
Fraternidad laica Carlos de Foucauld – Hoja informativa Noviembre 2021 nº 312

Lo que da unidad a la vida de Carlos de Foucauld

Michel Lafon
Entre las imágenes de Carlos de Foucauld que guardamos en la memoria destaca aquella en la que lo vemos de rodillas, pasando horas ante el Santísimo Sacramento. Ya que para él, la Eucaristía, es, en primer lugar, una presencia, la presencia del mismo Señor Jesús, una presencia tan verdadera, que la Iglesia emplea, a falta de algo mejor, la expresión «presencia real».
«Tu estás aquí, Señor Jesús, exclama, … Qué cerca estás Dios mío! mi Salvador! mi Jesús!, mi hermano, mi esposo, mi Bien Amado «. Y añade: «En la Santa Eucaristía, tu estás vivo, mi buen Amado Jesús, tan plenamente como estabas en la casa de la santa Familia de Nazareth… «
La última palabra de Jesús, en el Evangelio de Mateo, es:» «Estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo » (Mt 28, 20). Para el hermano Carlos, estas palabras se refieren, en primer lugar, a la Eucaristía, que es para él la prolongación del misterio de la Encarnación, la prolongación y la multiplicación de la presencia de Jesús en Nazareth.
AL FINAL DE SU VIDA, el hermano Carlos intenta crear una Asociación de fieles – laicos y sacerdotes – que comparta su ideal eucarístico y misionero. También redacta un Directorio de la Asociación, donde condensa su experiencia espiritual. Escribe: «Dios, para salvarnos, vino a nosotros, se mezcló con nosotros, vivió con nosotros en un contacto muy familiar y muy estrecho, desde la Anunciación a la Ascensión. Para la salvación de las almas sigue viniendo a nosotros, continúa mezclándose con nosotros, viviendo con nosotros en un contacto lo más estrecho posible, cada día y en cualquier momento en la santa Eucaristía. Así pues, para trabajar por la salvación de los almas debemos ir hacia ellas, mezclarnos con ellas, vivir con ellas en un contacto familiar y estrecho.»(Art. 28, 8º) Este texto es capital e ilumina toda la evolución del hermano Carlos, desde su conversión hasta su muerte, treinta años más tarde. Me guiará en mi meditación de esta noche.
EN EL MOMENTO DE SU CONVERSIÓN, el hermano Carlos, deslumbrado por su encuentro con el Señor, sólo piensa en una cosa: en vivir totalmente para El. «Tan pronto como creí que existía Dios, me di cuenta de que no podía hacer otra cosa que vivir para Él.» Y continua escribiendo: «Que nuestro corazón sea todo de Dios, todo en Dios, todo para Dios…» Y explica en una carta: ¿»Por qué quería yo entrar en la vida religiosa? Para hacer compañía a Nuestro Señor, en la medida de lo posible, en sus penas.» Y se encuentra en sus escritos: imitar a Nuestro Señor, hacerle compañía, consolarlo.
SIN EMBARGO, POCO A POCO, EN NAZARETH, descubre que Jesús es Salvador, que salva el mundo. ¿Qué es lo que esto quiere decir? Que Dios nos ama tanto que se encarnó entre nosotros para hacernos compartir su propia vida. Como nos lo repiten los Padres de la Iglesia desde los primeros siglos: «Dios se hizo hombre para que el hombre se llegue a ser Dios.» Y entonces el hermano Carlos dice: si yo quiero imitar a Jesús, debo ser salvador como Él, debo ser salvador con Él, hasta el punto que «el nombre de salvador resume sus vidas (de los hermanitos) como expresa la suya«, escribe Carlos sobre los futuros hermanitos. La conciencia de ser salvador conlleva importante cambio en su vida : se aleja de Nazareth y le hace pensar en la posibilidad de hacerse sacerdote. En el momento de su conversión no contempló el sacerdocio por temor a que el estatus del sacerdote en la sociedad le impidiera tomar el último lugar que tanto deseaba para imitar a Jesús. Ahora cree que el acto de ofrecer el Santo Sacrificio de la misa es lo mejor que puede hacerse en la tierra, para la salvación del mundo: «El sacerdote continua la obra de Nuestro Señor y nunca lo imita tan perfectamente como cuando ofrece el Santo Sacrificio.» Dice poco antes de ser ordenado sacerdote.
¿QUÉ VA A HACER EL NUEVO SACERDOTE? Como lo hemos leído en el texto del Directorio, para ser salvador con Jesús, es necesario ir «hacia las almas» y en particular hacia las más abandonadas, «vivir con ellas» y llevarles esta Presencia eucarística donde el mismo Jesús viene a vivir con ellas para salvarlas. «Vivir con» caracteriza tanto la Encarnación y la Eucaristía como la misión de los cristianos en un mundo no creyente.
Escuchamos al hermano Carlos en el momento de su ordenación:
¿»No es mejor ir en primer lugar a Tierra Santa?» No. Una sola alma tiene más valor que la Tierra Santa entera y que todas las criaturas sin razón reunidas. Es necesario ir no donde la tierra es más santa, sino allí donde las almas están más necesitadas… “Es lo que le decide a dejar Nazareth definitivamente y dirigirse al Sahara, donde se establece en Beni Abbes, cerca de la frontera marroquí. Va al desierto, no para responder «a la llamada del silencio», o para ser ermitaño en la inmensidad de la arena, va al desierto para convertirse, con Jesús, salvador de las «ovejas más olvidadas«, va para «llevar el banquete eucarístico a los pobres».
DE TODO ESTO QUE EL HERMANO CARLOS ACABA DE DECIR, destaco una palabra que tiene su importancia, es el verbo ir. En el texto del Directorio, esta acción de dirigirse hacia un sitio aparece tres veces: es para ir hacia los humanos, es por encontrarse con ellos, que Dios se hizo hombre, es para seguir yendo a ellos, que el Señor se hace presente en la Eucaristía. El Evangelio ilustra este planteamiento divino de la manera más conmovedora. Acordémonos de la oveja perdida: vemos al Buen Pastor, no solamente ir hacia ella, a su búsqueda, sino incluso correr: «Si pierde a una oveja, deja las otras 99 en el desierto para correr detrás de la que se ha perdido, hasta que la haya encontrado.» Y, cuando la ha encontrado, se la pone sobre sus hombros muy contento «(Luc 15,4-5). Y en la parábola del hijo pródigo, vemos también al padre correr hacia el hijo perdido: «Cuando estaba aún lejos, su padre lo percibió y se llenó de compasión, corrió a lanzarse a su cuello y lo cubrió con besos. «(Luc 15, 20) Es el padre que corre.» ¿No es inaudito, no es una locura? Pero nuestro Dios es así en su amor inconmensurable, en su amor infinito para con nosotros. En consecuencia, ir hacia otros, ir hacia «las ovejas perdidas«, ir hacia los más distantes caracteriza todo planteamiento misionero.
Acabamos de ver el hilo conductor de la vida del hermano Carlos, aquello que da sentido y unidad a todas sus acciones, que reflejan las de Dios en la Encarnación. Esto es lo que nosotros debemos hacer por nuestra parte.
SI HABLO DE «MISIONERO», es para simplificar. Pero me guardo mucho de utilizar esta palabra, ya que evoca para los no cristianos, una empresa organizada con el fin de convertirlos.
Después del hermano Carlos y del Concilio, la misión de la Iglesia se ha situado bajo el signo del respeto de los que no comparten nuestra fe. Lo que no disminuye de ningún modo el impulso que nos lleva a dar testimonio de Jesucristo, con toda nuestra vida y a través de la gratuidad de la amistad, ofrecida a todos sin planteamientos tácticos. El hermano Carlos exige de sus discípulos que sean «evangelios vivos«. «Las personas alejadas de Jesús, nos dice, al ver mi vida deben, sin libros y sin palabras, al conocer el Evangelio… Al verme deben ver quien es Jesús «.
Haciendo eco a su maestro espiritual, la hermanita Magdeleine, fundadora de las Hermanitas de Jesús, escribe: «No seré feliz hasta que haya encontrado sobre la superficie de la tierra, la tribu más incomprendida, la más despreciada, el hombre más pobre, para decirle: «El Señor Jesús es tu hermano y se ha fijado en ti … y vengo a ti para que aceptes ser mi hermano y mi amigo».
MUCHO ANTES DE IR AL SAHARA – aún está en la Trapa– el hermano Carlos sueña con fundar una congregación de Hermanitos y les fija este objetivo: «Llevar la vida de Nazareth, en países infieles, musulmanes u otros, por amor de Nuestro Señor, con la esperanza de dar nuestra sangre por su Nombre; y por amor a los hombres, con la esperanza de hacer del bien por nuestra presencia, por nuestro oración, y sobre todo por la presencia del Santo sacramento, a estos hermanos tan desafortunados. «Ya es un esbozo del texto que, esta noche, guía nuestra reflexión. Lo importante es estar presente: nuestra presencia entre los hombres, como la presencia del Santo sacramento. Más tarde, esta presencia se convierte en «vivir con los hermanos en un contacto familiar y estrecho”. Aparece la posibilidad del martirio: «con la esperanza de dar su sangre por su Nombre». Esta perspectiva es para el hermano Carlos la realización lógica de una vida que quiere ser prolongación de la Encarnación y la Eucaristía.
Al profundizar en la contemplación del misterio de la Encarnación, un impulso nuevo empuja al hermano Carlos a ir hacia los hombres más alejados del Señor, hacia los pobres, los excluidos. Deja Beni Abbes y se establece en Tamanrasset – si el verbo establecerse es adecuado en el caso de hermano Carlos.
En 1903, tras dos años de estancia en Beni Abbes, se plantea la siguiente cuestión, en una carta al P. Huvelin: «No tenedría que ir hacia el Sur y fundar un sitio, que me permitiera ir cada año a pasar allí dos o tres, tres o cuatro meses?..» «En estas líneas habéis encontrado dos veces el verbo ir.
Más lejos, en la misma carta, precisa: «Viendo estas extensas regiones sin un sacerdote, veo que soy el único sacerdote que puedo ir y me siento llamado a ir allí». La connotación eucarística es sugerida por el empleo de la palabra sacerdote. El sacerdote va a llevar el Santo Sacramento allí donde nunca ha estado presente. Sus notas personales revelan perfectamente su estado de ánimo. Cuando está de viaje hacia el Sur, escribe contento: «He construido una capilla con ramas, rematada con una cruz de madera, una tienda colocada dentro, forma la techumbre sobre el altar…» El altar y el Santo sacramento están bajo la tienda. ¡Corazón consagrado de Jesús, gracias por este primer tabernáculo en los países tuareg! Corazón consagrado de Jesús irradia del fondo de este tabernáculo sobre el pueblo que os rodea sin conoceros».
En el Reglamento de los Hermanitos, se lee que al «llevar a las naciones infieles su altar y su tabernáculo, los Hermanitos santifican silenciosamente este pueblo, como Jesús en Nazareth santificó en silencio al mundo durante treinta años».
Tres años más tarde, único sacerdote, solo como cristiano en medio de los musulmanes del Hoggar. Y entonces, un caso de conciencia va a atormentar este enamorado de la Eucaristía. En esta época era imposible a un sacerdote celebrar la misa sin que haya al menos uno que lo sirva, representando al pueblo con quien y para quien se celebra. «La cuestión que os planteo, escribe al obispo del Sahara, es mejor residir en el Hoggar sin poder celebrar la santa misa, o celebrarla y no ir allí, a menudo me la he planteado». Efectivamente, a Beni Abbes, podía, cada día, celebrar la misa y adorar detenidamente el Santo sacramento. «Siendo el único sacerdote que puede ir al Hoggar, continua diciendo – mientras que otros pueden celebrar a menudo el muy Santo Sacrificio – creo que es mejor ir, a pesar de todo, al Hoggar, dejando al buen Dios el cuidado de darme el medio de celebrar, si Él quiere [… ] anteriormente fui llevado a ver , por una parte, lo Infinito, el Santo Sacrificio, y, por otra parte, lo finito, todo lo que no es él, y a sacrificar siempre todo por la celebración de la santa misa, pero este razonamiento debe fallar en algo puesto que, desde los apóstoles, los santos más grandes, en según qué circunstancias, renunciaron a la necesidad de celebrar para entregarse al ejercicio de la caridad espiritual» Esta dicotomía entre ir hacia los más pobres o celebrar la misa señala un cambio de dirección en la vida de hermano Carlos, y es ir hacia lo que va a triunfar. Estaría pensando en imitar la carrera del Buen Pastor, que «dejó a las 99 ovejas en el desierto». No las deja, él también en Beni Abbes, en las dunas del desierto, para ir muy lejos, a más de 30 días de camino, a la búsqueda de las ovejas perdidas.
El texto del Directorio, citado al principio de esta conferencia, ilustra de la mejor manera esta evolución de hermano Carlos, sin forzar demasiado sus características. Al principio, aparece el misterio de la Encarnación, el encuentro con Jesús al que es preciso acompañar y adorar.
A continuación, la Eucaristía, sacramento de salvación de la humanidad. Para imitar al Señor es necesario ser sacerdote, imitar lo más perfectamente posible al Señor celebrando la Eucaristía. Y finalmente, consecuencia lógica de la Encarnación, se presenta la entrega a los otros, en este caso, musulmanes. Este compromiso último es llevado al extremo, en lo que acabamos de ver, el signo del ayuno de la Eucaristía para la preferencia por «vivir con» los más alejados.
Terminemos contemplando nuevo al misterio eucarístico. Cuando, sacerdotes y fieles, celebramos el sacrificio de la misa, ¿qué ocurre? Hacemos presente, bajo las señales del pan y el vino, el don que Jesús Cristo hace de sí mismo; se da, se sacrifica. «Nos lo has dado todo, escribe hermano Carlos, todo lo que eres, en la Santa Eucaristía, tu sangre en la Pasión, tu Madre, a lo alto de la cruz, tu vida… Nos lo has dado todo…. Tu obra de amor está terminada, has amado a los hombres hasta el final, hasta el final de lo posible, en la Encarnación y la Santa Eucaristía, hasta el final de tu vida, hasta la última gota de tu sangre «. Esto es mi cuerpo entregado por vosotros, esto es mi sangre derramada por vosotros y por todos los hombres». En la consagración, contemporáneos de este momento extraordinario donde Dios se hace uno nosotros, de este momento donde ofrece su vida por nosotros en su Pasión, de este momento donde El resucita glorioso. Cada uno de estos momentos es eterno. ¿Qué nos produce estar presente en estos acontecimientos y de tomar parte en ellos? ¿No estamos demasiado acostumbrados a ello cuando mientras que eso debería conmovernos?
El hermano Carlos está en Nazareth, quizá ante el Santo sacramento expuesto en la capilla de las Clarisas; escuchemos su meditación como si sorprendiéramos su conversación con el Señor: «Amemos a Dios puesto que El nos ha amado primero. La Pasión, el Calvario, es una suprema declaración de amor. No es para rescatarnos que has sufrido tanto, oh Jesús!…» El menor de tus actos tiene un precio infinito puesto que es el acto de un Dios y habría sido suficiente para rescatar mil mundos. Y nos conmueve a amarte libremente [… ] porque amar es el medio más fuerte de hacerse amar [… ] Puesto que nos hizo así su declaración de amor, imitémosle haciéndola la nuestra.»
A cada uno de nosotros se nos formula la pregunta siguiente: ¿cómo voy a responder a la declaración de amor del Señor? ¡«Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre, nos dice el hermano Carlos, cuánto esta gracia infinita de la santa Eucaristía nos tiene que hacer amar un Dios tan bueno, un Dios tan cerca de nosotros, un Dios tan con nosotros, tan en nosotros, esta belleza y esta perfección suprema que se nos da! »
Da su vida por mí, está locamente enamorado de mí, podríamos decir. ¿Cuál es mi respuesta? La respuesta que da el hermano Carlos – lo hemos oído en un texto citado antes -, es el martirio, es dar su vida por amor para el Señor en respuesta al don de su vida por nosotros. Efectivamente, si murió asesinado en la puerta de su fortín, el 1 de diciembre de 1916, es porque, a pesar de los peligros, quiso compartir con sus amigos Tuaregs toda su vida. Rechazó la demanda del capitán que le pide que se refugie en lugar seguro, el fuerte militar de Motylinski, «se opuso siempre, declara el capitán, de forma obstinada.» Ama a la pobre gente en medio de los que vivía desde hace diez años y no quería abandonarlos en medio del peligro”. El oficial francés utiliza el verbo amar para calificar el comportamiento de hermano Carlos. Ama así a la pobre gente con la que vive, siendo coherente con el vivir con, hasta a la donación total.
Algo totalmente asombroso, CARLOS DE FOUCAULD HABÍA PRESENTIDO ESTA MUERTE y los interrogantes que provocaría, como podemos leer en sus escritos de dieciocho años antes: «Cualquiera que sea el motivo por el cual se nos mata, si recibimos la muerte injusta y cruel como una don bendito de tu mano, [… ] si te lo ofrecemos como un sacrificio ofrecido muy de buena voluntad, si no resistimos [… ] y si no es un martirio en el sentido estricto de la palabra y a los ojos de los hombres, lo será a tus ojos, Señor, y será una imagen muy perfecta de tu muerte».
¿Y nosotros, los cristianos normales (si lo puedo decir), cuál será nuestra respuesta a la declaración de amor del Señor? ¿Cómo damos en la vida diaria, respuesta a su donación inaudita?
Será como Jesús en la cruz, el abandono total de nosotros mismos entre las manos del Padre, será decir y repetir desde el fondo del corazón, será vivir cada día, con una infinita confianza, la oración de abandono que los discípulos de hermano Carlos intentan hacer suya: «Padre mío, me abandono a ti…»
Correo de la Fraternidad secular Charles de Foucauld n.129, diciembre 2006
Dorothy Day, la Fraternidad secular y Carlos de Foucauld


El movimiento obrero católicoMovimiento de trabajadores católicos
retirada
Por Dorothy Day
The Catholic Worker , agosto de 1959, 2, 7, 8.
Resumen: Relata la vida y vocación de Charles de Foucauld quien inspiró la fundación de los Hermanitos y Hermanitas de Jesús. Se siente especialmente atraída por su convivencia con los pobres en la pobreza y su devoción al trabajo manual. (DDLW # 755).
Aunque hemos tenido retiros en la Granja Peter Maurin, es difícil para los encargados realizarlos. Así que este año, Beth Rogers, Charles Butterworth y yo partimos el viernes 26 de junio para hacer un retiro de octavo día impartido por el Padre Brennan, quien enseña Escritura en el Seminario de San Bernardo, Rochester, Nueva York y el P. Jaques Leclerc, capellán del Hospital Maisoneuve de Montreal. El retiro se llevó a cabo en el Seminario St. Jean Marie Vianney en Ville des Prairies, al norte de Montreal, en un edificio en forma de E en forma de barraca ubicado casi a orillas del río al final de la isla larga en St. Lawrence, que es Montreal.
Hacía un calor abrasador y continuó así durante algunos días después de nuestra llegada, pero luego el aire se refrescó y terminamos la semana agradablemente. Qué maravillosa manera de pasar unas vacaciones.
Aproximadamente 28 asistieron a los primeros cuatro días del retiro, desde la noche del viernes hasta la noche del martes, y luego hasta el sábado la fraternidad Jesús Caritas lo continuó.
El retiro fue patrocinado por la Fraternidad Secular de Carlos de Jeus (Charles de Foucauld) y hubo muchos participantes de los Estados Unidos, una mujer que vino desde Portland, Oregon, y una pareja de Chicago, diez de la ciudad de Nueva York. , cuatro de Boston, uno de Maine, uno de Filadelfia. Ottawa y Montreal representaron el resto.
El día comenzó con el Ángelus, Prime y meditación, lectura en el desayuno, una conferencia matutina y la Santa Misa, seguida del almuerzo, la adoración, el rosario, la conferencia y la cena. Hubo dos horas de discusión en tres grupos por la noche, y después de completar, la cama. El silencio que se mantuvo fue absoluto, excepto por la cantidad limitada de conversaciones durante la discusión, que se mantuvo en temas como la oración, la adoración, la pobreza, el trabajo manual, etc., aplicados a nuestras propias vidas en el mundo.
Fue el retiro más largo que hice. Los retiros que tuvimos en Pittsburgh y en Maryfarm comenzaron el domingo por la noche y continuaron hasta el viernes por la noche y fueron realmente intensos.
Hubo muchos puntos de similitud en los dos retiros, uno de ellos la adoración nocturna del jueves por la noche, y el énfasis en el silencio y la obra del Espíritu Santo en el retiro. Había la misma enseñanza sobre la oración que el P. Louis Farina siempre nos dio esa hora en el desierto que cada uno de nosotros debería pasar cada día, adorando al Padre en espíritu y en verdad, sin tiempo para leer, rezar el rosario, hacer las estaciones, etc. Es una hora en presencia de Jesús en la Eucaristía, adorando con fe desnuda. Algunos días hubo dos horas de adoración, además de los otros ejercicios.
P. El arrendador de Saint Suplice había volado desde París para dar un retiro en el seminario, y abrió nuestro retiro con una larga conferencia, comenzando a las nueve de la noche y hasta casi las once. Habló de la presencia viva de Jesús en la Eucaristía y en el Evangelio, de la disciplina del silencio, exterior e interior, y de la presencia de Jesús en nuestros semejantes y en los pobres. Nuestro amor por Jesús debe mostrarse exteriormente, debemos hacer que la caridad sea claramente visible, expresada en todo lo que decimos o hacemos.
P. Brennan continuó al día siguiente para hablar de la imitación de Jesús en su vida oculta en Nazaret, en el desierto y en el ministerio público. Todo se puede encontrar en la vida oculta en Nazaret, dijo. Hace uno o dos años, cuando Bob Lax de Jubilee habló en la reunión del viernes por la noche de The Catholic Worker , habló de los Hermanitos de Jesús de Charles de Foucauld, y de cómo toda su vida se basa en esa vida oculta de Nazaret en la pobreza. trabajo duro y convivencia con los pobres, sin obras exteriores, como instituciones, pero en silencio y amistad.
No hay espacio aquí para dar el retiro, pero esperamos que haya reuniones mensuales en el otoño en Brooklyn para aquellos interesados en la Fraternidad laica del Hermano Carlos de Jesús, que puede estar compuesta por casados y solteros, hombres y mujeres. algún día en que sea conveniente que todos, incluido un sacerdote, estén presentes.
Charles de Foucauld
Escuché por primera vez de Charles de Foucauld por medio de Peter Maurin a principios de los años treinta, cuando comenzaba la obra de The Catholic Worker . La biografía de Rene Bazin apareció en 1920 y Peter la había leído y hablaba a menudo de hombres y mujeres que viven en el mundo una vida consagrada de trabajo manual, pobreza y adoración. En realidad, estaba hablando de institutos seculares, aunque no se los conocía como tales en ese momento. Él mismo pasaba una hora al día en adoración, y ya he contado en mi libro The Long Loneliness , cómo cuando lo conocí por primera vez y me propuso The Catholic Worker.movimiento, fui a encontrarme con él en una iglesia parroquial y lo encontré absorto ante la Sagrada Eucaristía, tan absorto que yo también me senté en la iglesia esperándolo durante casi una hora. Estoy seguro de que lo que fascinó a Peter fue el énfasis en el trabajo, la pobreza y los pobres. Charles de Foucauld, señaló Peter, era un conde, uno de la antigua nobleza francesa, y nunca había practicado su fe, había crecido en hábitos de disipación tan fuertes que su familia tuvo que nombrar un tutor para su dinero para que No podía gastar sin la autorización de sus fideicomisarios. Había sido militar y, al igual que Kropotkin, también noble, también militar, se había embarcado en una exploración geográfica que le influyó profundamente. Hermano Charles, como llegó a ser conocido,
La conversión fue tan completa que a partir de entonces nada le pareció demasiado difícil. Ingresó en el Monasterio Trapense de Notre Dame de Neiges, en el propio país de Peter Maurin, Languedoe, con el entendimiento de que sería trasladado a La Trappe en Akbes, Siria, donde la pobreza era más extrema. “La casa está compuesta por una veintena de religiosos y una quincena de huérfanos de seis a doce años, sin hablar de aves de paso”, escribió el hermano Charles.
“Una noche”, escribió el padre Voillaume en la introducción a su propio libro de conferencias espirituales Seeds of the Desert, “fue enviado por su padre abad a sentarse con una persona que acababa de morir en la familia de un trabajador árabe que vivía en el pueblo vecino. Este contacto con el mundo de los más pobres fue para él una experiencia profundamente conmovedora ”. Aunque vivía en la más pobre de las casas trapenses, el hermano Charles escribió: “Oh, la diferencia entre esos edificios nuestros y la casa del trabajador pobre. Todavía no estoy satisfecho. Anhelo Nazaret ”.
Su vocación fue reconocida como extraordinaria por sus superiores, y finalmente se le permitió ir a Nazaret literalmente, a vivir en una pequeña choza construida contra la pared de un convento franciscano. Llevaba siete años con los trapenses, ahora vivía como sirviente y manitas de las hermanas durante dos años. Desde entonces soñó con la formación de las llamadas Fraternidades de Hermanitos. Debían “imitar a Jesús de Nazaret en la pobreza, el trabajo diario y el estatus social de los pobres entre la humanidad. . . el segundo factor si su ideal era una amistad íntima y familiar con nuestro Señor, expresándose más especialmente en el culto de sus palabras en el Evangelio y de su presencia en el Santísimo Sacramento. . . y quiso llevar el Evangelio a la gente, y muy particularmente a los más pobres y desamparados ”.
Por supuesto, se sintió atraído de regreso a Marruecos, pero al no poder entrar, se instaló primero en Beni Abbes en Argelia, cerca de la frontera. Aquí vivía en una choza de barro, recibía a todos los que llegaban, atendía a los soldados de un puesto militar cercano, así como a los musulmanes del desierto, e incluso rescataba comprándolos y liberándolos. Más tarde se trasladó aún más al sur, a la región tuareg, a mil millas de Argel en Tamanrasset, donde los nómadas deambulan a lo largo y ancho de las montañas circundantes con sus tiendas de piel y camellos y rebaños de cabras. . . “Dudo que sea posible darse cuenta de cuán completamente el Padre de Foucauld se entregó a esta gente, dejándose literalmente devorar por ellos. . . Practicó la hospitalidad, prestando servicio y cuidando a los enfermos, buscando penetrar los secretos de su idioma, escribir una gramática y un diccionario en tamashek, recopilar proverbios y poemas tribales, estudiar sus tradiciones y costumbres. Su vocación fue la de “estar presente entre las personas, con una presencia querida y destinada a testimonio del amor de Cristo. . . predicar en silencio, practicando las virtudes evangélicas «. Amar con él significaba» su vida diaria, toda su forma de vivir, hasta su propia morada, ayudarían a convertirlo en uno de ellos «.
El hermano Charles nunca logró mirar a sus hermanitos. La misma palabra “pequeño” debía ser siempre un recordatorio del deseo por el sufrimiento, el desprecio incluso, la falta de reconocimiento que padecen los pobres. Este último mes uno de nuestros lectores me escribió para reprocharme la expresión “el pequeño judío” que dijo haber leído en el artículo de Jim Milord. Para él, sensible a las afrentas que ha tenido que sufrir la gente de la raza del Señor, el «pequeño judío» llevaba consigo la implicación del desprecio, el desprecio.
El hermano Charles no logró ganar vocaciones, y en 1916 fue asesinado a tiros por uno de los tuareg a quienes tanto amaba. No fue hasta 1932 que el P. René Voillaume, con algunos otros sacerdotes recién ordenados en París, se comprometió a fundar fraternidades de hermanitos como el que deseaba el hermano Carlos de Jesús, una congregación religiosa reconocida por la Iglesia desde 1936. Ahora es Prior General de la congregación, superior eclesiástico de bajo su dirección general están las Hermanitas de Jesús fundadas en 1939, y más recientemente de los dos institutos seculares y una asociación laica que ha surgido alrededor de las dos congregaciones.
Una de las razones por las que me siento tan fuertemente atraído por el espíritu de esta “familia” es, por supuesto, su énfasis en la pobreza como medio, la pobreza como expresión de amor, la pobreza porque Jesús la vivió. Y también el énfasis en el trabajo manual humilde es para todos. En uno de mis libros, On Pilgrimage , publicado hace 12 años, cité a Charles de Foucauld, “El trabajo manual se pone necesariamente en segundo lugar, para dar cabida a los estudios en la actualidad porque tú y yo estamos en la infancia; Todavía no tenemos la edad suficiente para trabajar con San José, todavía estamos con Jesús el niño en las rodillas de la Virgen, aprendiendo a leer. Pero más tarde, el trabajo manual humilde, vil, despreciado volverá a ocupar su gran lugar, y luego la Sagrada Comunión, la vida de los santos, el trabajo humilde de nuestras manos, la humillación y el sufrimiento ”.
Cito esto nuevamente para mostrar que este no es un entusiasmo nuevo, este aprecio por el hermano Carlos de Jesús y la gran obra que inspiró. Desde que citó estas líneas en 1948, el P. Voillaume ha hablado en el Catholic Worker, hemos leído sus conferencias, hemos tenido muchas reuniones con otras personas que compartieron nuestro entusiasmo y que tuvieron una experiencia de vida de primera mano con las Hermanitas y los Hermanos Pequeños. Carol Jackson, una de las fundadoras de Integrity, que lamentablemente ya no se publica, conocía íntimamente a las Little Sisters en Francia, ya Bob Lax the Little Brothers. Nina Polcyn de la biblioteca de St. Benet en Chicago, me presentó a las Little Sisters en Boston y recibió su hospitalidad; Hice una hora de adoración ante el altar en la diminuta capilla de las Hermanitas en Montreal, donde tienen su casa encima de Patricia House en Murray Street, sin duda un barrio pobre de lo más miserable. Traje a la Sra. Nicholas Longworth para visitarlos en Washington, DC, donde tienen una casita cerca de la Universidad Católica y donde se ganan la vida limpiando edificios de oficinas en la Universidad. Otros de nuestro grupo también han tenido contacto con ellos, y sentimos que este es uno de esos movimientos de la Iglesia, inspirados por el Espíritu Santo, para inspirarnos y animarnos a todos, especialmente a todos los pequeños de todo el país, que sufren de un sentimiento de frustración y futilidad, rodeado de niños y familias, que sufren de pobreza, desempleo, injusticia. Si alguna vez las toman estas ideas básicas, estas verdades básicas, Tendrán la energía, la luz y la alegría de trabajar por la paz y la justicia, como lo hace Ammón, por ejemplo, en las calles, en los piquetes y en las cárceles: una voz fuerte que clama en el desierto. Pasó sus siete años en el desierto, en el desierto, en la pobreza y el trabajo manual y trabajó solo en las calles de esas ciudades occidentales.
Hasta dónde nos llevará la vocación, es siempre un misterio, y adónde nos llevará la vocación. Pero creo que siempre es verdad que los cimientos siempre están en la pobreza, el trabajo manual y el aparente fracaso. Es el modelo de la Cruz, y en la Cruz hay alegría de espíritu.
LOS HERMANITOS QUE CARLOS DE FOUCAULD NO CONOCIO

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LOS HERMANITOS QUE CARLOS DE FOUCAULD NO CONOCIO
| ¿Y después?Asesinado Carlos de Foucauld y muertos Bou Aicha y Boudjema ben Brahim, los dos meharistas del servicio de correos, los senusi pasaron la mayor parte de la trágica noche del primero de diciembre de 1916 banqueteando con la carne del camello de Bou Aicha. Después se retiraron a dormir en el fortín.Pero con las primeras luces del alba del 2 de diciembre, el centinela que habían apostado en los muros descubrió a lo lejos una sombra que avanzaba balanceándose entre los peñascales desolados de Tamanrasset. ¡Un hombre a camello! Dio la alarma y los senusi se colocaron detrás de las troneras del fortín y, fuera del fortín, en la fosa que rodeaba los muros. Cuando la sombra estuvo a tiro, sonó una voz: «¡Fuego!». El meharista rodó entre las rocas.Era Kouider bam Lakhal, el correo de Fort Motilinsky, que llegaba con la correspondencia para el padre Foucauld.El sol del Sahara iluminaba la meseta de Tamanrasset cuando los senusi abandonaron el campo y, sobre sus camellos, cargados de razzia, ganaron las gargantas de los montes de Hoggar, dirigiéndose hacia Tripolitania. |
Poco después, Paul Embarek, que había conseguido escapar aquella noche, afortunadamente, del exterminio, y algunos heratinos de la aldea de Tamanrasset, llegaron ante el fortín. Fue un espectáculo terrible el que se ofreció a sus ojos.
Llorando, recogieron el cuerpo de Carlos de Foucauld y, tal como estaba, rodeado de ligaduras, la espalda doblada hacia atrás, las rodillas plegadas, las muñecas atadas a los tobillos, lo colocaron en el fondo del foso, bajo los muros del fortín. A su lado pusieron los cuerpos de los tres meharistas, Bou Aicha, Boudjema bam Brahim y Kouider bem Lakhal, y los sepultaron bajo un montón de piedras.
Después Paul Embarek, acompañado de un haratino, corrió a Fort Motilinsky, cincuenta kilómetros de desierto, y llegó antes de la noche. Informó de la tragedia al capitán de la Roche.
La corneta tocó «a formar» y, al frente de un grupo de sus hombres, el capitán se lanzó en persecución de la banda de senusi. Durante dos meses batió toda retama, todo hueco de aquel laberinto de gargantas sombrías que hienden los montes de Hoggar. Al fin, el 17 de diciembre, los alcanzó. Entonces gritó la orden que, desde hacia quince días, le quemaba en la garganta:
«¡Fuego a discreción!» Varios senusi cayeron; pero el grueso del grupo consiguió rehuir el combate y escapar.
| El 21 de diciembre, el capitán de la Roche regresaba a Tamanrasset. Mandó poner firmes a sus hombres ante el foso y luego dijo: «¡Presenten armas!» Colocó una cruz entre las piedras que cubrían las cuatro víctimas. Seguidamente entró en el fortín.Le pareció devastado por un tornado: el crucifijo de madera pisoteado en la arena del patio, libros desgarrados, manuscritos rotos, sucios y dispersos por doquier, las tablas del viacrucis, que el padre de Foucauld en persona había pintado a pluma, arrojadas entre los escombros y tabiques rotos, jirones de telas, y puertas arrancadas de sus quicios…Salió afuera, con los ojos fijos en el suelo y un nudo que le destrozaba la garganta. En un montón de arena, entre las piedras, grises, vio brillar una cosa, semejante a un espejillo. Se inclinó para recogerla: era el pequeño viril de Carlos de Foucauld y todavía contenía la hostia consagrada. |
Las manos del capitán de la Roche temblaron. Limpió el viril de la arena que tenía pegada, lo envolvió en un pañuelo de lino, lo puso en un bolsillo de su chaqueta, sobre el pecho, y lo llevó consigo a Fort Motilinsky.Pero en Fort Motilinsky comenzaron las preocupaciones para el capitán de la Roche. Recordaba una conversación que había tenido con Carlos de Foucauld. Este le había dicho: «Si me sucediera algo, os ruego que llevéis el viril con el Santísimo a Ghardaia y lo entreguéis a los Padres Blancos». Pero la situación cada vez era más amenazadora en el Hoggar, a causa de las infiltraciones senusis, y el capitán no podía dejar el territorio que le había sido confiado para subir tan al norte. Tampoco quería confiar la hostia consagrada a las manos de nadie.
¿Qué hacer entonces? ¿Darse de comulgar a sí mismo? Alguna vez había oído hablar de una solución de esta clase. Pero él no se decidía a hacerlo.
Por fin se acordó del suboficial, un excelente muchacho, el más bravo de los suboficiales a su órdenes. Salieron del fuerte, en la majestad del desierto, bajo la bóveda brillante del cielo, de cara al Altísimo. El capitán de la Roche se puso los guantes blancos, saco de su bolsillo el viril, quitó el pañuelo de lino y lo abrió. De rodillas delante de él, el suboficial sacó la Hostia y comulgó.
Cuando, algunos días más tarde, la noticia de los asesinos de Tamanrasset -viajando con las caravanas de tuareg por los desiertos de piedra del Hoggar- llegó a la tienda del aménokal Moussa, éste estalló en un llanto desesperado y salvaje. Después, se acurrucó sobre una estera y escribió a Maria de Blic una carta en la que, entre los propósitos más crudos de venganza despiadada -los cuales el amigo muerto le hubiera reprochado con dulzura-, expresó, en nombre de todo su pueblo, el verdadero y profundo significado del sacrificio de Carlos de Foucauld.
«¡Alabado sea el Dios único! -escribió-. A la señoría de nuestra amiga María, hermana de Carlos, nuestro marabuto, a quien los traidores y desalmados, las gentes de Ajjer, han asesinado… Desde el momento en que he tenido noticia de la muerte de nuestro amigo, vuestro hermano Carlos, mis ojos se han cerrado, todo es oscuridad para mí. He derramado muchas lágrimas y estoy en un gran dolor. Su muerte me ha destrozado. Me encuentro lejos del lugar donde los traidores y desalmados lo han matado, pues ellos le han matado en el territorio de los Ahaggar y yo estoy ahora en el Adrar; pero plazca a Dios que podamos alcanzar y castigar a quienes han matado al marabuto, hasta hacer que nuestra venganza esté completa. Saludad en mi nombre a vuestras hijas, a vuestro esposo y a todos vuestros amigos, y decidles: Carlos, el marabuto, no ha muerto sólo por vosotros, ha muerto por todos nosotros. Que Dios le dé su misericordia y que nosotros podamos encontrarla en el Paraíso».
«El ha muerto por todos nosotros». El Hoggar pregonaba, con esta afirmación de su aménokal, el valor sublime del martirio de Carlos de Foucauld.
¿Y después?
Pasaron otros diez años.
En 1927 se abría el proceso informativo para la beatificación de Carlos de Foucauld y su cadáver era trasladado a una tumba en el Golea. Pero hasta aquel momento ninguna huella en el Sahara testimoniaba que alguien hubiera pasado por allí para recoger el tesoro del ideal de Nazaret…
¿Y más adelante?
Pasaron otros seis años. Y finalmente, en 1933, René Voillaume daba vida al primer grupo de Hermanitos de Jesús, reconociendo como fundador y padre a Carlos de Foucauld, de quien se declaraba sucesor.
En 1939 nacían también las Hermanitas de Jesús. Ya en 1933 había surgido una congregación femenina de Hermanitas del Sagrado Corazón; pero ésta, aunque haciendo suyo el ideal de Carlos de Foucauld, daba mayor importancia en su regla a la contemplación.
De la sangre vertida sobre el suelo de Tamanrasset, convertida en semilla, habían nacido en el transcurso de poco más de veinte años, tres plantitas. Aquí vamos a hablar de las dos que se han desarrollado con mayor fidelidad al ideal de Nazaret, tal como Carlos lo concebía, lo describió en varios proyectos de regla, y, sobre todo, los vivió.
Al principio eran muy pocos. Pero hoy sus Fraternidades están esparcidas por los cinco continentes. Los Hermanitos de Jesús son más de cuatrocientos, las Hermanitas de Jesús superan las ochocientas. Y sus noviciados no conocen crisis de vocaciones.
Viven en grupos de tres, cuatro, cinco, en sus pequeñas Fraternidades, proletarios entre los proletarios de las grandes metrópolis, nómadas entre los nómadas de los grandes desiertos, en las mismas casas, en las mismas tiendas, haciendo los mismos trabajos manuales.
«Me cayeron en las manos, hace algún tiempo -se lee de un reportaje publicado en el Ruhr-Bild-, dos fotografías, que a primera vista me parecieron completamente contradictorias. En la primera se veía el pequeño eremitorio de piedra, construido por Carlos de Foucauld en 1910, en el más absoluto aislamiento del mundo, sobre la cima desnuda del Asekrem, entre los picos torvos del Hoggar, en el profundo sur del Sahara. En la otra, veía el alojamiento de la Fraternidad de Roubaix, situado en un miserable callejón sin salida, al cual se llega a través del patio interior de un conglomerado de viviendas, habitadas por mineros y sus familiares. Las bicicletas de tres Hermanitos, negras por el carbón, están apoyadas en la pared. Dentro, evidentemente, apenas hay espacio para moverse… ¿Contradicción? De ninguna manera. Trabajando en los pozos de las minas de Roubaix y viviendo, después de la jornada, en aquel hormiguero humano, los Hermanitos de Jesús permanecen -en los años sesenta- completamente fieles a la vida que llevó el hermano Carlos durante los dos primeros decenios del siglo en el desierto del Sahara. Ellos dan el mismo testimonio».
Nada, absolutamente nada poseen los Hermanitos, ni siquiera sus pobrísimos alojamientos, que son todos alquilados y que pueden ser, según el lugar del mundo donde se encuentren, una barraca cualquiera en cualquier bidonvile, o una cabaña de bambú, una cueva, un carromato de gitanos, una tienda de nómadas o un par de habitaciones en cualquier barrio popular, en la periferia de cualquier ciudad. Y tanto barraca, como choza, carromato, cueva, tienda o apartamento, todo alojamiento de una Fraternidad muestra, a quien entre, una pobreza igual: una mesa, algunos bancos, un par de sillas, unos libros, camas sencillísimas… Siempre se nota la misma paz, el mismo orden de vida. En todas ellas se advierte también, inmediatamente, casi en el aire que se respira, que aquella pobreza es amada por sí misma, como prenda y señal de desapego espiritual del mundo.
«El trabajo manual… -escribió Carlos de Foucauld cuando era todavía el hermano María Alberico, en la Trapa de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de Siria- este trabajo más pesado de cuanto nos imaginamos… ¡te da tal compasión por los pobres, tal caridad hacia los obreros, tal amor por los trabajadores! Se sabe el valor de un pedazo de pan cuando se experimenta cuánta fatiga cuesta producirlo. ¡Se aprende a tener tanta piedad por quien trabaja cuando se comparten las mismas fatigas!…».
Los Hermanitos de Jesús se ganan el pan, día a día, literalmente con el sudor de su frente. Sólo durante el período de noviciado, y en el transcurso de los estudios posteriores, aceptan, obligados por la fuerza de las cosas, alguna subvención, alguna ayuda. Pero una vez terminados los estudios y pronunciados los votos perpetuos, pertenecen por entero a la clase obrera, con todo lo que esto entraña.
Hacen los mismos turnos de trabajo que los demás trabajadores, de día o de noche, reciben los mismos escasos salarios, toman parte en las huelgas justas, corren el peligro de accidentes en los puestos difíciles, contraen las mismas enfermedades laborales, porque, a todo esto, han dicho sí desde el principio.
Algunas fábricas, al saber que son religiosos -y ellos no hacen nada por ocultarlo-, quieren concederles privilegios, hacerles gozar de algunas ventajas. Pero los Hermanitos rehúsan todo privilegio, rechazan todas las ventajas que podrían alejarlos un sólo ápice de su ideal, que es el mismo de Carlos de Foucauld: el último puesto. Han prometido buscar siempre el último puesto, y lo buscan tanto en los lugares donde trabajan como al elegir la casa donde vivir, porque ya en la primera regla, redactada por Carlos en 1896, se establece que vivan «allí donde están los más pobres», «se consagren, sobre todo, a aquellos que son los más desheredados y los más abandonados».
Los Hermanitos se consagran a los más desheredados y a los más desamparados de un modo completamente particular. Fiel al espíritu de Carlos de Foucauld y al ideal de vivir la vida de Jesús en el ocultamiento de los primeros treinta años, una nota del prior René Voillaume confirmaba en 1938 la prohibición absoluta de cualquier acción de apostolado: ellos no pueden aceptar ningún servicio para la parroquia, en ningún caso su capilla se puede convertir en iglesia parroquial; tampoco, durante las horas que están libres de trabajo, y se retiran a la clausura de sus Fraternidades, no deben bajo ningún concepto dedicarse a obras que tengan como objeto la conversión o la educación religiosa, ni al cuidado de huérfanos, enseñanza en las escuelas o cualquier otra actividad que esté en contraposición con su vida oculta de silencio y de plegaria.
Lo mismo con la gente que vive junto a la Fraternidad, como con los compañeros en las fábricas donde trabajan, los Hermanitos tienen las relaciones normales de vecindad y amistad, sin jamás intentar de ninguna manera, ni con ningún medio, obtener conversiones o bautismos.
El Hermanito debe ser simplemente «todo para todos» -escribo «simplemente», pero el adverbio en este caso da vértigos- y, por ello, la puerta de su Fraternidad está siempre abierta para cualquiera que llegue, a cualquier hora del día y de la noche, como estuvo siempre abierta a todos la «Kahoua del Sagrado Corazón» en Beni Abbés, el eremitorio de Tamanrasset y la cabaña de piedra sobre la cima del Asekrem.
En toda fraternidad, tanto en Bélgica como en el Líbano, tanto en España como en el Congo, los Hermanitos de todas las razas y de todas las nacionalidades dan testimonio del carácter supranacional del amor cristiano acogiendo a cualquiera que llame a su puerta, sea para pedir consejo, pan o un poco de amistad. Esta voluntad de identificarse en todo y por todo con los más pobres es la que les hace hablar el lenguaje de la gente que les rodea, alimentarse con la comida propia del lugar, celebrar la misa, aquellos de los Hermanitos que son sacerdotes, según el rito usado en el país, vestir el traje corriente de trabajo excepto durante el servicio divino, para el cual llevan una sencillísima túnica gris. En tierra musulmana, por ejemplo, hablan el árabe, celebran según el rito melquita y usan bournous. Y así en ningún lugar de la tierra se comportan como extranjeros y, actualmente, no son misioneros, ni sacerdotes obreros. Son religiosos vestidos de laicos, que viven la pobreza de la era moderna, como los monjes de la antigüedad vivieron la pobreza de su época.
Lo que principalmente hay de nuevo en los Hermanitos de Jesús, y nunca experimentado por la Iglesia hasta ahora como método de evangelización, es «ese carácter de total desinterés» -como escribe Robert Barrat- que tiene su presencia entre los pobres. Ellos quieren ser simplemente siervos inútiles, instrumentos en las manos de Dios. Si el Señor lo quiere, algún alma será tocada por su testimonio de vida evangélica. Alguien acudirá a ellos y, antes de pedir consejo, pan o amistad, les hará preguntas sobre los motivos de su fe y de su esperanza. Los Hermanitos responderán y será lo que Dios quiera. Pero sin provocar jamás estos encuentros, sin suscitar jamás tales preguntas, sin ejercer jamás ninguna presión en las respuestas, porque los Hermanitos quieren ser nada más que testigos mudos, frecuentemente incomprendidos, del amor de Dios entre los hombres.
Los resultados son paradójicos. Cuanto más quieren permanecer ocultos los Hermanitos, más acude la gente a sus Fraternidades. En las fábricas, donde trabajan, los sencillos obreros comentan: «Por fin hay frailes que viven como nosotros y como Cristo debió vivir».
Pero no siempre y en todas partes sucede lo mismo. A veces, sobre todo en las grandes ciudades, siempre que cierta prensa sensacionalista no haga a costa de ellos un reportaje, y entonces es peor, su mudo testimonio pasa inadvertido, parece desvanecerse en el vacío religioso que los rodea.
Entonces, hasta en el mismo sitio donde viven, se sabe poco o nada de los Hermanitos, nadie se fija en ellos, y en los lugares en que trabajan, todo lo más, surge un diálogo de esta clase: «Qué es eso? ¿Una insignia?, y el obrero indica el pequeño corazón rojo con la cruz encima, que el Hermanito lleva en el revés de la chaqueta.
-«Sí, es la insignia de una orden católica…».
-«No está mal. ¿La has pintado tú?».
Nada más. El resto es una indiferencia absoluta. Ninguna hostilidad, nada de ironías burlonas. Un respeto distancialmente, en suma.
Por la tarde, cansados por el trabajo, los Hermanitos regresan a las Fraternidades, que son sus células vitales. Principalmente porque en toda Fraternidad hay una pequeña estancia dedicada a capilla donde, cada mañana o cada tarde, celebran la misa, todos los días, también cuando la fatiga los atormenta y se arrodillan delante del Santísimo para las horas de oración cotidianas que la regla prescribe.
No es en modo alguno fácil mantener una vida de oración en las duras condiciones impuestas por el trabajo manual y en el ingrato ambiente del miserable alojamiento, colocado siempre en los lugares donde habitan los más pobres. Es una ascética tremenda que, día tras día, comienza con las primeras luces del amanecer, cuando hay que levantarse para decir la misa con tiempo suficiente para luego estar puntuales en el puesto de trabajo; que continúa durante toda la jornada, pues cada Hermanito se ha de entregar con la caridad más pura y disponible a los compañeros de trabajo, a los vecinos de su alojamiento y a los huéspedes que pueden llegar de cualquier parte. Al mismo tiempo, desde el alba hasta la noche, y así a lo largo de toda la vida, deben mantener el alma preparada para la oración.
Es natural que una vida semejante, llevada según el espíritu de Carlos de Foucauld, requiera una larga y profunda formación, sobre todo para hacer a los novicios capaces de identificarse con cualquier aspecto de la pobreza en el mundo.
Las vocaciones son abundantes: labradores, obreros, algunos sacerdotes, pero la mayoría son intelectuales; lo cual tiene su aspecto positivo pero también su parte negativa: «porque tenemos que aprender a trabajar», me decía un Hermanito. Y no resultando ni simple ni fácil aprender a trabajar con los brazos para quien jamás lo haya hecho, les parece perder un tiempo precioso en aquel aprendizaje, al compararse con los trabajadores ya acostumbrados.
De todas formas, sean de la clase que sean -labradores, obreros o intelectuales- todos realizan los mismos estudios y el hecho de que alguno llegue a ser sacerdote y otros no, es algo absolutamente personal dentro del cuadro de la vocación común de trabajar todos por igual. «Un Hermanito -dicen las Constituciones- puede o no tener una vocación sacerdotal y en ambos casos el realizará el ideal mismo de Hermanito de Jesús».
Después de dos años de prueba, que se deben pasar en una Fraternidad de trabajo, para conocer en seguida y por un tiempo prolongado de qué pan y de qué sudor estará formada la vida a que se aspira, se va al noviciado, en Francia, en España, en América Latina o en Italia, en Espello, un pueblo agrícola junto a Asís, de gente pobre, donde los Hermanitos han arrendado un viejo convento franciscano, abandonado hacia muchísimos años, al lado del cementerio. Aquí han abierto la mayor Fraternidad de Italia, una Fraternidad campesina, en aquel ambiente de pequeños campesinos, que sirve como lugar de referencia para cuantos quieren conocer la espiritualidad de Carlos de Foucauld.
Concluido el noviciado y pronunciados los primeros votos temporales, que serán repetidos varias veces durante años sucesivos, antes de llegar a los votos perpetuos, el novicio es enviado de nuevo a una Fraternidad para una segunda prueba. Si la supera, puede comenzar los estudios, que duran de tres a seis años y se cursan en St. Maximin, cerca de Tolosa. Allí recibe una amplia formación teológica, filosófica y cultural, aprende mística hindú, teología musulmana, ideología marxista y la doctrina de los hermanos separados grecoortodoxos. Estas que hemos citado no son sino algunas de las numerosas materias de estudio. Terminados dichos cursos, el joven pasa un período, más bien largo, en el desierto, para concentrarse mejor en el pensamiento de la inmensidad de Dios y la pequeñez de sí mismo. Después de este último detalle de su formación, es enviado a cualquier parte del mundo, para dar comienzo a su silencioso operar por medio únicamente de su presencia, de su vida de trabajo y oración.
Cada año nacen Fraternidades de hermanitos en diferentes países de la tierra. Son mineros en Bélgica, marineros en Bretaña, obreros en los astilleros de Hamburgo, pastores nómadas en el desierto, presos voluntarios en algunas cárceles. En Italia, los Hermanitos de Jesús trabajan en las minas Sardas de Bindua, en el Iglesiente, además de estar presentes en Roma con una Fraternidad que podríamos llamar Casa Central. Aquí en Bindua, entre otros, se ha verificado un hecho interesante, que es signo de una nueva situación madurada en 1965.
Los Hermanitos, sudando entre los mineros de aquella zona alejada de la Iglesia, tanto en el sentido material, por la cantidad de kilómetros, como en el sentido espiritual, por la descristianización, han construido una estrecha amistad con sus compañeros de fatigas, quienes, a su vez, se han interesado cada vez más por sus vidas y han manifestado siempre el deseo creciente de oírles hablar de Dios.
¿Cómo negárselo?
Una cosa es vivir el «ocultamiento» en cualquier ambiente del Islam -por poner un ejemplo-, donde el Hermanito trabaja y ora en el espíritu de su vocación específica y, aunque lo quisiera, no podría hacer nada, o casi nada, más que dar su testimonio para convertir a alguien al Evangelio; y otra, muy distinta, es vivir entre cristianos abandonados a sí mismos, o incluso descristianizados, los cuales, convencidos por el buen ejemplo, solicitan al menos una palabra de salvación espiritual y la imploran en nombre de aquella relación de amistad que se ha creado. De esta forma, en Bmdua, precisamente por amistad, los Hermanitos no han podido negar aquella ayuda espiritual a sus compañeros de trabajo, y han aceptado empezar un cierto apostolado, pero no organizado, en absoluto, ni estructurado…
Hoy en Bindua, enseñan el catecismo, administran los Sacramentos y rigen un orfanato que acoge a sesenta niños.
Esto es lo que ha sucedido en el Iglesiente. Y ha sucedido porque, si los Hermanitos hubieran eludido aquellas peticiones y no hubieran seguido adelante, aceptando el encargo del ministerio sacerdotal, nadie habría podido sustituirles.
Por lo demás, esto está previsto, como excepción, en las mismas Constituciones de la Congregación, allí donde dicen que la imitación de la vida (de trabajo, de oración y de «ocultamiento») de Jesús de Nazaret, «que es para los Hermanitos la mejor manera de realizar la perfección de la caridad apostólica, que les podrá conducir a anunciar el Evangelio con la palabra y, si son sacerdotes, a administrar los Sacramentos, tanto por la obligación de testimoniar su propia fe, como porque algunos de entre los que vivan comiencen a abrirse al Evangelio y a la vida cristiana y no puedan, de hecho, recibir esta gracia si no es a través de la Fraternidad».
En cambio en Éfeso, por contar otro ejemplo, la cosa es distinta.
Allí había una Fraternidad, junto a las ruinas de la Casa de la Virgen, que eran lugares de peregrinación, y los peregrinos encontraban cómo refugiarse en aquella Fraternidad. Pero la Fraternidad de los Hermanitos se desviaba del fin para el que había nacido, que era el mismo fin (de trabajo, oración y testimonio) de todas las demás Fraternidades, que no es el de hospedar, guiar o asistir a los peregrinos, a lo cual se podían dedicar otras personas. Y de hecho, los Hermanitos se fueron de Éfeso, cediendo aquel lugar a los monfortianos. De esta forma se han tenido que ir de otros lugares en los cuales, habiendo creado ya en torno a la Fraternidad un germen de comunidad cristiana, han podido indicar al obispo que allí podría establecerse una parroquia.
Volviendo al episodio, entre otros, de Bindua, en Cerdeña, donde los Hermanitos, para no destruir la relación de amistad ganada entre aquellos mineros, han tenido que aceptar el encargo de aquella comunidad cristiana revitalizada, sin dejar de trabajar ni de rezar según la regla; este resulta ser un hecho revelador de aquel otro más general que se ha manifestado diferenciado en 1965, como ya hemos indicado, en las tareas de la familia de los Hermanitos.
Quede bien claro que esta familia permanece unida, y ellos quieren que así sea; compuesta por los mismos hijos unidos, guiada por los mismos superiores, que son, mientras se alcance la madurez, los intérpretes, tanto de una como de otra «alma», de Carlos de Foucauld: bien la de Carlos de Foucauld «monje y eremita» del primer episodio, bien la de Carlos de Foucauld «también misionero» del segundo periodo.
Se trata, de hecho, de una diferenciación de tarea, que deriva de una disponibilidad de los Hermanitos, diversa en el servicio; disponibilidad que -más allá de haberse manifestado en el examen de las necesidades impuestas por las diversas situaciones locales en el terreno concreto de los hechos- se desprende también, al menos a mí me lo parece, de una diferencia de formación y de temperamento.
Quiero significar que esta duplicidad de tareas -indicada también en la doble denominación de «Hermanitos de Jesús» (mantenida por aquellos que persiguen exclusivamente el testimonio silencioso de oración y trabajo en los lugares más pobres y abandonados, donde otros no acuden) y la de «Hermanitos del Evangelio» (adoptada por aquellos que desarrollan también una acción de apostolado en las comunidades cristianas suscitadas por ellos y donde otros no podían sustituirles)- tiene también que ver, según mi parecer, con el aumento de las vocaciones, que ha llevado a la Congregación a ser, por encima de «francesa», verdaderamente internacional, y en particular a la afluencia de nuevos Hermanitos italianos y de América Latina, cuyo carácter, como es sabido, es más extrovertidos que el de los demás, y conduce a la comunicación.
En un último análisis, sin embargo, me parece que el nacimiento de los Hermanitos del Evangelio junto a los Hermanitos de Jesús, en la misma familia originada por la espiritualidad del padre de Foucauld, indica que todos los Hermanitos están obligados por la Providencia a recoger frutos allí donde el deber les ha forzado a sembrar.
El mensaje de Carlos de Foucauld, así como todos los mensajes de los grandes santos que han interpretado y caracterizado una época -podemos pensar, por ejemplo, en el de Francisco de Asís- es un mensaje universal, que realiza una llamada, de modo particular y extraordinariamente potente, a los hombres y mujeres de hoy, con independencia de que estén consagrados o no.
Por todo esto, en la estela de Carlos de Foucauld -además de en la de los Hermanitos, de los cuales he dicho que pueden ser religiosos sacerdotes y religiosos laicos, sin que esta distinción comporte una doble categoría en el ser religioso, o en la estela de las Hermanitas del Sagrado Corazón, que como ya he apuntado, viven en África una vida de contemplación- han surgido otras agrupaciones espirituales, independientemente de estas tres Congregaciones principales, con votos, promesas, reglas y superiores distintos, lo cual no quiere decir que no estén invadidos de un gran deseo de unidad con los Hermanitos y las Hermanitas.
Quiero referirme, entre otros, sobre todo a aquellos institutos seculares de sacerdotes, de chicos y chicas, se denominan respectivamente Unión Sacerdotal Jesús Charitas (que cuenta con 800 sacerdotes diocesanos, y algunos obispos y cardenales) y a los Institutos Jesús Charitas masculino y femenino, cuyos miembros, consagrados, viven en el mundo según el ideal contemplativo del espíritu de Nazaret, sin ninguna finalidad particular de acción externa.
Y me referiré también a la Fraternidad secular de Carlos de Foucauld, aquella gran asociación abierta tanto a sacerdotes como a laicos, tanto a casados como a solteros -en el deseo común de ayudarse fraternalmente para mejor amar a Dios, adorarlo en la Eucaristía y para mejor amar a los hombres sin excepción alguna- que se remonta a la primera fundación que el padre de Foucauld, como recordareis, realizó en Francia.
Hay entre los bosques de eucaliptos en «le Tre fontane», en Roma, algunas barracas de madera y mampostería. Aquí las Hermanitas tienen uno de sus noviciados internacionales.
-«¿Cuántas sois en todo el mundo?».
-«Cerca de 950, con exactitud 768 profesas y 150 entre novicias y postulantes» me responde una Hermanita de Jesús y me explica que provienen de 50 nacionalidades distintas y que están distribuidas en cerca de 200 Fraternidades esparcidas por todos los continentes.
-«¿Todos, todos…?»
-«Sí. En África estamos en Argelia, en Egipto, en el Hoggar, en Libia, en Marruecos, en Nigeria, en Sabara, en Camerún, en el Congo, en Etiopía, en Kenia, en Mozambique, en Ruanda, en la República de Sudáfrica, en Somalia y en Uganda. En América tenemos Fraternidades desde Alaska hasta el Perú, en Canadá, Estados Unidos, la Martinica, Méjico, Argentina, Brasil, Chile y Colombia. En Asia estamos en Afganistán, en Bután, en Jordania, en India, en Irak, en Irán, en Israel, en Líbano, en Pakistán, en Siria, en Turquía, en China, en Corea, en Japón y en Vietnam. En Oceanía trabajamos en Australia y en el Territorio de Papua; y en Europa estamos presentes, además de en Italia y por supuesto en Francia, en Austria, Bélgica, Dinamarca, Alemania, Gran Bretaña, Holanda, Suiza, Portugal, España, Finlandia, Noruega y en Grecia».
Le pido que me diga algo, aunque sabía todo lo que le costaba, de la finalidad de las Fraternidades de las Hermanitas de Jesús.
-«¿La finalidad? Consiste esencialmente en la imitación de Jesús, niño en Belén y obrero en Nazaret. Por tanto, tratamos de llevar una vida contemplativa en el mundo, sin actividades de apostolado organizado, compartiendo con los trabajadores no solamente la pobreza obrera, sino también su propia condición social. Por lo cual, preferentemente, establecemos nuestras Fraternidades en los ambientes obreros más míseros, para ser allí una presencia de oración y de amistad. Y elegimos los países más abandonados y más retrasados, las poblaciones descristianizadas o que todavía esperan el anuncio del Evangelio, el bajo proletariado de las ciudades y de los campos, las minorías ignoradas, despreciadas y oprimidas, los nómadas y los gitanos».
-«¿Y tienen bastante con vivir en amistad profunda con estos últimos, “los preferidos de Jesús”?».
-«No, no nos contentamos con esto: nos esforzamos por acercarlos a quienes los ignoran, los desprecian y los oprimen, para que se realice entre todos los hombres la unidad del Amor de Jesús a través del amor fraterno y universal, en reciproco respeto, por encima de toda división de clase, de nación y de raza».
Trato de saber si también entre las Hermanitas de Jesús se ha manifestado alguna diferencia de tareas, aún perteneciendo a la única familia.
La respuesta fue ésta: «las Fraternidades pueden asumir formas diversas de modo que puedan realizar en particular un aspecto de la vocación de las Hermanitas, sin que por ello se excluyan los demás. Y por esto existen Fraternidades de adoración, consagradas en particular a la oración; Fraternidades obreras y rurales, que desarrollan el trabajo manual en las fábricas y en el campo; Fraternidades de ayuda, especialmente en las zonas subdesarrolladas, con una misión caritativa más específica, y Fraternidades artesanas, con trabajos manuales textiles, cerámicas etc…, dentro de la Fraternidad misma. Otras Fraternidades, además de las necesarias para la formación de las Hermanitas, están integradas en ambientes aún más específicos: los enfermos, los presos…»
-«Y los gitanos -añado yo-… Como vimos con ocasión de la peregrinación de gitanos a Roma para el encuentro con el Papa Pablo VI. Verdaderamente me conmovió aquel grupo de Hermanitas que comparten con los gitanos su misma vida ambulante y los mismos carromatos.
-«Aquí, en Tre Fontane, además del noviciado internacional tiene su sede, si no me equivoco, también la Fraternidad General; ¿es cierto?».
-«Exacto. Y en Roma, además de esta Fraternidad General compuesta por Hermanitas cuyo número es variable, existe también una Fraternidad obrera.
-«¿Este de Roma es el único noviciado internacional?».
-«¡Oh, no! Además de éste, en Italia, está el de Jerusalén en Jordania, el de El Abiodh Sidi Cheikh en el Sahara, y el de Aix-en-Provence en Francia. Estos cuatro, diríamos, son los noviciados más específicamente internacionales; pero también los demás: el de Altatting en Alemania, Banneux en Bélgica, Rocas Novas en Brasil, Lourdes en Francia, Tokyo en Japón, Jerusalén en Jordania, Kiriko en Kenia, Washington en Estados Unidos y Dalat en Vietnam, también éstos, decíamos, aparte del hecho de que no siempre funcionan al mismo tiempo, son internacionales, aunque acogen una mayoría de novicias de las naciones en las cuales se encuentra el noviciado; y allí se habla la lengua del lugar. Este carácter de internacionalidad de nuestros noviciados les sirve para realizar también en sí mismos la manifestación del amor fraterno y universal».
Quien deja Roma por la vía Prenestina, allí donde los feos barrios-colmena desembocan en la extrema periferia, ve la prolongación de la gran arteria subir por una colina cubierta de matorrales sucios y casas miserables. Varias calles, de nombres grotescamente pomposos y con el asfalto deprimentemente roto, cruzan este barrio miserable que se llama Borgata Prenestina. Se pasa ante casas de un rojo sucio, descaradamente llamadas «casa populares». Son habitaciones levantadas al estilo de los «bloques» de los campos de concentración. Tienen sólo la planta baja y el tejado con una inclinación tan grande que, por lá parte de atrás, casi toca el suelo. Aquí y allí, una tienda de «pan y pasta», un establecimiento anticuado y, sobre una puerta carcomida, el letrero de oficina para el pago de alquileres. Más allá, las calles pierden las últimas costras de asfalto, olvidan todo trazado que obedezca a un plan establecido y no tienen ni siquiera nombre.
Aquello es un desastre completo. Casuchas, cada una con unos pocos metros cuadrados fangosos de patio, cerrado éste con red metálica de gallinero. Chabolas, casi todas construidas en el transcurso de una sola noche para que los funcionarios del Ayuntamiento no pudieran sorprenderlas sin techo y ordenar su demolición.
Callejas de tierra cretosa, corroídas por la lluvia, llenas de inmundicias, piedras y hierbas; tendederos con ropa puesta a secar al sol, que muestra sus agujeros y remiendos. Esqueletos de motocicletas, sin ruedas ni accesorios, abandonados en el fondo de hondonadas. Niños y gallinas a cada paso, perros vagabundos, mujeres de mirada angustiada, hombres de rostro cansado. En las paredes, pasquines del partido comunista italiano.
Por una de estas callejas, que se abre entre un montón de casuchas, no más ancha de dos metros y medio, se llega a una vivienda roja, también con sus pocos metros cuadrados de patio rodeado de tela metálica de gallinero, también con su colada secándose al sol, también con sus ventanas no más grandes que el ventanillo de una oficina postal, pegada a otra casucha igual, donde vive un obrero con su familia. Sobre el arquitrabe torcido de la puerta, de dos hojas, hay clavada una madera, en la que escrito a tinta se lee: Fraternidad de Jesús.
Aquí viven las Hermanitas, en Roma, caput mundi. Dos estancias pequeñas encaladas, los pocos muebles esenciales y de muy mala calidad; dos fotografías de Carlos de Foucauld; un mapa de los continentes colgado de la pared; un Niño Jesús de terracota sin pintar, para recordar que en todo momento se debe vivir la vida de Nazaret: «No olvides que eres pequeño».
Al otro lado de una puerta, la capilla. Es una pobre estancia como las anteriores, dos metros y medio por tres, o poco más. Pero se respira un aire de paraíso. En la pared, de cara a quien entra, un altar de madera cubierto con un sencillo lienzo blanco y sobre el altar el Santísimo expuesto en la más desnuda custodia que hemos visto jamás, colocada sobre un sagrario de cobre, de aquel buen cobre antiguo, familiar, de las ollas colgadas en las cocinas de nuestras abuelas… Unas luces alimentadas con aceite y dos velas encendidas. Más en alto, una cruz de madera, con la figura del crucificado diseñada en el inconfundible estilo de los bocetos de Carlos de Foucauld.
En las dos esquinas, a ambos lados del altar, sendas mesitas de madera. Sobre la de la izquierda, la sagrada Escritura en una edición barata; en aquella de la derecha, una Virgen con el Niño Jesús de terracota. Colgadas de las paredes, tantas tablitas cuantas son las estaciones del Viacrucis, y cada estación está señalada sólo con un número romano, escrito con tinta probablemente, y sobre todas ellas hay una pequeña cruz.
En el suelo, delante del altar, una pequeña estera de palma. Arrodilladas sobre ésta, dos hermanitas oran: cantan el Veni Creator, recitan el ángelus -afuera, el rojo del crepúsculo se apaga con las primeras sombras de la noche- y entonan el Tantum ergo… Después una puertecita de cobre se desliza ante la custodia: tiene grabado rústicamente un corazón con una cruz encima. Se apagan las dos velas. Las lucecitas quedan encendidas. Brillan como los ojos de las Hermanitas.
Las Hermanitas llevan un vestido de tela ordinaria, de un gris azulado, es una especie de intermedio entre el hábito de una monja y el delantal de una criada. En el pecho, una gran cruz marrón con un pequeño corazón rojo encima. De la cintura les cuelga un rosario con las cuentas de madera. En la cabeza, un pañuelo, como lo llevan nuestras campesinas, de color azul. Es el mismo color de los velos en que se envuelven los tuareg en el Hoggar. Cuando las hermanitas se inclinan ante el altar, tocan el suelo con la frente, realizan la misma solemne postración que los musulmanes dentro de sus amplios bournous, cuando oran.
«Son tres, en este momento, las Hermanitas de la Fraternidad de Roma -nos dijeron los vecinos el día que las buscamos en aquel dédalo increíble de callejas miserables-, porque a las dos que estaban aquí desde hace algún tiempo -una obrera de una fábrica de tejidos y la otra interina en casa de una familia- se ha unido una tercera que ha venido de Kenia, donde ha vivido hasta ahora con los indígenas. Esto significa siempre que una de las otras dos va a marcharse. Y en efecto, se va la Hermanita que antes de trabajar aquí en Roma lo hizo cerca de un poblado de gitanos en Francia. Ahora la mandan a Nápoles».
Para las Hermanitas, como también para los Hermanitos, los traslados están a la orden del día y son completamente inesperados. Un capazo con alguna ropa de repuesto, ¡y adelante! Cada rincón de la tierra vale lo que otro. En todas partes hay pobres y abandonados, en todas partes se pueden descender grados por la escala del anonadamiento y de la abyección para acercarse lo más posible al «último puesto», conquistado por Jesús con su sacrificio en la cruz.
Donde quiera que se encuentren, los Hermanitos de Jesús se adaptan de tal modo a las circunstancias locales que llegan incluso a conformar el estilo de su capilla a las características del lugar en donde viven.
En la Fraternidad de Charleroi, el altar está sostenido con vigas idénticas a las que sujetan el techo de la mina; en Concarneau, de las paredes de la capilla cuelgan redes para la pesca de la sardina; en el Líbano, Irak y Pakistán el altar es cuadrado, con tela dispuesta en pliegues y encima hay una serie de iconos colocados según el uso local; en el puerto de Hamburgo-Altona, el lugar que actualmente ocupa la capilla era un depósito de carbón hace pocos años: una diminuta casa de Dios en un sótano de siete metros cuadrados, bajo el establecimiento de un barbero, que es el dueño de la casa.
Pudieran parecer, a primera vista, proyectados en el mundo, en este o aquel rincón de miseria, y allí abandonados a sí mismos, solos. Pero no es así. Hay una gran unión entre todos los Hermanitos, un vínculo estrecho, un constante intercambio de noticias. En cada Fraternidad existe un responsable ante el prior, y este responsable le envía, cada dos o tres meses, una carta muy sencilla, muy. familiar, en la cual cuenta los hechos últimamente acaecidos, las experiencias realizadas, las dificultades que han surgido, las alegrías experimentadas. Después, estas cartas a modo de diario son impresas y hechas circular entre las Fraternidades, con objeto de que cada una de ellas sepa todo respecto de las demás. Es así como, aparentemente abandonado entre las escarpaduras de la cordillera de los Andes o en las selvas amenazadoras del Congo, el Hermanito sabe que en realidad se encuentra estrechamente unido con todos sus compañeros.
Si el «ocultamiento» que regula cualquier aspecto de la vida de los Hermanitos y la intimidad que caracteriza esta correspondencia no impidieran la publicación, el conjunto de dichas cartas-diarios constituirían, fuera de toda política, el texto científico más formidable de la miseria material y espiritual que es la plaga de nuestra época.
Respetando la intimidad de esas cartas, nos será licito, sin embargo, reproducir algunas líneas que cierran la narración de un Hermanito sobre su vida en el lugar donde desarrolla su silenciosa labor: «… Rogad un poco por todo esto, Hermanitos, porque nuestra oración aquí no es suficiente. La separación entre nosotros y la gente que nos rodea es muy grande. Rogad por W., mi compañero de fábrica, que esta semana trabaja 76 horas, porque para él sólo una cosa tiene importancia: el dinero. Rogad por G., que no se entiende con su mujer, sobre todo porque desde hace cinco años viven con un niño en una sola habitación. Rogad por H., de veinte años, que barre el mercado y es objeto de burlas por parte de sus compañeros porque es tartamudo. Rogad por todos aquellos que el Señor nos ha confiado y la salvación de los cuales se retrasa por nuestra falta de amor…»
Llamadas tan angustiosas llegan de todas partes: desde las Fraternidades del norte de África, que trabajan tanto entre los árabes como entre el proletariado europeo, de aquellas que se dedican a los leprosos en el Camerún y en el Irán; desde las que están esparcidas en el mundo musulmán o en Ceilán en el ambiente budista; de cuantas se hallan situadas en los barrios de la miseria, en la periferia de las grandes ciudades del Perú, Vietnam, Japón, Bélgica, Alemania, Inglaterra; desde las que dan testimonio de la vida de Nazaret entre los indígenas de Venezuela, Angola y otros países del mundo; de los Hermanitos que trabajan la tierra con los campesinos y afrontan el mar con los pescadores.
De todas partes, parecidas noticias y siempre la misma súplica: «Orad…». Porque dondequiera, como recomienda René Voillaume, los Hermanitos trabajan «en medio de aquellos que deben soportar la vida cotidiana desesperadamente solos y viven únicamente con un ideal materialista».
Y como dice también René Voillaume, lo Hermanitos son «aquellos que viven con cualquier cosa», porque tienen una fe profunda y firme, que les hace sentirse hermanos de todos.
«Esta vida de fe y de oración -añade el sucesor del padre Foucauld- obtendrá que nuestro pobre testimonio sea escuchado, hasta por medio de una simple palabra, de una respuesta dada a un amigo, de un consejo sofocado por el ruido de una máquina. La voz de un hombre en medio de la masa puede encontrar un eco en el mundo… Porque Jesús es maestro de lo imposible».
DOCUMENTAL: BEATO CHARLES DE FOUCAULD, NY, USA
«Semillas del Desierto”
La herencia espiritual del Beato Charles de Foucauld

Durante mi adolescencia, me gustaba leer los libros de Carlo Carretto, Hermanito del Evangelio, aprovechando del largo recorrido de cada día al colegio. Sus escritos despertaron en mí la dimensión contemplativa. Años más tarde junto a mi hermana Liliana y a una joven sueca que acababa de convertirse al catolicismo, pasamos tres semanas en su casa/ermita en la campiña de Spello, Umbria, Italia. Cada mañana despertaba alegremente a los peregrinos con un: “Buon giorno, sorelline”, “Buon giorno fratelli”, llamándonos a la capilla. Finalizaba ese tiempo de oración con un capítulo de su último libro:“El desierto en la ciudad”.
Carlo Carretto, Spello

Carlo Carretto había optado por el camino oculto, propuesto por Charles de Foucauld, a los 40 años luego de ser un hombre muy activo como miembro y luego presidente de la Acción Católica Italiana. Siendo hermanito del Evangelio vivió diez años en el desierto de Argelia, trabajando y orando, siguiendo los pasos del Hermano Universal, como suele llamarse a Carlos de Foucauld.
El Papa Benedicto XVI en el día de su beatificación, 13 de noviembre de 2005, dijo que “la vida contemplativa y escondida de Charles de Foucauld en Nazaret, donde encontró la humanidad de Jesús, nos invitan a contemplar el misterio de la Encarnación. Allí descubrió que Jesús nos invita al amor y a la fraternidad universal, que él vivió más tarde en el Sahara. Como sacerdote, puso la Eucaristía y el Evangelio en el centro de su vida”.
El primer don es el de la sabiduría. Ésta no es fruto del conocimiento y la experiencia humana, sino que consiste en una luz interior que sólo puede dar el Espíritu Santo y que nos hace capaces de reconocer la huella de Dios en nuestra vida y en la historia. Esta sabiduría nace de la intimidad con Dios y hace del cristiano un contemplativo: todo le habla de Dios y todo lo ve como un signo de su amor y un motivo para dar gracias.
Papa Francisco, Audiencia 9 de abril de 2014
Esta experiencia selló mi vida espiritual.
Estar entre ellas, me hacía recordar lo esencial de la vida.
Por años busqué comunidades de los Hermanitos/Hermanitas para compartir con ellos su vida sencilla inserta en sectores de la ciudad/rural menos favorecidos y para entrar en el silencio de la adoración eucarística. Estar entre ellos, me hacía recordar lo esencial de la vida.
Por esta razón, cuando, en un viaje a Miami en enero de 1996, mi amigo Mike Mintern me propone que produzca un documental para la comunidad de los Hermanitos del Evangelio de Nueva York, quedé totalmente motivada y emocionada.
La Providencia hizo que tuviese programado un viaje a Philadelphia y a Washington DC. Por lo tanto, me era fácil hacer una visita a los hermanitos en NY y ver qué sucedería de ese encuentro.
En los siguientes meses pasaríamos por un proceso de discernimiento por parte de esta comunidad para abrirse a otro tipo de documental. Finalmente, decidimos producir un documental sobre las comunidades religiosas y laicas que nacieron de la espiritualidad de Charles de Foucauld.
Charles de Foucauld no llegó a convertir a ningún Tuareg (población entre la cual
vivió) ni a fundar una orden religiosa. Pero hoy son once las congregaciones religiosas y ocho asociaciones de laicos que difunden su mensaje. Y miles de personas siguen su espiritualidad en el mundo entero.
NY, 16 de marzo de 1996
Me encuentro en un hotel en NY esperando a Patrizia y a la mamma que deben llegar en cualquier momento de Europa camino a la Argentina.
He pasado unos días con los hermanitos (Hermanitos del Evangelio). Es hermoso compartir la vida con ellos. No quisiera partir de NY por la pena de despedirme de ellos.
Todo sigue siendo incierto. Camino día a día.
El jueves estuve con los Hermanitos, Jim Murray y Mike. Una cena divertida y amigable. Se ha establecido un lazo fraterno inmediatamente con los hermanitos. ¿Qué es lo que me atrae tanto de estas fraternidades?
Nada se ha concretado en este viaje. Emanuele me ha dicho que ore y discierna (por lo de Radio María). Con los Hntos, lo dejo en Sus manos. Me da alegría ayudarlos y lo hago con gran gusto. El Hno. Joe, quién es el responsable del video, dice que es un “milagro” que yo haya llegado.
Milano, 9 de julio 1996
Parto con gran dolor por dejar a mis padres. Cada vez me duele más dejarlos. Regreso a Estados Unidos y tal vez me quede ahí por un tiempo.
Luego de preguntar en varios lugares, el director del Centro Interdisciplinario de Comunicación Social de la PUG, p. Robert White, generosamente me prestó los equipos necesarios, pues serían utilizados por un profesor del mismo ateneo, amigo mío de mis tiempos universitarios.
En Le Tre Fontane, entrevisté a Sor Jeanne, la primera compañera de Sor Madelaine; era la primera vez que aceptaba estar delante de una cámara.
Chicago, 2 de agosto de 1996, Filmación de Hermanitas de Jesús en el Circo Carson and Barnes
Es un viernes por la tarde, y como todo fin de semana la gente sale a gozar del inicio de su descanso. Es una tarde resplandeciente. He venido al lago para escribir y meditar. Tengo una vista esplendorosa de la ciudad. Tiene una arquitectura contemporánea que expone a sus mejores diseñadores. El clima está en su punto justo: 70 grados fahrenheit y yo estoy también gozando del descanso.
Llegué para filmar a las Htas. de Jesús que viven en un circo y el testimonio de un hermanita que vive en un barrio de gente de color.
El mismo lunes que llegué conseguí al camarógrafo en una forma providencial. Un sacerdote de “Jesús Caritas” me dijo que llamaría a un amigo productor. Resultó ser Chuck Neff (productor que conocí años antes). El camarógrafo fue eficiente y capaz. Ya veré lo que ha filmado
El Hto. Joe me ha pedido que escriba los detalles de la Providencia de Dios (con respecto al documental). Este trabajo ha sido llevado por la mano de Dios. Recién ahora estoy descubriendo cuánto mi Dios desea esto. Pero me es muy pesado relatar eventos. Trataré de hacerlo poco a poco.
Estuve dos días con las Hermanitas de Jesús en el circo Carson & Barnes. Fue muy triste entrar en el mundo sacrificado de estos acróbatas, payasos y obreros que en su gran mayoría son hispanos o chinos. Detrás de ese espectáculo hay vidas que ambulan de pueblo en pueblo, cambiando de lugar cada día, de los Estados Unidos durante ocho meses del año.
En el tráiler de las hermanitas conocí a Nick, un payaso desde hace 25 años, Jesuita hasta hace tres años. Siendo payaso, todas sus vocaciones se juntaron, me dice. Quiero grabar en mi memoria visual la imagen de Nick, cocinando spaghetti con “clams”, aceite de oliva, toneladas de ajo y de perejil celebrando como si fuese “Christmas day” por la fiesta de San Ignacio de Loyola. Yo estaba sentada en el “living-comedor” del tráiler, veía a través de la puerta abierta del “dormitorio” a Joel preparando un pie de cerezas. Amasaba la masa sobre una tablita-mesita que sale del closet. En ese espacio tan limitado este hombre y esta mujer de Dios preparaban un banquete. ¡Cómo gocé estar con Nick! Un Jesuita después de todo. Con las hermanitas volví a experimentar esa hermandad que ellas tan bien saben establecer. Sentí una gran pena al despedirme de ellas.
Anoche dormí en la casa de Olguita y esta tarde el camarógrafo terminó de filmar las imágenes que faltaban. ¡Todo fue tan sencillo, hasta rentar el auto!
Ciudad de Panamá, 14 de septiembre de 1996, Día de la Santa Cruz
Llegué a la iglesia justo para la proclamación de la Palabra. No me he quedado para el resto de la misa. Anoche estuve. No me quedé por el pánico de una homilía de 45 min., como lo fue anoche y mis azúcares me reclaman comida (sufro de hipoglicemia).
La Palabra, ¡cómo deseaba escucharla! Me desperté con ese deseo. Escuchar la Palabra de Dios esta mañana me era tan necesario como el pan, como la Eucaristía en otros momentos. Y las palabras de la 1era lectura, de San Pablo, las acababa de pronunciar en mi corazón al dibujar la cruz sobre el corazón, imaginando el inicio del video sobre Charles de Foucauld. Mientras imaginaba diseñándola sobre la arena recordé: “porque Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo unigénito para dar la vida por los hombres”.
Esta sola frase produce una revolución en nuestro ser y bastaría sólo ésta para vivir en un continuo agradecimiento a Dios.
Filmación en Bolivia de la comunidad religiosa: Las Hermanitas del Sagrado Corazón
Marta Palacio, P. Natallini y Fiorella
Al firmar el contrato con EWTN puse la condición de una pausa para un viaje a Bolivia donde filmaría en Potosí la historia de la comunidad de las Hermanitas del Sagrado Corazón en Potosí. Hice el viaje a Santa Cruz de la Sierra y desde ahí partí con mi amiga Marta Palacio y un camarógrafo hacia Sucre. Viajamos en bus para Potosí. ¡Seis horas para hacer 162 km! Nos hospedamos (Marta y yo) en el convento de los Franciscanos, fundado por Fray Gaspar de Valverde en 1547, siendo el monasterio más antiguo en Bolivia. Desde su observatorio vimos Saturno. ¡Una imagen inolvidable!
1)Convento de San Francisco, 1547, el más antiguo de Bolivia
2) Desde el techo del Convento de San Francisco, el famoso Cerro de Potosí desde donde se extrajo la plata para España y las colonias. En Potosí está la Casa de la Moneda donde se acuñó la moneda para el Virreinato del Perú.
Anacussi (sentada en primera fila), Hta. Anita, Marta, Hta. Michell, Fiorella, Hta. Chantal (sentada en el muro)
El compromiso de estas religiosas con el pueblo potosino fue todo un testimonio de fraternidad
Encuentro previo con la Hermanita Anita
Sapanami, Cochabamba, 12 de agosto de 1987
Encuentro con Anita, de la comunidad de las Hermanitas del Sagrado Corazón. Años más tarde, haré un documental sobre las comunidades que nacieron de la espiritualidad del Beato Carlos de Foucauld, volviéndome a encontrar con ella en Potosí, Bolivia.
A 3,700 mts sobre el nivel del mar, en un pequeño caserío de los andes bolivianos rodeada de silencio y belleza pura, cumplo 31 años. Todo lo vivido anteriormente me parece una “quimera” ante esta realidad en la que me siento sumergida. El ser humano luchando contra la naturaleza para sobrevivir. El campesino abandonado por el hombre de la ciudad. Solo se encuentra, solo se enfrenta a su dios con ofrendas y sacrificios.
Cochabamba, 14 de agosto de 1987
Gran cariño al despedirme de Anita. En tres días se entabló un vínculo entre nosotras dos. Dios nos amó a cada una a través de la otra. Ella escogió como nombre religioso “ternura de Dios”. Y así es ella. Las margaritas, los gatitos juguetones que buscaban el dulce calor del sol de las alturas y el del regazo, los niños y los rostros puros de algunas mujeres, todo me hablaba de Su ternura.
La noche del 13 la terminamos en adoración y oración. Silencio que habla. Nada “fuerte”. Dios se me presentaba en el viento, en la belleza del despojo.
Estaré unida a la hermana Anita en oración y en agradecimiento por su fraternal acogida.
Totoritas, Lima, 21 de enero 1997
Sigo en estas vacaciones de 24 h. Y creo que mi cuota es para otras 24 h. He descansado. Un verdadero reposo.
Recuerdo los rostros de Nicolasa, Michelle, Anita, Chantal, Anacussi… rostros radiantes en un despojo total de lo material (Hermanitas del Sagrado Corazón, Potosí).
Qué libertad tan grade al estar libre de todo deseo. No mendigar el afecto de un hombre, no ambicionar un puesto, no esperar aplausos.
¿Esto significa que ya no hay ambiciones? ¿Ni deseos de superarse? Creo que la ambición/superación está en el orden de la caridad. La fuerza espiritual, la inteligencia y la voluntad se alinean en una sola dirección: obediencia total a la voluntad del Padre ejecutada en humildad, paciencia y amor. Es imitar al Cordero de Dios, “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.
Siento que todas las energías que yo empleaba en “el hacer” van canalizadas a un “no hacer”. La fuerza está en no oponerse, en dejarse llevar por el Espíritu Santo que habita en nosotros. Pero los temores, el ego, las complacencias que el cuerpo busca naturalmente, todo nos hace más difícil ese fluir.
Edición del documental
Los Ángeles, Mayo 1997
En Mayo estuve en Los Ángeles junto a la Hermanita de Jesús Cathy Wright y al Hermanito del Evangelio, Joe Barnett. Nos encontramos ahí para editar el documental. Con Marta Palacio habíamos hecho la pre-producción en Argentina. Era el tiempo en que se trabajaba con videos codificados para la pre-edición y edición. Habíamos trabajado largas horas escribiendo el guión junto con las imágenes. Apenas lo vieron Cathy y Joe así como su cuñado que era un productor de “traillers” (Moller) para grandes empresas cinematográficas de Hollywood, lo criticaron. Los hermanitos porque querían modificar el guión y el productor porque no era atractivo para el gran público. Le expliqué la finalidad de la comunidad para este documental. Estos comentarios más la gripe que tenía, hizo que en los siguientes tres días quedase casi inmovilizada debido al dolor de cabeza.
Hto. Joe Barnett, Fiorella, Editor, Anne Barnett, Ron, Hta. Cathy Wright
Fue una carrera contra el tiempo. Teníamos contratado el estudio de edición en Hollywood, literalmente en Hollywood Boulevard. Era simpático ir cada mañana al trabajo en un Mercedes Benz de lujo, con la Hermanita de Jesús vestida como una campesina china y su crucifijo, el Hermanito Joe, libre como un pájaro, y yo tensa ante el desafíodelante de mí. Los editores hacían su trabajo en forma serena y light, como buenos californianos. ¡Nunca habían tenido clientes tan estrafalarios! Compartíamos con ellos el almuerzo que traíamos y luego de dos semanas se formó un espíritu alegre y comunitario. No podía darse de otra forma teniendo a Joe y Cathy entre nosotros.
El último día en que mostramos el documental casi finalizado al productor, nos felicitó. ¡Fue un alivio! Vivíamos en Belle Air, entre los famosos de Hollywood y la casa era de fantasía como toda esa zona. ¡Eso sí que fue vivir en la libertad de los hijos de Dios! Habíamos producido el documental con escasosrecursos y para la post producción el Buen Dios nos regaló lo mejor en la tecnología de ese momento. ¡Por primera vez edité con un software digital! ¡Qué diferencia! Además un locutor, la mejor voz para los “traillers” del mercado, ofreció su voz para hacer la narración. Tuve el regalo de “dirigirlo”, él estando en un estudio de NY y yo desde Los Angeles. He aquí que teníamos el “cadillac” en equipos y personal. Hasta conseguimos voluntarios franceses para tener un inglés con acento para la voz de Charles de Foucauld y otra voz femenina. Sólo Dios puede hacer estas alquimias de amor…
Junio 1997, Filmación en Asís y en NY; final de edición en Los Ángeles
De Medjugorje viajé a Roma donde me encontré con mis padres para seguir viaje a San Giovanni Rotondo, pueblo donde vivió y está enterrado P. Pío. De ahí fuimos a la tierra de San Francisco. Ya había acordado de encontrarme ahí con el director y productor del film: “Padre Pio: The Night tof the Prophet”, .
El actor que hacía de periodista también vino a conocerme. Un hombre encantador. El p. Benjamin, me recomendó un camarógrafo. Me faltaba filmar unas imágenes de la campiña de esa zona. Justo ese día salió el sol. Un día esplendoroso de primavera, los campos con el trigo en flor y cubierto de amapolas rojas, tal como lo deseaba. Disfruté muchísimo ese día de filmación con un camarógrafo profesional.
Luego de unos días en Italia, partí nuevamente a NY donde me quedaba aún por filmar la historia de la Fraternidad Secular Carlos de Foucauld en esa ciudad
y de la Fraternidad Iesús Cáritas de los sacerdotes diocesanos que viven la espiritualidad del Beato Charles.
Ese día nos divertimos muchísimo yendo a varios lugares, con Anne al volante (hermana de Joe Barnett), Joe de asistente, el camarógrafo (un estudiante japonés que estudiaba film en NY) y yo que realmente mucho no sabía de lo que estaba haciendo. Tomamos unas fotos extraordinarias de las torres gemelas, al atardecer, al otro lado del río; lamentablemente esas filmaciones no las guardamos…
De ahí partí a Los Ángeles para terminar la edición con las nuevas filmaciones que yo traía y que Cathy había hecho en Chicago.
Terminamos la post producción un sábado 18 de julio (aún quedaba por finalizar el audio, música y doblajes). Fui a casa de Anne Barnett en Belle Air, me duché, tomé mi pequeña valija que me había acompañado por tres meses en mis viajes por Estados Unidos, Polonia, Austria, Medjugorje e Italia. Cathy me llevó al aeropuerto de LA. Nos despedimos con gran afecto luego de tanto trabajo compartido con tesón, alegría y oración.
Oración de Abandono de Charles de Foucauld
El doblaje al español lo hice en varias etapas. Primero grabé las voces en un estudio en Miami con actores dirigidos por mi amigo Juan Pedro Somoza. La edición la hice en el verano del 98 en Nueva York. La música la editó Sr. Cathy. El tiempo ya no lo tenía por mi trabajo en Radio María.
Este documental fue traducido también al francés y luego al italiano.
Transmisión por Televisión:
En Italia: TV 2000, el canal satelital de la Conferencia Italiana
Clara Visión, (hoy María Visión) canal satelital, Méjico, para toda América Latina
Pax TV: Perú
Otros canales que no los tengo registrados.
En el año 2007 gracias al trabajo del sacerdote p. Adriano, de Varese, se puso las versiones en Inglés, español, francés e italiano en un mismo DVD.
Carlos de Foucauld, o «soñar con un mundo que sea eternamente ‘Jesús’

«Sus enseñanzas encajaban plenamente en un grupo de personas ‘normales’ que hacían bandera de la amistad como semilla del amor fraterno, universal»
«Nos sentimos familia para ofrecer familia también, con el respeto a las identidades de cada uno y a los procesos personales, que evidentemente no llevan siempre la misma velocidad»
«Murió solo, pero ha dado fruto abundante en muchos hombres y mujeres, religiosos y laicos»
07.06.2020
La ‘familia’ foucouldiana, desde sus diversas sensibilidades en España y en el mundo, ofrece sus correspondientes testimonios de búsqueda espiritual comunitaria, personal e inspirada en el hermano Carlos de Foucauld, a la luz de su anunciada canonización.
Asociación Familia Carlos de Foucauld en España
Hoy es un gran día de fiesta para nuestra Familia Espiritual, para la Iglesia que sirve a Dios y para los pobres en general. Hemos conocido la noticia justo el día de la celebración de Pentecostés, una de las fiestas vividas más profundamente por Carlos de Foucauld. El Espíritu lo fue guiando en su búsqueda al lugar más inhóspito y pobre, Tamanrasset. Allí forma una «Zaouïa» (Fraternidad), esta era su casa.
Siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios. ¿»Hay alguna cosa más dulce en el mundo que hacer la voluntad de Aquel a quien se ama»?. Soñar para mañana un mundo que sea finalmente y eternamente «Jesús», su Modelo Único, practicando el apostolado de la bondad. La novedad de su mensaje es vivir Nazareth, vida humilde y pobre.
Las Fraternidades, que vivimos su carisma, generalmente queremos hacer en lo posible, la imitación de Nazaret en humildad, pobreza y «Dernière place» (último lugar); buscando el equilibrio entre Contemplación y Acción.
La acogida entre nuestras Fraternidades en unión como ramas de un mismo árbol. Queremos continuar el deseo de Carlos de Foucauld de ser una Fraternidad Universal. Nos comprometemos en nuestra sociedad, cada una en donde le ha tocado vivir, en compromiso con los más desfavorecidos que son nuestros hermanos.
Esta gran satisfacción y alegría que nos produce su canonización nos ayudará y nos dará fuerza para continuar viviendo nuestro Carisma en profundidad. Damos gracias a Dios por tan gran obra.
Comunitat de Jesús
La Comunitat de Jesús fue iniciada por el laico Pere Vilaplana a finales de los años 60. En septiembre de 1968, en la ermita de la Santa Creu, en la montaña de Montserrat, el monje ermitaño Estanislau Llopart recibía los compromisos de los primeros hermanos. Actualmente conformamos la Comunitat de Jesús 43 hermanos y hermanas: casados, solteros y un hermano consagrado en el celibato.Vivimos en diversas localidades de Catalunya, País Valenciano, Aragón y Baleares, cada uno en su domicilio. Uno de los inspiradores de nuestro carisma ha sido, y es, Carlos de Foucauld, así como Albert Peyriguère, seguidor también de Foucauld, en el Kbab (Marruecos) en los años 50. El conocimiento de ambos se gestó en las primeras biografías de Foucauld y en unas cartas de Peyriguère recogidas en “Dejad que Cristo os conduzca”.La visión en la etapa final de Foucauld de promover la encarnación del evangelio en el laicado, recuperando el modelo de Priscila y Aquila, también en el mundo occidental, y no solo en los países musulmanes, encajaba plenamente en un grupo de personas ‘normales’ que hacían bandera de la amistad como semilla del amor fraterno, universal.

Amigos en el Amigo, viviendo la vida de Nazaret en los entornos laborales, sociales y de Iglesia. Nuestro estilo de vida no tiene nada de particular: los mismos problemas, las mismas ilusiones, los mismos dolores, que cualquier ciudadano, pero con la inquietud de impregnarnos del proyecto del Dios-Amor, revelado en Jesús. Oración, trabajo del evangelio, formación con la ayuda de muchos, compartir la vida -en serio-, los bienes materiales según posibilidades, los espacios que posee la Comunitat de Jesús en el pueblo de Tarrés, Lleida, implicación en compromisos sociales y con la Iglesia, sin ninguna actividad apostólica predominante.La vinculación a la comunidad nos empuja a seguir creciendo, a no acomodarnos a los reclamos del mundo, tan tentador siempre. A sentirnos familia para ofrecer familia también, con el respeto a las identidades de cada uno y a los procesos personales, que evidentemente no llevan siempre la misma velocidad. Recibimos la noticia de la próxima canonización de Carlos de Foucauld desde la alegría de formar parte de su Familia Espiritual, desde los años 80. Esta familia, para nosotros, ha sido un soporte y una riqueza inmensa. Acogemos la canonización bajo el anhelo de que sirva para inspirar a otros en una vida encarnada en la sencillez, arraigada en la profundidad del silencio, que es Palabra, en la autenticidad del Amor, que es Proyecto, desde el anonimato que convive con todos, pero enfoca directamente a los más desfavorecidos, a los últimos de los últimos, como repetía Foucauld. Murió solo, pero ha dado fruto abundante en muchos hombres y mujeres, religiosos y laicos, y seguirá siendo espejo para reflejar la esencialidad de su enamorado, Jesús, la esencialidad del pan partido y encarnado entre los más humildes y en todo ser humano.

Comunidad ecuménica Horeb
El hermano Germán, regional de la CEHCF en Brasil, nos envía un whatsaap que dice así: «Estamos muy alegres por este acontecimiento anunciador de vida, vida plena para el mundo». La canonización del hermano Carlos de Foucauld es un acontecimiento de vida para la Iglesia y el mundo porque va en la línea del papa Francisco, que en palabras del obispo Pere Casaldàliga, quiere «una Iglesia vestida de Evangelio y calzada con sanda-lias». Foucauld puede ayudar a la Iglesia de hoy a «volver a Nazaret»: Una Iglesia pobre, sencilla, fraterna, acogedora, a imitación de la santa Familia de Nazaret.
La CEHCF es una unión espiritual de personas que constituyen un «monasterio invisible en la comunión de los santos». Esta comunidad la integran personas que bajo Los consejos evangélicos o Directorio de Carlos de Foucauld, hacen el compromiso ecuménico de pedir todos los días por la unión de los cristianos y que las Iglesias, Religiones y las Naciones se dejen conducir por el Espíritu de Jesús, el Cristo.
La CEHCF fue fundada, como lugar físico de acogida y oración en 1978, por José Luis Vázquez Borau, en el Poblado de Sn Francisco de Huercal-Overa (Almería), con la bendi-ción del obispo de entonces Don Manuel Casares Hervás, y funcionó hasta 1982, que tu-vieron los hermanos y hermanas que dispersarse por diversas circunstancias. Pero en Pentecostés de 2006 la CEHCF recibió un nuevo impulso constituyéndose Fraternidades Horeb por todo el mundo.

Fue reconocida ad experimentum como Asociación privada de fieles el 19 de junio de 2014, por el cardenal de Barcelona Mons. Luis Martinez Sistach y el 20 de junio de 2018 el Cardenal Juan José Omeya Omella, arzobispo de Barcelona, firmó el decreto de constitución definitiva de la misma como Asociación privada de fieles. El año 2020 la CEHCF ha sido acogida en la Asociación Familia Foucauld España. En la actualidad hay presencia de la CEHCF en quince países del mundo.
Fraternidad Carlos de Foucauld
Al llegarme la noticia de la Canonización del hermano Carlos de Foucauld, tuve una sensación muy dispar, de alegría, cómo no, pero al mismo tiempo de desconcierto, ¿y ahora qué?. Veníamos hablando en la Asociación de la Familia del Hermano Carlos, de esta posibilidad, especialmente desde la beatificación y siguiendo aunque de lejos los trabajos de la Comisión encargada de ese proceso. Después de la impresión inicial… Me surgía la pregunta: Carlos de Foucauld, ¿qué diría ahora?
«Si el grano de trigo no muere….». La primera constatación es, ¿cómo un hombre que deseó ardientemente vivir su experiencia con otros hermanos, que se pasó elaborando estatutos de una Asociación que nunca fue reconocida, a su muerte ha podido generar tantos grupos y formas de vivir el seguimiento de Jesús, en el camino que éste hombre inquieto y siempre en búsqueda inició solo en el desierto?

La Fraternidad Carlos de Foucauld, Asociación de Fieles Laicas, es una de ellas, a la que pertenezco: «Está constituida por mujeres que optan por vivir el Absoluto de Dios, en el celibato, según el carisma se Carlos de Foucauld» Es en la vida cotidiana donde los miembros de la Fraternidad, viven su entrega a Dios en libre opción de trabajo, compromisos y formas de vida «. La segunda, ¿podremos sustraernos al «montaje «que toda Canonización lleva….? Seremos capaces, de vivir éste acontecimiento, como un reto para actualizar el mensaje, vivir en profundidad las intuiciones que nos enamoraron de su mensaje, en definitiva: «Volver al Evangelio, ser hermanos universales, en nuestro Nazaret de cada día. Si es así, ¡bienvenida canonización!
Fermina
Fraternidad sacerdotal Iesus Caritas
Hace unos días recibíamos la buena noticia de la próxima canonización del Hermano Carlos de Foucauld. La noticia ha llegado, curiosamente, en esta etapa de confinamiento por el coronavirus. Y, quizá, por ese motivo ha supuesto una sorpresa. Evidentemente, una sorpresa agradable. En tan pocos días no ha sido posible contactar con todos los sacerdotes de la fraternidad sacerdotal pero, el sentir general, con los que he podido compartir, es de alegría y agradecimiento.

Ese día fueron continuos los mensajes de alegría por parte de los hermanos sacerdotes, así como la comunicación de los distintos ecos que la noticia estaba provocando en la prensa. También hay que subrayar las palabras de felicitación por parte de muchos de nuestros feligreses, sabedores de que nuestra espiritualidad sacerdotal se nutre de la vida y el estilo del hermano Carlos. En este sentido, estoy convencido de que muchos de nosotros habremos recibido mensajes y llamadas de nuestras distintas comunidades parroquiales para felicitarnos. Yo puedo compartir algo de mi experiencia, en ese sentido. Alguna feligresa de mi parroquia, del centro de Valencia, nada más conocer la noticia, la puso en el grupo de whatsapp que tiene la parroquia. Inmediatamente, la comunidad empezó a manifestar su alegría por esta gran noticia, dándome la enhorabuena.
Uno intenta no “condicionar” demasiado a la gente, en sus devociones y en sus santos. Pero, es evidente que, al final, si uno vive la espiritualidad del hermano Carlos, de una forma o de otra, eso lo transmite, lo contagia. En esa reacción inmediata de los feligreses de mi parroquia entendí que, en el poco tiempo que camino con ellos, han captado cuáles son mis fuentes de espiritualidad. No se han quedado, solamente, con la felicitación. Alguien ha propuesto, con la aceptación y el aplauso de todos, que un servidor ofrezca unas charlas o un curso sobre la vida y la espiritualidad del hermano Carlos, porque lo conocen poco. Evidentemente, no puedo decir que no. Tienen derecho a conocer quién es Carlos de Foucauld y por qué la Iglesia lo considera santo.

Yo diría, al respecto de la anécdota de mi parroquia, que la próxima canonización del hermano Carlos debe despertar, no sólo la alegría inmensa de que la Iglesia reconozca en su vida un camino de santidad sino, también, la responsabilidad, como sacerdotes diocesanos, de dar a conocer a nuestra gente, a nuestras comunidades, a las personas que servimos y acompañamos, al hermano Carlos y su espiritualidad. Entre otras cosas, porque estamos convencidos de que su espiritualidad de Nazaret no es algo del pasado, sino que sigue teniendo mucha actualidad.
Nazaret proporciona un estilo de presencia y de evangelización que tiene mucho que ver con esa llamada constante y permanente del Papa Francisco a ser cristianos y comunidades “en salida”. Cuanto más profundizamos en la espiritualidad de Carlos de Foucauld más nos damos cuenta de su actualidad. Y, quizá, éste puede ser un buen momento para darla a conocer. Nosotros, como sacerdotes diocesanos; otros miembros de la familia del hermano Carlos, desde su carisma. No cabe duda de que, durante mucho tiempo, hemos sido parcos o tímidos a la hora de hablar del hermano Carlos. Al menos, a mí me lo ha parecido. Pero, si estamos convencidos de que su espiritualidad tiene algo o mucho que aportar a la Iglesia y al mundo de hoy, no podemos privar al Pueblo de Dios, de la vida y el testimonio de un santo que supo encarnar el evangelio, a Jesús mismo, en un contexto difícil, adverso. Su estilo tiene mucho que aportar a la Iglesia de hoy. Como sacerdotes diocesanos, miembros de la Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas, no podemos sino alegrarnos de la noticia, dar gracias a Dios, y traducir nuestra alegría y agradecimiento, no sólo en un estilo de vida, sino en un modo de hacer llegar a nuestra gente la vida y el testimonio del hermano Carlos. Ojalá acertemos. Un fuerte abrazo y felicidades a toda la Familia de Carlos de Foucauld.
Aquilino Martínez
«La responsabilidad, como sacerdotes diocesanos, de dar a conocer a nuestra gente, a nuestras comunidades, a las personas que servimos y acompañamos, al hermano Carlos»
Fraternidad Secular Carlos de Foucauld de Valencia
«Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir para Él». Ese es el absoluto que descubre el hermano Carlos. Y que sitúa a todo lo demás y a cada persona, como criatura. Y nos ayuda a no asumir protagonismos que no nos corresponden. De ahí el abandono, la adoración, la acción de gracias, el último lugar. Su profetismo nace de ese descubrimiento del Amor de Dios que le lleva al apostolado de la amistad, a Nazaret.
Fue testigo del amor de Dios y su muerte tal vez se debió al miedo y la confusión de un joven… No la entregó en defensa de su fe. Muchos de sus escritos no resisten el paso del tiempo. Como tampoco la forma en que la Iglesia dictamina quién es santo. Los milagros pueden parecer un «poner a prueba» a Dios. Tal vez sea momento de revisarlo. Pero agradecemos sus intuiciones y testimonio, que nos ha abierto caminos de conversión y de vida fraterna.
Como parte de la Fraternidad Secular Carlos de Foucauld de Valencia quiero destacar su figura como una persona que supo ser profeta sin pretenderlo, legándonos una espiritualidad basada en el abandono propio y aceptación de un Dios que es visible y cercano en todas las criaturas que habitan nuestro mundo. Y no pretendo representar a la totalidad sino mostrar el testimonio agradecido de esa riqueza en la diversidad que representa la Fraternidad.
«Muchos de sus escritos no resisten el paso del tiempo. Como tampoco la forma en que la Iglesia dictamina quién es santo»
Desde lo cotidiano nos sentimos llamadas a recrear la Iglesia con sus grandes y pequeñas contradicciones. Porque nos sabemos acompañadas por esa multitud de testimonios de vida, comunión de santas que ejerciendo su libertad, han hecho crecer el Reino encarnando el Evangelio. Agradecemos al Hermano Carlos y a todas las personas que acogieron la Fraternidad Universal. Es vía para saberse hermana e hija, para compartir con quien sabemos que nos ama y afrontar así nuestras miserias y limitaciones, como personas y como sociedad. Nos despierta a la presencia en lo cotidiano, en la bondad pequeña, en las relaciones, en la acción política y sindical. Nos lleva a la creatividad para encarnar la Palabra, al encuentro en la amistad y la fraternidad como espacio de lucha personal por la coherencia. A la Eucaristía, acción de gracias y alimento, en la que compartimos la vida y nos abrimos al Espíritu. A vivir en los márgenes, situarnos en la periferia, acompañadas por el respeto, la libertad y el cariño. Nos alegramos que las intuiciones del Hermano Carlos sean compartidas y valoradas aunque su canonización no añade nada a nuestra experiencia de fe. Nos gustaría alimentar gestos plenos de significado y esperanza para esta sociedad del siglo XXI, que dieran testimonio de esa lectura del Evangelio encarnada en la vida, que es la fe cristiana. Queremos manifestar que nos sentimos agradecidas porque su vida y la obra que nos legó nos sirven como guía en nuestro camino como personas a las que un día sedujo el evangelio de Jesús de Nazaret.
Isabel Zacarés Escrivà

Hermanitas de Jesús
Me han pedido un pequeño escrito en nombre de las Hermanitas de Jesús, pero no es esta mi intención, porque creo que hay tantas maneras de reaccionar a la noticia de la canonización del Hermano Carlos como Hermanitas existen en el mundo… Voy a hablar por mí. Estoy en la Fraternidad hace muchos años, desde el pos-Concilio, y lo que me atrajo fue la figura de Carlos de Foucauld, tal como la descubrí en algunos libros y en el testimonio de unas hermanitas que conocí por casualidad. Estaba enamorada de la persona de Jesús y deseaba seguirle en la vida religiosa, pero no sabía dónde… Al conocer al Hermano Carlos intuí que había en él una trayectoria de verdad evangélica, de las bienaventuranzas, donde la contemplación de la Encarnación me llevaba de la mano a compartir mi suerte con la de los más pobres y marginados. Y esto me pareció concretizar de manera bien clara las orientaciones que acabábamos de recibir del Concilio Vaticano II.
Por esto me decidí por la Fraternidad. Mi vida ha sido de altos y bajos, con mucha fragilidad y bastantes huidas, pero con la presencia (muchas veces apenas presentida) de este Jesús descubierto en la juventud, y que ha continuado acompañándome por los caminos del mundo.
Hoy Carlos de Foucauld es reconocido “santo” oficialmente por la Iglesia. ¡No es que no lo fuera ya! A mí casi me gusta más como “santo de la puerta de al lado” que como “santo en los altares”… Las canonizaciones en general me dejan un poco fría. Pero me sorprendo a mí misma alegrándome de verdad con esta celebración, por lo que el “nuevo santo” representa:

Creo que es muy importante para toda la Iglesia actual, tan amenazada de retrocesos y de cierre sobre sí misma, que se reconozca en Carlos de Foucauld uno de los paradigmas de una nueva forma de situarnos como discípulos y discípulas de Jesús en este cambio de época: maravillado por la cercanía de Dios, por lo concreto de la Encarnación (Nazaret), precursor de una nueva forma de evangelización por la presencia y la amistad, tejedor de relaciones impregnadas de un profundo respeto por cada ser humano, de cualquier pueblo, cultura, religión… En resumen: un hombre clave.
Josefa Falgueras
Hermanos del Evangelio
Como congregaciones religiosas bebemos de la intuiciones de Carlos de Foucauld que se inspiran en la vida de Jesús en Nazaret. En ese pueblo perdido de Galilea Jesús creció y pasó la mayor parte de su vida y estamos seguros que esto marcó profundamente su manera de actuar y anunciar la buena noticia del Reino de Dios. Nuestra vocación está marcada por la amistad y el compartir la vida de la gente sencilla, en el trabajo, en el barrio, en sus luchas y alegrías, en sus penas y debilidades… Esa vivencia atraviesa y marca nuestra oración. A través de ese estilo de “Nazaret”, desde lo cotidiano, desde lo sencillo y pequeño, muchas veces aparentemente inútil y poco relevante, esperamos que pueda traslucirse ese gran amor que Dios nos tiene a toda la humanidad.
Sinceramente, la mayoría de los hermanos de Jesús y del Evangelio apenas hemos apoyado la causa de la canonización del hermanos Carlos. El revuelo y el boato que suelen acompañar estos acontecimientos no están en nuestra genética. Más bien tenemos una tendencia innata a huir de ello.
La noticia de la próxima canonización nos llena de alegría, porque estamos convencidos que las intuiciones del hermano Carlos, su modo de relacionarse con su “bien amado hermano y Señor Jesús”, su manera de vivir el “apostolado de la bondad”, son una verdadera riqueza para nuestro tiempo. En una época de cierta globalización por un lado y un peligro de repliegue sobre sí mismo por otro, Carlos, el hermano universal, nos invita a ser hermano de todos y todas, sin distinción… En tiempos saturados de ruidos y palabras, de ídolos y estrellas, Carlos nos invita a redescubrir la importancia de lo pequeño, la sencillez, lo silencioso… En las tensiones que surgen a veces entre las religiones el camino de Carlos -que recuperó la fe de su infancia gracias a la impresión que le causó la fe en el mundo musulmán- nos abre al respeto mutuo en el diálogo interreligioso…
«Sinceramente, la mayoría de los hermanos de Jesús y del Evangelio apenas hemos apoyado la causa de la canonización del hermanos Carlos»
¿Es el momento del anuncio de su canonización una casualidad? Durante esos meses de pandemia, muchos creyentes nos hemos quedado sin poder asistir físicamente a la eucaristía. Carlos, en su empeño de ir hacia los más pobres y alejados, se puso en tal situación que durante meses estuvo privado de poder celebrar la misa… ¡Curiosa coincidencia!
La frase del Evangelio que más sacudió mi vida es ésta: ‘Lo que hacen al más pequeño de los míos, a mí me lo hacen’ (Mateo 25,40). Y cuando se piensa que es la misma persona la que dijo: ‘Este es mi cuerpo, ésta es mi sangre’, con qué fuerza se siente uno impulsado a amar a Jesús en estos pequeños (Carlos de Foucauld)
JuanFamilia Carlos de Foucauld
