Eulàlia Capdevila: “Los cristianos en África estamos llamados a ser voz profética”

Nueva provincial de las hermanas combonianas en Kenia, Uganda y Sudán del Sur

Israel González Espinoza

La hermana Eulalia Capdevila Enríquez (Esplugues, 1976) nació en el seno de una familia marcada por el compromiso cristiano. Desde pequeña sintió un llamamiento especial por la misión en África y, después de estudiar en la Escuela de Ingeniería Agrícola de Barcelona, ​​entró en 1999 en las misioneras hermanas combonianas.

Fue misionera en Zambia durante 12 años y recientemente ha sido nombrada provincial de las hermanas combonianas en Kenia, Uganda y Sudán del Sur . “Después de una estancia en España como consejera de la Dirección General de mi congregación y animando a diferentes grupos de trabajo, esta vuelta a África es una alegría para mí”, confiesa a Flama .

La hermana Eulalia remarca el papel importante que ha tenido para los pueblos de África la encíclica Laudato Si’ del papa Francisco sobre el cuidado de la creación, y denuncia la “tragedia” que supone que los pueblos africanos sigan a merced de diferentes empresas de diversos países desarrollados que llevan a cabo una explotación extractiva de los recursos naturales del continente, causa.

“En Zambia existe una explotación brutal del cobre por parte de empresas que antes eran sudafricanas y ahora son chinas. En Sudán del Sur tenemos un grave problema de contaminación por los pozos petrolíferos, explotados por países occidentales y que provocan desastres naturales graves con consecuencias muy duras para la población. La gente está muriendo envenenada y tenemos pruebas de ello, pero como nuestros pueblos son pastoralistas, no interesan. Es un crimen”, lamenta la religiosa.

En su nueva misión, Capdevila estará a cargo de 110 misioneras combonianas repartidas en 25 comunidades y con expectativas por las nuevas vocaciones en la vida religiosa que surgen en la provincia. “Abriremos otro noviciado, tenemos bastantes vocaciones en Uganda, también en Kenia y en Sudán del Sur poquitas por la situación difícil. Cada año entran 10 chicas”, detalla.

Eulàlia Capdevila acompañando la educación de los niños I @Eulàlia Capdevila

¿Cómo nació su vocación religiosa?

Ésta es una historia con muchos capítulos, pero brevemente, podría decir que siempre tuve la sensación de responder a algo desde muy pequeña. Crecí en una familia católica practicante, íbamos a la parroquia de Sant Baldiri en Sant Boi de Llobregat, tuve acompañamiento en la fe y participé en diferentes grupos. En la escuela, por ejemplo, tuve como modelos a las hermanas Vedruna, y éste fue mi primer testimonio de religiosas, que me ha quedado grabado. Me impactaron sus vidas y su entrega a nosotros en las aulas.

Entonces sentí un deseo de darme a los demás y soñé con ir a África para ayudar a los más pobres a través de un servicio misionero, no necesariamente como religiosa. En la universidad estudié agricultura con ese objetivo, y cuando estaba terminando la carrera me encontré con los laicos misioneros combonianos. Inicialmente, pensaba que ésta podría ser mi forma de entregar la vida como misionera laica con los más pobres. Pero, justamente en camino con ellos, me di cuenta de que Dios quería todo mi ser, no sólo mi profesionalidad, mis manos y acciones.

Entonces descubrí que tenía vocación religiosa en la consagración y, a partir de ahí, el camino fue más rápido. Al terminar la carrera, me pusieron en contacto con las hermanas misioneras combonianas, me sentí bien con ellas e inicié la formación.

¿Hasta qué punto el compromiso cristiano de sus padres influyó en su camino hacia la vocación religiosa?

He tenido el ejemplo de mis padres. Mi padre me contaba historias de su tiempo como misionero laico en Camerún y crecí con estas historias. Además, él era agricultor; vengo de una familia de agricultores de Sant Boi y lo considero como mi primer gran ejemplo. Y mi madre, por su parte, era una catequista muy entregada a la parroquia.

Con ella aprendí todas las historias de Jesús, porque de pequeños, entre canciones e historias, Jesús formaba parte de nuestra familia. Mi madre era genial presentando la historia de Jesús y las del Antiguo Testamento a través de diapositivas, cantos y dibujos.

Tuve la suerte de tener una familia que me introdujo en el seguimiento de Jesús y en la Iglesia. Mi familia y mi parroquia eran una sola cosa. Vivíamos a escasos metros de la iglesia, y por tanto siempre estábamos o en la parroquia, o en casa.

Usted tuvo una experiencia profunda de “lanzarse” a un llamamiento especial durante la Jornada Mundial de la Juventud de París 1997. ¿Los jóvenes del siglo XXI siguen respondiendo a la llamada de la misión o ahora les cuesta un poco más?

Conozco a jóvenes que sí están buscando de alguna manera compartir su vida con los demás. Sin embargo, entiendo y siento que ahora los jóvenes tienen muchas distracciones y posibilidades. La opción misionera hoy puede vivirse de muchas maneras. En mi caso, lo intenté por medio del compromiso laical.

Hoy en día, considero que hay muchas formas y oportunidades de entregarse, incluso en la vida consagrada-eso que la Santa Sede llama “nuevas formas de vida consagrada”. Lo que ocurre, tal vez, es que no hay gente que les esté hablando a los jóvenes de esto, que es posible entregarse a los demás de alguna forma.

En nuestro caso, seguimos proponiendo esta vocación como posible y auténtica, que significa dejarlo todo y dar la vida. Es una vocación que de verdad te llena, te pone en contacto con tantas personas y te hace superar los límites que uno tiene por el contacto con otras culturas, y en eso la vocación misionera tiene este privilegio, de encontrar gente de culturas diferentes, y eso te desafía, pero al mismo tiempo te hace crecer siempre.

Eulàlia Capdevila acompañando pueblos pastoralistas I @Eulàlia Capdevila

Ha pasado 12 años en África. ¿Cómo ha podido descubrir el rostro de Cristo allí?

Estuve 12 años en Zambia, es el país que mejor conozco, sobre todo la parte oeste, cercana a Angola. Allí encontré a un pueblo muy vinculado con sus raíces culturales. En la misión en la que estuve muchos años, a orillas del río Zambeze, que es de los más caudalosos de África, aprendí a vivir todo el ciclo de la naturaleza: inundaciones, sequías y los movimientos de sus habitantes. Son pueblos nómadas, la naturaleza les pide moverse, y todo esto me ha ayudado a tener sensibilidad hacia la naturaleza. No una admiración, sino una convivencia y hermandad con el entorno natural.

Esto hace que estos pueblos no estén apegados a las riquezas materiales, aunque para ellos, como para todos, la tierra es un bien a defender. Me sentí muy acogida y también incluida por ellos. A través de la amistad, y después de permanecer muchos años, la gente te muestra también sus costumbres más secretas. Sus rituales, su mundo cultural. Espacios a los que es difícil acceder al principio.

Si tuviera que reducirlo todo a una palabra, diría: amistad. Los pueblos te la regalan de forma gratuita si te quedas y compartes con ellos.

Esto recuerda al poema de Pere Casaldàliga, cuando decía “el corazón lleno de nombres…” ¿Qué aprendizaje de fe ha tenido al convivir con los pueblos de África?

Allí, la vida se vive cruda. Vida y muerte se hacen presentes todos los días delante de tus ojos. Este hecho ha sido un duro camino de aceptar. Que la vida vaya acompañada de tanta muerte y sufrimiento, debido a que no existe acceso a medicinas, o porque en algunos lugares no hay buena alimentación, es difícil de aceptar.

La fe también supone vivir la crudeza de la vida y decir «Dios, tú también estás aquí en estos momentos». Cuando perdemos a un niño desnutrido, cuando perdemos a alguien por tuberculosis, cuando muere alguien de SIDA sin que podamos hacer nada.

Pese al sufrimiento, este pueblo nunca deja de celebrar, ya sea la vida o la muerte. Esta forma de vivir me ha ayudado a profundizar en mi fe. Creer en Jesús, en su muerte en la cruz y en su resurrección, me ha hecho comprender que, incluso en los momentos más duros, Dios está presente. Poder ponerse en una situación de cruz y decir: «Dios, estás aquí con nosotros» es una experiencia muy poderosa. Y, cuando esto se vive en comunidad, tanto con el pueblo como con mi familia misionera, se entiende de forma más profunda el sentido de la fe. Porque la fe también es confiar en que, después del sufrimiento, hay resurrección.

Este pueblo me ha enseñado a no ocultar el dolor, sino a vivirlo e incluso a celebrarlo. En una sociedad como la nuestra, esto puede resultar difícil de entender, pero para estos pueblos es una realidad natural, ya mí, personalmente, me ha marcado profundamente.

Recientemente la han nombrado provincial para Sudán del Sur, Kenia y Uganda. ¿Qué obras desarrollan las hermanas misioneras combonianas en estos países?

Hace muchos años que tenemos presencia, sobre todo en Sudán del Sur y en Uganda, y posteriormente en Kenia. Sudán del Sur fue, de algún modo, la tierra madre para los misioneros y misioneras combonianos, ya que nuestro fundador inició la misión allí. Es una misión muy difícil, marcada por el sufrimiento y vulnerabilidad de estos pueblos.

Nos encontramos con tribus y clanes que son pastoralistas, es decir, que se dedican a la trashumancia y ganadería. Esta forma de vida les hace especialmente vulnerables, puesto que su vínculo no es con la tierra, sino con el ganado. Por eso, nuestras hermanas, así como los sacerdotes y hermanos combonianos, trabajan con los karamojong en Uganda, los nuer en Sudán del Sur y los pokot en Kenia. Todos ellos son pastoralistas y conservan su propia cosmología y tradiciones religiosas.

Nuestras misiones son de primera evangelización y están abiertas a la trascendencia de estos pueblos, que son profundamente creyentes. Para ellos, es natural escuchar historias sobre figuras concretas, como Jesús de Nazaret, e irle conociendo. Pero también es un reto, tanto para su cultura como para la mía, porque implica una conversión evangélica, una transformación de ciertos valores y la superación de ciclos de violencia que, en algún momento, han afectado a todos los pueblos.

Además de la primera evangelización, nuestras misiones se materializan en clínicas y escuelas. Siempre trabajamos en comunidades situadas en zonas fronterizas, que son complejas.

Eulàlia Capdevida con una compañera combiniana I @Eulàlia Capdevila

¿Cómo afronta este nuevo reto, después de varios años en España, regresando a África?

Con mucha alegría, pero también con cierto respeto por la responsabilidad que implica. En estos países hay 25 comunidades con hermanas muy jóvenes, y estamos abriendo otras nuevas. Por eso, asumo este nuevo servicio con mucha humildad.

Estamos haciendo un camino sinodal muy bonito. La vida religiosa, de hecho, ya nació como experiencia sinodal, pero ahora estamos aprendiendo a serlo aún más. Esto me da mucha paz, porque sé que no estoy sola en esta tarea. Caminaremos juntas, tanto las hermanas como las comunidades.

Para mí, lo importante es cuidar el corazón de nuestra misión: la comunidad de hermanas. Nuestras comunidades no son mayores, tienen entre 3 y 5 hermanas como máximo, y estas pequeñas células deben cuidarse y animarse para que sigan viviendo con alegría su vocación y transmitiendo la fuerza de nuestro carisma, que nos permite conocer tantas culturas y pueblos diferentes.

¿Cuáles son, a su juicio, los principales desafíos que afronta la Iglesia en África?

África no es un bloque homogéneo, existen muchas “Áfricas” dentro del continente africano. En Zambia, por ejemplo, está oficialmente declarada como una nación cristiana, siendo uno de los grandes retos el ecumenismo y la unidad. Existen muchos esfuerzos para que las iglesias protestantes, mayoritarias en este país, trabajen conjuntamente con la Iglesia católica y otras confesiones cristianas para lograr una unidad real. A nivel local, esto es más fácil que a nivel global.

En mi nueva provincia (Uganda, Sudán del Sur y Kenia) también hay una gran labor ecuménica. Además, existe otro reto fundamental: ser voz de denuncia, ser voz profética. Como cristianos, estamos llamados a ser voz para quienes no la tienen. La mayoría de la población en algunos países africanos no tiene oportunidad de participar en procesos democráticos, y muchos son analfabetos. ¡No tienen voz!

Es cierto que hoy se dice mucho que «deben hablar por sí mismos», y es lo deseable. Pero la realidad es que a menudo carecen de canales, medios o formación para hacerlo. Por eso, un gran reto para la Iglesia es no tener miedo a denunciar. ¿Cómo ser una Iglesia que no teme denunciar? Hay muchos crímenes que quedan silenciados porque quienes deberían denunciarlos no pueden hacerlo. La Iglesia sí puede, y debe hacerlo aún más.

¿Qué puede aprender la Iglesia catalana de las iglesias que caminan en África?

Una de las grandes diferencias que he visto es el papel de los laicos. En muchas comunidades cristianas africanas, no hay posibilidad de celebrar los sacramentos con regularidad porque faltan curas. He conocido comunidades en Sudán del Sur, aisladas por las guerras, que han sido décadas sin ver a un sacerdote, pero han podido mantener viva la fe, que han podido acompañar a jóvenes y niños, gracias a los catequistas.

El papel de los catequistas es fundamental. En Zambia, por ejemplo, vi la gran capacidad de liderazgo cristiano de los laicos. Trabajando con jóvenes, campesinos y familias, me di cuenta de su iniciativa y compromiso. El protagonismo del laicado es fundamental en África. Esto es un aspecto que puede potenciarse más en Cataluña y España, donde el laicado tiene un papel activo, pero no con la misma intensidad que he visto en África.

Eulàlia Capdevila acompañando a un grupo de mujeres I @Eulàlia Capdevila

¿Qué aportan los misioneros a los territorios y comunidades donde realizan su labor?

Creo que aportamos el sentido de Iglesia universal, y esto hace muy bien, sobre todo en los pueblos más aislados. Sin ese intercambio con personas que vienen de fuera, es difícil percibir la dimensión universal de la Iglesia. Los misioneros hacemos visible esta comunión, esa Iglesia que va más allá de tus fronteras, de tu talante. Ésta es la comunión con la Iglesia que queremos ser. Una iglesia que peregrina, que se pone en camino. Somos la Iglesia en salida, la Iglesia que quiere ir más allá de la capilla o parroquia. Además, desde estos pueblos a menudo nacen vocaciones misioneras.

Evidentemente, los misioneros también aportamos otras muchas cosas: somos el rostro de la caridad, porque la Iglesia es, sobre todo, caridad hacia los más pobres y vulnerables. Y esto impacta profundamente a las comunidades donde estamos. Nos preguntan: “¿Por qué estás aquí? ¿Por qué no nos vamos cuando empiezan las guerras? ¿Por qué huimos con ellos?” Esto les toca profundamente. Somos la Iglesia de los más pobres, la Iglesia que es madre, la Iglesia de la caridad.

¿Qué le diría a un joven que lea esta entrevista y sienta la inquietud de hacer misión en África, pero tenga incertidumbre o miedo?

Le diría: “¡Ven!” Siempre que veo a uno oa una joven le digo que venga. Las comunidades misioneras estamos muy preparadas para acoger, y si alguien quiere realizar una prueba, que la haga. Dios nos acepta tal y como somos. Si usted desea venir sólo tres meses, que venga. Lo importante es hacerlo con una actitud abierta, dispuesto a superar miedos y límites, pero sobre todo a recibir mucho. Porque Dios acompaña a cada uno en su camino.

Yo misma, al principio de mi vocación, en 1997 en París, oí unas palabras que me marcaron: “Ven y lo verás”. Ésta es la aventura misionera. Ven y verás. Nunca se acaba. Tenemos hermanas mayores de 80 años que todavía salen a nuevas misiones. Es una aventura que no tiene fin. Así que, si alguien lo siente en su interior, le diría: ¡Ven!

FUENTE: https://www.agenciaflama.cat/eulalia-capdevila-els-cristians-a-lafrica-estem-cridats-a-ser-veu-profetica/

El obispo más joven de Francia: capellán de circo, devoto de Foucauld… su diócesis respira fe

Guillet acaba de ser consagrado obispo.éTIENNE gUILLET

Étienne Guillet pastorea Saint-Denis, con 1,7 millones de personas 

A sus 48 años, Étienne Guillet se ha convertido en el obispo más joven de Francia. Ordenado sacerdote hace casi 20 años, ha sido consagrado obispo de Saint-Denis hace unos días, una diócesis vecina a París, de un departamento con 1,7 millones de personas, formada por jóvenes de barrios populares, que vive un resurgimiento de la fe. La Vie cuenta su testimonio.

Guillet, que fue sacerdote de Trappes durante unos diez años y luego brevemente de Mantes-la-Jolie, se hace cargo ahora de una diócesis grande que incluye 86 parroquias, con mucha gente y muchos jóvenes. La iglesia local tiene unos 23.000 practicantes y casi 717.000 bautizados.

Escuchar al Espíritu Santo

«Habiendo sido capellán de feriantes, y de gente del circo en la diócesis de Versalles, tengo muchos amigos viajeros. Como obispo, mi misión será ir de un lugar a otro para anunciar y animar la fe», comenta el nuevo prelado.

«No establecerse es una forma de libertad. En la gran tradición teológica se dice que el cristiano es un hombre en camino, homo viator. Después de su conversión, San Pablo recorrió kilómetros en barco, a pie, a caballo, por la cuenca del Mediterráneo, visitó comunidades, una tras otra… Dos mil años después, su misión sigue siendo la misma: estar en camino, conectado con Jesús y con los apóstoles», añade.

Antes de ser obispo, Guillet pasó casi 10 años en Trappes, una localidad a las afueras de París. «Como sacerdote joven no sabía realmente cómo reaccionar. Fue un feligrés tamil quien me dijo qué hacer: rezar y adelantar el Día de los Vecinos de junio a noviembre para reunirnos. Allí aprendí a vivir una esperanza que no es ni angelical, ni ingenua, ni dramatizada», comenta.  

«Aprendí a escuchar atentamente al Espíritu Santo, que habla a todos los miembros de la comunidad, incluso a los más frágiles o a los que tienen menos dominio del francés porque han llegado poco antes», añade. 

La secularización, tan arraigada en toda Francia, parece que no ha llegado a estos barrios obreros: en Trappes, por ejemplo, se habla de Dios en la panadería o en la peluquería. «Este ambiente interpela a jóvenes católicos a menudo de familias practicantes originarias de África, de la India y del extranjero. Quizás los interpela más que en ningún otro lugar», asegura el nuevo obispo.

En su misión pastoral, en medio de un Islam creciente, Guillet espera recibir ayuda de los santos franceses de Argelia. En su época de seminarista, viajó a ver el rastro de los mártires trapenses de Tibhirine. «Pierre Claverie –obispo dominico de Orán– y San Carlos de Foucauld dan testimonio de una búsqueda común. Anclados en la Iglesia, reconociendo a Jesucristo como el camino, la verdad y la vida, mantienen una postura de buscadores de Dios, junto a quienes les rodean», explica. 

Entre sus labores como obispo estará también seguir visitando a los amigos de siempre. «Cuando pasa un circo siempre trato de ir a saludarlos. Es un lugar admirable de renovación, es bello, talentoso y familiar y proviene del albor de los tiempos. Esta itinerancia artística no debe desaparecer», comenta. 

«Me gusta el teatro y leer a Gougaud, a Amin Maalouf, a Yasmina Khadra… Muchos textos de Paul Claudel y Georges Bernanos también me inspiran. En cuanto a figuras de la Iglesia, pienso en Pierre Claverie, dominico argelino, obispo de Orán, asesinado en 1996, o en Oscar Romero, otro obispo que murió mártir en El Salvador, en 1980. Sus vidas riman con coraje, fraternidad y dulzura y no es tan común tejer todo eso junto«, añade.

¿Una nueva santa para Jerusalén?: clarisa, mística, conversa… «compañera» de convento de Foucauld

Trinidad

A los 25 años, en plena juventud, experimentó una profunda crisis existencial y de fe. Atraída por el misterio de la Eucaristía, recibió el bautismo en la Iglesia católica el 19 de marzo de 1928.

  • El cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca de Jerusalén de los Latinos, ordenó recientemente abrir la Causa de Beatificación y Canonización de la Sierva de Dios María de la Trinidad (en el siglo: Luisa Jaques) monja profesa de la Orden de Santa Clara.

El 25 de junio de 1942 moría en Jerusalén a la edad de 41 años a causa de unas fiebres provocadas por la tisis. Nacida en Sudáfrica en el seno de una familia de misioneros protestantes y criada en Suiza, la Sierva de Dios abrazó la fe católica tras un largo camino de conversión.

Desgracias y desengaños

A los 25 años, en plena juventud, experimentó una profunda crisis existencial y de fe. Atraída por el misterio de la Eucaristía, recibió el bautismo en la Iglesia católica el 19 de marzo de 1928. Tras innumerables tentativas vocacionales, a los 37 años entró al monasterio de las Clarisas de Jerusalén.

Sor María de la Trinidad vivió su vida de consagrada en el Monasterio de las Clarisas de Jerusalén, el mismo donde 40 años antes también el beato Charles de Foucauld pasó varios meses en oración, como ermitaño, en el jardín. Su figura y sus escritos siguen difundiéndose en todo el mundo.

La obra por la que es conocida, Coloquio interior (Ediciones Tierra Santa), ha llegado ya a su décima edición. Última de cuatro hijos, se quedó huérfana al nacer; su madre murió al parirla. La gran tristeza por la muerte de la madre oscureció la alegría en los primeros momentos cruciales de su vida. La cuna está demasiado cerca del ataúd y, con el paso de los años, sus hermanos atribuyen su propia venida al mundo como una culpa.

Posteriormente, las numerosas desilusiones en su trabajo, un desengaño amoroso y la gran soledad por la lejanía de su familia, la conducen a los 25 años a no comprender más el sentido de la vida y a pronunciar aquella amarga sentencia: ‘¡No hay Dios’.

Sin embargo, justo en aquella noche, ‘en la desesperación se había encendido una luz’: la percepción de una presencia que la visitaba, ‘una religiosa vestida de marrón oscuro con una cuerda por cinturón’. Esta presencia se pararía al pie de la cama de Louise Jacques durante toda una noche, sin decirle nada. Era la noche entre el 13 y el 14 de febrero de 1926. Y era la respuesta a su desesperación existencial.

La oración del Cardenal Newman que la Madre Teresa recomendaba para irradiar a Cristo

Imagen de Madre Teresa en la posición que ella solía rezar en Calcuta

Querido Jesús,
ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya,
inunda mi alma con tu Espíritu y tu Vida.
Penetra y posee todo mi ser, tan completamente que mi vida
no sea más que un brillante reflejo tuyo. 
Brilla a través de mí, y hazte tan presente en mí,
que cada alma con la que entre en contacto experimente
tu presencia en mi alma.
Que levanten los ojos y ya no me vean a mí, sino sólo a Jesús.
Quédate conmigo,
y entonces empezaré a brillar como tú brillas; 
brilla de tal manera que seas luz para los demás. 
La luz, oh Jesús, vendrá toda de ti; 
ninguna será mía. 
Tú brillarás sobre los demás a través de mí. 
Permíteme, así, alabarte de la manera que tú amas:
brillando con luz sobre los que me rodean. 
Permíteme proclamarte sin predicar, 
no con palabras, sino con el ejemplo, 
con un poder que atrae, 
con la influencia benévola de lo que hago, 
con la plenitud tangible del amor 
que mi corazón lleva por Ti. Amén
.

Santa Teresa de Calcuta. (La Madre de los pobres)

 | Francisca Abad Martín

“Una pobre entre los más pobres” Así fue Teresa de Calcuta

Agnes Conxha nació en Skopie (en la actual Macedonia del Norte) el 26 de agosto de 1910, aunque ella siempre consideró como fecha de su nacimiento, el 27, día de su bautismo. Fue la menor de los hijos de un matrimonio de origen albanés, procedentes de Kosovo. Su padre, involucrado en la política, murió repentina y misteriosamente cuando ella tenía 8 años. Su madre la educó cristianamente; asistió a la escuela estatal y participó en el coro de su parroquia. A los 5 años hizo la primera comunión y a los 6 la confirmación. Cuando tenía 12 comienza ya a vislumbrar su vocación religiosa.

Al cumplir los 18 años se dirige a la abadía de Loreto en Irlanda, para aprender el inglés, pues en realidad ella tenía muy claro que ese era el idioma oficial de la India y allí era donde quería ir. Ya no volvió a ver a su familia. Fue admitida como postulante y en noviembre de 1928 se traslada a la India. Después de cumplir el año de noviciado, marcha a un convento próximo al Himalaya, donde también aprende bengalí. Después va a Calcuta, al Convento de las Religiosas de Loreto. Allí pronuncia sus votos, cambiando su nombre por el de Teresa (en recuerdo a Santa Teresa de Lisieux, patrona de las misiones). Comienza a trabajar como profesora de historia y geografía y así durante 20 años. En 1944 se convierte en directora del Centro.

Estando allí, empieza a preocuparse mucho por la dramática situación en que vivían los pobres, la miseria que sufrían, agravada por la violencia hindú-musulmana, que aterrorizaba a la gente. El 11 de septiembre de 1946 experimentó lo que ella denominó “la llamada dentro de la llamada” y comprendió que a partir de ese momento quería ser “una pobre entre los más pobres”.

Fue a París, con el apoyo de un empresario indio católico, donde recibió capacitación médica y a su regreso a la India solicitó la nacionalidad, recibiendo formación como enfermera durante 3 meses. Se vistió con un “sari” blanco con ribetes azules y se fue a los barrios más pobres para enseñar a leer a los niños, inauguró una sencilla escuelita y después se dedica a ayudar a los más pobres, a los indigentes, a los hambrientos y a los enfermos. A comienzos de 1949 se le unió un grupito de jóvenes y sentó las bases para crear una comunidad religiosa destinada a ayudar a los más necesitados. Como no tenían dinero tuvieron que recurrir a las limosnas, donaciones, etc.

Monjas de la madre Teresa en Gaza junto al padre Francis Xavier
Monjas de la madre Teresa en Gaza junto al padre Francis Xavier

En 1948 envió al Vaticano la solicitud para que la Santa Sede aprobara su nueva Congregación. En 1950 recibió la autorización, con el nombre de Misioneras de la Caridad. El número de jóvenes que se les unían fue creciendo. En 1952 inauguró el primer hogar para moribundos en un templo hindú, operación no exenta de problemas y altercados, porque algunos dirigentes hindúes no querían que fuera reutilizado para esos fines. Tuvo que intervenir la policía. No habría de ser el único caso. Serían muchos los detractores que cuestionaron su obra y la santidad de su vida, llegándola a acusar   de gestionar mal los fondos, de no atender debidamente a los enfermos, de tener poca higiene en unos hospitales, a los que pusieron el sobrenombre de “Casas de muerte”.   Detractores que solo acertarán a ver en ella una figura propagandística de corte integrista, que practicaba el proselitismo barriendo para casa, como si no fuera de todos sabido que en sus casas eran acogidos todos sin importar para nada la religión que profesara cada cual.  Todo parece responder a la embestida de un sector del progresismo laicista, que no ha podido perdonar que una mujer portadora de los valores cristianos,con una concepción sobrenatural del sufrimiento y la muerte, combatiente acérrima de la ideología de género, del aborto y de la cultura de la muerte, se convirtiera en símbolo universal de una generación entera.

La mayoría de los mortales, en cambio, ha podido ver en ella una benefactora universal, lo cual no deja de ser una evidencia por lo que, a lo largo de su fructífera y dilatada vida, recibiría muchos premios, que ahora no es el caso citar, entre ellos el Nobel de la Paz en 1979. El 13 de marzo de 1997, agotada y enferma, cedió el puesto de superiora a sor Nirmala, falleciendo el 5 de septiembre de ese mismo año, a consecuencia de un paro cardiaco a los 87 años. El gobierno indio le concedió un funeral de Estado igual que en su día tributó a Mahatma Gandhi. Su cuerpo quedó sepultado en la Casa Central en Calcuta.

Fue beatificada por S. Juan Pablo II en el año 2003 y canonizada por el Papa Francisco el 4 de septiembre de 2016.

La oración del Cardenal Newman que la Madre Teresa recomendaba para irradiar a Cristo

Imagen de Madre Teresa en la posición que ella solía rezar en CalcutaI

Imagen de Madre Teresa en la posición que ella solía rezar en Calcuta |

Querido Jesús,
ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya,
inunda mi alma con tu Espíritu y tu Vida.
Penetra y posee todo mi ser, tan completamente que mi vida
no sea más que un brillante reflejo tuyo. 
Brilla a través de mí, y hazte tan presente en mí,
que cada alma con la que entre en contacto experimente
tu presencia en mi alma.
Que levanten los ojos y ya no me vean a mí, sino sólo a Jesús.
Quédate conmigo,
y entonces empezaré a brillar como tú brillas; 
brilla de tal manera que seas luz para los demás. 
La luz, oh Jesús, vendrá toda de ti; 
ninguna será mía. 
Tú brillarás sobre los demás a través de mí. 
Permíteme, así, alabarte de la manera que tú amas:
brillando con luz sobre los que me rodean. 
Permíteme proclamarte sin predicar, 
no con palabras, sino con el ejemplo, 
con un poder que atrae, 
con la influencia benévola de lo que hago, 
con la plenitud tangible del amor 
que mi corazón lleva por Ti. Amén
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Luisa Dell’Orto: El legado de religiosa asesinada brutalmente en Haití

Luisa Dell’Orto, La hermana universal, en su trabajo con niños haitianos en el «Centro Charles de Foucauld».

Por Andrés Henríquez

En una entrevista con EWTN Noticias, una misionera que trabaja en Haití desde hace 20 años, la Hna. Paesie, y una periodista italiana, Lucía Capuzzi, recordaron la vida de la religiosa Luisa Dell’Orto, asesinada en 2022 mientras servía en el país caribeño.

La Hna. Paesie, fundadora de la comunidad católica Familia Kizito, recordó el primer encuentro con la Hna. Luisa Dell’Orto en la parroquia de Saint-Louis de Montfort, en Delmas (Haití), donde Paesie dirige un hogar para niños. 

“Ella tenía un niño que cuidaba, pero el niño quería estar en la calle. Luisa estaba muy preocupada por él, ya que corría el riesgo de ser reclutado por una banda. Así que vino con él a verme y me pidió que lo acogiera en el hogar de niños, lo cual hice. Era un niño pequeño llamado Jutsan”, compartió la religiosa.

“Desde ese momento, la Hna. Luisa Dell’Orto se convirtió en una presencia regular en el hogar, visitando a los niños en forma frecuente”, añadió.

El asesinato de la Hna. Luisa generó una gran consternación entre los más vulnerables de Haití. Históricamente, la violencia ha sido parte de la cotidianidad en el país, de manera especial desde hace algunos meses, cuando bandas criminales organizadas se levantaron en contra del Estado y llegaron a controlar más del 80% del territorio de la capital, Puerto Príncipe.

“Fue un gran choque, especialmente por la personalidad de la Hna. Luisa. Era una persona muy dulce, tranquila, reservada y muy querida por todos. La violencia de su muerte fue muy impactante para los niños de los que se ocupaba, los jóvenes seminaristas y todos los sacerdotes de Haití, ya que prácticamente todos los ordenados en los últimos veinte años fueron sus alumnos”, comentó la fundadora de la Familia Kiz

“Ella enseñaba en los Salesianos y en el seminario diocesano. Así que su muerte fue un gran impacto para todos”, precisó.

Parte importante del legado de la Hna. Luisa se sintetizó en el Centro Charles de Foucauld, una organización en la que se atiende las necesidades de niños vulnerables a través del voluntariado. La periodista italiana Lucía Capuzzi recopiló la vida y obra de la Hna. Luisa, en especial la labor del Centro Charles, en su libro La hermana universal.

Capuzzi conoció a la religiosa en 2020, durante un viaje a Haití para conmemorar los diez años del terremoto que devastó el país.

“En esa ocasión yo estuve en el Centro Charles de Foucauld de la hermana Luisa, que la hermana Luisa había creado, y donde ella acogía los chicos del barrio, los hacía estudiar en la tarde, hacían las tareas y sobre todo en esa escuela también estudiaban unos cuantos restavek”.

Un restavek es un niño haitiano que es enviado por sus padres a trabajar a un hogar de acogida como sirviente doméstico, porque los padres carecen de los recursos necesarios para mantenerlo.

«Luisa conseguía, hablando con las personas que hospedaban a estos niños, que por lo menos los mandaran al Centro Charles para que pudieran estudiar”, destacó la periodista italiana.

Asimismo, señaló que lo que más le marcó de la Hna. Luisa fue su capacidad para combinar su labor intelectual con un profundo compromiso práctico. 

“Ella creía que efectivamente el conocimiento, el saber, la cultura, podrían cambiar la situación de la isla”, comentó Capuzzi.

“Lo creyó hasta el último y por eso decidió quedarse en Haití, aunque la situación se había hecho súper complicada. Se sabe que había recibido ella también amenazas, que la situación se había vuelto muy difícil”, agregó.

A pesar de todas las dificultades y de los peligros que se asomaban en contra de su vida, “decidió quedarse y decidió apostar toda su vida por Haití, en los haitianos, para no dejarlos en un momento difícil”, concluyó.

FUENTE: https://www.aciprensa.com/noticias/105623/luisa-dellorto-el-legado-de-religiosa-asesinada-brutalmente-en-haiti

Seguidor e Jesus en el carisma de san Carlos de Foucauld – P. Federico Carrasquilla

Hoy 29 de julio de 2024, nos hemos despertado con la triste noticia de la muerte del P. Federico Carrasquilla, sacerdote diocesano de la Arquidiócesis de Medellín, a sus 89 años, en la clínica CES de Medellín.

Fede, ¿quién eres tú?

“Sí, mira, nací en Itagüí, de una familia de clase media. Mi papá era farmaceuta y muy, muy religioso, y a mí me dio por pedirle a mi papá que me permitiera hacer el bachillerato en el seminario. La razón para que un niño de 11 años pida ir al seminario debe ser una razón muy rara. Mi papá y mi mamá eran un par de santos, pero los dos tenían una espiritualidad muy distinta. Mi mamá era de novenas, de medallas, de sacrificios, de ofrendas al Señor. Mi papá toda la vida iba a la iglesia a hacer una hora de adoración. Yo le pregunté una vez a mi papá ¿eso de rezar qué es? Y él dijo conversar con Jesús y el Santísimo Sacramento. Y eso a mí me quedó marcado por vida. Para mí rezar no es lo que hacía mi mamá, era conversar con el Santísimo”.

Del seminario lo enviaron a terminar la Teología en Roma. Allí se encontró con el movimiento de San Carlos de Foucauld quien buscó inspirar su vida en la de Jesús, en Nazaret.

Más tarde, en Lovaina, hacia el final de la década de los 60, complementó su comprensión teológica con el aporte de la Filosofía antropológica, redactó su tesis sobre la Antropología del Pobre y más tarde la publicó para al servicio de muchos.

Dedicado, como Jesús, a ser pobre y estar con ellos

Fede, como cariñosamente se le llamaba, fue profesor universitario, pero sobre todo educador o maestro en la fe, de personas y comunidades. Como testigo de Jesús, en medio de los pobres, muchos lo buscaban apara aprender de su sabiduría y estilo de vida. Asi lo hicieron los Jóvenes Misioneros de la Consolata, durante varios encuentros personales con él y, sobre todo, en dos Curso virtuales, uno sobre la Antropologia del Pobre y el otro sobre la Antropologia de la Afectividad, organizado por ellos mismo desde el Proyecto AguaPaneLazo,durante la pandemia (2021)

Fede y los jóvenes

Además de los encuentros, diálogos y largas conversaciones, los jóvenes se correspondían con él. Ellos le escribían y él sacaba tiempo para responderles: “Mis queridos Leidy y Jonathan Gracias por esa carta que me enviaron que me llegó muy profundamente al corazón. Hoy he pasado todo el día orándola y ahora, en esta última hora del año, vivida en oración, antes de comenzar el año nuevo, les quiero enviar la reflexión que he hecho sobre la carta.
En primer lugar, un sentimiento de gratitud al Señor por haberme permitido compartir con ustedes todo ese interés, esa PASIÓN por los más pobres, por los más abandonados de la sociedad y realizada de una manera tan profundamente humana, tan científica, es decir sin quedarse en un sentimiento puramente superficial sino abarcando todas las dimensiones de la persona. Creo que es lo mejor que me ha pasado este año. He descubierto en ustedes la realización concreta de lo que ha sido mi preocupación y mi pasión también, desde el principio de mi vida sacerdotal: mirar la persona, ante todo, como un ser humano en todas sus dimensiones.
Y en segundo lugar dale también gracias al Señor porque esa pasión la he visto en ustedes, vivida dentro de la PASION por Jesús, por ese Jesús fuente y razón única de nuestra fe cristiana. Cuenten de ahora en adelante siempre con mi colaboración, con mi solidaridad y con mi comunión profunda con todos ustedes. Les deseo lo mejor en este año y que continúen profundizando entonces en esa pasión del hombre dentro de la pasión Jesús y en esa Pasión por Jesús dentro de la pasión por los más pobres. Les deseo de corazón un FELIZ AÑO” (2023)

Despedida orante, desde la fe

Fede, testigo perseverante y fiel

Gratitud de consolación misionera

“Eterno descanso para tan grande seguidor de Jesús. Que su legado siga fructificando”, dice Monseñor Joaquín Pinzón, desde Puerto Leguizamo.

“Gratitud con Dios por este apóstol fiel que pasó por la vida haciendo el bien. Que descanse en paz junto al Dios de la Vida”, dice el Padre Fernando Patiño, desde Puerto Leguizamo.

“Agradecemos a Dios por su ministerio sacerdotal y su presencia entre los pobres. Su vida sea semilla en la vida de nuevos discípulos y misioneros de Jesús”, dicen los jóvenes del AguaPaneLazo.

“Padre Federico Carrasquilla, un sacerdote che ha vissuto tutta la sua vita abbracciando il Vangelo, mettendolo in pratica con se stesso e con il prossimo. La povertà è stata il suo ideale, così come grande é stata la sua ricchezza umana e spirituale. Per sempre nel nostri cuori”, dice el P. Elmer Peláez, entre italiano y castellano, desde Italia.

“En su pascua definitiva, el apreciado Padre Federico nos muestra la plenitud y alegría que Jesús garantiza ya desde esta tierra a los pastores y discípulos misioneros de Su Reino. Agradezco al Señor por el don tan grande que nos concedió en la persona del P. Carrasquilla”, dice el P. Rogelio Alarcón, desde Mozambique.

La expansión de la Paz

Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964)
laica, misionera en la ciudad.
La alegría de creer. Alegrías venidas de la Montaña (La joie de croire, Seuil, 1968), trad. sc©evangelizo.org
En toda vuelta de calle existen pequeñas guerras,
como en toda vuelta del mundo existen grandes guerras.
En toda vuelta de nuestra vida, podemos hacer la guerra o hacer la paz.
Para hacer la guerra, nos sentimos peligrosamente hechos.
Rápidamente nuestro vecino se convierte en nuestro enemigo,
si no es nuestro hermano.(…)
Sólo los hijos de Dios son totalmente pacíficos.
Para ellos la tierra es la casa de su Padre del Cielo.
Todo lo que existe sobre la tierra es a él, tanto como el suelo mismo.
Si, realmente la tierra es una pequeña casa del Padre.
Sin olvidar ningún continente ni isla minúscula, ninguna nación
y ni siquiera un patio, plaza, vereda, estación…
En todo lugar hay que construir el espíritu de familia. (…)
Los ojos de los pacíficos son benévolos.
Ante ellos sus compañeros de ruta se calientan como ante una fogata.
No encuentran nunca motivos para combatir,
saben que la paz no se defiende con batallas.
Saben que la división de un solo átomo puede iniciar guerras cósmicas.
Cuando una célula humana se rasga con la cólera, resentimiento o amargura,
el fermento de guerra puede rebotar en todo el universo.
Como los pacíficos creen en la difusión del amor,
saben que donde se hace un poco de paz,
se expande una paz tan fuerte que invade la tierra.
Portan así una doble alegría:
por el advenimiento de paz alrededor de ellos
y al escuchar una voz inefable que en lo profundo de su corazón, dice “Padre”.