Capilla Beni Abbés. Pintura hecha por Carlos de Fucauld
Si bien son muy pocos los textos en los que Charles de Foucauld se refiere a la devoción al Sagrado Corazón considerándola en sí misma, se advierte con facilidad, que la vida del Sagrado Corazón se encuentra para él subyacente a todo, y emerge a cada instante como algo tan natural, que pareciera hacerle innecesaria una referencia más explícita. El culto al Sagrado Corazón es, en el Hermano Carlos, inseparable del de la persona misma de Jesús. Y la necesidad imperiosa de asemejarse al Señor que él experimenta desde un comienzo, lo lleva a querer conformarse con los sentimientos de su Corazón. Muestra de esto será el dibujo que hace del Sagrado Corazón para la capilla de Beni Abbés y el símbolo de Jesus Caritas que llevó prendido durante un tiempo en su vestimenta.
Veamos ahora dos cartas del hermano Carlos que expresan su manera de vivir según el corazón de Dios: La primera en relación al suicidio (abril 1892) de su amigo Henri Duveyrier, geógrafo y amigo también de los tuaregs:
El 8 de marzo de 1898 Foucauld dice a su director espiritual, el padre Huvelin, que ha leído a santa Teresa de Jesús diez veces en diez años. Posteriormente la lectura de la obra de Teresa de Jesús le condujo a los escritos de san Juan de la Cruz., terminando de leer la obra completa del gran místico español en octubre de 1898 y en lo sucesivo vuelve a ella y aconseja a menudo su lectura. En marzo de 1898 comienza la lectura de san Juan Crisóstomo por recomendación reiterada del padre Huvelin en 1897, sirviéndose de esta para sus meditaciones. Desde su conversión, Foucauld lee obras de los Padres del desierto, siendo el libro Vies des Pères du Désert1 decisivo en 1887, cuando buscaba la orden más apropiada para realizar su vocación. También Foucauld amó la lectura de algunos escritos de su época, especialmente el libro titulado Comment aimer Dieu?2, (¿Cómo amar a Dios?) del sacerdote Antoine Crozier3 que le marcó profundamente, convirtiéndose en su amigo y le influyó en la creación de una especie de cofradía de Hermanos y hermanas del Sagrado Corazón.
“Ya supe el triste final de nuestro pobre amigo M. Duveyrier. En mi familia era conocida la entrañable relación que me unía a él y me he enterado de este triste acontecimiento tal como lo han contado los periódicos. Me consoláis diciéndome cuán poca conciencia tenía de sus acciones en los últimos tiempos de su vida; espero que Dios en su infinita bondad le haya hecho misericordia: como decís, ¡era de carácter muy recto, de alma muy elevada, de corazón muy delicado! Tan pronto como supe de esta desgracia, mi Superior celebró la misa para esta querida alma y desde entonces rezo cada día, lo mejor que puedo, por nuestro pobre amigo. ¡Lejos de mí juzgar severamente a aquél que tan tiernamente amé! No tengo ningún derecho. “No juzguéis para no ser juzgados” dijo Nuestro Señor Jesucristo y mil veces nos ha encomendado que nos ocupemos de la viga que está en nuestro ojo y no de la paja que está en el ojo de los demás. Amar y orar, he ahí nuestro deber y no juzgar”4.
La segunda carta, dirigida a su prima, trata de Marie Croix, una anciana ciega acogida por Carlos de Foucauld en Beni Abbés:
“Desde el día de Navidad me siento obligado a tener una pobre mujer en la fraternidad. Estos últimos días me ha declarado que quería hacerse cristiana. La he llamado María a esta primera catecúmena de Beni Abbès. Ayer, por primera vez, estuvo en la capilla. María es una anciana ciega y extranjera. Llegó aquí hace 8 años y la ayudé a vivir en una casa del pueblo. La echaron y vino hacia mí el día de Navidad, sin techo. Este día, como ningún otro, no podía dejarla tirada; la instalé en el cuarto de huéspedes y ella vive allí. Es una buena mujer, de la cual todos dan testimonio”5.
Esta búsqueda de conformidad, de imitación al Sagrado Corazón de Jesús, hace nacer en él un deseo de inmolación, que se expresará primeramente en el anhelo del martirio. Pero habrá luego en él una actitud de constante inmolación interior, traducida particularmente en su voluntad de participación, mediante el sufrimiento, en el trabajo redentor de Jesús:
«Deseo de sufrimientos para devolverle amor por amor, para imitarle,… para entrar en su trabajo, y ofrecerme con Él, la nada que yo soy, en sacrificio, en víctima, por la santificación de los hombres»6
La adoración eucarística, y en particular la adoración nocturna, fue uno de los fundamentos de su espiritualidad. René Voillaume, continuador de sus pasos, señaló en su obra Oración en el desierto 7 (1953) que “Jesús en los evangelios” y “Jesús en la eucaristía” eran los dos polos alrededor de los cuales giró la vida de Foucauld. Para él, la “vida oculta de Jesús” y “Jesús oculto en la eucaristía” compartían la misma lógica. Por esa razón, al retornar a Francia en abril de 1909, pasó una noche en oración con Louis Massignon en la basílica del Sagrado Corazón. Diariamente y a lo largo de su vida, Foucauld dedicó miles de horas a la adoración eucarística, y priorizó esta forma de oración a cualquier otra actividad. Quiso llevar la eucaristía a los lugares en los que ella estaba menos presente, concretamente, al Sahara. Desarrolló una concepción novedosa de la eucaristía, que incluía un matiz teológico de cierta originalidad. Creía que la eucaristía irradiaba, llenaba de gracia y permitía, por su sola presencia, no solo la santificación de las personas que comulgaban sino además la de aquéllos que vivían cerca. Se trataba de la “irradiación eucarística” del pan sagrado.
Su deseo de imitar la vida oculta de Jesús le llevó a innovar radicalmente el modo de realizar su apostolado, que no concebía como una estrategia sino como una búsqueda de ser ejemplo de vida cristiana en el quehacer cotidiano, una “presencia cristiana” entre poblaciones no cristianas, en el que conducía una vida similar a los demás pero buscando imitar la vida de Jesús. El estudio de la lengua tuareg le ayudó a integrarse plenamente en este proceso de aceptación, de comprensión y de ayuda a las poblaciones.
Para Foucauld, este conocimiento del otro debía conducir a la búsqueda de su bienestar material, a través de la educación y del progreso técnico, intentando además desarrollar la inteligencia del otro y su dignidad sin esperar nada a cambio. Al anotar en su diario lo que le había dicho el padre Huvelin en su viaje a Francia de 1909, Foucauld plantea lo que denomina el “apostolado de la amistad”:
“Mi apostolado ha de ser el apostolado de la bondad. Al verme ha de decirse: «puesto que este hombre es bueno, su religión ha de ser buena». Si se pregunta por qué soy dulce y bueno, tengo que responder que porque soy servidor de uno mucho más bueno que yo. ¡Si supierais lo bueno que es mi maestro Jesús!”8
En diferentes momentos de su vida, Foucauld rechaza para sí el término “misionero”:
“Monseñor Guérin tendría una leve y discreta tendencia a transformar mi vida de monje silencioso y escondido, mi vida de Nazaret, en una vida de misionero. Yo no seguiré esta última tendencia, pues creería ser muy infiel a Dios, que me ha dado la vocación de vida oculta y silenciosa y no la de hombre de palabras. Monjes y misioneros son, unos y otros, apóstoles, pero de manera diferente. En esto no cambiaré y seguiré el camino que […] estoy siguiendo hace catorce años: vida oculta de Jesús, junto con otros si Jesús me los envía, solo si me deja solo”9.
“Mi vida no es aquí la de un misionero, sino la de un ermitaño”, escribió a Henri de Castries el 28 de octubre de 1905. Y el 2 de julio de 1907, escribió a monseñor Guérin: “Yo soy monje, no misionero, hecho para el silencio, no para la palabra”. Desarrolló un apostolado de presencia silenciosa, “desconocido”. En su correspondencia, Foucauld se manifestaba convencido de que esta presencia era esencial con el fin de “roturar”, es decir, de preparar la tierra como primera etapa en el camino de la evangelización. Para Foucauld, el primer apostolado era el que pasaba por “la bondad, el amor y la prudencia”, características propias del Sagrado Corazón de Jesús.
1 ANÓNIMO, Vies choisies des Pères du Désert, Clasic Reprint.
2 A.CROZIER, Comment aimer Dieu, Excelsior, Association Théotime,2004. Este pequeño libro, publicado en 1894, supero los 1.3 millones de copias.
3. Antoine Crozier (1850-1916). Ordenado sacerdote en 1877 para la diócesis de Lyon. Hizo la ofrenda total de su ser y recibió los estigmas, participando así en los sufrimientos de Cristo. Su doctrina espiritual es simple, corta y práctica, muy similar a la de santa Teresa de Lisieux.
4 Carta a Maunoir, Trapa de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, el 30 de enero de 1893: Archivos de la Postulación.
5 Carta a Marie de Bondy, de Beni Abbès el 19 de enero de 1903: Archivos de la Postulación
6 CH. DE FOUCAULD, Écrits spirituels, París 1947, 67.
7 R. VOILLAUME, Oración en el desierto, Ediciones San Pablo, Madrid 1972.
8 Diario, 1909.
9 Carta al padre Huvelin, 10 de junio de 1903.