Carlos de Foucauld y el Sacré-Cœur de Montmartre»

Capilla de la Fraternidad de Beni Abbés (Sahara argelino)

Por el señor Laurent Touchagues, presidente del Bulletin des Amitiés Charles de Foucauld

Año jubilar de la Adoración Eucarística y novena preparatoria de la fiesta litúrgica del Beato Carlos de Foucauld: ocasiones favorables para recordar las relaciones que este gran adorador eucarístico tenía con la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre, incluidos los Oblatos del Sagrado Corazón fueron los primeros capellanes, antes de que la diócesis de París asumiera la responsabilidad directa de la obra, en 1903.

En la inmensa campaña de consagraciones de 1889, tercer año de su conversión, ese año Montmartre acogió quinientas mil consagraciones, incluidas las de cien mil familias, Carlos de Foucauld también se consagró al Corazón de Jesús, el 6 de junio. en su parroquia Saint-Augustin. Los formularios cumplimentados por cada uno de los fieles se encuadernan y se entregan en un solo volumen al Sacré-Coeur el 21 de junio.

La devoción de Charles de Foucauld al Sagrado Corazón crece con la profundización de su vocación. Habiendo pasado siete años en la vida trapense y tres años como servidor de las Clarisas de Nazaret, escribió el 16 de mayo de 1900 al padre Huvelin, su padre espiritual, sacerdote en San Agustín, para hablar sobre su petición a «l ‘Obispo de Montmartre’ – un lindo título que Foucauld atribuye al cardenal-arzobispo de París muy apegado al santuario nacional – Mons. Richard, para llevar el hábito de ermitaño del Sagrado Corazón.

El hermano Carlos de Jesús comienza entonces su estancia en el Sahara, en el puesto de Beni Abbes, en el sur de Argelia. El 8 de mayo de 1902 registró en Montmartre el reglamento de la cofradía del Sagrado Corazón, que fundó en Beni Abbès, cofradía cuya agregación en la Archicofradía del Voto Nacional tiene el número 619 en los registros.

Pero esta hermandad no le basta. Quiere formar parte de la sección sacerdotal fundada por los Oblatos del Sagrado Corazón. El Boletín de Montmartre del 21 de agosto de 1902 cita una carta de un «ardiente misionero en África» ​​fechada el 16 de abril de 1902: «He recibido el material impreso sobre los Sacerdotes-Apóstoles del Sagrado Corazón …». Unos meses más tarde, se publicó «El Acto de consagración de la misión del Sahara francés al Sagrado Corazón de Jesús, realizado en la fiesta de San José … el 19 de marzo de 1902, en Ghardaïa du Mzab».

Una nueva carta de Charles de Foucauld, fechada el 18 de diciembre de 1902, se publicó dos veces. Proclama toda su tristeza por ver este gran país -el Marruecos que aspira a evangelizar- y todos sus habitantes aún privados de la luz que brillaba en Navidad.

El 8 de enero de 1903 escribió en su diario: “Recibí ayer una importante carta del padre Yenveux, de los capellanes de Montmartre. Anunció el Congreso de Sacerdotes-Apóstoles en Montmartre el 14 de enero y propuso hablar allí a favor de Marruecos; me pide una carta detallada sobre este tema. (…) Inicio de relaciones con Montmartre en torno a Marguerite. Pongo en la medida de lo posible la evangelización de Marruecos y del propio Marruecos bajo la protección de Bse Marguerite-Marie, entregándola, en la medida de lo posible, a Marruecos, como patrona ”(Cuadernos de Beni Abbès, pág. 52).

El hermano Charles envió al padre Yenveux un llamamiento de siete páginas a favor de la conversión de Marruecos a través de la oración y la penitencia, mediante la llegada de misioneros y monjas. Más tarde, pidió un «exvoto de agradecimiento … en Montmartre … para la instalación del Santísimo Sacramento en Tamanrasset el 8 de septiembre de 1905».

Durante su estancia en París en 1909, subió a pasar la noche del 21 de febrero en adoración en la basílica, conduciendo allí a Louis Massignon, a quien consideraba como un posible compañero del Sahara. Si cruza su estancia en Tamanrasset (1905-1916) con tres viajes a Francia (1909, 1911 y 1913) es con el objetivo de promover allí una nueva hermandad, asociación que obtiene la aprobación bajo el nombre de “Unión de la Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús ”. Esta Unión tiene tres objetivos, en orden: la práctica de las virtudes evangélicas, la devoción al Santísimo Sacramento y la conversión de las almas, especialmente de las que no conocen a Cristo.

El padre Huvelin

El Padre Huvelin…..

Hace unos días atrás en Argentina celebramos el día del padre, un día lleno de festejos, encuentros familiares y recuerdos, en un momento me imaginé a una persona que para nuestro hermanito Carlos tuvo una muy importante y referenciante figura hablando de sentimientos paternos y es nada más que el Abate Huvelín, a continuación conocemos algo más de este sacerdote que tuvo la intuición de conocer el corazón del Vizconde y llevarlo amorosamente hacia el Hermano Universal.

Abate Henri Huvelin
Padre Espiritual de Carlos de Foucauld

“… a los 48 años, Henri Huvelin era solamente Vicario Cooperador en la Iglesia de San Agustín, ¿porqué estaba tan rezagado si era un extraordinario sacerdote?  Posiblemente por estar impedido  desde su niñez por ciertas deformaciones reumáticas, era un sacerdote muy formado a quién más de una vez se le ofreció el profesorado en los institutos católicos de París; para ello disponía de los requisitos necesarios: sabiduría natural, formación esmerada, amigos influyentes incluso entre los teólogos más importantes de la Francis de entonces.Pero él prefirió quedarse en la pastoral común, concreta en los puestos de retaguardia en contacto con el pueblo: largas horas en el confesionario, en iglesias que parecían heladeras en invierno y hornos en verano. Ciertamente también tenía a su cargo conferencias, unos “Cursos de Fe” para adultos y gente ya formada, pero su ocupación más directa y esencial fue la “cura de las almas” en la que no hacía distingos, pobres, ricos, anónimos, ocasionales y hasta difíciles penitentes intelectuales. Disponía de esa ciencia del alma que permite salir al encuentro de cada problema, de cada angustia.

Iglesia de San Agustín – París

A través de su amigo el teólogo A. Houssaye, el Abbe Huvelin se contacto con la “escuela francesa de piedad” de inmediato comprendió su importancia, el valor del teocentrismo en una época de desmedida deificación del hombre. Sus predicaciones y su modo de dirección espiritual contradecían las corrientes entonces en boga por una parte demasiadas cargadas de sensiblería y por otra apegadas excesivamente a la razón. Uno de sus lemas más escuchados era: “Jesucristo ocupó en la tierra el último sitio, que nadie pudo discutirle, seguir a Cristo pues implica, seguir al oculto al desconocido Señor que nada poseía como propio, porque en todo buscaba la gloria de Dios”El Abbe era un testigo privilegiado de esa vida, cuando hablaba de anonadamiento o de destrucción quería referirse a la pobreza de espíritu, del sermón de la montaña aplicada a la vida concreta: renuncia o mejor distancia de los planes excesivamente personales, incluso de los mejores para permanecer siempre abierto a los de Dios. Alguna vez escribiría a Foucauld esta significativa frase: “No se trata de hacer triunfar una idea, sino de hacer la voluntad de Dios”Precisamente esa entera disponibilidad de corregir sobre la marcha su pensamiento, para volverse atrás y rastrear lo que Dios pretende de cada uno en un momento determinado, lo capacitaba de extraordinario modo para ser un director espiritual sagaz y buscadísimo.Nunca fue un guía complaciente sino exigente, no caía en paternalismos para no atar a sus dirigidos a su persona, nada de recetarios como esos curas que de inmediato sirven la pócima curativa, tampoco un teólogo infalible insuflado de soberbia que todo lo sabe y se queda siempre con la última palabra.

Confesionario del Abbé Huvelin

Sabia reconocer cuando el caso lo desconcertaba, si no veía claramente podía callar por mucho tiempo, pero cuando veía con claridad, no se andaba con rodeos ponía al dirigido ante el nudo, ante el punto quemante, le gustara o no.En el “caso Foucauld” vio claro. De allí sus frases lapidarias, instrumentos de la gracia para servir a alguien que a partir de entonces alteró por entero el curso de su existencia. Foucauld conoció a Huvelin en el salón de la casa de su tía Inés de Moitessier, los primeros contactos no superaron el nivel de lo formal, Huvelin no exponía sobre temas religiosos allí estaba silencioso, afable, buen interlocutor, porque tenía el don de saber escuchar. El Hermano Carlos que lo conoció por referencia de su prima, quedo fuertemente impresionado por su personalidad pero no deseaba dejarse prendar por él.Una mañana el Vizconde recorría las calles de Paris, ingresó al portal de San Agustín entró y como siempre el confesionario de Huvelin estaba iluminado al acercarse para solamente dialogar sobre algunas cuestiones relacionadas con la fe, encontró la imperativa y dulce voz del Abbé que le decía;  “arrodíllese y confiésese y así encantarará la fe”, Foucauld se arrodillo y la historia que sigue aún la estamos escibiendo…..”
En base a El Sahara fue su destino, Hildegard Waach, Edit. Guadalupe, pag 35 – 37

Carlos de Foucauld: perfil biográfico

Carlos de Foucauld
Información personal
Nombre de nacimientoCharles-Eugène de Foucauld de Pontbriand
Nombre en francésCharles de Foucauld 
ApodoMorabito (marabout, hombre de Dios) cristiano[Nota 1]
Morabito blanco
Hermano universal
Nacimiento15 de septiembre de 1858
EstrasburgoFrancia
Fallecimiento1 de diciembre de 1916
(58 años)
TamanrassetArgelia francesa
Causa de la muerteHerida por arma de fuego 
SepulturaEl Menia y Tamanrasset 
NacionalidadFrancesa
ReligiónIglesia católica 
Orden religiosaOrden Cisterciense de la Estrecha Observancia 
Familia
PadresÉdouard de Foucauld de Pontbriand 
Élisabeth Beaudet de Morlet 
Educación
Educado enEscuela Especial Militar de Saint-CyrLycée Henri-Poincaré 
Información profesional
OcupaciónPresbítero católicoexploradoroficial, filólogo, misionerogeógrafolingüista, monje trapense, traductor y cartógrafo 
Información religiosa
Beatificación13 de noviembre de 2005 durante el papado de Benedicto XVI en la Basílica de San Pedro
CanonizaciónEn proceso
Festividad1 de diciembre
Litúrgicamente se la considera de memoria obligatoria para el norte de África.
AtributosUsualmente se lo representa usando vestimenta blanca con el símbolo del Sagrado Corazón rojo cosido en el pecho.[Nota 2]​ Esta prenda se ciñe a la cintura con un cinturón de cuero del que pende un rosario.
Venerado enIglesia católica
El Menia (Argelia)
              Títulos y
reconocimientos
DistincionesPadrino de Promoción de La Escuela Especial Militar de Saint-Cyr 
Firma
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Carlos de Foucauld (Estrasburgo15 de septiembre de 1858Tamanrasset1 de diciembre de 1916), en francés Charles de Foucauld,[Nota 3]​ fue en su madurez un místico contemplativo,[1]​ referente contemporáneo de la llamada «espiritualidad del desierto».[2][3][4]​ Su personalidad polifacética se manifestó en su carácter de militar en Argelia y de explorador y geógrafo en Marruecos, y más tarde en su búsqueda espiritual, en su itinerario trapense por Francia y el Imperio otomano y en su sacerdocio en el Sahara argelino, donde transcurrieron los últimos quince años de su vida.

Descendiente de una familia aristocrática que portaba el título de «vizconde de Foucauld», Carlos quedó huérfano de padre y madre a los seis años y debió migrar con su abuelo al desatarse la guerra franco-prusiana. En 1876 ingresó en la Academia de Oficiales de Saint-Cyr donde llevó una vida militar disipada. Enviado como oficial en 1880 a SétifArgelia, fue despedido al año siguiente por «indisciplina, acompañada de notoria mala conducta», aunque más tarde fue reincorporado para participar en la guerra contra el jeque Bouamama. En 1882 se embarcó en la exploración de Marruecos haciéndose pasar por judío. La calidad de su trabajo de reconocimiento y registro de los territorios marroquíes le valió la medalla de oro de la Sociedad de Geografía de París y la adquisición de gran fama tras la publicación de su libro Reconnaissance au Maroc (1883-1884).

En 1886 se volvió una persona espiritualmente muy inquieta que reiteraba la oración: «Dios mío, si existes, haz que yo te conozca», mientras entraba y salía de la iglesia repetidamente. Su encuentro y confesión con el sacerdote Henri Huvelin el 30 de octubre de 1886 produjo un cambio decisivo en su vida. Para cuando la publicación de su libro Reconnaissance au Maroc (1883-1884) lo catapultaba a la fama como «descubridor de mundos», a Foucauld ya no le interesaba nada de eso. En noviembre de 1888 peregrinó a Tierra Santa tras las huellas de Jesús de Nazaret, lo que causó un fuerte impacto en él. Entró en la Trapa de Nuestra Señora de las Nieves en 1890 y pasó varios años en la Trapa de Cheikhlé en el Imperio otomano, donde puso por escrito muchas de las meditaciones que serían el corazón de su espiritualidad, incluyendo la reflexión que daría origen a la célebre Oración de abandono. Entre 1897 y 1900 vivió en Tierra Santa, donde su búsqueda de un ideal de pobreza, de sacrificio y de penitencia radical lo condujo cada vez más a llevar una vida eremíticaOrdenado sacerdote en Viviers el 9 de junio de 1901, decidió radicarse en Béni Abbès, en el Sahara argelino, donde combatió lo que él denominó la «monstruosidad de la esclavitud». Quiso establecer una nueva congregación, pero nadie se le unió. Vivió con los bereberes y desarrolló un estilo de ministerio basado en el ejemplo y no en el discurso. Para conocer mejor a los tuaregs, estudió su cultura durante más de doce años y publicó bajo un seudónimo el primer diccionario tuareg-francés. La obra científica de Foucauld como lexicógrafo es referencial para el conocimiento de la cultura tuareg.

El 1 de diciembre de 1916, Carlos de Foucauld fue asesinado por una banda de forajidos en la puerta de su ermita en el Sahara argelino. Pronto se estableció una verdadera devoción en torno a su figura: nuevas congregaciones religiosas, familias espirituales y una renovación del eremitismo y de la «espiritualidad del desierto» en pleno siglo XX se inspiraron en sus escritos y en su vida. El 13 de noviembre de 2005 fue proclamado beato durante el papado de Benedicto XVI. Las contribuciones de Foucauld alcanzan campos tan variados como la geografía y la geología,[5]​ la geopolítica,[6]​ la lexicografía,[7]​ y el diálogo interreligioso,[8]​ en tanto que su conversión,[9]​ su búsqueda espiritual y su mística del desierto[1]​ fueron su mayor legado al cristianismo contemporáneo.

Arturo Paoli, el cura de los últimos

FICHA BIOGRÁFICA

Nombre y apellidos: Arturo Paoli

Fecha y lugar de nacimiento: Lucca, 30 de noviembre de 1912

Fecha y lugar de muerte: Lucca, 13 de julio de 2015

Ocupación: sacerdote y teólogo

Países en los que ha operado: Italia, Argentina, Argelia, Chile, Venezuela, Brasil.

Obras: Diálogo de liberación (Morcelliana 1969), Jesús ama (Ed. Borla 1970), Ama al mundo (Cittadella 2015)

Honores: Justos entre las naciones (1999), Medalla de Oro al Mérito Civil (2006)

Fuente de la imagen: https://goo.gl/images/EtW5oX

Don Arturo Paoli, el sacerdote de los últimos.

Don Paoli, teólogo, nacido en Lucca el 30 de noviembre de 1912 y ordenado sacerdote en 1940, ha pasado la mayor parte de su vida viajando por todo el mundo. La experiencia que marcó su vida desde temprana edad es haber presenciado a los ocho años un violento enfrentamiento entre fascistas y socialistas en la Piazza San Michele de su país. En su mente de niño está impresa la pregunta de por qué hay violencia humana contra el hombre, a la que intentará responder a lo largo de su vida.

Durante la guerra contribuyó a la red clandestina de protección y rescate DELASEM (Delegación para la asistencia a los emigrantes judíos), que en Toscana ayuda a los judíos a escapar de los nazis y en la que también participa el famoso campeón de ciclismo Gino Bartali. Arturo es arrestado y luego liberado, arriesgando su vida para tratar de salvar a un judío.

En 1954, se le pidió que sirviera en un barco a Argentina como capellán de los emigrantes y desde entonces se ha dedicado al último en varias partes del mundo. En 1987, el P. Paoli fundó la «Asociación Fraternidad y Alianza» en Foz do Iguaçu, Brasil, para combatir la pobreza y la prostitución infantil en las favelas. A lo largo de los años, su trabajo también se ha desarrollado en Argentina, Argelia, Chile (donde el golpe militar lo colocó en el segundo lugar de la lista de los extranjeros más peligrosos) y Venezuela.

En 1999, en Brasilia, recibió el título de «Justo entre las Naciones» por haber salvado la vida de Zvi Yacov Gerstel y su esposa en Lucca en 1944. El nombre de Arthur, «salvador no solo de la vida de una persona, sino también de la dignidad de toda la humanidad», está grabado en el Muro de Honor de los Justos de Yad Vashem.

El 25 de abril de 2006, Don Arturo (junto con otros tres sacerdotes de Lucca, Don Renzo Tambellini, Don Guido Staderini y Don Sirio Niccolai) recibió la Medalla de Oro al Mérito Civil de manos de Carlo Azeglio Ciampi en Roma. Don Paoli es reconocido por su compromiso de salvar la vida de los perseguidos por los nazi-fascistas, en particular los judíos: «Durante el último conflicto mundial, con un espíritu cristiano encomiable y una virtud cívica excluida, colaboró ​​en la construcción de un clandestino estructura, que hospitalidad y asistencia a los perseguidos políticamente y a los que escaparon de las redadas nazi-fascistas de la alta Toscana, logrando salvar a unos 800 ciudadanos judíos. Maravilloso ejemplo de gran espíritu de sacrificio y solidaridad humana ”.

Don Arturo Paoli falleció en Lucca en la noche del 12 al 13 de julio de 2015 después de regresar definitivamente a Italia desde 2005, donde ha trabajado a favor de jóvenes y personas interesadas en estudiar los temas de la mística y la espiritualidad.

BIBLIOGRAFÍA Y SITOGRAFÍA DE REFERENCIA ESENCIAL

G. NISSIM, Memorias de un judío toscano (1938-1948), Roma, Carocci 2005.

S. PETTITI, Arturo Paoli. «Valió la pena«, Cinisello Balsamo (MI), Edizioni San Paolo 2010.

Sitio web de la Fundación «Arturo Paoli»: http://www.fondazionebmlucca.it/attivita/propri/fap/fondopaoli.html

Gariwo – Los jardines de los Justos en Arturo Paoli: https://it.gariwo.net/giusti/soccorritori/addio-a-fratel-arturo-paoli-giusto-tra-le-nazioni-13753.html

Informe RAI TRE sobre Arturo Paoli: https://www.youtube.com/watch?v=oeNHN7VoCdQ

Doble cátedra eclesial

[Por: Víctor Codina, SJ]

Santo Tomás de Aquino distingue en la Iglesia una doble cátedra: la cátedra pastoral que corresponde a los obispos y la cátedra magisterial de los maestros de teología. Ambas cátedras no son paralelas sino convergentes, confluyen hacia el Misterio de la fe cristiana, aunque muchas veces haya tensión entre ambas cátedras. En los dos pontificados anteriores al papa Francisco, hubo más de 100 admoniciones a teólogos…

Pero esta cátedra magisterial no se limita solamente a los profesores universitarios de las facultades de teología, sino que se extiende a mujeres que han sido nombradas doctoras de la Iglesia sin haber sentado cátedra como Catalina de Sena, Teresa de Jesús, Teresa del Niño Jesús, Edith Stein… y a otros maestros espirituales como Francisco de Asís, maestro Eckhart, Ignacio de Loyola, Juan de la Cruz, Carlos de Foucauld, Madeleine Delbrêl, Roger Schutz, Teresa de Calcuta…

Más aún, si recordamos que Jesús en el evangelio exulta de gozo porque el Padre ha ocultado los misterios del Reino a los sabios y prudentes de este mundo y los ha revelado a los pequeños y sencillos (Lc 10,21; Mt 11,25; Jn 7,48), podemos preguntarnos si no podemos extender a los pobres el magisterio de la cátedra teológica. Si todos los bautizados han recibido la unción del Espíritu y el sentido de la fe, como afirma el Vaticano II (LG 12), en los pobres se realiza de modio especial. 

El papa Francisco afirma que la religiosidad y piedad popular es un lugar teológico privilegiado, es decir una fuente de conocimiento verdadero del Evangelio de Jesús y que los pobres tienen mucho que enseñarnos (EG 126; 197-201).

Si esto es así, todos deberíamos acudir a la cátedra y magisterio teológico de los pobres para comprender mejor el evangelio. ¿Sucede esto así? No siempre, aunque en algunos casos se puede repetir lo que el obispo poeta Pedro Casaldáliga afirmaba de monseñor Romero: “Los pobres te enseñaron a leer el evangelio”.

El místico itinerante

El olvido de si

Mientras hay quienes buscan fama, riqueza y poder, otros se conforman con la humildad y lo pequeño, con pasar desapercibidos sin hacer mucho ruido. El Olvido de sí es esa situación en la que la persona se olvida de sus problemas y necesidades para vivir pendiente de la voluntad de Dios, ofreciéndose y dando su amor a los demás. Además, es el título de una preciosa novela que narra la aventurada existencia de Charles de Foucauld, un noble francés que un día decidió abandonar su disoluta vida y emprender el camino del desprendimiento y búsqueda espiritual. Su autor, Pablo d´Ors (Madrid, 1963), sacerdote y escritor que ya ha confirmado sus cualidades literarias con anteriores títulos como El estupor y la maravilla (Pre-Textos, 2007), El amigo del desierto (Anagrama, 2009), Sendino se muere (Fragmenta editorial, 2011) o la exitosa Biografía del silencio (Siruela, 2012).

En 1883 Charles de Foucauld era un joven vividor y atolondrado, como cualquiera de ahora, aunque la educación que recibió iba, en vano, dirigida a formarlo como noble. Cuando lo expulsaron del colegio, comenzó a dilapidar todo el patrimonio familiar. Eran unos años en los que «comía y engordaba para llenar el vacío que tenía dentro» (p. 37). Pero a la sensualidad y extravagancia, sucedieron el afán del mundo y la aventura que lo convertirían en un nuevo hombre.

Amo la conversión porque me permite tener un antes y un después en mi biografía. Hay un eje en mi vida: un punto al que mirar retrospectivamente y desde el que evaluar cualquier horizonte.

Suele decirse que los caminos del Señor son inescrutables, algo que se confirma en el caso de Foucauld. Paradójicamente, el vizconde francés reconoce que nunca habría accedido al cristianismo sin haber sentido previamente fascinación por el Islam. «Fue la devoción de los musulmanes, la sencillez de su dogma y de su moral, lo que algún tiempo más tarde me conduciría al aprecio de mi propia tradición religiosa» (p. 61), asegura. Pero para iniciar su camino de conversión fueron esenciales algunas personas y algunos acontecimientos, como la guerra, la que se libró contra la tribu de los Ouled Sidi Cheikh en Orán.Sin embargo, un hombre y un libro fueron las principales mediaciones de las que Dios quiso servirse para convertirlo. El hombre se llamaba Henri Huvelin y era sacerdote; el libro se titulaba Elevaciones sobre los Misterios y estaba escrito por Bossuet. A partir de ese momento, la novela se revela como la odisea del hombre contemporáneo en busca del sentido de su existencia.

Ahora sé que escribo para contar al mundo que he sido amado con un Amor incomprensible y sobrehumano. Escribo porque me sé amado, ninguna otra razón justifica mi aventura.

Charles_de_Foucauld

Esta obra tiene mérito y merece por derecho propio un espacio entre los títulos del año por varios motivos. El primero de todos es por la narración tan perfectamente hilada y construida que consigue no solo que el lector se introduzca de lleno en la historia, sino que esté convencido de que la novela está escrita en primera persona por el propio protagonista. Y es que d´Ors ha sabido captar tan magistralmente la voz y el espíritu de Foucauld, que ha querido mantenerse a un margen, lo que engrandece su figura de escritor y de persona. Además, El Olvido de Sí es magistral por la historia que ambiciona contar: novelar la intensa vida de Foucauld, localizándola en espacios tan diversos como la Francia del XIX, Roma, Tierra Santa, el Sáhara o Siria e incluyendo más de un centenar de personajes tan curiosos y fascinantes como su protagonista.

Al margen de la historia, El olvido de sí (Pretextos, 2013) es una apasionante novela de aventuras en la que disfrutaremos con las vicisitudes y con las pruebas que se le imponen a este personaje. Su técnica narrativa es la de los cuentos tradicionales, pues de Foucauld se encuentra ante una encrucijada de la que sabe que un camino, y solo uno, conduce al “tesoro prometido”.

Aunque pueda parecer que Jesús de Nazaret y su ejemplo de vida, son el verdadero protagonista de El olvido de sí, este libro nos sirve para encontrarnos como personas independientemente de la religiosidad, pues lo que importa es el hombre y su camino de perfección. Quien lo lea puede estar seguro de que no va a encontrar en esta novela adoctrinamiento religioso, sino la reflexión de alguien que cavila como ser humano hasta encontrar su verdadera vocación tras duros avatares, ásperas dificultades y peligrosas tentaciones que nos recuerdan a las novelas bizantinas en las que sus quijotescos protagonistas al final comprenden que lo mejor es dedicarse a los pequeños quehaceres, a lo sencillo porque ahí es donde radica el verdadero sentido de la vida.

El Olvido de Sí es un libro por el que Pablo D´Ors debe sentirse orgulloso porque hace honor justicia a la grandeza de su personaje. Sin duda alguna, es uno de los grandes descubrimientos literarios de este año.

PUBLICADO EL 01/05/2013

PICCOLI FRATELLI DI JESUS CARITAS

Sassovivo se encuentra en el corazón de la región Umbria de Italia Central. Esta región es actualmente conocida en todo el mundo por haber sido la tierra que vio nacer a san Benito de Nursia y su hermana santa Escolástica; san Francisco y santa Clara de Asís…
"Piccoli Fratelli di Jesus Caritas"

Los religiosos (sacerdotes y no) de la congregación Piccoli Fratelli di Jesus Caritas, siguiendo el ejemplo del Beato Carlos de Foucauld, nos consagramos al anuncio esplícito del Evangelio realizándolo especialmente en el seno de la Iglesia particular, es decir aceptando la misión o el servicio que el Obispo diocesano nos confía.

“Nazareth” para nostros es la Iglesia particular con todas sus riquezas y pobrezas: es la Iglesia que vive en plena comunión con su Obispo viviendo el desafío de anunciar el Evangelio a todas las personas; es la Iglesia que vive en las parroquias, en los hospitales, en los centros de espiritualidad manteniendo sus puertas abiertas; es la Iglesia que dona gratuitamente sin distinguir las pertenencias religiosas y mucho menos haciendo preferencias; es la Iglesia con sus diferentes dificultades y contradicciones; es la Iglesia que no siempre es pobre como lo debería ser; es la Iglesia con sus sacerdotes en crisis y solos… que a veces cometen sus errores; es la Iglesia que administra los sacramentos y celebra los funerales; es la Iglesia… ¡y nada más!

A veces las contradicciones que vemos en la Iglesia nos confunden, como sucede con todos, pero si reflexionamos bien, caemos en la cuenta que esta es la Iglesa de Jesucristo, la Iglesia de los Doce apóstoles que lo traicionaron y negaron apenas después de su “primera comunión”, la Iglesia de aquellos que se acercan solo porque han comido de los panes multiplicados, la Iglesia que pasa de cantar “Osanna” a gritar “crucifícale”.

Todo esto es lo que llamamos “Nazareth”: cada lugar en dónde consagramos nuestra existencia compartiendo la vida con todos aquellos que encontramos.

Si para un Hermanito de Jesús (la fraternidad que fundó el Padre Voillaume) el desafío significa demostrar que es posbible vivir una vida cristiana en un ambiente hostil al Evangelio, en pueblos que no son cristianos o en una fábrica; para un Hermanito de Jesus Caritas el desafío significa demostrar que en la Iglesia de los siete días de la semana, en la Iglesia de infantería de las parroquias, se puede vivir como cristianos. De hecho, a menudo la tentación es esa de huir de la Iglesia particular. Ante una Iglesia que parece cansada y pesada (sobre todo en nuestra Europa), muchos se alejan y esperan verla morir desde larga distancia… Nosotros tratamos de no escapar de este tipo de “Nazaret” y confiamos exclusivamente en la fidelidad del Señor a su Esposa la Iglesia.

Los Hermanitos de Jesus Caritas nos esforzamos de vivir sumergidos en esta “Nazaret” con nuestro ritmo de oración, de fraternidad y de servicio. Concretamente: vida común, oración y servicio, según el orden “escandaloso” de nuestra regla.

La vida fraterna, de hecho, ocupa el primer lugar. Parece un poco extraño, y alguien muy “observante” nos diría que es necesario poner a Dios en primer lugar (¡y tiene razón!). Pero a Jesús cuando le preguntaron cual era el primer mandamiento no dudó en colocar en un mismo nivel el amor hacia Dios y el amor hacia el prójimo. Además dejó dicho a sus discípulos que serían reconocidos por medio del amor mutuo. Si no hay amor entre nosotros, no podemos hablar de amar a Dios. Por eso en la comunidad ocupa el primer lugar, y es por eso que tratamos que sea la prima característica de nuestra “Nazareth”: donde hay hermanos que se respetan y se aprecian mutuamente allí inicia ya el anuncio del Evangelio de Jesucristo.

Programamos el tiempo para poder rezar juntos: la celebración eucarística, el oficio divino, la adoración del Santísimo ritman nuestra jornada; construimos el tiempo para poder dialogar, para la revisión de vida, para intercambiar las noticias, para estar juntos simple y gratuitamente. Cada cosa la tenemos en común… y no solo el dinero, sino tratamos de compartir nuestras amistades y el cariño de nuestros familiares: el título de “mamá” o “papá” es dado a los papás de cada hermano, etc.

Nuestra Regla de vida vigila sobre la Comunidad contra las tentaciones de “hiperactividad pastoral”. El artículo 20 nos pide “regular las actividades apostólicas para no afectar la vida fraterna”. En síntesis: ¡tratamos de comprender seriamente las palabras Comunidad y Fraternidad!

La vida de oración no es menos importante… aunque si es la segunda clasificada. ¡No queremos ciertamente insinuar algo por el estilo! Pues Jesús es el centro de nuestra vida… y nos agrada mucho repetir: “nuestro bienamado hermano y Señor Jesús”, como lo hacía el Padre de Foucauld.

Jesús es la razón, el amor de nuestra vida: la celebración eucarística cotidiana, el oficio y la lectio divina, la adoración eucarística, el retiro semanal… y otros encuentros unidos a momentos de gratuidad pasados con el Señor, dan ritmo y sentido a nuestras jornadas.

En fin, tenemos la vida de servicio. Transcribo casi integralmente el artículo 20 de nuestra Regla (omitiendo algunas citaciones del Hermano Carlos… en donde ven los puntos suspensivos entre paréntesis):

“En el servicio a la Iglesia el Hermanito no buscará lugares privilegiados; pedirá que sea siempre posible vivir el servicio pastoral que le será confiado según el método y estilo del Hermano Carlos de Jesús, que pide:

  • gritar el Evangelio con la vida (…),
  • hacer todo lo posible para llevar la salvación a los pobres y abandonados (…),
  • no confiar excesivamente en los medios humanos sino defender la supremacía de la contemplación, de la caridad y del testimonio (…),
  • regular las actividades apostólicas en modo de no comprometer la vida fraterna (…)
  • dar un testimonio fruto de oración y de caridad que sepa superar todas las barreras políticas, religiosas, culturales y raciales (…)”.

Nuestro servicio es hecho como Fraternidad, aunque si algunos de los hermanos pueden tener responsabilidades particulares. Es propuesto por el obispo que acoge la Fraternidad y no es escogido por nosotros. Es servicio a la Iglesia local y en este sentido es la especificidad de nuestra comunidad dentro la Familia Espiritual de Carlos de Foucauld. Aunque si no para todos los hermanos, es también nuestro modo de sustentamiento, de trabajo…

Aquellos que no se encuentran empeñados en un servicio pastoral y a tiempo lleno, lo viven como trabajo y medio de sustentamiento, aunque si en la tradición de los Hermanitos y en nuestros deseos hay siempre al menos uno en cada fraternidad que hace un trabajo manual (todos hacemos trabajos manuales en casa o en parroquia… aquí entiendo un trabajo manual salariado). En nuestras fraternidades tratamos, por cuanto sea posible, de hacer nosotros los trabajos caseros: cocinar, limpiar, lavar; nos esforzamos también de hacer nosotros mismos los trabajos de manutención (hasta donde lleguen nuestras capacidades). ¡Es inconcebible que un hermano conozca mejor el lapicero o la computadora y no la escoba o un martillo!

Foucauld, una tentación en el desierto: los últimos días de un hermano universal

¿Una historieta como antídoto a la guerra de civilizaciones? Es posible, si transmite el mensaje de tolerancia de Charles de Foucauld, el ermitaño de Tamanrasset. Foucauld, una tentación en el desierto – Jean Dufaux & Martin Jamar

Foucauld, Une tentation dans le désert - Jean Dufaux & Martin Jamar

1916, prematuramente envejecido por las privaciones – tenía sólo 58 años, al mismo tiempo, su compañero de clase, Pétain, «salvó» a Francia – el padre Charles de Foucauld luchó por moverse. Mientras las tribus se agitan y las autoridades temen una conflagración generalizada, se niega categóricamente a abandonar su ermita de Tamanrasset para ponerse bajo la protección del ejército.

Foucauld, Une tentation dans le désert - Jean Dufaux & Martin Jamar

Foucauld es un ilustre forastero. Si el ermitaño ascético goza de verdadera celebridad entre los católicos, ¿quién sabe que fue, a su vez, un rico heredero libertino, un oficial bondadoso, un explorador atrevido, un converso radical, un trapense de Ardèche, un ermitaño en desierto, traductor emérito, entonces, amigo de judíos y musulmanes, hermano universal …

En su prefacio, Jean Dufaux alerta al lector, no ofrece una biografía, más o menos hagiográfica, sino que se centra en los últimos días de Foucauld. Como si intuyera su fin próximo, Carlos intenta transmitir su razón de vivir tanto a sus amigos como a sus enemigos, dando testimonio del amor de Dios y de esta misteriosa hermandad que lo une a todos los hombres. El mensaje seduce a Kaocen, el líder rebelde, tuareg y nacionalista, pero insulta al intransigente islamista Ghebelli que ha jurado su caída. Los dos personajes son creaciones de Dufaux probablemente más en conformidad con el Islam contemporáneo, el de los monjes de Tibhirine, que el de Foucauld.

De hecho, no se han aclarado las circunstancias de su muerte. Parece haber sido asesinado por un niño que, custodiado por saqueadores, se asustó por la llegada de los soldados franceses. En su beatificación en 2005, no fue declarado mártir (que sería el caso si hubiera sido asesinado por odio al catolicismo), sino honrado por la naturaleza ejemplar de su vida religiosa.

El diseño sobrio de Martin Jamar es sorprendentemente suave. Apreciará la delicadeza de los colores, los rostros y las actitudes, ya que se demora en guerreros, a menudo odiosos. Esta ligereza se adapta bien a la vida de este ex soldado, calmada y reconfortante. Salam Charles .

Stéphane de Boysson

Foucauld, une tentation dans le désert
Scénario : Jean Dufaux
Dessin : Martin Jamar
Éditeur : Dargaud
64 pages – 14,99 €
13 septembre 2019

Foucauld, Une tentation dans le désert - Jean Dufaux & Martin Jamar

Los hermanos de la cruz

Somos los Hermanitos de la Cruz. Nuestra comunidad está formada por monjes, sacerdotes y religiosos que viven según la Regla de San Agustín. Vinculados a la diócesis de Quebec, nos dedicamos a la oración y adoración de la Eucaristía según el espíritu del Beato Hermano Carlos de Foucauld. El monasterio de la Cruz Gloriosa que nuestro fundador nos donó antes de morir, se encuentra en la cima de la Montaña Sagrada, en Sainte-Agnès, en la maravillosa región de Charlevoix. Nos dedicamos, en aislamiento y en silencio, al culto divino, asegurando el humilde y noble servicio de la divina majestad en la oración asidua, mientras nos dedicamos al trabajo manual y a la lectura meditada de la palabra de Dios ( lectio divina). Nuestro fundador, el padre Michel-Marie de la Croix, describe el carisma de nuestra comunidad de la siguiente manera: «Establecer una familia monástica para hacer reinar a Jesús y la caridad, imitando la vida oculta de Jesús en Nazaret, dedicada a la Eucaristía celebrada y adorada, a la celebración del Oficio Divino, en el silencio, en la soledad y la necesaria retirada del mundo expresada por el recinto monástico, llevando una intensa vida familiar impulsada por la concordia y el amor fraterno, en la sencillez y la pobreza. «

Notre communauté est composée de moines prêtres et religieux vivant selon la Règle de Saint Augustin

En la tradición espiritual de Charles de Foucauld, nuestro carisma se expresa en la imitación de la vida de Jesús en Nazaret donde, durante treinta años, en una vida diaria muy sencilla de meditación y trabajo, aprendiendo de Jesús de su vida como un hombre marcado por su vínculo de amor con su Padre Celestial. Al vivir la espiritualidad de Nazaret, nos colocamos en la escuela del Evangelio donde, en el silencio y la interioridad, se desarrolla la verdadera relación con Dios, una invitación a entrar en la verdad de nuestro ser profundo, a vivir como hijos del Padre. El Hermanito de la Cruz favorece la Eucaristía diaria y la Adoración Eucarística que constituye su extensión para entrar en esta dinámica de amor que mantiene celebrando con sus hermanos el Oficio divino varias veces al día. En las Constituciones de la comunidad, nuestro fundador expresa así nuestra propia misión: «… para hacer reinar a Jesús y la caridad, los Hermanitos de la Cruz se empeñan en imitar la vida oculta de Jesús en Nazaret, tan preciosa en frutos apostólicos. Quieren en todo su ser reproducir a Jesús solo y gritar el Evangelio con toda su vida, no por la predicación verbal, sino por el compromiso profundo de toda su persona para identificarse con Cristo muerto y resucitado. […] En su soledad, los Hermanitos de la Cruz se ofrecen, rezan e inmolan para testimoniar a los hombres la existencia y el amor de Dios, la primacía de las realidades espirituales, para promover la salvación en Jesús. de todos sus hermanos y hermanas, la santificación de los sacerdotes de Jesús, la unión de los cristianos y la paz, la justicia en el mundo. «(Artículos 13 a 14)

La Eucaristía diaria y la Adoración Eucarística que constituye su extensión están en el corazón de esta dinámica de amor. Durante la Eucaristía nos exponemos al amor de Dios en Jesucristo que fue hasta la muerte por la salvación de cada uno de nosotros. Más profundamente aún, literalmente nos equipara con el amor que es Dios en el acto de comunión. En la adoración eucarística que hacen los hermanos pequeños durante el día por turno, se dejan mirar por este amor incondicional en la fe de que Jesús está realmente presente allí antes que él, en el pan expuesto y también presente en él, en la fe. ‘alma. Al decir sí a este amor, entonces es posible descender a uno mismo con Él, donde nos es tan difícil hacer contacto solos sin caer en la desesperación o la rebelión. Nuestra humanidad se nos restituye gradualmente, asistida por la fuerza del amor que transforma todo lo que se le presenta en fe confiada. El hermano pequeño experimenta, en la fe, la obra de la gracia en sí mismo y en sus hermanos en presencia del Autor de la gracia. Poco a poco, el hermano pequeño entra con Jesús y en Jesús en su acto de redención, ofreciendo también todo su ser a la acción divina para que «todos los hombres vayan al cielo». Al exponer todo su ser a la presencia real de Jesús en la Eucaristía, se deja transformar. Se convierte en un adorador del Padre con el Hijo en el poder del Espíritu Santo. Deja que el Verbo hecho carne resuene en su corazón escuchando la Palabra, para dejar cada vez más espacio al amor verdadero en todo su ser. Es un largo proceso de conversión al amor divino y de asimilación a nuestra condición de hijos de Dios. Es con este espíritu que el hermano pequeño regresa a la iglesia regularmente durante el día para celebrar el oficio divino con sus hermanos. Cesa sus actividades para venir y sumergirse en la escucha de Aquel que habita en su corazón y cantar sus alabanzas, en comunión con sus hermanos y hermanas en la humanidad.

Carlos de Foucauld. Como un viajero en la noche

FRANCISCO CERRO, Como viajero en la noche, Editorial, Monte Carmelo.

Sorprende que F. Nietzsche asegurara, hablando de religión, que sólo había existido un cristiano, Jesús de Nazaret, pero que ya había muerto. No caeremos en la ingenuidad de pensar que los discípulos nos parecemos mucho a Jesús, porque todos somos pecadores y, a veces, muy pecadores. Aun en los más grandes santos, su acercamiento al Maestro es siempre asintótico. Pero sería injusto hablar, sin más, de la dignidad del cristiano y de la indignidad de los cristianos. Sólo con mirar a nuestro tiempo más reciente, a la última centuria, hallamos una constelación de figuras fascinantes: Juan XXIII, Teresa de Calcuta, Maximiliano Kolbe, Edith Stein, Magdalena Delbrel, M. J. Lagrange, Simone Weil, Guillermo Rovirosa, Manuel Lozano Garrido, Dietrich Bonhoffer, Luther King.En ese luminoso retablo, por fuerza incompleto, de espirituales egregios del siglo XX, lanza sus destellos fulgurantes, faro multicolor, Carlos de Foucauld. La irrupción de Dios en su vida, como único Absoluto, le impulsa a darle un sí radical, definitivo, irreversible: “Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir para Él”. y al descubrirle como Padre, y su amor remansado en la humanidad de Jesús, su vida estará regida por este latido indivisible: “Horas y horas sin hacer otra cosa que mirarle y decirle que le amo”. Estaba convencido de que “la hora mejor empleada de nuestra vida es aquella en que amamos más a Jesús”. Ese amor enardecido a Cristo le llevará a contar con otro eje, que taladra su vida: el amor universal. Jesús amó sin discriminar a nadie, como Hijo de un Padre que hace salir el sol sobre buenos y malos, y deja caer la lluvia sobre las fincas de los hombres religiosos y las tierras de los más descreídos. Carlos de Foucauld quiere ser “el hermano universal, amigo de todos, buenos y malos”. Por eso elegirá estar al lado de los últimos, los tuaregs del desierto, y si tiene que mostrar alguna preferencia, los destinatarios de su ternura inmarchita serán los pobres, los pequeños, los esclavos, los enfermos, los extranjeros. Esa evangélica opción por los excluidos, de los que ahora tanto hablamos, supo vivirla cada día con generosidad y desinterés. Ha sido un gran acierto de F. Cerro el haber titulado estas páginas “Como un viajero en la noche”. Las categorías literarias del viaje y del camino, de salir de la tierra y vivir en éxodo, llenan las páginas de la Biblia. Los primeros cristianos se llamaban “los que siguen el camino”. Nuestra Teresa de Jesús, que el Hermano Carlos leyó dieciséis veces mientras estuvo en Palestina, tituló una de sus obras “Camino de Perfección”. Foucauld llegó a decir que “no está bien que si Cristo ha ido a la gloria en tercera -ésa era la clase ínfima en los ferrocarriles de entonces- nosotros queramos llegar al cielo en primera”, o lo que todavía sería peor, con la comodidad del coche-cama.Jesús salió del Padre, se hizo camino, y volvió al Padre. La vida espiritual es un caminar, sin instalarse, siempre como nómada, pisando sus huellas y siguiendo el sendero que nos dejó abierto quien, por excelencia, es el Camino. Itinerario apasionante éste de ser peregrinos del Absoluto. Hay que recorrerlo, pero aceptando el riesgo de vivirlo. No basta con hacer la consulta del mapa o ruta. Ni siquiera con pedirle que nos enseñe su manera de cantar -¿no nos pedía Nietzsche nuevas canciones?- y caminar. Como al infante Arnaldos,  nos invitará a entrar en la mar, subir con él a la barca, y navegar, remar “mar adentro”, pues “yo sólo digo mi canción a quien conmigo va”. Quien se aventure, comenzando por este breve y bello libro de F. Cerro, quedará tan enamorado de la figura del Hermano Carlos, que buscará enseguida una literatura más amplia. Me atrevo a garantizarle que no le defraudarán. Antonio González-Fraile (De la introducción del libro)