ES TIEMPO DE FRATERNIDAD

LA VIDA DE LOS HERMANITOS DEL EVANGELIO TRAS LAS HUELLAS DE CHARLES DE FOUCAULD

por François Vidil

Visitando las fraternidades de los Hermanitos del Evangelio, en todos los rincones del mundo, es fácil ver cómo el corazón que los une, orienta y motiva consiste en comprometerse a realizar el Reino de Dios, presentado por Jesús como comunidad. de hijos y hermanos. La «inquietud del Reino» es la tensión que anima a estas personas consagradas y se expresa a lo largo de su vida y de todas sus relaciones, orientándolas con valentía y responsabilidad hacia la fraternidad universal.
Este es el sentido profundo de las historias narradas en estas páginas: aventuras de un puñado de hombres que intentan responder, concretamente, a las justas expectativas de liberación, mejora y evangelización de tantos hermanos probados en cuerpo y espíritu.
El Autor es un Hermanito del Evangelio.

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El comienzo de la fraternidad

  

 

Carlos llegó en París el 18 de febrero de 1909.[F 28] Se encontró con el padre Henri Huvelin, a quien no veía desde hacía ocho años y le presentó los estatutos de su futura asociación de laicos.[B 72] Huvelin no estaba bien de salud, y moriría un año más tarde. Carlos se reunió también con Louis Massignon, un joven francés convertido recientemente que sería uno de los grandes islamólogos del siglo XX. Con él oró en la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre el 21 de febrero de 1909.[A 97] Carlos creyó ver en Massignon su heredero y le propuso reunirse con él en el desierto,[F 29] pero éste se negó. El 25 de febrero de 1909, Carlos conoció al hijo de María de Bondy, acudió a la Trapa de Nuestra Señora de las Nieves para promover su asociación de laicos, y luego se reunió con monseñor Joseph-Michel-Frédéric Bonnet, obispo de la diócesis de Viviers.[A 98] Carlos pasaría algunos días con su hermana María. Bonnet aprobó los estatutos de la «Unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón de Jesús» (laicos evangelizadores) el 6 de marzo, y Carlos se embarcó para Argelia al día siguiente.

Arribó a In Salah. Allí, Foucauld inventó un rosario, el «Rosario del amor», pensado para cristianos y musulmanes.[A 99] [B 73] Mons. Livinhac, superior general de los Padres Blancos, también aprobó los estatutos de la «Unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón de Jesús»,[A 100] que quedó en espera de la autorización de Roma.[F 30]

El 11 de junio, Carlos regresó a Tamanrasset y prosiguió sus trabajos referidos a los tuareg y su idioma.[B 74] Fue entonces que emprendió la organización de la hermandad apostólica de los «Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús». Con el comandante Laperrine, hizo un viaje en septiembre para la provisión de suministros y descubrió Assekrem,[A 99] [B 74] donde permaneció unos meses antes de retornar a Tamanrasset y reanudar su vida habitual.

En abril de 1910, partió de nuevo para otro viaje con Laperrine.[A 101] Carlos decidió construir, con la ayuda de soldados, una ermita en la cumbre de Assekrem,[A 101] [B 75] lo que le permitiría vivir al margen de las visitas y al abrigo del calor del verano sahariano. El 31 de octubre de 1910 Carlos volvió a Tamanrasset, donde se encontró sobrecargado, ya que muchos nómadas solicitaban su ayuda.[A 102]

El año 1910 fue para Carlos un tiempo de luto y de despedidas: murió Charles Guérin en Ghardaïa el 19 de marzo; un amigo suyo de promoción, el comandante La Croix, en Argel;[A 103] y el padre Henri Huvelin en París, el 10 de julio.[A 104]

Para Carlos, el año 1911 comenzó con un nuevo viaje a Francia (2 de enero[B 76] – 3 de mayo[B 77] [F 31] ). Deseaba poner en marcha el proyecto de una nueva cofradía y buscar un compañero. En julio de 1911, partió para su ermita en Assekrem que él expandió.[A 105] [B 78] Ante el deterioro de su salud, escribió su testamento:

Deseo ser enterrado en el lugar donde muera y reposar hasta la resurrección. Prohíbo que se transporte mi cuerpo y que se lo lleven del lugar donde el Buen Dios me haya hecho acabar mi peregrinación.[A 106]

Testamento, 1911

Dos años más tarde, renovaría su testamento señalando:

Entierro muy sencillo, sin ataúd. Tumba muy sencilla, sin monumento, rematada con una cruz de madera.

Agregado al testamento, 13 de diciembre de 1913

De retorno a Tamanrasset para la Navidad de 1911, Carlos se apasionó con el estudio de la ruta transahariana,[B 73] y ayudó al reconocimiento de los posibles pasos del tren. Participó en la misión de estudio, contactando a los guías tuareg para la exploración de caminos posibles, usando sus barómetros para los registros altimétricos requeridos por los científicos.[D 1]

En 1912, Foucauld afrontó necesidades de todo tipo. Había pedido ayuda económica a su prima, manifestándole: «He encontrado Tamanrasset y las poblaciones vecinas en un espantoso estado de miseria y creo mi deber dar limosnas por encima de lo que preveía».[J 5] El final de 1912 y el comienzo de 1913 estuvieron marcados por la inestabilidad política en el Sahara.[B 79] Carlos terminó la redacción del diccionario tuareg-francés y comenzó su revisión.[B 79] Acudió de nuevo a Francia para desarrollar su Unión de laicos, viaje que se extendió desde el 22 de abril hasta septiembre de 1913. Visitó a su familia y amigos, incluyendo a Francisco Enrique Laperrine. Al saber que el general Hubert Lyautey era criticado por su gestión demasiado «pacífista» en Marruecos, Carlos de Foucauld lo alentó a no dimitir, y lo defendió.[A 107] Incluso aceptó asistir a cenas mundanas para realizar esa tarea,[B 80] y participó de una conferencia en la Sorbona sobre el proyecto transahariano. Se encontró con el abad Antoine Crozier, un amigo suyo estigmatizado,[20] responsable de haber reunido los primeros 26 miembros de la «Unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón de Jesús»,[B 80] y lo apoyó en el proyecto. Carlos mantenía profusa correspondencia no solo con Crozier, sino también con Joseph Hours, un antiguo miembro de la Sociedad de Geografía de Lyon y uno de los primeros miembros de la asociación. En una de esas cartas le señaló extensamente el tono de su misión:

[…] Alejar de nosotros el espíritu militante. «Los envío como un cordero entre lobos», dice Jesús… Qué lejos está esta manera de hacer y hablar de Jesús del espíritu militante de aquéllos que no son cristianos o son malos cristianos, que ven enemigos en contra de los que luchar en lugar de ver a hermanos enfermos que hay que cuidar, heridos echados al borde del camino para los que hay que ser buenos samaritanos. […] Ser misericordioso, manso, humilde con todos los hombres; es lo que hemos aprendido de Jesús. No ser militante con nadie: Jesús nos ha enseñado a ir «como corderos en medio de lobos», no a hablar con acritud, con aspereza, a injuriar, a tomar las armas.[21]

Carta a Joseph Hours, 3 de mayo de 1912

La entrevista de Carlos con el cardenal Léon-Adolphe Amette, arzobispo de París, fue menos fructífera: éste lo trató fríamente después de haberlo recibido.[A 108] [B 81] Carlos entró de nuevo en Argelia el 28 de septiembre y llegó a Tamanrasset el 22 de noviembre, donde reanudó su trabajo habitual.[A 108]

UNA ESPIRITUALIDAD QUE INTERROGA

Boletin Iesus Caritas, Octubre-Diciembre 2016

  1. El servicio evangelizador
    En nueve condiciones podemos resumir lo que el Hno.
    Carlos se pide a sí mismo y pide a los que quieren asumir esta tarea
    de servicio evangelizador.
    7.1. La santidad personal del evangelizador. Su ideario en pos de la santidad se irá modulando a imagen del “Bienamado Hermano y Señor Jesús”, llegando a concreciones simples y domésticas. Viviendo estas actitudes más ordinarias y domésticas, como son la pobreza, la


amistad y la bondad, el cristiano va mostrando en sí la imagen-icono
del único evangelizador, Jesucristo. La evangelización se va
realizando a través de la vida pobre, amistosa y bondadosa,
entregada y compartida paciente y en medio de una vecindad y un
pueblo. La pobreza, la amistad y la bondad de estas relaciones
diariamente compartidas van transformándolas hasta llegar a
hacerse relaciones de familia, relaciones fraternas que serán la señal
de la presencia de Jesucristo y de su acción misteriosa en medio de
las gentes. La Fraternidad que así se va construyendo es la Palabra
que señala al Verbo Encarnado y Salvador, imagen del Padre,
misterio infinito que vive en el corazón de todos los hombres, a
quien desde la vivencia de la fraternidad se comienza a balbucear su
nombre más auténtico: “abbá”.
“No es de los Chamba de quienes nosotros debemos aprender cómo
hay que vivir, sino de Jesús … Jesús nos dice «Seguidme». San
Pablo nos ha dicho «sed mis imitadores, como yo soy imitador de
Cristo». Jesús sabía la mejor manera de llevarle las almas. San
Pablo fue su incomparable discípulo. ¿Esperamos hacerlo mejor
que ellos? Los musulmanes no se equivocan: de un sacerdote buen
caballista, buen tirador, dicen: es un excelente caballista, nadie tira
como él, incluso añaden: es digno de ser chambi… No dicen: es un
santo… Con razón natural, a menudo darán su amistad al
primero, pero si entregan su confianza respecto a su alma, se la
darán al segundo… No tomemos, para conducir las almas a Dios,
tales o cuales sentimientos, que no nos son recomendados por el
Espíritu Santo. Tomemos por maestro a San Pablo, que consiguió
bastantes conversiones en circunstancias difíciles, y que nos dice a
todos, por inspiración del Espíritu Santo: «Sed mis imitadores,
como yo soy imitador de Cristo
». El Espíritu Santo nos conduce
por San Pablo a la pura y simple imitación de Jesús, como mejor
medio para salvar a las almas… El que quiera seguirme que me
siga. ..El que me sigue no anda en las tinieblas… El discípulo no es
mayor que el Maestro, es perfecto si se parece al Maestro” 106.
7.2 Estilo del evangelizador: más hermanos que padres
Nota del servicio evangelizador será ser más hermanos que
padres. Así se verifica, de alguna manera, aquella sentencia de Jesús:


«Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro
Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Ni llaméis padre a nadie sobre la
tierra, porque uno sólo es vuestro Padre, el que está en los cielos. No os
hagáis llamar doctores, porque uno sólo es vuestro doctor, el Mesías. El más
grande de vosotros sea vuestro servidor. El que se ensalzare será humillado,
y el que se humillare será ensalzado
»107.
7.3. Uso de medios pobres
Los medios pobres fueron los que usó Jesús, no utilizó los
medios poderosos, sino los pequeños y humildes:
“«Yo he venido a salvar al mundo» Nosotros tenemos el mismo
fin, nosotros debemos no redimir al género humano, sino trabajar
por su salvación; empleemos los medios que Él mismo ha empleado;
pues bien, esos medios no son la sabiduría humana rodeada de
fasto y de brillo y sentada en el primer lugar, sino la sabiduría
divina, escondida bajo la apariencia de un pobre, de un hombre que
vive del trabajo de sus manos, de un hombre sabio y lleno de
ciencia, pero pobre, despreciado, abyecto, que no estudió jamás en
las escuelas de los hombres, sino que a sus ojos fue conocido como
viviendo humildemente de un trabajo vil…
”108.
7.4. Dando y, al mismo tiempo, recibiendo
Cuando el Hno. Carlos reglamenta para sus hermanos la
vida en pobreza, lo hace por una parte con una cierta rigidez, pero
por otra va comprendiendo también que la pobreza no consiste sólo
en dar, sino también en recibir con amor y delicadeza el compartir de
los pobres.
Debemos vivir una vida muy pobre, todo en la Fraternidad debe
ser conforme a la pobreza del Señor Jesús, los edificios, los muebles, los
vestidos, la alimentación, la capilla, en fin, todo.
Nos está permitido recibir, en caso de necesidad urgente y
excepcional, bien sea nuestra, bien del prójimo (pues en esto no hacemos
ninguna diferencia entre los Hermanos y todos los humanos que están fuera
de la Fraternidad: Ama a tu prójimo como a ti mismo).

Nos está prohibido recibir préstamos, a no ser de cosas muy
pequeñas o de muy poco dinero, como los pobres… No recibimos estipendios
de Misas. No aceptamos ninguna remuneración de los huéspedes, de quienes
vengan a hacer un retiro, ni de los enfermos que reciben hospitalidad, alivio
o remedio: damos estos socorros gratis, como los daba Jesús, como dados por
Jesús, como dados a Jesús en sus miembros.
Nos está permitido recibir dones de poco valor, cuando se nos
ofrecen espontáneamente, y son más bien signos de amistad que otra cosa,
como un paquete de imágenes piadosas o un cesto de frutos…
Nos conducimos según el ejemplo de Ntro. Señor Jesús en
Nazaret, prohibiéndonos tajantemente todo lo que diera como resultado el
que no viviéramos del trabajo de nuestras manos como Él, y concediéndonos
la amplitud suficiente para aceptar con libertad de espíritu, sencillez,
dulzura, agradecimiento, los pequeños regalos amistosos, como Él los
recibiera en Nazaret de sus vecinos…
”109.
7.5. Coherentes en la predicación y en el testimonio de vida
Es de nuevo en su “Diario apostólico” de Bèni-Abbés donde
nos deja escritas estas reflexiones: 21 de junio de 1903. “Predicadores de Jesús, que «no tenía una
piedra en que reposar su cabeza”, no debemos hacer lo contrario de
lo que predicamos, sino ser una predicación muda, sobre todo yo,
que no predico sino de ese modo […] Christianus alter Christus.
Es en relación a los misioneros como los infieles juzgan el
cristianismo. Si queremos que ellos vean a Jesús y la religión tal
como son, seamos otros cristos
” 110.
7.6. La predicación por el ejemplo
En el artículo XXVIII, titulado «Medios generales, en
particular para la conversión de las almas alejadas de Jesús y en
especial de los infieles pertenecientes a las colonias de la madre
patria», coloca en 6º lugar el buen ejemplo y en el 7º la bondad. Al
explicar su contenido, unos párrafos más adelante, dice:
“Por su ejemplo los hermanos y hermanas deben ser una
predicación viva: cada uno de ellos debe ser un modelo de vida

evangélica. Viéndolos se debe ver lo que es la vida cristiana, lo que
es la religión cristiana, 1o que es el Evangelio, 1o que es Jesús.
La diferencia entre su vida y la vida de los no cristianos debe
hacer aparecer con brillo dónde está la verdad. Ellos deben ser un
Evangelio vivo: las personas alejadas de Jesús, y especialmente los
infieles, deben conocer, sin libros y sin palabras, el Evangelio a la
vista de su vida. El ejemplo es la única obra exterior por la que
pueden actuar sobre las almas completamente rebeldes a Jesús, que
no quieren ni escuchar las palabras de sus servidores, ni leer sus
libros, ni recibir sus bienes, ni aceptar su amistad, ni comunicar de
ninguna manera con ellos; sobre éstos no hay más acción que el
ejemplo; pero esta acción por el ejemplo es tanto más fuerte cuanto
que suscita menos desconfianza, dado que toda apariencia de
engaño o de seducción quedan apartadas”

7.7. Pobreza es libertad para servir confiando en Dios
El “descenso” del Verbo desde el Padre es lo que lleva al
Hno. Carlos al despojamiento de las riquezas terrenas:
Año 1989. “¡Dios mío, no sé si es posible a algunas almas veros
pobre y seguir siendo voluntariamente ricas, de verse mayores que
su maestro, que su Bienamado, de no querer parecerse a Vos en
todo lo que de ellas depende y sobre todo en vuestros abajamientos;
yo creo que ellas os aman, sin embargo creo que falta algo a su
amor, y en cualquier caso, yo no puedo concebir el amor sin una
necesidad, una imperiosa necesidad de conformidad, de parecido, y
sobre todo de compartir todas las penas, todas las dificultades,
todas las durezas de la vida… ¡Ser rico, a mi gusto, vivir
dulcemente de mis bienes, cuando Vos habéis sido pobre, viviendo
penosamente de un rudo trabajo! ¡Yo no puedo, Dios mío… Yo no
puedo amar así… «No conviene que el servidor sea mayor que el
Maestro», ni que la esposa sea rica cuando el Esposo es pobre,
sobre todo cuando Él es voluntariamente pobre y es perfecto
!”112.
7.8. Amigos para ser apóstoles
Carlos de Foucauld es un hombre enormemente afectuoso,
que necesita y goza del afecto de sus amigos [Gabriel Tourdes,

Henry Laperrine; Motylinski el capitán Nieger, P. Guerin; el P.
Huvelin); el joven Ouksem,…].
Quien ama a sus amigos quiere para ellos lo mejor. Para el
Hno. Carlos, lo mejor es la amistad de Jesús, cuyo camino tratará de
indicar a sus amigos.
1º Cristianos: Charlar mucho con ellos, “ser el amigo de todos,
de los buenos y de los malos, ser el hermano universal; en la medida de lo
posible, no recibir nada de nadie, sin que lo parezca, no recibir, ni pedir, ni
aceptar ningún servicio, sino lo indispensable. Rendir todos los servicios
compatibles con nuestro estado, con la perfección
”. El bien mayor que se
puede hacer a los cristianos es llegar a ser el amigo del corazón, el
confidente de cada uno, para que una vez establecida la amistad se
puedan dar con fruto buenos consejos, buenos criterios, hacer bien a
sus almas.
2º Con los soldados indígenas: ser de acogida fácil, muy
grata con ellos, sin ser familiar… Si buscan mantener relaciones de
mayor intimidad, aceptarlas, hablándoles únicamente de Dios, de la
santidad, de cosas espirituales, darles consejos conformes a la
perfección respecto a sus asuntos familiares, si lo piden, no dárselos
sobre los asuntos temporales.
3º Con los otros indígenas: Tratar de ponerlos en confianza
y amistad, a fin de que una vez establecida la confianza se les puedan
dar con fruto, progresivamente, las mejores enseñanzas… Obtener su
amistad por la bondad, la paciencia, los servicios (pequeños servicios
de cualquier clase que se pueden hacer a todos: pequeñas limosnas,
medicamentos, hospitalidad). “Tratar de tener con ellos el máximo de
relaciones posibles para establecer confianza y amistad, pero en estas
relaciones ser discreto… Aprovechar de todo para estrechar con ellos la
amistad, aumentar en todos la confianza… En la medida de lo posible,
vivir como ellos. Tratar de mantener la amistad con todos, ricos y pobres,
pero ir sobre todo y en primer lugar a los pobres, según la tradición
evangélica”
113.
Todo el Directorio de la Unión está atravesado por la idea
de la necesidad de la amistad. Propone a los miembros de la Unión:

Que conozcan a los cristianos de su vecindad; en la medida y de la
manera que les aconseje su Director Espiritual, que se «mezclen»
con ellos, con caridad, prudencia, reserva, con discreción y
delicadeza, con humildad y dulzura; que se hagan sus amigos,
ganen su estima, su confianza, su afecto, recordando que el mejor
medio para ser amado es amar uno mismo. Cuanto más amigos de
todos, mejor conocerán las necesidades de cada uno, y mejor podrán
remediar los males y socorrer y consolar en el momento oportuno.
Que se interesen afectuosamente por todos los cristianos vecinos,
alegrándose con sus alegrías y compadeciendo sus penas (un
pequeño adelanto de GS), que les ayuden material y
espiritualmente con una entrega fraterna
” 114.
7.9. Ser buenos, en el mejor sentido de la palabra.
Ser bueno para todos, rezar y hacer penitencia por todos, dar de
tal forma buen ejemplo que viéndome se vea una fiel imagen de
Jesús, a fin de santificarme lo más posible
” 115.
Mi apostolado debe ser el apostolado de la bondad. Viéndome
deben decirse: «Puesto que este hombre es tan bueno, su religión
debe ser buena». Si se me pregunta por qué soy dulce y bueno, debo
decir: «Porque yo soy el servidor de Alguien mucho más bueno que
yo. Si Vds. supieran qué bueno es mi Maestro Jesús
” 116.
Todos los cristianos están llamados al apostolado de la
bondad. Escribe a su amigo L. Massignon:
Es amando a los hombres como se aprende a amar a Dios. El
medio de alcanzar la caridad para con Dios es practicarla con los
hombres. Yo no sé a qué le llama Dios especialmente: yo sé muy
bien a qué llama a todos los cristianos, hombres y mujeres,
sacerdotes y laicos, célibes y casados; a ser apóstoles, apóstoles por el
ejemplo, por la bondad, por un contacto bienhechor, por un afecto
que llama a la conversión y que conduce a Dios, apóstol bien como
Pablo, bien como Aquila y Priscila, pero siempre apóstol,
«haciéndose todo a todos» para dar a todos a Jesús
” 117.

8 Propuesta de una Fraternidad renovada a la luz del
Evangelio y del carisma foucaldiano.

Partimos de nuestra realidad de bautizados que intentamos
vivir el Evangelio y la Fraternidad “en el corazón de las masas y
sufrimos con nuestro pueblo buscando con empeño razones para la
esperanza. Ofrecemos ocho caminos para releer el Evangelio y
ponerlo en obra con los ojos del carisma y las intuiciones de Carlos
de Foucauld:
8.1. Fraternidad belenita (Cf. Mt 1.2; Lc 2)
Sufrimos la realidad de encontrarnos en una Fraternidad sin
apoyos y sin poder (inscripción para no ser “don nadie”, tener un
nombre, pertenecer a una familia). Formamos parte de una Iglesia
que pide ayuda y “toca a las puertas” saliendo a las periferias
existenciales actualizando el misterio ambiguo de la debilidad y la
dependencia como lo fue en aquel niño de Belén.
Al tiempo es Iglesia con corazón universal (Adoración de
pastores, reyes, aldeanos,…) que no excluye y a todos ofrece. El
signo es “el último lugar”: “un niño se nos ha dado”; “La Palabra se
ha hecho carne y habita entre nosotros”.
Nuestras pequeñas fraternidades están envueltas como sal
en la masa de nuestras ciudades, barrios, diócesis, iglesias. Sus notas
características son: la ternura que produce la contemplación del
misterio (amistad, bondad, disponibilidad, la aceptación de la
voluntad de Dios halla donde estemos,…); la peregrinación al
encuentro de Dios y los hermanos (símbolos de Belén: universo,
estrellas, aire, animales…); guiados por el Amor y necesitados de él
(necesitamos sentirnos queridos y acogidos, suspiramos por el
detalle para sentirnos acompañados en nuestras soledades,…).
8.2. Fraternidad nazaretana
¿De Nazaret puede salir algo bueno?; ¿No es éste el hijo de
José, el carpintero?118
Estamos en un momento histórico de falta de esperanza.
Hay muchos profetas de desesperanza. También la desesperanza ha
entrado en la Iglesia y en la Fraternidad. Hemos perdido relevancia

social lo que nos ha hecho descubrir que nuestro corazón está lejos
de lo que anunciamos como Evangelio. Nuestra autoestima se ha
visto afectada por lo que se hace necesario encontrar, clarificar y
reforzar nuestra identidad y misión con otros criterios (“Sólo Dios”).
Vivimos en una nueva situación histórica donde la
globalización y el pluralismo de la “aldea global” ha generado
curiosamente la uniformidad del “hombre unidimensional”119. Quizás
el momento exige menos dogmas y más coherencia de vida120.
Nazaret es tiempo de silencio, trabajo, familia, acogida,
hospitalidad,… valores no desechables para hacer creíble el mensaje
del Evangelio a los hombres y mujeres de hoy.
Nuestra Fraternidad nos ayuda a vivir el misterio de la
Iglesia en cuanto nos dedicamos a nuestro trabajo evangelizador;
aceptamos nuestra debilidad y limitaciones; vivimos en familia los
acontecimientos; aceptamos la monotonía diaria; amamos a nuestro
pueblo; nos sorprendemos ante la belleza de la cotidianidad
8.3. Fraternidad cananita. De corazón universal. Cf. Jn 2,1-12.
Iglesia que supera el AT por la alegría del vino nuevo121.
Constatamos: la realidad de sufrimiento y sus repercusiones en el
ánima de las gentes y en su deterioro físico-psicológico y espiritual;
muestras propias limitaciones intelectuales, de carácter; los
movimientos asociativos y solidarios; la necesidad de sentirnos
queridos, perdonados, sanados; la necesidad de hacer un mundo
nuevo y fraterno “in solidum” (solidarios).
Fraternidad: Siempre preocupación y pone los medios para
llegar a los pobres haciéndose pobre y empleando medios pobres
para el anuncio del Evangelio; signo entre los excluidos y
marginados; empeño en comunicar la alegría de vivir.
8.4. Fraternidad samaritana. Cf. Lc 10,25-38
Iglesia que atiende al otro, sin distinción de razas, cultura o
condición, porque somos hermanos y hemos sido engendrados en el
mismo seno materno; de seguidores convencidos de Jesucristo; que

están en el mundo y se “acercan” al hermano; que montan al herido
en su propia cabalgadura (=signo de reconocimiento de su dignidad
de hijo de Dios); que pone lo que es y tiene al servicio del otro; que
crea fraternidad cf. décima de La Soterraña en Ávila en la cripta de
la Iglesia de san Vicente: “Si a la Soterraña vas / ve que la Virgen te
espera: / que, por esta su escalera, / quien más baja sube más. / Pon
del silencio el compás / a lo que vayas pensando… / Baja, y subirás
volando / al cielo de tu consuelo; /que para subir al Cielo /se sube
siempre bajando”.
Fraternidad: lugar de “salud” y donde nos “llaman por
nuestro nombre”; donde no se juzga a nadie y se acompaña en el
sufrimiento y las búsquedas personales; donde se anima a seguir
caminando y a sentir insatisfacción por lo que aún queda por
alcanzar y lo mucho que queda por hacer; al encuentro de los nuevos
tipos de pobreza.
8.5. Fraternidad betainita, hogar. Cf. Jn 12,1-8
Iglesia acogedora, responsable los unos de los otros,
hospitalaria, con capacidad de fiesta; con respeto a la historia
personal; donde nos reponemos de las heridas de la vida para seguir
adelante.
La Fraternidad: lugar de amistad; con sentido de
pertenencia; grupo humano abierto; donde los carismas están al
servicio de todos; lugar privilegiado para compartir la vida y abrir el
corazón; con preocupación por los que sufren; espacio de ternura, de
reconocimiento de lo que somos.
8.6. Fraternidad santuario. Cf. Act 2,42-47
Espacio para Dios y escuela de oración (=con-templación)
personal y comunitaria.
La Fraternidad: orar para llevar a Dios a la vida, para mirar
la vida con los ojos de Dios. Celebrar la presencia del Señor en
medio de nosotros. Dispensar los dones de Dios a través de débiles
instrumentos. Crecimiento en comunitario.
8.7. Fraternidad profética. Cf. Lc 13,10-17; Act 3,1-12
Anuncio de la liberación y denuncia de todo lo que impide
que ésta sea una realidad; anuncio de esperanza; exigencia de
conversión/acción.

Exigencia de conversión. Anuncio del Evangelio, denuncia
de todas aquellas situaciones que dificultan la puesta en práctica del
Reino de Dios.
8.8. Fraternidad Cafarnaita
La realidad se palpa en el corazón de las masas. Estar en
Cafarnaúm es estar en la complejidad de la vida pública donde los
sentimientos son de magnitud e impotencia, de sencillez y
complejidad, de encuentros personales y masa.
“«Padre mío, haz de mí lo que te plazca» Con esta invocación
cambiamos de registro, ya no es la oración de Jesús agonizante, el orante
habla en futuro y uno vuelve insensiblemente a la oración de Jesús en el
Huerto de los Olivos y a la del Padre Nuestro. «Haz que se realice Tu
voluntad»: Se trata de lo que se nos hace y no de lo que nosotros hacemos.
Son sobre todo los acontecimientos que soportamos, las contradicciones, la
enfermedad, el sufrimiento, la muerte. Saber interpretar estas situaciones
para descubrir mejor la voluntad del Padre que nos ama, es entrar en la
oración de Jesús: «No lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres». Es desear
esta voluntad amante como se desea un alimento.
La perfección del amor está en la coincidencia perfecta entre la
voluntad del Padre, su deseo sobre mí y mi propio deseo: «No deseo
ninguna otra cosa, Dios mío»: El camino de la perfección es el lento
acercamiento de estos dos deseos bajo la acción del Espíritu que armoniza y
unifica.
Y este deseo de unión total al amor del Padre se amplía y se
extiende a todos aquellos que han nacido de la voluntad de Dios: «Con tal
que Tu voluntad se haga en mí, en todas Tus criaturas, en todos Tus hijos,
en todos aquellos que ama Tu corazón»”
122.
© MANUEL POZO OLLER

106 Carnet de Bèni-Abbés

107 Mt 23, 8-12.

108 Oeuvres spirituelles de Charles de Jésus, père de Foucauld (Anthologie) 186.

109 Ibid., 449-450.
110 Carnet de Bèni-Abbés

111 Directoire de l´Union 65-69.
112 La derniére place, 175.

113 Carnet de Bèni-Abbés 115-117.

114 Directoire de l´Union 94-95.
115 Oeuvres spirituelles de Charles de Jésus, père de Foucauld (Anthologie) 538.
116 Ibid., 383.
117 Lettres à Louis Massignon 127.

118 Mt 13,55.

119 Cf. HERBERT MARCUSE, El hombre unidimensional Ensayo sobre la ideología de la
sociedad industrial avanzada (Barcelona 19729).
120 Cf. PABLO VI, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (1975).
121 FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelium gaudium (2013).

122 ANTOINE DE CHATELARD, Boletín Familias Carlos de Foucauld 1 (Almería 1999)
44 – 45.













«Construir la Fraternidad» – Obispo de Orán (Argelia)

Carta Pastoral

+ hermano Jean-Paul Vesco op

Obispo de Orán (Argelia)

Queridos hermanos y hermanas  de la diócesis de Orán y en otros lugares

 cristianos, musulmanes y otros…

Introducción

El 4 de febrero de 2019, mientras seguía en la televisión el encuentro en Abu Dhabi entre el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, vuelvo a ver en el rostro de estos dos hombres la misma luz que iluminó los rostros de todos los participantes, cristianos y musulmanes, durante la beatificación del obispo Pierre Claverie y sus dieciocho compañeros mártires en Orán, el 8 de diciembre de 2018, bajo un resplandeciente sol de invierno. Voy tomando conciencia del significado simbólico del gesto que ha tenido lugar y de la llamada al mundo por parte de estos dos altos dignatarios religiosos, en nombre de la fraternidad humana.

Con la visita del Santo Padre a Marruecos unas semanas más tarde, quedo totalmente convencido de que sopla un aire nuevo que nuestra Iglesia aquí no puede pasar por alto. Madurándolo luego largo tiempo, por mi parte, se me ha abierto una nueva perspectiva. El Papa Francisco ha seguido multiplicando palabras y gestos altamente significativos hasta el punto de constituir un verdadero corpus de fraternidad con hechos.

Por esta carta, me gustaría:

• Tomar un tiempo para recorrer con vosotros este camino de fraternidad que el Papa Francisco traza de encuentro en encuentro;

• Profundizar un poco más en la comprensión de esta fraternidad que tiene sus raíces en lo más visceral de la vida, y conduce a lo más alto de la fe;

• Releer la vida de nuestra Iglesia a través del prisma de esta fraternidad manifestada como una mano extendida;

• Presentar el proyecto: Construir la fraternidad, que ilustra el paisaje de la diaconía de nuestra Iglesia para los próximos años.

Me he convencido de que la fraternidad, gracias a la cual podemos dirigirnos a Dios diciéndole Padre Nuestro, lleva en sí misma una lectura teológica esencial, clave para la vida de nuestra Iglesia. Esta fraternidad nos habla hoy de la urgencia de nuestros encuentros: de encuentros en encuentros, contribuimos a construir fraternidad.

I- Francisco, un camino de fraternidad

En el avión que lo trajo de regreso de Irak, al final de quizás el viaje más simbólico de su pontificado, el Papa Francisco se entregó sin reservas a los periodistas:

 «Muy a menudo hay que arriesgarse para dar el paso de la fraternidad. Usted sabe que hay críticas, que el Papa no es valiente, que es inconsciente, que está dando pasos contra la doctrina católica, que está a un paso de la herejía. Son riesgos, ciertamente, pero son decisiones siempre tomadas en oración, en diálogo, pidiendo consejo. Son fruto de una reflexión, no son un capricho. Esta es también la línea que nos marcó el Concilio.»1

1El vuelo apostólico del Papa Francisco a Irak – Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso, 8 de marzo de 2021.

Estas palabras del Papa Francisco tuvieron en mí el efecto de una descarga eléctrica, ya que me sonaron como las que a veces escuchamos nosotros sobre nuestra Iglesia en Argelia. Por lo tanto, un Papa pasa prácticamente por los mismos cuestionamientos que nosotros, y le atraviesan las mismas preguntas que nos hacemos dentro de nosotros mismos, individual y colectivamente. No se trata de una mirada externa, hecha incluso con benevolencia, sobre un anuncio evangélico considerado a veces un poco barato, pero que se excusa por la especificidad del contexto local.

2 Conférence Episcopale de la Région Nord de l’Afrique.

1.1 ¿Por qué?

Dada su situación como presencia cristiana en el mundo musulmán, nuestra Iglesia no puede contentarse con preguntarse simplemente cómo vivir esta presencia, sino que continuamente se cuestiona, y se pregunta a sí misma, el porqué de esta presencia ¿Por qué la Iglesia está presente aquí, en un país casi sin cristianos? Esta cuestión a veces esconde la sospecha de tibieza y falta de valor por parte de los cristianos de otros lugares, o bien de segundas intenciones proselitistas, por parte de los musulmanes aquí presentes.

Esta pregunta del por qué es más desestabilizadora que la del cómo, pero también es mucho más estimulante. Esta búsqueda incesante del significado de la presencia de una Iglesia en el mundo musulmán, sin el rescoldo de una antigua comunidad cristiana, ni siquiera una ultra-minoría como los países de Oriente Medio, ha conllevado durante décadas a un esfuerzo de creatividad teológica desproporcionado, en relación al minúsculo tamaño de nuestra Iglesia en el N. de África.

Podemos evocar los textos del CERNA2:

• Cristianos en el Magreb: el significado de nuestros encuentros (1979);

• El llamado (la llamada) de Dios a Su Iglesia en el Magreb (1990);

• Las Iglesias del Magreb en el año 2000;

•- Siervos de la Esperanza (2014).

Podemos añadir la reflexión y las actas de las dos asambleas interdiocesanas cuasi sinodales de 2004 y 2014, y también los encuentros sacerdotales que periódicamente han marcado la vida de nuestra Iglesia en Argelia.durante décadas. Por no hablar de las aportaciones teológicas del cardenal Duval, Henri Teissier, Pierre Claverie, Christian de Chergé y su hermano Christophe Lebreton, por nombrar solo algunos.

Cada una de estas reflexiones denota la voluntad de pensar en una presencia cristiana involucrada en las circunstancias históricas del momento. De hecho, la misma Iglesia del Magreb se auto-analiza, y sin embargo debe decirse a sí misma constantemente el significado de su presencia, con nuevas palabras: Iglesia del encuentro, Iglesia ciudadana, servidores de la esperanza…

Y he aquí que de repente se nos presenta un Papa para hacer con nosotros ese mismo recorrido teológico, no por los senderos trillados, sino en la periferia de la Iglesia, y coloca esta periferia en el centro de su pontificado. Este recorrido tiene un nombre: fraternidad.

 2 Conferencia Episcopal de la Región Norteafricana.

1.2 Primeros pasos (desde el principio)

Juan Pablo II se había propuesto visitar nuestra región dos veces, Marruecos en 1985 y Túnez en 1996. En cada uno de esos viajes, que fueron memorables, expresó su interés por lo que nuestras iglesias viven. (Entiéndase siempre por “nuestra”, Iglesia en contexto musulmán del N. de África) . Entre ambos viajes, la reunión de Asís del 27 de octubre de 1986, viene a ser el acto fundacional de un diálogo interreligioso marcado por la fraternidad y el respeto a la variedad de expresiones de fe.

Aun cuando los obispos, a lo largo de las diversas visitas “ad límina”, tuvieron que responder a las preguntas recurrentes y poco condescendiente de “ cuántos” (¿cuántos seminaristas? ¿cuántos sacerdotes? ¿cuántos cristianos? ¿cuántos bautismos?), Juan Pablo II al compartir la mesa con ellos, les había dicho en esencia: «Básicamente, ustedes viven lo que el Concilio dice de la Iglesia. Es un sacramento, es decir, una signo, y no se le pide a un signo que haga números. Juan Pablo II entendió que el número de conversiones al cristianismo no era el mejor indicador para juzgar la fecundidad de nuestra presencia.

Benedicto XVI, en la primera carta encíclica de su pontificado, Deus Caritas es, coloca en su justo lugar la dimensión diaconal de la Iglesia universal y la distingue de una simple acción social a la que esta dimensión esencial de nuestro testimonio podría reducirse fácilmente:

«La naturaleza profunda de la Iglesia se expresa en una triple tarea: el anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (liturgia), servicio de caridad (diaconía). Se trata de las tres tareas que se complementan y no se pueden separar entre sí. La caridad no es para la Iglesia un tipo de actividad asistencial social que también podría dejarse a otros, sino que pertenece a su naturaleza, es una expresión de su propia esencia, a la que no puede renunciar».3

Francisco se inscribe en la misma dinámica que sus predecesores, pero le da un impulso sin precedentes, hasta el punto de que es posible verlo como un momento singular y fundante, un verdadero kaïros en la vida de la Iglesia en general y de la nuestra en particular. (del N. de África)

3 Le encíclica del Papa Benedicto XVI, Deus Caritas es n.25.

1.3 Francisco, un kaïros en la vida de nuestra Iglesia

El 31 de marzo de 2019, sentado en la catedral de Rabat, escucho el discurso de Francisco al clero y a los miembros de la vida consagrada. La evidencia está ahí, el Santo Padre realmente se dirige a nosotros, ha entendido lo que vivimos y queremos vivir:

«Esto significa, queridos amigos, que nuestra misión como bautizados, como sacerdotes, como consagrados, no está determinada particularmente por el número o espacio que ocupamos, sino por la capacidad que tenemos para producir y provocar el cambio, el asombro y la compasión; por la forma en que vivimos como discípulos de Jesús, en medio de aquellos cuya vida cotidiana, alegrías, tristezas, sufrimientos y esperanzas compartimos. »4

El Papa Francisco no solo se dirige a nosotros, sino que dice nosotros, es decir, en primera persona plural. Él se incluye a sí mismo, y a través de él incluye a la Iglesia universal en este nosotros en el que nosotros nos sentimos tan identificados.. De repente, queda claro que ya no hay, que subrayar la línea, por un lado, la gran Iglesia universal y su sueño de nueva evangelización y por otro lado, nuestra Iglesia del Magreb un poco demasiado celosamente apegada a su especificidad.

 En medio de todos estos gestos, confortado en este viaje, y con este nosotros, escuchado de una manera particular, regresé a Orán.

4 viaje apostólico del Papa Francisco a Marruecos – Encuentro con los sacerdotes, religiosos, consagrados y miembros del Consejo ecuménicos de las Iglesias. Catedral de Rabat. 31marzo 2019

La fraternidad es un camino

Mirando años atrás, es sorprendente observar que la expresión camino de fraternidad es una de las primeras palabras pronunciadas por el cardenal Bergoglio, quien, convertido en Papa Francisco, en la noche del 13 de marzo de 2013, en el balcón de la Basílica de San Pedro dijo: «Comencemos este camino: el obispo y el pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside todas las Iglesias en caridad. Un camino de fraternidad, amor, confianza entre nosotros. Oremos siempre .unos por otros. Oremos por el mundo entero para que llegue a ser una gran fraternidad .¡Espero que este camino que comenzamos hoy y a lo largo del cual seré ayudado por mi Cardenal Vicario aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa! »5

Todo el mundo ignoraba aún el giro inesperado que tomaría este camino, con esta revuelta tan pronunciada en dirección al Islam con el que el argentino Jorge Bergoglio había estado muy poco en contacto. Pero de una fraternidad más fuerte que la diferencia religiosa, e incluso enriquecida por ella, él ya había tenido, sin embargo, la experiencia; en particular por su amistad con el rabino Abraham Skorka, director del seminario rabínico latinoamericano.

El propio Papa Francisco no sabe entonces a donde llevará este camino. Se deslumbra en el transcurso de las reuniones. Sin duda debe mucho a la relación de amistad fraterna establecida con el Gran Imán de al-Azhar, que estará directamente en el origen del documento firmado el 4 de febrero de 2019 en Abu Dabi sobre “la fraternidad humana”. Así lo explica en el viaje de vuelta de Irak, cuando un periodista le pregunta si la reunión con el Gran Ayatolá al-Sistani había sido considerada como la contraparte en el mundo chiíta de lo que se había experimentado en el mundo sunita:

«El Documento de Abu Dhabi del 4 de febrero de 2001 se estuvo preparando en secreto con el Gran Imán, durante seis meses, rezando, reflexionado y corrigiendo el texto. Fue –es un poco presuntuoso decirlo – un primer paso de lo que vosotros preguntáis (los periodistas). Podemos decir que esta sería la segunda etapa (nota del editor: la reunión con el Gran Ayatolá Sistani) y que habrá otras. El camino de la fraternidad es importante. El Documento de Abu Dhabi dejó en mí la preocupación de la fraternidad, luego salió Fratelli tutti. Ambos documentos deben ser estudiados porque van en la misma dirección, en el camino de la fraternidad. »6

Este camino de fraternidad no responde a una estrategia premeditada, hábilmente calculada. Es el resultado de encuentros sucesivos.. En esto coincide nuestra propia experiencia tanto personal como en Iglesia. Si nuestra Iglesia puede definirse como la Iglesia del encuentro (en el N. de África) es porque es ante todo la Iglesia de los encuentros.

Como la fraternidad es un camino, no tiene fin. Sabemos por experiencia que nunca se adquiere nada definitivamente, pero eso no significa que no se haya recorrido misteriosamente un camino…. Después del increíble momento de fraternidad vivido durante la celebración de la beatificación, podríamos haber pensado que nada sería igual, que habría un antes y un después en nuestras relaciones personales e institucionales… No ha sido del todo así, la vida ha seguido su curso… ¿Paso de gigante o paso de hormiga? En cualquier caso, todo depende del punto de vista en el que te coloques.

Francisco dijo llegar a Irak como peregrino y penitente. Elevó así el camino de la fraternidad al rango de peregrinación. Revela su carácter sagrado e indica la naturaleza espiritual de los frutos que pueden esperarse de él.

5 Bendición apostólica «Urbi et orbi» – Primer discurso del Papa Francisco, Vaticano, 13 de marzo de 2013.

6 El vuelo apostólico del Papa Francisco a Irak – Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso, 8 de marzo de 2021.

La fraternidad es una urgencia

La Declaración de Abu Dhabi es una iniciativa absolutamente sin precedentes. Dos creyentes, que han forjado un vínculo de amistad y que son conscientes de su responsabilidad como líderes espirituales, lanzan una llamada a la fraternidad humana, como quien hace sonar la alarma. Hay una necesidad urgente de mirar al mundo, de denunciar la injusticia, la opresión bajo todas sus formas, incluida la económica, y la violencia, incluso en nombre de Dios. Declaran que quieren adoptar «la cultura del diálogo como camino, la colaboración común como forma de actuar, el conocimiento mutuo como método y criterio»7:

«Nosotros – creyentes en Dios, en el encuentro final con Él y en Su Juicio – partiendo de nuestra responsabilidad religiosa y moral, y a través de este Documento – nos pedimos a nosotros mismos y a los Líderes del mundo, a los arquitectos de la política internacional y de la economía mundial, el comprometernos seriamente en la difusión de la cultura de la tolerancia, la coexistencia y la paz; intervenir, lo antes posible, para detener el derramamiento de sangre inocente y poner fin a las guerras, los conflictos, la degradación del medio ambiente y el declive cultural y moral por el que el mundo está pasando actualmente. »8

Dos años después, con motivo del primer día internacional de la fraternidad humana, el Papa Francisco reitera la urgencia de la fraternidad, que define como la nueva frontera de la humanidad para hoy.

«Gracias a todos por haber apostado por la fraternidad, porque hoy la fraternidad es la nueva frontera de la humanidad. O somos hermanos o nos destruimos unos a otros. Hoy no hay tiempo para la indiferencia. No podemos lavarnos las manos, tomando distancias, despreocupándonos o desinteresándonos.. O somos hermanos —si se me permite— o todo se desmorona. Esa es la frontera. La frontera de la fraternidad sobre la que debemos construir; es el desafío de nuestro siglo, es el desafío de nuestra época »9

La l encíclica Fratelli tutti también debe leerse a la luz de esta urgencia para construir la fraternidad a la que insta el Papa Francisco. «Soñemos como si fuéramos una única y misma humanidad, como viajeros que comparten la misma carne humana, como hijos de la misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos». 10

Hermosas palabras un poco convencionales e insulsas, si no fueran pronunciadas por un Papa, garante del depósito de la fe católica. En la cruzada de fraternidad lanzada por el Papa Francisco, no se puede disociar el mensaje, de la categoría de quien las dice. Para decir esto, ¿es necesario alardear del anuncio del Evangelio y a la urgencia de conversión? Obviamente, él y el Gran Imán de al-Azhar no pretendieron convertir uno a la fe del otro. Se reconocen mutuamente como verdaderos creyentes y este reconocimiento es incluso el cemento de su amistad y compromiso codo con codo, en esta lucha por la fraternidad. Esta postura, que ellos presentan como tan natural, que uno llegaría a olvidar su carácter revolucionario, tiene un alto precio (riesgo) para ambos. Pero Francisco se atreve a correrlo.

  7 Documento sobre «Fraternidad humana para la paz mundial y la coexistencia común» firmado por Su Santidad el Papa Francisco y el Gran Imán de al-Azhar Ahmad al-Tayyib, 4 de febrero de 2019

  8 Ibid.

9 Primer Día Internacional de la Fraternidad Humana – Mensaje del Papa Francisco, 4 de febrero de 2021

10 ECarta encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti n°8

La fraternidad es una audacia

La fraternidad ofrece una magnífica ilustración de la audacia teológica y humana de Francisco; las dos van de la mano. No cede en nada sobre la verdad, ni la doctrinal ni el depósito de la fe. Sencillamente, la persona humana, con su verdad y complejidad que la hacen fundamentalmente irreductible a una doctrina por santa que sea, permanece en primer lugar. Sería un error acusarlo demasiado rápidamente de relativismo con el argumento de que no establece que la adhesión a la misma fe, sea el requisito previo para un encuentro, incluido un verdadero encuentro espiritual.

Esta experiencia de encuentro espiritual con un gran creyente de otra religión, el Santo Padre también la vivió con el Gran Ayatolá Sistani. Él dijo: «Me sentí obligado a hacer esta peregrinación de fe y penitencia y a ir a visitar a una gran persona, un hombre sabio, un hombre de Dios. Con solo escucharlo, se puede ver eso. Fue muy respetuoso en la reunión. Me sentí sumamente honrado .ya en el momento del saludo, cuando él nunca se levanta, se puso de pie para saludarme, dos veces; un hombre humilde y sabio; este encuentro le hizo bien a mi alma. Él es una luz, y estos sabios están en todas partes porque la sabiduría de Dios se ha extendido por todo el mundo. »11

Sin duda, todos hemos pasado alguna vez excepcionalmente por una experiencia similar, que nos conmovió en lo más íntimo, la experiencia de un encuentro espiritual con un creyente de otra religión a quien reconocemos, y por quien nos sentimos reconocidos, como verdadero creyente. Qué bueno es sentirse acompañado por el Papa en esta experiencia que es la sal de nuestra vida en la Iglesia en Argelia. Las imágenes hicieron palpable esta comunión de corazones.

El Santo Padre continúa: «Lo mismo sucede con los santos que no son sólo los que están en los altares. Esto sucede todos los días, es lo que yo llamo los santos de la puerta de al lado, hombres y mujeres que viven su fe, sea la que sea, con coherencia. Los que viven los valores humanos con coherencia, la fraternidad con coherencia. Creo que deberíamos descubrir a estas personas, destacarlas, porque hay muchos ejemplos». 12

¿Qué se entiende por esta expresión “lo mismo”? ¿Dice el Santo Padre que podemos reconocer oficialmente a los santos en el Islam? En cualquier caso, estos santos (¡y santas!) de al lado todos los conocemos, y ellos (ellas) también son de confesión musulmana. Estos hombres y mujeres que hacen el bien en nombre de su fe, que se involucran de manera cívica y desinteresada en la sociedad civil, que luchan por hacer (sobre)vivir a su familia con dignidad, que luchan con un hijo profundamente discapacitado, que en la enfermedad viven la virtud la esperanza en su más alto grado…

Al escuchar al Papa Francisco hablar sobre su encuentro con el Gran Ayatolá Sistani, me vinieron a la mente nuestras propias preguntas cuando preparábamos la celebración de la beatificación: “¿qué lugar debería reservarse a Mohammed Bouchikhi, el joven musulmán asesinado junto a Pierre Claverie?” (Obispo de Orán asesinado en 1996 y beatificado con otros 18 mártires en Diciembre 2018). ¿Podría estar su foto entre los nuevos beatos en el estandarte que se desplegaría durante la celebración, tal y como aparece en el icono-recuerdo (según la inspiración de su autora)?” No nos sentimos con derecho a hacerlo, pero su nombre fue inscrito en color junto al de Pierre Claverie y el del décimo-noveno beato. Un “guiño” muy significativo. ¡Qué bueno es sentir que la Iglesia, en su más alto y bello nivel, y nosotros, en el mundo musulmán, sentimos lo mismo y no nos limitamos a ver solo los aspectos que crean dificultad!

El encuentro entre el Santo Padre y el Gran Ayatolá Sistani, como el del Gran Imán de al-Azhar, nos recuerda que no es posible hablar de fraternidad sin vivir experiencias concretas de confraternización que den cuerpo a la fraternidad. De ahí que, por poco, la fraternidad se quedaría casi solo en palabras. Por tanto, tenemos que saber dar buena cuenta de estas experiencias. ¿Qué decimos cuando decimos fraternidad?

11/12 Viaje Apostólico del Papa Francisco a Irak – Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso, lunes 8 de marzo de 2021

II- ¿Qué decimos cuando hablamos de fraternidad?

Lejos de ser el valor secundario y consensuado en el que podemos encerrarla, la fraternidad es un valor exigente, se decide tanto como se recibe, y hunde sus raíces en las profundidades del misterio de la cruz.

2.1 Fraternidad difícil

Uno no elige a sus hermanos, ni elige ser hermano. Nacemos humanos con hermanos de sangre, tribu, etnia, religión. Lejos del dulce sueño de «todos juntos en el mundo dándonos la mano», la fraternidad diseña límites, designa pertenencias. Son tantos espacios vitales, pero no necesariamente regazos de paz. La Biblia comienza con el asesinato de Abel, el agricultor, por Caín el ganadero. ¡El primer asesinato en la Biblia es un fratricidio! La fraternidad no es en sí misma un baluarte contra la violencia, puede ser incluso un crisol privilegiado, ya que puede ser el espacio cerrado de todos los mimetismos, de todos los celos. Nuestras comunidades religiosas, comunidades parroquiales, realidades muy humanas, no son una excepción. Estas fronteras, sin las cuales la fraternidad carece de su «nosotros» constitutivo, crean un interior y un exterior. .O estamos o no estamos..

Podemos experimentar este sentimiento de una manera particular en Argelia, donde la fraternidad innata de la pertenencia cultural y religiosa ocupa un lugar tan importante. Podemos sentirnos cerca de nuestros amigos, colaboradores, vecinos, pero por mucho que nos sintamos bienvenidos y acogidos nunca lo seremos realmente. Es una pobreza y una riqueza. Los que de nosotros hemos elegido vivir en Argelia durante décadas, y de por vida, y algunos hemos podido obtener incluso la nacionalidad argelina, sabemos muy bien que la fuerza de nuestro testimonio en ese país reside en el hecho de ser y no ser argelinos. Lo mismo, los cristianos nacidos en Argelia, si no experimentan la misma brecha cultural, sí experimentan una distancia dolorosa, a veces incluso con sus seres más cercanos. Con discreción, humildad y comprensión, deben redoblar su fraternidad y resistir la tentación de diferenciarse. En nombre de su fe, necesitan ser padres, cónyuges, amigos, compañeros de trabajo, ciudadanos, aún mejores que los demás.

2.2 Una fraternidad recibida y una fraternidad por opción o elegida

Si la fraternidad humana necesita límites, un «nosotros», también está llamada a superarse si no quiere a condenarse al confinamiento y a convertirse en la sombra de sí misma. Nuestras fraternidades son plurales: familiares, nacionales, culturales, religiosas. Lo uno no pretende borrar a los otros. Se enriquecen mutuamente y nos constituyen como seres humanos, con todo el grosor de nuestra historia personal y nuestra solidaridad, no excluyéndonos unos de otros. La conciencia de pertenecer a un «nosotros» visceral constitutivo, es un punto de paso obligado para liberarse de ella, para poder descubrir estos otros «nosotros» hasta llegar a tomar conciencia de un «nosotros» con las dimensiones de toda la humanidad. Es la transición necesaria de una fraternidad recibida a una fraternidad por la que se opta..

Esta fraternidad elegida, optada, con lo agradable de la amistad, la vivimos aquí a diario. A pesar de las apariencias, no es trivial porque ha tenido que superar el obstáculo de la diferencia religiosa, los prejuicios y los miedos de ambos lados. Sabemos el valor y el precio que eso tiene.

La fraternidad, tomada tanto en su sentido más familiar como en su superación, es un rasgo esencial de nuestra humanidad. De hecho, no hay humano sin fraternidad tomada en su sentido existencial. Al mismo tiempo, la humanidad en su conjunto, no podrá sobrevivir si no encuentra el camino .de una fraternidad que se supere a sí misma.

En estas condiciones, ¿cómo podemos ver la fraternidad como un valor de segunda clase basándonos en que es un valor compartido a escala humana, y no un valor específico del cristianismo? Sobre todo cuando la fraternidad sabemos que ahonda sus raíces en el corazón del Evangelio y lleva en sí misma el más alto de los testimonios cristianos.

2.3 Y la Palabra se hizo hermano!

La expresión de Christian de Chergé dice cómo, lejos de ser un valor teológicamente débil, la fraternidad se inscribe en el corazón de la experiencia cristiana, desde la encarnación hasta la cruz.

  Del misterio de la encarnación…

Una de las grandes revoluciones de Jesús es romper con la concepción de la hermandad de sangre o linaje que es la del mundo judío en el que creció. En el evangelio, se menciona la incomprensión de su familia respecto a su vida pública. Cuando van y le dicen: » tu madre y tus hermanos están afuera y tratan de hablar contigo», Jesús responde: «¿Quién es mi madre, quiénes son mis hermanos? (…) Quien hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos es mi hermano, mi hermana, mi madre»13. Esta respuesta, que es extremadamente impactante en apariencia pero tan liberadora, nos obliga a considerar como nuestros hermanos y hermanas a todos aquellos que hacen el bien, cualquiera que sea su religión, o su ausencia de religión.

La renuncia a la primacía de los lazos de sangre hace que Jesús esté disponible para todos los encuentros que son el todo de los evangelios. Esta disponibilidad describe una nueva forma de fraternidad que será un ideal de la vida cristiana ofrecida a todos. Es el origen de la vida cristiana consagrada lo que tanto estructura la vida de nuestra Iglesia en Argelia. Optar por el celibato consagrado significa renunciar a un «nosotros» matrimonial y familiar, y eso tiene un coste. Pero este coste es el precio que se paga por una relación singular con el mundo que encuentra su significado sólo a través de un aumento de fraternidad.

La matriz de toda la actividad caritativa y educativa de la Iglesia a lp largo de los siglos es esta relación con el mundo. No puede dejarse atrapar dentro de límites sectarios sin traicionarse a sí misma. Aferrarse firmemente a la propia identidad no debe confundirse con el estrechamiento del campo de nuestras fraternidades. Por el contrario, la vitalidad de nuestra identidad cristiana se mide por nuestra capacidad de ser hermanos.

Está en el ADN de nuestra Iglesia en Argelia no limitar el horizonte de la fraternidad a la comunidad cristiana. Casi toda nuestra acción, tanto personal como colectiva, no sólo no mira su pertenencia religiosa, sino que se centra totalmente en el entorno humano musulmán en el que vivimos y amamos naturalmente.. Esto es obvio para nosotros, pero no es evidente, y así persiste siempre la pregunta : «¿Pero por qué insisten en esto?» En esta pregunta siempre abierta es donde reside la fuerza de nuestro testimonio, más que en las palabras con las que tratamos de responder.

En su búsqueda de la fraternidad universal, Charles de Foucauld, después de su conversión fulminante, irá incesantemente cada vez más allá, para saber por propia experiencia lo que significa «hermano universal». Y hermano universal lo será, no anunciando el evangelio como había imaginado inicialmente, sino apasionándose por la lengua y la cultura de las poblaciones tuareg hasta el punto de escribir el primer diccionario de la lengua tamasheq y poner por escrito toda una poesía transmitida de generación en generación oralmente. Al tomar en serio el singular «nosotros» de sus hermanos tuareg se convierte en hermano más universal, y no con el ideal de fraternidad que él c había concebido en su cabeza. Para ser hermano precisa ser dos.

12Mt 12, 47-50

… hasta el misterio de la cruz

Si la fraternidad tiene un precio, es porque tiene un coste pues el hermano nos obliga a ir más allá de lo previsto. Nos inscribe en una solidaridad cuyos contornos no medimos a priori. En su carta encíclica, Fratelli tutti, el Santo Padre comenta la parábola del buen samaritano que cuida de un enemigo extranjero. No sabe a dónde lo llevará este desvío en su camino, ni sabe cuánto le costará, pero el samaritano da su tiempo y abre una línea de crédito con el posadero.

Entrar en el gran baño de la fraternidad es aceptar avanzar en aguas profundas hasta perder pie.. A veces nos desanimamos, finalmente nos sentimos poco aceptados, queremos dejarlo correr todo En esos momentos, y no sólo cuando todo va bien, podemos sentir una especie de atractivo que es más cuestión de instinto que de afecto. En los momentos en que sentí al Obispo Teissier frente a una gran incomprensión por tal o cual reacción o situación, percibí mejor en él su apego inquebrantable a Argelia.

Llevada a la incandescencia, la fraternidad encuentra su cumbre en el don de su vida por Cristo para la salvación del mundo entero. Este don supremo es el modelo del martirio cristiano. «No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama»14. La decisión que tomó el Papa Francisco de declarar beatos a los 19 miembros de nuestra Iglesia asesinados entre mayo de 1994 y agosto de 1996, es un reconocimiento al valor evangélico del testimonio dado por todos los miembros de nuestra Iglesia durante ese difícil período. Fue un desafío, explicar el significado de una beatificación, fuera de su universo de referencia, que es la Iglesia Católica. La solidaridad de estos hombres y mujeres, poniendo en riesgo sus vidas, con un pueblo, ha sido bien entendida como un signo de fraternidad en su más alto significado.. Este signo de fraternidad conmovió los corazones..

«Mi vida ha sido dada a Dios y a Argelia», expresión de Christian de Chergé en su testamento espiritual dice perfectamente este doble horizonte de una vida entregada, ojos levantados hacia Dios y vueltos hacia nuestros hermanos y hermanas en humanidad, no lo uno sin lo otro.

14 15,13

III- Pistas para releer la vida de nuestra Iglesia

3.1 Una Iglesia fraternal

Nuestra Iglesia es fraterna. Aunque desde el interior a menudo vemos el otro lado de la tela, con sus nudos y los hilos que parecen ir en todas direcciones, esta es la imagen que damos, y esta imagen no solo es cierta sino que es una parte importante de nuestro testimonio. «En el amor que os tendréis unos a otros conocerán que sois mis discípulos». 15 15Jn 13, 25.

En el seno de las comunidades de vida consagrada

Vivimos esta fraternidad en comunidades de vida consagrada. Esta forma de vida fraterna es un signo de contradicción para el mundo en general, y para el mundo musulmán en particular, que no conoce equivalente. Esto es aún más importante. ¿Cómo podemos explicar que en Tiaret, tiene mucho sentido que cuatro hombres vivan como hermanos una vida de comunidad de bienes, de oración y de acogida, cuando un solo sacerdote sería suficiente para el servicio de la pequeña comunidad cristiana de estudiantes? Esta vida consagrada en comunidad es difícil y a veces causa sufrimiento real, especialmente debido al pequeño tamaño de nuestras comunidades religiosas. Que esta dificultad no alimente en nosotros un sentimiento de culpa demasiado grande, sino que se entienda como una parte esencial de nuestro testimonio específico. Es bueno demostrar en lo concreto de nuestras vidas que no somos ángeles sino que llevamos un ideal que nos supera en vasijas de barro.

En nuestras comunidades parroquiales

En nuestras comunidades parroquiales. Vivimos esta fraternidad en nuestras comunidades parroquiales. Su tamaño es modesto y ninguno de los sacerdotes dedica todo su tiempo al servicio de la comunidad cristiana. Es una oportunidad que se nos da para poder vivir más una fraternidad y una corresponsabilidad que no tenga demasiado en cuenta la distinción entre clérigos y laicos. Sin duda, podemos ir aún más lejos en este camino de corresponsabilidad, especialmente en el compartir la Palabra de Dios.

El estilo sencillo en el que nos relacionamos no se les escapa a los estudiantes con los que vivimos un vínculo de fraternidad (estudiantes extranjeros, todos subsaharianos) que suaviza las diferencias de estatus. Cuántos nos dicen que antes de venir a Argelia, nunca habían tenido la experiencia de una relación cercana con el párroco, y mucho menos con su obispo. Esta relación de fraternidad se confirma con la implicación de algunos de ellos en la vida de nuestras comunidades parroquiales, hasta el punto de convertirse en elementos estructurantes. Cuando se van de Argelia, sufrimos al ver marchar a hermanos y hermanas, con los que nos hemos hecho amigos. Esta proximidad respetuosamente experimentada no es un obstáculo para el acompañamiento pastoral de estos jóvenes adultos, todo lo contrario, es una oportunidad para ellos, y para nosotros.

Con nuestros hermanos y hermanas migrantes .

Vivimos esa misma fraternidad con nuestros hermanos y hermanas migrantes, en particular visitándolos en la cárcel. Este tipo de relación nos impacta profundamente. Nos ayuda a pasar de una forma de fraternalismo a una verdadera relación fraterna. Esto requiere deshacerse de la superioridad de aquel que está en una posición de ayuda para entrar en una relación de mayor alteridad. Personalmente, alimentar un sentimiento de admiración hacia tal o cual me ayudó a dar este paso, y sobre todo a esa toma de conciencia fundante: él (ella) podría haber estado en mi lugar y yo en el suyo. Me parece haber percibido eso en la vida del Padre Thierry Becker. (Puntal de la diócesis durante largos años, fallecido en 2020) A medida que sus fuerzas lo abandonaban, parecía sentirse más cerca de sus hermanos migrantes, hasta el punto que una mañana, después de una mala noche en el hospital, me dijo que había rezado a un joven migrante al que había acompañado en su agonía y se sintió acompañado durante la espantosa noche pasada…

Con los habitantes de este país.

Vivimos esa fraternidad con los habitantes de este país. Es la singular vocación de nuestra Iglesia, desde la independencia de Argelia: vivir la fraternidad, como cristianos, como miembros de la Iglesia, con hombres y mujeres de religión musulmana. Esta fraternidad que pasa por encima de los prejuicios religiosos y las heridas de la historia no es evidente, y eso es lo que le da su valor. Nuestras instituciones, centros de actividades, de educación, nuestras bibliotecas, son plataformas de encuentro, según la expresión de Pierre Claverie; son medios al servicio de esta fraternidad en los que se percibe su finalidad, incluso más allá del propio servicio _aun siendo de calidad_ que prestan. Nuestras iniciativas tienen dos vertientes: un verdadero servicio prestado, y también son un signo de lo que se pretende.

Este vínculo fraterno con la sociedad argelina era obvio para nuestros mayores que años atrás eligieron Argelia por sí misma, debido a su historia personal (todavía reciente, años atrás). Ya no es lo mismo hoy, con la internacionalización de los miembros de nuestra Iglesia. Este hecho no debe llevarnos a relativizar la vocación particular de nuestra Iglesia, sino al contrario a valorarla. De hecho, no duraremos mucho tiempo en Argelia si no estamos firmemente ligados a ella, aun cuando no siempre sea posible poner en palabras, a esta fraternidad elegida, por este pueblo que no necesariamente hemos elegido.

La llegada, en los últimos veinte años, de estudiantes y personas en migración, puede haber aumentado los temores de una nueva pastoral centrada en la comunidad cristiana, en detrimento de la relación con el mundo argelino. No solo no ha sido así, sino que nuestros hermanos y hermanas estudiantes o migrantes son actores privilegiados construyendo fraternidad. Lo experimentan en sus lugares de vida, tanto en la universidad, como en los barrios, o en el trabajo, o en la cárcel. Es hermoso sentir que se forjan lazos, hasta el punto de que tal o cual se siente como de la familia en una familia argelina.

3.2 Una Iglesia ciudadana de Argelia y del mundo

Detrás de esta expresión está la voluntad de una Iglesia, que aquí consta como una institución extranjera, aunque su estatuto sea el de una asociación argelina, con derecho a ciudadanía, tácitamente reconocido por razón de su historia en la Argelia independiente. El único derecho que reclama es el de ejercer sus deberes como ciudadano en la sociedad argelina actual, con las reservas de quien se reconoce a sí mismo como huésped. Ya es mucho, y nunca se gana. Es un sufrimiento no poder hacer siempre el bien que uno quisiera hacer.

Hablar de una iglesia ciudadana no significa tomar posiciones o apoyar reivindicaciones políticas. Este deber de reserva de la Iglesia tiene que ver con la postura fraterna de quien acompaña con benevolencia y a la debida distancia, que tal vez ilumina, pero que nunca dicta ni promulga nada.. La Iglesia está en el mundo, pero no es del mundo. No se puede confundir con ningún partido político en ningún país del mundo, y menos en Argelia.

Al ayudar a las personas en materia de emigración, por ejemplo, no nos sumamos a las campañas llevadas a cabo por ONG o asociaciones argelinas con este fin, y que pueden hacerlo legítimamente.

 Favorecemos la discreta pastoral del buen samaritano. Actuando así, somos conscientes de que estamos participando en la vida de la sociedad, al proporcionar ayuda de emergencia y apoyo a las personas en gran vulnerabilidad.

Estas personas plantean, aquí como en otros lugares, cuestiones sociales que son a la vez muy amplias en términos de justicia social a nivel mundial, y muy concretas en términos de subsistencia diaria y de la mínima dignidad humana. Ambas cosas entran plenamente en el ámbito de la ciudadanía y la fraternidad.

Como ciudadana, la Iglesia quiso comportarse como tal de muchas maneras, a través de su compromiso con la educación y la salud, y luego, tras la nacionalización de estos dos sectores en 1975-76, a través de bibliotecas y otros centros de actividades. Podemos esperar legítimamente que a las decenas y decenas de miles de estudiantes que han frecuentado nuestras bibliotecas durante varias décadas, les haya marcado, además de los conocimientos universitarios adquiridos, la acogida, el servicio, el tipo de relación de los que han disfrutado durante su época de estudiantes.

La ausencia absoluta de cualquier objetivo proselitista, el profundo desinterés del que da sin esperar nada a cambio, quizás les han dado el gusto por un mundo que no necesita barreras culturales ni religiosas para construirse. Lo que decimos referente a los jóvenes académicos argelinos es también cierto para las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos, las personas con grandes dificultades humanas y materiales a las que podemos llegar. O, para todas las personas que han encontrado o han vuelto a encontrar el gozo de salir los viernes a descubrir la naturaleza, la belleza de su país, y a saborear la alegría de compartir momentos de convivencia y amistad. Esta pastoral de la mano extendida, con un fuerte sabor de Evangelio, forma parte de la construcción de un mundo más fraterno.

Entonces empezamos a soñar con un mundo donde cada tradición religiosa tendría en el corazón sacar lo mejor de sí misma, no para ganarse a los demás, sino para construir con los demás una sociedad plural y fraterna, respetuosa con las convicciones de cada uno.

  Compartimos este sueño con Khaled Ben Tounès, Hermano Mayor y fundador de la hermandad sufí al-Alawiyya. Él está en el origen del Día Internacional de la Convivencia en Paz (16 de mayo) apoyado por Argelia y votado por la Asamblea General de la ONU por unanimidad de sus miembros el 8 de diciembre de 2017. Queríamos que esta iniciativa diera nombre a la explanada del santuario de Nuestra Señora de Santa Cruz. y quiso la Providencia que así fuera y se inaugurara con motivo de la celebración de la beatificación, el 8 de diciembre de 2018, ¡ justo un año después de la votación de la ONU!

3.3 Una Iglesia que profesa su fe pero sin proselitismo

  Una iglesia que profesa su fe

Nuestra Iglesia no duda en confesar su fe en un ambiente que con la suya, constantemente nos desafía sobre la nuestra. Nuestra vida nos recuerda constantemente nuestro anclaje en Cristo, sin el cual perdería inmediatamente la mayor parte de su significado, y se hundiría rápidamente en el absurdo. Cristo es para cada uno de nosotros la respuesta definitiva a la pregunta del significado de nuestra presencia, esta pregunta ¿de por qué? Vivir nuestra fe en Argelia estimula nuestra propia fe que no permanece bajo el celemín.

Esto es cierto para nosotros, actores en la vida de esta Iglesia. Lo es también para muchos de los estudiantes extranjeros que están con nosotros y que reconocen que esta fe es la que recibieron en su infancia y descubren a la vez que son protagonistas en una Iglesia en la que, en sus países de origen, solo eran consumidores más o menos pasivos; algunos de ellos piden recibir los sacramentos del bautismo y la confirmación. Nos impresiona mucho y nos conmueve profundamente constatar la trayectoria humana y espiritual de muchos de ellos.

Esto es cierto también para algunos de nuestros hermanos y hermanas migrantes que encuentran en la oración y la atención fraterna la fuerza para hacer frente a la dureza y las dificultades de sus vidas y pruebas. Los capellanes de las cárceles son testigos privilegiados de los caminos impresionantes de la fe que, sin duda, no dejan indiferentes a sus compañeros de celda musulmanes. Cierto eso les ocurre también a algunos argelinos cuya misteriosa irrupción de Cristo en su vida cambia radicalmente su curso, hasta en los más pequeños detalles de la vida cotidiana. Acompañarlos en el proceso de su fe, desafía la tibieza y la tranquilidad en las que la nuestra siempre corre el riesgo de caer.

…pero sin proselitismo

Si nuestra Iglesia confiesa su fe, no está ,no obstante, haciendo proselitismo. La diferencia puede parecer leve, pero sin embargo es una diferencia de naturaleza y no sólo de grado. Esta diferencia se basa teológicamente y tiene poco que ver con la prohibición promulgada por la ley. (16) El Papa Francisco, de una manera tan vigorosa como sorprendente por parte de un Papa, pronuncia esta prohibición en la catedral de Rabat y nos pone en la pista de su profundo significado:

 «Y aquí me viene a la mente el consejo que San Francisco dio a sus hermanos, cuando les envió: ‘Id y predicad el evangelio: y si es necesario, también con las palabras’. Esto significa, queridos amigos, que nuestra misión como bautizados, como sacerdotes, como consagrados, no queda determinada particularmente por el número o espacio que ocupamos, sino por la capacidad que tenemos para producir y provocar cambio, el asombro y la compasión; por la forma como vivimos en tanto que discípulos de Jesús, en medio de aquellos cuya vida cotidiana, sus alegrías, sus tristezas, sus sufrimientos y esperanzas compartimos.

En otras palabras, los caminos de la misión no pasan por el proselitismo. ¡Por favor, no pasan por el proselitismo! Recordemos a Benedicto XVI: «La Iglesia no crece por el proselitismo, sino por la atracción, por el testimonio». No, no pasan por el proselitismo que siempre conduce a un callejón sin salida, sino por nuestra forma de estar con Jesús y con los demás. Así que el problema no está en ser pocos, sino en ser insignificante, convertirse en una sal que ya no tiene el sabor de Evangelio, ¡ese es el problema! – o una luz que ya no ilumina nada.»(17)

Vale la pena detenernos un poco en esta tentación de hacer proselitismo a la que el Papa Francisco nos pide que resistamos. Se parece mucho al mandamiento de dar testimonio del Cristo que nos hace vivir, de anunciar la Buena Nueva de la salvación a todas las naciones. Pero es un veneno en la construcción de la fraternidad. Imposible reconocerse como hermanos, y pretender tener la última palabra sobre la fe del otro hasta el punto de quererle desviar de ella.

(16)cf. Ordenanza Nº 06-03, de 28 de febrero de 2006

 (17)Saludo apostólico del Papa Francisco a Marruecos – Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados y miembros del Consejo Mundial de Iglesias, Catedral de Rabat, domingo 31 de marzo de 2019

La tentación del proselitismo

La tentación de hacer proselitismo, por supuesto que se apoya en el mandamiento que encontramos en nuestras sagradas escrituras, o al menos en la lectura que podemos hacer de él. Pero nosotros, los cristianos, sin embargo, es importante que tengamos en cuenta que la dimensión interreligiosa del universo de los Evangelios, sólo conoce a Israel y a las naciones. Por lo tanto, el uso del evangelio como argumento de autoridad sólo puede hacerse a costa de una interpretación y de valorar un texto sin tener en cuenta otros. Es importante ser conscientes de ello.

También justifica el proselitismo, el hecho de tener una mirada negativa respecto a la tradición y las escrituras del otro, que fácilmente nos parecen desprovistas de razón a nosotros, que somos de otra religión. Es un hecho que sólo una lectura creyente es capaz de percibir la parte de verdad que transmiten. ¡Esta incomprensión, tan dolorosa como estúpida, de las escrituras y tradiciones del otro, generalmente forma parte de un proceso de defensa…que debemos evitar!

No temer a la verdad

Lo que nos molesta en la religión del otro es que exista, que tenga un lugar en la Revelación del plan único de Dios del que nuestra religión nos habla claramente.. Por lo tanto, debemos hacer frente al hecho de que tenemos un problema no solo con lo que obviamente sentimos que es falso, sino que también debemos afrontar la parte de verdad que hace vivir a hombres y mujeres creyentes en una fe, que se nos escapa. De forma sutil e inconscientemente, parte de la tentación de hacer proselitismo nos viene por la necesidad de atacar la verdad del otro, más que su «error». Esta no es la menor de sus paradojas. Ser conscientes de esto nos abre a una posible superación de la tentación de proselitismo. ¿Qué podemos temer de la verdad, incluso de la verdad que se nos escapa?

Dejemos espacio a un no-conocimiento de Dios

Esta superación fue perfectamente puesta en palabras por Pierre Claverie: «Soy creyente, creo que hay un Dios, pero no pretendo poseer a este Dios, ni por el Jesús que me lo revela, ni por los dogmas de mi fe. Nadie posee a Dios, nadie posee la verdad, y yo necesito la verdad del otro. »(18)

¿Pura locura o gran sabiduría en estas palabras en boca de un obispo cuya responsabilidad es proclamar el evangelio y defender su verdad? En cualquier caso, un antídoto formidable contra la tentación proselitista. Puedo creer con razón que mi tradición religiosa me revela a Dios de una manera segura, como se señala una dirección, pero ninguna religión puede pretender encerrar a Dios en una definición dogmática por muy exacta que sea .Necesariamente Dios sobrepasará todos los aspectos. Como cristiano, profeso mi fe en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, en quien se realiza el plan de Salvación para toda la humanidad. Pero no puedo tener la loca pretensión de tener la última palabra sobre este Cristo y su proyecto de Salvación, ya que excede infinitamente el conocimiento y la consciencia que humanamente puedo tener de él.

Estas palabras de Pierre Claverie tienen dos consecuencias esenciales:

La primera es atreverse a reconocer parte del desconocimiento de Dios.. Los fundamentalismos se alimentan de certezas sobre Dios; tienen en común la loca pretensión de poseer a Dios. Mientras no se reconozca la falta de conocimiento acerca de Dios, no hay un verdadero respeto por la libertad de conciencia del otro. ¡Sólo será reconocerle la libertad de estar en el error y de mantenerse en él!

La segunda consecuencia beneficiosa es que no tenemos que tener miedo de nuestras diferencias de credo, es decir, de la formulación de nuestros respectivos credos. En otras palabras, entre creyentes de diferentes religiones, la cuestión no es trata ante todo de la ortodoxia, de la creencia justa, sino de la ortopraxis, actuar de manera justa. Si nuestras diferencias en la fe se encuentran con un misterio insuperable que ninguna disputatio teológica superará, podemos por el contrario, cuestionarnos nosotros mismos muy concretamente sobre nuestro modo de actuar. Y ahí hay algo que hacer ya que nuestra actuación está condicionada por nuestra fe. Muéstrame cómo vives y veré en qué crees. Lo maravilloso es poder trabajar juntos, creyentes de diferentes religiones, en nombre de la fe que nos habita, para construir una sociedad más justa en la que todos sean respetados en su dignidad. Creyentes de diferentes religiones que juntos hacen el bien , hablan al más alto nivel de este Dios que nunca puede encerrarse en palabras.

(18) Pierre Claverie, Humanité Plurielle, Ed du Cerf, 2008, p 141

El Papa y el Imam

Esta es exactamente la postura del Papa Francisco y el Gran Imán de al-Azhar. Estos no son dos dignatarios religiosos que confrontan su verdad acerca de Dios en un diálogo interreligioso por fructífero y benévolo que sea, con la secreta esperanza de convencerse mutuamente por el bien del otro. Son dos hombres que se reconocen mutuamente como creyentes fiables, aun sin que pueda el uno reconocerse en el contenido dogmático de la fe del otro, y ambos miran con una mirada convergente al mundo que es el reino de Dios.

No pretenden convertirse el uno al otro, ¿son por eso infieles a su vocación personal y a la alta misión que se les ha confiado? ¿Están demostrando una falta de valentía cuando ambos saben que su enfoque no será comprendido y y será combatido, incluso en su entorno inmediato? ¿Es el Papa Francisco un pálido discípulo de Cristo, con el argumento de que su Santo Nombre apenas se menciona en la Declaración de Abu Dhabi, y tan poquito en la carta encíclica Fratelli tutti? ¿Es esta visión común del mundo, esta ortopraxis común, un primer paso antes de pasar a las cosas serias: la confrontación de nuestras ortodoxias, nuestras certezas sobre Dios? No lo creo.

Esta es una proeza de atletas de la fe, que provocan un cambio esencial en la dialéctica del diálogo y el anuncio. Este diálogo, más que un prerrequisito para un hipotético anuncio, es el comienzo de una fraternidad deseada que da un salto de confianza para juntos dar testimonio de un Dios mayor. Es por esto que ese documento sobre la fraternidad humana, no es un texto o iniciativa más, sino un cambio de paradigma bien en línea con nuestra vida y la misión de la Iglesia en Argelia.

Efecto espejo

          Vivir en casa de Otro (19) nos permite beneficiarnos del espejo que se nos ofrece, lo que el otro vive de hermoso o menos hermoso, para ver mejor nuestro propia hacer. . También nos permite negarnos a hacerle al otro lo que no nos gustaría que él nos hiciera.

A diario nos encontramos con personas que nos dicen que conocen nuestra religión y que saben por qué no es un verdadero camino hacia Dios. Sabemos también lo mucho que nos cuesta reconocer nuestra fe en la caricatura que llena de certezas a nuestro interlocutor. .Pero también, tengamos cuidado cada vez que sintamos la tentación de tener una visión negativa del Islam. Tal vez, también en el Islam, haya una parte de la verdad que escapa a los sabios y se revela a los más pequeños. Estos santos de la puerta de al lado de los que habla el Papa Francisco.

También todos hemos encontrado a personas que se sienten obligados a anunciar su fe musulmana y a intentar convertirnos, como para excusarse de su relación con nosotros y con frecuencia de estar a gusto con nosotros. Por el contrario, sintámonos libres, con la libertad de los hijos de Dios, de entablar amistad y tener un trato fraterno con los musulmanes sin culpabilizarnos por no intentar anunciarles explícitamente la Buena Noticia de Cristo resucitado. Sin duda Él hará su camino en los corazones, en el de ellos y en el nuestro, a través de una relación desinteresada. Ninguna relación fraterna o de amistad se da sin valorar al otro en todo su ser, empezando por su opción de fe.

  Sabemos muy bien lo difícil que nos resulta escuchar discursos auto-referenciales con el Corán y los “hadiths” como argumentos irrefutables de autoridad, que bloquean todo debate. De mis clases sobre Santo Tomás de Aquino, recuerdo cómo huía de todo esfuerzo por querer concordar los enfoques teológicos y filosóficos: no es porque una afirmación venga de Dios que es verdad, sino que es porque es cierta, que viene de Dios. Esta inversión, con personas de otra religión, evita recurrir al argumento de autoridad, pero da la libertad de entrar en relaciones y debates con ellas sin la barrera inmediata de la diferencia religiosa.

Esto es lo que hace el Papa Francisco con mucha frecuencia especialmente en las encíclicas Laudato Sí o Fratelli tutti. Al limitar el número de referencias al corpus dogmático y bíblico, revela su profundo significado y su riqueza a un mayor número de personas cristianas o no.

Así, sintámonos libres al confesar esta fe que nos hace vivir, y si es necesario también con palabras, a condición de ser conscientes y respetuosos con lo que no conocemos de la fe del otro, condición sine qua non para entrar en una verdadera relación de fraternidad. Después, el Espíritu sopla donde quiere…

(19) Bernard Janicot, “Vivir en la casa del otro”, Kartala 2010

3.4 Una Iglesia de cristianos y no cristianos

¡Lejos de mí querer hacer cristianos a mis amigos musulmanes, en contra de su voluntad! Pero también sabemos que no podemos vivir y dar nuestro testimonio sin nuestros colaboradores musulmanes argelinos. Son las personas que comparten con nosotros la responsabilidad de la animación de nuestros Centros, nuestras actividades e incluso nuestra vida eclesial. Son todos los formadores y formadoras, las mujeres que participan en las actividades de los talleres de artesanía y manualidades, los estudiantes que vienen a nuestras bibliotecas, los padres de los niños que se nos confían, los responsables de las asociaciones con las que trabajamos. Sin su confianza, no podemos vivir nuestro ideal de una Iglesia involucrada en el mundo. También son nuestros amigos, simplemente, o aquellos que toman la iniciativa de participar en nuestra oración en una ocasión particular, o en las celebraciones de Navidad, Pascua o Pentecostés. Unos y otros, de diferentes maneras, son conscientes de que hacen algo que los compromete. Quizás deben soportar miradas de desaprobación por parte de la gente que los ve, cuando entran por las puertas de nuestros centros, cuando nos confían a sus hijos para que hagan diversas actividades. Para ello, necesitan tener una buena dosis de confianza.

Si conociéramos el alcance de nuestro testimonio que engendra esa confianza que nos tienen ¿cuál es el perímetro de nuestra Iglesia? No se puede medir en términos territoriales sino de relación. Así como el Papa Francisco dice que la fraternidad es la nueva frontera de la humanidad, también podemos pensar que la fraternidad es la frontera de la Iglesia. Así que no tengamos miedo de tender la mano incansablemente, sabemos por experiencia que siempre hay quien la necesita. También a nosotros nos tienden la mano constantemente, y lo necesitamos. Entre las más simbólicas para mí es la invitación de los miembros de la Hermandad Sufí Alawiyya para que celebráramos juntos, sin confusión, la nochebuena y el nacimiento del Profeta, la noche del 24 de diciembre de 2015 en la Catedral de Orán.

Musulmanes y cristianos al servicio de la misma esperanza es una fuerte experiencia espiritual que se nos regala aquí a diario, y es importante que nunca se trivialice, sino que nos maravillemos ante esto constantemente. En cada uno de estos encuentros por más simples que sean se vive algo de la reunión del Papa Francisco y el Gran Iman de al-Azhar y da vida a la esperanza común existente.

 La celebración de las beatificaciones y la reunión de Abu Dhabi dieron lugar en la diócesis, particularmente en Orán, Máscara, y Sidi Bel Abbès, a la creación de pequeños grupos interreligiosos que se reúnen y dialogan. Se ha hecho una recopilación de textos de Pierre Claverie especialmente apropiados para este tipo de encuentros. Nosotros, cristianos y musulmanes, debemos acoger y multiplicar estas iniciativas de encuentros y fraternidad por todos los medios.

En la diócesis, tenemos la oportunidad de ser testigos privilegiados de la hermosa aventura islámico-cristiana del Movimiento Focolare presente hace cuarenta años en Tlemcen. Cristianos y musulmanes, de diferentes estatus y edades, solteros consagrados o casados, viven una verdadera comunión al servicio del mismo carisma de unidad. A unos y a otros los transforma. Ahí tampoco, no hay confrontación teológica sino la primacía del respeto y el hecho de tomar en serio la fe del otro, y miran a la vez a un mundo que hay que construir, como a un solo Dios presente en lo más íntimo de la vida de cada uno.

Todos tenemos experiencia de la alegría que da el hacer el bien. Sabemos que cuando podemos hacerlo juntos, es aún mejor. Pero hacer el bien juntos, cristianos y musulmanes, nos lleva a otra dimensión. Jesús dice en el Evangelio que cuando dos o tres están reunidos en Su nombre, Él está en medio de ellos. Siento de manera especial esta presencia divina cuando estoy comprometido en un proyecto, en nombre de mi fe, junto con los musulmanes. No llamamos a esta presencia el mismo nombre, pero vivimos la misma experiencia espiritual de un Dios presente en medio de nosotros.. ¡Y… Dios mío! ¡Qué bueno es eso!

IV Fraternidad en Acción: el proyecto Construyendo Fraternidad.

La fraternidad es inconcebible sin la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas en humanidad. Ella impone una caridad (caritas) en acción. Es un rasgo característico de la historia de la Iglesia en general, y en Argelia en particular. La nacionalización de los sectores de salud y educación en los años 1975-76 ha fomentado hasta hoy la creatividad y el surgimiento de múltiples iniciativas. Esta diversidad es la gran riqueza de nuestra diócesis.

(Omitimos en la versión española la descripción de los diversos proyectos desarrollados y ejecutados).

  Conclusión

Al concluir esta carta, mido la oportunidad que tenemos de comprometer nuestras vidas en seguimiento de Cristo en este país. Con mis pobres palabras, se escucha la riqueza de cada uno de nuestras encuentros.

 La singularidad de nuestra vida eclesiástica en el mundo musulmán nos obliga a repensar constantemente el significado de nuestra presencia y esto es un gran estímulo para la reflexión teológica. Al ver al Papa Francisco embarcarse cada vez más en el camino de la fraternidad, me pareció que había en sus gestos llamando a construir fraternidad materia para ampliar y renovar el significado de nuestros encuentros21. Este es el objetivo de la presente Carta.

¿Qué hacemos cuando visitamos a una familia amable, visitamos a presos o enfermos, ayudamos a una persona en situación precaria, organizamos salidas y fiestas, animamos la vida de nuestras bibliotecas, nuestros talleres artesanos o nuestras parroquias? Con cada persona que conocemos, construimos fraternidad. La construcción de la fraternidad no es del orden de «hacer» sino de una fraternidad que se desvela que ya está ahí, esperando a ser revelada, nombrada. Y tan pronto como llega a la consciencia, la fraternidad llama a la fraternidad y se construye.

He optado por citar extensamente al Papa Francisco para que podamos releer juntos esta peregrinación de fraternidad a la que nos llama. Sería simplista verlo como un exceso de magisterio papal. Es cierto que para mí que lo que el Papa Francisco dice sobre la fraternidad es «palabra evangélica», no porque sea un Sumo Pontífice quien lo diga, sino porque encuentro en el compromiso del hombre y su audacia, el gusto, la libertad y el poder subversivo del Evangelio. Encuentro en ella el ideal por el que sentí la llamada a comprometer mi vida siguiendo a Cristo.

Por mi parte, no quiero vivir otra cosa que trabajar para construir esta fraternidad a la escala del proyecto de Dios para toda la humanidad. Es mi felicidad poder hacerlo aquí en comunión con personas de diferente religión, cultura y fe. Nuestra misión común es la base de la construcción de esta fraternidad infinitamente respetuosa del misterio del otro hasta el santuario inviolable de su fe, identificable o no con los dogmas de una religión. Todo lo demás se da por añadidura.

  «Que la Virgen María, nos apoye con su oración, para que la fraternidad, y la comunión que vivimos en estos días de Pascua, se convierta en nuestra forma de vida y sea el alma de nuestras relaciones». 22

21cf. documento CERNA 1979

22 Papa Francisco, Regina Coeli, 2 de abril de 2018

Traducido del francés por la hermana dominica María José Postigo y el hermano del Evangelio André Berger

Carlos de Foucauld. apóstol de la fraternidad universal

Tres tuaregs, enfundados en sus túnicas y turbantes, estrechan la mano al Papa en la basílica de San Pedro. Podría pensarse que se trata de un mero saludo de cortesía o una visita diplomática de las muchas delegaciones que llegan diariamente al Vaticano. Pero este encuentro es algo más. Estos hombres del desierto han viajado hasta Roma para compartir con la Iglesia la beatificación de Carlos de Foucauld, el hombre que desde la contemplación supo encontrar al Dios que se encarna en lo cotidiano, imitando al  Jesús que vivió y creció en el silencio de Nazaret. Ése fue Carlos de Foucauld, el hermano cristiano del islam, profeta sin pretenderlo del diálogo entre religiones del que Juan Pablo II y Benedicto XVI después han hecho un pilar de sus pontificados.

Con su estancia entre los bereberes, este hombre de frágil apariencia y baja estatura no quiso otra cosa más que compartir la vida con el otro, hacer de la amistad su bandera. No pretendió grandes conversiones ni luchó por imponer el cristianismo, sino más bien trató de evangelizar con la propia vida, aceptando al otro tal y como es y con lo que cree, como un hermano más. Como él mismo dijo, buscó “ver a Jesús en cada musulmán que se presente”, “no dejarle sin haberle hecho, con la bondad, las palabras, la beneficencia y el ejemplo, el bien espiritual que es capaz de recibir”.

Sin embargo, para llegar a ser ese “hermano universal”, que no echa raíces en tierra alguna, Carlos de Foucauld recorrió un largo camino por el mundo, en paralelo a un viaje interior. Todo movido por el Espíritu, por un fuego que poco a poco le fue quemando y que le llevó a no detenerse, a buscar y a dejarse encontrar por el Nazareno. 

 

Su vida

Estrasburgo le vería nacer el 15 de septiembre de 1858 en el seno de una familia noble católica. Con sólo seis años quedaría huérfano de padre y madre, y bajo la tutela de su abuelo, su hermana y él vivirían su infancia en Nancy. A los 14 años recibe la primera comunión, pero sólo dos años después pierde la fe. Comienza entonces para Carlos un deambular, sin rumbo aparente, marcado por los excesos y cierto desenfreno.

En 1876 ingresa en la escuela militar de Saint-Cyr. Al poco tiempo es enviado a África como subteniente. El Magreb se presenta para él como un enigma y en 1882 causa baja en el ejército para lanzarse a descubrir sus secretos. En once meses recorre casi 3.000 kilómetros por Marruecos; un esfuerzo que se verá recompensado con la medalla de oro de la Sociedad de Geografía. Carlos demuestra su valía como  geógrafo y explorador. Es también en este contacto con la fe musulmana cuando sus lecturas sobre la religión se acrecientan y su búsqueda de lo trascendente le impulsa a llevar una vida cada vez más ordenada a la conversión.

Así regresa a París, donde sus pasos se cruzan con los de un sacerdote, el padre Huvelin, que le invita a confesarse y comulgar después de doce años de indiferencia religiosa. Este reencuentro con sus raíces cristianas le hace descubrir que Dios no está sólo en el Sahara. Carlos opta definitivamente por Cristo. En diciembre de 1888 peregrina a Tierra Santa y, cautivado por Nazaret y la sencillez de aquel lugar, decide ingresar en la Trapa de Nuestra Señora de las Nieves en enero de 1890. Con el deseo de vivir en la pobreza más radical, pide ser enviado al priorato de Akbes en Siria, donde pasa seis años. Pero no está satisfecho, y haciéndoselo ver a sus superiores, éstos le envían a Roma para estudiar teología. A punto de hacer su profesión perpetua, el padre general de la Trapa aprueba su especial vocación de “vida oculta”, que no acababa de encajar totalmente en la congregación, y le dispensa de los votos. 

 

Continua búsqueda

Foucauld sigue buscando. Siente que sus pasos han de dirigirse de nuevo a Tierra Santa. Trabaja como criado de las clarisas de Nazaret, viviendo en la caseta del huerto, donde se dedica a la contemplación de Jesús Eucaristía. Su vocación fundadora comienza a materializarse en unos escritos en los que se recogen los esbozos de lo que luego serían los Hermanitos del Sagrado Corazón de Jesús. En 1900 se lanza a vivir como ermitaño en el monte de las Bienaventuranzas, pero tampoco sería éste su destino definitivo. En menos de un año vuelve a Francia para ordenarse sacerdote el 9 de julio de 1901.

Como presbítero siente deseos de regresar a Marruecos. Acabará, sin embargo, en Beni-Abbés, al sur de Argelia, cerca de la frontera. Allí celebra su primera misa el 30 de octubre de 1901 y comienza a materializarse por fin su vocación de vivir como en Nazaret: no en la oración de un monasterio, sino al servicio de los pobres y enfermos de cualquier raza y religión. En 1905 se establece en pleno corazón del Sahara, en Tamanrasset, llevado por el deseo de ponerse en contacto con las tribus tuareg. Aprende la lengua, se empapa de la cultura y vive con ellos como uno más, como un indígena entre los indígenas, abriendo así camino para la gran oleada de misioneros que llegaría en el siglo XX. “No se trata tampoco de una evangelización propiamente dicha –comentaba a menudo–; yo no soy digno ni capaz de ello, ni ha llegado la hora. Es el trabajo preparatorio a la evangelización, suscitar la confianza, la amistad”. Por fin sería éste el lugar donde el hermano Carlos encontraría al Amado: “A solas con el Esposo, en profundo silencio, en el Sahara, bajo este inmenso cielo, esta hora cara a cara es una dulzura suprema”.

Así vivirá y convivirá con el islam hasta que el 1 de diciembre de 1916, traicionado por uno de aquellos a los que él había ayudado, es apresado por una banda de senusitas, secta musulmana que se caracterizaba por su hostilidad a las influencias extrañas. Mientras se dedican al saqueo, un muchacho le vigila y, nervioso, le da muerte de un disparo en la cabeza. La arena del desierto que tanto le acompañó en todos sus viajes se convertía en la alfombra en la que descansaría su cuerpo sin vida. 

 

Frutos tras su muerte

Sin embargo, todos los proyectos que Dios había puesto en su corazón, lejos de quedarse ahí tendidos, comenzaban a iniciar el vuelo. Aunque el hermano Carlos sólo vio nacer la llamada “Unión de Laicos” –que a su muerte contaba con unas decenas de adscritos–, sus escritos, meditaciones, diarios y cartas se distribuían con cierta celeridad por toda Europa. En 1933 verán la luz las primeras fraternidades de los Hermanos de Jesús y de las Hermanitas del Sagrado Corazón.

Decir que Carlos de Foucauld inspiró las once congregaciones religiosas y asociaciones de vida espiritual que hoy forman esta familia repartida por los cinco continentes sería limitar su figura. El “hermano universal” supo abrir un camino de espiritualidad que la Iglesia respaldó el pasado 13 de noviembre de 2005 al reconocerle como beato. Así lo reafirmó Benedicto XVI al concluir la Eucaristía: “A través de su vida contemplativa y escondida de Nazaret encontró la verdad de la humanidad de Jesús, invitándonos a contemplar el misterio de la Encarnación. Descubrió que Jesús, venido para unirse a nosotros en nuestra humanidad, nos invita a la fraternidad universal”.

Carlos de Foucauld nos enseñó a trabajar por la fraternidad universal»

Foucauld
Foucauld

«Después de su “conversión” (no cambio de religión, sino retorno a su fe primera, la cristiana), Carlos no pudo volver a Marruecos, pero se instaló en el desierto, en Argelia, donde finalmente murió asesinado»

«San Carlos de Foucauld es una bendición para la Iglesia en general, pero para nuestras Iglesias del norte de Africa representa, además de bendición, un consuelo en las dificultades, un reforzamiento de nuestro estilo de vida de fe y un estímulo para seguir adelante confiadamente»

| Cardenal Cristóbal López Romero

La mañana del 27 de mayo me ha traído, de parte de Religión Digital, esta gran “buena nueva”: Carlos de Foucauld va a ser canonizado. En efecto, el Papa ha aprobado el milagro preceptivo para proclamarle santo y proponerlo a la veneración y a la imitación de la Iglesia universal.

Para la Iglesia de Marruecos esta noticia reviste una importancia particular, puesto que fue durante su visita a este país cuando Foucauld sintió que algo se le removía por dentro, en lo más profundo. Agnóstico y descreído, se dejó tocar por el ejemplo y la piedad de los musulmanes; viéndolos rezar comprendió que la vida que llevaba no era la que debía, y que Dios le estaba esperando en todos los recodos de los caminos que recorrió a lo largo y a lo ancho del país.

Charles de Foucauld
Charles de Foucauld

Después de su “conversión” (no cambio de religión, sino retorno a su fe primera, la cristiana), Carlos no pudo volver a Marruecos, pero se instaló en el desierto, en Argelia, donde finalmente murió asesinado.

Su experiencia espiritual, su carisma, su amor a la tierra y a la gente del norte de Africa ha marcado a fuego estas Iglesias, en las que sus seguidores espirituales (espontáneos o institucionales) han querido estar siempre presentes.

De Carlos de Foucauld hemos aprendido:

-a trabajar por la fraternidad universal (él se consideraba hermano universal);

-a valorar el testimonio personal del evangelio vivido en el amor por encima de cualquier actividad evangelizadora;

-a aceptar con alegría ser pequeños, pobres y sin más recursos que los necesarios para subsistir, compartidos con quienes se convive;

-a ser pocos, a vivir en minoría, a ser “menores”, en la línea espiritual franciscana;

-a encontrar a Cristo tanto en la adoración eucarística como en el encuentro fraterno;

-a amar el silencio y la escucha más que el ruido y el parloteo.

En vida, Carlos de Foucauld no pudo organizar ningún movimiento, asociación o grupo estable… Pero su sangre fue simiente que, impulsada por el viento del Espíritu, ha ido a germinar en diferentes lugares y de muy diversas maneras, al punto de haber dado origen a una familia y un movimiento espiritual en el que unas cuantas congregaciones religiosas, asociaciones y movimientos cristianos beben el agua cristalina del más puro Evangelio.

El Papa canonizará a Charles de Foucauld, el "padre del desierto"
El Papa canonizará a Charles de Foucauld, el «padre del desierto»

San Carlos de Foucauld es una bendición para la Iglesia en general, pero para nuestras Iglesias del norte de Africa representa, además de bendición, un consuelo en las dificultades, un reforzamiento de nuestro estilo de vida de fe y un estímulo para seguir adelante confiadamente.

¡Foucauld, hermano universal, ruega por nosotros!

+Cristóbal,  cardenal López Romero, sdb

Arzobispo de Rabat

Administrador Apostólico de Tánger

Charles de Foucauld, una extraña flor nacida en un desierto

© Anathea Utley

CELAM – 

Tenemos un sólo destino, ser hermanos

Las modernas teorías cuánticas afirman la íntima conexión existente entre las creaturas, su vida y el fluir del cosmos. Un hombre, Charles de Foucauld, tuvo esa intuición del Espíritu y transitó su vida en el desierto africano sembrando este ideal de que todos los hombres tenemos un solo destino: ser hermanos.

Este grito en el desierto -aparentemente infecundo- es hoy el germen de fraternidades que se extienden por todo el mundo y en particular por América Latina. Te invitamos a conocer esta historia de una flor nacida en el desierto.

¡Otro mundo está siendo posible!

Recién a fines del siglo XX la física cuántica pudo respaldar con experimentos científicos la creencia – hoy difundida – de que «sin observador no hay paisaje». Según estos científicos, la persona que supuestamente «observa» «lo que ocurre» (fuera de él) en realidad está eligiendo qué desea que ocurra.

El físico Gregg Braden, en su libro La matriz divina, asegura que las «creencias» (sentimientos humanos energizando las convicciones) inciden en el ADN y éste en las «quanta», pequeñísimas partículas que configuran todo el universo físico, produciendo un nuevo «pliegue» en el manto cuántico, es decir haciendo posible una de las innumerables opciones de «realidad» disponibles en la «sopa cuántica».

Sin proponérselo, las «familias de Foucauld» y las «fraternidades» surgidas de su espiritualidad, parecen un ejemplo ilustrativo y contundente de estas nuevas teorías.

Charles de Foucauld vivió amando a personas de otras convicciones religiosas, sin tratar de convencerlos de las propias. 
Cada día el verbo «fraternizar» se hizo carne: se volvió gestos, actitudes, acciones de fraternidad.

Charles de Foucauld «percibió» el universo humano como «fraternidad» y se percibió a sí mismo como miembro de ese universo, a pesar de que nadie lo acompañaba en esta mirada (ni concitó siquiera algún discípulo).

Sin embargo cien años después la espiritualidad de «Carlos» – como le llaman los hermanos de La Fraternidad Iesus Caritas – sigue floreciendo en todo el mundo conformando justamente «fraternidades».

Las «fraternidades» son encuentros entre personas que, sin enclaustrarse sino permaneciendo abiertos a quienes quieran participar y asimismo a personas necesitadas de asistencia o acompañamiento, deciden valorarse recíprocamente, respetarse, donarse unos a otros con sinceridad y sin especular con ningún tipo de recompensa; es decir, convirtiendo en una lógica de reciprocidades positivas aquellas actitudes que el fundador «quiso ver» y en las que decidió «creer» desde la supuesta soledad y la supuesta infecundidad de un amor perdido en un desierto.

El suyo fue un amor no «apostólico» aunque sí pastoral; un amor no «evangelizador» aunque sí profundamente evangélico; sin imponer desde un poder ni propagandear el Amor de Dios, pero «siendo» Ese Amor y ese «poder de Dios»: el único capaz de «preparar un camino en el desierto».

Para saber más: http://www.iesuscaritas.org
Artículo originalmente publicado por CELAM

Déjate inspirar por «Fratelli tutti» y Carlos de Foucauld para construir un mundo mejor (Una lectura musulmana)


La Conferencia de Obispos de la Región del Norte de África nos invita a afrontar los numerosos desafíos actuales, y en particular la pandemia, basándose en la encíclica «Fratelli tutti» y siguiendo los pasos de Charles de Foucauld.
Noticias del Vaticano, (02/11/2020)

La Conferencia Episcopal acoge con satisfacción la publicación de la encíclica del Papa Francisco «Fratelli tutti» sobre la fraternidad y la perspectiva de la próxima canonización de Carlos de Foucauld. En un mensaje, sus miembros dicen que quieren afrontar los retos actuales, y en particular la pandemia del coronavirus, a la luz de estos dos eventos eclesiales. Invitan a los fieles a «inventar un mundo mejor» y consideran que «la pandemia ha cambiado el trabajo, el estudio, los viajes, la salud, la familia, la comunidad y la vida de la Iglesia».

La angustia de los más débiles ha aumentado pero, señala la Conferencia Episcopal de la Región del Norte de África, esta pandemia también ha estimulado la creatividad en la vida de las iglesias, dando lugar a iniciativas de respeto mutuo y fomentando un mejor uso de las redes sociales. Los obispos instan, a la luz de la crisis, a reflexionar «sobre las disfunciones económicas, ecológicas y sociales», recordando, al mismo tiempo, la importancia de la oración.

Carlos de Foucauld, testigo del amor de Dios
Saludando la figura de Carlos de Foucauld, evocan una vida transformada tras las experiencias vividas en Palestina, Marruecos o Argelia. Muy atento a los demás, Carlos de Foucauld quiso toda su vida “gritar” su amor y devoción a Jesucristo, subrayan.

“Apasionado del Sahara y sus habitantes”, continúan los obispos del norte de África, quería ser considerado por ellos como un hermano, porque le parecía el testimonio más importante del amor de Dios. La Conferencia de Obispos de la Región del Norte de África nos invita así a redescubrir a Carlos de Foucauld en la perspectiva de su canonización, «para permitirnos ser transformados por Dios, para convertirnos».

Forjar lazos de hermandad
A continuación, La Conferencia Episcopal analiza la encíclica del Papa Francisco «Fratelli tutti», que hace referencia al documento sobre la Fraternidad Humana firmada en 2019 en Abu Dhabi con el Gran Imán de Al-Azhar. Recuerda que la encíclica no está dirigida solo a los cristianos, sino a todas las personas de buena voluntad.

Los obispos de la región destacan su experiencia de encuentro y diálogo con los musulmanes «que puede hacernos crecer en la fe y en la comprensión de las llamadas de Dios». «En el Magreb, vivimos a diario en esta Iglesia que no se puede pensar sin un vínculo de fraternidad y misión con el otro, el que no es cristiano», precisan.

Fratelli tutti, una lectura musulmana
En el norte de África, hay una experiencia de hermandad entre personas de diferentes religiones y esto también ocurre dentro de las familias, observan. La Conferencia Episcopal concluye su mensaje con una llamada a “renovar el compromiso de construir la fraternidad universal a través de la comunión, el esfuerzo ecuménico y el encuentro islámico-cristiano” para trabajar por la paz y por la salvaguardia de la “casa”. Común».

Charles de Foucauld, profeta de la fraternidad universal

Hoy  la tumba del Hermano se encuentra al pie de la Iglesia de San José en  el convento de los Padre Blancos en Bel-Bechir  cerca de El Golea, al centro de Argelia. 

Por María Teresa Rearte

El 1º de diciembre se cumplieron cien años de la muerte de Charles de Foucauld (1858-1916), el hermano Carlos de Jesús, cuyo testimonio en tiempos de indigencia espiritual, tanto como de intemperie en medio de la problemática y aún conflictiva relación con el Islam, adquiere particular relevancia y significación para los cristianos.

Profeta de la fraternidad universal, “Charles de Foucauld representa para la historia de la Iglesia un punto del que no se puede volver: su profecía cayó en el desierto del Sahara como el evangélico grano de trigo, el 1º de diciembre de 1916”, dice el Hno. Michael David Semeraro, monje benedictino y maestro de espiritualidad. Quien también explica que el martirio del Hno. Carlos de Jesús muestra la “disponibilidad de dar la vida hasta el fondo”. Es un hecho que no se puede interpretar en “clave político-cultural”, ni ser usado para ningún tipo de campaña. Sino que “abrió nuevos senderos y nuevos caminos mucho antes de que el Concilio Vaticano II cobrara conciencia” (Cfr. Declaración conciliar “Nostra aetate”, Nº 3). El beato Charles de Foucauld vivió la total adhesión al evangelio, porque él se expuso unilateralmente, sin esperar gestos de reciprocidad, en su fraterna relación con los musulmanes.

Los estudiosos han visto que se perfilan en él referencias a Benito de Nursia, las que pudieron ser adquiridas en el tiempo en que vivió como trapista. Y atesoró los valores de la vida contemplativa de atención a Dios y servicio a los hermanos. De Francisco de Asís aprendió la constante vuelta al evangelio. Y a la vez, el aprecio por la condición de minoridad, que le permitió salir de sí e ir hacia el otro como hermano.

De familia de nobles que, a la muerte de sus padres cuando tenía seis años, fue recogido por su abuelo materno, cuya fortuna heredó y dilapidó en la vida mundana y licenciosa, el vizconde Charles de Foucauld descubrió, en su encuentro con el Islam, el aprecio por la interioridad y el llamado a la trascendencia, que lo ayudaron en su retorno a su fe bautismal. En la profundidad del desierto argelino, el hermano Carlos de Jesús leía el evangelio y adoraba la presencia de Cristo en la Eucaristía, no para contraponer su identidad a la de su entorno; sino para cultivar una fraternidad más abierta. Unido al pueblo tuareg, en vano esperaba la llegada de algunos discípulos. Se veía envejecer solo, como un árbol sin frutos. No obstante, una certidumbre se acrecentaba en su interior: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Así comprendió que para salvar con Jesús, como Él hay que pasar por el fracaso y aún la muerte. Lo cual evidencia el error de los triunfalismos de algunos cristianos. Y el sentido de la esperanza de otros, en medio de aparentes derrotas.

En Nazaret, el 6 de junio de 1897, había escrito: “Piensa que debes morir mártir, despojado de todo, echado por el suelo, desnudo, desfigurado, cubierto de sangre y de heridas, violenta y dolorosamente asesinado”. Al anochecer del 1º de diciembre de 1916, un grupo de tuaregs rebeldes llega a Tamanrasset. Todo se desarrolla rápidamente. La ermita es saqueada, el guardia que debe custodiarlo en un momento de pánico se descontrola, tira sobre el rehén y lo mata. En su Testamento, que data de 1911, se puede leer: “Deseo ser sepultado en el mismo lugar donde moriré. Allí descansaré hasta la resurrección”. Y hay un agregado, en 1913, que dice: “Sin adornos, en una tumba sencilla. Sin monumentos, con una cruz de madera”.

En 1929, el escritor René Bazin publicó la primera biografía de Carlos de Foucauld, que lo hizo conocer y empezaron a llegar los discípulos. El hermano Carlos de Jesús murió solo. No obstante, inspiradas en él nacieron las familias de sacerdotes, religiosas y religiosos, institutos seculares y laicos, que en la actualidad suman veinte, y tienen presencia en todo el mundo. De él, ha hecho notar el teólogo Pierangelo Sequeri, que “fue donado y destinado anticipadamente para este tiempo de la Iglesia”.

EL LITORAL, 14 de diciembre de 2016