Celebración de todos los santos

CONSOL MUÑOZ, franciscana misionera

Esta semana tendremos la celebración de Todos los Santos. Y ese día veneramos a todos los “santos” que no tienen fecha propia en el calendario litúrgico, y que disfrutan ya de la bienaventuranza del cielo.

Había un gran deseo, entre los cristianos, de honrar la gran cantidad de mártires que murieron, especialmente durante la persecución del emperador Diocleciano (284-305), la más cruel y prolongada de la historia. Y, por otra parte, no había días suficientes al año para conmemorar cada uno de ellos, aparte de que muchos mártires murieron en grupos. Entonces se vio que lo apropiado era establecer una fiesta común para todos.

A partir de la segunda mitad del siglo IV el calendario de Nicomedia anunciaba para el viernes de la octava de Pentecostés la fiesta «de todos los santos confesores». En Roma el papa Bonifacio IV dedicó, a principios del siglo VII, el Panteón en honor de “santa María y todos los santos mártires”, y su fiesta se celebró, durante mucho tiempo, el 13 de mayo.

Más tarde, el papa Gregorio III consagró una capilla a la basílica de San Pedro dedicada a todos los santos, fijando la celebración para el día 1 de noviembre. El papa Gregorio IV, en 835, extendió la celebración de todos santos, el 1 de noviembre, a toda la Iglesia Universal. Quiso que todo el mundo cristiano honrara a todos los santos del cielo en dicha fecha.

La comunión con todos los santos nos lleva a agradecer la intercesión que, para nosotros, hacen delante del Señor. Ellos ya han llegado a la patria celeste y disfrutan de la presencia de Dios, pero sin olvidar a quienes, aún, peregrinamos en este mundo. Se refiere al himno del oficio de lectura de la fiesta de Todos los Santos; y una estrofa canta: “Desde el cielo nos llega cercana su presencia y luz guiadora: nos invitan, nos llaman ahora, compañeros seremos mañana.”

Las familias religiosas tenemos incluida, en nuestros respectivos calendarios litúrgicos, la festividad de Todos los Santos. En el caso de la familia franciscana, la celebramos el día 29 de noviembre, fecha de la aprobación de la Regla de los Hermanos Menores, por el papa Honorio III, el 29 de noviembre de 1223.

Por tanto, es una fiesta en la que conmemoramos tantos santos y santas de todas las épocas, de todas las capas sociales, de todas las culturas, que han iluminado con luz propia la santidad de la Iglesia. Una muchedumbre que ha vivido el seguimiento de Jesús y su evangelio de forma radical.


Venezuela ya tiene a sus dos primeros santos

El domingo 19 de octubre el Papa León XIV proclamó santos a los primeros venezolanos en recibir este honor: la religiosa Carmen Rendiles Martínez y el médico laico José Gregorio Hernández Cisneros. Muchos medios reportan que la ceremonia se vivió con júbilo tanto a lo largo de Venezuela como en las ciudades en que se encuentra concentrada la diáspora venezolana, donde se sucedieron celebraciones con velas y oraciones por el país.

José Gregorio Hernández, un laico que ya era venerado por millones de venezolanos como el “médico de los pobres”, y la madre Carmen Rendiles, educadora y fundadora de la Congregación de las Siervas de Jesús en Venezuela, fueron proclamados santos el domingo 19 por el Papa León XIV. “Los obispos de Venezuela han publicado el pasado 7 de octubre una carta con motivo del gozoso acontecimiento de ver en los altares a dos hijos de su amada tierra: san José Gregorio Hernández y santa Carmen Rendiles, pidiendo al Señor que este sea un fuerte estímulo para que todos los venezolanos se congreguen y sepan reconocerse como hijos y hermanos de una misma Patria, reflexionando así sobre el presente y el futuro, a la luz de las virtudes que estos santos vivieron de manera heroica”, señaló el Santo Padre al día siguiente en el Aula Pablo VI, dirigiéndose a los fieles reunidos para la canonización.

De hecho, tal como recalca el Papa, la carta pastoral mencionada no solo realiza una semblanza de los nuevos santos, sino que actualiza su ejemplo reflexionando sobre la actualidad del país sin medias tintas:

La inscripción en el calendario universal de los primeros santos venezolanos es un honor no sólo para ellos, sino para la nación entera. Por tal motivo, su canonización no puede reducirse a los gestos externos de júbilo y a los homenajes artísticos y culturales que se les hagan públicamente, sino que debe propiciar una profunda reflexión sobre el presente y el futuro de nuestra patria, a la luz de las virtudes que estos santos vivieron en profundidad. Es un fuerte estímulo para que todos los venezolanos nos encontremos y apreciemos como hijos de una misma Patria y hermanos entre nosotros; para defender la vida y dignidad de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural; para aceptar nuestras diferencias como una riqueza y construir una mejor sociedad en el respeto mutuo, la convivencia y la búsqueda constante de la paz. 
Si el Dr. Hernández y la Madre Carmen Rendiles fueron artesanos de la paz y la esperanza, su canonización debe llevarnos a trabajar decididamente para que esa paz se haga presente en el corazón de todos los venezolanos y a promover signos de esperanza en sintonía con las propuestas del Año Jubilar. Los discursos y las acciones belicistas ensombrecen el sentido profundo de la canonización. Igualmente sucede con los intentos de apropiación de su figura para promover intereses particulares y partidistas.

Y es que el gobierno de Venezuela se hizo parte de este acontecimiento también. Finalizada la misa de canonización, que vio por televisión en la que fue la casa de Hernández, en el centro de Caracas, el presidente Nicolás Maduro expresó su alegría y agradeció al papa Francisco por jugar un papel clave en ascenso de los dos venezolanos a los altares: “Realmente es un día muy emocionante y es un día de júbilo espiritual para toda Venezuela” y “más allá de nuestra frontera” donde crece la devoción por el médico, aseveró. “Hoy hemos elevado una oración por el espíritu eterno de quien va a ser santo, también el papa Francisco, que le dio este regalo tan hermoso a Venezuela”, resaltó. Pero, además, el aparato del Estado trató de hacer propia la figura de Hernández presentándolo como “doctor miliciano”, referencia al bloqueo naval de 1902 y al actual despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe. Murales, esculturas, iglesias y casas pintadas de colores vivos surgieron entre campañas oficiales y devoción genuina.

“José Gregorio ya era santo. Hoy el mundo lo sabe”

Aunque la canonización incluyó también a la madre Carmen Rendiles, fue José Gregorio Hernández quien acaparó el fervor popular. Y es que, como muchos lo han hecho ver –atributo que incluso le valió una “canonización equivalente”– su historia atraviesa la identidad venezolana. Nacido en 1864 una familia cristiana de la pequeña población de Isnotú, en el Estado Trujillo, Hernández fue médico, científico y profesor universitario, pero también un creyente que dedicó su vida a atender gratuitamente a los más necesitados. 

En su carta pastoral, los obispos lo retratan así:

fue un hombre profundamente creyente en Jesucristo. Lo demuestran numerosos hechos de su vida de familia, de estudiante, de académico y de médico. La recepción diaria de la Eucaristía y el rezo del santo Rosario iban de la mano con su trabajo como médico. Era un hombre con gran preparación y con una voluntad concretada en hechos, de servir cristianamente a los enfermos sin distinción de ningún tipo, pero de manera especial a los pobres en los que supo encontrar el rostro de Cristo (cf. Mt 25,36). Fue médico, profesor, hermano y amigo. Fue también amante de la música y poseedor de una cultura muy amplia. Cultivó la amistad y era excelente conversador y anfitrión. Formado en la espiritualidad franciscana que abrazó como Terciario en 1899, el Dr. José Gregorio Hernández fue también un amante de la paz, virtud que hizo regla de su vida. Aprendió de San Francisco de Asís a vivir en paz con Dios, consigo mismo, con los hermanos y con toda la creación. El día anterior a su muerte ofreció su vida por la paz del mundo.  

Murió a los 54 años, y desde entonces su figura trascendió la religión: se convirtió en símbolo de bondad, justicia y solidaridad. Su imagen cruzaba clases, edades y credos. El santuario improvisado en la esquina en la que murió, en la parroquia La Pastora de Caracas, se volvió un lugar sagrado. En barrios y hospitales, su imagen está en murales, estampas y altares improvisados. Muchos lo consideran un santo desde hace décadas, y la oficialización de su santidad no hizo más que confirmar una devoción ya consolidada.

La madre Carmen Rendiles 

Por su parte, Carmen Elena Rendiles Martínez, nació en el seno de una familia caraqueña en 1903, fue la tercera de nueve hermanos, y vino al mundo con una condición especial: le faltaba un brazo. Pero, aunque tuvo una salud débil, se caracterizó por una determinación muy grande a la superación y al desarrollo normal de una joven de su época. Ingresó a los 24 años en las Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento, Congregación francesa establecida en Venezuela, dedicada a la adoración eucarística. En su carta pastoral, los obispos señalan que “como religiosa, se distinguió por su alegría y dedicado servicio. Por sus cualidades se la nombró maestra de novicias y Superiora de la Congregación en Venezuela y Colombia”. Y que fue bajo su mandato como Superiora que se inicia el trabajo educativo de la Congregación, fundando varios colegios. A la vez, presta apoyo a las parroquias confeccionando hostias para el sacramento de la Eucaristía. 

“A raíz del Concilio Vaticano II y con las debidas licencias, funda en Venezuela las “Siervas de Jesús” y así preserva el carisma que inicialmente vivió como religiosa. Esta decisión fue providencial y ha constituido un gran bien para el país”, reconoce la conferencia episcopal. Quienes también le reconocen que “fue una mujer con muchas condiciones humanas de liderazgo, iniciativa y emprendimiento, fruto de su vocación cristiana y de su entrega generosa al servicio. Siguiendo sus huellas, la Congregación de las Siervas de Jesús impulsó un trabajo educativo, benéfico y evangelizador en muchos lugares de Venezuela y del exterior”. 

Se espera que la Madre Carmen sea “un estímulo para muchas mujeres al ver cómo ella, con una gran fe en Jesucristo y aprovechando sus dotes naturales de liderazgo creativo, realizó obras de bien en favor de los niños y jóvenes en las familias y en la Iglesia”. 

Hombres y mujeres de Dios 

“Sin duda, la Madre Carmen y el Dr. José Gregorio brillan por el esplendor de sus virtudes y por ser personas que pasaron por este mundo testimoniando un gran amor a Jesucristo y a su Iglesia, y un compromiso serio con las tareas que les tocó realizar”. La carta pastoral expresa la esperanza de que estos ejemplos marquen un camino para el pueblo venezolano, motivando a la santidad. 

En entrevista con Vatican News, el arzobispo de Caracas, monseñor Raúl Biord Castillo, SDB, y monseñor Carlos Márquez, Obispo Auxiliar de Caracas, señalaron que “creemos que es un gran regalo de Dios que la canonización de los dos primeros santos acontezca en el medio de este Año Jubilar, Año de la Esperanza. José Gregorio y la Madre Carmen atraviesan todas las barreras políticas, sociales, económicas y diría hasta religiosas, porque son el símbolo de lo mejor de los venezolanos”. Contaron también que se ha realizado en Venezuela una campaña titulada “Santos para todos”, con el fin de promover tres valores de los nuevos santos que comienzan con la “E”: Esperanza, Encuentro y Ejemplo. De ahí, “la invitación a tener mucha Esperanza, a generar momentos de Encuentro para poder seguir su Ejemplo de santidad”.

Fuente: https://www.humanitas.cl/teologia-y-espiritualidad-de-la-iglesia/venezuela-ya-tiene-a-sus-dos-primeros-santos

6 obispos de América Latina comparten sus santos favoritos y cómo inspiraron su ministerio

Por Diego López Marina

Seis obispos de América Latina compartieron con ACI Prensa quiénes son sus santos favoritos y cómo han influido e inspirado profundamente en su vida de fe y para afrontar los desafíos pastorales a lo largo de su ministerio.  

Mons. Roberto Yenny García (México)

Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:Mons. Yenny, Obispo de Ciudad Valles en San Luis Potosí (México), contó que tiene una profunda devoción por San Alfonso María de Ligorio, un obispo napolitano, Doctor de la Iglesia, que es patrono de los maestros de teología moral y de los confesores.

“Este obispo, originario de Nápoles, se convirtió en un excelente pastor para la comunidad cristiana. Tenía gran conocimiento de la teología moral de la época con un celo pastoral que se manifestaba en cercanía y misericordia, especialmente con los más desvalidos, con los más pobres”, contó a ACI Prensa.

El obispo de 52 años admira particularmente el enfoque equilibrado de San Alfonso en temas de moralidad, en el siglo XVIII, una época marcada por el rigorismo y el laxismo. “Ante esos extremos que llevaban al fundamentalismo, muchas veces la moral cristiana, San Alfonso María de Ligorio propuso una moral de la benignidad, buscando el justo medio”, explicó.

Resaltó además, cómo San Alfonso buscaba “reflejar lo que Cristo hubiera hecho ante circunstancias de la vida moral de las personas donde experimentan la fragilidad, sin perder nunca el ideal cristiano”.

Además, valora la dedicación de San Alfonso en su servicio pastoral: “Siendo un pastor cercano y celoso, organizaba aquellas misiones populares, tratando de llegar a las zonas más lejanas de la diócesis que le fue encomendada”. Con un “anuncio sencillo, directo, desde el corazón”, San Alfonso llevaba a los fieles un mensaje de conversión y del “gran amor de Dios” que transforma vidas, sostuvo.

“Esa armonía, esa combinación de ciencia y cercanía pastoral, es a lo que admiro mucho de este santo y que espero también que siga inspirando mi propio ministerio episcopal”, concluyó.

Mons. Alfredo José Espinoza (Ecuador)

Mons. Alfredo José Espinoza, Arzobispo de Quito, recordó con gratitud su formación salesiana, que comenzó a los cinco años y ha logrado permanecer durante 50 años de vida gracias al carisma de San Juan Bosco. “Por eso, mis santos favoritos, a los que yo le tengo una devoción muy grande, son San Juan Bosco, que es mi padre, y Santo Domingo Savio, el modelo de la juventud”.

La relación con Don Bosco va más allá de la devoción: es una figura paterna para él. “Tengo en la capilla de mi casa una reliquia de hueso de San Juan Bosco”, contó el arzobispo, recordando las palabras del P. Marcelo Farfán al entregársela en su ordenación episcopal: Para que nuestro padre te acompañe en este nuevo camino”.

Mons. Espinoza asegura: “Don Bosco es eso para mí. Más que un santo es mi padre, a quien amo profundamente y es mi modelo de entrega, de trabajo con los jóvenes”.

Mons. Juan Ignacio Liébana (Argentina)

Mons. Liébana, Obispo de Chascomús, provincia de Buenos Aires, tiene varios santos favoritos. Entre ellos está San Carlos de Foucauld, eremita y místico francés a quien admira “por su espiritualidad en el desierto, de ser un monje contemplativo, pero a su vez predicar con su presencia”, especialmente entre los musulmanes. Además, lo admira por “irradiar la presencia de Jesús en la Eucaristía” y promover “la fraternidad universal, que era como su gran mensaje”.

También mencionó entre sus santos favoritos a San Francisco de Asís, inspirándose en su “fraternidad con las cosas, con las criaturas, con los demás”, y en su ejemplo de “amor a los pobres y a la austeridad de vida”.

Santa Clara de Asís ocupa también un lugar especial en su devoción: “Me encanta por su sencillez evangélica, su libertad para seguir las huellas de Francisco” y su compromiso con el “privilegio de la pobreza”. Como «bonus track», Mons. Liébana destaca a Santa Teresa de Jesús, valorando «su libertad, fortaleza y toda su enseñanza sobre la oración», así como «su cariño a la humanidad de Cristo».

Mons. Alfonso Miranda Guardiola (México)

Mons. Miranda, Obispo de Piedras Negras, reveló a ACI Prensa una profunda devoción por San Maximiliano Kolbe, fraile franciscano, fundador de la Milicia de la Inmaculada, que murió voluntariamente en el campo de concentración de Auschwitz (Polonia) durante la II Guerra Mundial. Su admiración por el santo comenzó durante sus años como rector en el Templo de San Maximiliano Kolbe, en Monterrey, donde tuvo la oportunidad de estudiar a fondo su vida.

“Es un santo que inspira por su amor a la Virgen, un arrastre poderoso que tiene con los jóvenes, especialmente en su tiempo con los franciscanos conventuales”, destacó Mons. Miranda, reconociendo su valentía y determinación del santo. San Maximiliano, continuó, es “un ejemplo para toda la humanidad por su entrega incondicional y su disposición a dar la vida aún sin conocer al otro, pero por amor a Jesucristo”.

Mons. Miranda recordó la visita que realizó a Polonia, donde tuvo la oportunidad de presentar una obra de teatro en el convento de Niepokalanów, el cual San Maximiliano fundó. “La luz de este santo llega a todo el mundo, a todas las países, y a mí me ha inspirado muchísimo, para ir por los sueños, aunque estos sean muy difíciles, prometiendo todo el coraje, toda la pasión y todo el corazón”, acotó.

Para el obispo, San Maximiliano Kolbe es un verdadero «vencedor de la Segunda Guerra Mundial», no con armas, sino «con su ejemplo de amor, entrega, humildad y servicio».

Mons. Lisandro Rivas (Venezuela)

Recientemente canonizado, San José Alamanno se ha convertido en un pilar espiritual para Mons. Lisandro Rivas, nuevo Obispo de la Diócesis de San Cristóbal. “Es mi santo de devoción y referencia”, afirma el prelado, quien también pertenece a los Misioneros de la Consolata, la congregación que San José Alamanno fundó inspirándose en la Virgen de la Consolata.

Mons. Rivas destacó a ACI Prensa que el lema de San José Alamanno fue “primero santos, luego misioneros”, una guía que invita a la transformación personal antes de anunciar el Evangelio. “Él decía que la evangelización tiene que ser realizada bien, pero sin ruido, con el objetivo de reconocer la dignidad de cada persona como hijo o hija de Dios”, explicó el obispo venezolano. Agregó que esta visión es el fundamento de su misión como misionero Ad Gentes, pues busca llevar la Buena Nueva a aquellos lugares donde aún no se conoce a Jesús.

En su reflexión, Mons. Rivas resalta cómo San José Alamanno promovía una “evangelización integral”. “Estas personas podrán aceptar la Buena Nueva de Jesucristo como salvación si primero que todo se les reconoce como personas. Es la persona integralmente la que es salvada, y con ella el ambiente donde se encuentra”, agregó.

Para Mons. Rivas, el ejemplo de San José Alamanno cobra particular relevancia en el contexto actual de la Iglesia, enfatizando la necesidad de una “espiritualidad sinodal”, trabajando juntos e involucrando a catequistas y líderes locales en el proceso de evangelización, en línea con la invitación del Papa Francisco. “Es un referente, porque nos invita a vivir en santidad y a hacer de lo ordinario una experiencia extraordinaria, impregnada de Dios y del Evangelio”, concluyó.

Mons. Giovanni Cefai (Perú)

Mons. Cefai, Obispo de Huancané, en la sierra del Perú, compartió su devoción personal a San José, que ha sido una constante en su vida desde su infancia. Gracias a sus padres, creció con esta fuerte devoción, que se reflejaba en las prácticas familiares, como la novena y la procesión en honor a San José el 19 de marzo. En su hogar, San José fue una figura de apoyo y consuelo, especialmente en los momentos difíciles, y el silencio del santo es algo que siempre le ha impresionado.

El obispo originario de Malta mencionó que, durante su formación en la Sociedad Misionera de San Pablo, vivió la providencia de San José: “Recuerdo mis superiores y la congregación siempre intercediendo ante San José, pidiendo a Dios para especialmente ayudarles con sus obras, etcétera. Y la providencia nunca faltaba. Siempre venía, estuvimos allí como cerca de 80 personas viviendo, estudiantes, sacerdotes, ancianitos y nunca nos faltaba a pesar que no teníamos nada”.

En su misión en Perú, país al que llegó en 2001, Mons. Cefai fundó una casa de retiro en honor a San José, prometiendo: “Si tú me ayudas, yo haré esta casa en tu nombre”. Actualmente, está desarrollando “Villa San José” en Huancané, que incluirá servicios educativos y de salud. Explicó que confía en San José para hacer crecer este proyecto: “Poco a poco con mucha fe, será un éxito”.

El sueño de la santidad de Carlos Carretto

Al menos una vez en la vida hemos soñado con convertirnos en santos, con ser santos.

Fatigados por el peso de nuestras contradicciones, por un momento hemos vislumbrado la posibilidad de hacer la unidad y la luz en nosotros.

Horrorizados por nuestro propio egoísmo hemos, por lo menos en el deseo, roto las cadenas condicionantes de los sentidos y hemos vislumbrado la posibilidad de una libertad verdadera y un amor autentico.

Hastiados de una vida burguesa y perezosa, nos hemos visto por los caminos del mundo portadores de un mensaje de luz y de fraternidad, capaces de ofrecer en el altar del amor gratuito el testimonio de una vida en la cual el primado de la pobreza y el amor hubieran facilitado las comunicaciones y las relaciones con los hermanos.

Es entonces cuando Francisco, de alguna manera, ha entrado en nuestras vidas.

Es difícil que exista cristiano –ya sea católico, protestante, ortodoxo- que no haya identificado el concepto de santidad en el hombre con la figura de Francisco de Asís y no haya, de alguna manera, deseado imitarlo.

Así como Jesús es el fundamento, Maria, la madre y Pablo, el apóstol de la gente, Francisco es el tipo que encarna en toda la Iglesia la figura ideal del hombre que intenta la aventura de la santidad  y la expresa en un modo verdaderamente universal.

Quien ha pensado que es posible la santidad en el hombre, la ha visto en la pobreza y en la dulzura de Francisco, se ha unido a su plegaria en el Cantico de las Criaturas, ha soñado la superación del límite causado por la incredulidad y el miedo, más allá del cual se puede amansar a los lobos y hablar a los peces y a las golondrinas.

Diré que Francisco de Asís está en el fondo de cada hombre, tocado por la gracia, como se encuentra en el fondo de cada hombre el llamado a la santidad.

Y a Francisco, en todos los tiempos, si bien esta encarnado en la historia, se lo puede poner fuera de la historia.

Se lo puede poner con los primeros cristianos itinerantes por los caminos del Imperio Romano llevando consigo la dicha de un mensaje verdaderamente nuevo, se lo puede poner en el medioevo como reformador y restaurador de una Iglesia debilitada por las luchas políticas y minada por los compromisos; se lo puede poner en la época del barroco a reclamar con su inusitada pobreza y humildad el orgullo de los clérigos por su sacerdocio más dominador que al servicio del pueblo. Se lo puede poner hoy como el tipo de hombre moderno que sale de su angustia y de su aislamiento para reanudar el discurso con la naturaleza, con el hombre y con Dios.

Sobre todo con Dios.

Y me explico.

Si es verdad, como lo es, que estamos atravesando la época más atea de todos los tiempos, es igualmente cierto que con muy poco se puede revertir la situación.

Un pequeñísimo catalizador puede provocar un desbarajuste en un mar saturado de elementos preparados y purificados del sufrimiento y la seriedad de la búsqueda. Ya estamos acostumbrados a ver más conversiones entre “los de lejos” que entre “los de cerca”, y cuando me toca hablar de Dios, los más interesados en oírme son aquellos que lo han negado siempre.

A menudo el “todo no”, que se condensa hasta lo inverosímil en el fondo de la búsqueda libre y autentica, explota en un “todo si” bajo el relámpago provocador del Absoluto.

La desazón que experimentamos es más grande de lo que parece por la primera impresión y hace mucho más daño de lo que pensamos.

A la larga destruye la dicha, quita la paz: nos vuelve nerviosos y malvados.

Terminamos odiando todo y a todos.

Para no pensar en ello tomamos un poco de alcohol o fumamos un cigarrillo.

Sin embargo, el daño sigue y opaca el horizonte de la vida.

Si se presenta ante nuestros ojos el edificio de nuestra escuela o el establecimiento donde trabajamos o si vislumbramos nuestra propia casa, que hemos construido con tanto esfuerzo, nos vienen ganas de no entrar y el mismo trabajo cotidiano nos parece inútil.

Hasta el campanario de nuestra iglesia ha perdido el poder de hablar y de entusiasmarnos. Solo nos parece interesante la huida o el deseo de probar algo nuevo, aunque sea peligroso, y nos disponemos de buen grado a cualquier tipo de aventura prohibida.

También hay menos buenos: las madres están ausentes para sus hijos y los padres siempre tienen algo que hacer lejos de la casa. Es el inicio de la pendiente y el resultado de que no podemos escapar de esto es el hastió, la desconfianza en la sociedad y en el trabajo, la aridez del corazón, el deseo de placer físico como subrogado de los valores ya destruidos o en peligro.

Basta hacer desfilar bajo la mirada el elenco de las películas que se producen en esta época, basta pasar una noche en una estación de tren convertida en dormitorio público de los sin techo, basta estar a cualquier hora en el servicio ambulatorio neuropsiquiatrico de cualquier hospital de la ciudad, donde confluyen los drogadictos en busca de metadona, para convencernos de que hemos llegado a un punto de ruptura de una gravedad excepcional y de una amplitud jamás experimentada.

Como una epidemia que se viene incubando desde hace tiempo, el mal ha invadido el cuerpo entero. Esta arriba, abajo, adentro, fuera; está en todas partes.

He vuelto a ver en estos días el muro de Berlín, este absurdo que se prolonga en el tiempo mientras alrededor todo sucede como si nada.

He advertido como este muro no era más que un signo externo de tantos otros muros que dividen a los hombres y las cosas. El muro está dentro de nosotros y divide a ricos y pobres, al pueblo de los pueblos, al hijo del padre, al hombre del hombre, al hombre de Dios.

Estamos divididos, partidos hasta en lo profundo de las vísceras como el muro de Berlín entre alemán y alemán, como Jerusalén entre hebreos y árabes, como el hombre solo en el cosmos que lo circunda.

Todavía todo esta inmóvil pero a punto de saltar por los aires.

Si, lo creo: podremos estar en la vigilia del Apocalipsis… a menos que…

He subido a lo alto del Speco di Narni a pasar unos meses de soledad. Una vez más me he dejado tentar por el desierto que fue siempre para mí la alcoba de mi amor por lo Absoluto de Dios y el lugar donde aflora la caridad. Esta soledad franciscana vale la soledad de las dunas de Beni Abbes o el áspero desierto de Asserkrem. En el fondo todo nace de la misma raíz porque cuando el P. De Foucauld buscaba el desierto africano hacia lo mismo que Francisco cuando buscaba el silencio de las Cárceles del Monte Subacio o la aspereza del Sasso Spicco en La Verna.

Lo que importa es Dios, y el silencio es el ambiente próximo a Él.

He buscado esta ermita porque es uno de los lugares privilegiados del mundo franciscano, donde el santo residió en varias ocasiones y donde todo está fusionado en una unidad perfecta. Bosque, piedra desnuda, arquitectura, pobreza, humildad, simpleza, belleza, forman una de las obras maestras con las que se expresa el franciscanismo dando a los siglos un ejemplo de paz, oración, silencio, respeto ecológico, belleza, victoria del hombre sobre las contradicciones del tiempo.

Al mirar estas ermitas, morada de los hombres pacificados por la oración y la dichosa aceptación de la pobreza, se tiene la respuesta a los angustiantes contrastes que atormentan a nuestra civilización.

Vean lo que dicen estas piedras, vean que la paz es posible. No busquen el lujo para hacer sus casas sino lo esencial. Entonces la pobreza se convertirá en belleza y armonía liberadora como pueden ver en esta ermita. No destruyan los bosques para hacer establecimientos que aumentaran la desocupación y la desesperación. En todo caso, ayuden a los hombres a reinsertarse en el campo, a gozar del trabajo artesanal y bien hecho, a experimentar la dicha del silencio y del contacto con la tierra y con el cielo. No acumulen dinero por el que la devaluación y la rapiña les tenderán una trampa; mantengan abierta, en cambio, la puerta del corazón, al dialogo con el hermano y al servicio del más pobre.

No prostituyan su trabajo construyendo objetos que duran media temporada, consumiendo la poca materia prima que aún tenemos; en lugar de eso, hagan baldes como el que ven aquí sobre este pozo, que saca agua desde hace siglos y todavía está en uso.

Hablan mal del consumismo para llenarse la boca de palabras y hacer callar su mala conciencia y, al mismo tiempo, son sus fieles siervos, incapaces de novedad y fantasía.

Y luego…

Sáquense de encima el miedo al hermano y vayan a su encuentro inofensivos y bondadosos. Es un hombre como ustedes, necesitado de amor y de confianza, al igual que ustedes.

No se preocupen por “la comida o el vestido” (Mt 6,25) , estén tranquilos que no les faltara nada. Busquen antes el Reino de Dios y su Justicia (Mt 6,33) y el resto les será dado por añadidura. “Bástele a cada día sus propios problemas”  (Mt 6,34)

En resumen, esta ermita habla.

Habla y dice que la fraternidad es posible.

Habla y dice que Dios es padre, que las criaturas son hermanas, que la paz es alegría.

Es suficiente quererlo.

Prueben, hermanos, prueben y verán que es posible.

El Evangelio es verdadero.

Jesús es el Hijo de Dios y salva al hombre.

La no violencia es más constructiva que la violencia.

La castidad es más atractiva que la lujuria.

La pobreza es más interesante que la riqueza.

Porque no lo intentamos?

NOTA: Del libro Yo, Francisco de 1980. Aquellos que deseen leerlo completo pueden hacerlo, gracias a Google, en el siguiente enlace:

http://books.google.com.ar/books?id=2sG0yvhfed0C&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false

Breve panorama de los santos del Papa Francisco

Anna Kurian – Con la canonización de «Mama Antula» el 11 de febrero, el Papa Francisco habrá canonizado la cifra récord de 912 santos desde el inicio de su pontificado. Aunque las canonizaciones son fruto de un proceso muy largo, que puede durar varias décadas o incluso siglos, podemos esbozar algunos rasgos del panorama de los «santos de Francisco»

Si excluimos a los 813 mártires italianos de Otranto, masacrados en 1480 por los turcos y canonizados en una única ocasión por Francisco en 2013, el Pontífice argentino habrá elevado a la gloria de los altares a 99 santos desde el inicio de su pontificado. Y algunas de estas canonizaciones parecen más personales de Jorge Mario Bergoglio, el primer papa sudamericano y el primer papa salido de los jesuitas.

Por ejemplo, no es baladí que Mama Antula sea la primera santa argentina de la historia de la Iglesia, ya que difundió la espiritualidad ignaciana en el país natal de Francisco en el siglo XVIII. Al parecer, el Papa argentino, que también decretó su beatificación en 2016, ha impulsado esta causa en el dicasterio, donde se estudian más de 2 mi expedientes. Del mismo modo, llama la atención que desde 2013, después de Italia, el segundo país con más santos es Brasil, con 31. Pero si tuviéramos que ofrecer un panorama de los santos de Francisco, este podría ser:

Testigos clave

Karol de Foucauld
Charles de Foucauld

Antoine Lorgnier – AFP | East News

Desde 2013, grandes testigos católicos han sido canonizados, entre ellos la Madre Teresa de Calcuta (2016), el arzobispo Óscar Romero (2018), el cardenal John Henry Newman (2019) y Charles de Foucauld (2022), el «hermano universal». Este último es muy querido por el Papa Francisco, ya que fue uno de los inspiradores de su encíclica Fratelli tutti. «Francisco es el Papa de las periferias y va a canonizar a Carlos de Foucauld, el santo de las periferias», ha dicho el postulador de la causa, el padre Bernard Ardura.

Pontífices

El pontífice argentino también ha elevado a los altares a tres de sus predecesores: Juan XXIII (2014), Pablo VI (2018) y Juan Pablo II (2014), tres papas del siglo XX y del Concilio Vaticano II. Estas elecciones son especialmente llamativas dadas las numerosas referencias del Papa Francisco al Concilio, cuyos frutos considera que aún no se han desplegado. Especialmente simbólica fue la ceremonia de canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, que reunió en la plaza de San Pedro nada menos que a cuatro papas, con Benedicto XVI saliendo de su retiro para la ocasión.

POPE JOHN XXIII

El primer matrimonio

saint zelie and Louis martin
Luis y Celia Martin

El Papa más prolífico en el reconocimiento de santos ha honrado perfiles muy variados: ha incluido en el catálogo de santos al primer matrimonio canonizado juntos, Luis y Celia Martin (2015), padres de Teresa del Niño Jesús. También ha incluido a dos niños, hermano y hermana, Jacinta y Francesco Marto (2017), los dos pastores videntes de las apariciones de Fátima. Se podría pensar que estos perfiles estaban cerca del corazón del 266º Papa, que a menudo ha confiado que la monja carmelita de Lisieux era su santa favorita, y que ha expresado su particular apego a Fátima, que ha visitado dos veces.

saint zelie and Louis martin

Perfiles atípicos

En los santos de Francisco han destacado perfiles atípicos, como el del carmelita Tito Bransma (2022), un holandés que fundó la primera escuela europea de periodismo y fue mártir del nazismo. El pontífice argentino también ha querido ofrecer modelos de orígenes más raros, dando a Sri Lanka su primer santo en la persona de Joseph Vaz (2015), o canonizando al primer laico de la India, Lazarus Devasahayam Pillai (2022). Aunque estas canonizaciones de figuras lejanas no son nada nuevo en la Iglesia, resuenan con la conocida atracción del Papa Francisco por las periferias.

Canonizaciones equipolentes

En varias ocasiones, Francisco ha utilizado un procedimiento excepcional, decretando canonizaciones llamadas «equipolentes», sin reconocer un milagro o sin ceremonia de canonización. Este procedimiento particularmente raro, al que se recurre sobre todo cuando los hechos se refieren a un pasado lejano, ha permitido sin duda al Papa promover a figuras a las que tenía especial apego, como Pierre Favre (2013), miembro del primer grupo de jesuitas que trabajó con san Ignacio de Loyola en el siglo XVI.

Santos ecuménicos

Recientemente, en mayo de 2023, el Pontífice anunció una iniciativa histórica: los 21 mártires cristianos, entre ellos 20 coptos ortodoxos, asesinados por Daech en Libia en 2015, serán incluidos en el Martirologio Romano. Aunque la Iglesia católica y la copta tienen santos de los primeros siglos en común, estos serán los primeros santos reconocidos por ambas Iglesias desde la ruptura del siglo V. Un signo que representa el «ecumenismo del martirio» del que habla a menudo el Papa Francisco.

«La santidad no está hecha de actos heroicos sino de mucho amor cotidiano»

Este miércoles se conmemora el Día de Todos los Santos, conocidos y desconocidos; a los que están en los altares y a los que no lo están

BEATRIZ LAFUENTE

málaga.

El 1 de noviembre se celebra Día el de Todos los Santos y, un día más tarde, la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, unas fechas en las que los cementerios de toda la provincia se llenan de flores para honrar a que aquellos que ya no están.

Entre ellos, muchos santos que, como nos recuerda Francisco, «interceden por nosotros como hermanos y hermanas mayores que han pasado por nuestra misma aventura humana».

En una plaza de San Pedro abarrotada de fieles durante la canonización de diez beatos, entre los que se encontraba Carlos de Foucauld, cuya obra está muy presente en la Diócesis de Málaga, el papa Francisco afirmaba que «la santidad no está hecha de algunos actos heroicos, sino de mucho amor cotidiano. Cada uno de nosotros, podemos amar al otro como Cristo nos ha amado. Es tan simple el camino de la santidad». Cuando quedan pocos días para que celebremos la festividad de Todos los Santos, nos acercamos a la santidad de la mano del sucesor de Pedro.

El Papa afirmó, durante la reciente proclamación de diez nuevos santos, que «somos nosotros los que lo complicamos. El Señor, dijo, tiene un proyecto de amor para cada uno, tiene un sueño para nuestras vidas». En la Exhortación Apostólica sobre la Llamada a la Santidad en el Mundo Actual, Gaudete et exsultate, Francisco anima a no tener miedo «de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser». Y continúa el Pontífice: «Pidamos que el Espíritu Santo infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios y alentémonos unos a otros en este intento. Así compartiremos una felicidad que el mundo no nos podrá quitar».

Hace justo un año, tuvo lugar en el Vaticano un congreso para reflexionar sobre la santidad organizado por el Dicasterio de las Causas de los Santos, bajo el título ‘La santidad hoy’. Durante el mismo, el Papa hizo referencia a la importancia del sentido del humor, al que le dedicó un capítulo en la Gaudete et exsultate: «se solía decir que “un santo triste es un triste santo”. Eso es saber gozar de la vida con sentido del humor, ya que quedarnos con la parte de la existencia que nos hace reír aligera el alma. Y hay una oración que les aconsejo rezar —yo desde hace más de 40 años la rezo todos los días—, está atribuida a santo Tomás Moro. Es curioso que lo que él está pidiendo es para la santidad, pero empieza así: “Concédeme, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir». Y continúa: “Concédeme la salud del cuerpo, con el buen humor necesario para mantenerla. Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante el pecado, sino que encuentre el modo de poner las cosas de nuevo en orden. Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no permitas que sufra excesivamente por esa cosa tan dominante que se llama yo. Dame, Señor, el sentido del humor. Concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás. Así sea”. Son numerosas las ocasiones en las que Francisco habla de los “santos de la puerta de al lado” y en esta exhortación afirma que le «gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, “la clase media de la santidad”».

https://www.diariosur.es/malaga/santidad-hecha-actos-heroicos-amor-cotidiano-20231029003737-nt.html

«La santidad» Carlos de Foucauld y el Papa Francisco

«No tengáis, pues, la locura de creer que es orgullo por vuestra parte desear, esperar, querer llegar a una grandísima santidad; eso no es orgullo, sino, al contrario, un deber y obediencia«
San Carlos de Foucauld. 

«Los santos son perlas preciosas; están siempre vivos y son actuales, no pierden nunca valor, porque representan un fascinante comentario del Evangelio. Su vida es como un catecismo con imágenes, la ilustración de la Buena Noticia que Jesús ha traído a la humanidad, que Dios es nuestro Padre y ama a todos con amor inmenso y ternura infinita. San Bernardo decía que, pensando en los santos, se sentía arder «con grandes deseos» (Disc. 2; Opera Omnia Císter. 5, 364ss). Que su ejemplo ilumine las mentes de las mujeres y de los hombres de nuestro tiempo, reavivando la fe, animando la esperanza y encendiendo la caridad, para que cada uno se sienta atraído por la belleza del Evangelio y ninguno se pierda en la niebla del sinsentido y de la desesperación«.

Papa Francisco, 6/X/2022

¿Con quién profesamos estar unidos en la Comunión de los Santos?

«El amor de Dios ha sido redamado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5). Se trata del amor con que Dios se ama a sí mismo. Este amor que es la gracia increada produce un efecto o una gracia creada en nosotros, que es la caridad. San Juan Crisóstomo (347-407) lo expresa con estas bellas palabras: «La caridad te presenta a tu prójimo como otro tú mismo; te enseña a alegrarte de sus bienes como si fueran los tuyos y a conllevar sus penas como tuyas. La caridad reúne un gran número en un solo cuerpo y transforma sus almas en otras tantas moradas del Espíritu Santo. Pero el Espíritu de la paz no descansa en medio de la división, sino de la unión de corazones… La caridad hace poner en común los bienes de cada uno» (De perfecta caritate, PG 56, 281). La caridad realiza una comunicación de los bienes espirituales. Lo que hay en uno se inscribe para beneficio del otro, como la salud de un miembro beneficia a la totalidad del cuerpo.

Porque los principios de unidad son reales y firmes, podemos creer más allá del mundo y amar hasta en el mundo de Dios, hasta en su corazón y con su corazón. Por esta razón, la comunión de los santos se extiende hasta los bienaventurados del cielo y a nuestros difuntos del velo que los oculta a nuestros ojos. El Espíritu Santo, al encontrarse en todos los miembros del cuerpo de Cristo, hace posible entre ellos una intercomunicación de energía espiritual. No solo se nos comunica el mérito de la pasión y de la vida de Cristo, sino que todo lo que los santos han hecho de bueno se comunica a los que viven en la caridad, porque todos son uno. La oración por los difuntos se apoya en que la muerte no puede separarnos del amor de Dios manifestado en Jesucristo nuestro Señor, como dice Rm 8, 38-39: «Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro». La eficacia de la oración se fundamenta en la unidad de la caridad. Esta unidad establece el vínculo entre la Iglesia de la tierra y la que se encuentra más allá del velo. Como dice Yves M. J. Congar, «la liturgia de la Iglesia está llena del sentimiento de que estas dos partes de un mismo pueblo están unidas en la alabanza y celebran el mismo misterio, especialmente en la eucaristía» (Cf. Quodl.II, 14; VIII, 9). Entonces, ¿qué no osaríamos creer y profesar si el Espíritu Santo, personal e idénticamente el mismo, está en Dios, en Cristo, en el cuerpo de éste y en todos sus miembvros vivos?