José Luis Vázquez Borau: «Hay que mostrar una Iglesia pobre como lo fue su Maestro»

(José Manuel Vidal, en Religión Digital). 

José Luis Vázquez Borau es Doctor en Filosofía y en Teología. Dedicado especialmente al estudio y la docencia del universo religioso se ha especializado en la espiritualidad de uno de los personajes espirituales más seductores del siglo XX : Carlos de Foucauld. A él le dedica, precisamente su último libro365 días con Carlos de Foucauld(San Pablo). Siguiendo su estela, el autor pide una «Iglesia pobre», que evangelice «desde abajo» y asegura que al apóstol de los tuareg le entristecería el actual «proceso de islamización radical».

Una idea original: Un libro para saborear las ideas de Foucauld

Se trata de ir saboreando, día a día, las palabras del hermano Carlos de Foucauld, encarnado entre los tuareg y hermano universal, para ir comprendiendo, cada vez mejor, lo que significó para él «vivir Nazaret». Hoy, Nazaret es un reto para la Iglesia y para los cristianos. Precisamente ahora que ciertas formas de apostolado están en crisis. Nazaret es como la acción del Señor en medio de los hombres, viviendo como las demás personas, sin hacer nada especial exteriormente, viviendo con los otros y dándoles sólo su amistad. He aquí un camino nuevo en la Iglesia. Un camino hacia una nueva manera de hacer apostolado, de estar entre los hombres: sin hacer grandes obras ni grandes cosas, sino lo que hacen todas las personas, pero con un testimonio de vida encarnada, de presencia del Señor, en el que el misterio de Nazaret vivido mediante la amistad y la bondad lleve a interrogar a las personas.

¿Qué pretende con el libro?

Ver, día tras día, como la acción del Espíritru va trabajando en Carlos de Foucauld, gracias al testimonio bondadoso de su prima la Sra. De Bony y el sacerdote Huvelin, que son pacientes con la acción de la gracia. Esta misma paciencia, que le llevó a su conversión, es la que aplicará con sus amigos tuareg, esperando la hora de la gracia. Evangelizar por medio de la amistad.

¿Cuál es la esencia de la espiritualidad de Foucauld?

Foucauld constató que el Hijo de Dios se encarnó en el seno de una familia humilde de Nazaret, compartió la vida normal de cualquier niño, joven y adulto de su época y que esto formó parte de casi la totalidad de su vida. Es decir, que todo lo que vivió, si se realiza con su mismo espíritu, tiene «valor salvador»: familia, trabajo, pueblo, compartir las preocupaciones de sus conciudadanos, compromiso, etc. Para Foucauld el Jesús que anuncia el Reino de su Padre, no deja de ser nunca el Pobre y humilde obrero de Nazaret. El anuncio del Reino tiene que estar marcado por la patente de «Nazaret». Esta espiritualidad ofrece una nueva forma de estar entre los hombres: a) Vida normal, sencilla, encarnada con los otros, trabajando en el mismo compromiso de los demás hombres; b) Vida en comunidad con otros hombres o vida comunitaria; c) Vida que conoce la presencia del misterio, sabe de la presencia del Señor, de la oración, de la mirada contemplativa.

¿Siguen creciendo las Hermanitas de Foucauld?

Si el grano de trigo no muere no da fruto. La presencia cristiana de Foucauld en el desierto del Sahara, quedó destruida por un ataque terrorista de su tiempo. Pero, pese a lo que se podía pensar, floreció y no deja de florecer de una manera discreta en todo el mundo. El número de hermanitas se mantiene, unas 1.500, si bien el color de las Fraternidad va cambiado, ya que surgen más vocaciones de los países donde las hermanitas están instaladas, como Ruanda, Vietnam, India, etc., que de la misma Europa.

¿Cómo adecuar su mensaje sobre la familia de Nazaret a la situación actual de la familia?

Nazaret significa la condición humana, los trabajos y los días, una escucha incesante de las circunstancias y de los acontecimientos, una búsqueda apasionada para explorar lo mejor posible todos los datos de la existencia, avanzando en el conocimiento de las cosas como en el aprendizaje del saber vivir con las demás personas. Además, el reconocimiento de que cada ser humano es mi hermano, con la misma dignidad que yo, junto con la confianza espiritual de que en la vida ordinaria se puede vivir unido al Dios-Trinitario. Pero compete a toda persona bautizada poner en obra su bautismo, su vocación propia, de una manera creadora; conducirse como hermano del Resucitado allí donde se encuentre, en su «Nazaret», en la existencia cotidiana.

No parece que, entre el clero joven, esté de moda hoy la inserción social que preconizaba Foucauld. A su juicio, ¿a qué se debe?

Si bien existen para el clero secular Fraternidades sacerdotales en todo el mundo, hoy los aires que corren no van en ese sentido. Foucauld propone, siguiendo a Jesús de Nazaret el «último lugar», el encarnarse entre los más pobres, el hacerse hermano y amigo. Y esto hoy, influidos por el ambiente consumista en el que vivimos, no se valora suficientemente.

¿El camino de la cercanía, de la humildad y de la sencillez es el que podría acercar de nuevo la Iglesia católica a la gente?

El testimonio del hermano Carlos ha sido clave en el camino de unión entre la vida y la espiritualidad. No hay separación entre fe y vida. La vida total está unida. El misterio de Cristo es uno. Es ser, sobre todo, más que hacer. De todo esto se deducen algunas pistas: a) Vivir el misterio de Nazaret como un camino de profundización en la fe; b) Un camino comunitario, encarnado, viviendo con las personas y como ellos, no como casta aparte. Se trata de realizar una pastoral desde abajo y no desde arriba. Se trata de construir tejido fraterno desde lo pequeño y humilde para construir pequeñas comunidades de hermanos y hermanas de base. Odres nuevos para vino nuevo.

¿Qué le pediría a la jerarquía católica, cuando mira la realidad social que estamos viviendo?

Para nosotros, hombres y mujeres, que vivimos este tiempo de transición y de cambios, en el que participamos de los gozos y las sombras de lo que nace y de lo que muere, Nazaret significa la caridad que traspasa todas las reglas y nos hace disponibles para todos los hombres. Es el modo de salvar el mundo con Jesús, siendo hermanos de los hombres. Nazaret es aceptar ser hombres con una historia, una cultura, una familia, unas relaciones. Es ser compañero, amigo, hermano, que camina con los demás, que escucha y que respeta al otro, dando, recibiendo, buscando y aprendiendo. Nazaret es la gracia de entender que la vida cotidiana, la nuestra y la de los demás, no es común. Es descubrir que la fidelidad a lo cotidiano es la fidelidad a Dios, que quiere que seamos antes que hacer. Nazaret nos enseña a leer los signos del Reino en el mundo. Nazaret es el tiempo de la paciencia. Saber que Dios trabaja siempre. Querer trabajar con Él, buscar lo que Dios quiere, hacer proyectos y renunciar a ellos buscando siempre el proyecto de Dios. Nazaret es la oportunidad de ir hacia los menos amados, los más pequeños, los que siempre estorban. Sin eso, ¿cómo podrían recibir la Buena Noticia? Es también el tiempo de la soledad, en el cual podemos descubrir que Dios nos quiere solitarios para hacernos solidarios. Nazaret es el tiempo de la oración, de la contemplación y del silencio, en el que descubrimos que Dios ama el mundo y trabaja en él. Es el lugar donde aprendemos a ser hijos para ser hermanos. Así, el camino del misterio de Nazaret, descubierto por el hermano Carlos, es un camino nuevo en la presencia de la Iglesia entre los pobres y que después del Concilio se generalizó en múltiples experiencias, que como un fermento están naciendo en el mundo, pero que como todo lo nuevo no está exento de sufrimientos. Hoy existe un gran peso institucional-clerical y poco peso comunitario-laical. Si queremos seguir el ejemplo y las enseñanzas de Jesús de Nazaret, la pastoral debería ir de abajo a arriba y no al revés. Que nuestro proceder no funciona con marketing sino con testimonio solidario. Que hay que abandonar viejos moldes que paralizan y escandalizan a los hombres y mujeres de hoy, y que hay que mostrar una Iglesia pobre como lo fue su Maestro.

Personaje querido y respetado, pero todavía sin canonizar.

Copio un fragmento de la vigilia y día de la beatificación de Carlos de Foucauld, que tuvo lugar el domingo día 13 de noviembre de 2005 en Roma.

Especial emotividad tuvo la “vigilia de oración” el sábado por la tarde en el monasterio de Tre Fontane, lugar dónde, según la tradición, murió San Pablo. Hermanas y hermanos venidos de cualquier parte del mundo nos reunimos para dar gracias a Dios por el don de la vida del hermano Carlos. Después, al día siguiente, en la basílica de Sant Pedro, completamente llena, subieron a la gloria de los altares, junto con el hermano Carlos, dos hermanas fundadoras: Maria Pia Pastena (1881-1951), fundadora de las hermanas del Santo Rostro y Maria Crocifissa Curcio (1877-1957) fundadora de las hermanas carmelitas misioneras de santa Teresa del Niño Jesús. La misa de beatificació fue concelebrada miedo 65 cardenales y obispos, entre ellos el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de Roma; el cardenal Polycarp Pengo, l’arzobispo de Dar-se-Salamos; monseñor Andre Vingtrois, l’arzobispo de París; monseñor Vincent Landel, arzobispo de Rabat (Marroc); y monseñor Maroun Elias Nimeh Lahham, obispo de la Tunicia. Tras la celebración eucarística, en la que el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, leyó la carta apostólica papal en la que inscribía a estos tres sirvientes de Dios en lo catálogo de los beatos, el pontífice vino a la Basílica para venerar sus reliquias. A continuación, dirigió unas palabras de saludo a los peregrinos que llenaban por entero la basílica y la plaza, entre quienes había algunos tuaregs del desierto del Sáhara, con sus vestidos azules y su turbante blanco. Hablando en francés, dio gracias a Dios por el testimonio del padre de Foucauld diciendo que «a través de su vida contemplativa escondida en Nazaret encontró la verdad de la humanidad de Jesús, invitándonos a contemplar el misterio de la Encarnación. descubrió que Jesús, vino pora unirse a nosotros en nuestra humanidad, invitándonos a la fraternidad universal, que vivió mes tarde en el Sahara, dándonos ejemplo del amor a Cristo». «Como sacerdote -continuó diciendo-, puso a la Eucaristía y el Evangelio en el centro de su existencia».

¿Qué pensaría Foucauld de la primavera árabe? ¿Y de la guerra en Mali?

Foucauld, como hijo de su tiempo y con su historia personal de antiguo militar y explorador de Marruecos, vería con tristeza que, en relación a su tiempo, el proceso de islamización radical haya crecido. En cuanto a los tuareg es un caso especial. Son un pueblo que los han dejado sin tierra, sin Estado, y que lucha por sus derechos desde los campos de refugiados donde están instalados. En Mali mantienen una postura ambigua ya que, si bien quieren una nación-territorio para ellos, no se les puede identificar con los yihadistas de Al Qaeda.

José Manuel Vidal

Religión Digital

EL PADRE DEL DESIERTO QUE QUERÍA EL ÚLTIMO LUGAR

Nacido en Estrasburgo el 15 de septiembre de 1858, murió en Tamanrasset el 1 de diciembre de 1916. Michael Davide Semeraro presenta una biografía del «hermano Carlos» que lo entregó todo por amor y acabó asesinado en el Sahara hace más de cien años.


Antonio Sanfrancesco
antonio.sanfrancesco@stpauls.it – Famiglia cristiana.it

Murió hace más de cien años, el 1 de diciembre de 1916, el que se puede considerar un padre del desierto contemporáneo que prefirió los últimos lugares a los primeros y la vida oculta a la pública. Charles de Foucauld fue sacerdote, ermitaño y misionero sui generis. Un monje sin monasterio, un buscador de Dios que a todo aquel que pasaba por su pueblo en el desierto del Sahara, cristianos, musulmanes, judíos e idólatras, se presentaba como un «hermano universal» y ofrecía hospitalidad a todos. Hermano Michael David Semeraro, benedictino, en Charles de Foucauld. Explorador y profeta de la fraternidad universal (San Paolo, pp. 168) dibuja un retrato del religioso francés beatificado en 2005, destacando toda su carga de novedad.

¿Quién era Charles de Foucauld?

«Vástago de una noble familia militar francesa, católica, que perdió a ambos padres a los 6 años. El padre muere de locura en un manicomio. Esto marca un punto fundamental de su biografía. Se inquieta, vive una juventud en busca de placer, es expulsado por el ejército francés por mala disciplina, luego decide ir a Marruecos a explorar una zona desconocida y esta empresa le hace ganar una medalla de oro de la Sociedad de Geografía de París. Aquí queda impresionado por la fe de los musulmanes y su forma de rezar, especialmente los místicos sufíes. A los 30 años regresó a París para recibir el premio y se dirigió a la iglesia de San Agustín donde se convirtió. Volviendo a la fe quiere ser religioso, y elige la vida más austera y dura: se convierte en monje trapense que lo lleva a vivir en Francia y luego en Siria. Antes de hacer sus votos perpetuos, es enviado a vigilar a un muerto y descubre que los vecinos son más pobres que él, que es un monje trapense. Pide y consigue salir de la trappa y se va a vivir a Nazaret como sirviente de las Clarisas donde vive en una choza, pobre y escondido. La abadesa se da cuenta de su profundidad interior y lo convence en ser sacerdote. Después de la ordenación en 1901, elige un área del desierto del Sahara donde no hay sacerdotes. Durante estos 15 años ha vivido cerca de las guarniciones francesas estacionadas en Argelia y se adentra en el desierto hasta la aldea tuareg de Tamanrasset, donde aprende su idioma para proclamar el Evangelio. Los musulmanes, repite, no deben convertirse pero es necesario tener buenas y fraternales relaciones con ellos ”.

Su muerte fue extraña, extraña

«Su casa, siempre abierta a todos, es saqueada por merodeadores y en este asalto lo matan. El cuerpo fue encontrado junto con la custodia. El hermano Carlo no muere como mártir sino como testigo apasionado del amor que se entrega hasta el final. Con él hay una evolución de la idea misma del martirio: dar la vida pero sin verdugo. Su muerte representó una forma diferente de vivir el martirio ».

¿Cuál fue su espiritualidad de «hijo del desierto»?

«Cuando se convierte es conquistado por una frase muy querida de su padre espiritual:» Jesús, cuando se hizo hombre, tomó el último lugar que nadie le puede quitar «. Toda la vida del hermano Carlo está marcada por el deseo de ponerse en el último lugar y al lado de los que viven en el último lugar. Es el «hijo del desierto porque es el hijo del viento, de consentir a la realidad como se realiza».

¿Cuáles son las palabras clave que ayudan a comprender su trabajo?

“Tres: amar, servir y rezar. El amor es lo más importante porque es imagen de Dios. El hermano Carlos elige el corazón coronado por la cruz como símbolo del hábito religioso. Su lema era: «Nunca amaré lo suficiente». En dos sentidos: en el amor a Dios, rezando, y en el amor al prójimo, sirviendo”.

¿Por qué, como decía Benedicto XVI, su vida es «una invitación a aspirar a la fraternidad universal»?

“De hecho, para el hermano Carlo, la santidad coincide con la fraternidad. Después de la conversión, piensa que para ser santos hay que aislarse en un monasterio. Luego, leyendo el Evangelio, se da cuenta de que la santidad no es separación del mundo, sino fraternidad universal. La relación que teje con el mundo islámico representa un desafío para nosotros porque nos permite encontrar el diálogo con estos hermanos sin convertirlos. Repitió: «Quiero ser el hermano pequeño universal». El solo hecho de que el otro esté a mi lado lo convierte en mi hermano ”.

«Carlos de Foucauld puede inspirar al mundo», dice el obispo Jonh MacWilliam, obispo de Laghouat, Argelia


El ejemplo y la espiritualidad de Carlos de Foucault «podría inspirar a más personas», dijo el obispo Jonh MacWilliam, obispo de Laghouat, Argelia. Evoca la futura canonización de Charles de Foucault.

Obispo John MacWilliam

¿Qué representa para ti la perspectiva de la canonización de Charles de Foucauld en tu situación actual?
Monseñor Jonh MacWilliam: Charles de Foucauld vivió los últimos 15 años de su vida aquí en el Sahara, en Beni Abbès, en Tamanrasset y un poco en Assekrem. Posteriormente fue enterrado en El Golea. Durante casi cien años, la Iglesia misionera en el Sahara ha experimentado gran parte de la sencillez y la fraternidad que caracterizaron al «hermano universal». Hasta ahora, es conocido en el mundo francófono, especialmente en su Francia natal. Convertido en «santo» de la Iglesia universal, será más conocido en todo el mundo; su ejemplo y su espiritualidad de Nazaret y el Sahara podrían inspirar a más personas del mundo.

Charles de Foucauld no siempre tuvo una vida ejemplar. No era perfecto; ¿Cómo, en tu opinión, puede ser una figura de santidad?
Como san Pablo, como san Agustín y como santo Tomás Becket entre muchos, Carlos de Foucauld pasó por una conversión que le permitió abandonar su pasado para abandonarse a Dios nuestro Padre. La santidad no es la perfección de toda la vida. Nuestro santo patrón del desierto, Juan el Bautista, nos llamó a la conversión, ¿verdad?

¿Cómo puede la canonización de Charles de Foucauld (o no) servir al diálogo con los musulmanes?
En Argelia, el «diálogo» entre la mayoría de musulmanes y cristianos tiene lugar a través de un encuentro de vida. Cada uno reconoce en el otro una persona o una comunidad que reza a Dios, que busca hacer la voluntad de Dios tal como la entiende, que se preocupa por los más pobres y los «pequeños del mundo». Esto es precisamente por lo que pasó Charles de Foucauld. Nuestras comunidades que acogen a sus vecinos en los cuatro lugares sagrados del ‘hermano Carlos’ dan testimonio de ello.

© Centre catholique des médias Cath-Info, 08.06.2020

Siguiendo los pasos de Carlos de Foucauld…

La ermita del padre Carlosde Foucauld en la meseta de Assekrem

Sébastien de Courtois será nuestra guía para reflexionar sobre la virtud del desposeimiento.

Por Gaële de la Brosse – Actualizado el 16 de julio de 2020


Realizaste una larga investigación sobre Carlos de Foucauld a partir de sus propias palabras: “Tienes que atravesar el desierto y quedarte allí«. Entonces te enfocaste en los años que vivió en el desierto. ¿Puedes darnos algunos detalles sobre este período?

Estos años en el “desierto” fueron fundamentales para Charles de Foucauld. Conoció a los tuareg, un pueblo animado y valiente al que se unió. Aprendió su idioma y escribió en apenas once años un diccionario que sigue siendo la referencia. Sobre todo, practicó allí el “encuentro”, sin teoría, pero por intuición propia. Una especie de paradoja si asumimos que los desiertos están vacíos, ¡lo cual no es el caso, por supuesto!

Foucauld no es un «ideólogo». Se le ocurre la idea de convertir a estas personas al cristianismo, pero rápidamente se da cuenta de que esto no es posible. Entonces cambia, se adapta y habla de «amistad». Quiere ser un «amigo seguro», lo cual es esencial para comprender su enfoque. También encontró la religión islámica en el espejo en el que encontró su fe cristiana.

Meseta de Assekrem, en Hoggar, Argelia – © Houcine.lk

El desierto de Hoggar era para él un útero humano y físico. Floreció en esta cultura, las largas jornadas, el clima, la frugalidad de la comida, las conversaciones -no olvidemos que también es etnógrafo-, en esta fraternidad que finalmente se induce en este tipo de medio ambiente.

Para llevar a cabo esta investigación, no has podido ir a Tamanrasset, por obvias razones de seguridad. Pero en tu vida has atravesado otros desiertos. ¿Qué te enseñaron sobre esta virtud que una vez se llamó «el espíritu de pobreza» y ahora se llama «desposeimiento»?

Sí, lamenté no poder ir, como suelo hacer en mis encuestas, el fundamento de mi tema. Así que entrevisté a las personas que habían estado allí y obtuve sus impresiones. Así pude contrastar los puntos de vista e imponer una cierta profundidad histórica a la historia.

Los desiertos por los que yo mismo he pasado han sido los de Sudán, donde soñé despierto, una especie de mirar hacia atrás en mi vida, a los fantasmas del pasado. Imprudentemente, había comenzado por lo que pensé que era un atajo en este «desierto». Entonces me creí, como San Antonio, asaltado por demonios …

El desierto provoca otra dimensión. Tienes que ser insensible para no verlo ni sentirlo. No creo que debas tenerle miedo. Tienes que disfrutar de lo que sientes. No hay ninguna regla para este tipo de experiencia.

Puedes tener «desiertos» cerca de su casa; todavía tienes que tomarte la molestia de prestarle atención.

No se trata de pobreza, real o mística. Es importante dejar esto claro, de lo contrario, solo estamos hablando con una determinada categoría de personas. Creo profundamente que uno de los mensajes de Foucauld, con su ejemplo, es decirnos que todos tenemos la posibilidad de ser ese «amigo seguro» en los caminos del mundo. Siempre y cuando: ¡A nivel de material, no se puede caminar con una bolsa demasiado pesada! A nivel emocional pasa lo mismo: hay que «vaciarse», como dicen. Y, por supuesto, ¡no lleves un teléfono contigo!

Caravana en la meseta de Assekrem, departamento de Tamanrasset, Argelia – © stephlulu – Flickr

¿Cómo pasó Charles de Foucauld de la locura de la grandeza a la absoluta miseria?

La vida de Foucauld es asombrosa. Hijo de una familia, heredó una fortuna colosal a una edad temprana y se empeñó en gastarla hasta que fue puesto bajo tutela. ¡Yo ciertamente habría hecho lo mismo! Pasa el concurso de Saint-Cyr, organiza fiestas y solo sueña con la exploración y la guerra. En definitiva, un joven normal para su época y su casta …

No creo en la fábula de la conversión. Ya sabía que el destino le esperaba e hizo todo lo posible para provocarlo. No fue solo una conversión que tuvo, sino varias. Ahí radica su locura.

Si bien podría haberse casado y, como usted señala, «para ir muy lejos en un castillo de Touraine o en el Périgord de sus antepasados», se fue a las regiones desiertas de Argelia para vivir con los tuareg. ¿Qué le enseñaron sobre este espíritu de miseria?

Este es el misterio de la vida de todo hombre. Hay que tomar decisiones. El aparente «vacío» del desierto debió de atraerlo, aunque solo pensara en regresar al Marruecos que había descubierto a los veinte años. Un paisaje puede moldear la mente, pero aún más el corazón. Se dejó impregnar por los elementos, la naturaleza, dejando fuera todo lo que había aprendido antes para ser plenamente él mismo.

La generosidad hacia los demás solo puede resultar de la paz interior. La primera «destitución» que se efectúa es la del ego, que al padre de Foucauld le parece sorprendente, pero creo que al final de su vida había resuelto sus tensiones internas. La presencia de los tuareg y su contacto diario actuó como una revelación.

Mencionas los «años de pruebas pasados ​​en el cedazo del desierto», donde la única prenda de Charles de Foucauld es una túnica blanca y sandalias tuareg. ¿Qué tiene que enseñar este asceta al peregrino que emprende hoy una ruta de peregrinaje por diversas partes del mundo?

Creo en las rutas de peregrinaje como mapas del viejo mundo. Sueño con una humanidad en constante peregrinaje. Siempre recordaré a este guía de la India que organizó el viaje según las necesidades de su propio peregrinaje interior. No se había atrevido a decírmelo, pero lo adiviné y me sedujo.

No hay nada más emocionante que un paisaje prístino esperando ser atravesado. Entonces tienes que olvidarte de ti mismo.

Foucauld nos enseña a respirar plenamente, a escuchar, a vivir con y no en contra.

En este sentido, sus meditaciones son maravillosas de dulzura. A menudo rezo pensando en él, en su miserable ermita de Assekrem donde adivino sus paisajes interiores.

La travesía de Castilla, por el Camino de Santiago, o determinadas etapas del Camino de Asís son breves «travesías por el desierto». ¿Cómo abordar estas etapas?

El desierto tiene sus rituales, como caminar. Tienes que respetarte a ti mismo, no hacerte sufrir.

¿Tenemos que deshacernos de todo para dejarnos «conocer»?

Para cumplir, hay que deshacerse de lo superfluo y lo que puede impresionar. Me parece fundamental una actitud modesta y curiosa. El «otro», como suele decirse, suele ser más inteligente de lo que pensamos. Te desenmascarará si no eres sincero.

Siempre acumulamos demasiado. Como dijimos, hay que aprender a relajarse, a ser más flexible; intelectualmente también, trabajar, leer, aprender poemas de memoria, aprender una lengua extranjera si es posible.

Citas la frase de Etienne de Montéty: «Foucauld, maestro en humildad y semblante, ese es el gran negocio de toda una vida»

Del despojo a la humildad, de la soledad a la paz interior y del silencio al abandono: ¿Cuál es el camino a seguir?

Empieza por la humildad, y esta es la parte más difícil. Tienes que olvidarte de ti mismo y no puedo hacerlo. ¿Quién puede realmente? Cuando conozco a personas religiosas en mi programa sobre France Culture, puedo decir que todos están atravesados ​​por esta tensión.

Pero, ¿cómo podemos olvidarnos de nosotros mismos en el mundo de hoy cuando estamos tan expuestos? ¿Cómo puedes cerrarte del mundo sin que parezca una postura? El equilibrio es difícil de encontrar, pero no imposible.

También conozco a gente fantástica de la que nunca escuchas y que están muy felices. Sólo la paz interior permite profundidad y visión (en el sentido de «profecía»). Los demás son ciegos.

«Estás siguiendo a Foucauld, ten cuidado con los lugares a los que podría llevarte«, advierte el escritor Sureau. ¿Hasta dónde te ha llevado este camino?

No es bueno tomar a Foucauld literalmente. ¡Y hay que ser fuerte para emprender este camino! Yo mismo no podría hacerlo.

Dejadlo todo e irnos a otra parte, aunque este otro lugar pueda ser cercano a casa, con poblaciones necesitadas (refugiados, por ejemplo), ser misionero con el corazón y no con las ideas.

Me detuve en el camino, porque esa no es mi vocación. Estoy tratando de adivinar el futuro. Foucauld me mostró sabiduría, de hecho. Me mostró que es posible tener varias vidas en una, siempre que no te mientas a ti mismo.

«El ideal de Carlos de Foucauld hubiera sido ser más pobre que Cristo»

«Toda su vida, Charles de Foucauld buscó imitar a Jesús en la más extrema pobreza, la oración y la Eucaristía viviéndolo en medio de personas que no conocían el Evangelio en absoluto». Para el padre Albert Yon, sacerdote de la diócesis de La Rochelle et Saintes y miembro de la fraternidad sacerdotal Jesús Caritas, la que el Papa Francisco decidió canonizar recientemente sigue siendo un modelo de santidad tanto para sacerdotes como para laicos.

¿Qué relación tienes con el beato Carlos de Foucault?

Conocí al padre de Foucauld (1858-1916) cuando estaba en el seminario de La Rochelle. Como muchos jóvenes de mi generación, había leído el libro de René Bazin sobre Charles de Foucauld. Fue mi primer encuentro con este antiguo Saint-Cyrien que se convirtió en explorador en Marruecos y luego en ermitaño en el Sahara. Más tarde, cuando estaba en el seminario mayor, circulaba un libro de René Voillaume (sacerdote de la diócesis de Versalles y fundador de la congregación de los Hermanitos de Jesús, nota del editor), titulado “En el corazón de las masas”.

¿Charles de Foucauld tuvo discípulos durante su vida?

Charles de Foucauld hubiera soñado con tener discípulos, pero nunca los tuvo. De cualquier manera, habría llevado una vida imposible para ellos … Por un momento, había pensado que Louis Massignon (1883-1962), un académico e islamólogo francés, se uniría a él, pero nunca sucedió. Tanto es así que al final de su vida, el padre de Foucauld simplemente había imaginado encontrar voluntarios en Francia para constituir lo que él había llamado «la Unión», una especie de hermandad en la que los sacerdotes, religiosos y laicos. A través de la oración, estos miembros se preocuparían por la misión y tratarían de ser portadores del evangelio dondequiera que vivieran. Pero eso, sin formar una congregación.

¿Cuándo aparecieron los primeros imitadores de Charles de Foucauld?

Mucho más tarde ! René Voillaume así como otros sacerdotes de la diócesis de Versalles se sintieron conmovidos por la figura de Charles de Foucauld y esto les hizo querer crear una congregación. Así nacieron los Hermanitos de Jesús en 1933. Ese mismo año, en Bélgica, se formaron las Hermanitas del Sagrado Corazón. Seis años después, una monja francesa – Sor Magdeleine de Jésus – a su vez se embarcó en esta aventura creando una congregación religiosa de contemplativas en el medio del mundo: las Hermanitas de Jesús.

¿Cuándo se le ocurrió seguir los pasos de Charles de Foucauld?

Ya en el seminario mayor, estuve en contacto con dos sacerdotes que trabajaban en la Capellanía del Mar en La Rochelle. Este último adoptó rápidamente el espíritu de Charles de Foucauld. Así que fue a través de ellos que contraje este «virus». Luego me llamaron para hacer mi servicio militar en Argelia donde conocí una fraternidad de los Hermanitos de Jesús. Entonces simpaticé con ellos. En ese momento, había soñado con ir a Tamanrasset, lugar de la ermita del padre de Foucauld. Nunca tuve la oportunidad, pero mantuve este sueño en el fondo de mi mente. Cuando fui ordenado sacerdote en 1960 (este año marca el 60 aniversario de la ordenación del padre Albert Yon, nota del editor), me uní a una fraternidad: la fraternidad sacerdotal Jesús Caritas, una asociación de sacerdotes diocesanos. Desde que me hice sacerdote, siempre he estado en contacto con una fraternidad sacerdotal, ya sea aquí en Charente-Maritime o en Níger, adonde fui enviado como sacerdote Fidei donum.

¿Cuál fue su reacción al conocer la noticia del reconocimiento de un segundo milagro atribuido a Charles de Foucauld allanando el camino para su canonización?

Su beatificación en 2005 ya había sido un primer paso importante. No había estado en Roma entonces, pero según los comentarios que recibí, ¡había sido un gran momento! Esta vez es de su canonización de lo que estamos hablando: es una alegría pero no una sorpresa. Ya sabíamos que a finales de año eso iba a suceder. ¡También podemos decir que fue muy largo porque Charles de Foucauld murió el 1 de diciembre de 1916! En resumen, solo podemos alegrarnos de este reconocimiento oficial de la Iglesia de la Santidad de Charles de Foucauld.

¿Entonces siempre lo consideraste un santo?

Todo depende de lo que ponga detrás de la palabra «santidad». A menudo, cuando la gente habla de santidad, ve un modelo extraordinario de virtud … Personalmente, prefiero la expresión utilizada por el Papa Francisco en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate (2018): “la santidad de la puerta de al lado «. Lo cierto es que no hemos esperado esta formalización para reconocerlo en todo lo que nos ha aportado.

¿Cuán actual es el mensaje de Charles de Foucauld? ¿Cómo puede hablar todavía hoy a los sacerdotes o seminaristas?

Su mensaje puede hablar no solo a los cristianos, sacerdotes, religiosos o laicos, sino también a los hombres que no afirman tener fe en Jesús. Algunas personas se apegan a Charles de Foucauld sin compartir nuestra fe: aman a este hombre que ha vivido a diario una fraternidad universal, una amistad con todo ser humano. También es un modelo de pobreza. El ideal de Charles de Foucauld habría sido ser más pobre que Cristo. Pero el padre Huvelin (un sacerdote que participó en gran medida en la conversión de Charles de Foucauld, nota del editor) una vez le dijo: «Jesús tomó el último lugar, nadie se lo podrá quitar». Charles luego descubrió cómo tomar el penúltimo lugar. Su idea siempre ha sido: este Jesús a quien descubrí y al que trato de imitar, lo quiero dar a conocer porque este Jesús es el amor de Dios. También eligió llamarse a sí mismo Carlos de Jesús y tomó como lema: «Jesús Caritas». El padre Huvelin también dijo de él «que hizo de la religión un amor». Toda su vida buscó imitar a Jesús en la más extrema pobreza, la oración y la Eucaristía, viviéndolo en medio de poblaciones que no conocían en absoluto el Evangelio.

En resumen, ¿qué podemos aprender del espíritu de Charles de Foucauld?

Por el amor de Jesús, para vivir donde está la vida ordinaria, «la vida de Nazaret», tratando de poner tanta bondad y amor como sea posible. Charles de Foucauld quiso convertirse en «el hermano pequeño universal», especialmente en los últimos diez años de su vida entre los tuareg, cuya lengua aprendió y diseñó un diccionario y una gramática. Esta es la línea que ha tratado de mantener a lo largo de su vida y es lo que los sacerdotes, religiosos y laicos que le siguieron se llevaron de su mensaje.

Entrevista en la Casa Diocesana de La Rochelle et Saintes por Paul-Ambroise de Dinechin – Publicado el 12 de junio de 2020

«El mensaje del Hermano Carlos sigue muy vivo en nuestra Iglesia»

Aurelio Sanz, de la Fraternidad de Carlos de Foucauld

SIC 21 septiembre, 2016


Aurelio Sanz Baeza es sacerdote de la Diócesis de Murcia y pertenece a la Fraternidad de Carlos de Foucauld, que este año está de fiesta con motivo del Centenario de la muerte del Hno. Carlos. Es el responsable internacional de la fraternidad y recientemente ha visitado a los miembros de la Familia de Foucauld de la Diócesis de Málaga.

¿Qué significa ser sacerdote de la Fraternidad de Carlos de Foucauld?

Somos curas diocesanos, que pertenecemos a la Fraternidad de Carlos de Foucauld. Estamos sujetos a la obediencia de nuestros obispos, no somos religiosos, sino curas de parroquias. Vivimos el carisma de Carlos de Foucauld desde nuestras realidades ministeriales donde estamos: en parroquias, proyectos, centros y en los que de nosotros depende, en las periferias. Llevamos una vida de fraternidad, contamos con un grupo de curas hermanos, con los que celebramos encuentros mensuales en los que hacemos revisión de vida, adoración, día de desierto… Estamos organizados por fraternidades locales, en diversas diócesis de 60 países del mundo. En la actualidad, yo soy el responsable internacional y voy visitando fraternidades, animando a la gente a ser fieles a Jesús, haciendo equipo…

¿Cuál era el carisma del Hermano Carlos?

En realidad, su carisma es imitar la vida oculta de Jesús en Nazaret, desde la cercanía a los últimos, practicando una pastoral de la amistad y compartiendo las condiciones de vida de los más pobres. Todo ello alimentado con una vida de oración, que supone la adoración día a día ante Jesús Eucaristía y la espiritualidad del desierto, que era para él una prioridad. Sus seguidores vamos a la soledad para facilitar que Dios nos pueda encontrar. Por ello hacemos el desierto en el mayor despojo posible, no llevamos libros, ni Biblia ni nada para escribir, sino que estamos a la escucha, como Jesús en el desierto. Yo siempre digo que el desierto es el lugar donde Dios nos reza, no donde nosotros le rezamos a Dios. No somos nadie especiales ni nadie que tengamos un heroísmo en nuestras vidas, sino que nos enamoramos del Evangelio y de Jesús, e intentamos seguirle y ofrecerle nuestro trabajo entre los más desfavorecidos, a través de proyectos y del día a día de nuestra vida, que no siempre es fácil; con la confianza puesta en las manos del Padre, como el Hermano Carlos nos dice en la oración del abandono.

Cuando un miembro de la Familia de Foucauld llega a un lugar, se hace uno más de esa comunidad, esto llama mucho la atención.

Pues es que, el carisma del Hermano Carlos no es imponer nada a nadie, sino gritar el Evangelio con la vida, como hacía Jesús de Nazaret. La mayor parte de su vida no la dedicó a predicar, ni a curar, ni a sanar, ni a perdonar, sino a escuchar, sino a convivir y hacer vida normal. Hacer presencia de Jesús en la vida, respetando mucho las culturas, las religiones, las ideas; y estando abiertos siempre a lo que día a día nos dice Dios. Por todo ello, la Fraternidad de Carlos de Foucauld somos como una gran familia donde caben todo tipo de personas: religiosos, religiosas, sacerdotes, laicos, consagrados…

Este año están de fiesta: el Centenario de la muerte de Carlos de Foucauld.

El 1 de diciembre de 2016 es la fecha, pero lo estamos celebrando durante todo este año. Nos estamos moviendo para hacer de este Centenario algo, no propagandístico, ni triunfalista, sino algo que nos recuerde que el mensaje del Hermano Carlos sigue muy vivo en nuestra Iglesia. Hasta el papa Francisco hace referencia a él en el número 125 de la Laudato Si´, como un modelo evangelizador. Este hombre hizo presente a Jesús desde la sencillez del día a día, desde el Evangelio.

Responsable internacional, ¿cómo lo hace?

Mi contacto con los hermanos por el mundo no es el contacto del jefe que va a controlar o inspeccionar, sino a estar y compartir lo que vive cada persona y cada fraternidad, en lugares muy diversos. Visito los proyectos que tenemos en marcha, como un hogar para más de 600 enfermos de sida en Burkina Fasso. El contacto con la gente, enriquece muchísimo, se comparte la vida de hermanos que están a miles de kilómetros, pero que sienten como tú. Está claro que, el espíritu de Nazaret, que el Hermano Carlos intuyó y nos transmitió, está vivo y para la Iglesia de hoy es un valor. Ese estilo sencillo, reconocido por el papa Francisco nos ayuda y nos da mucha alegría y esperanza. Como cristianos y como seres humanos.

¿Nos sigue despertando Carlos de Foucauld?

Los cristianos de Europa, de Occidente, estamos muy acomodados. En otros lugares, el cristiano es perseguido: en Sudán del sur, en Nigeria, Siria, Irak… he conocido a hermanos refugiados a los que han maltratado a su familia y cuyos testimonios son escalofriantes. A veces, lo que los medios nos transmiten se queda muy corto ante la realidad de persecución que se vive, no sólo a los católicos, sino a todos los cristianos. Y es muy doloroso que los cristianos estén perseguidos, pero tan doloroso es la no aceptación de los refugiados en Europa, que nos tiene que avergonzar. La Iglesia Española se ha expresado rotundamente al respecto. Los cristianos deberíamos ser en nuestra sociedad un signo de denuncia y de profetismo.

(Encarni Llamas Fortes – Diócesis de Málaga)

Charles de Foucauld La misión en el desierto de hoy

El padre Charles de Foucauld en 1902

Entrevista al cardenal Walter Kasper sobre el cristiano que en los primeros años del siglo XX construía sin ayuda tabernáculos para «transportar» a Jesús al desierto argelino

por Gianni Valente

En los primeros años del siglo XX, a un francés amante de la literatura y de la vida aventurosa, famoso explorador, le aconteció vivir una de las aventuras cristianas más sugestivas del siglo pasado. Charles de Foucauld, el monje que sin ayuda construía tabernáculos en el desierto argelino para «transportar» a Jesús a los que no lo conocían ni lo buscaban, que murió a manos de los mismos tuáregs con los que había decidido vivir, en el silencio y en la oración, sin haber conseguido que ni uno de ellos se hiciera cristiano, será proclamado beato de la Iglesia este año.
En las filas cada vez más nutridas de los canonizados, De Foucauld parece a simple vista pertenecer a la categoría de los santos extremos, los que vigilan las tierras de frontera de la aventura cristiana en el mundo. Y, sin embargo, precisamente su historia irrepetible constituye un don de aliento y consuelo.
30Días ha hablado de esto con el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, que es además un viejo amigo de Charles de Foucauld.

Este año Charles de Foucauld será proclamado beato. En 1905, hace justo cien años, llegaba a Tamanrasset, su meta definitiva, en el desierto argelino. Sé que siente usted predilección por la figura de De Foucauld y que ocupa un puesto especial en su vida de cristiano y de sacerdote. ¿Cómo lo conoció?
WALTER KASPER: En mis años de profesor de Teología en la Universidad de Tubinga me veía a menudo con un grupo de sacerdotes miembros y amigos de la comunidad “Jesus Caritas”, sacerdotes que seguían la espiritualidad de Charles de Foucauld. Participaba regularmente en sus reuniones mensuales que comprendían varios momentos: révisión de vie, lectura y meditación de la Sagrada Escritura, celebración y adoración eucarística y, por último, una cena fraternal. Fascinado por la figura de Charles de Foucauld fui a Argelia, a la montaña de Hoggar, donde había vivido él, y allí, en una cabaña en medio a la soledad de la montaña, hice mis ejercicios espirituales. Me acuerdo de que todas las tardes un ratoncito de ojos vivaces me visitaba para comer un poco de mi pan. En Tamanrasset, aunque también en otras partes, por ejemplo en Nazaret o aquí en Roma, me ha llamado siempre la atención la vida de las Pequeñas hermanas de Charles de Foucauld, su vida en la pobreza evangélica entre los pobres y su vida de adoración eucarística. Para comprender mejor la espiritualidad de Charles de Foucauld me han ayudado mucho los escritos de René Voillaume; algunos aspectos de esta espiritualidad han entrado también en mi libro Jesús, el Cristo.
En aquellos años, en los que participaba usted en las reuniones de los grupos “Jesus Caritas”, ¿qué es lo que más le impresionaba de Charles de Foucauld? ¿Por que consideraba interesante y actual su vida?
KASPER: Me veía con ese grupo de sacerdotes en una casa de monjas franciscanas que estaba en las afueras de Tubinga, en una zona muy bonita. Me conmovió la auténtica espiritualidad evangélica, espiritualidad de Nazaret, espiritualidad del silencio, de la escucha de la Palabra de Dios, de la adoración eucarística, de la sencillez de la vida y del abrazo fraternal. Más tarde comprendí la actualidad y la ejemplaridad del testimonio de Charles de Foucauld para los cristianos y el cristianismo en el mundo de hoy. Charles de Foucauld me parecía interesante como modelo para realizar la misión del cristiano y de la Iglesia no sólo en el desierto de Tamanrasset, sino también en el desierto del mundo moderno: la misión mediante la simple presencia cristiana, en la oración con Dios y en la amistad con los hombres.
Si lo juzgamos por los resultados inmediatos, De Foucauld parece un perdedor. Durante su vida en el desierto no hubo conversiones al cristianismo entre los tuáregs. ¿Qué sugiere proponer su historia ahora?
KASPER: El filósofo y teólogo judío Martin Buber ha dicho que el éxito no es uno de los nombres de Dios. Tampoco Jesucristo en su vida terrenal tuvo éxito; al final murió en la cruz, y sus discípulos, menos Juan y su madre María, se alejaron y lo abandonaron. Humanamente hablando, el Viernes santo fue un fracaso. La experiencia del Viernes santo forma parte de la vida de todos los santos y de todos los cristianos. Esto puede ser de consuelo para muchos sacerdotes que sufren por la falta de resultado inmediato, porque en nuestro mundo occidental, pese a todos los esfuerzos pastorales realizados, las iglesias están cada vez más vacías los domingos y la sociedad más descristianizada. Muchos tienen la impresión de predicar a oídos sordos. En esta difícil situación, el ejemplo de Charles de Foucauld puede ser de gran ayuda para muchos sacerdotes.

El cardenal Walter Kasper

¿De qué manera se expresa esta ayuda?
KASPER: Podemos aprender que no se trata de nuestra misión o, por así decirlo, de nuestra empresa misionera, de una hegemonía cultural o de la ampliación de un imperio eclesial con estrategias sofisticadas y perfeccionadas de pedagogía, psicología, organización o cualquier otro método. Debemos hacer, por supuesto, lo que podamos, y podemos usar incluso métodos modernos, pero al final se trata de la misión de Dios mediante Jesucristo en el Espíritu Santo. Nosotros somos sólo el recipiente y el instrumento mediante el cual Dios quiere estar presente; al final es Él quien debe tocar el corazón del otro; sólo Él puede convertir el corazón y abrir los ojos y los oídos. Así, en la presencia, en la oración, en la vida sencilla, en el servicio y en la amistad humana, como la que vivió Charles de Foucauld con los tuáregs, el Señor mismo está presente y actúa. Hemos de confiar en Él y dejarle la decisión de cómo, cuándo y dónde quiere convencer a los demás y reunir a su pueblo.
Esto era lo que De Foucauld vio que había sucedido en su historia personal.
KASPER: Escribe en una meditación de noviembre de 1897: «Todo esto era obra tuya, Señor, y solamente tuya… Tú, Jesús mío, mi salvador, tú lo hacías todo, dentro de mí y fuera de mí. Tú me has atraído a la virtud con la belleza de un alma en la que la virtud me pareció tan bella que cautivó irremediablemente mi corazón… Me has atraído a la verdad con la belleza de esa misma alma». No podemos desde luego considerar a Charles de Foucauld el único modelo de misión para todas las situaciones, hay también otros santos ejemplares, como por ejemplo Francisco Javier, Daniel Comboni y muchos más, que representan otro tipo y otro carisma misionero. Las situaciones misioneras son diversas al igual que los retos y las respuestas. De todos modos, creo que Charles de Foucauld no es sólo un modelo para la misión en el desierto entre los musulmanes, sino también en el desierto moderno. Es emblemático que Teresa de Lisieux haya sido proclamada patrona de las misiones, ella, una joven monja carmelita, que no salió del Carmelo y no estuvo nunca en un país de misión; y, sin embargo, prometió dejar caer una lluvia de rosas desde el cielo después de su muerte.
No son raros los llamamientos a la misión, pero a menudo parecen abstractos y a veces incluso agotadores.
KASPER: También los cristianos somos hijos de nuestro tiempo; queremos planificar, hacer, organizar, controlar los resultados… Charles de Foucauld nos sugiere otra manera: imitar y vivir la vida de Jesús en Nazaret. Podríamos preguntarnos: Jesús, treinta años de vida oculta en Nazaret de los 33 que vivió, ¿fue acaso un tiempo perdido? Precisamente la realidad cotidiana, la realidad ordinaria es el verdadero espacio donde se manifiesta el don de la vida cristiana. Al respecto podemos recordar un pasaje importante de la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, en el párrafo 31, donde el Concilio habla de la misión de los laicos y dice que los laicos son fieles que viven en el siglo, es decir, en las condiciones ordinarias como el trabajo y las otras actividades diarias. «Allí, en las condiciones ordinarias de su vida manifiestan a Cristo por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad». A veces tenemos la idea equivocada de que para ser una laico comprometido en la misión se ha de ser un empleado eclesiástico, que en lo que le es posible participa en las tareas del sacerdote, se muestra activo en la liturgia, etcétera. Pero lo más importante es vivir el Evangelio en la vida diaria, en la oración, en la caridad, en la paciencia, en el sufrimiento, ser hermano de todos y estar convencido –como dice san Pablo– de que la misma Palabra de Dios, si es recibida y vivida por nosotros, corre y convence.
Muchos reconocen que los cristianos son hoy minoría. Y dicen que por ello hay que moverse, ser creativos, reavivar nuestra acción. ¿Le convence este planteamiento?
KASPER: Me convence sí y no. Sí, si los cristianos se despiertan, son conscientes de su situación, de los nuevos retos y de su misión. No podemos contentarnos del status quo y seguir como si no pasara nada. Esto vale sobre todo para la Europa occidental, que vive una profunda crisis de identidad, mientras que antaño estaba marcada claramente por el cristianismo. Europa debe despertarse de su indiferencia, que es una falsa tolerancia. Pero, por otro lado, existe el peligro de comportarse como los propagandistas de un lobby minoritario, o sea, sectario. En este sentido, no al fanatismo militante como lo vemos en muchas viejas y nuevas sectas, que hoy son un nuevo reto en todo el mundo. Sobre todo a partir del Concilio Vaticano II hace falta una estilo dialogante, es decir, una actitud de respeto también con aquellos que son definidos lejanos, que tal vez mantienen un vínculo tenue, pero resistente, con la Iglesia, y una actitud de respeto hacia la cultura moderna, cuya legítima autonomía reconoce el mismo Concilio. No queremos y no podemos imponer la fe, que por su naturaleza no puede ser impuesta; queremos –como dice el Concilio Vaticano II en el párrafo 1 de la constitución pastoral Gaudium et spes– compartir los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, y, mediante esta vida de participación, dar testimonio de nuestra fe.
¿Y De Foucauld tiene que ver con esto?
KASPER: Esta actitud era típica de Charles de Foucauld. Recordemos su amistad con los tuáregs y sobre todo con su jefe Musa ag Amastan. Él no hacía nada para convencer y conseguir prosélitos. Como máximo podía llevar a Cristo cerca de ellos, llevando el tabernáculo al desierto. Pero luego no ideaba estrategias elaboradas. Vivía simplemente su vida de oración y de trabajo. Sólo después de su muerte encontró discípulos, discípulos que hoy viven en medio de los más pobres compartiendo con ellos las experiencias diarias.
Recientemente, en los debates sobre las raíces cristianas de Europa, algunos pensadores laicos le han reprochado a la Iglesia su timidez a la hora de defender y proponer verdades y valores. ¿Qué piensa de estas acusaciones? ¿Qué diría De Foucauld?
KASPER: La acusación dirigida a menudo contra la Iglesia en su conjunto carece de fundamento; el Papa y muchos episcopados europeos se han expresado claramente y con fuerza en favor de la identidad cristiana en Europa. Pero al mismo tiempo es verdad que en algunos ámbitos y círculos dentro de la Iglesia existe cierta timidez y debilidad a la hora de defender y proponer la verdad y los valores cristianos. Esta actitud nace a menudo de una fe frágil que ha perdido sus certidumbres, su determinación, que confunde la tolerancia con la indiferencia. Charles de Foucauld no gritó grandes consignas: su conducta nace de una convicción totalmente distinta. Parte de una fe sólida y vivida, que en sí misma, incluso sin grandes palabras, era un testimonio fuerte y valiente, pero también humilde, del mensaje cristiano y de sus valores. Sin pretensiones de posesión, sin actitudes de desafío. Escribe a finales de 1910: «Jesús es suficiente. Allí donde está, no falta nada. Quien se apoya en él es fuerte gracias a su fuerza invencible». Un testimonio de este tipo puede llevar a los demás a reflexionar, a hacerse preguntas, puede suscitar admiración y, si Dios concede la gracia, también el deseo de compartir esta vida según los valores cristianos. De hecho, nuestra defensa de la identidad cristiana de Europa será convincente sólo si vivimos los valores que defendemos. No son las palabras, es la vida lo que convence. Como reconocía De Foucauld en un escrito de julio de 1899, «se hace el bien con lo que uno es, más que con lo que uno dice… Se hace el bien cuando se es de Dios, se pertenece a Él». Y cuando esto sucede, no hay que inventarse nada. Basta «quedarse donde uno está, dejar penetrar, crecer y consolidar en el alma la gracia de Dios, defenderse de la agitación».

Charles de Foucauld en la ermita en el desierto de Tamanrasset donde custodiaba el tabernáculo con el ostensorio

También las peticiones de perdón por los pecados pasados han sido consideradas por algunos como una manifestación de debilidad. ¿Qué piensa usted de estas afirmaciones a la luz de la figura de De Foucauld?
KASPER: Charles de Foucauld tenía razón cuando pedía perdón por su vida derrochada antes de su conversión. Nos muestra que un nuevo inicio siempre es posible, por gracia divina. También nosotros en cada celebración eucarística comenzamos con un acto penitencial; esto sería algo impensable en una reunión de partido, de una empresa o de cualquier asociación. Haciendo esto, expresamos nuestra debilidad, lo cual es un acto de sinceridad, pero al mismo tiempo manifestamos la fuerza del mensaje cristiano de la misericordia y del perdón, es decir, de la posibilidad que Dios pueda realizar un cambio y dar un nuevo inicio también a una historia humana sin salida y sin esperanza. Escribe De Foucauld en una meditación: «No hay pecado tan grande, ni criminal tan empedernido, al que tú no ofrezcas en voz alta el paraíso, como le dijiste al buen ladrón, al precio de un instante de buena voluntad». Pedir perdón no es por tanto una debilidad sino una fuerza; es expresión de una esperanza que no olvida, no reniega o retrata el pasado y que al mismo tiempo no se siente encadenada al pasado y puede mirar al futuro. Pedir perdón es expresión de la libertad cristiana, libertad que nosotros conocemos en Cristo. Pedir perdón no es una acción politically correct, sino que tiene que ver con la naturaleza de la Iglesia y con su mensaje.
¿Qué tienen en común los tuáregs de África con nosotros, hombres de las realidades urbanas?
KASPER: De Foucauld lleva a Jesucristo hasta «aquellos que no lo buscan». Podemos decir que, en ciertos aspectos, la situación de los tuáregs de Argelia es semejante a la de nuestros contemporáneos en la realidad urbana, es decir, a nuestra misma situación, si bien exteriormente la diferencia es manifiesta; allí se trata de pobreza material, aquí de pobreza espiritual. El desierto es, por supuesto, distinto, pero el punto común reside en el hecho de que ni ellos ni nosotros estamos de verdad “en casa” en ningún lugar; estamos en camino, somos nómadas. Además, tenemos en común cierta letargia. A menudo vagamos sin una meta concreta ni una sólida esperanza. Somos, pues, un pueblo en el que la predicación del Evangelio y la conversión son difíciles. En esta situación, Charles de Foucauld nos da una respuesta profética pero también exigente, en el fondo la única respuesta posible: una vida evangélica que manifiesta la alternativa profética del Evangelio, haciendo que sea de nuevo interesante y atractivo. De este modo Charles de Foucauld es una figura luminosa, y puede ser también un válido remedio frente al peligro de un aburguesamiento y de un tediosa banalización de la Iglesia.
Para De Foucauld los pobres son los destinatarios predilectos de la promesa de Cristo. ¿No le parece que esta percepción de la predilección de los pobres se ha ofuscado?
KASPER: Los pobres y los pequeños son según Jesús los predilectos de Dios y los destinatarios de su evangelización. También san Pablo nos dice que en las comunidades primitivas había pocos ricos, pocos sabios, pocos poderosos y pocos nobles. El Concilio Vaticano II descubrió de nuevo y reafirmó este aspecto; después del Concilio se ha hablado mucho de la opción preferencial por los pobres. La teología de la liberación se ha inspirado en este mensaje, pero a veces lo ha hecho con fines ideológicos; al hacer esto, se ha vuelto ambigua. Esto no significa, sin embargo, que el mensaje haya dejado de ser válido y actual. Todo lo contrario. La gran mayoría de la humanidad vive actualmente por debajo del umbral de pobreza, y esto es verdad sobre todo en África, donde Charles de Foucauld vivió, entre los pobres. Espero que su beatificación replantee con un significado de ningún modo ideológico, la urgencia de hacer frente al desafío de la pobreza, tanto material como espiritual, y nos muestre la respuesta evangélica, vivida por él de modo ejemplar, que el mundo actual debe dar.

Charles de Foucauld. Encontrar a Dios en el desierto.

Entrevista a D. José Luis Vázquez Borau

Por: Luis Javier Moxó Soto | Fuente: Catholic.net

“Al comienzo de octubre de 1886, después de seis meses de vida de familia, yo admiraba y quería la virtud, pero no os conocía. ¿Por qué invenciones, Dios de bondad, os hicisteis conocer de mí? ¿De qué rodeos os servisteis? ¿De qué suaves y fuertes medios exteriores? ¿Por qué serie de circunstancias maravillosas, en que todo se juntó para empujarme hacia vos: soledad inesperada, emociones, enfermedades de seres queridos, sentimientos ardientes del corazón, retorno a París a consecuencia de un acontecimiento sorprendente? ¿Y qué gracias interiores? Esta necesidad de soledad, de recogimiento, de piadosas lecturas, esta necesidad de ir a vuestras iglesias, yo que no creía en Vos, esta turbación del alma, esta angustia, esta búsqueda de la verdad, esta oración: “¡Dios mío, si existes, manifiéstate!”…

¿Qué tiene en común la experiencia de Charles de Foucauld (1898-1916), con las nuestras? ¿Qué puede decir al hombre de hoy el testimonio de su vida y de su búsqueda?

Digital Reasons ha publicado “Charles de Foucauld: Encontrar a Dios en el desierto”, de José Luis Vázquez Borau (Barcelona, 1946).

El autor es profesor y escritor especializado en Ciencias Religiosas y Espiritualidad. Doctor en Filosofía y en Teología. Autor de distintas obras de filosofía, teología, religiones, espiritualidad y semblanzas de personajes. Es presidente de RIES (Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas); presidente de honor del Instituto Emmanuel Mounier de Cataluña y fundador de la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld.

José Luis, ¿hemos perdido o debilitado la capacidad de sentido de la vida, de búsqueda de Dios, de la Verdad, de silencio y fraternidad al estilo de Foucauld?

Para encontrar el sentido de la vida hay que ser pobre, desposeerse, descalzarse como hizo Moisés ante la zarza ardiendo del Sinaí. Hay que entrar en el silencio del corazón. Hay que ir al desierto, no necesariamente físico, como hicieron los Padres del desierto o Carlos de Foucauld.

¿Qué diría hoy Charles de Foucauld a tantos creyentes débiles, sobre todo cristianos convertidos a medias, es decir que son capaces de encender una vela a Dios y otra al diablo, de no querer amar de verdad e imitar a Jesús? ¿Y a los que pasan de la trascendencia, de Dios o los que están en búsqueda, quizá no sabiéndolo bien del todo?

A los creyentes débiles, a los convertidos a medias Foucauld les diría que encendiendo una vela a Dios y otra al diablo no van a ser felices nunca. Hay que ser radicales en la conversión. No se puede entender el buen vivir sin la radicalidad. Recordemos aquellas palabras de la Apocalipsis: “Conozco tu conducta: no eres ni frio ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!. Pero como eres tibio, es decir, ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. Tú dices: ‘Soy rico; me he enriquecido; nada me falta’. Pero no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo” (Ap 3, 1-18). A los que pasan de la trascendencia o a los que están en búsqueda Foucauld les diría que vayan hasta el fondo en el desarrollo de la dimensión última de su existencia. Que desarrollen su inteligencia espiritual que se alimenta del silencio (desierto), que les dará el sentido pleno de la vida.

¿Qué tipo de desiertos son aquellos que hoy son campos de acción para los seguidores de Charles de Foucauld? ¿Han cambiado mucho en el último siglo y han aparecido otros nuevos, más urgentes, oportunos y necesarios de atender?

Carlos de Foucauld, después de su conversión radical a Dios, quiso vivir como Jesús de Nazaret, en una aldea humilde entre los más pobres. Se trata de encarnarse entre los últimos y desde la pobreza crecer como hermanos.
Cuando Foucauld recibió la misión apostólica quiso ir siempre hacia los más abandonados, donde no hay presencia de Iglesia y allí practicar el apostolado de la bondad, semilla del Reino de Dios.

¿Cuáles son los principales problemas actuales del diálogo y fraternidad entre cristianos y musulmanes? Por parte católica, ¿cómo podemos contribuir a su solución o a tender puentes más que a levantar muros?

Se podría afirmar que tanto para Carlos de Foucauld como para todos sus discípulos, especialmente Louis Massignon, Padre Pyriguere, René Voillaume, la Hermanita Magdaleine, Carlo Carretto, inmersos en el mundo musulmán, en la fraternal convivencia de vecindad y de amistad no ha habido especiales problemas. Los problemas surgen con la absolutización de ciertas doctrinas o creencias, lo que llamamos fanatismo. El camino será largo, pero se llama amistad.



Para los no iniciados en la vida y pensamiento del beato, ¿por qué razones recomienda su libro? ¿algún otro?

Recomiendo la lectura de Charles de Foucauld: Encontrar a Dios en el desierto, precisamente porque en el mismo se ve de una manera patente la importancia de la conversión y las implicaciones que tuvo en Foucauld. Una manera sencilla y agradable de ir entrando en el carisma de Carlos de Foucauld sería leyendo los libros de Carlos Carretto, especialmente Cartas del desierto de la Editorial San Pablo. Pero el libro de cabecera sería: Carlos de Foucauld. Itinerario espiritual de Jean François Six, de la editorial Herder.

¿Podemos decir que se ha entendido y aplicado bien el camino, el carisma, de Foucauld? ¿Qué ejemplos de asociaciones y grupos cristianos nos puede destacar? ¿Qué le parece la de «Amigos del desierto» de Pablo d’Ors y especialmente sus libros «El olvido de sí» y «Biografía del silencio«?

El día de la beatificación del hermano Carlos en Roma pude constatar la multiplicidad de grupos que siguen este carisma, pero a mi modo de entender, quienes lo viven con mayor radicalidad son las hermanitas de Jesús, las hermanitas del Evangelio, las hermanitas del Sagrado Corazón, las hermanitas de Nazaret, los hermanos de Jesús y los hermanitos del Evangelio, pues hacen una entrega total de su vida entre los más pobres. Pero esto sería lo mismo que decir que en la Iglesia quienes viven mejor el evangelio son los monjes. Pero todos sabemos que el Espíritu del Señor Resucitado se explaya a través los distintos estados de vida. Por tanto, el carisma Foucauld se puede vivir de muchas maneras. Los “Amigos del desierto” es una, con el fin de despertar la interioridad contemplativa de la persona y descubrir su vocación. Los libros “El olvido de sí” y “Biografía del silencio” de Pablo d’Ors son dos libros que pueden ayudar en este empeño.

Muchas gracias, José Luis, por sus respuestas tan clarificadoras y testimoniales. ¿Qué es la Comunidad Ecuménica Horeb Charles de Foucauld, dónde está presente y cuál es su misión, su testimonio? ¿cómo invitaría usted a conocerla?

La Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld es un “monasterio invisible” en la comunión de los santos. Reúne a personas dispersas de catorce países que quieren seguir el carisma Foucauld, con un compromiso de intercesión ecuménica, que para llevarlo a cabo se ayudan con la oración de los unos por los otros. Dentro de la peculiaridad del carisma Foucauld se acentúa el desierto. Gracias a Internet hay una comunicación fluida mediante boletines y una revista Horeb Ekumene.

Para contactar con el autor:
https://foucauldblog.wordpress.com
http://horebfoucauld.wordpress.com
https://www.religiondigital.org/cafedialogo/
amazon.com/author/jlvazquez.borau