear, con otros intelectuales franceses y españoles (entre los cuales Alfredo Mendizábal y José-María de Semprún y Gurrea, padre del escritor y ex ministro Jorge Semprún y Maura), un comité para la paz civil en España. Consideraba que, cuando estalla una guerra civil, es un deber de amistad cívica ayudar a que se pueda pactar una paz justa entre las partes que se enfrentan. Quería contribuir a que saliesen de esa tragedia los españoles envueltos en ella, ya fuesen castellanos, catalanes o vascos, sin que el fin de la guerra fuese simplemente la victoria aplastante de un bando sobre el otro, con todas las represalias que preveía.

Maritain se implicó enormemente en esta tarea de amistad cívica, como debía después comprometerse también en la resistencia contra el nazismo y contra su extensión en Europa. Recibía en efecto muchísimas peticiones de ayuda por parte de gente, particularmente judíos que salían huyendo de Alemania y de otros países ocupados por el régimen de Hitler, y protestó muy valientemente en unas conferencias que dio en París en el año 1938-1939, justo antes de estallar la guerra mundial, que tuvieron gran repercusión pública en Francia y fuera de ella. Por eso, si no llegan a encontrarse los Maritain en Estados Unidos dando una serie de conferencias en el año 1940, cuando los alemanes entraron en París, se los hubieran llevado a un campo de concentración, pues la Gestapo tenia a Jacques en su lista negra y fue directamente a su domicilio para arrestarlo. Les salvó la vida el que el gobierno de la República Francesa hubiera enviado a Jacques a Estados Unidos, donde ya era muy conocido, para que a través de sus conferencias animase a Estados Unidos, todavía neutrales, a entrar en la guerra contra los nazis.

Gracias a esto no fueron atrapados en la Francia ocupada, pero perdieron a muchos de sus amigos, sobre todo Judíos que murieron en campos de concentración. Para Jacques y Raïssa fue algo espantoso. Los poemas de Raïssa sobre el exterminio de los judíos, escritos en Nueva York durante la guerra, son de una belleza trágica. Dan testimonio de que para los Maritain la amistad iba siempre unida con la compasión. No hay autentica amistad de verdad si no se está dispuesto a tomar parte en lo que hace sufrir al amigo, a compartir con él sus alegrías y sus sufrimientos. El libro de Raïssa que se acaba de publicar ahora en traducción al catalán. Les grans amistats, está escrito en Nueva York en el año 1941. El segundo volumen salió en 1944. hacia el final de la guerra mundial. Era un momento tremendo para ella. Intentando escapar un momento de esa pesadilla a la cual asistían sin poder hacer nada más que hablar por la radio americana, sin poder compartir la existencia de tanta gente en Francia y en la Europa ocupada por el régimen nazi, Raïssa, para encontrar un poco de sosiego, se refugia en la memoria y recuerda todas las misericordias recibidas de Dios en los años que siguieron a su conversión. Así salió este libro, que es mucho más que unas memorias: es como un canto espiritual de acciones de gracias, una confesión de la bondad y de la misericordia de Dios en aquel momento en que la esperanza te resultaba tan difícil.

Hay un poema de Raïssa, escrito poco antes de la guerra mundial, en el período en que los nazis entraban en Viena, en Praga y en otras capitales centroeuropeas, provocando el suicidio de muchos judíos que sabían lo que les esperaba si caían en sus manos. Pienso que a ellos estas noticias funestas les debieron recordar aquel suicidio desesperanzado que habían estado a punto de cometer en su juventud, justo antes de descubrir la fe. Escribe Raïssa un poema precioso cuyo título es A los muertos desesperados. Se lo dedica a esos judíos que no ha encontrado salida para su desesperación más que en el suicidio. Ello indicaba con qué intensidad vivieron ellos sus amistades. Además, hicieron amigos por todas partes, en todo lugar donde tuvieron contactos humanos, como en Estados Unidos o en América latina, donde hicieron un largo viaje a la Argentina en 1936. Uno de estos amigos hispanoamericanos fue el chileno Eduardo Frei, que después fue presidente de la República en su país.

Jacques Maritain apoyó mucho el movimiento democrático en América latina en un momento en el que. como se sabe, muchos de estos países estaban prácticamente amenazados de caer en las manos de dictaduras. Más tarde, cuando volvieron a Estados Unidos después de los tres años que pasaron como embajadores ante el Vaticano al acabar la guerra mundial, se encontraron en la Universidad de Princeton, donde Jacques estuvo años como profesor, con cabezas de máxima altura, como el propio Einstein, o Oppenheimer, el inventor de la bomba atómica. Este último padecía una gran angustia porque suponía que la bomba atómica, a la cual había considerado como una necesidad para acabar antes la guerra del Japón, iba a desatar una carrera de armamentos que podría llevar al mundo a un suicidio nuclear. En Estados Unidos tuvieron a la vez otro tipo muy diferente de amistades, y esto nos indica la apertura de los Maritain. Fueron íntimos amigos del padre trapense Thomas Merton, autor famosísimo de libros de espiritualidad de gran envergadura, que era él también un convertido. ¡Se puede ver en la exposición una carta muy bonita de Thomas Merton a Jacques cuando éste publicó e! diario espiritual de Raïssa, después de haber muerto ella. En esta carta Merton evoca la gran amistad que hubo entre ellos en Estados Unidos.

Otro amigo americano de los Maritain fue una personalidad moralmente admirable. Hoy su nombre ha sido olvidado, pero entonces John Griffin tuvo un gran éxito. Era un periodista americano que en los años 1950 se interesó por la causa de los derechos humanos de los negros en Estados Unidos, adelantándose mucho a lo que sería después la lucha pacífica de Martín Luther King. Se le ocurrió hacerse pigmentar la piel para parecer negro y poder escribir un libro que se llamase En la piel de w negro. Quiso contar a los norteamericanos blancos cómo se vivía en Norteamérica cuando uno tenía la piel negra, y poder hacerlo de una manera auténticamente autobiográfica. Ese libro fue un best seller en Estados Unidos y se tradujo a varias lenguas en aquel momento en que la cuestión de la igualdad entre las razas era una cuestión critica en Norteamérica. Pues John Griffin fue uno de los grandes amigos de Jacques, hasta tal punto que, en su último viaje a Estados Unidos, ya muerta Raïssa, estando él retirado con los hermanitos del Padre de Foucauld. sintió la necesidad de volver a verle por última vez. Era el año 1966 y sabía que le quedaban pocos años de vida. Quiso volver a visitar a sus amigos americanos, entre ellos a Merton y a John Griffin, el cual sabia que se iba a morir pronto de un cáncer de piel provocado por la pigmentación artificial a la que se había sometido para poder escribir su libro.

Maritain amó mucho al pueblo americano, algo poco frecuente en un francés, muy significativo por lo tanto de su apertura de espíritu y de corazón. Me parece que es importante comprender la visión que tenía Jacques del pueblo norteamericano. En efecto, vemos hoy a Norteamérica como una potencia imperial, cuando no imperialista, y más aún desde la guerra de Irak. Pero Jacques veía al pueblo americano y constataba que lo distingue de la sociedad europea el que no es un pueblo burgués. Los pueblos europeos somos pueblos de tradición en que todos hemos recibido algo, y para Jacques la burguesía, continuadora de la aristocracia, consiste en la herencia que recibimos por el mero hecho de nacer. Para Maritain la democracia norteamericana, este pueblo de desterrados, de exiliados y de emigrantes, fue constituida por gente que dejaba atrás todo al marcharse del Viejo Continente. Con el sistema que se creó en Estados Unidos, cada generación, aparte de unas cuantas grandes familias de millonarios, tiene que volver a empezar prácticamente desde cero. Por eso no hay burguesía, ni el espíritu conservador con que ésta ha marcado al Viejo Continente. A él le gustaba ese pueblo Joven, en que el chico que vende botellas puede hacerse «self-made-man». una persona que se construye a sí misma.

En un sector completamente diferente, las amistades de los Maritain incluyeron también a personalidades de la jerarquía eclesiástica, como Gianbattista Montini, que fue después el papa Pablo VI. Fue esta una amistad antigua, que venía de cuando él era embajador en Roma. Maritain había percibido en el colaborador de Pío XII que era Montini una sensibilidad muy parecida a la suya. En efecto, se parecían en muchos sentidos. Pablo VI es un Papa algo desconocido para las generaciones actuales. Era un hombre muy interior, a la vez que algo introvertido y tímido. Montini había traducido un libro de Maritain al italiano cuando era sacerdote y después le protegió mucho, porque en varios momentos ciertas obras de Maritain corrían riesgo de ser censuradas como demasiado audaces. Como gesto de reparación, Montini, como papa Pablo VI, quiso, al clausurar el Concilio en 1965, entregar a Jacques Maritain el mensaje para los intelectuales del mundo. En efecto, el Concilio se terminó con varios mensajes a diferentes sectores de la humanidad, entregado cada uno a una personalidad simbólica. Es así como Jacques subió hasta el trono del papa para recibir el mensaje dirigido a los intelectuales. Iba vestido sencillísimamente, pues ya vivía con los Hermanitos de Jesús a los que daba clases de filosofía en Toulouse. Con la apariencia humilde del que pocos años después sería Hermanito de Jesús, así subió hasta el trono del papa aquel hombre que veinte años antes había representado solemnemente a Francia como embajador ante la Santa Sede. Terminaba su vida expresando lo que siempre había llevado en lo más hondo: ese amor a la sencillez, a la pobreza, al evangelismo. Y el papa quiso que simbólicamente fuese a alguien así a quien se transmitiese el mensaje del Concilio para los intelectuales.

Esto me lleva a hablar de la amistad de Jacques con el Padre Rene Voillaume y con la familia de Foucauld, que acabó convirtiéndose en la suya, puesto que pasó los trece últimos años después de la muerte de Raïssa como profesor de los Hermanitos, viviendo completamente con ellos y como ellos en un barracón en el jardín del convento de los dominicos de Toulouse, donde le conocí. Maritain sintonizaba perfectamente con la espiritualidad del Padre Foucauld, con su fraternidad universal, con esta humildad, sencillez, proximidad con todo tipo de personas, cualquiera que fuese su cultura, su religión, su ideología. Hay un texto de Jacques, publicado en los Cahiers Jacques Maritain, sobre la vocación de los Hermanitos de Jesús, que manifiesta lo bien que comprendía esta vocación. Explica cómo el carisma de Foucauld consiste en expresar la caridad de Cristo a través de los gestos de la vida cotidiana, que no son los gestos sacros de las demás órdenes religiosas. Por eso no llevan hábito, porque ni tienen un convento. Como los signos sagrados en su vida están reducidos al mínimo, uno se pregunta dónde está la mediación a través de la cual se va a manifestar el Evangelio. Según explica Jacques. va a ser a través de los gestos cotidianos que constituyen lo que él llama «microsignos». Estos son signos mínimos a través de los cuales se expresa el carisma de una persona que tiene esta vocación. Esta encontrará instintivamente con la gracia del Espíritu Santo la palabra o el gesto de la vida cotidiana que hay que hacer para hacerse cercano en la caridad, prójimo, ¡de aquí! que está lejos de Cristo.

Ahí se ve cómo realmente lo que fue el final de la vida de Maritain era lo que llevaba dentro de sí desde el principio. Hay algo de estos «microsignos» de la caridad que pasa por la mirada, como se puede ver en la foto tan conocida del Padre de Foucauld en la que este le mira a uno. Su mirada expresa misteriosamente la mirada de Cristo que capta toda nuestra persona. También Jacques compartía algo de esa mirada de Cristo. Yo que le conocí al final de su vida, recuerdo la mirada de esos ojos de un azul tan intenso. Sólo he visto ese azul en los ojos de Juan Pablo II. Parecía que fuese ya su mirada de vida eterna. Tenía entonces el pelo tan blanco que parecía su rostro el de un icono. Se comportaba con una sencillez absoluta- Incluso en la humilde capilla de los Hermanitos, en la que se pasaba horas adorando al Santísimo, no se le veía más que como un bultito prosternado en un rincón. Parecía imposible que ese hombre de noventa años pudiera pasarse tanto tiempo sentado en el suelo sobre sus talones o prosternado. A pesar de padecer del corazón, había conservado su cuerpo una flexibilidad juvenil. Estaba delgadísimo y parecía que ya no tenía casi corporeidad; a la vez había en él como una frescura juvenil que expresaba físicamente esa adaptabilidad suya a los seres y a las situaciones; que hizo que hiciera nuevos amigos hasta el final de su vida.

A él, con ochenta y tantos años, seguían viniendo amigos que tenían entonces veinticuatro o veinticinco años. Nos recibía a nosotros, que éramos todavía unos chicos, con ese respeto que el tenía ante cada ser, ante cada alma. Yo creo que eso es quizás la mayor manifestación de la amistad. El amor de amistad empieza con un inmenso respeto por la persona del otro, que nos hace escuchar incluso a los que nos contradicen. Es un respeto por la imagen de Dios en el hermano. Esto es lo último que puedo dejar como testimonio de alguien que ha recibido algo así como el último destello de la vida y de la amistad de Maritain. Después de haberme encontrado personalmente con él, pude comprender mejor lo que él y Raïssa decían en sus escritos. A veces, cuando se ha encontrado una mirada o se ha visto una cara, se ha comprendido a la persona. En mi vida lo primero que capté del Padre de Foucauld fue su mirada, y todo lo que después leí de él estaba dentro de esa mirada que reflejaba a la de Cristo. Pues bien, Jacques y Raïssa Maritain tenían también esa mirada que es como el «microsigno» de la familia espiritual de Foucauld.

Cf. https://www.carlosdefoucauld.org/Biografias/Maritain/Maritain.htm

LA IGLESIA DEL CIELO – Jacques Maritain

jacques maritain

Las preguntas más simples hacen grandes libros. Y son también la firma de grandes almas. En la primavera de 1963, Jacques Maritain acababa de perder sucesivamente a su esposa, Raïssa, ya su hermana, Véra, dos compañeras de vida, oración y creación durante más de setenta años. A petición de los Hermanitos de Jesús, con quienes se retiró, el filósofo ofreció una “charla gratuita” sobre “la Iglesia del Cielo”, entonces todavía llamada “Iglesia Triunfante”.El texto ha conservado la inmediatez y la sencillez de estas entrevistas: este librito parece hablar directamente al lector. La de Jacques Maritain que se vuelve firme y dulce, lleno de vacilaciones al hablar precisamente de lo que olvidamos demasiado a menudo, de esta comunión que nos une a nuestros antepasados, a los vivos que han pasado por la muerte y han vuelto vivos. De ese otro mundo del que los cristianos, paradójicamente, hablan tan poco, incluso entre ellos. “Y sin embargo, el otro mundo está presente en nuestro mundo, se invita a sí mismo allí como un rayo, invisiblemente. De esta profunda convicción nació un hilo de esperanza del que se cosen estas páginas. Lo cual no deja nada del dolor, tan modestamente inconsolable, lejos del pesado deber del “trabajo de duelo” que nos impone con tan sospechosa premura nuestro tiempo m. El editor supo dar a este admirable texto, de raro estilo, una acogida digna y ajustada. Un librito que de principio a fin es un don gozoso, como la comunión de los Vivos, en la tierra como en el cielo.

Haz clic para acceder a Le-mystere-de-l-Eglise-selon-Jacques-Maritain_M.Conturie.pdf

Jacques Maritain y los Hermanitos de Jesús

por Frère Maurice Maurin

1. Tan pronto como nos enteramos de la muerte de Raïssa en 1960, el hermano André, que estaba a cargo de los estudios en Toulouse, partió para reunirse con Jacques Maritain en París. El hermano André estuvo muy unido a los Maritain desde el momento de su conversión, incluso durante un tiempo vivió en su casa en Meudon. También fue un filósofo y un eminente islamista (Su Frère André (Luois Garder), cf. Michel Nurdin, Un demi-siècle d’amitié bénie, Cahiers Maritain, 14, pp. 59-63). A su regreso de Kolbsheim, donde había tenido lugar el funeral de Raïssa, el hermano André anunció que Jacques Maritain pronto vendría a vivir con nosotros. Éramos entonces unos cincuenta Hermanitos de Jesús, estudiantes de teología con los dominicos en las afueras de Toulouse. Según los hábitos, ligados a nuestra vocación, vivíamos en pequeñas comunidades de cuatro o cinco hermanos, en departamentos alquilados en el barrio o en casas de madera, que habíamos construido en terrenos que eran de los dominicos y que llamábamos «chabolas». Por lo tanto, fue necesario disponer dos pequeñas habitaciones conectadas a la sala de reuniones y convertirla en un pequeño apartamento para Jacques: un dormitorio y un estudio donde pudiera seguir recibiendo. Todo en la mayor sencillez.
En el curso de nuestros estudios, todos leímos y estudiamos textos y libros de Jacques Maritain. El hermano André hablaba a menudo de él en reuniones o personalmente. Sabíamos que había sido de gran importancia en su conversión, así como en la búsqueda de su vocación personal. Ocurrió entonces que nos estaba leyendo una carta que había recibido de Jacques y que consideraba profética:
“¿Una vida contemplativa en el mundo? […] Así es. Pero, sin embargo, se justificaría en el mundo sólo con el deseo de servir a las almas, y por lo tanto de ser un camino o su impronta, para soportar valientemente por ellas todas las penas, amarguras e inútiles idas y venidas, inevitables del comercio con los hombres, si nada más para dar testimonio entre ellos de la misma contemplación y amor eucarístico de Nuestro Señor.
Si tenéis que quedaros en el mundo, creo que es por la voluntad de dejaros absorber por los demás, salvaguardando sólo la parte (muy grande) de soledad necesaria para que Dios os haga algo útilmente absorbible… ¿Qué queda después? La impresión, la idea, la esperanza de que el Espíritu Santo preparará algo en el mundo, obra de amor y de contemplación, que querrá de las almas totalmente liberadas e inmoladas también en medio del mundo…”. Jacques me dijo más tarde que había escrito esa carta pensando en la vida y la vocación de Raïssa.
Y así, el 6 de marzo de 1961, vimos llegar a Jacques. Hacía mucho frío y parecía muy cansado. Inmediatamente fue escoltado al apartamento preparado para él. El hermano André nos había aconsejado enfáticamente que lo dejáramos solo, sobre todo para no molestarlo. Jacques regresaba de Estados Unidos, adonde tenía que ir para arreglar ciertos asuntos y llevarse lo que necesitaba, pues con Raïssa habían venido a Francia sólo para un período de descanso y encuentros, cuando desde el primer día en París, Raïssa tenía de repente se derrumbó, cruelmente golpeado por la enfermedad. A su regreso, Jacques se detuvo en Kolbsheim con sus amigos de Grunelius y decidió pasar las vacaciones de verano con ellos.
En los primeros días, podíamos vislumbrar a Jacques, especialmente cuando salía de su casa para dar un paseo por las avenidas de nuestro parque. La misa era siempre al mediodía y Jacques asistía. Como nuestra capilla tenía bancos por todas partes, donde podíamos sentarnos, pero solíamos arrodillarnos en el suelo desnudo, los hermanos habían pensado en hacer un reclinatorio para Jacques, y para no avergonzarlo, habían hecho cuatro. Pero Jacques, desde la primera vez, se arrodilló en el suelo desnudo. Se le podía ver por la noche al fondo de la capilla, arrodillado en un rincón, una figura oscura iluminada por la lámpara del santuario.
Cerca había una pequeña comunidad de monjas dominicas contemplativas. Jacques, Raïssa y Vćra habían conocido a su fundador en Meudon. Estas monjas fueron providenciales para Jacques. Al principio le prepararon la comida del mediodía, pero, sobre todo, una de las monjas hizo de secretaria, ayudándole a mecanografiar los manuscritos y parte del correo.
Un día, saliendo juntos de la capilla, le hablé y lo invité a cenar en nuestra pequeña fraternidad de cinco hermanos. Jacques aceptó y vino. Desde el principio, con sencillez y atención fraterna, nos comprometió a llamarlo Jacques, lo que hicimos con naturalidad, sin titubeos ni complejos. Tenía una mirada que expresaba una gran dulzura, unos ojos azules que se detenían en cada uno, con respeto y mucha atención. Ciertamente podías comprender la fatiga y el dolor, pero inmediatamente te sentiste a gusto con él y en una relación amorosa. El gran Jacques Maritain fue ante todo un corazón, una mirada. Con cuidado de no llegar demasiado tarde, lo acompañé a su casa caminando lentamente. Frente a la puerta, le dirigí algunas palabras: comprendí su sufrimiento, éramos sus Hermanitos, estábamos felices de que estuviera con nosotros y queríamos ayudarlo. Me dio las gracias y me abrazó. Estaba totalmente fascinado.
Pero Jacques pronto enfermó, tosía mucho, tenía fiebre y el corazón muy cansado. Antes de mis estudios, había trabajado en Marruecos como enfermera, así que en Toulouse tuve la tarea de enfermera para los hermanos, lo que me permitió ir a visitar a Jacques. Era necesario llamar a un médico. El hermano André buscó el consejo de un padre dominico, amigo de Jacques, quien apeló a un eminente profesor católico. ¡Fue un fiasco! Ese profesor cansó a Jacques haciéndole muchas preguntas sobre su carrera, pero sin interesarse mucho por el paciente. Después de que se fue, Jacques dijo que no quería volver a verlo y que necesitaba que lo viera un médico de verdad. Descubrí otro aspecto de Jacques: tenía una personalidad fuerte, podía irritarse, pero se calmaba muy rápido y se disculpaba con mucha humildad. Luego me dirigí al médico local, el Dr. Roger Tauber, a quien conocíamos y apreciamos. No se le acercó de inmediato, porque era un comunista militante; también era judío de origen rumano, lo que no podía desagradar a Jacques. Aunque era un domingo por la mañana, había venido de inmediato y con mucho cuidado había visitado a Jacques, que tenía una bronquitis, agravada por un estado de debilidad cardíaca. El médico regresaba todos los días para monitorear personalmente el curso de la enfermedad y, si era necesario, ajustar el tratamiento. Ese hombre era de gran bondad: ese fue el comienzo de una gran confianza y una fraternal amistad entre los dos, y posteriormente un gran apoyo para cada uno de ellos. porque era un militante comunista; también era judío de origen rumano, lo que no podía desagradar a Jacques. Aunque era un domingo por la mañana, había venido de inmediato y con mucho cuidado había visitado a Jacques, que tenía una bronquitis, agravada por un estado de debilidad cardíaca. El médico regresaba todos los días para monitorear personalmente el curso de la enfermedad y, si era necesario, ajustar el tratamiento. Ese hombre era de gran bondad: ese fue el comienzo de una gran confianza y una fraternal amistad entre los dos, y posteriormente un gran apoyo para cada uno de ellos. porque era un militante comunista; también era judío de origen rumano, lo que no podía desagradar a Jacques. Aunque era un domingo por la mañana, había venido de inmediato y con mucho cuidado había visitado a Jacques, que tenía una bronquitis, agravada por un estado de debilidad cardíaca. El médico regresaba todos los días para monitorear personalmente el curso de la enfermedad y, si era necesario, ajustar el tratamiento. Ese hombre era de gran bondad: ese fue el comienzo de una gran confianza y una fraternal amistad entre los dos, y posteriormente un gran apoyo para cada uno de ellos. El médico regresaba todos los días para monitorear personalmente el curso de la enfermedad y, si era necesario, ajustar el tratamiento. Ese hombre era de gran bondad: ese fue el comienzo de una gran confianza y una fraternal amistad entre los dos, y posteriormente un gran apoyo para cada uno de ellos. El médico regresaba todos los días para monitorear personalmente el curso de la enfermedad y, si era necesario, ajustar el tratamiento. Ese hombre era de gran bondad: ese fue el comienzo de una gran confianza y una fraternal amistad entre los dos, y posteriormente un gran apoyo para cada uno de ellos.
2. Pocos días después de la llegada de Jacques a Toulouse, el hermano René Voillaume, fundador y luego prior, había escrito a todos los Hermanitos: «Es un don precioso de la Providencia que la amistad de Jacques por nosotros, y su vida espiritual de parentesco que ya existía desde hace mucho tiempo con nuestra forma de vida religiosa, lo han llevado a venir a vivir entre nosotros, como a un hermano mayor del que tanto necesitamos…”. Por su parte, un mes después, Jacques escribe: “… me retiré del mundo gracias a la acogida que me han hecho los Hermanitos de Jesús, a quienes Raïssa y yo hemos amado con amor de elección desde su fundación”.
Estas frases que se refieren a nuestros vínculos anteriores con Jacques, como «el parentesco espiritual que existe desde hace tanto tiempo con nuestra forma de vida religiosa», como «los Hermanitos de Jesús a quienes Raïssa y yo amamos desde su fundación» despiertan nuestra atención e invitan a echar una mirada al pasado (Se puede encontrar un estudio más detallado de toda la historia de los vínculos de los Maritains con los Hermanitos – así como referencias más completas a las citas utilizadas – en el estudio de fr. Michel Nurdin, Jacques Maritain et René Voillaume, Nova et Vetera, octubre-diciembre de 2004, pp. 29-47).
En 1913, Charles de Foucauld hizo una breve estancia en París y se encontró varias veces con Louis Massignon, quien habló de ello con Jacques Maritain, quien se interesó por algunos aspectos de la vida y espiritualidad del hermano Charles. Seguramente a Jacques le llamó la atención la frase repetida por el joven Carlos, incrédulo pero aspirante a conocer a Dios: «Dios mío, si existes, déjame conocerte». El mismo Jacques había vivido esa situación, casi repitiendo las mismas palabras.
El 8 de septiembre de 1933, en la basílica del Sacré-Coeur de Montmartre, los cinco primeros Hermanitos de Jesús se vistieron con el hábito del Hermano Carlos. En el Paysan de la Garonne, Jacques Maritain señala que estuvo presente. Esos cinco hermanos parten entonces hacia el desierto argelino, se detienen en los Padres Blancos en Argel, donde se les une un sexto hermano que los estaba esperando y, juntos, continúan hacia el sur y se instalan en un oasis, El-Abiodh- Siri-Cheikh. Este sexto cohermano es el hermano André, el joven converso vinculado a los Maritains ya quien, en 1928, Jacques había escrito la carta, llamada profética, que mencioné al principio.
Por tanto, es fácil comprender que por parte de los Maritain, que formaban una pequeña comunidad de tres (Jacques, Raïssa, Véra), de inspiración contemplativa en el mundo – («Pero ese pequeño rebaño de tres era Jesucristo», subraya Jacques )- siguieron con gran interés la evolución de esa nueva comunidad de hermanos. Y en el desierto, el hermano André, filósofo y discípulo de Jacques, que recibió libros, estando a cargo de la formación intelectual de los jóvenes hermanos, los guió en la línea de Santo Tomás de Aquino y Jacques Maritain, en pleno acuerdo con el joven prior. , René Voillaume, que había preparado un doctorado en teología en el Angelicum con un profesor dominicano, muy cercano a Jacques.
3. La Segunda Guerra Mundial fue un tiempo de pruebas, de discusiones, de reexamen que la situación suscitó en la joven Fraternidad muchas preguntas a las que habrá que responder. Repasar los años había permitido a los cohermanos una mejor comprensión de los escritos y de la vida del hermano Charles. Algunos hermanos sintieron cierta incomodidad al comparar su estilo de vida parcialmente monástico con el que había vivido realmente el hermano Carlos, inspirado en la vida de Jesús en Nazaret, así como con las condiciones de vida de los pobres nómadas que estaban con ellos. En medio de los cohermanos se manifestó un deseo de mayor fidelidad a este ideal de «Nazaret». Pero también surgieron otras cuestiones, como salvaguardar la fidelidad a la orientación contemplativa y abrirse a una auténtica participación en la vida de los pobres, de la gente corriente, y no sólo en el desierto o en un entorno musulmán, sino en todo el mundo? Había tenido lugar una seria reflexión fundamental que implicaba intercambios, estudios, textos a redactar, a menudo a través de su hermano André que, conociendo bien los escritos de Jacques Maritain, podía sacar de ellos las luces y la apertura que los hermanos necesitaban. El diálogo continuó también con la Hermanita Magdalena que, habiendo fundado las Hermanitas de Jesús en el Sahara, compartía el mismo ideal. Se mostró inspirada y audaz en un camino abierto, siguiendo a Jesús de Nazaret y al hermano Carlos. conociendo bien los escritos de Jacques Maritain, pudo sacar de ellos las luces y la apertura que necesitaban sus hermanos. El diálogo continuó también con la Hermanita Magdalena que, habiendo fundado las Hermanitas de Jesús en el Sahara, compartía el mismo ideal. Se mostró inspirada y audaz en un camino abierto, siguiendo a Jesús de Nazaret y al hermano Carlos. conociendo bien los escritos de Jacques Maritain, pudo sacar de ellos las luces y la apertura que necesitaban sus hermanos. El diálogo continuó también con la Hermanita Magdalena que, habiendo fundado las Hermanitas de Jesús en el Sahara, compartía el mismo ideal. Se mostró inspirada y audaz en un camino abierto, siguiendo a Jesús de Nazaret y al hermano Carlos.
Surgió una primera pregunta sobre la formación de los nuevos cohermanos. Los cohermanos solos no podían hacerse cargo de ello. Para obtener más información y responder a las preguntas que surgieron, en la primavera de 1946, el hermano René Voillaume y el hermano André fueron a Francia. En primer lugar, conocieron a profesores dominicos, y durante las entrevistas surge un proyecto que prevé que los jóvenes Hermanitos puedan estudiar en el Studium dei Domenicani y bajo la responsabilidad del hermano André. Al cabo de un rato, el hermano René se dará cuenta: «Es casi seguro que Maritain tuvo que asesorarnos al respecto».
Posteriormente, los dos cohermanos van a Roma, donde el hermano René Voillaume tendrá varios encuentros en el Vaticano, pero también donde Jacques Maritain es embajador ante la Santa Sede. Los dos cohermanos hablan largo y tendido con Jacques, Raïssa y Véra sobre los hermanos y todas las preguntas que se les hacen. Muchos problemas son comunes: “¿Cómo vivir la contemplación en el mundo? ¿Cuáles son las dificultades? Pero también, ¿a qué nos compromete? … «. Los dos hermanos entienden que esto va en el sentido de lo que Jacques había escrito a su hermano André: «… con la voluntad de dejarse absorber por los demás, conservando sólo la parte (muy grande) de soledad necesaria para que Dios haga vosotros algo útilmente devorable…».
No cabe duda de que estas diferentes conversaciones de los dos cohermanos con los que se han convertido en nuestros Maestros dominicos, con Jacques, Raïssa y Véra, así como los encuentros que siguieron con toda una renovación misionera y religiosa más abierta al mundo de trabajo, están ejerciendo una influencia muy importante en la evolución de los Hermanos. Esto los fortalecerá en su deseo de vivir la vocación de Nazaret en fuerte unión con el pueblo del pueblo, los pobres, compartiendo las mismas condiciones de trabajo y hábitat, en ambientes obreros, no cristianos, etc. No es una revolución sino una plenitud, un florecimiento de algo que había sido dado en semilla y que había madurado mucho tiempo en la contemplación y el silencio del desierto, y en continuidad con lo que el hermano Carlos había vivido y deseado, en particular en Tamanrasset.
Todo esto no estuvo exento de riesgos. Jacques y Raïssa estaban muy interesados ​​en él. ¿No se encontraron ellos mismos después de años comprometidos de manera similar, aunque en otro medio? Ahora podían tener lugar encuentros de vez en cuando entre los cohermanos y los Maritains cuando venían a Francia en el verano. A raíz de uno de estos encuentros en Francia, en 1950, al que asistieron algunos hermanos: André, Milad Aïssa (maestro de novicios) y Dominique Voillaume (hermano del Prior), Jacques anota: «Muy conmovido por los documentos del Padre Voillaume que André le dio a Raïssa. El espíritu de Dios está realmente allí. Estos Hermanitos son lo que esperábamos desde hace tiempo”. Los papeles que menciona Jacques son sin duda los textos de las conversaciones del Prior y de las cartas a sus hermanos, sobre los aspectos importantes de su vocación,
4. Se entiende que los textos que tocan en particular la oración del corazón, la oración contemplativa, «la oración de los pobres», por ejemplo, dirigidos a los hermanos sometidos al trabajo y a los ritmos y condiciones de vida de la gente común , fueron de suma importancia para los Maritains, que desde hace mucho tiempo se dedican a la oración de contemplación y, más a menudo, a la continua acogida de numerosas y diversas personas. Esto les preocupó directamente y confirmó algunos de sus escritos. Al mismo tiempo, Raïssa deseaba escribir un libro sobre «Contemplación en las calles». En 1959, escribió en Liturgia y contemplación que «la atención constante a Jesús presente y la caridad fraterna están llamadas a desempeñar un papel más importante, también en lo que se refiere a los modos de oración infusa», y que la vocación de los Hermanitos, «Contemplativos arrojados al mundo ya la miseria del mundo, tiene un alto significado en esta relación». Jacques también afirma que: «El amor al prójimo es el mismo amor que el amor a Dios. Por consiguiente, el amor fraterno nos connaturaliza también a Dios…».
Sabemos, hermanitos y hermanitas, que hay una gran verdad, pero sabemos por experiencia lo difícil que es permanecer fiel a ella y no desviarse a un lado o al otro.
Así es posible comprender mejor cómo después de la muerte de Véra y Raïssa, Jacques, solo, después de sus encuentros con sus hermanos René y André, decide retirarse a los Hermanitos de Jesús. la voluntad de Raïssa y en continuación natural de lo que vivieron con Véra. Jacques tiene entonces 78 años y comienza una vida completamente nueva para él.
Al poco tiempo de llegar a Toulouse, y para aclarar su situación, escribe: “Sigo siendo un filósofo laico y no tengo intención de encerrarme en un convento. Pero me retiré del mundo gracias a la acogida que me dieron los Hermanitos de Jesús a quienes Raïssa y yo hemos querido tanto con amor de elección desde su fundación (harán pronto treinta años). Tengo una gran necesidad de silencio. No regresé a Francia para intentar operar allí, sino para prepararme para morir” (Préface a La Politique selon Jacques Maritain de H. Bars, pp. 12-13; en Oeuvres Complètes, vol. XII).
5. Después de recuperarse gradualmente de la bronquitis, Jacques se organiza y vuelve progresivamente al trabajo. No tiene su biblioteca consigo, ni todos sus papeles. Pero tiene las notas de Raïssa, su Diario y los textos en los que ella trabajó. En caso de necesidad, está la biblioteca del hermano André y la de los hermanos estudiantes. Algunos hermanos le han preparado un sillón, sencillo pero bastante cómodo, con apoyabrazos elevados que soportan una mesa ligera, sobre la que Jacques puede escribir, leer, meditar con facilidad. Aquí da la bienvenida a los invitados. En este pequeño estudio hay numerosos retratos de Raïssa. En la habitación hay un reclinatorio, donde también puede orar.
Jacques comienza tomando nota de las notas y textos de Raissa, siempre presentes en sus pensamientos. Conoce algunos de esos textos, pero no todos y lo anima el gran deseo de dar a conocer el pensamiento y la obra de Raïssa. Así que dos meses después ya está preparando la edición off-market de las Observations on the Pater, que iba a ser la primera parte de un libro que Raïssa quería escribir: «Contemplación en las calles», fruto de la meditación de Raïssa sobre el oración que nos viene del Señor. Jacques dedicará la edición pública a los Hermanitos de Jesús.
A continuación, Jacques se familiariza con el diario íntimo de Raïssa. Sabía de su existencia, era “le secret du Roi”. Descubre su importancia y se conmueve mucho. En primer lugar, prepara una edición fuera del comercio. Por consejo de unos amigos, muy emocionado también -no sin dudarlo-, decide publicarlo revelando gran parte de su intimidad. Visitando a Jacques entonces regularmente, tuve la impresión de que estaba viviendo con Raïssa, que ella lo apoyaba, que recobraba su fuerza.
El Diario de Raïssa sigue teniendo una influencia considerable en las personas atraídas por la oración contemplativa, la unión con Dios y la vida en el mundo, con todo lo que va y viene, los encuentros y las molestias. Para Raïssa fue precisamente «la contemplación en las calles». Esto provocó una gran cantidad de reacciones de los lectores que le escribieron a Jacques para expresar su emoción, para agradecerle… Algunos pidieron conocerlo. Jacques estaba impresionado por las reacciones provocadas por Raïssa, esto lo estimulaba, pero la gente lo cansaba. Para iluminar ciertos temas abordados por Raïssa, Jacques decide publicar más tarde sus Memorias y notas, tan valiosas para conocer la vida de los tres: Jacques, Raïssa, Véra. Jacques añade a sus notas un capítulo relevante sobre Véra, lo que nos permite entender el papel muy discreto e importante que jugó Véra en su pequeña comunidad de tres. Aprovecho esta oportunidad para agradecer a Nora Possenti por su maravilloso libro que saca a la luz a Véra en la comunidad de las Tres Maritains (Nora Possenti Ghiglia, The three Maritains. Vera’spresence in the world of Jacques and Raïssa, Milán, Ancora, 2000, p. 477. Traducción francesa: Les trois Maritain, Parole et Silence, 2006).
La amplitud y el tenor de las notas de Raïssa apoyaron a Jacques en la contemplación de Jesús y el Misterio de su Persona. ¿Quizás por eso, a principios de 1964, Jacques propone encuentros y dos largos seminarios sobre el Misterio de la Persona del Verbo Encarnado? Nos sorprendió 

mucho ver tanta fuerza en Jacques, era la fuerza de la fe. Estaba visiblemente habitado por su sujeto. Recuerdo en particular cuando, hablando del sufrimiento, dijo: «Tú no aceptas la Cruz, tú la tomas, tú adoras la Cruz», tenía un nudo en la garganta de la emoción. El texto se publicó después de tres años con el título «Sobre la gracia y la humanidad de Jesús».
Los seminarios con Jacques fueron muy importantes para todos nosotros. Todos los cohermanos fueron invitados a participar, aunque algunos temas pudieran ser más metafísicos o arduos, como numerosos seminarios sobre el problema del mal, publicados posteriormente con el título «Dios y el permiso del mal». Jacques estaba muy interesado en estas relaciones. ¿No había dicho cuando decidió ir a vivir a Toulouse: “Soy aceptado para ponerme al servicio de los Hermanitos como un filósofo laico […] El padre anterior me da la insignia de los Hermanitos y me autoriza a usar eso»?
Jacques también hizo una larga disertación, muy importante para nosotros ya que trataba de «La vocación de los Hermanitos de Jesús (Oeuvres Complètes, vol. XVI, pp. 1061-1083)»: «… mi temeridad tiene quizás una excusa – Me refiero al profundo cariño que Raïssa y yo tenemos desde hace mucho tiempo por los Hermanitos, y que no ha hecho más que crecer en mí día tras día ahora que habéis querido adoptarme y que vivo entre vosotros. Además, nunca es inútil, creo, mirar a los ojos a otra persona. Que estos ojos te vean bien o mal, en todo caso esto ayuda a tomar conciencia de uno mismo”. Tras una premisa y esta nota crítica, Jacques analiza de manera exacta y profunda los fundamentos de la vocación contemplativa en el mundo:
«Dije que en la nueva era en la que hemos entrado vemos una cierta primacía de lo invisible sobre lo visible y lo no manifestado, tanto en la materia y gracias a los descubrimientos de la microfísica, como en las actividades humanas y gracias a la exploración del inconsciente. sobre lo manifestado. Aquí aparece, a mi juicio, vuestro papel profético, el vuestro, Hermanitos de Jesús, para afirmar en la existencia el valor primordial del testimonio dado al amor de Jesús por los hombres, no por los grandes medios visibles, sino por los invisibles o casi invisibles. de la sencilla presencia del amor fraterno en medio de los pobres y abandonados. ¿Qué quieren los hombres en primer lugar? ¿Qué necesitan en primer lugar? Necesitan ser amados; Ser reconocido; ser tratados como seres humanos; sentir respetados todos los valores que cada uno lleva dentro de sí. Por eso, no basta con decirles: «Te amo». Ni siquiera es suficiente hacerles bien. Debemos existir con ellos, en el sentido más profundo de esta expresión”. Habiendo vivido más tarde en los años, a veces en contextos de gran miseria, a menudo he tenido la oportunidad de volver a lo que Jacques había expresado en ese momento, para subrayar su corrección y verte como una luz para guiarnos.
6. En este mismo período, Jacques estaba muy interesado en la aventura del Concilio Vaticano II, aunque desconocía los acontecimientos en sus detalles. El Papa Pablo VI lo había invitado al Vaticano para hablar personalmente con él sobre ciertos temas. Así que una mañana vi llegar a dos personas que se presentaron como Don Macchi, el secretario privado del Papa, y Jean Guitton. Viajaron disfrazados y fueron enviados por el Papa para hacerle algunas preguntas a Jacques Maritain y escuchar su opinión sobre ciertos asuntos relacionados con el Concilio. Pasaron casi un día entero con Jacques. Sabemos también que Jacques fue invitado por el Papa a la clausura del Concilio, para recibir el Mensaje a los intelectuales. Entonces Jacques había tenido algunos contactos con personalidades del Vaticano que lo habían animado a expresar su opinión, a través de la prensa, sobre ciertos temas. Según nos contó Jacques a su regreso, en el avión había decidido dar su opinión sobre ciertos temas que consideraba importantes, pero con un libro, para ser más independiente. Por eso empezó a escribir Le Paysan de la Garonne.
En los meses que siguieron, Jacques impuso un intenso ritmo de trabajo, y nos preguntábamos de dónde sacaba tanta fuerza y ​​tanta luz. Me dijo que Raïssa lo apoyó e inspiró. En aquellos años, iba a verlo una o más veces al día según convenía. Pero cuando estaba en la composición de un libro, era mejor ser discreto. Al final de la tarde, Jacques solía obligarse a hacer una parada, ese era el momento adecuado para reunirse con él. El hermano Andrè fue entonces a visitarlo, yo también iba allí a veces, o con otro hermano, Heinz, a quien había llevado a Jacques y a quien apreciaba mucho. Luego, Jacques nos habló sobre el tema en el que estaba trabajando, y cuando se trataba del Paysan de la Garonne, a menudo nos leía un pasaje de lo que acababa de escribir. Jacques estaba en esos momentos bastante relajado e incluso podía bromear. El libro fue escrito en nueve meses y fue un gran éxito editorial, aunque a veces fue interpretado de manera diferente. En la última parte del libro, Jacques vuelve a la «contemplación en los caminos» que desarrolla. Con la experiencia y sabiduría de toda su vida, con Raïssa y Véra, ve claramente y afirma la importancia en nuestro tiempo de la vida de unión con Dios, de la contemplación en el mundo, no sólo para los religiosos, sino también para muchos. los que llevan una vida de laicos comunes en el mundo, con trabajo, riesgos y compromisos temporales. En la última parte del libro, Jacques vuelve a la «contemplación en los caminos» que desarrolla. Con la experiencia y sabiduría de toda su vida, con Raïssa y Véra, ve claramente y afirma la importancia en nuestro tiempo de la vida de unión con Dios, de la contemplación en el mundo, no sólo para los religiosos, sino también para muchos. los que llevan una vida de laicos comunes en el mundo, con trabajo, riesgos y compromisos temporales. En la última parte del libro, Jacques vuelve a la «contemplación en los caminos» que desarrolla. Con la experiencia y sabiduría de toda su vida, con Raïssa y Véra, ve claramente y afirma la importancia en nuestro tiempo de la vida de unión con Dios, de la contemplación en el mundo, no sólo para los religiosos, sino también para muchos. los que llevan una vida de laicos comunes en el mundo, con trabajo, riesgos y compromisos temporales.
7. Recordemos que Jacques escribió poco después de su llegada a Toulouse: “Tengo una gran necesidad de silencio. No volví a Francia a buscar acción, sino a prepararme para morir”. De hecho, durante los doce años en Toulouse, Jacques escribió mucho. ¡Se necesitaron dos volúmenes de las «Oeuvres complètes» para recopilar sus textos! Pero otro aspecto importante de cómo era la vida con Raïssa y Véra, los encuentros y vínculos con amigos, tuvo una secuela en Toulouse que merece ser destacado. En primer lugar, fueron numerosos los ahijados y amigos de Jacques y Raïssa, antiguos y nuevos, que se manifestaron disfrutando de la presencia de Jacques en Toulouse. Algunos venían de la región. Por ejemplo, en la muy cercana Abbaye d’En-Calcat, había tres monjes, artistas, conversos y ahijados. Otros venían de París, de Francia, o incluso del extranjero. Entre ellos había actores, artistas, personas conocidas como Jean Hugo, el padre Rzewuski y muchos otros. Escribieron, pidieron una reunión o incluso se presentaron directamente. Hubo quienes experimentaron dificultades personales; los que, profundamente conmovidos por el Journal de Raïssa, escribieron a Jacques, que era muy sensible, pues deseaba mucho que se conociera el mensaje de Raïssa. También sucedía en ocasiones que recibía a jóvenes estudiantes que pedían conocerlo, respondía a sus preguntas con amabilidad y buena voluntad. profundamente conmovidos por el Journal de Raïssa, escribieron a Jacques, que era muy sensible, ya que deseaba mucho que se conociera el mensaje de Raïssa. También sucedía en ocasiones que recibía a jóvenes estudiantes que pedían conocerlo, respondía a sus preguntas con amabilidad y buena voluntad. profundamente conmovidos por el Journal de Raïssa, escribieron a Jacques, que era muy sensible, ya que deseaba mucho que se conociera el mensaje de Raïssa. También sucedía en ocasiones que recibía a jóvenes estudiantes que pedían conocerlo, respondía a sus preguntas con amabilidad y buena voluntad.
Todo esto formaba una corriente más o menos regular. Jacques acogió y a menudo amó a estas personas, a estos viejos y nuevos amigos. A menudo deseaba que sus invitados conocieran a los Hermanitos. Me habló en particular de algunos, que me interesaron mucho y admiré a Jacques y la forma en que lo hizo. Pensé que eran los grandes amigos los que seguían adelante. Jacques intentaba programar, limitar, pero Véra ya no estaba para protegerlo y era muy difícil reemplazarla. Cuando Jacques estaba absorto en un trabajo, a punto de escribir un libro, era más fácil invocar las recomendaciones del médico que pedía descanso. Todo esto no suprimió el cansancio de la edad, ni la ausencia de presencia visible de Raïssa y Véra. Pero Jacques no estaba ni triste ni abatido.
El buen doctor Tauber continuaba regularmente sus visitas a Jacques y estaba muy interesado. Se habían convertido en dos amigos. Jacques admiraba la generosidad del médico, que admiraba a Jacques y se esforzaba en leer los libros que le regalaba con dedicatorias. Invitó a Jacques a su casa y luego vino a recogernos en coche. Ciertamente, Jacques había conquistado a toda la familia y todos parecían felices.
Alrededor de 1964, Jacques experimentó un momento de gran fatiga, el médico temía un paro cardíaco, le dijo a Jacques, agregando que esto podía llegar en cualquier momento y que era mejor prepararse para ello. Entonces invitamos a un padre dominico del convento que vino a administrarle los sacramentos. Entonces Jacques me dio la lista de personas a avisar en caso de muerte y se quedó muy quieto acostado. A última hora de la tarde, Jacques parecía estar dormido. Me senté junto a la cama a pasar la noche, y no sé a qué hora me quedé dormido. Temprano en la mañana, nos despertamos, quizás a la misma hora. Jacques me miró y dijo muy simplemente: “Ves, no fue por esta noche, tenemos que continuar y, sin embargo, ¡hace tanto tiempo que no veo a Raïssa!”. Llegó el Dr. Tauber y expresó con delicadeza su alegría por volver a ver a Jacques. Luego al salir me dijo: “Jacques es realmente extraordinario, habla de su muerte como si dijera que va a pasar a la habitación de al lado”.
8. En Toulouse, Jacques pronto se adaptó y se integró bien en la vida de sus hermanos estudiantes. Ciertamente había edad, fatiga, pero parecía muy cómodo. Excepto en el período de trabajo intenso o gran fatiga, salía todos los días a caminar un poco, se le podía ver recogiendo algunas flores para ponerlas en un jarrón, frente a una foto de Raïssa. Iba a la capilla con regularidad y ocasionalmente lo invitaban a una de las fraternidades vecinas para la cena. Estaba muy a gusto con sus hermanos y ellos con él. Se interesaba por ellos, por su vida, por sus estudios. Estaba totalmente en sintonía con su vida, conocía sus debilidades pero los amaba y era amado por ellos. Con él todo era sencillo, fraterno y era sorprendente ver a este anciano, con su cultura, con su pasado, también a gusto,
En esta situación, en marzo de 1970, cuando Jacques termina su último libro, De l’Eglise du Christ, brota en él una idea y un deseo, que somete, después de mucho tiempo de oración, al nuevo prior (hermano René Page) en una carta, pidiéndole «ser aceptado entre los Hermanitos de Jesús». Escribe que, con este último libro, culminó su larga labor como filósofo, “…y al mismo tiempo brotó en mí la idea de convertirme en uno de los tuyos, si me quieres a pesar de mi edad; porque cuanto más vivo con los Hermanitos, más los amo y aprecio su vocación, y porque siento un gran deseo de obediencia religiosa y de consagración total del ser pobre que son a Dios y a la «contemplación en la calle», de los que habló Raïssa y de los que los Little Brothers son el ejemplo por excelencia…”.
Por su parte, el prior escribe a los cohermanos: “… Vosotros sabéis todo lo que le debemos. Y, sin embargo, no es para agradarle ni para librarnos de una deuda con él que hemos aceptado su petición. En primer lugar porque fue precedida por un largo refinamiento, por una intensa vida espiritual que Jacques evoca en su carta y de la que dan testimonio sus escritos como los de Raïssa. […] Si Jacques es el Hermanito, es también porque a los 88 años, sea cual sea su experiencia, su trabajo, su pasado, su vida entre nosotros es tal que nos hace olvidar todo lo que ha hecho: él es simplemente Jacques, un Hermanito entre otros, y que sigue dispuesto a todo”.
El 15 de octubre de 1970, Jacques Maritain tomó el hábito de Hermanito de Jesús, lo que marcó el inicio de su noviciado. Heinz fue el responsable y tenía 55 años menos que el novato.
9. En 1966 dejé Toulouse, pero a menudo tuve la oportunidad de volver allí, quedarme allí y así encontrar de nuevo a Jacques ya sus hermanos. Me regocijé por la profundización de los lazos entre Jacques y Heinz. Jacques había descubierto las dotes intelectuales excepcionales de Heinz y me dijo: “Otros me entienden, Heinz en cambio es la continuación de mí mismo”. En una carta a Julien Green, escribió tiempo después: “El hermano Heinz, el querido maestro de novicios, me acompañó aquí. Sorprendente bondad de la Providencia, este hermanito es un espíritu superior, con los dones filosóficos más hermosos que he encontrado y que alimentan mi esperanza en el futuro…”. Y en otra carta: «Me ayuda admirablemente (milagro de gracia debido a Raïssa) un hermano a quien amo sobre todo, y contra quien hay prueba de que Dios ha dado dones extraordinarios […] y es con él que cuento para hacer una obra constructiva y pasar, después de mi muerte, por las puertas que más o menos torpemente he tratado de abrir abrir». Tres años más tarde, Heinz sucedió a su hermano André como jefe de estudios. Más tarde trabajó duro para preparar la edición de las Oeuvres Complètes de Jacques et Raïssa Maritain. Heinz, por desgracia, iba a morir en 1982, cuando se imprimía el primer volumen de las Oeuvres Complètes6. Más tarde trabajó duro para preparar la edición de las Oeuvres Complètes de Jacques et Raïssa Maritain. Heinz, por desgracia, iba a morir en 1982, cuando se imprimía el primer volumen de las Oeuvres Complètes6. Más tarde trabajó duro para preparar la edición de las Oeuvres Complètes de Jacques et Raïssa Maritain. Heinz, por desgracia, iba a morir en 1982, cuando se imprimía el primer volumen de las Oeuvres Complètes6.
En 1970, por motivos urbanísticos, tuvimos que vender parte del terreno que ocupábamos y reorganizarnos de otra manera. Jacques tuvo entonces que dejar su choza por otra, pero con la diferencia, esta vez, que sus dos habitaciones estaban integradas con una pequeña fraternidad de hermanos. Aunque conservaba una cierta independencia, a los 88 años estaba directamente en la comunidad. Estaba orgulloso de ello y dijo «¡mi hermandad!». Heinz vivía a pocos pasos de Jacques y se mantenía en estrecho contacto con él. Esta nueva situación fue providencial, porque permitió a los jóvenes cohermanos cuidar de Jacques. Sobre todo desde que se cayó, sobre todo en las últimas semanas, cuando se levantaba o quería arrodillarse para rezar en el pequeño reclinatorio de su habitación. Comía habitualmente con sus hermanos y, no sin humor, participaba en sus charlas. Con ellos recibía a sus invitados, más a menudo cohermanos que pasaban y venían de casi todas las partes del mundo. Se preocupaba por ellos, por lo que vivían. Por eso su último estudio era un proyecto «utópico», decía, de «una sociedad sin dinero». Esto, tras unas charlas, durante una comida con dos cohermanos que vivían en Cuba.Este simple hecho, pero también muchos otros, dan testimonio de su capacidad de apertura e interés por los demás. Lo más sorprendente es que con él, ya pesar del cansancio y las pequeñas dolencias contraídas con la edad, todo parecía absolutamente natural. más a menudo cohermanos que pasaban y venían de casi todas las partes del mundo. Se preocupaba por ellos, por lo que vivían. Por eso su último estudio era un proyecto «utópico», decía, de «una sociedad sin dinero». Esto, tras unas charlas, durante una comida con dos cohermanos que vivían en Cuba.Este simple hecho, pero también muchos otros, dan testimonio de su capacidad de apertura e interés por los demás. Lo más sorprendente es que con él, ya pesar del cansancio y las pequeñas dolencias contraídas con la edad, todo parecía absolutamente natural. más a menudo cohermanos que pasaban y venían de casi todas las partes del mundo. Se preocupaba por ellos, por lo que vivían. Por eso su último estudio era un proyecto «utópico», decía, de «una sociedad sin dinero». Esto, tras unas charlas, durante una comida con dos cohermanos que vivían en Cuba.Este simple hecho, pero también muchos otros, dan testimonio de su capacidad de apertura e interés por los demás. Lo más sorprendente es que con él, ya pesar del cansancio y las pequeñas dolencias contraídas con la edad, todo parecía absolutamente natural. durante una comida con dos cohermanos que vivían en Cuba.Este simple hecho, pero muchos otros, testimonian su capacidad de apertura e interés por los demás. Lo más sorprendente es que con él, ya pesar del cansancio y las pequeñas dolencias contraídas con la edad, todo parecía absolutamente natural. durante una comida con dos cohermanos que vivían en Cuba.Este simple hecho, pero muchos otros, testimonian su capacidad de apertura e interés por los demás. Lo más sorprendente es que con él, ya pesar del cansancio y las pequeñas dolencias contraídas con la edad, todo parecía absolutamente natural.
Hacia el final de su noviciado, Jacques escribe al prior: «Mi deseo de dejarlo todo por Dios y consagrarme a él es más profundo que nunca, indigno como soy de esta gracia». El 1 de noviembre de 1971, en la fiesta de Todos los Santos, Jacques, con voz firme, pronuncia sus votos, que son perpetuos por la edad; y ofrece su vida a Dios «por todos los jóvenes llamados por el Espíritu Santo al servicio de la Verdad divina».
En enero de 1973, Jacques tiene 90 años, viaja a París con Heinz para llevar el manuscrito de Approches sans entraves a Editions Fayard. Me uno a ellos allí. Ante la insistencia del director de la editorial, Jacques accede a dejarse fotografiar una vez más. Elige el Jardin des Plantes como su lugar, y le dice al taxi que nos lleva por qué puerta quiere entrar. Y aquí, sin preocuparse por el fotógrafo, que hace su trabajo, Jacques pasea lentamente por las avenidas del Jardín, mirando tranquilamente a su alrededor, con su mirada dulce y directa. En la foto se puede ver una leve sonrisa. Entonces entendimos que Jacques estaba dando gracias a Dios, y a Raïssa,
Tres meses después, Jacques pasó en paz a la otra vida y fue enterrado en el pequeño cementerio de Kolbsheim, en la misma tumba donde ya había sido depositado el cuerpo de Raïssa.
El Papa Pablo VI había enviado a su secretario privado, Mons. Macchi, para que lo representara. Quien dijo que cuando se enteró de la muerte de Jacques, el Papa lloró. El domingo siguiente, ante 30.000 personas en la Plaza de San Pedro, rindió un emotivo homenaje a Jacques, presentándolo como un «Maestro en el arte de pensar, orar y vivir».
Por su parte, el prior de los Hermanitos les escribió: “Ahora que Jacques nos ha dejado, comprendemos mejor que lo que nuestros ojos han visto y nuestros oídos han oído a lo largo de su vida, no podemos olvidarlo ni subestimarlo. […] Su vida y su obra pertenecen a Dios, definitivamente; y unas como otras han sido dadas a la Iglesia y para todos los hombres. […] Sería trágico para nosotros, Hermanitos, haber visto tal ejemplo de lo que puede ser un hombre, un cristiano, un religioso, sin haberlo notado y sin recordarlo. ¿No nos ha dado Dios la gracia de darnos a Jacques como amigo, desde el principio de la Fraternidad, luego como hermano?…”.
En el sencillo funeral también estuvo presente el fiel amigo de Jacques, su colaborador durante más de cincuenta años, el cardenal Charles Journet. Muchos de los presentes pudieron escuchar sus palabras: “¡Jacques es santidad, es un santo!”. Declararía públicamente poco después: “Jacques Maritain, ¡cuántos sufrimientos soportó! ¡Qué ternura de corazón tenía! ¡Qué piedad por los pecadores! ¡Cuántas almas ha conducido a la Iglesia, a la verdad del Evangelio, al amor de Jesús! ¡Era una inmensa estela de luz!”.
Para terminar, me hago eco de una pregunta que me hacen muchas personas: “¿Ha comenzado la causa de beatificación? Si no, ¿por qué?”. Sabemos que hace unos años, un gran amigo polaco de Jacques Maritain, el filósofo Stefan Swiezawski, que acompañó a Jacques a recibir el Mensaje a los Intelectuales al final del Concilio, escribió a su compatriota Juan Pablo II para aconsejarle que beatificara Jacques y Raïssa Maritain. Es evidente que serían entonces los tres Maritains: Jacques, Raïssa, Véra.
(Traducción de Gastone Mosci )
Frère Maurice Maurin

 

Lo ocurrido el lunes 11 de febrero de 2013 y escuchar directamente en la televisión el mensaje de renuncia al ministerio de Obispo de Roma y Sucesor de San Pedro, provocó en mí, como en muchas personas, una gran emoción. El debate público que siguió trajo a la memoria una condición, aunque diferente, pero espiritualmente accesible, vivida por Jacques Maritain a la muerte de su esposa Raissa, situación que lo llevó a retirarse en 1961 hasta su muerte, en la comunidad de los Pequeños. Hermanos de Jesús de Tolosa, en el signo de su deseo: «Tengo una gran necesidad de silencio». Esta afirmación es citada varias veces por el hermano Maurice Maurin en su narración de Jacques Maritain y los Hermanitos de Jesús .. Hace unos años, el Instituto Internacional Maritain de Roma me pidió que tradujera ese ensayo: una traducción que hice y entregué, destinada a una revista de teología no detectada. Siento que con afecto os dedico ese texto, que forma parte de la vida de la Iglesia, para una invitación a la lectura de los amigos del Meic de Marche que están trabajando sobre los temas del Concilio Vaticano II.

La conversión de Jacques Maritain y su significado espiritual y eclesial   

1. El recorrido de la conversión
El 11 de junio de 1906, Jacques, Raïssa y su hermana Vera reciben el bautismo en la iglesia de san Juan Evangelista en Montmartre. Jacques tiene 24 años y ya se ha graduado en filosofía y en ciencias en la Sorbona. Por vía materna es sobrino de Jules Favre, así como su gran amigo Ernest Psichari, también por vía materna, es sobrino de Ernest Renan. Ambos provienen de grandes familias de intelectuales y políticos, entre las más representativas de la Francia liberal y republicana, como escribe Raïssa en Les grandes amitiés.Educado en el espíritu del protestantismo liberal, en realidad un incrédulo, Jacques prontamente se compromete en una militancia socialista y, como escribe siempre Raïssa, “estaba siempre presto a la iniciativa de una acción generosa, si la justicia o la verdad estaban implicadas». Ambos se encontraban terriblemente angustiados por el absurdo que representaba la existencia para ellos, incluso, continua Raïssa, a pesar de que “Jacques había pensado que en el largo plazo valía la pena luchar por los pobres, en contra de la esclavitud del proletariado. Esa generosidad suya le había fortalecido, pero en esa circunstancia se encontraba desesperado como yo».Jacques había encontrado a Raïssa, una joven judía rusa agnóstica, ansiosa como él de hallar una respuesta a las grandes cuestiones de la vida y de la muerte. Juntos frecuentaban cursos de ciencia y de filosofía en la Sorbona que no los dejaban satisfechos: en esas enseñanzas no encontraban la respuesta a las cuestiones que se planteaban. Pronto nace una amistad, y después un amor extraordinario, cimentado también en la común búsqueda de la verdad.Jacques y Raïssa, junto a Psichari, frecuentan la librería -la sede de la redacción de los «Cahiers de la Quinzaine»- de aquel personaje extraordinario que fue Peguy, también él socialista, a la búsqueda de la verdad, y adversario del historicismo y del cientificismo de la Sorbona; lugar donde tienen ocasión de encontrarse con otros intelectuales y políticos como Sorel y Jaurés.Peguy los conduce al Collège de France a seguir los cursos de Henry Bergson, del cual no sólo admiran “su palabra elocuente y precisa, que –escribe Raïssa- nos tenía absortos, la distracción era imposible…»; palabra con la cual criticaba los prejuicios antimetafísicos de sus colegas racionalistas; pero son los cursos sobre Plotino, en cualidad de místico y de metafísico, que hablan del alma y de Dios, los que ayudan a los Maritain a no desesperar en la conquista de la verdad.Mas no es el filósofo Bergson quien los introduce a la fe religiosa; es Léon Bloy, espíritu abierto al Absoluto, profeta bíblico y genio literario, quien acompaña a los Maritain, ya casados, a lo largo del itinerario de la conversión de sus corazones, que acontece en el 1906. En ese mismo año Jacques, que ha ganado una beca, parte con Raïssa a Heidelberg, con la meta de seguir los cursos de biología de Hans Driesch, y, en aquel tiempo, incluso duda de proseguir con sus estudios filosóficos.En el 1908 retornan definitivamente a París, pero Jacques no buscará un puesto como docente de filosofía, tal vez por el temor que despierta la atmósfera anticlerical en la escuela, lo que no le hubiera permitido enseñar libremente. Se ocupa así en diversos trabajos, entre ellos el de redactor de la casa editorial Hachette.Aquellos años en Alemania, y después de los primeros tiempos en París, son para Jacques un período de gran ahondamiento espiritual, vivido intensamente junto a Raïssa. Cabría hacer una reflexión particular en relación al tema de esta intimidad conyugal, de la cual hay testimonios en el bellísimo ensayo Amour et amitiés, que luego nos permitirá hacer algunas acotaciones.Pasará cierto tiempo antes que Jacques retorne con intensidad a la filosofía. Será necesaria una nueva conversión, intelectual, que tiene su momento culmen en el descubrimiento de Tomás de Aquino, para que los Maritain salgan de sí mismos, si se puede decir así, y gracias al pensamiento del Aquinate, y a su confianza en la inteligencia, regresen a la filosofía y desde ella dirijan su mirada hacia los diversos campos de lo cognoscible. Amarrarse a Tomás es alimentado, no desde una espiritualidad pasiva, como en ciertas místicas, sino abierta al ser en todas sus manifestaciones.Gracias al padre dominico Humbert Clérissac, Raïssa primero y después Jacques, en el 1910, descubren la Summa Theologica, y quedan deslumbrados. Con el auxilio de Tomás acontece aquella que puede ser definida como la segunda conversión, la conversión intelectual. Jacques retoma confianza en la posibilidad de la inteligencia de conocer lo real y de poseer los instrumentos para desarrollar una metafísica fundada en la verdad.En el 1913 publica su primera obra, La Philosophie Bergsonienne, y es también el año en el que comienza a enseñar filosofía en el Institut Catholique, pero también desde entonces marca su distanciamiento con su primer maestro. Maritain sostiene que la intuición bergsoniana de la verdad, en reacción frente al positivismo, corre el riesgo de permanecer todavía prisionera en el plano de la inmanencia.En ese mismo tiempo, sin embargo, distingue en la profundidad del pensamiento de Bergson dos niveles: un bergsonismo de hecho y uno de intención, y sostiene que este último no es incompatible con el tomismo, y que se puede singularizar “extrañas correspondencias, al punto que muchas tesis de Bergson podrían ser presentadas como las refracciones y como deformaciones en espera de ciertas tesis tomistas”.Más tarde, con su obra Le Docteur Angélique Maritain justifica su opción por el tomismo y su “realismo crítico»: el tomismo «no quiere retornar al Medioevo» sino que pretende “purificar el pensamiento moderno, e integrar todo el verdadero descubrimiento después de santo Tomás”; entre el tomismo y las “formas particulares de la cultura deben reinar intercambios vitales incesantes”; «la filosofía de santo Tomás es independiente en sí misma de los datos de la fe, y no depende en sus principios y en su estructura más que de la experiencia y de la razón. Sin embargo, esta filosofía, permaneciendo perfectamente diferenciada de ambas, está en comunicación vital con la sabiduría superior de la teología y con la de la contemplación.Desde aquel momento Maritain se convence que su empeño debe consistir en una suerte de apostolado intelectual, el de confrontar la filosofía del ser con las corrientes contemporáneas de la metafísica, la epistemología, la filosofía de la naturaleza, la gnoseología, la psicología, la estética, la filosofía política, aquella de la cultura y la educación, la teología, la mística. No titubea en afrontar los nudos intelectuales del siglo XX.Se puede decir que Maritain verdaderamente ha atravesado los grandes problemas de su siglo: ha sido un pensador atento a los eventos de su tiempo, un filósofo en la ciudad, un intelectual comprometido al servicio de la verdad y de la justicia.Esta doble conversión, espiritual e intelectual, ha causado una profunda mutación en Maritain, una especie de conversión antropológica, que le ha conferido una nueva mirada sobre el mundo (y además sobre aquello que lo trasciende), sobre el sentido de los acontecimientos y le ha conducido más allá de sus primeros intereses. Tuvo una actitud algo intransigente, en una primera fase, y más abierta a la modernidad, en una segunda etapa. No hay que olvidar que Maritain es un convertido, esto se nota en su obra y, a veces, también en su lenguaje.Con este texto quisiera puntualizar el significado de esta doble conversión; quisiera analizar brevemente el itinerario espiritual e intelectual de Jacques Maritain, al menos tal como yo lo percibo, sin ninguna pretensión de agotar el tema, y con mucha libertad, aquella libertad que se debe tener también cuando nos confrontamos con los maestros, y que Maritain ha tenido confrontándose con Tomás de Aquino. Por otra parte, frente a una obra tan vasta como la de Maritain, no siendo filósofo de profesión, sería imprudente aventurarme en todos los temas. Más bien querría reflexionar sobre algunos aspectos de su obra, más ligados al movimiento interior de su conversión, y aquellos que además han sido menos estudiados. Querría hablar de su filosofía del arte y de la filosofía de la política; de su aportación al Concilio Vaticano II; de su interés por el mundo del trabajo y por las grandes civilizaciones y religiones; al final examinaré la última etapa de su vida, cuando se retira con los Hermanos de Jesús, comportamiento revelador de una cierta espiritualidad y de una cierta mística (…)En conclusión, en relación con la conversión de Maritain, uno se puede preguntar cuánto ha influido el contexto general de aquellos años. Ciertamente algunos de los convertidos, o que estaban en vías de conversión, como Bloy y Peguy; y los ambientes constituidos en torno a ellos, han ejercido una influencia progresiva en la apertura a la fe, pero la de los Maritain ha recorrido un itinerario muy personal, sea sobre el plano estrictamente espiritual (aunque Bloy, e incluso su devoción mariana jugó un papel importante) como en el intelectual (no muchos adhirieron al tomismo, sino más bien se orientaban hacia cierto espiritualismo al estilo de Maurice Blondel). De frente a esta encuesta sobre la “generación de Agathon”, la propia Raïssa Maritain escribe: «Esas conclusiones eran motivo suficiente para conmovernos; mostraban que no estábamos aislados, ni éramos animales extraños tal como nos querían caracterizar. Y el camino que habíamos seguido hacía cinco o seis años, y aunque entonces no encontrábamos entre nuestros amigos quienes nos comprendieran, muchos jóvenes iniciarían esa marcha con posterioridad…».En suma, tendría que pasar algún tiempo, tiempo de profunda reflexión personal, antes de que Maritain llegara a integrar, él mismo, parte del movimiento general; y entonces llegara a ser, él también, un “convertidor”, y uno de los mayores (…)
2. El Concilio Vaticano II
En relación con la religión católica cabe destacar que Maritain, que no fue ciertamente un “modernista”, aunque estuvo entre aquellos que prepararon el “aggiornamento” conciliar. De particular relevancia es la acción del filósofo antes, durante y después del Concilio Vaticano II. Su contribución, como señala indirectamente en Le paysan de la Garonne en el 1966, se refiere en particular a la Constitución Conciliar «Gaudium et spes», al Esquema XIII, y a la Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis Humanae; en el mismo sentido se pueden evocar las huellas de Maritain en Nostra Aetate.Ya en Humanisme Intégral escribe que el poder político debe garantizar el derecho a la libertad de conciencia, también sobre el plano religioso, y éste es uno de los temas, junto a la libertad de elección de los católicos en política, por los que recibió duros ataques de parte de la revista «Civiltà Cattolica». El cardenal Montini, el futuro Papa Pablo VI, de quien se hace amigo durante su período como embajador en el Vaticano, lo defiende en el sexto congreso internacional del apostolado de los laicos, por lo que recibe prolongados aplausos. Montini utiliza también los argumentos de Maritain en un largo pasaje de su texto: «Los juicios y los votos para un buen éxito del Concilio», remitido el 8 de mayo 1960 a la comisión preparatoria del Concilio.Durante el Concilio, Pablo VI consulta en muchas ocasiones a Maritain, tanto por carta como enviando a su secretario, monseñor Macchi a Toulouse, donde vivía entonces Maritain. Como consecuencia de las peticiones del Papa, el filósofo redactó cuatro memorandums: Sur la verité, La liberté religieuse, L’apostolat des laïcs y Prière commune et prière privée. En tales textos Maritain enfatiza la coexistencia entre el cristianismo y la democracia, respetando la verdad y la libertad en las relaciones entre el Estado y la Iglesia; afirmando el pluralismo político y la libertad religiosa como derechos de la persona.La idea que la libertad de conciencia deriva de la dignidad misma de la persona, es defendida en el Concilio por el cardenal Journet, otro gran amigo de Maritain, en la sesión final referida a la Declaración Dignitatis Humanae, texto que se encuentra bajo la influencia próxima de Maritain, y se reconoce también, en particular, la del padre Curtney Murray. Al día siguiente de la Declaración, Pablo VI entrega al viejo filósofo, arrodillado en la escalera de san Pedro, el “Mensaje del Concilio Vaticano II a los hombres de pensamiento y de ciencia”, declarando: «L’Église vous est reconnaissant pour le travail de toute votre vie». Y en su primera encíclica, Populorum Progressio del 1967, Pablo VI cita Humanisme Intégral en la nota 4 del parágrafo titulado: «Hacia un humanismo planetario».
.3. La atención particular al mundo del trabajo
Durante su larga existencia, Maritain fue sensible a todo aquello que provenía del mundo del trabajo, y tuvo contacto con los representantes del mundo laboral. Su ascendencia socialista ha tenido una influencia no efímera y su sensibilidad por los pobres fue incrementándose paulatinamente con el crecimiento de la fe cristiana.En Humanisme Intégral escribe: «sea cuan graves fuesen sus errores e ilusiones, el socialismo ha sido en el siglo XIX una protesta de la conciencia humana y de sus instintos más generosos contra los males que gritaban al cielo […] y ha conducido una lucha áspera y difícil, en la cual han sido profusos e innumerables los sacrificios, y fueron de la más conmovedora calidad humana: eran los sacrificios de los pobres. (El socialismo) Ha amado a los pobres. Y sólo se le puede criticar desde el punto de vista de la eficacia, permaneciendo deudor de él en múltiples puntos». Es preciso partir desde aquí para comprender lo que escribirá luego al respecto; y es preciso comprender, además, el sentido de su acción en el plano social. Se sabe que Maritain fue cercano a los sindicatos cristianos en Francia y que escribió para «Masses ouvrières»; en el 1937 pronunció la conferencia de apertura del congreso de las Confederaciones Internacionales de los sindicatos cristianos en París, sobre el tema “La persona humana en general”. Por medio del padre Jacques Loew, abogado prestigioso, luego fraile dominico, y uno de los primeros curas obreros, estibador en el puerto de Marsella, trabó relación con la Mission de France, y, en general, con la experiencia de estos sacerdotes comprometidos en la primera línea.En los Estados Unidos establecerá una relación duradera con el Catholic Work Movement, conducido por Dorothy Day, una convertida de gran personalidad, que había fundado en el 1933, durante la depresión económica, unos albergues para los trabajadores pobres o en paro. “Mientras era considerado marginal por la mayor parte de la jerarquía, este Movimiento Católico Laboral se convirtió en un centro de gran fermento y entusiasmo. Era uno de los pocos grupos católicos profundamente comprometidos con el movimiento por los derechos civiles». El filósofo tenía contactos intensos también con un sindicalista muy conocido, Saul Alinski, a quien en Le Paysan de la Garonne, llega a considerarlo incluso como uno de los tres revolucionarios de la época, junto a Eduardo Frei y a sí mismo.En el libro Les droits de l’homme et la loi naturelle el filósofo distingue entre los derechos de la persona humana en cuanto tal, los derechos de la persona cívica, y los derechos de la persona trabajadora, esto comporta la distinción entre los derechos económicos, sociales y culturales, con particular referencia al derecho de los trabajadores. En su Confession de Foi escribe: «Quien ha meditado sobre la historia del movimiento obrero comprende que el problema temporal y espiritual de la reintegración de las masas en la sociedad y en la iglesia, es el problema central de nuestro tiempo.
4. El diálogo intercultural e interreligioso
Maritain mostró siempre un gran interés en el diálogo con otras culturas y religiones. En Religion et culture, de 1930, afirma que el cristianismo debe animar profundamente la cultura, sin agotarse en una forma de cultura dada: y por ello pueden darse diversas civilizaciones animadas por el mismo espíritu cristiano. Será el propio Maritain quien dará aliento a Olivier Lacombe para estudiar el hinduismo, y a Louis Gardet el islamismo. Junto a ellos, a Meudon, en los célebres encuentros en la casa de los Maritain, asistían el padre Vincent Lebbe (una especie de padre Ricci para la China), el padre Charles Henrion (fundador de la comunidad de monjes eremitas de Sifi Saad en Túnez a la cual se adhirieron también algunos amigos de Maritain, como Mercedes de Gournay). El grupo también era frecuentado por el gran islamista Louis Massignon y otros interesados en el universo de las grandes religiones. Jean Cocteau, en su bellísima correspondencia con Maritain, escribe cómo se convirtió en Meudon, delante del corazón y la cruz del hábito del padre Henrion, similar al hábito del padre Carlos de Foucauld.Es bien conocido el interés de Maritain por el judaísmo, incluso a causa de su esposa y de Leon Bloy, que había escrito Les salut par les Juifs, con quien compartía la tesis de san Pablo que el fin del mundo y el juicio universal tendrán lugar sólo después que los judíos se conviertan; tesis explícita del libro de Maritain publicado en 1938, titulado Los judíos entre las naciones.Menos conocida es la atracción del filósofo por el Islam. Él está atento a las conversiones de esta religión con el catolicismo, y al retorno a la fe cristiana de algunos que han venido trayendo sus contactos con la espiritualidad musulmana y su búsqueda del absoluto. Es el caso de Ernest Psichari, Carlos de Foucauld, Herbert Lyautey y Louis Massignon, quien había estudiado la obra de Hallaj, el místico musulmán crucificado en el 992 en Bagdad por defender la idea del amor de Dios en la tradición musulmana.Sobre su conversión escribirá Massignon: “Digo que somos muchos en Francia los que hemos recibido en el desierto árabe esta atracción por parte del Islam, lo que es una gracia, que nos ha permitido que podamos reencontrar a Dios, en su Cristo, para adorar Su Trascendencia».Será precisamente el vínculo con Massignon, y de éste con Carlos de Foucauld, lo que suscitará más tarde el interés de Maritain por los Hermanos de Jesús, que se inspiraban en la espiritualidad promovida por de Foucauld.En su obra De l’Église du Christ de 1967, Maritain advierte cómo «elementos de la Iglesia» pueden encontrarse presentes más allá de los confines visibles de la Iglesia, en las otras religiones monoteístas, como el Islam y el Judaísmo; estos elementos se encuentran también en las grandes religiones de Oriente, como el Hinduismo y el Budismo, lo cual facilita mucho la posibilidad de un diálogo interreligioso.Roberto PapiniSecretario General del Instituto Internacional Jacques MaritainCf. http://www.maritainargentina.org.ar/pagina_nueva_1.htm 
 
 

Jacques Maritain, René Voillaume y los Hermanitos de Jesús

Conferencia de René Mougel. Barcelona. 30-octubre-2003 dentro de los actos del 30° aniversario de la muerte de Maritain. La ponencia se servirá de un largo estudio publicado por Michel Nurdin en Cuadernos J. Maritain (1997 nº 35) titulado: «J. Maritian y los Hermanos de Jesús». El texto entrecomillado remite textualmente al trabajo citado

Jacques Maritain estuvo presente en la misa de los Hermanos de Jesús, en Montmarte en los actos de la celebración del XXX aniversario de la fundación de la Orden, el 8 de septiembre de 1993. Hacia treinta años que el cardenal de París impuso el hábito a los cinco primeros Hermanos. El prior de esta primera comunidad era René Voillaume y tenía entonces 28 años. Casi treinta años más tarde, poco después de la muerte de su esposa J. Maritain publicaría el Diario de Raïssa. El autor no tenía ni la necesidad ni la costumbre de solicitar las introducciones de sus libros pero para este diario espiritual de Raïssa, tan importante para él, pidió el prólogo al P. Voillaume. Éste escribiría una docena de páginas donde aproximaba el testimonio y la experiencia espirituales de Raïssa a los del P. de Foucauld y a santa Teresa del Niño Jesús. Es conocido que, a partir de esa época, tras la muerte de Raïssa en noviembre de 1960, J. Maritain entró a compartir la vida comunitaria con los Hermanos de Jesús en Toulouse y, al final de su larga vida, hizo la profesión religiosa el 1 de noviembre de 1971, después de un año de noviciado, en aquella Fraternidad.

Es evidente que los vínculos entre J. Maritain y el P. Voillaume eran profundos aunque tuvieron pocas oportunidades de encontrarse. Su primer encuentro se produce en 1946. Tampoco mantienen una  relación epistolar frecuente.  Con todo, en 1961, en el acto de acogida a Maritain en Toulouse, el P. Voillaume tiene estas palabras esclarecedoras: “Es una delicadeza de la Providencia que la amistad de Jacques con nosotros, y que el parentesco espiritual que existía ya desde hace tiempo con nuestra forma de vida religiosa, lo hayan conducido a venir a vivir entre nosotros, como un hermano mayor de quien tenemos mucho que esperar […]”. Maritain estuvo asociado, según palabras del mismo fundador, a la “fundación espiritual de la Fraternidad”. Por tanto, el hombre que toma el hábito de los Hermanos el 15 de octubre de 1970 e inicia el noviciado en su Comunidad no es un joven que acaba de descubrir la espiritualidad de Foucauld. Tiene 88 años, y desde hace tiempo está muy cercano a la espiritualidad  del P. de Foucauld. Más exactamente tiene trato con el primer círculo de sus discípulos, incluso en vida de Foucauld.

Maritain nunca se encontró con el P. Foucauld ni mantuvo correspondencia con él. Pero si conoció a Louis Massignon[1] con el que mantuvo a partir de 1913 una estrecha relación de amistad. El 28 de enero de 1917, Maritain escribe a Massignon, entonces enrolado en el ejército de Oriente: “¡Cuán tiernamente he pensado en usted, mi querido amigo, cuando he sabido por los periódicos la triste noticia que usted ya debe conocer desde hace algunas semanas, el asesinato de su querido y muy apreciado P. de Foucauld! Es un gran intercesor, aunque nos deje […] he conseguido conocer detalles sobre esta muerte, que se atribuye a los bandoleros del desierto, y que le valdrá posiblemente para ser reconocido como mártir”.

En poco menos de un mes, Massignon estará en París. J. Maritain anota en su cuaderno, con fecha del 23 de febrero de 1917: “Almuerzo en casa de Massignon […] Conversamos toda la tarde, me gusta hablar de Dios con este alma ardiente y llena de nobleza, de una línea moral tan recta y austera, de una inteligencia tan aguda y llena de curiosidad. Hemos ido a rezar juntos a Montmartre. Nuestra amistad se ha hecho cada vez más estrecha durante esta guerra, a pesar de la separación física. Me habla mucho del P. Foucauld […] Me pide rezar por la obra del P. de Foucauld que es “la Unión de oraciones” para la conversión de los musulmanes en las colonias francesas. Maritain había hablado de ella a principios de 1914 a su amigo Ernest Psichari, militar como Foucauld, y que había encontrado la fe en tierras musulmanas en los desiertos de Mauritania. El 1 de febrero de 1914 enviaba a Psichari los estatutos de la Unión, de parte de Massignon. “En esta época, señala Michel Nurdin, el P. de Foucauld acababa de hacer un comentario de estos estatutos, por otra parte comentario muy conocido bajo el nombre de Directorio (de la Unión de los hermanos y hermanas del Sagrado Corazón de Jesús) que Massignon va a difundir sin demora. La primera edición, no comercial, data de 1917, apenas algunos meses después de la muerte del P. de Foucauld. El 23 de marzo, Massignon dedica un ejemplar a Jacques Maritain, el segundo de los treinta y cinco dedicados[2]. De este modo J. Maritain se asocia desde el principio a la difusión del testimonio y la obra del P. Foucauld promovida por Louis Massignon.

Otro discípulo y heredero de Foucauld, Charles Henrion, es también muy amigo de los Maritain. A nivel espiritual, Jacques anotará, que “ha tenido un lugar único en nuestra vida”, abogado, converso, amigo de Paul Claudel, y después de los Maritain desde 1913, vive totalmente entregado a la contemplación, siguiendo la escuela de san Juan de la Cruz. Atraído también por el ejemplo del P. de Foucauld marcha a Túnez, donde el arzobispo de Cartago, en noviembre de 1924, le impondrá el hábito. Tendrá gran influencia en la conversión de Cocteau, en las conversaciones en casa de los Maritain, con ocasión de uno de sus regresos a Francia seis meses más tarde de su partida. Así lo narra Raïsa: “Ayer Cocteau debía irse temprano después de la cena, un coche tenía que recogerlo para conducirlo al estreno del ballet ruso. Pero el coche se retrasaba. Llegó antes el P. Carlos. Con su vestido blanco del desierto, con un corazón rojo, coronado por una cruz, sobre el pecho. Es bonito, lleno de sencillez […] La impresión es grande. Veo a Jean Cocteau de pie, silencioso, en el marco de la ventana, ensimismado en la reflexión. He aquí pues la clara respuesta de Dios a nuestras oraciones, a nuestra inquietud; desde hacía algunas semanas nos preguntábamos a qué sacerdote dirigir a Cocteau, pues creíamos que era el momento oportuno, y no lo habíamos encontrado. Una vez más nuestro dulcísimo Dios había respondido en una dificultad muy grande con un gran auxilio[3].” Cocteau contestó del siguiente tenor en su Carta a J. Maritain: “Entró un corazón, un corazón rojo coronado por una cruz roja en medio de una forma blanca que se deslizaba, se inclinaba, hablaba, apretaba manos. Aquel corazón me hipnotizaba, me distraía de la cara, decapitaba el albornoz. Era la verdadera cara de la forma blanca y Carlos parecía tener la cabeza sobre su pecho como los mártires.”

Massignon tenía a los Maritain al corriente de lo que hacía el P. de Foucauld. Debió al menos hablarles de las cartas que había intercambiado con éste. Durante una entrevista publicada en el periódico neerlandés De Maasbode el 30 de mayo de 1926, después de haber destacado el hecho de que en Francia “las ideas del P. de Foucauld avanzan cada vez más”, Jacques Maritain proseguía: “Massignon mantuvo con él una correspondencia muy viva que un día u otro se publicará…”[4]. Antes, pues, de la fundación del P. Voillaume, J. Maritain aparece, como se evidencia por estos múltiples indicios, como alguien muy cercano a la herencia de Foucauld que comienza a extenderse. “El hecho, hace notar M. Nurdin, debía conocerse entre sus amigos; si no, por ejemplo, ¿por qué el P. Iwashita Soichi, que trabajaba entonces en la traducción de Tres Reformadores, habría dedicado a Jacques Maritain la biografía japonesa del Padre de Foucauld publicada en 1929 por el Dr. Totsuka Bunkei. Él mismo traducirá De la vié d’oraison en 1931-1932.

Entre estos indicios precoces, hay uno en 1922 que nos aproxima a la vocación de los Maritain y al testimonio del P. de Foucauld. Hacía entonces cerca de 15 años que Jacques y Raïssa Maritain se habían bautizado. Muy pronto experimentaron la llamada evangélica a darlo todo para seguir a Jesús. La vía clásica para responder a esta llamada radical era la vida religiosa pero su matrimonio era un factor a tener en cuenta. Una reflexión de J. Maritain en 1909 expresa su inquietud en esta situación de búsqueda: “Tenemos que ser como religiosos de una especie de orden especial”. Los Maritain comprenden muy rápidamente la parte primordial de la unión con Dios por medio de la vida de oración. El atractivo de la contemplación se traduce en el deseo de una vida propiamente contemplativa, a semejanza de la Cartuja o el Carmelo. Pero su estilo de vida y actividad los mantienen en otro estado: son intelectuales inmersos en la vida del mundo y en las relaciones con múltiples contactos con personas actores de la vida cultural, artística, política y no monjes viviendo en su monasterio o ermita. Hay, pues, una tensión perceptible entre la llamada de Dios a darlo todo y las exigencias de su vocación propia que es necesario encontrar fuera de las vías de la vida consagrada. Es conocido que, no sin dolor, los Maritain encontraron bastante incomprensión en sus planteamientos por parte de sus primeros directores espirituales (benedictinos) que consideraban sus planteamientos como una pequeña extensión de la vida monástica.

En 1922, los Maritain redactan para sus amigos con los que compartían una búsqueda en común un “Directorio” que define en la primera parte “la vida de oración” en los grupos de búsqueda intelectual que darían lugar a los famosos Círculos Tomistas. A los 40 años, no fundan una nueva congregación religiosa, sino una asociación abierta principalmente a laicos y basada en una práctica de vida contemplativa. En este contexto preciso, Maritain tiene en cuenta su situación un tanto especial. La describe el 16 de mayo de 1922: “Conversando detenidamente con Raïssa, tenemos la impresión de que estamos aquí los dos, a pesar nuestro, en alta mar y forzados a decidir por nosotros mismos”. Así, pues, hace notar la limitación de los consejos humanos, en particular para las cuestiones que tenían que solucionar entonces: “la vida espiritual” y “lo que conviene a la vida laica”. Añade: “Nos sentimos muy sorprendidos por la manera estrecha y convencional con que los Benedictinos juzgan al P. de Foucauld, ese “personaje original”, nos decía uno de ellos”.

Por entonces, hacía algunos meses que el éxito del libro de René Bazin, “Charles de Foucauld explorateur du Maroc, eremite au Sahara”, había dado a conocer ampliamente a los interesados la historia del P. de Foucauld. Los Maritain tenían un conocimiento anterior y más extenso a la vez por Massignon.  Existe entre los Maritain y el P. Foucauld un acuerdo espiritual profundo: ¿no hizo la llamada de Dios andar a Foucauld a través de los monasterios para conducirlo finalmente a una vida contemplativa entre los tuareg? Existe, pues, entre el sacerdote Foucauld y el matrimonio Maritain, una analogía profunda en cuanto a la búsqueda de Dios y su voluntad en cuanto la llamada de Dios a una vida contemplativa no los retira del mundo, al contrario, los atrae hacia el mundo. Esta convicción va a explicitar las relaciones de Maritain con la Fraternidad fundada por el P. Voillaume. En esta época nos encontramos a René Voillaume enfrascado en la lectura y meditación del libro de René Bazín momento espiritual del que escribirá más tarde en su testamento que fue “una gracia de certeza luminosa que no dejó en mi alma ninguna duda: debía imitar la vida de Carlos de Foucauld”.

El proceso de R. Voillaume que le conduce a fundar la Fraternidad diez años más tarde es ampliamente conocido. Los Maritain están completamente ajenos a esta fundación aunque, probablemente invitado por Massignon, Jacques Maritain asiste a la misa de fundación en Montmartre en 1933. Y, con todo, en 1928, totalmente ajeno a los preparativos del P. Voillaume, Jacques dibuja, para un joven que le pide consejo, una especie de proyecto profético de lo que más tarde realizará la Fraternidad. Este joven es André Harleire, amigo de los Maritain, será uno de los primeros Hermanos. Si no está en Montmartre el 8 de septiembre de 1933, es por que se encuentra en Argel esperando a los Hermanos para unirse a ellos. Para él, que desempeño un papel importante en la formación de la Fraternidad, la relación entre los Maritain y la Fraternidad se encontraba firmemente consolidada en la amistad. Pero volvamos de nuevo al episodio de 1928.

Intelectual, convertido, Harleire es como los Maritain seducido por el ideal de una vida contemplativa pero una vida contemplativa, no obstante, enel mundo. Y he aquí el consejo que le da Maritain (carta del 31 de julio de 1982) y que nos lleva al P. de Foucauld: “Si la impresión que tiene usted y que va en el sentido de una vida contemplativa en el mundo, responde a una voluntad de Dios, me parece que la entrada en la Cartuja es una decisión sabia y prudente. Ya que depende entonces de Dios, y sólo de Él, afirmar esta voluntad haciendo por usted lo que hizo por san Benito Labre o por el P. de Foucauld, empujándole afuera a pesar suyo”. El consejo de Maritain es, pues, prudente: la forma clásica de una vida contemplativa es la Cartuja (o la Trapa, o el Carmelo…). Hacia ella orienta a Harleire. Pero Maritain no se cierra del todo a la idea de que la vocación a una vida contemplativa “le empuje afuera”, fuera del claustro, como dice, ya que en la misma carta, aclara los términos del problema “vida contemplativa en el mundo”, de una manera que dice mucho sobre su propia manera de ver y vivir esta situación y la conciencia que tenía de su propia vocación compartida con Raïssa y Véra: “¿Una vida integralmente contemplativa en el mundo? En verdad, yo no la creo posible. Una vida contemplativa en esencia, sí, y que ni siquiera implicaría la preocupación directa por el apostolado de la vida mixta dominicana, sí todavía; no obstante, sólo se justificaría en el mundo por el deseo de servir a las almas, y en consecuencia de entregarse a ellas de un modo u otro, y soportar valerosamente todos los fracasos, amarguras y vaivenes inútiles que son inseparables del comercio con los hombres, aunque sólo sea para dar testimonio en medio ellos de la misma contemplación y del amor eucarístico de Nuestro Señor […].

Continúa el texto: “Si usted debe permanecer en el mundo, creo que es con la voluntad de dejarse devorar por los demás, sin preservar nada más que la parte, muy grande, de soledad necesaria para que Dios haga de usted algo que sea útilmente devorable […]” “¿Qué queda después de esto? La impresión, la esperanza de que el Espíritu Santo prepare algo en el mundo, una obra de amor y de contemplación, que querrá almas totalmente entregadas e inmoladas en medio mismo del mundo. Usted sabe hasta qué punto esta idea está profundamente en mí. Pero no es nada más que una idea, una esperanza […]”. Volveremos a encontrar esta idea de forma reiterativa en el pensamiento de J. Maritain.

La Fraternidad, como sabemos, se estableció en Al-Abiodh como una comunidad de clausura, y durante más de diez años vivió en el desierto y la soledad contemplativa siguiendo esencialmente los dictámenes y la forma clásica del claustro. Necesitará un lento proceso para encontrar la forma, nueva en la Iglesia, de su vocación de congregación religiosa, a saber, contemplativa para insertarse en medios no cristianos, entre los desheredados del mundo y en el mundo obrero, dicho en cuatro palabras célebres, “au coeur des masses”. Esto será, sobre todo, tarea de la posguerra. En ese momento nos encontramos con Maritain. Anteriormente, el período de clausura de la Fraternidad, oculta en el desierto argelino, se desarrollará casi sin relación con Maritain. A pesar de todo, se ve despuntar un elemento observado por M. Nurdin, y que traduce una determinada intimidad o proximidad con el pensamiento de Maritain. En efecto, lo que los Hermanos llamaban entonces la adaptación, diríamos hoy “inculturación”, al medio musulmán y sahariano. La fraternidad de El-Abiodh quería ir “lo más lejos posible en su deseo de «inculturación» no solamente espiritual, sino también humana y religiosa” (Cuaderno nº 35 p. 15). Fr. André encargado de elaborar un texto sobre este tema hacia 1935-36, lo redacta en referencia a dos textos de Maritain, Religión y cultura y Del régimen temporal y de la libertad.

Llegado a este punto es obligado decir algunas palabras sobre el pensamiento de Maritain, desarrollado en los años 30 alrededor de estos dos textos citados, y que debía expresarse de manera magistral en Humanismo integral (1936). En un contexto de reflexión fundamental sobre la civilización y su futuro, sobre las posibles interferencias entre religión y cultura y, para un cristiano, entre el Evangelio y la Iglesia, en medio del hervor social y religioso que representaba el desarrollo de la Acción Católica, y también el compromiso cristiano de grupos como Esprit de Emmanuel Mounier, J. Maritain centró  sus reflexiones sobre “los problemas temporales y espirituales de una nueva cristiandad”. Lo hizo, primero, en una Universidad de verano en España en 1934 (Santander) y, más tarde, en Polonia además de en múltiples artículos y conferencias por Europa y las dos Américas. Toda esta reflexión fue publicada en su libro más famoso: Humanismo integral (1936). La idea de un “mundo cristiano” o de una cristiandad nos lleva espontáneamente, en Occidente, a la Edad Media. Nuestro mundo no es cristiano como lo fue en la Edad Media. Esto es una constatación fundamental.

Por otra parte, en perspectiva histórica, la Iglesia en la Edad Media se había hecho la educadora de los pueblos cristianos, y por lo tanto la obra de civilización (cultural y política) se encontraba bajo la tutela religiosa. Pero, más adelante, la emancipación de esta tutela en lo que podríamos llamar el movimiento humanista del Renacimiento aparece, a los ojos de Maritain, como algo muy temporal. Y si desdicha del humanismo moderno ha sido la de ser antropocéntrico y rechazar sus fuentes cristianas, el reto no es rechazar suicidamente este humanismo, sino reconciliarlo con el espíritu cristiano. A este modo de proceder Maritain le llama un “humanismo integral”, humanismo teocéntrico o mejor aún “humanismo de la Encarnación” del Verbo de Dios en el hombre. Así, en tanto que obra de civilización centrada en la dignidad de la persona humana y ajustada a la inspiración del Evangelio, la realización de este “humanismo integral” será propiamente un asunto de laicos. Maritain llama a la “misión temporal de los cristianos (de todo tipo: cultural, social, política, científica, artística) que es una misión de colaboración en un mundo plural y que consistirá en aportar la inspiración y, en primer lugar, el testimonio y la presencia, del Evangelio en la obra de los hombres sobre la tierra.

En esta atención cristiana a lo humano, Maritain ve una prolongación de la Encarnación que ha hecho descender del cielo, en la humanidad de Jesús, la fuente de la gracia, y que sigue en la Iglesia. Maritain tiene un sentido claro de esta misión que continúa en la Iglesia. Sin añoranzas de los tiempos de cristiandad, en la Carta sobre la independencia (1935) escribe: “El instinto espiritual, que es de Dios, pide a los cristianos dispersarse en el mundo que Dios hizo, para llevar su testimonio y vivificarlo”. Y si el fuego del Evangelio debe extenderse sobre la tierra por obra de los cristianos, no es por medio de fulminaciones ni de condenas. Debe aparecer cómo lo que es, fuego de santidad y caridad”.

La atención evangélica a todo lo humano debe inspirar no solamente las acciones de los santos, sino las estructuras y las instituciones de la vida común, penetrar en las profundidades de la existencia sociotemporal. A partir de ahí, la renovación de la civilización que él dice que desea se caracterizará por la santificación de la vida profana o secular y Maritain no duda en hablar de un nuevo estilo de santidad caracterizado por la santificación de la vida profana. Finalmente añadía: “Forma parte del orden de las cosas que este nuevo estilo y esta nueva eclosión de espiritualidad no surjan de la misma vida profana, sino de algunas almas ocultas al mundo, unas viviendo en el mundo, otras en las cumbres de las más altas torres de la cristiandad, quiero decir en las Órdenes más altamente contemplativas, para extenderse desde allí a la vida profana y temporal”.

Humanismo integral fue leído, acogido con simpatía en El-Abioh. Su meditación sobre la penetración del Evangelio en todo lo humano y sobre un nuevo estilo de vida evangélica en el mundo coincidió con la maduración que se operaba en la Fraternidad alrededor del misterio siempre ejemplar, pero que era preciso profundizar fielmente, de la vida oculta en Nazaret. Reanudando las fórmulas del P. Voillaume, Michel Nurdin habla de un malestar experimentado por los hermanos, “inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, ante el desfase tan sensible entre su vida, el Reglamento de 1899 del P. de Foucauld y lo que éste había vivido en referencia al “misterio de la vida oculta de Nazaret”. Empieza una evolución en la búsqueda de respuestas de la Fraternidad en orden a su vocación contemplativa en tierra de misión “en el sentido de una vida centrada sobre todo en el trabajo para vivir y en un contacto más íntimo con las gentes” que los acogen. Por otra parte, restablecidas las conexiones entre las dos orillas del Mediterráneo, los hermanos descubrían el renacimiento misionero y religioso que tenía en “Francia país de misión”,su referencia. También la Fraternidad iba a vivir su paso del claustro al mundo y a trasplantar la fidelidad a su vocación contemplativa a las pequeñas fraternidades diseminadas por todo el mundo, en el corazón de las masas.

M. Nurdin explica aún: “La imitación de la vida de Jesús en Nazaret siempre ha sido una de las características que la Fraternidad conserva del P. de Foucauld. Esta imitación se había centrado en principio en la fundación del marco monástico de El-Abioh. Desde este momento iba a cambiar su rostro insertándose “en el corazón de las masas”. Publicadas bajo este título en 1950, las charlas del hermano René Voillaume en el noviciado del El-Abioh y sus cartas a los hermanos se proponían orientar y estimular a una forma de vida consagrada que, debido a su novedad, requería un reajuste respecto a algunos temas clásicos en teología espiritual. Esta nueva situación era especialmente sensible en el ámbito de la plegaria y la oración contemplativa donde, haciendo suya la enseñanza de san Juan de la Cruz, el prior de la Fratenidad reformulaba algunas grandes verdades sacadas a la luz por el Doctor Místico en un contexto existencial humano y religioso, totalmente diferente al nuestro. Ahora bien, M. Nurdin lo destaca, el P. Voillaume cita entonces Humanismo integral e inscribe espontáneamente la profundización de la experiencia de la Fraternidad entre los hombres en las perspectivas caracterizadas por Maritain. Tengamos en cuenta aquí que en 1946, el P. Voillaume acompañado por el hermano André, visita por varias semanas Roma, donde J. Maritain es embajador de Francia. Con esta ocasión se establecerán los primeros contactos para unas relaciones amicales en progresivo crecimiento.

Recíprocamente, cuando el hermano André trasmite a los Maritain algunos textos del P. Voillaume publicados “En el corazón de las masas”, Jacques reconoce sin vacilar la aparición de un “nuevo modo o estilo de contemplación o de vida contemplativa” (Cuaderno, p. 20). Antes, él había anotado: “muy emocionado por los textos del P. Voillaume que André ha dado a Raïssa” que “estos Hermanos son lo que esperábamos desde hacía mucho tiempo” (ibid, p.19). Con el fin de precisar un poco esta espera, recordemos que Humanismo integral dejaba entrever un nuevo estilo de santidad y tenía en cuenta, lo citamos más arriba, que “este nuevo estilo y este nuevo impulso de espiritualidad” debían iniciarse normalmente en las almas contemplativas y en las órdenes religiosas “más altamente contemplativas”. En un texto de 1945, por lo tanto antes de que encuentre al P. Voillaume, un texto donde condensaba una vez más los temas axiales de Humanismo integral, Maritain presentía una renovación de la vida contemplativa y manifestaba su deseo de una “vida contemplativa, quizá bajo nuevas formas” que “sea accesible no solamente a algunos privilegiados, sino al hombre común”, para permitir la penetración del Evangelio en el mundo y la “santificación de lo profano” que él esperaba. No postulaba, pues, una nueva congregación religiosa. Pero en la experiencia espiritual de los Hermanos y en la enseñanza que les daba su fundador, reconocía esta nueva forma de vida espiritual o contemplativa que esperaba el mundo y la mayoría de las gentes y que con Raïssa denominaron desde ese momento “la contemplación por los caminos del mundo”. En este sentido, la Fraternidad, garantizada por la Iglesia, aportaba a los deseos y a las búsquedas, a los presentimientos de los Maritain el refuerzo, el crisol y el aval de su propia experiencia. A través de la difusión de la obra En el corazón de las masas y los escritos del P. Voillaume, el espíritu de Foucauld se extendía en la espiritualidad del siglo XX.

Un tema afecta vivamente a Maritain en la enseñanza espiritual del P. Voillaume: el lugar del amor al prójimo en la vida espiritual o en la experiencia cristiana de la contemplación vivida entre los hombres. Un monje dedicado a la unión con Dios en una vida regulada por la oración no debe olvidar nunca al prójimo. Ahora bien, en una vida compartida ordinariamente con los hombres, como Jesús en Nazaret, las relaciones con los demás alteran totalmente las condiciones del ejercicio de amor al prójimo. Y si en vez de vivirlas como unas concesiones obligadas, en una especie de nostalgia del monasterio, el contemplativo las vive “siguiendo a Jesús de Nazaret”, si ama y mira a los demás “como Jesús los amó” y nos dijo que los hiciéramos (“como el Padre me amó…, como yo os he amado, amaos los unos a los otros”), entonces el amor a los otros ocupará un lugar central en su vida. “De ninguna manera en detrimento de su unión con Dios, puesto que este ejercicio del amor a los demás se hará “divinamente”, abrazando los sentimientos de Cristo Jesús. Más aún, en estas circunstancias, el amor a los demás será indisolublemente el lugar o el momento de la experiencia de Dios.

Maritain había meditado sobre la experiencia de los místicos. En la escuela de san Juan de la Cruz y santo Tomás de Aquino, había reconocido que el medio propio de la experiencia de Dios del que dan prueba los místicos es el amor de Dios, el amor de caridad. Los místicos no conocen a Dios por revelaciones especiales sino a través  de la experiencia íntima de amor. Pues bien, al meditar sobre el lugar que ocupa el amor a los demás en una vida contemplativa en medio de los hombres, Maritain extiende muy lógicamente sobre ellos los conceptos que expresaban clásicamente la experiencia mística de Dios. Escribe, en notas inéditas: “El amor al prójimo es el mismo amor que el amor a Dios. Por lo tanto, el amor fraterno nos connaturaliza también con Dios”. El amor de caridad es el lugar y medio de la experiencia de Dios. El ideal de una vida contemplativa perseguido por los Maritain encuentra allí la justificación profunda de su permanencia en las condiciones de una vida en el mundo. Y por otra parte, la nueva forma de espiritualidad que llaman “contemplación en los caminos” se justifica precisamente en las condiciones de espiritualidad del laico será, ante todo, en la inmersión social del existir con los demás, el aprendizaje de la acogida y de la caridad.

En un texto publicado en 1945, Maritain esboza un poco más la nueva forma de espiritualidad cuya aparición percibía: “en estas perspectivas, se puede comprender que un nuevo estilo de santidad, no digo un nuevo tipo de santidad ya que ésta tiene su tipo eterno en Cristo, se puede comprender que un nuevo estilo de santidad, una nueva etapa en la santificación de la vida secular será requerido por una nueva edad de civilización. No solamente el espíritu de Cristo se extenderá en la vida secular, y buscará a sus testigos entre los que trabajan en las obras y las fábricas, las obras sociales, la política o la poesía, tanto como entre los monjes dedicados a la búsqueda de la perfección; sino que una especie de divina simplificación ayudará a los hombres a comprender que la perfección de la vida humana no consiste en un atletismo estoico de virtud ni en una aplicación libresca y humanamente elaborada de recetas de santidad, sino en un amor que crece sin cesar, a pesar de nuestros desprecios y nuestras miserias, entre el Yo increado y el yo creado; y que todo depende de este descenso de la divina plenitud en el ser humano del que hablé más arriba, y que opera en el hombre la muerte y la resurrección; y que la santificación del hombre tiene su piedra de toque en el amor al prójimo que le pide estar siempre dispuesto a dar lo que tiene, y así mismo, y finalmente a morir de alguna manera por los que ama.”

Naturalmente, el amor al prójimo, la atención a lo humano no son aquí un amor cualquiera. Su causa no es humana o humanitaria. Es evangélica, siguiendo los pasos de Cristo. Por esto, la atención al prójimo se modifica. Las notas inéditas ya citadas se multiplican en su brevedad: “Eso supondría una aproximación evangélica a los demás hombres. No esperar recibir algo de ellos, ni su gratitud, ni siquiera su conversión […] Estar dispuesto a servirles. Escucharles. Ser un instrumento para transmitir el amor que Dios le tiene. […] Eso exige de nosotros existir con ellos, con los pobres. “Como resultado: una vida mística y desposeída” en que se trata “de estar muy disponible al amor fraterno” […] “Más desgarrada por el dolor humano y el servicio humano”. Y aún: “Menos preparada por una meditación intelectual, pero preparada por las pruebas del amor.” Finalmente: “contemplación en los caminos”.

Y concluye sus notas así: “Me siento incapaz de darle más que estas pobres indicaciones, desde el exterior. Pero afortunadamente, esta forma de contemplación es practicada por un cierto número de hombres y de mujeres, comprometidos en la vida laica o en la vida religiosa, especialmente por los Hermanos de Jesús, que son discípulos del P. de Foucauld.

Maritain se sentía cada día más próximo a los Hermanos de Foucauld. “Amamos a los Hermanos cada vez más”, decía Maritain. Escribía convencido: “estamos persuadidos de que los Hermanos son un don del Espíritu Santo a la Iglesia y al mundo como lo fueron los Franciscanos y los Dominicos en el siglo XIII y los Jesuitas en el XVII. La única fundación religiosa verdaderamente y auténticamente nueva desde el siglo XVII”.

En el verano de 1960, Jacques y Raïssa vuelven a París, solos. Abatida por la muerte de Véra unos meses antes, Raïssa sufre una conmoción cerebral. El Hermano Paul Marnay les acoge y permanece junto a ellos en este periodo que Jacques llamará los “cuatro meses irrespirables” de la última enfermedad de Raïssa. René Voillaume y el hermano André estarán también con ellos, en particular cuando se apaga la vida de Raïsa, el 4 de noviembre de 1960, y cuando Jacques se encuentra solo, viudo, sin hijos. La amistad con los Hermanos André y Paul facilita la acogida en la Fraternidad de estudios de Toulouse. Ciertamente que la vocación de la Fraternidad no consiste en recoger a los ancianos, pero la amistad, el parentesco en el estilo espiritual de vida, son tan estrechos que la acogida se realiza con toda naturalidad. De este modo, Jacques Maritain no seguirá estando solo y podrá hacer un favor a los hermanos en la organización de sus estudios. A partir del 19 de noviembre escribe: “Se me acepta para ponerme al servicio de los Hermanos, como filósofo laico. Se verá más adelante qué compromisos religiosos puedo asumir (Instituto Secular o Fraternidad Secular). Por el momento, el Padre Prior me envía la insignia de los Hermanos y me autoriza a llevarla.” Jacques es verdaderamente “acogido como un hermano” en la Fraternidad.

El primer trabajo de Maritain en Toulouse será publicar el texto inacabado de Raïssa bajo el título de Notas sobre el Padrenuestro. Los tres primeros capítulos son un comentario muy clásico del Padrenuestro. El capítulo IV: “la oración de Jesús”, Raïssa propone en la línea de una espiritualidad renovada las perspectivas de lo que llamaba “la contemplación en los caminos”.

Jacques descubrió, además de las “Notas sobre el Padrenuestro”, unas notas espirituales que reunirá y publicará bajo el título de Diario de Raïssa. Mejor quizá que un tratado deliberadamente construido, estas notas daban prueba de la experiencia de la contemplación en los caminos de esta larga búsqueda de una vocación espiritual vivida en el mundo, en medio de las preocupaciones y trabajos de los hombres. Como las Notas sobre el Padrenuestro, dedicadas a los Hermanos, el Diario de Raïssa tuvo en primer lugar una edición no comercial para los Hermanos que eran los primeros destinatarios. Y puesto que la vía espiritual de la que daba prueba el Diario suscitaba la incomprensión de algunos amigos y teólogos, Maritain pidió al P. Voillaume presentar e introducir, y de alguna manera avalar, la obra. En este prefacio, lo recordé al principio, el P. Voillaume acercaba, sin ninguna reticencia, el testimonio de Raïssa a los del P. de Foucauld y Teresa de Lisieux. “Es con un consentimiento de humildad y con el corazón lleno de gratitud como escribo este prefacio de recopilación de notas publicadas bajo el título de Diario de Raïssa. Permítaseme decir en primer lugar hasta qué punto la lectura es significativa para nosotros, hijos e hijas de la familia del hermano de Carlos de Jesús […] en su límpida sobriedad nos muestran todo el desarrollo de la vida escondida de un alma enamorada de Dios, y a la vez presente, con qué incansable caridad, en la vida del mundo, muy especialmente en los movimientos de pensamiento y en la búsqueda artística que caracterizaron su época.”

Haciendo hincapié a continuación en el “verdadero parentesco espiritual” que conecta el camino de Raïssa con la enseñanza de Teresa de Liseux y el testimonio del P. de Foucauld, indica: “La característica dominante de este movimiento espiritual me parece que es la preocupación por volver a dar a la contemplación de Dios el primer lugar, y por traerla al mundo, a la  miseria del mundo, como una necesidad vital para la expansión misma de la vida cristiana que los laicos de nuestro tiempo están llamados a vivir.” “La santa carmelita de Liseux, permaneciendo en el claustro, recibió la misión de enseñar un camino hacia la contemplación y la santidad accesible por su simplicidad a todos los que viven en el mundo. En la misma línea, el P. de Foucauld, ermitaño en el desierto, que esperó vanamente algún compañero, coloca los fundamentos de un ideal de vida religiosa que tiene como característica esencial dedicarse a la contemplación en el marco de la vida de Nazaret, de la vida cotidiana de trabajo de los pobres. Raïssa se sabe llamada a una vida contemplativa en el mundo, ahí mismo, en el reino de los artistas, de los poetas, de los filósofos, donde lo mejor y lo más turbio del mundo se encuentran en el punto más alto de seducción y de peligro.

La publicación del Diario de Raïssa en 1963, bajo la autoridad espiritual y el patrocinio del P. Voillaume, no constituye el último acto o el último fruto de la relación que unía la Fraternidad a la “contemplación en los caminos” esperada por los Maritain. En 1965 se acababa el segundo Concilio Vaticano, bajo la guía de Pablo VI, amigo de Maritain, a quien llamaba su “maestro”. El 8 de diciembre de 1965, Maritain, lo recuerdo bien, recibió de manos de Pablo VI el “mensaje del Concilio” a los intelectuales. Y algunos días más tarde, el filósofo tuvo la idea de redactar sus deseos para el futuro. El Campesino del Garona, como su título lo sugiere, fue editado en Toulouse, es decir en la Fratenidad, y la obra acaba con una sección muy larga consagrada a la “contemplación en los caminos”, que constituye el texto más conseguido de los Maritain.

En un libro con Jacques en 1950, Liturgia y contemplación, Raïssa había redactado, un corto capítulo titulado “la contemplación en los caminos” y consagrado en gran parte “al testimonio y a la misión de Teresa de Liseux”. Terminaba, al final, escribiendo: “Añadamos que en esta contemplación en los caminos al desarrollo a la cual el futuro asistirá indudablemente, parece que la constante atención a Jesús presente y la caridad fraterna sean llamados a desempeñar un papel más importante, incluso en relación a las vías de la oración infusa.” Para curar la modestia de los Hermanos, iremos hasta el final de la cita: “creemos que la vocación de estos contemplativos, lanzados al mundo y a la miseria del mundo, que son los Hermanos de Carlos de Foucauld, tiene en este punto un alto significado, y se puede esperar de ellos nuevas luces en el ámbito de la vida espiritual, con el tiempo y la gracia de Dios.”

En el Campesino de Garona, Jacques volvía a “la constante atención a Jesús presente y a la caridad fraterna” designados por Raïssa como dos “caracteres principales” de la contemplación en los caminos. En cierto modo, como en los dos mandamientos de amar a Dios y al prójimo que, en verdad, “no son más que uno”, estos dos caracteres sólo son uno, ya que mirar a los demás y amarlos como Jesús los ama, es unirse al mismo Jesús. Maritain añade: “el Padre Voillaume me decía un día que aquello era ver a Jesús en ellos”.

La idea, o más bien la palabra “contemplación”, expresa a menudo una mirada hacia el cielo. Incluso la “contemplación del ser amado” deja la idea de una distancia fría. Y en consecuencia la búsqueda de un “ideal contemplativo” parece un escape de la vida y el mundo. No es el caso del amor. Pero si se comprende que la contemplación cristiana se acaba también e indisolublemente en la mirada fraternal sobre los hombres, que ve a Jesús en ellos, y los ama como Él los ama.

La profesión religiosa de J. Maritain en la Fraternidad no tiene en ningún momento sentido clerical alguno, ni supone abandono de la búsqueda que había mantenido toda su vida con Raïssa y Véra como laicos. Para Jacques mismo, esta profesión era la consagración, el “abandono”, la “ofrenda” a Dios de la vida que le quedaba.

René Mougelhorizontal rule

[1] ( 25 julio de 1883 – † 31 octubre 1962). Arabista y convertido. Amistad con Carlos de Foucauld por su interés por Marruecos y el mundo islámico. Cf. J. Etxezarreta Zubizarreta, Hacia los más abandonados. Un estilo de evangelización. El Hermano Carlos de Foucauld, 1995, 282-283

[2] Es interesante conocer las dedicatorias en personajes tan cercanos a la espiritualidad foucaldiana incluso por su orden: 1º. L. Massigon;  2º, J. Maritain; 3º, Mgr Le Roy [Primer presidente de la Asociación Foucauld]; 4º,  René Bazin [Primer biógrafo de C. de Foucauld]).

[3] Diario de Raïssa ,15 de junio de 1925.

[4] Fue publicada por J. F. Six, pero mucho más tarde, con el título: L’aventure de l’amour de Dieu (80 lettres inédites…), París, Seuil, 1993.

https://www.carlosdefoucauld.org/ComunidadJesus/Mesaprop/22-23/Maritain-Voillaume.htm
 
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Ver realmente el misterio mismo de Jesús en nuestros vecinos – Jacques Maritain

Si la caridad fraterna está llamada a desempeñar un papel principal en esta contemplación [fuera del claustro], me parece que es en la medida en que la oración de amor puede y debe perseguirse en las mismas relaciones con los hombres en las que los que viven en el mundo está constantemente involucrado. Entonces, al mirar a nuestros hermanos y escucharlos, al estar atentos a sus problemas y tener compasión por sus aflicciones, no solo nos esforzaremos por amarlos como Jesús los ama; al mismo tiempo, se nos dará una gracia más secreta. Si les damos toda la atención que podamos de corazón, no es mucho, a decir verdad; pero lo que cuenta mucho más, para nosotros y para nuestros hermanos, es el hecho de que al mismo tiempo el amor de Jesús por ellos, que les da su corazón, está atrayendo hacia él la mirada de nuestra alma y lo profundo de nuestro corazón.ver a Jesús en ellos ; y Madre Magdeleine -en una fórmula más desarrollada, a la que quisiera ceñirme- que llegó a penetrar, al mirar a nuestros hermanos y amarlos, un poco del misterio mismo de Jesús mismo y de su amor por cada uno de nosotros . “Porque”, agregó, “como hay un solo mandamiento, el amor constante de nuestros hermanos, el amor hasta el agotamiento por ellos, es el cumplimiento en acto del amor de Dios y la unión con Jesús; y es el amor el que hace crecer, profundizarse, regocijarse la contemplación ”.
Jacques Maritain (1882-1973)

Creencia sin cambios, excepto para decir más profunda

Amigo de Jacques Maritain

Charles Journet

Aquellos grandes contemplativos se colocan en ese mar profundo en el que parece que ya nada se distingue, en la “nube del desconocimiento”… Y cuando vuelven a la superficie, ¿qué encuentran? Cuando el sol comienza a brillar, las estrellas desaparecen: vuelven a encontrar las fórmulas del Credo , y las encuentran coloreadas por su entrada en la noche oscura de Dios; y las aman aún más. No se deshacen de estas fórmulas ni las tiran. Las encuentran más amplias y profundas, y quieren beber de ellas hasta el final.
Charles cardenal Journet (1891 – 1975)https://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Journet#:~:text=Charles%20Journet%20(Ginebra%2C%2026%20de,elevado%20a%20cardenal%20en%201965.