Carlos de Foucauld y los tuaregs

Desde el 11 de agosto de 1905 hasta el 1 de diciembre de 1916, Charles de Foucauld vivió casi ininterrumpidamente entre los tuaregs de Ahaggar. El destino excepcional de este santo-cristiano vuelto a la fe tras una juventud disipada, su vida de ermitaño en la aridez del Sahara y luego su trágica muerte en plena guerra de los Senusitas le convirtieron en una figura familiar, al menos para el lector francés. Pero si no parecía fuera de lugar evocar a este singular personaje en el coloquio de antropólogos donde se comunicó el presente texto, es también porque ha elaborado durante estos once años una impresionante obra lingüística, que sigue siendo hoy autorizada. Los biógrafos (que fueron hagiógrafos durante mucho tiempo) han descuidado casi todos lo que han llamado la «obra profana» de Foucauld, olvidando que, durante toda su estancia en Tamanrasset, su trabajo científico representó la mayor parte de su tiempo de espera. En los últimos años, varios autores han roto este silencio, renovando al mismo tiempo la visión que de él podíamos tener. Si el personaje parece más complejo, menos conforme al icono sagrado aún hoy popularizado por la hagiografía, el lugar que podría ocupar la obra científica en su recorrido personal es, para estos autores, objeto de un vivo debate: ¿Fue Foucauld un erudito a pesar de todo? ¿de sí mismo? erudito, aunque monje? sabio porque misionero? La presente comunicación pretendía ser una contribución a un debate cuyo interés va más allá del mero Foucauld, aunque sólo sea por el papel que desempeñó en los estudios bereberes y en la historia de la colonización. El autor habla aquí del científico, pero también tuvo que dar cabida a los tormentos del monje, así como a las relaciones del hombre con los tuaregs.

DOMINIQUE CASAJUS

EL AMIGO DE LOS TUAREGS 

Una llamada hacia el sur…

Ya en 1903, Laperrine, un oficial francés y amigo, le invita a ir con él más al sur, hacia poblaciones más aisladas, pero el Hermano Carlos tarda en aceptar, pues teme perder por completo su estilo de vida monástica. En 1904, tras una estancia en Tagghit para cuidar a soldados franceses heridos, se une a un pelotón del ejército, ya que es por aquel entonces la única posibilidad para ir más al sur.
 
¿Dónde establecerse?…

En 1905 se establece en Tamanrasset, en el sur de Argelia, desea vivir lo más cerca posible del pueblo. Siente que Jesús le dice: «Es el amor quien tiene que recogerte en mí, no el alejamiento de mis hijos. Veme en ellos» (carnet de Beni Abbés, 1904). Entre 1911 y 1913, hará construir  una ermita en el Assekrem, pues el año anterior pasaron por allí muchos nómadas. Pero eso ya no se produce, así que Carlos, encontrando allí poca gente, se quedará muy poco.

¿Qué es el Cuerpo de Cristo?

Es el único cristiano en la zona: durante meses no le estará permitido celebrar la Eucaristía, pero Carlos vive muy cercano a los Tuaregs. Presencia al Cuerpo de Cristo en la Eucaristía, presencia a los más pobres, que forman también Su Cuerpo. Es un mismo movimiento de amor, de acogida, de abandono, en el seguimiento de Jesús. De este modo, Carlos descubre de nuevo las intuiciones de los primeros tiempos de la Iglesia.
 
¿Qué misión?

Llega a ser el amigo de los Tuaregs. Su caridad conquista el corazón de todos, de los oficiales franceses, de los tuaregs y de su «amenokal» (jefe) Moussa Ag Amastane al mismo tiempo. Le da valor a la cultura tuareg, transcribe sus poemas, y para preparar el camino a  futuros misioneros, lleva a cabo una enorme tarea lingüística de gran calidad científica. También ha empezado a traducir los Evangelios, pero poco a poco se da cuenta que su misión en este mundo no cristiano es seguir convirtiéndose a sí mismo, viviendo hasta las últimas consecuencias el Evangelio.

Una experiencia que abre nuevos caminos…

Al final de 1907, se sufre una época de gran sequía y hambre. Carlos está agotado por el trabajo y desanimado: no ha convertido a nadie, no tiene ningún compañero. Enferma gravemente. Esta vez, es él el pobre, de una pobreza que no ha elegido. Y son los Tuaregs los que lo salvan, compartiendo la poca leche de cabra que les queda. Carlos experimenta en aquel momento la impotencia, siendo dependiente de sus vecinos: se da cuenta que la amistad, el amor a los hermanos, pasa por el intercambio, la reciprocidad. Se abre ahora a una relación aún más humilde y auténtica.
 
La misión de la Iglesia, más allá…

La mirada de Carlos abraza la misión de toda la Iglesia… Escribe mucho, y piensa en la misión que podría ser para cristianos laicos. Con este propósito, entre 1909 y 1913 hace tres viajes a Francia para presentar su proyecto de «Unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón»: «Cristianos fervorosos, de cualquier condición, capaces de dar a conocer con su ejemplo la religión cristiana, de dar a «ver el Evangelio con su vida» (Reglamento – Consejos, 1911-1913).

FUENTE: https://carlosdefoucauld.org/hermano-carlos/su-vida/con-los-tuaregs

Cantos tuareg: recopilados y traducidos por Charles de Foucauld

Casajus, Dominique (Introducción). —    Canciones tuareg . Recopilado y traducido por Charles de Foucauld . París, Albin Michel, 1997, 308 p.

 Pablo Pandolfi

En 1936, veinte años después de la muerte del vizconde Charles de Foucauld, Léon Poirier rodó una película ( L’appel du silent) teniendo por tema la vida y la obra del ermitaño de Hoggar. Esta película, que se inscribe en la vena hagiográfica propia de casi todos los ensayos dedicados a Foucauld, logra un verdadero tour de force: en ningún momento se menciona la inmensa obra científica a la que Foucauld dedicó la mayor parte de su tiempo durante su estancia en el Sáhara central. Sesenta años después, a juzgar por algunas publicaciones recientes, la mirada sobre Foucauld está todavía lejos de tener realmente en cuenta este aspecto fundamental de su vida y de su obra. Sin embargo, tanto en términos lingüísticos como sociales, la obra de Foucauld constituye una verdadera suma a la que todavía hoy se remite todo aquel que se interesa por el mundo tuareg. Sin embargo, con una excepción 1, todos los escritos científicos de Foucauld se habían vuelto imposibles de rastrear por falta de reedición. Asimismo, constituye un feliz acontecimiento la iniciativa de Dominique Casajus de presentar a los lectores una importante selección de poemas tuareg recopilados y traducidos por Foucauld.

Como otras obras científicas de Foucauld, las Poésies touarègues aparecieron después de la muerte de su autor. André Basset aseguró su publicación en 1925 para el primer volumen y en 1930 para el segundo. Es útil presentar aquí brevemente la historia de este libro. El padre de Foucauld dedicó los últimos doce años de su vida (1904-1916) al estudio de la lengua y la cultura tuareg 2. Fue durante la primera parte de su estancia en el Sáhara central cuando recopiló estos poemas. En 1907, Foucauld acompañó durante tres meses una gira militar encabezada por el capitán Dinaux. En esta ocasión, en condiciones no muy propicias, recogió un número considerable de poemas tanto de los tuaregs que acompañaban a la columna como de las poblaciones encontradas. En una carta al Padre Guérin (31 de mayo de 1907), Foucauld especifica las condiciones y el interés de esta fabulosa colección: «Retenidos de memoria, estos son los únicos textos fijos que tienen los tuaregs: son documentos preciosos para la gramática y el léxico. Para la gramática, se dibuja allí, en caso de duda, ejemplos; para el léxico, hay muchas palabras que no surgen a menudo en las conversaciones. Al llegar aquí, prometí un pequeño salario por los poemas que me traerían: esta promesa, en una época en que el país era pobre, fue suficiente para llenar mi tienda durante un mes. También me dijeron, de los douars vecinos, que querían que los visitara para que las mujeres a su vez me regalaran poemas. Por lo tanto, he estado varias veces en douars, pasando horas debajo de un árbol o en una tienda de campaña, en medio de todos los niños y mujeres, escribiendo versos y haciendo pequeños regalos…» querían mi visita allí para que las mujeres a su vez me regalaran poemas. Por lo tanto, he estado varias veces en douars, pasando horas debajo de un árbol o en una tienda de campaña, en medio de todos los niños y mujeres, escribiendo versos y haciendo pequeños regalos…» querían mi visita allí para que las mujeres a su vez me regalaran poemas. Por lo tanto, he estado varias veces en douars, pasando horas debajo de un árbol o en una tienda de campaña, en medio de todos los niños y mujeres, escribiendo versos y haciendo pequeños regalos…»

Pero recopilar estos poemas fue solo un primer paso. Posteriormente, durante varios años, en paralelo a su otra obra científica, Foucauld trabajó para traducir los poemas recopilados y rodearlos de un importante aparato crítico. Este agotador trabajo no terminará hasta el 28 de noviembre de 1916, dos días antes de su muerte. El resultado será acorde con el trabajo realizado.

En su edición original, las Poésies touarègues presentan 575 piezas (es decir, 5.670 versos). Para cada uno, Foucauld proporciona una traducción palabra por palabra, una traducción explicativa y una traducción al francés fluido. Además, cada poema va acompañado de una introducción en la que se especifica el contexto en el que fue compuesto. Algunos de estos textos son, además, notables documentos históricos y etnográficos. Finalmente, también se proporciona información sobre la mayoría de los 274 poetas enumerados. Obra notable si la hay y es fácil comprender que estos dos volúmenes (hoy imposibles de rastrear) sigan siendo una referencia imprescindible para todo aquel que se especialice en el estudio del mundo tuareg.

Dadas las limitaciones impuestas actualmente por el mercado editorial, era casi imposible volver a publicar este trabajo de forma idéntica. Bajo el título Cantos touaregs , Dominique Casajus presenta hoy una selección de 210 poemas. A través de muchas de sus obras anteriores, conocemos el apego del autor a la lengua y la poesía tuareg 3. Además, no hay duda de que esta selección con todo lo que implica de elección (¡y de abandono!) fue ciertamente una tarea difícil. Dans son introduction, D. Casajus s’explique d’ailleurs sur son choix : « Dans l’ensemble, la préférence a été donnée aux poètes que l’auteur lui-même, sans doute sur la foi de ses collaborateurs touaregs, considérait comme los mejores ; Sin embargo, se reprodujeron algunas obras de teatro de menor valor literario cuando sacaron a relucir aspectos interesantes de la vida tuareg. En la presente edición sólo existe la única traducción al francés actual; el texto de Tamahaq y la traducción palabra por palabra no se reproducen. Por otra parte, se han conservado la mayor parte de las notas de Foucauld, así como la mayor parte de los textos introductorios.Poésies touarègues , D. Casajus pudo identificar algunas diferencias entre este último y el texto publicado. Aparte de cuatro casos, además indicados por una nota, optó por la versión propuesta en el manuscrito 4 .

Pero, sobre todo, D. Casajus precedió a su selección con una larga e importante introducción. El lector encontrará allí información esencial sobre la obra científica del padre de Foucauld, sobre la sociedad tuareg de principios de siglo, pero también sobre este arte poético que es un constituyente esencial de la cultura de este pueblo. El autor se refiere principalmente a los textos recogidos por Foucauld pero su larga frecuentación de la poesía tuareg brilla en muchos pasajes. Al enumerar y comentar los temas principales de esta poesía, permite al lector penetrar hasta el corazón mismo de la cultura de este pueblo.

Descubriremos así hasta qué punto la soledad (asouf) es la palabra clave de muchos de estos poemas. Asufdesignando tanto la soledad de los espacios deshabitados como el sentimiento de ausencia que asalta a una persona solitaria. Es muy a menudo en esta soledad donde los poetas se inspiran. Pero, en este viaje solitario, siempre hay un oasis, un lugar donde el poeta puede saciar su sed: es el campamento donde está la amada, aquella cuya ausencia temporal da lugar a los más bellos cantos de amor. . Junto a esta poesía, que Casajus califica de elegíaca, existe también una poesía guerrera porque, en el mundo tuareg, cualquier conflicto armado iba acompañado también de intercambios poéticos. D. Casajus muestra cómo un análisis de estos poemas permite diferenciar la guerra interna, aquella que ve a los tuaregs enfrentados entre sí, y la guerra exterior por la que se entra en conflicto con grupos ajenos al mundo tuareg. Demostración de que estos poemas constituyen un importante material etnográfico y que su análisis, como ya habían demostrado los estudios de L. Galand y P. Galand-Pernet5 , ofrece una mejor visión de lo que constituye el ethos tuareg. En este punto, se nos permitirá una observación adicional. Los poemas recopilados por Charles de Foucauld a principios del siglo XX son obra de autores pertenecientes a una sociedad que aún dominaba su destino, una sociedad que aún no había experimentado la dominación colonial. En este sentido, ya diferencia de los poemas recogidos en épocas más recientes, se trata de un documento único en su género. Sin embargo, al leerlo cae un estereotipo aplicado muy a menudo (y todavía hoy) a los tuaregs: a saber, su falta de fervor religioso, su virtual ausencia de cultura islámica. Al contrario, como ya habían señalado A. Merad y L. Kergoat 6, la impregnación islámica de muchos de estos poemas es evidente.

Finalmente, ¿no es esto lo principal? Esta colección revelará a tantas personas como sea posible la belleza de estos poemas. Refiramos, entre otros ejemplos, al poema n° 146 debido a Kenoûa oult Amâstan oa la admirable pieza n° 83 firmada Moûsa agg Amâstan. No cabe duda de que el lector podrá entonces resolver la cuestión deliberadamente dejada abierta en la introducción: ¿podemos hablar aquí de poesía?

Así, gracias al valor de las piezas aquí reunidas, gracias al texto que las introduce, Chants touaregs es pues a la vez un libro de placer poético y una perfecta iniciación en el mundo tuareg. En su papel de intermediario entre Foucauld y sus lectores de hoy, Dominique Casajus rinde un bello homenaje tanto a la obra prodigiosa del padre de Foucauld como a la belleza de una lengua y una cultura.

Calificaciones

1   Charles de Foucauld & A. de Calassanti-Motylinski, Tuareg texts in prose (Ahaggar dialect), edición crítica de S. Chaker et al., Aix-en-Provence, Edisud, 1984.

2 En cuanto a toda la obra científica de Foucauld, sólo podemos referirnos aquí al estudio fundamental de Antoine Chatelard: «Charles de Foucauld el lingüista o el científico a su pesar», Études et Documents berbères, 13, 1995, pp. 145-177.

3   Ver en particular M. Albaka & D. Casajus, Poésies et chants touaregs de l’Ayr, París, L’Harmattan, 1992.

4 Este manuscrito se conserva en la colección Basset de la biblioteca INaLCO. Pero todavía estamos al menos sorprendidos de saber que solo una parte del mismo está disponible para consulta… ¡ya que aproximadamente la mitad de dicho manuscrito ha desaparecido!

5   Ver en particular L. Galand, “El rezzou en la poesía tradicional de Ahaggar”, Atti della settimana internazionale di studi mediterranei medioevali e moderni , Milano, 1980, pp. 99-111; y P. Galand-Pernet, “Imágenes e imagen de la mujer en los poemas tuareg de Ahaggar”, BLOAB, 9, 1978, pp. 5-52.

6   A. Merad, Charles de Foucauld con respecto al Islam, París, Chalet, 1975; y L. Kergoat, “The Tuareg Poets”, Estudios Islámicos, 1979, XLVII (2), págs. 209-223.

Para citar esta reseña

Paul Pandolfi , Casajus, Dominique (Introducción). —    Canciones tuareg . Recopilado y traducido por Charles de Foucauld . París, Albin Michel, 1997, 308 p., Cuadernos de estudios africanos, 157, 2000
http://sinistri.canalblog.com/archives/2008/01/02/7426452.html

Fuente: Cuaderno de estudios africanos

EL ÚLTIMO VUELO

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FILM DE INTERÉS HISTÓRICO POCOS AÑOS DESPUÉS DE LA MUERTE DEL HNO. CARLOS.

FOTOGRAFÍAS DEL SAHARA ALUCINANTES. RECOMENDABLE

Sahara francés, 1933. Bill Lancaster, famoso piloto inglés, ha desaparecido en el desierto durante un intento de récord de travesía entre Londres y el Cabo. Su esposa, la aventurera y aviadora Marie Vallières de Beaumont, tiene una única obsesión: encontrarlo. Al sobrevolar el Teneré, la joven mujer es obligada a aterrizar con su biplano cerca de un puesto avanzado de meharistas franceses. El capitán Vincent Brosseau la acoge, pero rechaza ayudarla. Preocupado por las rebeliones tuaregs, el mando de Argel no autoriza el envío de ayuda. Enfrentado con la determinación de Marie, el teniente Antoine Chauvet intenta disuadirla de continuar esta búsqueda desesperada en un lugar enorme y hostil como es Teneré. Nada funciona. Para continuar su búsqueda, ella se une a una peligrosa expedición dirigida por la compañía meharista en territorio Tuareg.

Carlos de Foucauld y los «Tuareg»

Por Antonio Borda – Gaudiumpress –Bogotá

Nacido en Estrasburgo el 16 de septiembre de 1.858 -el año de las apariciones de Nuestra Señora en Lourdes- el hoy beato Foucauld fue un descendiente de cruzados, de familia muy rica y próspera cuya divisa en el escudo de armas era “Jamais Arriére” (Nunca atrás). El se convirtió en misionero tras una vida de lujuria y aventuras sensuales como militar y geógrafo. Murió a poco de haber cumplido 58 años de edad el 1 de diciembre 1.916 en el sur de Argelia durante la Primera Guerra Mundial, asesinado de un balazo de fusil disparado por algún ignoto Tuareg cuya banda criminal había tomado el lugar donde Foucauld construyó su precaria ermita para vivir como misionero.

Los “Hombres azules”

Los Tuareg u “hombres azules” por el curioso color de su piel cetrino impregnado del índigo con que tiñen sus túnicas transpiradas, es un pueblo nómada que actualmente alcanza unas trescientas mil (300.000) almas. Aguerridos contrabandistas, traficantes de esclavos y aventureros, atraviesan el Sahara en largas caravanas buscando pasto y agua de los oasis para sus ganados, al tiempo que traen y llevan artesanías y productos de un lugar a otro. Están todavía hoy organizados en clanes tribales sumamente hostiles incluso entre ellos mismos. Eran animistas y mágicos, y fueron convertidos al Islam cuando los árabes desde Egipto comenzaron a extenderse hacia el año 700 DC por el norte de África en lo que hoy día se denomina el Magreb, que quiere decir “Poniente” para los pueblos del cercano y medio oriente.

A este pueblo misterioso y guerrero quiso convertir Charles de Foucauld al Cristianismo, más por el ejemplo de su vida dedicada, hospitalaria y laboriosa que por la prédica. Por eso se instaló en un oasis, construyó su ermita y comenzó a aprender sus costumbres y lenguaje traduciendo proverbios y cantos de ellos al francés. Escribió un diccionario ilustrado Tuareg-Francés, Francés-Tuareg. Les tradujo también los Santos Evangelios del francés a su lengua nativa y les compuso un catecismo en ese idioma.

Entonces, ¿qué fue lo que llevó a que este rico mundano, aristócrata militar y geógrafo a renunciar a su vida aventurera y altiva, para convertirse en un humilde monje de tosco hábito blanco? Diseñó un emblema para su idea de una congregación, que consistía en un corazón y una cruz sobre él, lo que recordaba el blasón que usaron en su tiempo los Vandeanos y Chouans del Oeste de Francia cuando se levantaron contra la persecución religiosa de la Revolución Francesa.

Asemejándose a Cristo

Charles de Foucault se transformó de tal manera que incluso al final de sus días tenía en su semblante una lejana semejanza física con un nativo argelino de aspecto trigueño sencillo y mirada dulce, y ya casi no parecía un descendiente de la nobleza de Francia. Su fisonomía bronceada por el sol, su barba y los rasgos de la cara lo asemejaban un poco a un San Francisco de Asís y de paso algo de Jesús se traslucía en el rostro. Todo esto fue el resultado de haber quedado asumido por Cristo, su prototipo y modelo de santidad, que también llevaba en su Divino rostro las huellas del sol y el viento de los desiertos de Judea.

Como Jesús, escuchar y preguntar al otro-2 (Carlos de Foucauld)

 Jacques Levrat

María, después de su encuentro con Isabel, ya lo hemos observado, escuchó las palabras pronunciadas por ésta. Estuvo atenta a lo que brotaba del corazón de su prima. Esta actitud corresponde a la que el mismo Jesús practicó y enseñó. En efecto el primer gesto público de Jesús, explicado por el Evangelio, se sitúa en Jerusalén, cuando, a los 12 años, se encuentra en medio de los doctores. Ahora bien, nos dice el texto: Jesús está allí, «escuchándolos y preguntándolos». Jesús no comienza por enseñar, por decir a sus hermanos humanos que deben hacer… Está allí, en una actitud de recepción, disponibilidad, escucha respetuosa: «suave y humilde de corazón». Escucha. Pregunta también. No como un funcionario que debe informarse, sino como un enamorado que quiere saber lo que vive el corazón del otro, que pretende comprenderlo, que quiere descubrir lo mejor del otro. Jesús ha consagrado el tiempo más largo de su vida a escuchar. Quería conocer su pueblo, sus miserias por supuesto, y también sus alegrías, su esperanza… A continuación, solo a continuación, hablará. ¡Lo hará incluso con autoridad, ya que sabe lo que hay en el corazón del hombre! En esta época, no se hablaba aún de diálogo… Pero sabemos hoy que esta actitud de escucha respetuosa es la primera condición. Uno de los objetivos de! diálogo es, en efecto, descubrir lo que hay de bueno en el otro. Y, a partir de lo mejor, es posible intercambiar, compartir, enriquecemos mutuamente con nuestras experiencias espirituales. Ahora bien, podemos observar que Charles de Foucauld dedicó mucho tiempo a la escucha y al descubrimiento del otro. Ya, en su «Reconocimiento en Maruecos»- una «visita» de carácter científico -, por razones prácticas, había elegido ponerse en una situación de silencio. Al principio de su viaje, hablaba bastante mal el árabe dialectal y muy poco el berber. Y sobre todo, disfrazado en judío, no quería hacerse reconocer. Este silencio, obligado hasta cierto punto, le permitió observar muy atentamente el país y a sus habitantes. Es probablemente una de las razones de la calidad científica de su trabajo. Un trabajo que continúa siendo una obra de referencia sobre Marruecos de final del siglo XIX.

Anos más tarde, cuando Charles de Foucauld vuelve al Magreb, es por amor a sus amigos tuaregs que quiere conocer su lengua y su poesía, que los escucha y los pregunta detenidamente. Hace allí aún, un trabajo científico de gran cualidad: un diccionario de lengua tuareg de más de 2.000 páginas manuscritas y las recopilaciones de poesía berber. Sus motivaciones habían evolucionado. No tenía ya que salir de los problemas personales en los cuales aún estaba metido, en tiempos de su «Reconnaissance au Maroc»; había adquirido una gran libertad interior, una nueva capacidad de amar, de escuchar y preguntar. Aquellos trabajos saharianos son una expresión de su respeto por una cultura en la que reconoce, y quieren hacer conocer, las calidades, el valor. Son, por eso, una señal de su amor, de su deseo de conocer mejor a las personas para, según sus propias palabras, «convertirse uno de entre ellos»; como Jesús, por su Encarnación y su vida a Nazaret, pasó a ser uno entre nosotros. La calidad de estos trabajos científicos en realidad, aún hoy, los hace un instrumento indispensable para conocer la lengua y la poesía tuareg que expresa el alma profunda de este pueblo. Un alma preparada para estremecerse, si se la descubre.

En la actualidad, en el Magreb, entre otras formas de presencia, cristianos trabajan en centros de estudio, bibliotecas, para descubrir las distintas culturas de esta región, y para ponerse al servicio del desarrollo de los hombres. Estos centros culturales son lugares de encuentro privilegiados entre cristianos y musulmanes. Encuentros que se sitúan, deliberadamente, a nivel cultural, en el humanismo. No hay un humanismo sectario, pero abierto a intercambios sobre lo que da sentido a la vida, un humanismo disponible a intercambios en el ámbito religioso. Hago hincapié en esta dimensión humanista porque demasiado a menudo, me parece, se aborda a los Magrebíes poniendo sobre ellos la etiqueta «musulmán». Una etiqueta religiosa que funciona como un marco o un disfraz que no permite entender la riqueza y la complejidad de su historia, su vida social, su personalidad. En estos centros de estudio, tenemos como objetivo de encontrar al otro con toda su riqueza cultural. Una cultura que incluye una dimensión religiosa, ciertamente, pero a la cual no se la puede nunca reducirlo. ¡Es más que eso! La escucha del otro, acogerlo de tal como es, pide también que sepamos tomar el tiempo necesario para el encuentro y respetar las etapas. Tomando modelo de la paciencia divina: «Mil de años son para El como un día». Ya que Dios trabaja el corazón del hombre en profundidad, a lo largo del tiempo.

Cuando tengo la tentación de quemar etapas, pienso en el episodio del evangelio de Marcos que necesité tiempo para comprender. Jesús, nos dice el texto, para viajar al país de los Gerasenos, tuvo que cruzar el lago para llegar a la otra orilla. Durante la travesía sufre una fuerte tormenta, ir hacia los paganos remueve siempre muchas cosas. Allí, encuentra un hombre «poseído de un espíritu impuro». Jesús lo libera de este espíritu astuto, y, después de un momento pasado con él, Jesús se prepara para volver a salir y se incorpora a su barca. En ese momento, el Geraseno manifiesta el deseo de seguirle. Pero Jesús, viendo sus buenas disposiciones, le propone otro programa, le dice: «Ve a tu casa, con los tuyos, y explícales lo que el Señor ha hecho en ti y como se ha compadecido de ti» (Mc 5.19). Este hombre, si hubiera seguido a Jesús, habría podido ser testigo de su muerte, su resurrección, los dones del Espíritu, en una palabra de la plenitud del misterio pascual… Pero Jesús lo devuelve a los suyos y le da una misión: dar testimonio de su curación y este encuentro que acaba de vivir… Lo mismo sucede con nosotros que debemos vivir el momento presente, con alegría, gratuidad, disponibilidad: el futuro sigue estando abierto, está en las manos de Dios.

Cuando Charles de Foucauld llegó al Magreb, tenía prisa en proclamar toda la Buena Noticia y bautizar… Pero, poco a poco, la escucha atenta de las personas entrevistadas y los años de estudios le han permitido conocer mejor al otro tal como es, con su historia y sus riquezas. El otro es un hermano, y es trabajado por el Espíritu. Debo encontrarlo, pero debo también respetar su propio camino espiritual hacia Dios. Ya que, como dice el profeta Isaías: «vuestros pensamientos no son mis pensamientos, y mis caminos no son vuestros caminos» (Is.55,8). Por ello Charles de Foucauld aprendió a vivir como «hermano universal».

Carlos de Foucauld, lexicógrafo referencial para el conocimiento de la cultura tuareg

Carlos de Foucauld (Estrasburgo, 15 de septiembre de 1858-Tamanrasset, 1 de diciembre de 1916), en francés Charles de Foucauld, fue en su madurez un místico contemplativo, referente contemporáneo de la llamada «espiritualidad del desierto». Su personalidad polifacética se manifestó en su carácter de militar en Argelia y de explorador y geógrafo en Marruecos, y más tarde en su búsqueda espiritual, en su itinerario trapense por Francia y el Imperio otomano, y en su sacerdocio en el Sahara argelino, donde transcurrieron los últimos quince años de su vida. Descendiente de una familia aristocrática que portaba el título de «vizconde de Foucauld», Carlos quedó huérfano de padre y madre a los seis años y debió migrar con su abuelo al desatarse la guerra franco-prusiana. En 1876 ingresó en la Academia de Oficiales de Saint-Cyr donde llevó una vida militar disipada. Enviado como oficial en 1880 a Sétif, Argelia, fue despedido al año siguiente por «indisciplina, acompañada de notoria mala conducta», aunque más tarde fue reincorporado para participar en la guerra contra el jeque Bouamama. En 1882 se embarcó en la exploración de Marruecos haciéndose pasar por judío. La calidad de su trabajo de reconocimiento y registro de los territorios marroquíes le valió la medalla de oro de la Sociedad de Geografía de París y la adquisición de gran fama tras la publicación de su libro Reconnaissance au Maroc (1883-1884). En 1886 se volvió una persona espiritualmente muy inquieta que reiteraba la oración: «Dios mío, si existes, haz que yo te conozca», mientras entraba y salía de la iglesia repetidamente. Su encuentro y confesión con el sacerdote Henri Huvelin el 30 de octubre de 1886 produjo un cambio decisivo en su vida. Para cuando la publicación de su libro Reconnaissance au Maroc (1883-1884) lo catapultaba a la fama como «descubridor de mundos», a Foucauld ya no le interesaba nada de eso. En noviembre de 1888 peregrinó a Tierra Santa tras las huellas de Jesús de Nazaret, lo que causó un fuerte impacto en él. Entró en la Trapa de Nuestra Señora de las Nieves en 1890 y pasó varios años en la Trapa de Cheikhlé en el Imperio otomano, donde puso por escrito muchas de las meditaciones que serían el corazón de su espiritualidad, incluyendo la reflexión que daría origen a la célebre Oración de abandono. Entre 1897 y 1900 vivió en Tierra Santa, donde su búsqueda de un ideal de pobreza, de sacrificio y de penitencia radical lo condujo cada vez más a llevar una vida eremítica. Ordenado sacerdote en Viviers el 9 de junio de 1901, decidió radicarse en Béni Abbès, en el Sahara argelino, donde combatió lo que él denominó la «monstruosidad de la esclavitud». Quiso establecer una nueva congregación, pero nadie se le unió. Vivió con los bereberes y desarrolló un estilo de ministerio basado en el ejemplo y no en el discurso. Para conocer mejor a los tuaregs, estudió su cultura durante más de doce años y publicó bajo un seudónimo el primer diccionario tuareg-francés. El 1 de diciembre de 1916, Carlos de Foucauld fue asesinado por una banda de forajidos en la puerta de su ermita en el Sahara argelino. Pronto se estableció una verdadera devoción en torno a su figura: nuevas congregaciones religiosas, familias espirituales y una renovación del eremitismo y de la «espiritualidad del desierto» en pleno siglo XX se inspiraron en sus escritos y en su vida. El 13 de noviembre de 2005 fue proclamado beato durante el papado de Benedicto XVI. Las contribuciones de Foucauld alcanzan campos tan variados como la geografía y la geología, la geopolítica, la lexicografía, y el diálogo interreligioso, en tanto que su conversión, su búsqueda espiritual y su mística del desierto fueron su mayor legado al cristianismo contemporáneo.Información extraída de Wikipedia

Carlos de Foucauld, Beato (1858-1916)

Año de nacimiento: 1858

Año de fallecimiento: 1916

Enlaces relacionados: http://es.wikipedia.org/wiki/Charles_de_Foucauld