HERMANITA MAGDELEINE DE JESÚS

En las huellas del Hermano Carlos

 (Hermanita Josefa Assumpta de Jesús)

Algunos datos biográficos de la infancia

Magdeleine Hutin nació en París el 26 de abril de 1898. Sus raíces familiares estaban en Lorena, en el este de Francia. Cuando era pequeña pasaba los veranos en casa de su abuela, en un pueblecito a 40 Km. de la frontera alemana. En este lugar se da cuenta entonces dolorosamente de las divisiones y fronteras que dividen a los pueblos.

Era la menor de una familia de seis hijos. En 1918, al acabar la primera guerra mundial, se encuentra sola con sus padres, porque la familia había sido diezmada por la guerra y la enfermedad. Los padres de Magdeleine, profundamente creyentes, transmitieron la fe a sus hijos, de tal modo que desde muy pequeña, Magdeleine tuvo el deseo de entregar su vida a Dios. Su padre le transmitió también su amor a África y a los árabes.

Vocación y Dificultades

Gracias a la biografía escrita por René Bazin, descubrió en 1921 al Padre de Foucauld – el Hermano Carlos de Jesús –. La lectura le impacta profundamente y encuentra allí todo el ideal con que soñaba: “Jesús-Amor”, el Evangelio vivido… Está segura que el Señor la llama a ser una de esas “hermanitas” que el hermano Carlos deseó tanto. Aunque esta vocación aparezca ante los ojos humanos completamente irrealizable, debido a su poca salud. Sin embargo, con la fe extraordinaria en “Jesús, Señor de lo imposible” que la caracteriza ya en esa época, suplica cada noche al Señor que apresure su partida hacia África del Norte…

En 1935 se le declara una artritis deformante. Frente a los rápidos progresos del mal, el diagnóstico es tajante: dentro de poco estará completamente inválida – excepto tal vez si se va a vivir a un país completamente seco, donde no caiga ni una gota de agua… ¡como el Sahara…! 

Esta situación personal fue para el sacerdote que la aconsejaba el signo esperado: “Váyase deprisa, me dijo; el Señor la cogerá de la mano y usted dejará que él haga… si le digo con tanta firmeza que tiene que irse es porque humanamente ya no es capaz de nada; por lo menos, si algún día hace algo, será de verdad Dios que lo habrá hecho, porque sin él usted no podría nada, absolutamente nada”. Toda la fundación descansa sobre estas palabras proféticas.

Camino de Argel y trabajo apostólico en Boghari

Octubre de 1936. Tres mujeres sin fuerzas desembarcan en Argel: Magdeleine con su anciana madre, a quien no ha podido abandonar, y Anne, una joven que comparte sus aspiraciones. A su llegada un sacerdote, el padre Declerq, le pide que le ayude a fundar “una casa de beneficencia del Padre de Foucauld” en Boghari, pueblo situado en la meseta argelina. Las instala en pleno barrio árabe.

Precisamente entonces, en medio de una vida muy atareada, Magdeleine tuvo lo que llamará “un sueño hermosísimo”. El Niño Jesús se le apareció…” Guardará siempre una extrema discreción sobre este acontecimiento, pero no dejará de afirmar que el Niño Jesús es el verdadero fundador de la Fraternidad, y la infancia espiritual la piedra angular de la espiritualidad de las hermanitas de Jesús… Dirá: “mucho más que la fundación de una nueva congregación, el Señor me ha dado otra misión, la de hacer amar al Niño Jesús recibido de manos de la Virgen”.

Pero la actividad desbordante de la vida en Boghari deja a Magdeleine insatisfecha: siente que le falta algo esencial: la dimensión contemplativa. Para pedir luz, se va en peregrinación con Ana a El Golea, a la tumba del Hermano Carlos. Encuentra allí por primera vez al Padre Voillaume, con quien será llamada a colaborar durante toda la vida. Se encuentra también con Monseñor Nouet, Prefecto apostólico del Sahara, y le habla de sus deseos.

A su regreso a Boghari, las cosas se precipitan: el padre Declerq, a quien ella había expresado su insatisfacción, le comunica que ha encontrado unas religiosas para reemplazarlas… Mons. Nouet le propone que hagan, ella y Ana, un año de noviciado con las Hermanas Blancas, en Argel, para poder después acogerlas en el Sahara como religiosas. Pide también a Magdeleine que escriba durante ese noviciado la Regla de las Hermanitas de Jesús…

Profesión religiosa para servir a los nómadas

El 8 de septiembre de 1939, pocos días después de la declaración de la segunda guerra mundial, la hermanita Magdeleine de Jesús hace en Argel su primera profesión. Esta fecha se considera como la de la fundación de las Hermanitas de Jesús. La hermanita Magdeleine pensaba entonces que debía fundar una “congregación de hermanitas nómadas” consagradas exclusivamente al Islam.

Ya en octubre de ese año nació la primera fraternidad en Touggourt, oasis situado en pleno desierto, a 600 km. de Argel. En el lindero del oasis vivían bajo tiendas un centenar de familias nómadas, que la pobreza había obligado a agruparse. Es ahí que la hermanita Magdeleine consiguió un terreno con un viejo edificio medio invadido por la arena. Serán necesarios varios años de trabajo encarnizado para hacerla más o menos habitable, – y esta “obra” se convierte en cosa de todos…

Anne se fue, y Magdeleine se encontró durante algún tiempo completamente sola en medio de los nómadas, trabajando duramente con ellos, poniendo en ellos una confianza total. Confiada a ellos de una cierta manera. Esta experiencia única de respeto, de confianza y de amistad recíprocas puso un sello para siempre en la Fraternidad. Hermanita Magdeleine quedó confirmada en su certeza de que “puede existir una amistad verdadera, un afecto profundo entre seres que no son ni de la misma religión, ni de la misma raza, ni del mismo ambiente social”.

A partir de 1940, empiezan a presentarse algunas jóvenes para seguir este camino de seguimiento de Jesús. Pronto se ve la necesidad de pensar en su formación antes de que lleguen al Sahara. Será en “El Tubet”, a 3 km. de Aix-en-Provence,  una casa de campo muy sencilla ofrecida por la diócesis. Desde entonces, Magdeleine va y viene entre Touggourt y El Tubet.

Además, para asegurar la subsistencia de esas jóvenes, en ese tiempo de restricciones, empieza a dar conferencias. Sola, muchas veces abrumada por las dificultades de los viajes, da más de 600 conferencias a través de Francia, con “una deficiente película” sobre Touggourt. Sin cansarse habla de Jesús, haciendo descubrir el mensaje del hermano Carlos y esta nueva forma de presencia cristiana en el mundo del Islam.

Viaje a Roma y encuentro con el Papa

1944: Hermanita Magdeleine consigue llegar a Roma, que se encuentra aún en zona aislada a causa de la guerra. Deseaba mucho este viaje, para presentar allí la Fraternidad y sus ideas sobre esta nueva forma de vida religiosa. Fue recibida en audiencia privada por Pío XII, y tuvo la emoción y la alegría de sentirse aceptada y comprendida por él.

Este paso, realizado a pesar de las dificultades, es revelador de una actitud constante de la hermanita Magdeleine: debido a su amor por la Iglesia, quiso siempre someter todas las novedades con claridad a sus representantes autorizados, sobre todo las realizaciones más audaces, poniéndolas bajo sus ojos.

Boletín Verde y Espíritu Universal

Al año siguiente de la visita a la ciudad de Roma redacta un librito dirigido a aquellas que se sienten atraídas por la vida en seguimiento del hermano Carlos, el “hermano universal”. Este librito, con el nombre de “Boletín Verde” tendrá una gran resonancia. Expone en él el pensamiento intuido y amado durante toda su vida: como Jesús “vivir pobre entre los pobres y mezclada en la masa humana como levadura”. Una vida contemplativa en medio del mundo, con los ojos y el corazón fijos en el Modelo único, Jesús, Dios hecho hombre entre los seres humanos. En 1945 era una revolución dar a las futuras religiosas este consejo: “Antes de ser religiosa, sé humana y cristiana con toda la fuerza y la belleza de este término”.

El 26 de julio de 1946 es un momento crucial: Magdeleine adquiere de pronto la certeza profunda de que la Fraternidad, hasta allí consagrada exclusivamente al Islam, debía extenderse al mundo entero, volverse universal.

A partir de entonces las fundaciones se multiplican. Monseñor Carlos de Provenchères, arzobispo de Aix en Provence, que es el Ordinario de la Fraternidad, sigue atentamente y alienta los distintos tipos de fraternidades y su expansión: fraternidad obrera (1946), fraternidad oriental en el rito del país (1948), fraternidades consagradas a los enfermos de lepra, fraternidad en una tienda, con los nómadas y otras. En todas partes,  Magdeleine lucha para obtener el permiso para que el Santísimo Sacramento pueda estar presente en todas las fraternidades, independientemente del tipo de alojamiento.

Dedicación preferente a las Fundaciones

Navidad de 1949: en la gruta de Belén renuncia al cargo de Priora general, que pasa a la hermanita Jeanne. Lo hace para que el gobierno de la Fraternidad  esté asegurado independientemente de su persona, y para poder más libremente consagrarse a las fundaciones lejanas o arriesgadas.

Efectivamente, el ritmo de las fundaciones se acelera. Una fuerza la empuja a llevar por todas partes la llama que el Señor le ha confiado, “la antorcha encendida en ella”. El “viaje alrededor del mundo” (1953/54) es característico de esta actitud: en todas partes, va en busca de las minorías menos accesibles, más abandonadas o despreciadas. Quiere decirles:”el Señor Jesús es tu Hermano (…) y yo vengo a tu encuentro para que aceptes ser mi hermano y mi amigo”. “Quisiera sembrar en todas partes fraternidades que fueran pequeñas chispas del amor del Señor”.

Fraternidad con rostro universal

En 1959, la Fraternidad ya tiene su rostro universal, con casi 800 hermanitas y 184 fraternidades difundidas a través del mundo. Este rápido crecimiento no deja de suscitar problemas y críticas. La Fraternidad es reconocida de derecho pontificio en 1964.

La fraternidad de Tre Fontane pasa a ser entonces Fraternidad general. Hermanita Magdeleine trabajará hasta su muerte para hacer de la “aldea de Tre Fontane” la casa de familia de las hermanitas, y un lugar abierto a toda la humanidad. Allí acogió a cada uno con sencillez y atención, como si fuera único. Una de sus grandes alegrías fue, en 1967, la visita de Pablo VI, venido sobre todo para reconocer la Fraternidad en nombre de la Iglesia. También la visita de Juan Pablo II en 1985.

Al Papa polaco, la Hermanita Magdeleine lo había encontrado por primera vez unos treinta años atrás, en Polonia, cuando viajaba en la “Estrella fugaz”. Daba este nombre a una camioneta equipada como caravana, en la que la había obtenido el permiso de guardar el Santísimo. Una camioneta con la que recorrió los países del Este, prácticamente cada año, a partir de 1956, como turista para establecer fraternidades  más allá del “Telón de acero”.

Hasta su muerte, la hermanita Magdeleine será fiel a estos viajes a los países del Este, viajes agotadores por causa de su estado de salud. Viaja a estos países con la misma actitud que tiene en todas partes: la pasión por la unidad, el deseo de llevarles la espiritualidad del hermano Carlos, una amistad humildemente ofrecida a todos. Recuerda con fuerza a las hermanitas que “es por el amor que se salvará el mundo”.

Estos viajes anuales le permitieron tejer lazos de amistad, pero también sostener a las hermanitas que habían empezado a vivir en estos países…

En 1964 pudo por fin entrar en Rusia – era su sueño desde 1949 -. Allí tuvo la posibilidad de unirse discretamente a las oraciones de los creyentes en las iglesias ortodoxas. De estos encuentros nacen relaciones confiadas con algunos sacerdotes. Con respeto profundo y una gran abertura ecuménica hermanita Magdeleine conecta con esa Iglesia y funda en ella la Fraternidad.

Pasión por la unidad hasta el Final

La pasión de la unidad que arde en su corazón no la incita únicamente a crear lazos con personas de otras confesiones cristianas, sino que le inspira el proyecto de poder acoger en la Fraternidad, como hermanitas, jóvenes de otras confesiones cristianas. Este proyecto, perseguido con perseverancia, se realizará con discreción y prudencia.

El 29 de junio de 1981 Magdeleine escribía a las hermanitas: “no he querido hacer sino una obra de amor. Y ahora cabe a cada una de vosotras, que habéis entrado conmigo en el mismo camino, continuar haciendo de él una obra de amor, con la conciencia plena de que no os pertenece, sino que es una obra de Iglesia”.

Tal vez estas palabras nos dicen lo que fue la última etapa de su vida: muy presente a todo lo que formaba parte de la vida de la Fraternidad, pero con una cierta discreción y una gran humildad. Envía a las hermanitas, bajo forma de “Regla de vida”, el texto en el que trabajó toda la vida para que fuera las Constituciones. Hasta el fin, trabajó en la redacción de su diario y la edición de los libros de Cartas, dejando un tesoro que aún no está inventariado.

El 8 de septiembre de 1989, la Fraternidad celebra su jubileo. En su viaje de regreso de Rusia, pocos días antes,  hermanita Magdeleine sufre un accidente doméstico del que no se recuperará. Sus sufrimientos se prolongan durante dos meses, durante los cuales se debilita progresivamente, y se encuentra en un estado de dependencia total, pero permanece lúcida y atenta a todos. Hasta su último suspiro, une con sencillez su amor de la vida y su deseo del encuentro tan esperado con el Amado, su Amado Hermano y Señor Jesús. El lunes 6 de noviembre dice varias veces: “Dios mío, no hubiera pensado nunca que fuera tan largo (…) no puedo esperar más (…) no puedo esperar más…

Este mismo día al atardecer partió con mucha sencillez hacia su Señor.

En este acto de su muerte, legaba verdaderamente a sus hermanitas lo que había deseado tanto: su “gran ideal de una santidad humana” y de “lo extraordinariamente sencillo” – añadiendo, con fuerza: “sobre lo humano habrá que injertar el amor divino.

Ella que resumía el ideal de la Fraternidad en una palabra: “la unidad en el amor”, debió sentirse feliz cuando la misa de funeral congregó en Tre Fontane, el 10 de noviembre, una multitud de amigos de todas las confesiones, de todos los ambientes, naciones y razas. Signo de que esta mujer, invadida por el amor del Señor, se había convertido de verdad en testimonio de la ternura del Padre por todos sus hijos, más allá de todas las barreras. Y, simple casualidad o coincidencia misteriosa, fue esa misma tarde del 10 de noviembre que se derrumbó el muro de Berlín.

Encuentro de la Hermanita Madeleine con el Papa Pío XII

Hta. Madeleine. Desde hace meses, Santo Padre, estoy afrontando todas las dificultades por tener la alegría de venir a Roma y arrodillarme a los pies de Vuestra Santidad. Y el Señor así lo ha debido querer, puesto que he llegado a pensar las dificultades casi insalvables – campos de batalla en Marsella, en el Sahara, del Sahara a Túnez, de Bizerta a Roma – que conllevan los viajes actuales. Sin embargo, soy una “Hermanita insignificante”… y quizás por esto el Señor me da todo lo que le pido y se sirve de mí para la fundación de una nueva congregación consagrada exclusivamente al Islam, a través de la oración, de la inmolación y del apostolado, congregación que quisiera llamar las “Hermanitas de Jesús” (del Padre de Foucauld) bajo el patrocinio del gran ermitaño del desierto.

Roma 14 de Diciembre. Primera carta al Papa Pío XII.

“Quiero contaros enseguida la alegría de este día de audiencia privada. Ha sido un favor excepcional, concedido a las “hermanitas insignificantes”, en estos tiempos de visitas oficiales: ¡media hora con el papa Pío XII… Nuestros más ardientes deseos: – Poder permanecer siempre como “hermanitas insignificantes”, a las que nadie se les ocurriera nunca llamar “Reverendas (p.21) Madres”… y que pudiesen, sin chocar a nadie y sin que haya que reprochar su falta de dignidad, vivir, alojarse, viajar a la manera de los más pequeños… como Jesús que no ha perdido nada de su dignidad divina tomando la humanidad de un pobre artesano. -Poder mantener fórmulas como estas: Poner siempre la claridad por encima de todas las reglas para hacer de ella la regla suprema, el gran mandamiento. Ser humanos y cristianos, ante todo, sin barreras rígidas, sin minucias exteriores, pero con una formación de vida interior extremadamente profunda”.

Roma 19 de Diciembre de 1944. Carta a las hermanitas. (p.22).

Una lección de amor

Muchos de los y las que conocieron a la hta. Magdalena dicen que no se podía olvidar su mirada. Yo también, recuerdo muy bien la primera vez que la encontré, en el año 1957. Acababa de hacer mi primera profesión y venía a Tre Fontane para un mes de formación. Llegaba de América Latina con otra hermanita de Brasil. Como las hermanitas vivían allí entre los Tapirapé (un grupo de indígenas brasileños), esta hermanita había traído como regalo una lanza Tapirapé.

Al llegar a la fraternidad después de un largo viaje, las hermanitas quisieron que fuéramos enseguida a saludar a la hta. Magdalena. Ella estaba trabajando en ese momento con su consejo y con el Padre Voillaume (fundador de los Hermanitos de Jesús). Para mí fue un momento muy emocionante porque, habiendo llegado de lejos, en un instante conocía «toda» la Fraternidad, con hermanitas de todos los Continentes que en aquel momento estaban a cargo de la Fraternidad.

Algunos años más tarde, fui nombrada a mi vez consejera general. Fue entonces cuando conocí mejor a la hta. Magdalena. Si ella estaba en Tre Fontane y nosotras no estábamos viajando, nos veíamos todos los días. Comía con nosotras. Eran momentos de preciosos encuentros. Era muy accesible. Nos compartía las cartas que llegaban de todo el mundo, las peticiones y reflexiones de las hermanitas. Pensábamos juntas cómo responderles. Había un buen ambiente y compartíamos nuestras opiniones y preguntas con sencillez.

Muchos gestos y palabras de la hta Magdalena han marcado mi vida. Cada vez que tenía un problema, encontraba en ella «una madre». Aún hoy pienso en algunas de las cosas que nos decía, en su visión de la vida. Era muy exigente y muy franca, pero también había en ella una gran ternura. De hecho, pasara lo que pasara, hiciéramos lo que hiciéramos, podíamos volver a ella, y nunca se detenía en lo que habíamos hecho: era como si ya lo hubiera olvidado. También me conmovió su sencillez, su bondad, su gran cuidado y amor por las personas más pobres. Se notaba en su manera de acoger a todo el mundo. Durante la construcción de una parte de Tre Fontane, había obreros trabajando con nosotras. Era muy atenta con cada uno y con sus familias. Cuando salía a Roma, sólo visitaba a esas diferentes familias. Nunca iba a comer a otro sitio, pero iba a sus casas con mucha alegría. Preparaba con esmero los pequeños regalos que llevaba a los niños.

Fue esta vida contemplativa vivida en medio de los más pobres la que me atrajo hacia las Hermanitas y la que he intentado vivir lo mejor que he podido durante todos estos años. Durante más de 30 años, compartí la vida cotidiana de la gente de La Victoria (un barrio de la periferia de Santiago). Todas esas familias que luchan cada día por ganarse la vida, criar a sus hijos y salir adelante han dejado su huella en mi vida y en mi oración. Aún hoy, es el mismo deseo el que guía mi vida, ahora que comparto el día a día de los ancianos en una residencia.

El deseo que ardía en la hta Magdalena y que brillaba en todos sus mensajes, en todas sus cartas, en todas sus acciones, era el del amor: el amor hacia todas las personas, el amor más allá de las fronteras, el amor entre los pueblos, el amor entre nosotras… Lo repetía constantemente y en todas partes, como un estribillo que ritmaba su vida y que vivía profundamente. Conocerla y vivir con ella fue para mí una lección de amor y de ternura.

Hta María Elena

ORAR CON LA HERMANITA MAGDELEINE

A la luz del Evangelio

Rezar es buscar sin cansarse el rostro de Dios. Para hermanita Magdeleine como para el hermano Carlos uno de los lugares privilegiados de esta búsqueda apasionada del Amado es la palabra de Dios y especialmente el Evangelio. Fue escrutando los escritos del hermano Carlos como ella descubrió «la espiritualidad pura del Evangelio» Por eso escribió a las primeras hermanitas en 1942: «Leed y releed el Evangelio. Meditadlo y volvedlo a meditar hasta saberlo de memoria, en francés y en árabe. Llegad a estar tan orgullosas de él como los musulmanes lo están del Corán… ¡y no es poco decir!… Y veréis entonces cómo esta formación os simplificará, os transformará en la línea del hermano Carlos de Jesús, que es el camino del mismísimo Jesús.» (L.1 p.147)

Esta espiritualidad centrada en la persona de Jesús y en el Evangelio aparece ya claramente en el directorio de 1938. La segunda parte de ese folleto contiene varios capítulos y se titula: «A la luz del Evangelio» Se lee allí: «Después del sagrario las hermanitas no tendrán nada más caro que el Evangelio, donde encuentran también la presencia de Jesús» y hermanita Magdeleine recomienda que lo lleven siempre encima y que lo sepan de memoria.

Luego, en un pequeño capítulo titulado: «La persona de Jesús» escribe: «Jesús en el Evangelio será para las hermanitas el Libro vivo, substancial. Será su Camino Único, su único jefe, su íntimo amigo.

Vivirán bajo su mirada, pero sobre todo le verán vivir a través de un contacto íntimo y muy frecuente con él en el Evangelio.

Harán que viva en ellas y a su alrededor, hablando de él con amor como de un ser vivo y muy cercano, que ocupa el primer lugar en su vida y en su corazón, y se esforzarán por desaparecer para dejarle hablar y actuar en ellas con su Corazón y su Voluntad.

Pero, sobre todo, deberán esforzarse en conformar su vida con la vida misma de Jesús, para no ser más que uno con él».

«Conformar su vida con la Vida de Jesús», amar como él amó esto es lo importante para hermanita Magdeleine, que decía a menudo a las hermanitas a propósito de los estudios de teología: «Pensad siempre en esto: «Ay del conocimiento que no se convierte en amor» ¿Qué es la «Verdad» sin la «Vida»?

El Modelo Único

En Nazaret, el hermano Carlos se había hecho un breve retrato de Jesús titulado «El Modelo Único», compuesto únicamente por citas evangélicas. Diez años más tarde, escribía al P. Huvelin: «Desde entonces lo leo sin cesar y me gusta tener este retrato cada día ante mis ojos».

En 1941 hermanita Magdeleine redactó también para las primeras hermanitas un texto titulado: «El Modelo Único». A la luz de una palabra del Evangelio evocaba cada una de las grandes etapas de la vida de Jesús, comentando brevemente la manera como las hermanitas podían conformar su vida con la de Jesús. Fue la primera expresión escrita de los distintos puntos fuertes de nuestro carisma y se percibía ya la inspiración del Boletín Verde. Cada vez que las hermanitas partían para una nueva fundación hermanita Magdeleine les entregaba este texto.

En el Boletín Verde, en 1945, escribe: «El hermano Carlos de Jesús no abrió ningún camino nuevo, a no ser el camino único, el camino de Jesús. Escogió un Modelo Único: Jesús, un único jefe, un único maestro: Jesús. Te dirá que no tengas más que un pensamiento, un amor, un deseo: Jesús. Te dirá que una sola cosa es necesaria: amar a Jesús».

Te dirá que «pongas los pies en las huellas de sus pasos», «la mano en su mano» –que «vivas de su vida»– que «reproduzcas amorosamente en ti sus rasgos». Te pedirá que, con su gracia, te dejes penetrar tan profundamente por su Espíritu que «pienses sus pensamientos, digas sus palabras, realices sus actos, en la medida en que puedas, en una palabra, que desaparezcas para dejarle hablar y actuar con su corazón y su Voluntad». ( BV 41-42)

Y un poco más lejos añade: «Tus días estarán encuadrados entre la primera y la última oración de Jesús a su Padre: «Heme aquí Padre, vengo para hacer tu voluntad» y «Padre, pongo mi alma en tus manos».

Una contemplación al alcance de todos

Hermanita Magdeleine estaba íntimamente convencida de que ese camino de oración marcado por la simplicidad de vida de Nazaret era una forma de contemplación accesible a todo el mundo. En una carta a las primeras novicias en 1943, les habla largo y tendido de una obrera encontrada durante sus giras de conferencias: «He encontrado aquí a Gabrielle, una obrera de fábrica, que nos dice: «¡Cómo os envidio! Habéis escogido la mejor parte. Sin embargo, tengo tres hijos y un marido y les quiero mucho. ¡Pero qué felices sois!» Y hete aquí que, una vez que siente confianza, nos dice cosas maravillosas. Buscó a Jesús hasta que lo encontró y se le reveló. Sin estudios, ha descubierto la más pura doctrina. «Los libros me cansan con sus palabras sabias» me dice. «El Jesús (se expresa siempre así) tiene palabras tan sencillas y tan bellas para enseñarnos. Se le encuentra en todas partes: limpiando, barriendo. Ayer, quise reservarme tiempo para leer, pero me fue imposible. Entonces, echando un remiendo a una pieza de ropa de uno de mis hijos, dije el Padre Nuestro y el Jesús se me reveló. Estaba en mí y yo quería buscarlo muy lejos. Quisiera tanto construirme una soledad con él y quisiera también darlo a todos, compartirlo».

Era una laica quien hablaba así, una madre de familia, una humilde obrera.

«Tomad, nos dijo, dándonos un rosario y algunas estampas. Dadme la alegría de no tener nada en el bolsillo. Es una alegría tan grande no tener nada, como san Francisco»… No quería separarse de nosotras: «¡Qué felices sois!» nos repetía. (LI 175)

Este mismo camino de gran simplicidad es el que hermanita Magdeleine propondrá a las hermanitas un poco más tarde, en el Boletín verde: «Que estas palabras de vocación contemplativa, de contemplación, no te asusten. Que no evoquen a tus ojos la idea de una vocación excepcional, de algo tan elevado que la mayoría de los hombres no puede acceder a ello.

A la luz del hermano Carlos de Jesús, que evoquen para ti la actitud sencilla y confiante, amante, del alma en conversación íntima con Jesús, las ternuras de un niño pequeño con su padre, las efusiones de un amigo con su amigo:

Cuando amamos, quisiéramos hablar sin cesar con el ser amado o por lo menos mirarle sin cesar. La oración no es otra cosa: la conversación familiar con nuestro amado. Le miramos, le decimos que lo amamos, gozamos por estar a sus pies… (Hermano Carlos de Jesús. Escritos espirituales p.3)» (BV 38)

El deseo de Betania

En 1946, después de algunos días de retiro, escribe: «Era esto lo que esperaba – no para descansar sino para estar contigo, Señor, contigo, sólo contigo, como María en Betania.

Nadie ha comprendido aún esto, es nuestro secreto. Nadie ha comprendido que es por un mayor amor que voy por los caminos y en medio del mundo, pero que sueño con esta soledad que en, medio del mundo, llevo en el fondo del alma – deliciosa soledad, habitada por ti, Señor.» (DC. II 26)

En los primeros años designa esa sed de intimidad con Jesús con una única palabra: «Betania»

Esa sed no la abandona. El 27 de diciembre de 1946 escribe al P. Voillaume: «Al llegar a Francia, comunico a hta. Matilde este pensamiento obsesivo, diciéndole que no puedo más y que un día me iré sin dejar la dirección, escribiendo apenas: «Me voy a Betania» En plena calle de Marsella, hermanita Matilde me dice: «Y nosotras, ¿no podríamos hacer lo mismo y tener nuestro Betania?» Y como un relámpago, en la calle, se concreta todo el plan de la fraternidad de adoración…» (DC. II 28-29)

Encontrar en el silencio el Amado, permanecer a solas con Él, es una necesidad del amor. Hta. Magdeleine lo llevaba en ella como un fuego. Por esto desde la fundación subrayó la importancia vital del tiempo entregado a la oración silenciosa: hora de adoración diaria, adoración de noche cada semana, períodos más largos de soledad: fin de semana, retiro anual…

El 8 de septiembre de 1973 escribía a las hermanitas:» Tiene que ser una nueva etapa en el camino de la santidad (…) Este camino es ante todo el camino de la adoración y la contemplación, en unión con la oración de Cristo, porque es lo que hemos de hacer en primer lugar, no lo olvidéis nunca… Es Jesús amado con un amor personal, con un amor lleno de respeto, pero también de ternura y de amistad… No tengáis miedo de él… Id a él sin temor como a vuestro amigo más querido. Él ha velado su grandeza divina bajo el aspecto más humilde y más pobre que hay.» (LV 78-79)

Del texto de la Hermana ANNIE DE JESÚS, «Camino de oración… con hermanita Magdeleine ¿No es el amor el elemento esencial de toda vida contemplativa?»

Textos para Orar con Hermanita Magdeleine

(I)

Mi mayor enfermedad, ya lo adivina, es estar en la tierra en vez de estar en el cielo… No se cura, esta enfermedad, no puede hacer sino aumentar… Mi mayor enfermedad consiste también en amar con pasión a Alguien que está a la vez tan cerca y tan lejos, en vivir al mismo tiempo con él y con todos los seres humanos… en querer amarlo todo de una forma absoluta y estar desgarrada entre el Islam y el mundo obrero, Touggourt y El Abiodh,  el noviciado, la fraternidad obrera y todos los amigos que he encontrado por los caminos de Francia y de otros lados.

Desgarrada, es exactamente la palabra que conviene, como algo muy pequeño que se quiere llenar demasiado”.

11 de Mayo de 1947, al Padre Voillaume

(II)

Es muy consolador pensar que aquí mismo el Señor Jesús pasó largas y dulces horas de amistad  que le hacían olvidar tantas horas dolorosas de enemistad y de odio, pensar que, cuando ya no podía más al encontrar tantas incomprensiones y condenas, venía a descansar a una casa amiga donde todos le querían, le comprendían – incluso cuando decía cosas extrañas e incomprensibles, porque todos creían en él. Venía a descansar junto al amor ardiente y puro de María Magdalena. Le gustaba que se quedara a sus pies durante largas horas y no la rechazaba, aunque Marta protestara contra su aparente inutilidad.

Betania es muy cerca de Jerusalén, pero los senderos son muy duros y pedregosos. El Señor Amado atravesó estos montes… respiró este aire…

En esta dulzura de Betania y de Belén, y en el sufrimiento que se siente pesar sobre Jerusalén, no puedo pensar más que en una cosa: en el amor. No puedo desearos más que una cosa: comprender el amor. No puedo sufrir más que de una cosa: de las faltas de amor, y tengo más que nunca nostalgia del cielo, donde no habrá más sombras en el amor.

¿Habéis comprendido bien el verdadero sentido del amor? ¿Habéis medido sus exigencias, os habéis  dado cuenta de todos sus matices, todas sus delicadezas?

¿Será que el Señor Jesús hizo una selección? Al contrario, se ofreció a los clavos de la cruz con los brazos abiertos, para que nadie fuera excluido de su amor, ni siquiera el  más miserable, el más egoísta y el más ingrato de todos los hombres. Por todos, el Señor Jesús sufrió y murió. En nombre de su Amor todos, sin exclusión, tienen derecho estricto a vuestro amor fraterno”.

En Betania, 20 de agosto de 1950, a las Hermanitas

(III)

Vuelvo de la misa, en que he vivido profundamente con Jesús ofreciéndole mi sufrimiento de ayer, y toda impregnada aún por esta presencia, le escribo.

Durante la cena, anoche, revolvió muchas cosas hablando de la vida contemplativa y dijo, sobre todo, esta frase que me entró en el corazón: «Unas hermanas que tienen un ideal de vida contemplativa deberían tener una celebración más recogida». Y luego lo cuestionó todo, pensando que una vida de contactos debería llamarse más bien vida evangélica, y que no había que jugar con las palabras.

Padre, diga que hay riesgos, diga que hay dificultades, pero no ceda, se lo suplico. Todo el mundo tiene los ojos puestos en usted. Es la primera vez que una forma de vida tan en contacto con los hombres quiere ser al mismo tiempo tan auténtica y profundamente contemplativa.

La vida contemplativa, usted mismo lo dijo, es una vida de amistad con la persona de Jesús, es una vida interior mucho más profunda en contacto con el mismo Dios. Por qué esta amistad, este contacto no podrían coexistir con una llamada de las almas, e incluso de las muchedumbres. Justamente porque la amistad será mayor, la intimidad más profunda, tendremos más sed de llevar Jesús a la gente, de irradiarlo, de hacerlo amar. Y porque habremos sentido todas estas necesidades de la gente tendremos aún más sed de llenarnos de Jesús, de retirarnos con él. Padre, usted piensa que mi caso es una excepción. Todas las hermanitas que me rodean sienten en ellas muy claramente esta llamada. Es una necesidad del tiempo presente, una acción del Espíritu Santo. Las que vienen a verme de todas las regiones de Francia, de Inglaterra, de Italia… todas sienten esta misma llamada: una vida contemplativa muy intensa, y una vida completamente mezclada con la gente. No cambie las palabras, haría daño a todas estas almas que vienen hasta nosotros.

Que hay que salvaguardar este ideal de vida, yo también lo pienso. Que usted sufra como yo de no haber llegado aún a la plena madurez en la realización práctica, lo comprendo, pero se lo suplico, véalo con confianza para dar confianza a los demás, a los que le miran y le siguen, le aseguro que Dios está haciendo de usted un guía no solo para nuestras fraternidades, sino para todos los que buscan y dudan, que tienen un llamamiento confuso y no llegan a encontrar la buena forma. No puede escapar a este deber, aunque esto les quite tiempo a los hermanitos. Ni usted ni yo tenemos derecho a cerrar las puertas para protegernos”.

24 de agosto de 1947, al Padre Voillaume

(IV)

Señor Jesús:

Tú eres el Maestro de lo Imposible…

Por la intercesión de hermanita Magdeleine,

te pedimos con confianza:

Auméntanos la fe,

danos un corazón más fraterno

que abarque al mundo entero.

Concédenos la gracia de…

(decir la gracia solicitada).

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

Por los siglos de los siglos. Amén.

MUJERES ARTÍFICES DE LA HUMANIDAD

Primer día de trabajo de la Conferencia Internacional «Mujeres en la Iglesia: artífices de humanidad» en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Seis ponentes de distintos Ateneos presentaron la actualidad del mensaje de otras tantas mujeres, cinco santas y una venerable, que en sus vidas a menudo problemáticas encarnaron valores como el diálogo, el perdón, la inventiva, la entrega a los últimos, la conciliación de una intensa vida interior con el compromiso social… Leer todo:

https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2024-03/mujeres-congreso-testimonio-santas-humanidad-artifices.html

«Contemplativa en medio del mundo» (Hta. Magdeleine)

«Después de haber estado limitada por las
circunstancias, es fácil dejarse embriagar durante un
cierto tiempo por la fiebre de una actividad
desbordante y por la alegría de entregarse al alivio de
todas las miserias, pero pronto llegué a percibir, en
medio de tal derroche de acción, que me faltaba algo
esencial: tiempo para recogerme y rezar.
Sin embargo, Dios me había dado una vocación, no
de monja de clausura, sino de contemplativa en medio
del mundo, para hacer presente a Jesús, como la
Virgen en la Visitación, la misma vocación del
hermano Carlos de Jesús que, en medio de una intensa
actividad, fue uno de los contemplativos más grandes
de su tiempo.
Con el paso del tiempo, yo encontraba cada vez
menos esta posibilidad en Boghari y sufría
profundamente; me sentía turbada y decepcionada en
mi vocación, olvidando aquella frase orientadora: “Sin
duda, esto no será todavía la meta (…) ¡ Dios la tomará
de la mano y, ciegamente, usted le seguirá!”».
HTA. MAGDELEINE, Escritos esenciales (Santander 2016) 40.
[Escrito en Roma 1981]

René Voillaume y hta. Magdeleine

Jesús Castellano, OCU

Teresianum (Roma)

El 13 de mayo de 2003 concluía su vida mortal en Aix-en-Provence el P. Rene Voillaume, Fundador de las Fraternidades de los Hermanitos de Jesús. Con sus casi noventa y ocho años —nació en Versailles el 19 de julio de 1905— era un testigo y un maestro de excepción de la espiritualidad del siglo XX tras las huellas de Carlos de Foucauld. Sus obras espirituales, sobre todo las Cartas a los Hermanitos de Jesús, fueron verdaderos «bestsellers» de espiritualidad evangélica en torno a los años sesenta y setenta1. Habla entrado en un silencio contemplativo y orante desde hacía tiempo. Sus intervenciones no eran conocidas, aunque seguía siendo un testigo y un maestro de espiritualidad para todos los seguidores de la espiritualidad de Carlos de Foucauld.

Muchos preguntaban por él, en un momento en que la profecía de este autor espiritual podía decir todavía mucho a la Iglesia. De repente hemos sabido que vivía y estaba activo y lúcido. Lo demuestran dos hechos que ahora salen a la luz. Por una parte, la publicación de su testamento espiritual, redactado en noviembre de 1995, en forma de oración, en el retiro hecho en la Trapa de Fez, en Marruecos, que lleva la fecha del 22 de noviembre de 1995, tras haber traspasado el umbral de los noventa años2. Por otra, ha publicado recientemente algunas memorias suyas biográficas que tienen una relación muy estrecha con el nacimiento de los Hermanitos de Jesús y de otras familias espirituales de Carlos de Foucauld3. Estas memorias, terminadas el 19 de octubre de 1997 y puestas bajo la protección de Santa Teresa del Niño Jesús, una de sus maestras espirituales preferidas, en el día que era proclamada Doctora de la Iglesia, revelan por primera vez detalles y experiencias espirituales del largo camino recorrido tras las huellas de Carlos de Foucauld. Lástima que terminen allí por los años setenta, poco tiempo después de su renuncia como Prior General en Navidad de 1965. En la Cuaresma de 1968, por invitación personal del Pablo VT, que lo conocía y apreciaba mucho, predicó los Ejercicios Espirituales al Papa y ala Cuna en el Vaticano4.

La Hermanita Magdaleine nos dejó hace ya tiempo, el 6 de noviembre de 1989, en Roma, donde vivía retirada desde hacía tiempo en la sede de la Fraternidad de las Hermanitas de Jesús, junto a la Trapa de Tre Fontane, donde moró un tiempo Carlos de Foucauld. También ella había pasado el umbral de los noventa años, ya que había nacido en París el 26 de abril de 1898. Y también ella había dejado hacía tiempo el cargo de responsable de las Hermanitas de Jesús por ella fundadas. De ella conservamos también muchos escritos espirituales que son como la historia de la expansión de las Hermanitas de Jesús en el mundo entero5.

Recientemente ha aparecido en castellano una biografía de la H. Magdaleine, fruto de una tesis doctoral en la universidad de Friburgo, que nos trae a la memoria la aventura de esta mujer6.

Esta circunstancia nos ha sugerido hacer memoria de estos dos testigos espirituales del siglo XX, ahora que, pasado el umbral del siglo XXI, es tiempo de memorias y balances de las riquezas espirituales de los últimos decenios en personas, corrientes y movimientos de espiritualidad7.

LA PEQUEÑA HERMANA MAGDELEINE

Empecemos por la Hermana Magdaleine. Los datos externos de la vida de la Hermana Magdaleine (Hutin) se pueden resumir en tres etapas: su infancia y Juventud, su seguimiento de la espiritualidad de Carlos de Foucauld, y su actividad como Fundadora de las Hermanitas de Jesús.

Nace en París el 26 de abril de 1898. A causa de la guerra se educa también en España (San Sebastián) y en Italia (San Remo). De los veinte a los treinta años sufre una grave enfermedad de pleuritis. De 1928 a 1936 ejerce como directora de un Colegio en Nantes.

Atraída por la figura de Carlos de Foucauld, cuya primera biografía se publica en 1921 y ella conoce en la casa paterna, viaja a África y se establece cerca de Argel. En 1938 peregrina a la tumba de Carlos de Foucauld en El Golea y encuentra providencialmente a René Voillaume. Empieza una experiencia de vida religiosa para seguir las huellas del Hermano Carlos. Hace su noviciado con las Hermanas Blancas de Maison Carree y redacta las Constituciones de la futura Congregación. El 8 de septiembre hace sus votos; una fecha que se considera como el principio de la nueva Congregación, y un mes mas tarde funda la primera fraternidad en pleno desierto, ba^o una tienda de nómadas, una de sus ilusiones de un nuevo estilo de vida religiosa. Propaga en Francia su ideal en los años siguientes, en medio de la guerra. En 1942 hace los votos perpetuos. En 1944 llega a Roma y obtiene la primera audiencia con el Papa Pío XII, que apoya su ideal de vida. En 1946 percibe la vocación universal de las Pequeñas Hermanas de Jesús y su inserción en medios pobres, superando la total dedicación inicial al Islam que parecía ser la inspiración exclusiva de Carlos de Foucauld.

En los años que siguen, después de la segunda guerra mundial, la Hermanita Magdaleine da un impulso universal a la Congregación que en 1947 es aprobada por el Obispo de Aix-en-Provence. Ya en 1949 deja el gobierno general de la Congregación, pero sigue siendo la animadora de la expansión universal con fundaciones de fraternidades obreras, entre los gitanos y los pastores. Con intuición profética extiende las Fundaciones en contacto con las Iglesias orientales católicas y ortodoxas en el Líbano; más tarde se extienden las fundaciones por América del Norte y del Sur. Viaja mucho y penetra en las naciones que entonces están todavía bajo el régimen comunista, tras el telón de acero, tanto en Europa como en Asia. Quiere llegar a los cinco continentes y llega de hecho a los confines de Rusia y de China. Es un momento de expansión y de crecimiento de la Congregación. La Hermana Magdeleine mira con simpatía los países del Este europeo. En 1964, la Congregación recibe el reconocimiento de derecho pontificio y pasa a depender de la Congregación de Religiosos, mientras anteriormente dependía, por los vínculos estrechados con algunas Iglesias del medio Oriente, de la Congregación para las Iglesias Orientales. En 1963 nacen las Hermanitas del Evangelio; se funda en 1970 la primera fraternidad ecuménica en Suiza y se aprueban definitivamente las Constituciones adaptadas al nuevo Código de Derecho Canónico en 1988. A la muerte de la Fundadora, en 1989, la Congregación cuenta con 1.350 hermanas y esta ya extendida en 65 naciones.

Hay una línea providencial que es el hilo de oro de la historia de la Hermana Magdeleine. Está marcada por la piedad de la familia y las muertes, enfermedades y contradicciones que vive en su familia desde la juventud, pruebas que la van curtiendo en el amor a los pobres y también en su amor por África. El encuentro con la figura y espiritualidad de Carlos de Foucauld acaece en la propia familia, gracias a la devoción que su padre tiene por este aventurero del desierto cuya biografía y escritos suscitan un movimiento de fervor en Francia en los años que siguen a la muerte del Hermano Carlos, por mérito de sus grandes amigos y propagandistas L. Massignon y R. Bazin. Como un grano de trigo que muere en el desierto el 1° de diciembre de 1916, el Hermano Carlos de Jesús, sin dejar un discípulo, empieza a brotar por doquier el interés por su persona, su obra y su espiritualidad.

La Hermanita Magdeleine, madurada por Dios en la pobreza y en la enfermedad, obligada a buscar el clima de África, teniendo en el corazón el ideal de Carlos de Foucauld, se siente en Argelia como en su tierra prometida y empieza a ver a Jesús en los rostros de los niños árabes. Atraída especialmente por los nómadas del desierto, sueña con una vida religiosa que pueda vivirse bajo una tienda del desierto. Hay una fecha carismática en este tiempo. Es su encuentro con el misterio de Jesús, cuando percibe que la Virgen María se lo entrega. Un Niño que es «luz, ternura y amor», una presencia de encarnación que la marca profundamente y marca también el arte y la vida de las Hermanitas de Jesús. Tras el encuentro, junto a la tumba de Carlos de Foucauld, con R. Voillaume y el Obispo Gustave Nouet, Padre Blanco, Prefecto Apostólico del Sahara, que la invita a hacer un año de noviciado y redactar las leyes de la futura Congregación, Magdeleine, fiel a lo que siente como una inspiración de la Iglesia, se pone manos a la obra. Quiere fundar fraternidades muy sencillas, sin el peso de las estructuras de la vida monástica de entonces, siempre en camino, dedicadas principalmente a vivir en los países del Islam. Madura su mística de la encarnación, atraída por la presencia de Cristo y por la imitación del gesto mariano de entregar a los hombres y mujeres de este mundo al Niño Jesús, en el misterio de la pobreza y de la Encarnación. Lo vive, lo escribe, lo representa con diversas formas artísticas. Jesús será el nombre que ella misma asume cuando hace los votos el 8 de septiembre de 1939. Tras el sueño del desierto, las dificultades de la guerra y el afluir de vocaciones nuevas y generosas en Francia, atraídas por la novedad y sencillez de esta fraternidad que esta naciendo, recibe la aprobación de Pío XII en 1946, y se le abren nuevos horizontes. Se fundan las primeras fraternidades obreras entre los gitanos y los pastores en 1949. La Fundadora sueña a lo grande, en medio de la sencillez, y piensa en fraternidades que se establecen entre los judíos en Jerusalén, entre los leprosos en Camerún y Vietnam, en Japón, China, Moscú, Estambul. Y los sueños se van realizando. Siente la vocación de presencia entre las Iglesias orientales del Medio Oriente, entre los judíos y palestinos de la Tierra Santa, pero piensa también en África central, en América del Norte y del Sur; realiza fundaciones entre las tribus indígenas de Brasil, de Australia, entre los pobres de Sri Lanka, con los esquimales del Polo Norte. Se va realizando el sueño de una universalidad dentro de la sencillez de la presencia de encarnación, de la variedad de las culturas y de los ritos, de la búsqueda de los más pequeños, los despreciados. Todo con un talante a la vez hondamente contemplativo y concreta mente enraizado en el trabajo de los pobres, con y como los pobres. Poco a poco la Fraternidad de las Hermanitas de Jesús, con el sentido universal y concreto de Magdaleine, se hace presente en los límites de lo humano y da sentido de presencia y amor al Evangelio de los pobres. Cruza con frecuencia el telón de acero y dilata dentro de sus posibilidades los horizontes de una presencia amiga, sencilla, eclesial, con un sentido de universalidad y de inculturación profunda, según el espíritu de Carlos de Foucauld. Vive y vibra por los grandes problemas de la justicia, de la paz, de la unidad de la Iglesia, con un amplio espíritu ecuménico.

La autora de la primera biografía de la Hermana Magdaleine, Angélica Daiker, ha intuido cómo sus caminos espirituales han estado marcados por las etapas de Jesús en el Evangelio. Belén son las raíces con el encuentro decisivo de la Hermana Magdaleine con el misterio de Jesús en el pesebre. Galilea son los caminos de universalidad. Nazaret el estilo de vida, la levadura en la masa de la vida cotidiana, el trabado sencillo de los obreros y obreras, la contemplación y la adoración por tos senderos del mundo, la amistad como estilo de comunión y la preocupación por la vida como lo que más acerca a lo que es más divino y humano. De aquí la novedad del estilo de las fraternidades. Betania es la oración contemplativa, en adoración de la Eucaristía. Jerusalén es la plenitud, con las pruebas y gozos que nunca faltan en la vida de los Fundadores y Fundadoras. Roma es como su patria espiritual, la unidad y el amor a la Iglesia, la prueba segura de su catolicidad más acendrada, la obediencia y la comunión con el Papa como garantía de esa universalidad que es amor a la Iglesia universal, sentido de las iglesias particulares, amor por la dimensión ecuménica y apostólica, sentido de inculturación.

Toda una aventura que es interpretación creativa y dinámica del cansina de Carlos de Foucauld, bajo la guía del Espíritu Santo. Desde su estilo y su originalidad, como trata de ilustrar la autora de esta biografía, la herencia espiritual de la Hermanita Magdeleine responde a muchos retos de la Iglesia de nuestro tiempo, desde lo hondo de lo que se vive, sin ruido, como presencia de contemplación y de amistad, de cercanía y testimonio. Con una abertura de horizontes y una aceleración de la historia que se manifiesta precisamente por la presencia en las fronteras de los diálogos y de las situaciones culturales de pobreza y de lejanía de la Iglesia, allí donde las Hermanitas son presencia eclesial y mañana que ofrece la presencia de Jesús Salvador, el Niño de Belén.

Por los caminos de la Hermanita Magdaleine se cruzan personajes de la historia espiritual del siglo XX, presencias, de amistad y de consejo sereno en los momentos difíciles. Entre estas presencias recordarnos a Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo II, a Rene Voillaume, a Mons. Charles de Provencheres, al Cardenal Eugenio Tisserant. Pero también la Madre Teresa de Calcuta, el sacerdote ortodoxo Alexander Men, asesinado en Moscú, Roger Schütz, Prior de Taizé8.

La documentación fotográfica que nos presenta el libro nos ayuda a recorrer los caminos de la Hermana Magdaleine desde su infancia por Francia, Argelia, Camerún, Nazaret, Bélgica, Brasil, Alaska, Rusia, China.

En los últimos años de su vida, la Hermanita Magdaleine ha vivido en su retiro de Tre Fontane los acontecimientos de la Iglesia, ha tenido el gozo recibir a Juan Pablo II en su casa. Roma fué para ella una patria espiritual, como lo fue el Sahara, la cuna espiritual del cansina de Carlos de Foucauíd, pero siempre con el corazón y con los pies de peregrina y viajera en el mundo entero, como reza el título del más conocido de sus libros que narra sus experiencias fundacionales.

La pequeña Hermana Magdaleine es una mujer excepcional, testigo de nuestra historia espiritual del siglo XX, pero a la vez protagonista de una dilatación del corazón de la Iglesia por el mundo entero, con una presencia y una espiritualidad que llevan el sello de lo evangélico -ésta es la fascinadora dimensión espiritual de Carlos de Foucauld y de sus seguidores y discípulos- y acercan a la verdad de lo cristiano en sus más hondas raíces humanas y divinas. Una presencia evangélica que no se puede olvidar, ahora que nos dejamos fascinar demasiado por las presencias fuertes y avasalladoras y por los entusiasmos conservadores de última hora, como si con ellos empezara la Iglesia a ser presencia en la sociedad9. La memoria histórica de los testigos auténticos del Evangelio es motivo de esperanza y garantía de autenticidad de la presencia constante del Espíritu en la Iglesia. Y el mensaje evangélico de la Hermanita Magdaleine es de tal calado que no podemos echarlo en olvido, por su universalidad y su profundidad espiritual.

RENE VOILLAUME

Como hemos advertido al principio, el reciente libro de R. Voillaume es una especie de biografía espiritual y fundacional. En ella traza ampliamente los caminos que condujeron al autor al encuentro con Carlos de Foucauld y con su vocación y misión, tras las huellas de este «Hermano universal». Lo hace con la responsabilidad de un testigo y con la humilde conciencia de que en él ha obrado el Espíritu. Rompe, pues, la reserva acerca de algunos momentos importantes de su biografía espiritual para dejar constancia de algunos momentos carismáticos vividos y sufridos en esta obra de fundación de la familia espiritual de Carlos de Foucauld, a través de 49 densos capítulos que dejan huella en la historia espiritual del siglo XX. Con la gratitud de un hijo espiritual y de un discípulo fiel, R. Voillaume dedica una larga introducción a los caminos espirituales de Carlos de Foucauld, una síntesis madura de la espiritualidad del ermitaño del desierto,

La primera parte del libro (cap. 1-4), bajo el epígrafe Una fértil herencia espiritual nos introduce en la situación del patrimonio espiritual del Hermano Carlos después de su muerte violenta, acaecida el 1 de diciembre de 1916, con todas las riquezas y contradicciones de un testamento rico y abierto al futuro, sin herederos precisos, hecho de escritos, de discípulos lejanos, de admiración, de intentos de participación en su espiritualidad, La segunda parte (cap. 5-7), presenta los primeros discípulos que de cerca o de lejos, pero sin una clara estructura fundacional se aventuran por sus caminos espirituales africanos o en la patria francesa.

Con la tercera parte (cap. 8-20), el libro empieza a ser autobiográfico. Voillaume nos introduce en su infancia y familia, en los inicios de su vocación y en los varios intentos de búsqueda de su camino espiritual durante su Juventud, entre la llamada a la vida sacerdotal y la vocación religiosa y misionera, entre pruebas y enfermedades. Nos habla de su encuentro con la figura y los escritos del Hermano Carlos, de su ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1929, del período de sus estudios en Roma, en contacto con personajes de gran importancia espiritual como el P. R, Garrigou Lagrange, cuando consigue el Doctorado en el Angelicum. Nos confía su primera orientación hacia el estudio de la lengua y la cultura islámica para poder realizar un proyecto que le bulle en el alma, el de seguir en África las huellas del que empieza a ser su maestro espiritual, Carlos de Foucauld. Estamos en la década que va de los años 1923 a 1933. Ese año nace la primera fundación religiosa en Montpellier inspirada en Carlos de Foucauld, las Hermanas del Sagrado Corazón.

La parte Cuarta es de un interés extraordinario. Son los capítulos 21-32. Cuenta las primicias de la fundación de la Fraternidad de los Hermanitos de Jesús en el desierto de El-Abiodh-Sidi-Cheikh, con unas normas y un programa rígido de una especie de ermitaños y monjes del desierto con la adoración del Santísimo sacramento, la clausura, el silencio, la oración día y noche, sin apostolado. Nos cuenta los primeros intentos y osadías de una adaptación ritual a algunas tradiciones islámicas en la oración. Van llegando los primeros novicios y van surgiendo vocaciones en Francia. Hay momentos de crisis por la dureza del régimen de vida, sobre todo cuando se trata de integrar dentro de la vida contemplativa el trabajo intelectual de los estudios para preparar los candidatos al sacerdocio. El 19 de marzo de 1938, junto a la tumba de Carlos de Foucauld, se encuentran por primera vez los Fundadores de la Fraternidad masculina y femenina de los Hermanitos y Hermanitas de Jesús, R. Voillaume y la Hermanita Magdaleine. Se trata de un encuentro providencial y profético. La Hermana Magdaleine lleva ya en su corazón una visión más universal, abierta y creativa del carisma; con osadía femenina le propone a Voillaume esta visión, le exhorta a trabajar juntos y le profetiza que llegará un tiempo en que dictará conferencias a los Hermanitos y Hermanitas unidos y recorrerá el mundo hablando a los sacerdotes; algo insólito para Voillaume, que creía a pie juntillas en la fidelidad a una vida de silencio y de clausura en el desierto sahariano. Con la guerra y la llamada a las armas en 1939, llega el tiempo de la dispersión, con retornos a la fraternidad del desierto y con balances serios sobre el camino recorrido y el futuro del carisma, como el que se hace al cumplirse los diez años de vida de la fraternidad. Con la paz de 1945 empieza una nueva época y una novedad sustancial en la vocación de las fraternidades.

Es la quinta parte de esta historia (cap. 33-43) la que comprende los años 1945-1960. El titulo de esta parte es significativo. Se trata de una primera orientación que abre la fraternidad a otro estilo de vida y de presencia: Del silencio del Sahara al mundo del trabajo. Estamos en la Francia «país de misión» de la postguerra, con todos los fermentos en las masas obreras, la misión de Francia, los curas obreros. Voillaume es sensible a toda esta orientación de presencia e inserción en ambientes descristianizados, sin perder la hondura de la espiritualidad de Carlos de Foucauld. Nacen las primeras fraternidades obreras con la apertura, universal que llevaba ya en el corazón la Hermanita Magdaleine.

Desfilan por estas páginas personajes de gran importancia en la historia espiritual de la Francia de la postguerra. Recordemos algunos: los dominicos de Marsella, donde se fija la casa de formación De los futuros sacerdotes de la fraternidad, para que puedan aprender bien la teología en francés, renunciando al proyecto de Roma donde se hacían las clases en latín; el P. J. Loew, trabajador en el puerto de Marsella; Mons. Ancel, de la Fraternidad de El Prado de sacerdotes obreros; Roger Schütz, Prior de Taizé; el celebre jesuita chileno P. Hurtado, hoy beato, a quien Voillaume le promete una fundación en Chile; la fundadora de los “Foyers de la charité”, Marthe Robin, y muchos otros, y son de gran importancia los contactos personales con Pío XII y con Mons. Montini de la Secretaría de Estado.

R. Voillaume narra ampliamente los contactos con ia Hermana Magdaleine cuando se consolidan los proyectos de universalidad, la amistad con las Iglesias orientales, el sentido de la unidad en Roma, la unidad y la diversidad en el amor, el sentido de la inculturación, los instrumentos concretos de la vida contemplativa, la unidad entre los Hermanitos y las Hermanitas de Jesús. Es el tiempo fecundo de doctrina que R. Voillaume transmite con sus cartas recogidas en el libro En el corazón de las masas, título muy significativo de la inserción en ambientes de trabajo y de descristianización.

Es un tiempo de rápida expansión, de vocaciones abundantes y excelentes, de atracción por un tipo de vida religiosa nuevo que suscita también algunas incomprensiones. Afluyen vocaciones de valor; baste pensar en algunas vocaciones que nacen de una opción radical, como la de Carlos Carretto, dirigente nacional de la Acción Católica italiana, o de Arturo Paoli.

La sexta parte, que comprende los capítulos 44-49, nos acerca al tiempo que precede y sigue el Concilio Vaticano II con el título El tiempo de las pruebas en el Norte de África y en Francia. Son las pruebas de la independencia de Argelia y la suspensión de los sacerdotes obreros en Francia con un decreto del Santo Oficio de 1960, con todas las consecuencias que comporta para la nueva orientación de algunos de los Hermanitos de la Fraternidad.

R. Voillaume nos cuenta las cosas con la memoria y la pasión del momento, nos detalla el encuentro con Pablo VI, abierto a una revisión de aquella suspensión; nos narra la consolidación de la Fraternidad y la expansión por el mundo entero, con esos viajes que la Hermanita Magdaleine había profetizado. Es el tiempo del Concilio, en el que R. Voillaume ha quizá dejado una huella en la pasión por la pobreza de la Iglesia10. Es tiempo fecundo de fundaciones y de vocaciones, poco antes de la gran crisis de 1968, el año en que el Papa lo llama a predicar los Ejercicios Espirituales en el Vaticano.

R, Voillaume concluye sus notas biográficas y el camino fundacional de la Fraternidad, con la aprobación por parte de la Santa Sede, el 13 de Junio de 1968, como Instituto religioso de Derecho Pontificio. Los capítulos Generales posteriores han tratado de profundizar la vocación y misión de los Hermanitos de Jesús. Mientras tanto habían nacido los Hermanitos del Evangelio. El último capitulo es una visión retrospectiva del camino recorrido, de la inspiración original de Carlos de Foucauld y de los avalares de una historia con sus problemas abiertos de cara el futuro. Las últimas líneas del libro, en el estilo más puro del espíritu eclesial de los Fundadores, es una confesión de fe en el camino recorrido en comunión libre y obediente hacia la Iglesia y el Papa.

UNAS OBSERVACIONES FINALES

Al final de esta rápida visión del libro de R. Voillaume, compendio de autobiografía personal y de historia del carisma de Carlos de Foucauld en la Iglesia, hasta estos momentos, se me hace imprescindible hacer un triple balance.

1. El primero se refiere al carisma original. Con una cierta curiosidad y un sentido de maravilla en las páginas 559-560 del libro se encuentra un amplio elenco de los Grupos de la Asociación General de las Fraternidades Carlos de Foucauld. Por una paradoja de la Iglesia, el ermitaño del desierto que murió sin tener un solo adepto para sus fundaciones, ha engendrado a lo largo de los años que nos separan de su muerte toda una serie de grupos que llevan su nombre o se inspiran en su espiritualidad. Se trata ante todo de once institutos religiosos, de derecho pontificio o diocesano, que en orden de fundación son: los Hermanitos de Jesús (1933), las Hermanitas del Sagrado corazón (1933), las Hermanitas de Jesús (1939), los Hermanitos del Evangelio (1956), las Hermanitas del Evangelio (1963), las Hermanitas de Nazaret (1966), los Hermanitos de «Jesús Caritas» (1969), los Hermanitos de la Encarnación (1976), las Hermanitas del Corazón de Jesús (1977), los Hermanitos de la Cruz (1980), las Hermanitas de la Encarnación (1985). Hay un Instituto secular femenino: La Fraternidad «Jesús Caritas» (1952). Existe una asociación sacerdotal: La Fraternidad sacerdotal «Iesus Caritas» (1951). Finalmente hay una serie de Asociaciones de fieles: Grupo Carlos de Foucauld (1923), la Fraternidad secular (1952-1953), la Sodalité (1956), la Comunitat de Jesús (1968), la Fraternidad Carlos de Foucauld (1992). Una verdadera familia numerosa, unida por la inspiración de un hombre que ha dejado huella en la Iglesia: Carlos de Foucauld.

Los avalares de la inspiración original, de las formas que ha revestido el carisma, su capacidad de equilibrio y de adaptación han sido enormes, para poder crecer junto con la Iglesia y la sociedad, gracias a hombres providenciales como R. Voillaume, sus discípulos y seguidores, y de una mujer de gran calado profético, la Hermana Magdeleine y sus seguidoras.

2. El segundo balance se refiere al entramado de personas y contactos que supone la historia contada por R. Voillaume. Ya hemos tenido ocasión de evidenciar algunos personajes importantes de la historia espiritual del siglo XX que se entrecruzan en este relato fundacional. Una atenta lectura del índice de nombres (pp. 563-573), ofrece un panorama interesante de personas que han tenido contactos con esta historia. Baste una serie de nombres, entre los más conocidos, por su doctrina o su testimonio espiritual, además de los que forman parte de la historia de Carlos de Foucauld: los Cardenales Gregorio Pedro Agagianian, J. Cardijn, A. Dell’Acqua, L. E. Duval, M. Feltin, P. Fumasoni-Biondi, G. Garrone, P. Gerlíer, Ch. Journet, A. Larraona, A. Ottaviani, V. Valeri, E. Tisserant, D. Tardini, E. Suhard, J. Villot, P. Veuillot; los Obispos Ancel, C. Constantini y otros, corno Roland Gosselin; sacerdotes como H. Caffarel, A. Gelin, J. F. Six; los dominicos Bruckberger, Congar, Cottier, Duroux, Garrigou Lagrange, Labourdette, Loew, Lebret, Roland de Vaux; Jesuitas como el P. Hurtado Cruchaga; nombres y mujeres espirituales como R. Schütz, M. Robín, G. Sortais; personas de la cultura como el hebreo A. Chouraqi, el celebre R. Follerau, los esposos Raïssa y J. Maritain; este último terminó sus días con los Hermanitos de Jesús… además de los contactos oficiales con los Papas Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II.

3. La tercera reflexión y balance se refiere a la espiritualidad del Carmelo. En el índice de nombres se citan con amplitud los tres doctores de la Iglesia que tiene el Carmelo, porque, en cierto modo, forman parte de esta historia espiritual, tanto por su influjo en Carlos de Foucauld como en la trayectoria de R. Voillaume. Dejando lo que se refiere a la formación espiritual carmelitana del Hermano Carlos, tanto tras su conversión como durante su noviciado entre los Trapenses, recogemos algunos testimonios del autor.

R. Voillaume recuerda su contacto con las obras de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús antes de su ordenación, los cursos seguidos en Roma sobre San Juan de la Cruz con el P. Garrigou Lagrange, el influjo ejercitado por los Santos del Carmelo en el hermano Carlos. Hay páginas elocuentes en las que el autor confiesa el influjo que en los principios de la vida eremítica del desierto ejercitaron sobre los primeros Hermanitos la doctrina de los Santos del Carmelo y la tradición de los Desiertos de la Reforma Carmelitana11. Es interesante la anécdota que cuenta cuando invitado a predicar un retiro en Lisieux a los que se preparaban para la misión obrera en Francia, tras haber insistido en el valor de la oración contemplativa, el Rector, un tal L. Augros, le dijo si todavía a esas alturas creía en San Juan de la Cruz, la respuesta fue neta: Sí creo. Y el comentario hecho a distancia escueto: «Y quedamos en silencio, toda la diferencia entre nosotros estribaba en esto»12. De hecho, la doctrina de Juan de la Cruz era guía en la formación de los novicios y criterio de verdad para la formación en los estudios con un talante contemplativo.

Teresa de Lisieux aparece también muy temprano en la formación del joven seminarista Voillaume; cuenta que cuando fue operado de apendicitis en Argel, al recobrar el sentido después de la anestesia, soñó en voz alta hablando de Santa Teresita. Su doctrina espiritual fue de gran importancia en la vida de los primeros Hermanitos que hasta se inspiraron en ella para el voto de víctima, cambiado después en voto de abandono. Lo recuerda el autor citando Incluso algunos escritos del Hermanito Noel, maestro de novicios13.

No cabe duda, como recuerda en vanas ocasiones R. Voillaume, que la tradición espiritual y contemplativa del Carmelo con la doctrina de sus Santos los confirmaba en la opción por la dimensión contemplativa y orante de su vocación.

Una nota que enriquece la relación constante que en la historia de la Iglesia existe siempre entre nuevos y antiguos carismas.

CONCLUSIÓN

Cuando se escriba con una cierta perspectiva la historia espiritual del siglo XX, no faltarán entre los fundadores de nuevas formas de vida consagrada, entre los maestros espirituales y entre los testigos de la vida espiritual renovada y comprometida, la mención de estos dos cristianos a los que hemos dedicado esta nota, con ocasión de la reciente publicación de algunos libros suyos. Es suficiente por ahora haber dejado constancia de ello, con la invitación a la lectura de estos escritos que nos traen a la memoria dos insignes contemplativos y apóstoles, enamorados de Cristo y del Evangelio.

Revista de Espiritualidad

63(20CM) 123-138

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(1) Recordemos su celebre obra “Au coeur des masses”, Cerf, París, 1950; última edición original en 1969, 2 vols. En español: En el corazón de las masas, Madrid, Studium, 1968, séptima edición.

(2) Ha sido publicado recientemente, después de su muerte, en la revista suiza Nova et vetera 78 (2003) pp. 3-1-4. El testamento, redactado en forma orante, tiene acentos autobiográficos muy importantes que coinciden con algunas de las páginas del libro que vamos a comentar.

(3) Charles de Foucauld et ses premiers disciples. Du desert árabe au monde des cites. París, Bayard, 1998; versión en italiano: Charles de Foucauld e i suoi discepoli, Edizioni San Paolo, 2001. Seguimos en esta exposición la edición italiana que tenernos a nuestra disposición.

(4) Retraite au Vatican avec sa Saínteté Paul VI, Fayard, Paris. 1968. Acerca de René Voillaurne y de sus escritos se puede consultar la bibliografía esencial del libro citado y las noticias de primera mano que él nos ofrece. Una bibliografía esencial acerca de R. Voillaume no es fácil de encontrar en castellano. Puede ser un punto de referencia la tesis doctoral, presentada y defendida en Burgos, del sacerdote argentino José María RECONDO, El camino de la oración en René  Voillaume, Fundación «Gratis date». Pamplona, 2002.

(5) Desde el Sahara al mundo entero. Ciudad Nueva, Madrid, 1985.

(6) Angelika DAIKER, Hermanita Magdeleine. Vida y espiritualidad de leí fundadora de las Hermanitas de Jesús, Sal Terrae, Santander, 2003. Nos serviremos de esta biografía, amablemente enviada por las Hermanitas de Jesús al autor, para hacer una presentación. Una bibliografía esencial en el libro de Daiker o.c., p. 2-45.

(7) Sobre la espiritualidad del siglo XX me permito enviar el resumen que he hecho recientemente en lengua italiana; La Teología Spirituale, en Giacomo CANOBBIO-Piero CODA (edd.). La Teología del secolo XX. Un hilando, vol. III: Prospettive pratiche, Cittá Nuova, 2003, pp.195-322.

(8) Recuerdo haber participado en Tre Fontane en 1964, con motivo de la aprobación oficial de la Fraternidad, donde estaban presentes Roger Schütz y Max Thurian. Me impresionó que hubieran hecho la comunión y hubieran participado a la adoración del Santísimo Sacramento siendo protestantes.

(9) Para conocer mejor a la Hermanita Magdaleine, además de la citada bibliografía esencial del libro de A. Daiker, o.c. p. 245, remitimos a estas dos obras en italiano: Magdaleine di Gesú, Gesú per le strade, Piemme, Casale Monferrat, 2000; Magdeleine di Gesú, fondatrice delle piccole sorelle, Milano, Jaca Book, 1999.

(10) Con motivo de la muerte de R. Voillaume, el dominico G. Cottier (hoy cardenal), que conoció a R. Voillaume desde Joven, al tiempo de los estudios de los Hermanitos de Jesús en Marsella, le ha dedicado un hermoso testimonio acerca de la pasión de R. Voillaume por la teología y su influjo en el Concilio por el tema de una Iglesia pobre y de los pobres. Cfr. su testimonio en la revista italiana I piccoli Fratelli di Gesá. n. 9, primer Semestre 2003, con ocasión de la muerte de Fr. Rene Voillaume, pp. 28-30.

(11) R. Voillaume recuerda en varias ocasiones (pp. 25-4, 269) la lectura y el influjo del libro del P. BENOIT-MARIE DE LA SAINTE CROIX, Les saintes deserts des carmes dechaussés, y en general el influjo de la espiritualidad del Carmelo.

(12) Cfr. p.419.

(13) Cfr., pp. 211-212. 296. 546. 564. Hemos recordado al principio que el libro lo dedica R. Voillaume a Teresa de LÍsieux en el día en que Juan Pablo II la proclama Doctora de la Iglesia (19 de octubre de 1997).