UN LLAMAMIENTO A LA UNIDAD

Volver a nacer desde la oscuridad: un llamado a la unidad

por Mayara Pazetto

CLAVES:

  • En los días de la fiesta de Pentecostés se celebra, en los países del hemisferio sur, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Mayara Pazetto, joven teóloga pentecostal brasileña, cuenta lo que le sucedió y la llevó a comprometerse en la promoción del diálogo entre las diferentes Iglesias cristianas.
  • «Decidí escribir mi tesis final sobre la unidad de los cristianos (…), y se dieron muchas cosas que me llevaron a reflexionar sobre mi historia familiar; atravesé un profundo proceso de perdón y reconciliación».

Provengo de un contexto familiar de división; nací de una relación extra-matrimonial de mi padre. Por ello mantuve en secreto mi existencia y durante mucho tiempo sentí, sobre todo siendo niña, un temporáneo abandono de su parte.

Sentía que mi historia tenía algo que quedaba en la oscuridad. Lo que no sabía era que Jesús iniciaría un proceso de conversión radical en la vida de mi padre, que lo llevaría a ser un pastor pentecostal.

Mi historia y el sentido de abandono podrían haber sido, sin duda, un motivo para alejarme de la fe. Sin embargo, no fue lo que sucedió. Frente a la experiencia del abandono, no podía dejar de interrogarme acerca de ese amor que, incluso frente al dolor de una niña, había alcanzado la vida de mi padre. A veces me preguntaba: “¿Qué tipo de amor es éste, que es capaz de atravesar el dolor que estoy sintiendo?”. Cuando tenía 16 años, durante un crucero por la finalización de mis estudios secundarios, encontré ese amor. Una noche, sentada en la parte superior del buque, la voz del Señor habló claramente a mi corazón: “No has nacido para hacer lo que hacen tus amigos, Mayara, tú eres mía”. Gracias a lo que empezó allí, me volví una joven pentecostal convencida.

Cuando tenía 19 años, entré a la Pontificia Universidad Católica de San Pablo (Brasil) para estudiar teología. Tras una historia que sólo el Espíritu puede escribir, llegué a ser presidente del Centro académico y de la Comisión estudiantil de teología del Estado de San Pablo. Era muy amiga de algunos seminaristas, y tuve contactos con varias diócesis y órdenes religiosas; algunos sacerdotes visitaban mi casa a menudo. Al comienzo, mi madre bromeaba: “Nunca me hubiera imaginado tener a tantos sacerdotes en mi casa, Mayara”.

Por esa experiencia decidí escribir mi tesis final sobre la unidad de los cristianos, pero cuando empecé a pensar en qué camino tendría que seguir, se dieron muchas cosas que me llevaron a reflexionar sobre mi historia familiar; atravesé un profundo proceso de perdón y reconciliación. Y así, mientras perdonaba, escribía. En todo momento, mi memoria me recordaba cuánto puede doler tener una familia dividida, pero fue en esos momentos cuando el Señor también me preguntó: “¿Y mi familia, la Iglesia?” Podía, y sentí que era necesario, unir mi abandono al de Jesús.

Partiendo del patrimonio común de la Sagrada Escritura, concluí esa etapa tan sufrida escribiendo sobre el tema: “El Espíritu y la Esposa dicen: ¡ven!” La figura de la Esposa como respuesta profética a la unidad de la Iglesia”. Fue ese paso el que me condujo al diálogo católico-pentecostal: a la Comisión para la unidad de la Renovación carismático-católica de San Pablo y a la Misión Somos uno. Fundada por laicos en el contexto de una comunidad católica (Coração Novo-RJ), la Misión Somos uno se basa en una carta de intenciones firmada por líderes católicos y evangélicos en la que se definen los cuatro pilares del camino de diálogo: respeto de las identidades confesionales, eclesialidad, no proselitismo y cultura del encuentro. En el calendario oficial de la ciudad de Rio de Janeiro incluso hay una semana cuyo título es “Semana Somos uno” y nos ha sorprendido que hayamos recibido el reconocimiento como Patrimonio cultural e inmaterial. En la práctica, la Misión reúne a líderes evangélicos, católicos y pentecostales con una finalidad común: proclamar la unidad de los cristianos. El diálogo teológico se ha hecho posible por la creación de un Grupo de trabajo (GdT) católico-pentecostal nacional. Su objetivo es reflexionar teológica y pastoralmente acerca de la experiencia carismático-pentecostal, a partir de la realidad latino-americana. Recientemente hemos publicado el primer informe, fruto de nuestros encuentros, sobre los dones del Espíritu Santo. En el 2022 empezó el trabajo de la Misión Jóvenes Somos Uno, un grupo en el que me encuentro totalmente involucrada con todo mi corazón y mi servicio. Por todos estos motivos veo a la Misión Somos uno como un signo de esperanza. En primer lugar, por toda la comunión que he experimentado y, en segundo lugar, porque mi historia personal se entrelaza sin duda con ella.

Como encargados que somos de ser “peregrinos de la esperanza”, quisiera concluir todo esto que les he compartido con una frase que mi padre dice cuando cuenta la historia de nuestra familia. Repite innumerables veces que ella nació entre dolores y heridas, pero inundada por el amor infinito de Dios; se trata de la tribulación que se ha convertido en vocación”. Cuando mi padre vislumbra esa realidad, cita siempre la carta de San Pablo a los Romanos: “Allí en donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia de Dios” (Romanos 5, 20). Parafraseando ese texto bíblico, en esta “Semana de oración por la unidad de los cristianos 2025”, en el año del Jubileo y de la celebración de tantos aniversarios importantes como el Concilio de Nicea, me anima y me hace pensar que en medio de tantas heridas abundantes a lo largo de la historia de la Iglesia, seguramente Dios hace sobreabundar su esperanza.

AUTORA:

Mayara Pazetto, joven teóloga pentecostal brasileña

FUENTE:

HUMILDAD Y AMOR INDISPENSABLES PARA LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

«La unidad de los cristianos requiere humildad, diálogo y amor» Su eminencia obispo Abraham

CLAVE:

  • Su Eminencia el obispo Abraham, de la Iglesia Ortodoxa Copta, ofreció sus reflexiones sobre el papel de su iglesia en el movimiento ecuménico y su visión de la unidad cristiana en la actualidad.

“Creo que la unidad de los cristianos debe avanzar por dos vías principales: la cooperación y el diálogo”, afirmó. “La primera vía es la cooperación: reunirse, hablar y trabajar juntos”.

Observó que muchas iglesias, especialmente las más nuevas, no conocen bien el legado de las demás iglesias, y concretamente, el de las de tradición ortodoxa. Dentro del Consejo Mundial de Iglesias, las iglesias ortodoxas representan alrededor del 25% de la membresía.

“La gente suele reconocernos por nuestros ornamentos o nuestra liturgia, pero puede que no entiendan realmente nuestra teología ni nuestra vida espiritual”, dijo el obispo Abraham. “Mediante la cooperación —visitándonos, estudiando juntos y creando relaciones— podemos fomentar el entendimiento y el respeto mutuo”.

Conversaciones profundas

La segunda vía mencionada por el obispo Abraham es el diálogo; concretamente, las conversaciones teológicas profundas. “Desde los años ochenta y noventa, la Iglesia Copta ha entablado diálogos con las iglesias anglicana y reformada, así como con otras familias ortodoxas”, explicó.

“Estos esfuerzos nos ayudan a determinar aquellos aspectos de la fe que compartimos y aquellos en los que diferimos; como hicimos con el acuerdo cristológico de 1989”.

El obispo Abraham cree que, si las iglesias consiguen combinar la cooperación y el diálogo, no solo construirán una comunión simbólica, sino una unidad teológica real.

“Tenemos que volver a las raíces”, sugirió. “La Iglesia Ortodoxa es profundamente tradicional, se basa en las Escrituras, la teología y la vida de la iglesia. Los ritos y tradiciones no son meras costumbres, están cargados de significado espiritual y doctrinal”.

La Iglesia Copta es una de las Iglesias Apostólicas, fundada por San Marcos Apóstol, quien, hacia el año 60 d.C., llegó a Alejandría y predicó allí el Evangelio. Esto convierte a los coptos ortodoxos en los cristianos nativos de Egipto, mucho antes de la llegada del islam en el siglo VII.

“Nuestra sucesión apostólica ha permanecido ininterrumpida, desde San Marcos hasta nuestro actual patriarca, el 118º sucesor”, afirmó el obispo Abraham. “Esta continuidad es un testimonio vivo de nuestra fe y nuestra tradición. Este legado ininterrumpido puede enriquecer el diálogo ecuménico. Nos recuerda que la unidad visible no consiste solo en estar de acuerdo en un credo, sino en comprender lo que ese credo significa en la práctica”.

Análisis profundo

Cuando se habla de doctrinas, como el bautismo, la Trinidad o la naturaleza de Cristo, el obispo Abraham dice que la pregunta que debemos plantear es: “¿Qué significa para ti? ¿Qué significa para nosotros? La verdadera unidad comienza cuando nos sentamos juntos para analizar estas cuestiones en profundidad, guiados por los padres de la iglesia”.

La Iglesia Copta participa en los círculos ecuménicos de muchas maneras, explicó el obispo Abraham: “Participamos activamente en el diálogo y estamos en constante conversación con la Iglesia Católica y la comunión anglicana, entre otras”.

Estos esfuerzos tienen como objetivo un mayor entendimiento mutuo y, en última instancia, una unidad visible.

“Nuestro primer paso es fortalecer la unidad entre las propias iglesias ortodoxas, y, a partir de esa base, podemos tender puentes hacia otras familias cristianas”, dijo el obispo Abraham. “Nuestra participación en organizaciones ecuménicas —ya sea el CMI, el Consejo de Iglesias de Oriente Medio o el Consejo Africano de Iglesias— es una parte esencial de nuestro testimonio”.

El obispo Abraham opina que las plataformas ecuménicas permiten a la Iglesia Copta presentarse a las demás, hacer que la Iglesia Ortodoxa Copta sea conocida y entendida, además de brindar un espacio donde esta puede expresar claramente su fe. “A veces, nos encontramos con cuestiones en las que debemos decir: ‘No podemos estar de acuerdo’, y explicar por qué”, dijo. “Eso no es confrontación, es testimonio”.

Raíces profundas

Cuando la gente cuestiona su participación en los círculos ecuménicos, el obispo Abraham cree que es importante explicar que estar presente es una forma de testimonio. “Cuando hablamos de nuestras creencias, nuestras tradiciones y nuestra teología, los demás llegan a conocernos de verdad”, dijo. “Nuestro mensaje es sencillo y atemporal: vuelve a las raíces”.

En la época del Primer Concilio de Nicea, todas las iglesias estaban unidas: eran un solo cuerpo de fe.

“Las divisiones llegaron más tarde, a través de herejías y malentendidos”, explicó el obispo Abraham. “Para avanzar hacia la unidad visible hoy, debemos recuperar ese mismo espíritu: un espíritu de humildad, diálogo y amor. Debemos aprender a respetarnos y aceptarnos, incluso cuando no estamos de acuerdo”.

El obispo Abraham asegura que mientras pensemos que es el otro quien se equivoca y que nosotros tenemos razón, la unidad seguirá fuera de nuestro alcance. “Pero si miramos juntos a los padres y a los fundamentos apostólicos de la fe, encontraremos el camino hacia la verdadera comunión”, dijo. “Nuestro mensaje es el siguiente: regresen a las raíces, a los padres y a la fe auténtica, y dejen que eso guíe nuestro camino hacia la unidad”.

FUENTE:

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (18-25 enero 2025)


«¿Crees esto?» (Jn 11,26)

El domingo 24 de diciembre de 2024, el papa abría la Puerta Santa de la basílica de San Pedro inaugurando un nuevo año jubilar ordinario. Al empujar simbólicamente las puertas del templo invitaba a los peregrinos a entrar en la intimidad de Dios para hacer memoria del nacimiento del Salvador durante todo este tiempo de gracia. El año en curso es un año jubilar en el que la Iglesia conmemora los 1700 años del Concilio de Nicea (325 d. C.), que proclamó la fe profesada en el credo que une a los cristianos que confiesan el misterio de Dios uno y trino.

El jubileo abierto por el papa es un tiempo de gracia en el que este año tiene su marco propio el Octavario por la Unidad de los Cristianos. Los textos oracionales y de meditación han sido preparados por la comunidad monástica de Bose, eligiendo como lema y reclamo que nos interpela el pasaje evangélico del diálogo entre Jesús y Marta acerca de la resurrección: «¿Crees esto? (Jn 11,26)». Al igual que a Marta, hermana de María y Lázaro, amigos de Jesús, esta pregunta sobre la resurrección puede acompañarnos en nuestro camino de conversión para afirmar, mediante una verdadera peregrinación espiritual, que la única presencia que salva y resucita es la que levantó del sepulcro a su hermano ya fallecido: la presencia y la llamada a la vida de Jesucristo, el Hijo de Dios que había de venir al mundo.

La celebración del jubileo tiene sus raíces en la tradición veterotestamentaria, que instituyó por mandato divino un año santo cada cincuenta años en el cual se producía la liberación de quienes estaban sometidos a servidumbre y la devolución de las tierras a sus legítimos dueños (cf. Lev 25,10). Un año que el Señor instituyó para expiación y purificación del pueblo elegido mediante una justa redistribución de las riquezas, poniendo a disposición de Dios lo que se consideraba que Dios mismo había otorgado en los años precedentes. La institución jubilar pretendía subrayar que solo el Señor es el Dios de Israel. Los dones divinos de la libertad, de la descendencia del pueblo del Señor y la propiedad de la tierra eran, en última instancia, propiedad del mismo Dios, que así se lo había dicho en la alianza: «Si a partir de ahora me obedecéis y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi pueblo predilecto entre todos los pueblos, pues toda la tierra me pertenece; seréis para mí un reino de sacerdotes, una nación consagrada» (Ex 19,5-6; cf. Lv 26,12). El Señor reivindicaba su dominio cada cierto tiempo, dando a los que fueron privados de libertad o de posesiones una nueva oportunidad. El año jubilar se convertía entonces en un motivo de esperanza para renovar las relaciones entre él y su pueblo, tal y como recuerda el papa Francisco en la bula de convocatoria del jubileo Spes non confundit («Una esperanza que no defrauda»).

La Iglesia se ha mantenido fiel a esta institución jubilar desde la perspectiva de la fe en la liberación definitiva, que ya ha comenzado en la resurrección de Cristo y se consumará «cuando Dios sea soberano de todo» (1 Cor 15,28). Nuestra consumación y la de toda la creación con Cristo en Dios acontecerán desplazando el señorío de Dios sobre los bienes presentes al señorío divino sobre los bienes futuros, a los cuales nos encaminamos mediante nuestra conversión personal unidos en la común intercesión de los unos por los otros. Mediante la peregrinación a la que nos convoca el jubileo, la Iglesia ha pretendido incrementar la disponibilidad de los cristianos a los planes de Dios, y vivir un «nuevo éxodo», caminando con lo indispensable, poniendo el corazón exclusivamente en Dios y no en las posesiones de este mundo que pasa con sus pasiones (cf. 1 Jn 2,17). Las obras de caridad y desprendimiento, durante este tiempo de gracia, fortalecen la esperanza en el perdón de Dios que nunca defrauda.

Con la celebración del Octavario en este jubileo esperamos que la Iglesia sea sacramento, es decir, que se convierta en «signo y medio de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano». 1 De este modo, tanto la propuesta veterotestamentaria del desprendimiento para compartir los bienes presentes como la exigencia evangélica de ponernos en camino con lo indispensable son dos actitudes que, sin duda, nos pueden ayudar a alcanzar la meta de la unidad, ya lograda en y por Jesucristo, pero todavía en camino en la vida de los cristianos.

Dentro de la perspectiva ecuménica, la bula de convocatoria del jubileo que estamos viviendo en el corriente 2025 se refiere explícitamente al aniversario del primer Concilio ecuménico: Nicea representa una invitación a todas las Iglesias y comunidades eclesiales a seguir avanzando en el camino hacia la unidad visible, a no cansarse de buscar formas adecuadas para corresponder plenamente a la oración de Jesús: «Que todos sean uno: como tú, Padre, estas en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste» (Jn 17, 21). 

El Concilio de Nicea supuso un hito en la historia de la Iglesia porque configuró una herencia dogmática y litúrgica común en el credo que recitamos en los domingos y solemnidades en la santa misa, texto de convergencia de todas las Iglesias y comunidades eclesiales, cuya mejor comprensión y explicación catequética se ha convertido en un objetivo fundamental del Consejo Ecuménico de las Iglesias y de la Iglesia Católica en fraterna colaboración y empeño. Hoy como siempre necesitamos un lenguaje común de la fe, sin el que será muy difícil salvar la unidad de fe de las Iglesias y la reconstrucción de la unidad visible de la una, santa y católica Iglesia. La división entre las comunidades cristianas, como ya recordara el Concilio Vaticano II, «repugna abiertamente a la voluntad de Cristo y es piedra de escándalo para el mundo y obstáculo para la causa de la difusión del Evangelio por todo el mundo». 

Además de la oración por la unidad de los cristianos en este tiempo jubilar, tenemos otros motivos de esperanza en el camino de la unidad, como las diversas iniciativas de nuestras comunidades en el ámbito formativo y pastoral. Las actividades académicas de las distintas facultades de Teología y sus centros agregados y afiliados, que conmemoran el Concilio de Nicea profundizarán en la común comprensión del misterio de la Santa Trinidad del Dios uno, a quien sea dada toda alabanza y gloria. Por su Santo Espíritu, quiera Dios seguir abonando el crecimiento, lento pero sostenido, de nuestro camino hacia la unidad visible de la Iglesia.

La reciente constitución de la Mesa de Diálogo Interconfesional, que quedó formalizada el pasado 16 de septiembre, es manifestación de la fraterna relación de las confesiones cristianas en nuestro país; y es sin duda un signo del espíritu de sinodalidad que nos anima y nos ayudará a consolidar la colaboración entre las Iglesias y las comunidades eclesiales.

Constatamos y damos gracias a Dios por el interés de los seminaristas que, orientados por sus formadores, han tomado parte en los cursos de verano organizados por la Subcomisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales y el Diálogo Interreligioso, así como la entrega y dedicación constante de los delegados y directores de los Secretariados diocesanos de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso.

Recibid el fraterno saludo y bendición de vuestros obispos.

Madrid, 6 de enero de 2025

Ramón Darío Valdivia Giménez

Obispo auxiliar de Sevilla Presidente de la Subcomisión

Demetrio Fernández González

Obispo de Córdoba

Adolfo González Montes

Obispo emérito de Almería

Javier Salinas Viñals

Obispo auxiliar emérito de Valencia

Rafael Vázquez Jiménez

Secretario

NOTAS:

  1. Concilio Vaticano II, constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, 1.
  2. Franisco, bula de convocación del jubileo ordinario del año 2025 Spes non confundit, 17.
  3. Concilio Vaticano II, decreto sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio, 1.

FUENTE: