
Diario de Terrassa
JOSEP-MARIA FUENTE Y GILLUÉ
En Terrassa, a finales de 1963, Pere Puntí y Antoni Donadeu acompañados del escolapio Ramon Maria Nogués, consiliario del Agrupament Escolta Guillem de Muntanyans, quisieron conocer de cerca la espiritualidad del Hermano Carlos de Jesús.
En Farlete en Aragón estaba el noviciado de los hermanitos y fueron. Más adelante volvieron e hicieron un retiro en la cueva ermita de San Caprasio donde los novicios iban periódicamente a “hacer desierto”. Eran días de silencio, de lectura, meditación y oración.
A finales de los años sesenta del siglo pasado, entre los escauts de Tarassa más grandes, se nos despertó el interés por Foucauld. Éramos ocho jóvenes escauts, yo entre ellos, que movidos también por el seguimiento de Jesús de Nazaret nos quisimos adentrar en la espiritualidad del Hermano Carlos de Jesús. En 1966, fuimos a pasar unos días de convivencia, silencio, oración y lectura en Farlete. Todos buscábamos dar más sentido a nuestra vida. Simultáneamente, descubrimos el benedictino monje-ermitaño Estanislau Maria Llopart en la ermita de la Santa Cruz, sobre el monasterio de Montserrat. Los escoltes siempre encontramos la puerta abierta al monasterio y recuerdo de aquellos años al también monje benedictino Basili Maria Girbau y al siempre risueño hermano Esteve Palenzuela que también nos empujó a conocer el ermitaño que descalzo nos recibía con un doble abrazo.
Este grupo fue creciendo con la incorporación de nuevos miembros y chicas que se convirtieron en novias primero, esposas después hasta llegar a ser hacia una veintena, número que hacía difícil encontrarnos y menos en las casas, como lo hacíamos, esto hizo que nos dividiéramos en dos grupos que periódicamente nos encontrábamos para compartir, rezar, silenciar y revisar nuestra vida. Siempre acabábamos con la oración del abandono. Organizamos muchos encuentros, entre ellos una convivencia en la calle San Valentín y otro en Les Fonts. Todos las recordamos como momentos importantes en nuestra vida y las anécdotas y recuerdos después de sesenta años, están muy presentes. Unos pocos abrazaron la vida religiosa: uno la de hermanito, dos hicieron vida eremítica un par de años en las Guilleries, después monjes en Montserrat, para finalmente fundar una comunidad en Masblanc (Osona), donde -a lo largo de treinta años- acogieron a cientos de chicos y chicas jóvenes y no tanto que buscaban respuesta a los interrogantes que tenían sobre el sentido de su vida con afán de reencontrarse y mantener su vida en el espíritu del Evangelio de Jesús.
El resto íbamos siguiendo nuestro camino, al abrigo de la parroquia de la Sagrada Familia, donde nos sentíamos bien acogidos y participábamos en el culto y las actividades. Algunos íbamos a Montserrat a ver al ermitaño Padre Estanislau. Otros, los más, se casaron y tuvieron hijos que les dieron nietos. Otros: Joaquim Cardellach, Montserrat Portero y Maria Lluïsa Grimalt, nos han pasado delante y están en el Cielo.
Yo conecté con el Seminario Conciliar. En la Diócesis de Barcelona había varios chicos, que provenientes del mundo del trabajo y atraídos por el testimonio de los curas obreros de Francia, nos planteábamos ser presbíteros. El Seminario entre otras razones, la creciente carencia de curas, lo estudió y puso en manos del vicerrector Ramon Prat que elaboró un plan de formación, una suerte de acceso a la universidad para mayores de 25 años, que en la diócesis se conocía como academia Prat. La formación incluía filosofía y teología y encuentros de los candidatos en fines de semana, Semana Santa, entre otros. Todos seguíamos vinculados a nuestras parroquias, algunos todavía hoy, que alimentaban nuestra vida de fe. Al terminar este plan de formación fui ordenado presbítero en Sant Cristòfol de Terrassa donde después de catorce años de servicio me enamoré de mi esposa. Antes de tomar la decisión quise seguir los pasos de Foucauld en Argelia durante 40 días (1987/88). Una experiencia imborrable para mí pese a la dificultad de ir solo, atravesar en transporte público, de Norte a Sur todo el país militarizado y con peligros todavía hoy. La estancia en los diferentes lugares donde estuvo Carlos de Jesús en Béni Abbès, Tamanrrasset y en la ermita del Assekrem en el desierto del Hoggar a 2680 metros de altitud en pleno desierto les recordaré toda la vida, también al obispo Jean –Marie Raimbaud “el obispo de la bicicleta” como lo bauticé, con quien conversé largamente. Finalmente y al regresar, después de una estancia en Solius, decidí pedir la dispensa a Roma -en un momento de puertas cerradas ante la fuga de miles de curas en todo el mundo- que no me fue concedida hasta diez años después .
La vida ha sido larga y pienso fructífera, cada uno fiel a la llamada del Señor que se ha interpretado con sinceridad y emotividad. Siempre hemos procurado permanecer al servicio de los demás y de Dios. Hoy hace años que estamos todos jubilados y unos más que otros seguimos los vaivenes del mundo y de la propia Iglesia, no tal y como lo habíamos vislumbrado aquellos años del Concilio.
Cataluña, a pesar de tantos esfuerzos y dolor, tampoco es lo que pensábamos que sería. Hacemos el mea culpa por la parte alícuota que nos corresponde y pedimos perdón y misericordia. A pesar de todo no queremos ni podemos desfallecer, seguimos en la esperanza de un Cielo Nuevo y una Nueva Tierra a nivel mundial y de Cataluña, a pesar de que el dicho «no hay daño que dure cien años» en el caso de Cataluña, no se cumple. ¡Y que Dios haga más que nosotros!
Charles de Foucauld va deixar empremta a Terrassa

Gracias hno. Muy buena,la vivencia de estos hombre y mujeres de esa epoca …que El Señor los Bendiga,un fuerte abrazo.
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Bravo hermano , qué fuerte tu ida a aquéllos pagos desérticos. Da para charlar y rezar, en silencio o guitarras, mate o vinos mediante . Abrazo fuerte Raúl
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