Carlos de Foucauld, profeta entre los Tuareg

La palabra profeta significa “persona escogida por Dios para hablar al
pueblo en su nombre”. Carlos de Foucauld fue esa persona para los tuareg.
Pero habló principalmente con el testimonio de su vida, realizando gestos de bondad con sus conciudadanos, pues llegó a hacerse uno de ellos, su
hermano, y por ello, “hermano universal”. El hecho de titular este artículo
como Carlos de Foucauld profeta entre los tuareg, se debe a que éste
militar, explorador, peregrino, monje, misionero, filólogo de la cultura tuareg, amigo, hermano y mártir, fue un auténtico místico, un hombre de Dios, pues se dejó conducir al máximo por el Espíritu Santo y la prueba de esto es que, cuanto más unido estaba a Dios, más pobre y humilde se hacía,
entregándose completamente a sus hermanos más alejados y olvidados, los “hombres azules del desierto del Sahara”, los tuareg por los que dio su vida.
El grano caído en tierras saharianas germinó y dio fruto. Hoy son miles las
personas que se inspiran y viven tal como él quiso y pensó. Carlos de
Foucauld es un germen revolucionario en el seno de la Iglesia y de la
Sociedad en general. Dios quiera que el testimonio de tolerancia y respeto
que él significa ayude a superar las incomprensiones y las intolerancias que existen en el país donde Carlos de Foucauld vivió, y que esconden siempre intereses inconfesables, pues los pobres de Dios, tengan la religión o creencia que tengan, siempre se entienden y respetan, ya que el único interés que tienen es la bondad y fraternidad entre los humanos.

Los hombres azules del desierto

Hoy en día, los tuareg, “los hombres azules del desierto”, son un pueblo en
peligro de extinción. Al ser un pueblo que se mueve por el Sur del Sahara
atravesando distintos países, pues consideran que estas tierras son como
suyas, pero al no tener Estado propio y moverse de un lugar para otro con
toda libertad, desde 1990, el pueblo tuareg conoce una represión sin
precedentes en Mali y Níger. Miles de civiles tuaregs han sido masacrados
sin la menor reprobación de la comunidad internacional, que continúa
guardando un extraño silencio sobre este genocidio.
En Níger, después de la masacre de Tchin Tabaraden (en mayo-junio de
1990) donde murieron más de mil personas, la represión se ha extendido al conjunto de las regiones tuareg, acompañada de ejecuciones trajudiciales,
desapariciones, torturas y arrestos arbitrarios. En Mali, los artífices de la
limpieza étnica han provocado miles de víctimas desde 1990. Muchos
pueblos y campamentos tuareg han sido borrados del mapa con sus
habitantes. El silencio que rodea este genocidio y la impunidad no nos
puede dejar al margen de la amplitud de estas masacres y la amenaza de
exterminio de todo un pueblo, hecho que está en el fondo de las actuales
luchas en la región.


¿En qué lugar vivió entre los tuareg Carlos de Foucauld?
Carlos de Foucauld vivió y murió en un pueblo llamado Tamanrasset, en
Argelia. Antes de la actual situación de guerra civil larvada entre los propios argelinos a causa de la elección de un modelo de vida más islámico-radical o más occidental, cuando se realizaba la carrera París-Dakar, uno de los lugares de parada obligada, antes de introducirse en las tierras desérticas que conducen a Niger y después a Malí, era Tamanrasset. Pienso que muy pocos, por no decir nadie, de los que llegaban a esta población por motivos deportivos, sabían que esta población bisagra entre la África blanca y la negra y que lleva el nombre del ued o lecho del río sahariano, habitualmente seco, que transita por ahí, debe su origen a que el hermano Carlos se instaló allí en 1905, cuando tan solo había veinte zeribas, o chozas construidas con madera y ramas de palmera, habitadas por cuarenta y dos personas, y ayudó a los tuaregs en el cultivo agrícola, favoreciendo la creación de una aldea rodeada por las montañas del Hoggar. La región del Hoggar cubre un territorio de 480.000 kilómetros cuadrados, casi la superficie de la España peninsular (491.258 Kms. cuadrados). Tamanrasset es su capital, en pleno Sahara, a 2.000 kilómetros de Argel, y próxima a la frontera de Malí.
Según nos describe maravillosamente bien Javier M. Suescun, que ha
podido visitar esta ciudad, antes de que el conflicto actual desaconseje la
visita de estos lugares por occidentales, “la pueblan algo más de cuarenta
mil heterogéneos habitantes, diseminados por barrios dispersos,
construidos de manera incontrolada: Tuareg nativos de la zona y tuareg
huidos de Malí y Níger; hijos de negros, descendientes de los antiguos
esclavos de los tuareg; comerciantes árabes y bereberes, de la Kabilia
(región al norte de Argelia, entre las comarcas de Argel y Constantine);
jóvenes del norte de Argelia que buscan un empleo; y negros de todo el
Africa Subsahariana…, modernos esclavos de unos y otros, afincados en
Tamanrasset o en tránsito hacia Europa; aquí permanecen unos meses,
ahorran un dinero y emprenden de nuevo camino hacia la tierra de promisión europea o americana; todos ellos, jóvenes entre los 18 y 23 años que se autodenominan ‘aventureros’, pero en realidad son viajeros que huyen del hambre, dispuestos a sufrir para lograr sus objetivos
” .

Este es el pueblo en el que el vizconde de Foucauld, el prestigioso
explorador de Marruecos, Carlos de Foucauld, quiso encerrarse en 1905
para vivir en pobreza, en soledad y en el ocultamiento más completo, a
imitación de Jesús de Nazaret. Aquí en Tamanrasset halló, al fin, su rincón, el espacio que con desasosiego venía buscando desde su conversión al
cristianismo, para servir a Dios en absoluta entrega. Aquí transcurrieron sus dieciséis últimos y fecundos años, en silencio y oscuridad, al servicio de los tuareg, viviendo como un tuareg más y realizando una tarea lingüística de primera magnitud. Aquí encontró la muerte el 1 de diciembre de 1916, víctima de un atentado de un grupo religioso senussita, fundado por Mohamed Alí-Es-Senussi (1833) y que actualmente son unos 500.000 extendidos por el Sahara oriental.

¿Cómo esta vida perdida en el interior del Sahara llega a ser conocida?
Carlos de Foucauld, de regreso a Tamanrasset después de un viaje a Francia en 1911, escribió al padre Crozier pidiéndole ayuda para la constitución de “una cofradía fuertemente constituida”, tal y como éste la había fundado: sin ninguna inscripción oficial, ningún registro ni asamblea general o local; simplemente “una invisible familia de almas creyentes, unidas entre ellas por una voluntad de hacer todo lo necesario en y para el Amor”. Tan poco visible y no obstante tan comprometida con Dios y los demás, “La Unión en el Sagrado Corazón y por el Sagrado Corazón es una aplicación eficaz de la comunión de los santos entre todos aquellos que quieren amar y hacer amar al buen Dios y el corazón de Jesús”, dice Crozier en el Excelsior, un pequeño libro que Luis Massignon -islamista, amigo en vida de Carlos de Foucauld y eslabón ente éste y el nacimiento de las Fraternidades seguidoras del carisma del hno. Carlos- dijo que le había hecho tanto bien. Y sin duda es bajo la influencia de Crozier, una influencia silenciosa pero real, que Foucauld, desde 1911 hasta su muerte, va simplificando poco a poco los Estatutos de lo que él denomina la Unión.
Foucauld no encuentra a nadie que se ocupe de su obra en Francia, como
tampoco encontraba discípulos para llegar a ser Hermanos e ir con él al
Sahara. Entonces piensa que un boletín puede reemplazar a los directores
espirituales. Siete meses antes de su muerte, el 28 de abril 1916, escribía a
Joseph Hours: “Veo claramente la finalidad y lo que hay que pedir a los
hermanos de esta Unión; lo que no está tan preciso es la organización”. En
una carta al padre Voillard, director espiritual de Carlos de Foucauld en ese momento, fechada en Pentecostés de 1916, reconoce que no tiene a nadie, pues el p. Caron, el p. Crozier, y el p. Laurain rechazan dirigir la Unión. Pero hay un laico, se sobreentiende que habla de L. Massignon, “a quien se le puede encargar la publicación del boletín y, si Dios le da vida (está en el frente), podría hacer grandes servicios a la cofradía
“. Pero Foucauld añade
que hay que buscar un sacerdote. Y el mismo no se ve viniendo a Francia
para tomar la dirección de la Unión: “Me creo el menos capaz de casi la
totalidad de los sacerdotes para las gestiones que hay que realizar, no
sabiendo más que rezar en solitario, callar, vivir entre mis libros, y todo lo
más hablar familiarmente cara a cara con los pobres”
.
El 31 de julio de 1916 escribe a su prima diciéndole que trabaja en presentar, “simplificando y abreviando, los Estatutos, modificando completamente la organización“. Hay que precisar pues que en el momento de su muerte Foucauld no había encontrado la forma de su asociación, pero si el fondo; sobre el espíritu lo esencial estaba hecho: más allá de las posiciones debidas a su época, más allá del vocabulario, se refleja el amor extremo hacia Cristo y el Evangelio, la expresión del amor extremo hacia todos, el respeto a la vida de cada uno, todo aquello que había conmocionado a todas las personas que lo conocieron, entre ellas a Luis Massignon.
Para muchos, después de la muerte de Carlos de Foucauld, el 1 de
diciembre de 1916, todo había terminado
.

La actitud de Massignon es
completamente diferente; en 1950, dirá retrospectivamente, después de
pasar una noche de adoración en Tamanrasset: “No hay duda de que
Foucauld, a quien me he dado incondicionalmente el 14 de octubre 1913
(siendo el único miembro vivo de los 49 primeros hermanos en el momento de su muerte en 1916), a quien he conducido a mi mujer, que ha bendecido a mi hijo en su carta-testamento que escribió en el día de su muerte, me ha pedido post mortem ‘completar’, sustituirme a él en relación a lo que faltaba a su pasión
” .
Cuando Massignon se entera de la muerte de Foucauld, escribe al p. Laurin, a quien Foucauld había escogido para su obra y era el no 2 de la lista de sus miembros. Desea saber en que situación se encuentra la Unión y que va a ocurrir. El p. Laurin le contesta, el 20 de febrero de 1917, de la siguiente manera: “He aquí como están las cosas en relación a la obra: sabe que he enviado un gran número de ejemplares de su Regla (la que usted recibió); a las personas que me había indicado. Ha habido pocas adhesiones. Ningún escrito. Le comuniqué la situación (esto ha sido un proceso largo debido a las distancias). Reflexionó, consultó y se decidió: primero a implificar la Regla; y en segundo lugar a venir a pasar un largo tiempo a Francia después de la guerra, para llevar la dirección del tema y promocionarlo él mismo.
Recibí hace aproximadamente dos meses, escrita poco antes de su muerte,
una carta en la que me decía que la Regla, simplificada, estaba escrita y que
ahora tan solo hacía falta que viniera a Francia. De modo que, como puede
ver, nunca ha habido Unión pues casi nadie respondió a la llamada. Y
actualmente la cosa está, humanamente hablando, completamente
terminada. ¿Ve usted alguna otra solución?
Estoy asombrado de este final. El p. Foucauld era un alma santa, muy
generosa. Parecía que Dios lo había suscitado para alguna cosa especial. Y
he aquí que después de su muerte todo se ha destruido. Quizás tan sólo
debía hacer su obra en el Sahara. Sobre esto compartió muy poco conmigo.
Lo encontraba incluso muy cerrado. Estaba incómodo por el resultado de la
obra. Ahora se encuentra con Jesús. Parece que su idea no se pudo
realizar
“. Se puede decir que es una carta de un “discípulo de Emaús”, una
carta que muestra como el p. Laurin esperaba la venida de Foucauld para
establecer todo y ahora había desaparecido. Todo estaba terminado.
Pero pronto todo va a cambiar. El 23 febrero de 1917, Massignon visita a
Mns. Le Roy, superior general de los Padres del Santo Espíritu desde 1896,
para pedirle que acepte presidir la Asociación Foucauld, lo cual acepta, y
por contra partida le pide a Massignon que edite una biografía de Carlos de Foucauld y le autoriza a publicar los estatutos.
Massignon recuerda que Foucauld le había hablado de René Bazin, miembro de la Academia Francesa y le pide una entrevista. Este le invita a venir a visitarlo, cosa que ocurrió el 2 de marzo por la tarde en su casa. Massignon pidió a Bazin que deseaba que fuese él el biógrafo de Carlos de Foucauld. A la pregunta del ¿porqué? Massignon le comentó la carta que Foucauld le había enviado el 11-4-16: “El Sr. René Bazin, sus pensamientos están en gran armonía con los míos“. Entonces Bazin dijo que, si bien entre ellos dos tan sólo hubo un intercambio epistolar, aceptaba la propuesta. Conocemos la importancia que ha tenido para la posteridad espiritual del p. Foucauld, la biografía de R. Bazin , pues gracias a ella muchas personas conocieron su testimonio y legados . Es esta una biografía que Massignon, en 1922, diría que es “densa y profunda” , pero que en conjunto está marcada por numerosos toques de patriotismo de después de la guerra y escrita en un estilo vaporoso.

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