
Vamos a poner el ejemplo de cómo vivió la amistad Carlos de Foucauld en medio de los tuareg, desde que llegó a Tamanrasset el año 1904, hasta que murió en su pueblo de adopción el 1º de diciembre de 1916. El día de Navidad de 1911 escribe a su prima María de Bondy:
he establecido no solamente conocimiento, sino también amistad con las poblaciones nómadas que he encontrado. Desde mí vuelta aquí, mi vida transcurre rezando al buen Dios y recibiendo uno tras otro a todos mis vecinos. Hacía falta que viese a todos mis pobres vecinos, que comienzan a ser viejos amigos, pues llevo aquí ya siete años en Tamanrasset.
El 12 de julio de 1912, en una carta al padre Voillard le dice:
La confianza que me dispensan los tuareg vecinos va en aumento; los viejos amigos cada vez son más íntimos; se forman nuevas amistades.
¿Y qué hace Foucauld? Hago los servicios que puedo, tratando de mostrar que les quiero; cuando la ocasión parece favorable, les hablo de la religión natural, de los mandamientos de Dios, de su amor, de la unión a Su voluntad, del amor al prójimo. No creo que haya que ir rápido: esto les alejaría.
Ignorantes como son, sólo pueden recibir el Evangelio por autoridad; pero, ¿qué autoridad es necesaria para que la acepten y rechacen la que conocen, aman y veneran?: una autoridad que sólo se puede conseguir después de un largo tiempo, gracias a un contacto íntimo, una gran virtud y la bendición divina.
Se trata, ciertamente, de una autoridad moral y no de una coacción; de una ascendencia espiritual y no de una presión psicológica. Foucauld se referirá a su propia conversión, a la influencia que ejerció sobre él, en aquel momento, su prima María, “por su silencio, su amabilidad, su bondad”. “Ella era buena y expandía su perfume atrayendo, pero sin actuar”, son palabras del hermano Carlos. En la meditación del 8 de noviembre de 1897, cuando era sirviente de las Clarisas de Nazaret, donde relata su conversión, explica que “llegó a la verdad gracias a la bondad de esta persona”, refiriéndose a su prima. Se decía: “Si esta persona es inteligente, la religión en la que cree no debe ser una locura como pensaba”. Esta no-acción de María de Bondy, su bondad silenciosa, es para él un modelo, el modelo que debe y quiere seguir para la conversión de sus hermanos tuareg, el modelo que propone a aquellos y aquellas que tengan el deseo de consagrarse a la evangelización. María de Bondy había dejado tiempo para hacer su obra, y Foucauld cree en el trabajo del tiempo: “Es necesario ir lentamente y discretamente” escribe a su prima el 15 agosto de 1912.
En una carta enviada a su amigo Joseph Hours el 8 de septiembre de 1913, expone para las misiones de Francia con los incrédulos y ateos los mismos métodos que ha preconizado para los países musulmanes de ultramar: “la amistad, la confianza, la simplicidad y, la moderación en nuestra vida”. Constata como las religiones no cristianas son resistentes y habla frecuentemente de las “dificultades” que se pueden encontrar en la evangelización de todos estos seres profundamente religiosos. A Mons. Caron, obispo de la congregación de los Padres Blancos, el 11 de marzo de 1909 ya le había manifestado lo siguiente: “La conversión de los infieles es a menudo difícil”, y un año antes, el 1º de febrero de 1908, ya le había dicho al superior de los Padres Blancos, Mons. Levinhac, que el trabajo pedirá mucho tiempo: “Pasarán quizás siglos entre los primeros golpes de pico y la cosecha”.
Cuando Foucauld habla que quizá tendrán que pasar siglos, como queriendo indicar “largo tiempo”, para que brote la fe cristiana, hay que recordar lo que le expuso a su amigo Joseph Hours sobre “los medios a emplear para la evangelización” en su carta del 25 de noviembre de 1911: “Lo primero preparar el terreno en silencio por la bondad”. En concreto su carta dice así:
Primeramente, preparar el terreno en silencio por la bondad, un contacto íntimo, el buen ejemplo; entrar en relación, hacerse conocer de ellos y conocerlos; amarlos desde lo hondo del corazón, hacerse estimar y amar de ellos; destruir de este modo los prejuicios, obtener confianza, ganar autoridad, que requiere tiempo; luego hablar especialmente a los mejor dispuestos, muy prudentemente, poco a poco, diversamente, dando a cada uno lo que es capaz de recibir. Los tuareg son incapaces de discutir. La fe, con la ayuda de la gracia, nada más puede nacer en ellos, gracias a la autoridad que se tenga sobre ellos y del testimonio de las virtudes cristianas practicadas delante de ellos. Antes de hablarles del dogma cristiano, hay que hablarles de religión natural, llevarlos al amor de Dios, al acto de amor perfecto. Cuando sean capaces de hacer actos de amor perfecto y de pedir a Dios de todo corazón la luz, estarán muy cerca de convertirse. Cuando vean que los cristianos son hombres más virtuosos que ellos, más sabios que ellos, que hablan de Dios mejor que ellos, estarán muy cerca de decirse a sí mismos que acaso estos hombres no están en el error, y de pedir a Dios la luz.
Los términos “preparar el terreno” y la “bondad” van juntos: la bondad es silenciosa y el silencio es una paciencia que manifiesta la bondad, es decir, la voluntad de respetar al otro, de no intervenir con violencia contra su voluntad. Se trata de una bondad sin “ideología”, que es el punto más alto al que puede llegar el espíritu humano. Una bondad que crea la fraternidad, no una bondad “interesada” o “instrumentalizada” para conseguir conversiones. Foucauld no va tras el triunfo de una causa, sino que practica la bondad.
El padre Huvelin, instrumento providencial de su conversión y director espiritual mientras vivió, le había invitado especialmente a esta evangelización por la bondad. Veamos lo que dice en su carnet de notas, que escribió en Tamanrasset, en una página que lleva por título: “Lo que me ha dicho el padre Huvelin en mi viaje a Francia en 1909”:
Mi apostolado debe ser el apostolado de la bondad. Viéndome se deben decir: ‘Si este hombre es bueno, su religión debe ser buena. Si se me pregunta porqué soy dulce y bueno, debo decir: ‘Porque soy el servidor de alguien más bueno que yo. Si supieses como es de bueno mi Maestro JESÚS! Quisiera ser tan bueno que se pudiese decir: ¿Si así es el servidor, cómo debe ser el Maestro?
Estas palabras Foucauld las entendía bien, pues el padre Huvelin y su prima María habían actuado con él antes de su conversión con la misma bondad silenciosa: podía dar testimonio de que había sido esta mediación la que le había conducido a Dios.
Por todo lo aquí dicho, la amistad es un camino para la evangelización, ya que para Foucauld, como dice en el Art. 28 del Directorio, los seguidores de Jesús deben ser un “quinto Evangelio,
una predicación viva: cada uno de ellos tiene que ser un modelo de vida evangélica. Viéndoles, se debe ver en qué consiste la vida cristiana, que es la religión cristiana, lo que es el Evangelio, quien es Jesús…deben ser un Evangelio vivo: las personas alejadas de Jesús, especialmente los infieles, deben, sin libros ni palabras, conocer el Evangelio por su manera de vivir.
Es decir, cada uno de nosotros tiene que ser como un “quinto evangelio”, anunciando con su vida a Jesús. Esta manera de actuar es no actuar, la cima del respeto por el otro; este es el modo que preconiza Foucauld ante los otros métodos:
Esta acción por el ejemplo es más fuerte, pues no genera desconfianza, ya que toda apariencia de engaño o de seducción desaparece. ¿En qué se caracteriza este ejemplo? En la bondad: Esta bondad hay que tenerla para todo el mundo.
Estamos delante de la concepción esencial de la misión para Foucauld: Predicar con el ejemplo, pasar haciendo el bien como Jesús de Nazaret. Y en el Artículo XXVIII del Directorio se nos recuerda:
Se hace el bien, no en la medida de lo que se dice y de lo que se hace, sino en la medida de lo que se es, en la medida del amor que acompaña nuestros actos, en la medida en que Jesús vive en nosotros, en la medida en que nuestros actos son actos de Jesús obrando en nosotros y por nosotros…La persona hace el bien en la medida de su santidad: tengamos siempre presente esta verdad”.
Y cuando, a continuación Foucauld analiza el punto de la “bondad” dice entre otras cosas:
Por su ejemplo los seguidores de Jesús de Nazaret deben ser una viva predicación: cada uno de ellos debe ser un modelo de vida evangélica. Al verlos se debe apreciar lo que es la vida cristiana, lo que es la religión cristiana, lo que es el Evangelio, lo que es Jesús.
Y continúa:
El ejemplo es la única obra exterior mediante la cual pueden obrar sobre las almas completamente rebeldes a Jesús, que no quieren escuchar las palabras de sus servidores, ni leer sus libros, ni recibir sus bendiciones, ni aceptar su amistad, ni comunicar de ningún modo con ellos; sobre aquellas no cabe más acción que por el ejemplo; pero esta acción por el ejemplo es tanto más fuerte cuanto no suscita ninguna desconfianza, quedando apartada toda apariencia de engaño o de seducción”.
Para terminar cito el punto 7º del Artículo XXVIII de su Directorio:
7º.Que los hermanos y hermanas sean buenos. Que sean buenos para obedecer a Jesús, que ha dicho: «El primer deber es amar a Dios; el segundo, amar al prójimo»; la manifestación del amor a los hombres es la benevolencia, la bondad, el hecho de desearles el bien y hacérselo en la medida posible. Que sean buenos para imitar a Jesús «amaos los unos a los otros como yo os he amado». Que sean buenos para ser verdaderamente sus discípulos: «Amáos los unos a los otros; en esto os reconocerán como discípulos míos». Que sean buenos, porque éste es uno de los medios de hacer bien a las almas: «Sembrad amor, recogeréis amor», ha dicho S. Juan de la Cruz. El mejor medio de hacerse querer, es amar uno mismo; y ser amado es el medio de que sigan los ejemplos, escuchen las palabras, valoren los consejos, crean las afirmaciones, adopten sus creencias. Que los hermanos y hermanas sean buenos para hacerse amar y para hacer que se ame todo lo de ellos: su religión, su Maestro. Hay que tener esta bondad para todos; todos son hijos del Padre celestial, todos son imagen de Dios y miembros de Jesús. Teniéndola para los que nos rodean, también para los infieles, estemos en medio o lejos de ellos. Tantas desconfianzas, prejuicios, diferencia de costumbres, a veces tanto odio y desprecio, los tienen alejados de nosotros; para poder hacer bien a sus almas es necesario empezar por apaciguarlos, ir a ellos, ser buenos con ellos, suscitar confianza con el testimonio de la bondad. Los que se resisten a la bondad y la miran como algo interesado, se rinden a la evidencia de los ejemplos; los que se mantienen demasiado lejos para ver los ejemplos, cerrando fácilmente sus ojos ante ellos, se dejan arrastrar por las muestras de bondad. El buen ejemplo y la bondad, los dos son necesarios, grandes medios ambos para hacer bien a las almas, en todas partes y especialmente en país infiel. Que los hermanos y hermanas establecidos entre infieles, los atraigan mediante su bondad y la de Jesús. Que estando allí para trabajar en el aumento del número de los cristianos fervorosos, se hagan amar de ellos y hagan amar a Jesús por su bondad.

Gracisa el tema es interesante y profundo del encuentro del h. Carlos con los Tuateg.Eugenio.
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Muchas Gracias
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