FRUTOS DEL PROYECTO WEND BENEDO

Dieudonné hoy, uno de nuestros niños de Wend Benedo de Burkina Faso

EL PROYECTO WEND BENEDO es un proyecto de la Fundación Tienda Asilo de San Pedro, que es una entidad sin ánimo de lucro, plural, aconfesional y sin orientación política, abierta a toda persona (sin distinción de etnia, confesión religiosa o de cualquier otro tipo) que comparta sus ideales altruistas de lucha por la consecución de un mundo mejor. Fundada en Cartagena hace más de cien años (1894) es una de las fundaciones más antiguas de España. Tiene como finalidad el favorecer la integración social de las personas necesitadas de ayuda, haciendo especial hincapié en la formación, la promoción, la asistencia y la integración social.

El proyecto Wend Benedo, que supone uno de los mayores soportes al PLAN NACIONAL CONTRA EL SIDA, está situado en la zona Norte del país de Burkina Faso (África del Oeste) donde el sida es pandemia y no existe organización alguna en dicha área que atienda a los afectados. La colaboración del proyecto con dicho PLAN es fundamental. El proyecto WEND BE NE DO es único en Burkina Faso como presencia y atención en la Región Centro-Norte, con tres provincias, Bam (Bam), Sanmatenga (Kaya) y Namentenga (Boulsa), con unos 850.000 habitantes en el área de250 aldeas atendidas. Unos 150.000 habitantes son usuarios potenciales de WEND BE NE DO. WEND BE NE DO mantiene una excelente relación con el Centro Médico de Kongoussi y el Centro Médico Diocesano de Bam, con colaboración mutua. El proyecto es continuación del iniciado en 2005, con el mismo nombre de WEND BE NE DO.

La Fraternité Charles de FOUCAULD de Burkina Faso firmó el 1 de enero de 2005 un convenio de colaboración con la Fundación Tienda Asilo de San Pedro de Cartagena, España, convenio que sigue vigente.

Dieudonné, derecha; Veronique, ahora administrativa en el Ayuntamiento, y Jean-Gabriel, ya enfermero

Los pobres dan lo que tienen, no lo que les sobra

Yasmine, una de las chiquillas, fue la primera bebé del proyecto que conseguimos que saliera adelante sin el VIH de su mamá.
Pélagie, mamá de cuatro hijos, de nuestro proyecto WEND BENEDO, se ha ido. En la aldea de Guibaré, Burkina Faso, nos regalaba siempre una bolsa de cacahuetes. Los pobres dan lo que tienen, no lo que les sobra.

He pensado mucho si enviar esta foto o no. Pero me he decidido, y no para hacer chantaje emocional alguno. Frente a la frivolidad reinante, desinterés por el sufrimiento de los demás, genocidios, injusticias contra el ser humano, no parar de mirarnos el ombligo, pensemos, no nos lamentemos

Gran noticia para todos!

De nuestro hermano Aurelio Sanz (Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas): Información general:

Marc, uno de nuestros hijos de Wend Benedo en Burkina Faso, se ordena de cura en Kongoussi, su parroquia, el próximo sábado. Su padre (Philbert) es usuario y voluntario en el proyecto. Su madre falleció cuando él era pequeño. Tiene más hermanos.

Gran noticia para todos!

La historia de la monja que se ha saltado el protocolo

«La hermanita Geneviève: toda una referente en el mundo de feriantes en Italia. Vive con su fraternidad hermanitas de Jesús, de Carlos de FOUCAULD) en un carromato en Ostia, cerca de Roma. La conocí allí. Ella entraba y salía del Vaticano para hablar con Francisco sin día ni hora». (Aurelio Sanz)

Christian Rodríguez

La Iglesia Católica continúa inmersa en el periodo de sede vacante con el comienzo de las exequias por la muerte del papa Francisco. A las 9:00 horas de este miércoles, sus restos mortales han sido trasladados desde la capilla de Santa Marta hasta la Basílica de San Pedro y, tras la Liturgia de la Palabra presidida por el camarlengo, se ha abierto la capilla ardiente para que los files puedan despedirse del pontífice. Una de las primeras en acercarse al féretro ha sido la monja Geneviève Jeanningros, quien ha protagonizado el que ya es uno de los momentos más llamativos de esta jornada de luto.

Mientras los cardenales y obispos daban el último adiós a Francisco uno por uno, la religiosa, de pequeña estatura y con una mochila a hombros, se ha acercado discretamente en la zona donde se había colocado el féretro para rezar y llorar en silencio. Pese a que el rígido protocolo establece que los cardenales, obispos y personal del Vaticano deben ser los primeros en despedir al pontífice, nadie ha llamado la atención de sor Geneviève. Pero ¿quién es esta monja y cuál era su relación con Francisco?

Vinculada a un crimen de la dictadura argentina que calló el Vaticano

Geneviève Jeanningros, de 81 años, era amiga del papa Francisco, quien la apodaba con cariño la enfant terrible. La religiosa es sobrina de Léonie Duquet, una monja francesa que fue secuestrada y asesinada en Argentina en 1977 junto a su par Alice Domon. Por estos crímenes fue condenado a cadena perpetua el militar Alfredo Astiz, uno de los represores a quien los diputados del partido de Javier Milei llegaron a visitar en la cárcel. La simpatía del papa por Jeanningros fue interpretada en su momento como una muestra más de las desavenencias entre Francisco y el presidente argentino.

La violencia política durante la dictadura de Videla contó con la connivencia de la iglesia argentina y del Vaticano. «No podía aceptar el silencio de la Iglesia… Después de todo este tiempo puedo decir que fue la cercanía y la ternura del Papa lo que me curó de tanto sufrimiento. Yo quería que se abrieran los archivos porque tenía muchas preguntas en el corazón y quería ver con más claridad», declaraba Jeanningros en el libro La verdad los hará libres: la Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, editado por la Conferencia Episcopal Argentina.

Vive en una caravana con feriantes y llevaba mujeres trans a las audiencias

El 20 de abril de 2013, apenas un mes después de ser elegido, el papa Francisco invitó a sor Geneviève a una misa celebrada en su residencia de Santa Marta. «Nos recibió con gran ternura, cuando me besó sentí que mi corazón se liberaba«, dijo sobre ese vínculo que no había hecho más que comenzar.

Jeanningros, hermanita de Jesús, se dedica desde hace 56 años a asistir a los ‘últimos’ de Roma, las mujeres transexuales y los feriantes. En concreto, Francisco visitó el año pasado a la comunidad de artistas de circo del Luna Park de Ostia Lido, en la región del Lacio. Allí vive sor Geneviève en una caravana con otra religiosa. Francisco bendijo una estatua de “Nuestra Señora protectora del espectáculo ambulante y del circo” y fue recibido por las familias y feriantes de la comunidad en la parroquia de Regina Pacis: “Les agradezco a todos por lo que hacen para hacer sonreír a la gente”.

Por otro lado, esta monja empezó a acudir cada miércoles a la audiencia general del Vaticano junto a personas del colectivo LGTBIQ+, muchas de ellas mujeres transexuales que ejercen la prostitución en esta zona degradada a las afueras de Roma. “Lo aman tanto porque es la primera vez que un Papa acoge a personas trans y gays. Le agradecen porque finalmente han encontrado una Iglesia que les ha tendido la mano”, decía la monja ante la prensa.

– Diario de Sevilla

Un descubrimiento: el hermano Carlos

Un día leímos algo sobre Carlos de FOUCAULD. De alguna manera nos llamó la atención su forma de vivir el evangelio. Fuimos descubriendo cómo su testimonio de vida fue realmente sorprendente. A través de los libros de René VOILLAUME, de Carlo CARRETO, de Jean-François SIX, o Arturo PAOLI, una línea de espiritualidad y de acción se abría ante nosotros. Pudo ser la palabra o la invitación de algún compañero para participar en un retiro de oración, a una reunión de otros sacerdotes, o un artículo de alguna publicación donde se hablaba de un hombre enamorado de Jesús, que cambió su vida de rico para ser pobre; un hombre con un sentido de fraternidad universal y lleno de Dios, o unos hermanitos y hermanitas, o sacerdotes, que seguían un estilo de ser cristianos desde lo sencillo, el trabajo, estar con los pobres sobre todo, hombres y mujeres encarnados en la realidad de su entorno. Quizá en la época de estudiantes nos llamó la atención que, entre tanta teología, había una manera directa de conocer a Jesús, desde un hombre que, sin ser de nuestro tiempo, se adelantó al Vaticano II y tuvo unas intuiciones que más adelante se hicieron realidad, en su vida y en la vida de muchos cristianos que contemplamos este mundo como una maravillosa obra de Dios, donde los seres humanos debemos vivir la fraternidad universal. Somos sacerdotes diocesanos y llamados a ser Iglesia, sin rasgos sectarios o de elegidos especiales para algo glorioso: llamados a ser también hermanos universales.

La espiritualidad de Nazaret

El hermano Carlos quizá nos abrió un camino distinto en la fe; no el único, pero sí al que Dios nos llama a cada uno, tal y como somos, sin la frustración de no ser de otra manera, mejor o más perfecta. Esto no nos hace estar por encima de otras formas de espiritualidad, sino acercarnos a Jesús allí donde está, en convivencia con quienes tenemos cerca, en donde vivimos, con quienes nos encontramos cada día. Nazaret es estar con la gente, no vivir al margen de nadie. Nazaret es trabajar como uno más, o estar enfermo como otro enfermo, o ser jubilado como tantos jubilados. Es sonreír con quienes ríen y llorar con los que lloran. Sin empatía no podemos entender qué es Nazaret y entender qué nos traen los acontecimientos sencillos o lo pequeño de cada día. A veces a los sacerdotes nos cuesta trabajo vivir en ese estilo, o tener una actividad pastoral sin pensar en el éxito; el clericalismo está muy lejos de Nazaret, como lejos está Nazaret del templo de Jerusalén… Por eso no tenemos que sentirnos fracasados si acude poca gente a las reuniones de la parroquia, o en el templo hay mayoría de personas mayores o muy poca afluencia de creyentes. Vivir Nazaret es llevar a Jesús de vecino en el barrio, el pueblo, la calle, donde se reúne la gente, en los hospitales, la cárcel, los centros de acogida, participar de las esperanzas de los refugiados o desplazados. Puede ser difícil de entender si queremos conservar nuestras seguridades personales o posibles privilegios sociales.

El Mes de Nazaret nos ayuda, al menos una vez en la vida, a vivir en fraternidad este espíritu del hermano Carlos, profundizando en su vida y su legado, compartiendo nuestras vidas y realidades al orar juntos, trabajar en algo manual – sin jugar a ser obreros por un día – , revisando nuestras vidas, alegrías y fracasos, dando al desierto su tiempo, como búsqueda y encuentro con el silencio de Dios, haciendo juntos las tareas de cualquier hogar, aunque en este caso sea un hogar de solteros. En el Mes de Nazaret hacemos nuestro compromiso en la fraternidad, que es compromiso a vivir el evangelio y seguir a Jesús, donde él nos ponga.

Una entrega a los más pobres

Rompiendo esquemas de tradición familiar y social, Carlos de FOUCAULD, después de sus búsquedas de Dios, optó por ser pobre como Jesús. Cuando uno se enamora quiere escuchar el corazón de la otra persona. El hermano Carlos se identificó con su Bien Amado Jesús yendo hacia los más abandonados.

Dice Florencio ROSELLÓ, arzobispo de Pamplona, España, en la Jornada Mundial de los Pobres 2024: “En esta Jornada de los Pobres me surge siempre una duda: ¿cuando hablamos de los pobres, en quién pensamos? A veces veo que son gente dependiente de mi “limosna”, gente dependiente de mi actitud, gente que está por debajo de mí, que me mira hacia arriba, y yo le miro hacia abajo. Me siento superior a él, y eso me molesta. Siempre he querido tratar a los pobres de igual a igual, mirarle a los ojos, porque estoy a su misma altura, no de arriba abajo, como si yo fuese el bueno y él…piense usted lo que quiera”. Igual nuestro Papa Francisco insiste siempre en esto, y, aún más, hay que tocar al pobre, darle la mano, o abrazarlo, que no nos dé repugnancia, ni pensemos que nos vamos a manchar.

Carlos de FOUCAULD fue más allá: hay que estar con ellos, vivir con ellos, según su estilo, sin diferenciarnos por nuestro status religioso que a veces es clasista y clerical, hasta incluso si somos de la clase media. Los pobres no entienden de títulos universitarios: entienden a quienes son como ellos, y se acercan sin tener miedo o prejuicios. Hay muchas formas de pobreza a nuestro alrededor, y no sólo la pobreza material: pobres que no tienen un corazón libre, pobres que carecen de amistad, pobres saturados de tecnología y faltos de humanidad… Vivimos muchas veces en medio de ellos, y no hace falta ir muy lejos. Países pobres con deuda externa – y eterna – con Occidente, inmigrantes en malas condiciones: todos los rechazados por la riqueza. ¿Cómo ser coherentes en nuestro estilo de vida con un mundo lleno de injusticias? La fraternidad nos hace ver también la pobreza de nuestras propias miserias.

Compartir la fe y la vida

La vida de una fraternidad sacerdotal Iesus Caritas es la vida de unos hombres creyentes que siguen a Jesús y se ayudan a ser fieles al evangelio. En el encuentro de cada mes – en la fraternidad local – ,en el retiro anual o trimestral, en las asambleas, y en la vida de cada día, allí donde uno está, se renueva ese encuentro con Jesús en la adoración, el tiempo de silencio y contemplación de la Eucaristía, sin prisas. Jesús, que nos mira y nos acoge. Jesús, que nos escucha y comparte nuestro silencio y nuestros ruidos. Para que haya amistad con Jesús, tenemos que acercarnos a él. El hermano Carlos y los grandes orantes a través de la Historia nos dan testimonio de esta amistad profunda con Dios.

Y en el desierto, otro tiempo prolongado de estar a la escucha, la amistad se fortalece, como se fortalece el amor hacia la persona que echamos de menos porque no está a nuestro lado. No vemos a Dios, pero lo sentimos, porque él nos está buscando.

Puede ser que nos dé miedo la soledad, o encontrarnos con nosotros mismos, con nuestra realidad vulnerable. En la Oración de Abandono decimos “con infinita confianza”… Cuando hay confianza, se van los miedos. Para el desierto no necesitamos prácticamente nada: sólo nosotros. No necesitamos un templo o una capilla, ni libros, ni Biblia, ni un paisaje agradable o con comodidades: hay que salir hacia donde Dios nos conduzca. Silencio…

La vida de fraternidad es compartir la vida, tal y como es, en cada encuentro, especialmente en la revisión de vida. Carlos de FOUCAULD no revisaba su vida porque no tenía una fraternidad de cristianos como él. Ahondando en la amistad con la gente con quien vivió, animado por la dirección espiritual del P. Henry HUVELIN, desde la distancia entre Francia y Argelia, y antes en sus diversas etapas de búsqueda, el hermano Carlos tuvo una permanente revisión de vida, en la oración, en sus cartas, que le llevó a no estar cómodo e instalado en unos planes ya hechos: siempre estuvo abierto a la realidad de la vida y de las circunstancias. En la fraternidad vivimos la revisión de vida como un medio para el crecimiento interior, escuchando y siendo escuchados, Es necesaria la confianza mutua, la aceptación de los demás, con su forma de ser, a veces con ideas distintas sobre la Iglesia y la sociedad. El diálogo, el encuentro en clima de oración, hacen caer prejuicios y juicios hacia los demás. Por eso es imprescindible, para una verdadera revisión de vida, la transparencia del interior de cada persona. No hay que revisar actividades pastorales, hay que revisarse a uno mismo. Los demás nos ayudarán. Y, sobre todo, sentirnos en libertad, sin puertas cerradas.

En el proyecto de Jesús

La fraternidad sacerdotal Iesus Caritas es una pequeña parte del conjunto de la Iglesia de Jesús, una pieza más del todo por el cual vivió Jesús: ovejas responsables de otras ovejas que no miran desde el poder. Nos sentimos en comunión con el Papa Francisco, que tiene a San Carlos de FOUCAULD siempre presente en sus encíclicas, y queremos ser Iglesia en salida, en las periferias, para seguir descubriendo a Jesús y trabajando por su Reino, necesitados de los demás y al servicio de los que no son protagonistas de éxito. Evangelizar siendo contemplativos y dejarnos evangelizar.

Aurelio SANZ BAEZA,
fraternidad de Murcia, España

Felicidades a Susana, de la Comunidad Wend Benedo

Joseline, otra de nuestras niñas de Wend Benedo, con Susana. Ha terminado su bachillerato con 17,60 de puntuación (casi lo máximo). Joseline es huérfana de padre y madre.

Asociación Wêndbenedo

Mujeres y niños en dificultades en Burkina Faso

La asociación Wêndbenedo-FEED “Mujeres y niños en dificultades” nació para apoyar a las poblaciones desfavorecidas de Burkina Faso, con especial énfasis en las mujeres y los niños.

A corto plazo queremos ofrecer un hogar acogedor, la respuesta a necesidades existenciales como alimentación, salud, vestido, formación, etc.

A largo plazo, pretendemos cambiar la mentalidad de los beneficiarios: que ya no se comporten como simples consumidores, sino como adultos autónomos, responsables, que viven el amor al prójimo, respetuosos del medio ambiente, que son modelos para las generaciones futuras y contribuyen así a una vida duradera. mejora en el país.

Contactar: Aurelio BAEZA SANZ asanz@quintobe.org Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas


Las moscas del desierto

Pequeña aportación para el tiempo de desierto de AURELIO SANZ
Sin papeles en el Desierto
Nuestra identificación cívica, sea el documento nacional de identidad, el pasaporte, la tarjeta de identidad o el carné de conducir, llevan nuestra foto y nuestros datos personales. Nos dejan pasar, nos autorizan, nos permiten… sólo con el documento acreditativo. Nos fiamos de nuestros papeles y de los papeles de los demás, cuando éstos están en regla.En el desierto se nos invita a ir sin papeles,  sin programación ni guía, sean pensados o  por escrito. Los papeles nos van a distraer, y, aunque sea la propia Palabra de Dios, este mismo boletín que está en nuestras manos, cualquier “receta” útil para el día de desierto, el libro que esperábamos leer un poco en ese día, etc. son parte de la mochila pesada que nos va a sobrar. Tampoco los papeles o libretas o diarios para escribir, ya que corremos el riesgo de perdernos en nuestros pensamientos y no dejar paso al pensamiento de Dios. Hay que dejar que Dios escriba el camino, lo muestre y nos sitúe en él: si elegimos nosotros, no nos dejamos poseer por su Espíritu. Si creemos que el desierto es rodearnos de seguridades, no entraremos nunca. “A un grupo de sus discípulos que estaban tremendamente ilusionados con una peregrinación que iban a emprender les dijo el Maestro: Llevad con vosotros esta calabaza amarga y aseguraos de que la bañáis en todos los ríos sagrados y la introducís con vosotros en todos los santuarios por los que paséis. Cuando regresaron los discípulos, la amarga calabaza fue cocinada y posteriormente servida como comida sacramental. Es extraño, dijo con toda intención el Maestro después de haberla probado, el agua sagrada y los santuarios no han conseguido endulzarla[1].El desierto no es para pensar; es para llenarte del pensamiento de Dios. Sí que es un tiempo de sensaciones, de sentir lo que Dios siente por ti, por la humanidad y por todo lo creado. Esas sensaciones son las que hay que disfrutar, sin que muten en ideas y sin idealizar la cercanía o lejanía de Dios con conclusiones.No nos revisamos, no nos evaluamos; es Dios quien nos evalúa.La Biblia, el Nuevo Testamento o el Libro de los Salmos, dejémoslos en casa. Seguro que a la vuelta del desierto nos van a sorprender, vamos a gozar con ellos. Si los hacemos compañeros de desierto pueden convertirse en un arma a nuestro favor, un medio para darnos la razón a nosotros mismos, un recurso que nos distraiga de las llamadas de Dios en el silencio y la soledad. No pensemos que sin leer, sin escribir, nos “va a salir mal el día”, que nos vamos a aburrir a ratos… El hastío y el aburrimiento forman parte de la dinámica que Dios nos tiene preparada en el desierto. Éste no es para divertirse ni ocupar un tiempo para rezar; no hay que hablar nada, sólo dejar a Dios hablar, y él se manifestará si le dejamos sitio, si le mostramos nuestro corazón desnudo, de todo ruido, de toda programación, de todo pensamiento. El corazón libre y silenciado será el que escuche; el ocupado y con ruidos volverá del desierto muy descansado y distraído, feliz por un bello día de paseo y contacto con la naturaleza.
A reloj parado                                
El desierto puede durar una jornada, unas horas, semanas y hasta años. “Cuarenta días”, “cuarenta años”, son signos que en la Palabra Dios marca como un tiempo prolongado. Él mismo nos va a invitar a pasar y quedarnos, o a atravesarlo, sin prisas, según nuestra disponibilidad interior.  Es mejor que Dios decida el tiempo pero raramente podremos en la práctica tener esa actitud, ya que lo que normalmente llamamos la “jornada de desierto” o una semana de desierto son espacios dentro de nuestra vida y ocupaciones entregados al Señor y él entregado a nosotros, y resulta un lujo poder disponer de un tiempo ilimitado, siendo realistas y moradores de esta tierra. Por el trabajo, por la salud, por el momento en que vivimos, será preciso establecer cuándo vamos de desierto, dónde y cómo, y dejar que Dios sea quien conduzca, poniéndonos en sus manos. Sabemos que vamos a estar solos, y eso nos asusta: encontrarnos con nosotros mismos puede ser más duro de lo que pensamos. “El desierto manifiesta, en su realidad misma, la señal de aislamiento, no solamente de los hombres, sino de cualquier rastro de presencia y de actividad humana; manifiesta la señal de la aridez, del desasimiento para todos los sentidos, el de la vista como el del oído; manifiesta la señal de una impotencia total del hombre que allí descubre su debilidad, ya que el hombre no puede hacer nada para subsistir por sí mismo en el desierto; en fin, manifiesta la señal de la pobreza, de la austeridad, de la extrema simplicidad. Es Dios quien conduce al desierto, porque el espíritu no puede permanecer en él sino alimentado directamente por Dios[2]. Por eso es bueno entrar en el desierto con “todo el tiempo del mundo”, sin esperar a mañana, sin preguntarnos el porqué sino el para qué. Para qué Dios me ofrece este tiempo de silencio, de búsqueda, de estar a la escucha, sin que me suene el teléfono, sin que sea un reloj quien me indique cuándo voy a comer o cuándo voy a volver. El reloj puede ser un instrumento, pero nunca un dictador.“Es necesario pasar por el desierto y permanecer en él para recibir la gracia de Dios: es en el desierto donde uno se vacía y se desprende de todo lo que no es Dios, y donde se vacía la casita de nuestra alma para dejar todo el sitio a Dios solo[3]. Carlos de Foucauld, en este párrafo de sus Escritos Espirituales, experimenta qué es desprenderse, qué es ponerse en las manos del Padre, qué significa “ha valido la pena”. Cierto que él tenía “todo el tiempo del mundo”, mas nosotros tenemos ese tiempo gratuito si en lo poco o mucho que dediquemos al desierto está el todo, los segundos, minutos y horas que no quedan marcados, la insubordinación a sentirnos programados, vivir el presente como si fuera toda la eternidad, saborear el día y la noche como el regalo mejor de nuestra vida.Presentarnos pobres, vulnerables, inseguros en el desierto, liberados de nuestro traje social del momento, de nuestros papeles profesionales, religiosos o políticos, es darle a Dios todo nuestro ser para que sea él quien lo trabaje y nos dejemos trabajar por él.El tiempo de Jesús en Nazaret, el tiempo del hermano Carlos también allí, el estilo de Nazaret, poseen el preludio del auténtico tiempo de desierto. “Nazaret es, antes de la oración, el largo tiempo de la preparación, de la oración, del sacrificio; el tiempo de la larga soledad, de la purificación, del conocimiento de los hombres, del ejercicio del escondimiento[4]. La calidad de ese tiempo de desierto no consistirá en el concepto de espacio y tiempo invertidos, sino en el amor entregado y el que hemos recibido de Dios. “El hermano Carlos fue fiel a su conciencia[5], él no cesó de buscar “con todo el tiempo del mundo”.
Las moscas del desierto
¿Quién no ha tenido a las moscas como compañeras del tiempo de desierto? Esas moscas incordiantes suelen siempre volver al mismo sitio una y otra vez. Las más grandes son las más ruidosas y las más molestas. Es curioso que, cuando hay alguna herida, acuden pronto no siempre con fines terapéuticos.Las moscas nos persiguen y nos son fieles. Nos recuerdan que tenemos calor, que tenemos hambre, que tenemos paciencia y, a pesar de nuestros aspavientos o manotazos raramente conseguimos acabar con alguna. Nuestras ideas, nuestros anhelos, las frustraciones, las ocasiones perdidas, las últimas noticias, la gente que nos preocupa… enormes moscas que rondan nuestro desierto para hacerlo más humano y veraz. Si observamos estos “animales salvajes”  con una mirada contemplativa, le daremos gracias al Señor porque están ahí y hemos olvidado el repelente de insectos, el matamoscas y el insecticida de estar seguro de uno mismo. Nos incordia nuestra falta de generosidad, de amor desprendido, de escucha, de estar disponible. “Para el Evangelio del Reino, la cumbre del mal es lo que destruye el espacio, la relación de confianza, de justicia y de ternura misericordiosa, en el corazón de nuestras historias. Para el hombre evangélico, lo que destruye la relación de amor no es la muerte, sino el pecado[6].El problema de las moscas no es que nos distraigan, ya que estarán las más de las veces  ahí. El problema es que molestan, y nos recuerdan que también nos gusta hacer ruido, volar, molestar, incordiar… Las moscas del desierto nos enseñarán a ser tolerantes con nosotros mismos y con los demás, a no auto-flagelarnos con mala conciencia, con auto-compasión o con esas miradas al ombligo que tanto nos consuelan. Si sabemos transformar nuestras respuestas en preguntas –respuestas antes que preguntas sobre nosotros mismos, sea nuestro comportamiento o nuestro pasado o futuro, o las respuestas que nos damos para auto-justificarnos- pondremos a nuestro subconsciente en su sitio y dejaremos que éste surja en su momento, fuera del desierto, que ya habrá tiempo para ello. Lo cotidiano es que fluya lo vivido, lo experimentado o aprendido en nuestros razonamientos y conductas, en lo cognitivo y lo conductual, que diría un psicólogo. Todo ello configura el mundo de las emociones y las reacciones ante lo inesperado, con respuestas desde nuestra lógica. Para el desierto, si no deseamos que sea éste una sesión de psicoanálisis con Dios por terapeuta, dejaremos que las moscas se  vayan cuando quieran tal y como han venido, o se queden si les somos atrayentes.
Sale el día nublado
Salir al encuentro de Dios es ponerse en el camino hacia lo desconocido. No sabemos dónde y cuándo lo vamos a encontrar. El contacto humano es un medio mucho más fácil y seguro para ello, especialmente cuando son los últimos, lo preferidos de Jesús, quienes nos muestran su rostro. En la adoración o la celebración está claro que también. Pero en el desierto no hay nadie: sólo uno mismo. Agradeceríamos el buen clima, el sol moderado, el viento como suave brisa, los elementos que nos hacen sentir bien, que son un complemento para la paz. Cuando el día “sale nublado” o “hace mal tiempo” es el momento de confiar, de dejarse llevar. Cuando nos planteamos ¿qué hago yo aquí? ¿Dónde me he metido? ¿Quién me manda a mí venir? ¿A dónde voy yo ahora? Y nos decimos con toda lógica a nosotros mismos “si lo sé no vengo; no entiendo nada, estoy deseando volver…” Ahí es donde hay premio, ahí es donde Dios nos está tocando realmente desde nuestro ser y a nuestro ser, porque no nos transmite miedo alguno, sino que son los nuestros propios los que se manifiestan; no es su falta de motivación, es la desmotivación personal la que nos molesta sentirla como una hija nuestra. “El pueblo de Israel fue llevado al desierto antes de poder entrar en la tierra prometida. El desierto se convirtió en un poder transformador. De la misma forma, todo lo que atravesemos será una fuente de energía para nuestra vida[7].Del desierto podemos salir transformados, con la fe reforzada. Pero tampoco será negativo para nosotros, y ahí es donde tenemos premio, si salimos interpelados, más inseguros de lo que estábamos, con cuestiones por resolver, ya que al desierto no se va para resolver nada ni buscar la solución a los problemas. Si no hemos encontrado a Dios no es porque él juegue al escondite con nosotros y hayamos perdido, es su ausencia la que hemos experimentado como reto para seguir buscando. Cuando nos perdemos en nuestras ideas y proyectos en el silencio, no estamos abiertos al pensamiento y al proyecto de Dios, nos distanciamos de su poder transformador y de Padre. Jesús nos diría, en este caso, que busquemos el Reino de Dios y su justicia, y que todo lo demás se nos dará por añadidura, y que el Reino no está en esta idea o en tal proyecto, sino en la lucha del día a día y en la capacidad transformadora con que nos provee con su Espíritu, desde la nube o desde el sol, desde ese firmamento que vemos y gozamos tantas veces y desde la triste luz que nos llega a través de los nubarrones.
Con papel de regalo
Jesús abre al mismo tiempo los ojos, el cuerpo y el espíritu bajo la acción del Espíritu que desciende sobre él. ¿Debe pensar que ese día una  nueva conciencia de sí mismo se despierta en él, o, más sencillo, que él recibe la confirmación solemne de lo que ya sabía y vivía humildemente, en lo oculto, en Nazaret, en su intimidad cotidiana con Dios?[8] .“En seguida el Espíritu lo empujó al desierto. Allí permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre los animales salvajes y los ángeles le servían[9]. Después de esa experiencia, tal y como viene en los tres sinópticos, Jesús no regresa al desierto, ni a posteriori aconseja a sus discípulos pasar por ahí, ni les marca la condición de una búsqueda de Dios a través de él. Sí que les animará a buscar el Reino y su justicia, a trabajar por él, a transformar el mundo. El desierto fue una llamada del Espíritu para él, para el antiguo Pueblo de Israel, en camino hacia la Tierra Prometida,  y para tantos hombres y mujeres que, como consecuencia del seguimiento de Jesús, de su compromiso por el Reino y como portadores de la Buena Noticia, son llamados también a escuchar a Dios en soledad. Y en el desierto hay muchas maneras de ser “tentado por Satanás”, encarnado en la pereza, la inseguridad, la comodidad; la sensación de pérdida de tiempo; de convivencia con “animales salvajes” ficticios o reales, los miedos, el orgullo, la indiferencia, el aburrimiento, las alternativas a ocupar el tiempo que creemos malgastado; de ser “servido por los ángeles” en la medida en que nuestra fe nos anima a continuar para estar, a dejarnos llevar en confianza por aquél que nos ama, como un gran regalo, envuelto en el papel de la esperanza, de la alegría, de la confianza, de la reconciliación con uno mismo. El papel de la piel de cada uno, a quien Dios  ama tal y como somos, y se nos muestra así en el desierto: papel de regalo. Un tiempo gratuito, entregado no para buscarse a uno mismo, sino para buscar al Señor; un tiempo libre, de todo componente estresante, de cumplimiento, de quedar bien ante los demás o ante la propia conciencia, viviendo lo inesperado, porque esperado es Dios y él nos espera, sintiendo que hoy, más que nunca, somos llamados por él a ser poseídos, cuidados, amados, sin pensar en cuánto me va a costar (el tiempo que podría haber empleado en otra cosa, el descanso que prefiero a ir no sé dónde porque el Espíritu me empuja, sentir que no entiendo nada) a mi persona, a mi ego, a mi trabajo o a mis vacaciones. Vivir en gratuidad este tiempo y vivir la gratuidad con que  Dios me trata y me acompaña…
La noche de desierto
El silencio de la noche nos ayuda a silenciarnos por dentro. Puede ser un buen momento para dejarnos llevar por el Señor en la soledad que supone la no apreciación de los colores, de elementos de la naturaleza, salvo el cosmos, de ruidos domésticos o urbanos. La noche es tiempo de salvación, decimos en el himno de Completas, y esa parte del día puede ser tiempo de desierto, en vela, no como Jesús en Getsemaní, que oraba angustiado, aunque lleno de confianza en el Padre, no como vigilia de oración o adoración nocturna, sino como desierto en la noche, desde que se pone el sol hasta que sale con el amanecer.La experiencia nocturna de desierto incluye tanto o más riesgos de dispersión que durante el día: si estamos en el campo o en la montaña, probablemente hará frío; los ruidos de la noche, inciertos en origen, nos pueden asustar; las sombras, la oscuridad… Si amenaza lluvia o viento fuerte nuestro sentido común nos invita a quedarnos en casa o a cubierto. El sueño, por el cansancio por nuestro ritmo habitual de vida, hará presencia en esas horas. Pero todas esas “moscas” nocturnas nos ayudan a desafiar nuestra comodidad y la hospitalidad de un lugar seguro. Jesús oraba en la noche; el desierto nos anima a escuchar y buscar al Señor, con los mismos planteamientos de un desierto en el día.La noche puede asustar, como asusta el desierto, y ello es parte de las sensaciones que experimentamos en nuestra búsqueda. La noche invita a la contemplación, a la adoración, a escuchar, y es un entorno que nos seduce para saborear los silencios y los sonidos, dejándonos envolver por la oscuridad e interiorizar para que el eco de la voz de Dios sea dueño de nuestra noche y de nuestro ser, sin temor a perderse, “…en el desierto es mucho más fácil orientarse de noche que de día, que los puntos de referencia son infinitamente más numerosos y seguros[10].Cualquier noche, desde su comienzo hasta su final, o un número de horas limitado, es buena para entregarse por el campo, o la montaña, o la orilla de la playa, o el propio desierto como espacio físico a la llamada del Espíritu que nos hace salir de nuestro bienestar, desafiar el frío y la oscuridad y dejarnos llevar por él.En la extensión del desierto, la que Dios nos ofrece, no la que queremos abarcar o delimitar, de día o de noche, el Señor nos invita a ser aprendices de un mundo nuevo a los que no somos maestros de nada.horizontal rule[1]. Anthony de Mello, ¿Quién puede hacer que amanezca?, (Santander 1985, 84)[2]. René Voillaume, Por los caminos del mundo, (Madrid 1964, 214-215)[3].  Carlos de Foucauld, Obras espirituales, (Madrid, 1998, 113)[4]. Carlo Carreto, Cartas del Desierto, (Madrid 1990, 138)[5].  Ion Etxezarreta, Hacia los más abandonados, (Granada 1995, 115)[6].  José Reding, Lueurs d’aurores, (Malonne, 1999, 52)[7]. Willigis Jäger, Adonde nos lleva nuestro anhelo, DDB, Bilbao, 2004, 165[8]. Éloi LECLERC, Dieu plus grand, DDB, París, 1990, 34[9]. Mc 1,12-13[10] Carlo Carreto, Íbid. 189
 

JESÚS ENTREGANDO SU VIDA, MANIFIESTA LA MÁS ABSOLUTA PLENITUD DE VIDA

El sacerdote Aurelio Sanz, de la Fraternidad Iesus Caritas de Murcia nos ofrece este Via Crucis por si nos puede interesar:

https://drive.google.com/file/d/1K3vOb6Et3ZGWwB2WqhkNJcywoNKYLPTw/view?usp=sharing

VIERNES SANTO (B)

Jn 18,1-19,42

Las tres partes en que se divide la liturgia de este viernes expresan perfectamente el sentido de la celebración. La liturgia de la palabra nos pone en contacto con los hechos que estamos conmemorando en este día de Viernes Santo. La adoración de la cruz nos lleva al reconocimiento de un hecho insólito que tenemos que tratar de asimilar y desentrañar. La comunión nos recuerda que la principal ceremonia litúrgica de nuestra religión es la celebración de una muerte, en la que podemos descubrir la Vida.

No debemos seguir insistiendo en el sufrimiento. No es el dolor lo que nos salva. Tampoco debemos apelar a la voluntad de Dios. Dios ni programó ni permitió ni aceptó la muerte de Jesús. Menos aún la exigió para poder perdonar nuestros pecados. Ese amor, manifestado en el servicio a los demás, es lo que demuestra su verdadera humanidad y, a la vez, su plena divinidad. Mientras el cristianismo siga siendo un ropaje exterior, nos podemos sentir abrigados y protegidos, pero no nos cambia interiormente; y por tanto no nos salva.

¿Qué añade la muerte de Jesús al mensaje de Jesús? Aporta una dosis de autenticidad. Sin esa muerte y sin las circunstancias que la envolvieron, hubiera sido mucho más difícil, para los discípulos, dar el salto a la experiencia pascual. La muerte de Jesús es sobre todo un argumento definitivo a favor del AMOR. En la muerte, Jesús dejó absolutamente claro que el servicio incondicional a los demás era más importante que la misma vida biológica.

La muerte de Jesús, como resumen de su vida, nos lo dice todo sobre su persona. Nos dice todo sobre nosotros mismos, si queremos ser humanos como él. Además, nos lo dice todo sobre el Dios de Jesús, y sobre el nuestro. Sobre Jesús, nos dice que fue plenamente humano. Una trayectoria humana, que comenzó como la de todos, nos demuestra que las limitaciones humanas, incluida la muerte, no impiden al hombre alcanzar su plenitud.

La buena noticia de Jesús fue que Dios es amor. Pero ese amor se manifiesta de una manera desconcertante. El Dios manifestado en Jesús es tan distinto de lo que podemos llegar a comprender, que, aún hoy, seguimos sin asimilarlo. Un Dios que se anonada, se deshace, se aniquila para dejarnos ser nosotros mismos, no puede ser atrayente. Como no aceptamos ese Dios, no acabamos de entrar en la dinámica de relación con Él que nos enseñó Jesús. El tipo de relaciones de toma y da acá, que desplegamos no puede servir para aplicarlas al Dios de Jesús. Por eso el Dios de Jesús nos desconcierta y despista.

Un Dios que siempre está callado y escondido, incluso para una persona tan fiel como Jesús, ¿qué puede aportar a mi vida? Es muy complicado tener que descubrirlo en lo hondo de mi ser, pero sin añadir nada a mi ser, sino constituyéndose en el fundamento de mi ser, siendo parte de mí en lo que tengo de fundamental. Nos descoloca un Dios que es impasible al dolor humano, sin darnos cuenta de que al aplicar a Dios sentimientos, le estamos haciendo a nuestra imagen, fabricándonos nuestro ídolo. Nuestra imagen de Dios siempre tendrá algo de ídolo, pero nuestra obligación es ir purificándola cada vez más.

Un Dios que nos exige deshacernos, disolvernos, aniquilarnos en beneficio de los demás, no para tener en el más allá un “ego” más potente sino para quedar identificados con Él, no puede ser atrayente para nuestra conciencia de individuos separados. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, permanece solo, pero si muere da mucho fruto”. Este es el nudo gordiano que es imposible desenredar. Es el Rubicón que no nos atrevemos a pasar. Como decía el Maestro Eckhart: un Dios hecho nada no puede identificarse conmigo si estoy lleno de mí mismo y creyéndome el ombligo del mundo.

La muerte de Jesús deja claro que su objetivo es imitar a Dios. Si Él es Padre, nuestra obligación es la de ser hijos. Ser hijo es salir al padre, imitar al padre de tal modo que viendo al hijo se descubra cómo es el padre. Esto es lo que hizo Jesús, y esta es la tarea que nos dejó, si de verdad somos sus seguidores. Pero el Padre es don total, entrega incondicional a todos y en toda circunstancia. No solo no hemos entrado en esa dinámica, la única que nos puede asemejar a Jesús, sino que vamos en la dirección contraria, cuando buscamos en nuestra relación con Dios seguridades, incluso para el más allá.

La muerte en la cruz no fue un mal trago que tuvo que pasar Jesús para alcanzar la gloria. La suprema gloria de un ser humano es hacer presente a Dios en el don total de sí mismo, sea viviendo, sea muriendo para los demás. Dios está solo donde hay amor. Si el amor se da en el gozo, allí está Él. Si el amor se da en el dolor, allí está Él también. Se puede salvar el hombre sin cruz, pero nunca se puede salvar sin amor. Lo que aporta la cruz es la certeza de un amor autentico, aún en las peores circunstancias que podamos imaginar.

El hecho de que no dejara de decir lo que tenía que decir, ni de hacer lo que tenía que hacer, aunque sabía que eso le podía costar la vida, es la clave para compren­der que la muerte no fue un accidente, sino fundamental en su vida. Lo esencial no es la muerte, sino la actitud de Jesús, que le llevó a una total fidelidad. El que le mataran, podía no tener mayor importancia; pero que le importara más la defensa de sus convicciones que la vida, nos da la verdadera profundi­dad de su opción vital. Había experimentado la verdadera Vida y comprendido que la vida biológica tenía solamente un valor relativo.

Cuando un ser humano es capaz de consumirse por los demás, está alcanzando su consumación. En ese instante puede decir: Yo y el Padre somos uno. En ese instante manifiesta un amor semejante al amor de Dios. Dios está allí donde hay verdadero amor. Si seguimos pensando en un dios ausente del sufrimiento humano o exigiéndolo para poder perdonarnos, será muy difícil comprender el sentido de la muerte de Jesús. Dios está en el dolor dándole verdadero sentido y convirtiéndolo en plenitud.

Al adorar la cruz esta tarde debemos ver en ella el signo de todo lo que Jesús quiso trasmitirnos. Ningún otro signo abarca tanto, ni llega tan a lo hondo. Pero no podemos tratarlo a la ligera. Debemos tener muy claro que es un signo que nos permite descubrir la realidad de una vida entregada a los demás. Poner la cruz en todas partes, incluso como adorno, no garantiza una vida cristiana. Tener como signo religioso la cruz, y vivir en el más refinado hedonismo, indica una falta de coherencia que nos tenía que hacer temblar.

La muerte de Jesús es el resumen de su vida. Se trata de una muerte que manifiesta sin ambages la verdadera Vida, que es fruto del amor. Pero no se trata tanto de la muerte física cuanto de la muerte al yo y al egoísmo. Este es el mensaje que no queremos aceptar, por eso preferimos salir por peteneras y buscar soluciones que no exijan entrar en esa dinámica. Si nuestro «falso yo» sigue siendo el centro de nuestra existencia, no tiene sentido celebrar la muerte de Jesús; y tampoco celebrar su “resurrección”.

Fray Marcos