El Tao de la liberación

Conforme se va desarrollando nuestro nuevo siglo hay dos procesos que tendrán un gran impacto en el futuro bienestar de la humanidad. Uno de ellos es el ascenso del capitalismo global; el otro es la creación de comunidades sostenibles basadas en la práctica del diseño ecológico.

El capitalismo global tiene que ver con redes electrónicas de flujos financieros y de información; el ecodiseño, con redes ecológicas de flujos materiales y de energía. La finalidad que persigue la economía global, en su forma actual, consiste en potenciar al máximo la riqueza y el poder de sus élites; la finalidad del ecodiseño es potenciar al máximo la sostenibilidad del tejido de la vida. Estos dos escenarios se encuentran en la actualidad enfrentados.

La nueva economía, que ha surgido a partir de la revolución debida a la tecnología de la información de las tres últimas décadas, se estructura en gran parte en torno a redes de flujos financieros. Unas sofisticadas tecnologías de la información y la comunicación permiten al capital financiero moverse rápidamente por todo el globo en incesante búsqueda de oportunidades de inversión. El sistema se basa en modelos informatizados que gestionan la enorme complejidad producida por una rápida desregu-
lación y una mareante variedad de nuevos instrumentos financieros.

Esta economía es tan compleja y turbulenta que desafía el análisis en términos económicos convencionales. Lo que en realidad tenemos es un casino global manejado electrónicamente. Quienes juegan en este casino no son oscuros especuladores, sino importantes bancos de inversión, fondos
de pensiones, empresas multinacionales y fondos de inversión organizados, precisamente, con finalidad de manipulación. El llamado mercado global no es en rigor un mercado en absoluto, sino una red de máquinas programadas de acuerdo con un solo valor —ganar dinero— con exclusión de todos los demás valores. Lo cual significa que la globalización económica ha excluido sistemáticamente de los negocios todas las dimensiones éticas.

En estos últimos años, académicos y líderes de comunidades han discutido extensamente los impactos sociales y económicos de la globalización. Sus análisis muestran que la nueva economía está produciendo multitud de consecuencias dañinas interconectadas. Ha enriquecido a una élite mundial de especuladores financieros, empresarios y profesionales de la alta tecnología. Se ha producido en la cúspide una acumulación de riqueza sin precedentes. Pero, en conjunto, las consecuencias sociales y medioambientales han sido desastrosas; y, tal como la actual crisis financiera nos ha permitido comprobar, ha puesto también en grave peligro el bienestar económico de la gente en todo el mundo.
El nuevo capitalismo global ha tenido como resultado una desigualdad y una exclusión sociales crecientes, una crisis de la democracia, un deterioro más rápido y extenso del medio natural, y una pobreza y alienación mayores. Ha puesto en peligro y destruido comunidades locales por todo
el mundo y, mediante la práctica de una biotecnología mal concebida, ha invadido el santuario de la vida, intentando convertir la diversidad en monocultura, la ecología en ingeniería y la vida misma en mercancía.

Se ha hecho cada vez más evidente que el capitalismo global en su forma actual es insostenible —social, ecológica y hasta financieramente— y que necesita ser rediseñado en sus fundamentos. El principio que le subyace, que ganar dinero debe anteponerse a los derechos humanos, la democracia, la protección del medio ambiente, o a cualquier otro valor, es una receta para el desastre. Sin embargo, es posible cambiar este principio: no es una ley natural. Podrían incorporarse otros valores a las mismas redes electrónicas de flujos financieros y de información. La cuestión crítica no es la tecnología, sino la política. El gran reto del siglo XXI será cambiar el sistema de valores que subyace a la economía global para hacerla compatible con las demandas de la dignidad humana y la sostenibilidad ecológica.

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Diálogo cristiano-taoísta, juntos para sanar el mundo fragmentado

Del 11 al 13 de marzo está previsto un encuentro organizado por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, en colaboración con la diócesis católica de Hong Kong y la Asociación Taoísta de Hong Kong. En la conferencia participarán creyentes y estudiosos cristianos y taoístas de varios países, entre ellos Hong Kong, la República Popular China, Francia, Italia y Taiwán.

Amedeo Lomonaco – Ciudad del Vaticano

Proporcionar una plataforma para que cristianos y taoístas «profundicen en su comprensión mutua, entiendan cómo la falta de armonía genera dolor y sufrimiento, y trabajen juntos para sanar el fragmentado mundo actual». Este es el objetivo del tercer Diálogo Cristiano-Taoísta, que se celebrará del 11 al 13 de marzo de 2024 en el Instituto Yuen Yuen de Hong Kong. Se trata de un evento organizado por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, en colaboración con la Diócesis Católica de Hong Kong y la Asociación Taoísta de Hong Kong.

Diálogo para cultivar una sociedad armoniosa

Creyentes y estudiosos cristianos y taoístas de varios países, entre ellos Hong Kong, la República Popular China, Francia, Italia, Taiwán, Corea del Sur, Malasia, Filipinas, Vietnam y Singapur, participarán en el encuentro, que se centrará en «Cultivar una sociedad armoniosa mediante el diálogo interreligioso». Las autoridades locales también estarán presentes en la sesión inaugural. Con el fin de contribuir a la construcción de una sociedad armoniosa», reza el comunicado del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, «los participantes reflexionarán sobre los siguientes temas: ‘Fundamentos escriturales cristianos y taoístas para cultivar una sociedad armoniosa’, ‘Cultivar la armonía a través del culto y la liturgia’, ‘Tao/el Camino y De/la Virtud en el diálogo y la práctica’, ‘La santidad en el taoísmo y el cristianismo’, y ‘Transmitir valores y creencias religiosas en un mundo globalizado'».