CRUZANDO UNA REVOLUCIÓN ARMADA, con el libro de Carlo Carretto en la mochila: «lo que importa es amar»

(Fray Mauro Iacomelli, Nicaragua 1973 – 1986)

Con este folleto, quiero hacer comprender de forma sencilla y a la gente común qué es una revolución social armada, cuál es su trasfondo ideo-teológico y cómo la vive un sacerdote que quiere leerla desde el evangelio. De paso, el lector común se percatará de cuán profunda y concreta es y debe ser la Doctrina social de la Iglesia. Este folleto no tiene ninguna exigencia científica. Puede que muchos detalles no sean exactos, pero el contenido esencial sí es exacto, porque fui testigo vivencial y activo de esa página de historia nicaragüense.

Yo era un campesino pobre del centro de Italia. Cultivábamos la finca de un terrateniente. En 1948, después de la II guerra mundial, oía que ponían en la prisión a los campesinos que reclamaban tierra para sus familias, sin que comprendiera mayor cosa. Aquello, creo, no entró en mí como resentimiento contra los ricos terratenientes sino simplemente quedó como recuerdo de infancia, sin trascendencia… o, tal vez, sí.

Entré al Seminario menor de los franciscanos de Asís; profesé como franciscano en julio de 1958 y fui ordenado sacerdote en 1962. Haciendo los estudios teológicos junto a un fraile nicaragüense, me nació el deseo de ir misionero a Nicaragua. Los superiores me dejaron partir en 1973. Tenía 37 años de edad.

Viajé en el transatlántico Rossini, que partía de Nápoles y llegaba hasta Santiago de Chile, pasando por el Canal de Panamá. El trayecto Panamá –  Nicaragua lo hice en Ticabus.

Durante el largo viaje de 13 días, ocurrieron dos episodios que, por no haberlos entendido en el momento, delataron mi “inocencia social”. Uno se dio en pleno océano atlántico, el 11 de septiembre. Observé con curiosidad cómo un grupo de hombres y mujeres escuchaban alegremente excitados la voz también excitada de un enorme aparato radio. Muchos meses más tarde me enteré que estaban escuchando la noticia del bombardeo de la Moneda, en Santiago de Chile, de parte de Pinochet. El otro episodio, entre lo trágico y lo cómico, me pasó en la frontera de Nicaragua. Llevaba una caja de libros, escritos en italiano; uno de los libros era de Carlos Carretto, titulado “Lo que cuenta es amar”; pero en italiano el que se escribe che. ¡Se armó un lio, por aquello del Che Guevara! Y eso que ¡yo era todavía ideológicamente inocente! Ni sabía de la revolución cubana.

–Otro episodio, ¡Pero de signo muy distinto!

Al llegar a la terminal de Managua, estaba esperándome un buen hermano fraile. Me dijo que, camino al convento, me llevaría a dar una vuelta por el casco urbano, completamente arrasado por el terremoto del año anterior. La gente comentaba que el terremoto había sido un castigo de Dios, porque era la ante vigilia de Navidad y estaban bailando. Pasmado, contemplaba esa ruina total: casas de 1 o 2 pisos arrasadas sin misericordia, causando miles de muertos, toda gente de clase media-pobre. De repente, en medio de tantos escombros se apareció un edificio de más de 10 pisos, enterito, sin un rasguño. Casi grité ¿y este? El buen fraile no se dio cuenta de mi asombro, y con el tono de un guía turístico distraído, respondió: “Ese es el Banco de América”. No hablé más: ¡Ese escenario tan contrastante me hizo perder la inocencia social e ideológica!

Como un relámpago en el cerebro, comprendí que Centroamérica era como ese escenario: miles de casas pobres arrasadas y un Banco de América en el medio, fuerte y seguro, como quien dice ¿Y qué? ¡El dinero es mío y hago con él lo que quiero!

En ese mismo momento me vino una inspiración (creo que venía del Espíritu Santo): “Emplearé toda mi vida de misionero para encontrar, en medio de la desigualdad imperante, explicaciones favorables a los pobres, liberando a Dios de la calumnia de ser él causa de los sufrimientos; buscaré una filosofía y una teología de la historia que demuestren que las desgracias de los pobres se originan en mentes egoístas, y que la muerte de los pobres en el terremoto no viene de Dios sino de la irresponsabilidad y del robo de los que construyeron mal los edificios”. Este folleto, junto a los cuatro ya imprimidos, dice que esa inspiración no fue vana.

1)  NAVIDAD DE 1974 EN LA MANAGUA DE ANASTASIO SOMOZA

En diciembre de 1974, se dio la primera acción llamativa del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) en la Capital: la toma de la casa de Chema Castillo, en la que estaba reunido todo el gobierno de Somoza. La cosa iba en serio, decía la gente con cierta satisfacción. Empezaron las negociaciones. Mons. Miguel Obando y Bravo, arzobispo de Managua, hacía de mediador. Todo se terminó, después de unos días, con la liberación de los rehenes y con la salida de los guerrilleros hacia el aeropuerto, rumbo a Cuba.

Este hecho me introdujo a un primer conocimiento de lo que es una revolución social armada “en pleno desarrollo”. Para mientras, ya llevaba algo más de un año de estar en Nicaragua, había aprendido cómo y por qué había comenzado la cosa. En 1961, un grupo de universitarios nicaragüenses dejó los estudios para “ir a la montaña”, con el propósito de derrocar al régimen de Somoza; el cual a opinión de muchos se había vuelto insoportable. Incluso los empresarios empezaban a querer botar a Somoza porque, desde sus privilegios de poder absoluto, el General hacía competencia desleal a los negocios de los privados. Más tarde, eso me sirvió para ubicar las razones de los intentos, anteriores al FSLN, de derrocar a Somoza de forma violenta; venían de parte de este sector de los nicaragüenses. También, más tarde, me hizo entender la razón por la cual, a la vista de la victoria final del FSLN, este sector económicamente privilegiado se subió al tren de la revolución, y por qué después de unos meses de la victoria final se bajó del tren, al darse cuenta que el Gobierno revolucionario iba en serio.

2) ¿QUÉ HABRIAN HECHO USTEDES?

La revolución desde las montañas bajaba rápidamente a las ciudades. Nos interpelaba a cada uno con urgencia, obispos, curas y ciudadanos de todos los estratos. ¡Tomar o dejar! Hay que parcializarse: ni vivir se puede como neutrales; para los cristianos era cuestión de discernir si la revolución era de Dios o no; para el discernimiento había que ubicar con claridad el lugar moral de la revolución: si era justa o no, si de verdad era para liberar a los pobres, cuánto el evangelio reclamaba esta liberación; y, finalmente, si esta liberación era lícita alcanzarla con las armas.

Ciertos acontecimientos significativos ayudarán mucho al discernimiento de los lectores de este librito.

3) NOTICIAS DE CATACUMBAS

Los templos se habían vuelto lugares importantes para expresar las exigencias populares ante el Gobierno, de parte de los simpatizantes y colaboradores de la revolución sandinista. Cuando el Gobierno cerró los medios de comunicación adversos, a los párrocos se nos pidió que permitiéramos usar el ambón como “micrófono” para dar noticias. Según la hora de los varios Noticieros, los templos se llenaban de gente sedienta de saber lo que estaba ocurriendo a lo largo y ancho del país; especialmente las madres querían conocer los boletines de guerra. Yo aprovechaba también. Un día oí algo que me quedó bien grabado: el periodista anunciaba que se había formado una asociación de mujeres que colaborarían difundiendo el programa de la revolución. Lo que más se me quedó fue una frase: “¡Sabemos que cuando las mujeres entran en una lucha, esta llegará a ser ganada!”.

 4) GRUPO DE REFLEXIÓN

Éramos un grupito de Religiosos (as) y laicos, entre los cuales dos franciscanos, Fray Uriel Molina y un servidor, y cuatro jesuitas (dos de ellos, Armando López y Francisco Moreno, cinco años después morirán mártires, asesinados por el ejército salvadoreño, en la UCA de El Salvador). Rezábamos un poco, hacíamos el análisis coyuntural de la realidad “revolucionaria” y acordábamos escribir algo en los periódicos, para aportar luces que sirvieran a la gente y, eventualmente, en el ambiente eclesiástico. Entre teólogos eminentes latinoamericanos se empezaba a hablar de la teología de la liberación, gran parte de cuyos planteamientos compartíamos.

En ámbito pastoral, además de comunicar nuestras convicciones, que procurábamos iluminar con el evangelio y con la enseñanza de la Doctrina social de la Iglesia, encontramos un gran apoyo en las CEBs (Comunidades Eclesiales de Base). Las considerábamos una forma eficaz de impulsar y vivir el Reinado de Dios, reino de amor, justicia, paz, verdad y vida, y así contribuir a su construcción.

5) CANASTA DE FRUTAS MADURAS

Intenté convencer a los grupos parroquiales que, sin dejar su grupo, confluyeran en la CEB, porque ésta era la célula – base de la Iglesia. Se formó un buen grupo en mi parroquia, como en otras parroquias de Nicaragua. Cada sábado, por la tarde, nos reuníamos en la casa de alguno de los miembros, turnándonos. El anfitrión preparaba una breve lectura bíblica y hacía una oración de introducción a partir de la misma. A continuación, se leían las lecturas del domingo siguiente y se comentaban entre todos. A mí este comentario resultaba muy útil para centrar el mensaje de la homilía dominical.

Voy a contar lo que nos pasó un sábado. 

Era a mediados de septiembre de 1977, las lecturas eran del domingo XXV del tiempo ordinario, ciclo C. Ese sábado nos tocaba reunirnos en casa de doña Panchita. Resultó que doña Panchita había estado enferma las cuatro semanas anteriores. Al enfermarse me mandó pedir que le llevara la comunión todos los días; pero le contesté que todos los días yo no podía, que me comprometía a llevarle la comunión solo los sábados. Doña Panchita era una santa mujer, de las buenas de verdad, amada por todo el mundo; de vez en cuando, con mucha humildad y sencillez, nos contaba alguna visión que había tenido. Todos la escuchábamos con natural escepticismo, a pesar de la veneración que le teníamos.

El primer sábado que llegué con la comunión, me contó que había tenido una visión, no estaba durmiendo: había visto una canasta de frutas maduras. Preguntándome sobre qué significaría la visión, yo tiré a acertar y le dije que tal vez, por estar enferma, el Señor quería que comiera mucha fruta. Se conformó. Al segundo sábado me dijo que la visión se había repetido; lo nuevo fue que ella había claramente entendido que no se trataba de comer frutas, debía tener otro significado, decía ella. Decepcionado, me callé. Al tercer sábado, la tercera visión, y el cuarto sábado la cuarta visión: la misma canasta de frutas maduras. Yo estaba perdiendo mi escepticismo.

En ese cuarto sábado, nos tocaba la reunión en casa de doña Panchita. Ella se había levantado de la cama y lo primero que hizo fue contarnos eso de las cuatro visiones de la canasta de frutas maduras; preguntó a los hermanos qué significado podía tener aquello, pero nadie supo decir algo.  Nadie sabía de canastas bíblicas.

Pasamos entonces a la dinámica acostumbrada de la reunión. Doña Panchita pidió disculpa por no haber podido preparar la lectura bíblica antes de la oración porque había estado enferma todo el mes. Ella, como acostumbraba en ciertas ocasiones, haría su lectura abriendo la Biblia al azar y haría la oración en base a lo que saliera. Abre y lee el título de la página y se asusta. Hizo que una hermana leyera ese título: “Amós 8, cuarta visión, canasta de frutas maduras”. A todos se nos hizo la piel de gallina. Leímos el texto: “El Señor puso ante mis ojos una canasta de frutas maduras, y me dijo ¿Qué ves, Amós? Yo respondí: una canasta de frutas maduras. Yahvé me dijo: “También está maduro mi pueblo de Israel, el fin ha llegado; ya no le perdonaré más. Ese día habrá en el palacio lamentos en vez de alegres cantos. Serán tantos los muertos, que quedarán tendidos en cualquier parte. A ustedes me dirijo, explotadores del pobre, que quisieran hacer desaparecer a los humildes; y dicen: ¿Cuándo pasará la fiesta de la luna nueva, para que podamos vender nuestro trigo? …Venderemos hasta el deshecho. Vamos a reducir la medida, aumentar el precio y falsear las balanzas. Ustedes juegan con la vida del pobre y del miserable tan solo por algún dinero, por un par de sandalias. Pero no, pues Yahvé jura que jamás ha de olvidar lo que ustedes hacen. Por eso la tierra ha temblado y están de duelo sus habitantes…en ese día, dice Yahvé, yo mandaré ponerse el sol en pleno medio día y las tinieblas se extenderán sobre la tierra en día claro. Cambiaré sus fiestas en velorio…haré que todo el mundo se vista de saco…ese día habrá tanto pesar como en los funerales de un hijo único; y el porvenir no será menos amargo. Llegará el día, dice Yahvé, en que mandaré al país hambre, mas no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yahvé…mas no la encontrarán” (Amós 8, 1 – 12). Esto parecía un reportaje periodístico detallado de lo que estaba aconteciendo en Nicaragua en esos meses decisivos de la revolución sandinista, las frutas habían madurado y ya tenían que caer al suelo.

Sigamos ahora el desarrollo de esa reunión sabática-

 Después del asombro colectivo, pasamos a la primera lectura del domingo XXV, del ciclo C.  Don Jorge tomó el leccionario y se preparaba a leer, cuando gritó ¡Fray Mauro! Nos asustamos. Es que esa primera lectura llevaba el encabezado de “Amós 8, cuarta visión, canasta de frutas maduras”. Señor, ¡qué es esto! Acabamos de leer el mensaje. Dije para mí mismo: sería interesante que la homilía de mañana fuera sobre esta experiencia de hoy; cómo Dios se preocupa por el pobre, y el mal uso que se hace de la riqueza tiene consecuencias dramáticas. Sin embargo, había que ver si el evangelio lo justificaría. Y sí, el evangelio lo consentía, siendo el del administrador previsor pero deshonesto en el manejo de la riqueza. Los ricos deben convencerse que los bienes no son de ellos, siendo solo administradores; de los bienes que producen pueden guardar para sí solo lo necesario para vivir y servir a los necesitados; aquellos que los producen en grandes cantidades deben hacerse amigos de los pobres, para que los acojan bien en el paraíso. ¡Que sean administradores previsores y honestos!

Ese domingo, pues, preparé bien y escribí la homilía y la leí desde el ambón, contando la visión de doña Panchita, con el respectivo mensaje. Al finalizar la Misa, se me acercó un conocido periodista que me pidió lo que yo había escrito, y el favor de publicarlo el lunes en La Prensa, que era el periódico más difundido entre los nicaragüenses. Así que el lunes siguiente, todo el mundo pudo leer lo que le había pasado a doña Panchita y a la CEB de la parroquia franciscana de la Centroamérica.

Nosotros estábamos claros que todas esas coincidencias no podían ser casuales sino causales, y la causa era el Espíritu que habla al pueblo, cuando este pone atención solidaria a la lucha de los pobres que se quieren liberar.

6) MIL DÓLARES

Algo bueno de Somoza. La ciudad de Managua hervía. Pequeños pero muchos fuegos que se propagaban como chispas en un cañaveral: los sandinistas tomándose los barrios, y marchas populares de todo tipo y por todos lados. También en la Colonia Centroamérica, los jóvenes organizaban marchas contra el Gobierno, y las marchas pasaban justo frente a la iglesia. A alguien se le ocurrió decir que los frailes iban al frente de esas marchas. Novedades, el periódico de Somoza, nos acusó públicamente de ser comunistas sublevadores. Reaccionamos denunciando formalmente de calumnia al periódico. El juez dictaminó que se retractara la calumnia en la misma página del periódico y, además, lo mejor, se nos indemnizara con mil dólares.

Por muchas razones, y también a raíz de este episodio, diez años después, cuando vine a vivir en Guatemala y conocí su realidad y la de El Salvador, pude pronunciar una sentencia: “Somoza era veinte veces menos inhumano que estas autoridades”. De hecho, en El Salvador y Guatemala ya había ocurrido el asesinato de decenas de mártires, entre miembros del clero, religiosos (as) y laicos catequistas, en cambio, en Nicaragua no hubo persecución violenta, ni en plena revolución.

7) REVOLUCION ARMADA ¿LEGÍTIMA?

Mientras tantos jóvenes luchaban en la montaña y tanta gente los apoyaba con varios medios, nuestro grupo de reflexión buscaba la justificación de tal modalidad de cambio: escuchando la gente común, consultando la Sagrada Escritura y buscando las luces del Magisterio. Las CEBs eran una mina preciosa para eso. Yahvé se reveló a Moisés como el liberador de su pueblo oprimido, liberador con medios eficaces: era cuestión de legítima defensa. Se nos ensanchó el corazón cuando alguien en el grupo nos leyó el n. 31 de la encíclica POPULORUM PROGRESSIO: “Como es sabido, la insurrección revolucionaria engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas, salvo en el caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase gravemente el bien común del país”. Pablo VI aplica a todo un pueblo agredido el principio moral universalmente reconocido de la legítima defensa. Legítima defensa personal, familiar, nacional y, ahora, también popular. El pueblo puede defenderse legítimamente de sus autoridades que lo oprimen sin remedio. Nuestro grupo pretendía ser más severo que el Papa, porque a las tres condiciones que hacen de la revolución armada el menor mal, como dice la Encíclica, añadimos dos más: que el proyecto revolucionario sea verdaderamente liberador y que tenga posibilidad concreta de éxito. El proyecto sandinista se estaba realizando con todas las condiciones.

El 2 de junio de 1979, faltando mes y medio a la victoria de la revolución, los obispos de Nicaragua escribían: “Declaramos el derecho del pueblo nicaragüense a la insurrección revolucionaria. Para ello, nos apoyamos en la fidelidad del Evangelio y en la doctrina tradicional de la Iglesia” (cf. Carta de los obispos, 17 de nov. De 1979).

8) LA TEOLOGIA DE LA LIBERACION

En la reflexión teológica de nuestro grupo se avanzaba sobre el mismo binario de la teología de la liberación, llegando a la misma conclusión. Nos extrañaba y dolía constatar que en medio de gran parte del clero estas luces no se percibían, sea porque desconocida y más todavía por aversión ideológica. Habrá que llegar al 1986, cuando el papa Juan Pablo II escribió con las siguientes palabras a los obispos de Brasil, después de la “Visita ad limina”: “Estamos convencidos de que la teología de la liberación es no solo oportuna sino útil y necesaria. Dicha teología debe constituir una nueva etapa de aquella reflexión teológica iniciada con la tradición apostólica y continuada con los grandes Padres y Doctores, con el Magisterio ordinario y extraordinario, y con el rico patrimonio de la doctrina social de la Iglesia, expresada en documentos que van desde la Rerum Novarum a la Laborem excercens” (9 de abril de 1986).

Es de estos años (2014) el reconocimiento oficial de la Teología de la liberación de parte de toda la Iglesia, con el libro sobre la teología de la liberación escrito como coautores por Gustavo Gutiérrez y el cardenal Müller, Prefecto de la Congregación por la doctrina de la fe. ¡Mejor tarde que nunca! Puedo confesar que una de las pocas cosas que me han hecho sufrir en cuarenta y tres años de estar en Centroamérica ha sido la dureza de cerviz y de corazón con la cual el mundo eclesiástico adversa cosas tan evidentes; mientras millones de pobres sufren y mueren a manos de opresores y abusadores. Demasiadas veces se me ha asomado a la mente la parábola del buen samaritano, representando a muchos eclesiásticos aquel sacerdote y aquel levita.  En Italia, adonde yo regresaba cada dos años desde Centroamérica, los guerrilleros de Nicaragua eran considerados con desprecio entre gente de Iglesia, como si fueran muchachos que no queriendo trabajar se divertían a disparar metralleta. Yo ¡mejor me callaba!

Mientras tanto, en Nicaragua, los jóvenes morían por legítima defensa y los sacerdotes que legitimaban la revolución queriendo socorrer al herido junto al camino eran alejados del País.

9) EL IMPERIO DEL NORTE

Con la revolución sandinista, estaba hecho un tigre enjaulado. No le cabía en la cabeza cómo un pueblo pobre e insignificante pudiera desafiar al imperio, resistiéndose a ser su patio trasero. Se puede imaginar todo lo que el imperio hubiese querido hacer, en los años 70s. Las intentó todas; lo que le podía salir bien ante la opinión mundial era el de azuzar a los Países del trifinio: El Salvador, Guatemala y Honduras, para que se unieran declarando guerra a Nicaragua. El Imperio proporcionaría todo el apoyo que fuera necesario: estrategia militar, recursos en dinero, armas y “consejeros”.  Lo mismo que acababa de hacer con la invasión de la isla de Grenada, en El Caribe. Seguirá intentándolo también después de la victoria sandinista del 19 de julio de 1979, armando a los Contras (ejército integrado por antiguos soldados de Somoza, que buscaban regresar y neutralizar las conquistas sandinistas en favor del pueblo) y minando los puertos del pobre país. Hasta que todos los países de Centroamérica, con la solidaridad internacional (Isla de Contadora, Grupo de apoyo, Esquipulas I y II), se fueron disociando del “sueño estadounidense”. Un signo de los tiempos. Tal vez, el golpe más duro para esa política de prepotencia será la futura condena de la HAYA (el tribunal de la ONU).  El 27 de junio de 1986, la HAYA, a una denuncia de agresión que Nicaragua había interpuesto, responde con la sentencia condenatoria contra E.U., en los siguientes términos: “La Corte de la Haya rechaza la justificación de auto defensa colectiva presentada por los E. U. en relación a las actividades militares y para militares contra el Nicaragua y en el mismo suelo nicaragüense, objeto de esta controversia. Decide que E.U., armando, equipando y sosteniendo las fuerzas de la CONTRA, … atacando el territorio nicaragüense…poniendo minas en las aguas internas y territoriales de la República de Nicaragua durante los primeros meses del 1984, DECIDE que E.U. ha violado el Derecho internacional y tiene la obligación inmediata de cesar y de abstenerse de todas aquellas acciones que puedan constituir violación al Derecho Internacional. DECIDE también que E.U. tiene la obligación de indemnizar la República de Nicaragua”.

El día siguiente de conocerse la sentencia, lejos de decidir indemnizar a Nicaragua, el Congreso estadounidense declara incompetente el Tribunal de la Haya y asigna la cantidad de cien millones de dólares más, para continuar la guerra contra el pobre país. ¡De veras que la soberbia es mala consejera! Bien lo dijo un experto de Harvard cuando se le hizo la siguiente pregunta: “Reagan ha dicho que la sentencia de la HAYA son papeles sin importancia, usted ¿qué piensa?”.  He aquí la respuesta: “La justicia tiene su rumbo, y no es el rumbo de Reagan”.

“Te excomulgan los niños, los poétas,

los pobres de la tierra, Reagan.

Diré a tu pueblo que limpie de una vez

tus botas de cow boy.

La estrella de Sandino

te espía desde la montaña,

la mentira que te esfuerzas

de dar al mundo (y al Papa)

es la droga más grande…

Puedes tenerlo todo,

pero te falta el Dios de Jesucristo,

a quien otro imperio mató.

Juro por la sangre de América Latina

que tú serás el último (grotesco) emperador”.

(Líneas entresacadas del poema

“Ode a Reagan”, de Mons. Casaldáliga).

10) LOS POBRES, DESTINATARIOS Y PROTAGONISTAS

“Vine para anunciar la buena noticia a los pobres” (Lc. 4, 16). Los pobres son y deben ser los primeros destinatarios de todo lo de Dios. Así pensó Jesús después de haber pasado con ellos 18 años en el taller y en los campos de Nazaret, entre los cuales forjó su personalidad y su vocación. Allí, encalleció sus manos, compartió sus angustias y discernió el proyecto de humanidad que, desde el primer comentario profético en la sinagoga de Nazaret, emprendió solo y, más tarde, junto a los doce apóstoles, y pronto, con la Iglesia que el Espíritu Santo iba formando, para toda la humanidad. Estamos en esto, debemos estar en esto, so pena de extraviarnos del camino cristiano. Nos salvamos en la medida que nos adhiramos a la persona de Jesús y nos solidaricemos con los pobres. Este es el verdadero motivo de mi sentir positivo sobre la revolución nicaragüense. Durante la lucha, me solidaricé con el ideal y, después, con la concretización del mismo. En futuro, el pueblo seguirá siendo el protagonista de sus gustos políticos, sin embargo, lo podrá hacer en base a que ha podido conocer la alternativa ideológica y política, muy diferente de la única que se le había impuesto hasta hora, desde el poder conservador, liberal y neoliberal, estructuralmente favorable a las clases de poder y de privilegio.

Esto es un paso poderoso hacia la verdad y, por tanto, siendo un bien, hacia la verdadera libertad y el verdadero amor: porque el amor puede ser auténtico solo en la libertad integral.

Cristo es el verdadero libertador, empezando su plan desde los pobres. El que libera a los pobres por amor y da la vida por la defensa de sus derechos fundamentales es mártir “in odium fidei”, en odio a la fe, es mártir del evangelio de Cristo. Lo que durante la revolución queríamos gritarles a los calumniadores de los pobres nicaragüenses, Papa Francisco lo proclamó para toda la Iglesia, en ocasión de la beatificación de Mons. Romero, el 23 de mayo de 2015.

11) UN “VALIENTE” MIEDOSO!

Debía ser el año 1977. La guerra en las ciudades iba y venía. Yo siempre le he tenido miedo a los bombazos; hasta las castañuelas de la gritería de la Purísima me daban sobresaltos. Una noche se desataron los gatillos de todas las metralletas que había en Managua, disparando en todas las direcciones, en medio de las casas de la Centroamérica. Me escondí en una especie de sótano que teníamos en el convento y empecé a rezar, más por nervios que por devoción. Era la primera experiencia de balacera feroz: era el ejército que quería sacar a los combatientes sandinistas que se habían infiltrado en la Colonia. En los últimos años de la segunda guerra mundial, en Italia, había visto pasar sobre mi cabeza, cientos de bombarderos que iban a bombardear las ciudades cercanas, pero volaban muy alto y para mí era más bien un espectáculo. Pero estas balas las imaginaba cruzar toda calle, meterse en los recovecos de las casas, hasta llegar a mi sótano. Luego me dijeron que la balacera había dilatado una media hora, pero a mí me pareció que habían estado disparando toda la noche. Lo bonito sucedió la mañana siguiente. Pensé que era mi deber ir a socorrer los heridos, ungir con los santos óleos a los moribundos y hacer oración junto a los muertos, que según mi percepción tenían que ser decenas. Iba con hábito franciscano. Para mi alegría y alivio, no hubo muertos ni heridos. Solo encontré los Guardias de Somoza quienes me dijeron con tono brusco qué estaba haciendo por allí. Me dio un poco de pena cuando la gente, muy aliviada y admirada por mi salida temprana, empezó a hablar de mi valentía. Es que no habían oído cómo batían mis dientes la noche anterior.

Desdichadamente, el resultado de las balaceras revolucionarias en todo el país no era así de incruento. Al menos, una tercera parte de los que se metían a la lucha armada de la revolución morían en combate: decenas de miles de jóvenes. No se puede no lamentar también la muerte de los soldados que daban su vida por defender de buena fe a la patria. ¡Que el Señor los tenga a todos en su paz!

12) ¡EL GOLAZO DE LA IDEOLOGÍA!

Los amigos del norte de América, en los años setentas, empezaron a bombardear al mundo con eslóganes tendientes a convencer que las ideologías son malas. En esta propaganda, los eclesiásticos se tiraban de cabeza, creyendo dar gloria a Dios; porque el mensaje subliminal era que “las ideologías” son el comunismo. Para eso no escatimaban esfuerzos de ningún tipo, privilegiando los temas devocionales cristianos. Hasta inventaron las apariciones de una “Virgen de la rosa”, que se aparecía en Nueva York y daba mensajes anticomunistas.

Pero no. La ideología es un paso necesario en el pensamiento de una persona que quiera influir en lo social y quiera llegar a concretizar su visión social del mundo. En la III Asamblea, en Puebla – México (1980), los Obispos latino americanos dieron de la ideología la siguiente definición: “Entre las múltiples definiciones, llamamos aquí ideología a toda concepción que ofrezca una visión de los distintos aspectos de la vida, desde el ángulo de un grupo determinado de la sociedad. La ideología manifiesta las aspiraciones de ese grupo, llama a cierta solidaridad y combatividad y funda su legitimación en valores específicos…Una ideología será, pues, legítima si los intereses que defienden lo son y si respecta los derechos fundamentales de los demás grupos de la nación. En este sentido positivo, las ideologías aparecen como necesarias para el quehacer social, en cuanto son mediaciones para la acción” (Puebla, 535).

Ahora bien, los derechos básicos de los pobres son primarios, según Jesús, y pueden ser concretados solamente con la mediación de una ideología. Es de esta mediación que los “predicadores anti-ideológicos” quisieran privar a los pobres, para que no hagan realidad sus legítimos derechos. El truco es evidente, que quede una única ideología: la de ellos, la del neo liberalismo, la de los poderosos empobrecedores. Pero, como la verdad es Cristo (cf. Lc. 4, 16), nadie la puede detener. Es así como con la mediación de su ideología, el sandinismo conquistó la liberación en Nicaragua y, con ella, los derechos básicos de los pobres y de los que se solidarizan con ellos. La doctrina social de la Iglesia inspira cualquier ideología liberadora (cf. Puebla, 538).

Con todo y eso, el golazo los anti-ideológicos lo han metido en la mente de los incautos, y los hinchas de lo mundano, entre los cuales hay muchos eclesiásticos, siguen aplaudiendo. Hay que esperar que el árbitro divino ayude a anular pronto este gol, metido a fuerza de mentiras y calumnias.

13) “RETIRO” DE ASALTO

Esos días en Managua se salía muy poco a la calle, solo por pura necesidad. De boca en boca llegó a nuestro oído que Edén Pastora, el Comandante Zero, había tomado de asalto el palacio de Gobierno con muchísima gente dentro. Afortunadamente, creo que no hubo muertos. Lo interesante de este asalto fue cómo fue preparado. Un grupo de guerrilleros disfrazados de seminaristas, con hábito y todo, se fueron a hacer un “Retiro” de varios días en una casa cercana al palacio; y de allí planearon el asalto. Un retiro-mentira, que, en realidad según la moral, no fue mentira. Porque, mentira es “esconder la verdad a quien tiene derecho de saberla”; pero ¿Quién tenía derecho de saber la verdad de esos “seminaristas”?

14) “HE VENIDO A TRAER LA GUERRA”

La verdad no admite contradicción; dos personas que se adhieren a dos cosas fundamentales y opuestas no pueden vivir de acuerdo, habrá guerra: entre el padre y el hijo, la madre y la hija, la nuera y la suegra (cf. Mt. 10, 34), mucho más entre una clase social y otra. A nosotros que apoyábamos los ideales de la revolución sandinista nos acusaban de dividir la sociedad, de propiciar el odio de clase. Nada de eso. La sociedad ya estaba dividida: la clase de los poderosos y los acomodados contra la clase de los desposeídos; entre los que lo tenían todo y de sobra contra los que no tenían ni para sobre vivir, mucho menos para ir a la escuela o al hospital. La guerra ya estaba; la visibilidad y el dramatismo del conflicto está a cargo de aquellos que se oponen a los derechos básicos de los pobres (cf. Encíclica Populorum progressio, 31). Y ¡no se trata de odio sino de justicia! Y la justicia es el primer acto de caridad, hacia los pobres, que de otra manera seguirían sufriendo y muriendo; y caridad también hacia los mismos responsables de la injusticia para que se conviertan y vivan y dejen vivir en paz, sin seguir cargando su conciencia de pecados “mortales”.  Algunas autoridades eclesiásticas pretendían que dejáramos de apoyar las organizaciones populares, que sostenían la revolución. Pero, desobedecimos en conciencia: el evangelio no nos permitía dejar botado al herido junto al camino. Diez años después, Juan Pablo II escribirá lo siguiente: “Signos positivos del mundo contemporáneo son la creciente conciencia de solidaridad de los pobres entre sí, así como también sus iniciativas de mutuo apoyo y su afirmación pública en el escenario social, no recurriendo a la violencia (yo añado: la legítima defensa puede y a veces debe ser violenta – cf. Gaudium et Spes 78, 4 –  pero eso no es verdadera violencia sino legítima defensa) más presentando sus carencias y sus derechos frente a la ineficiencia o la corrupción de los poderes públicos. La Iglesia, en virtud de su compromiso evangélico, se siente llevada a estar junto a esas multitudes pobres, a discernir sus justas reclamaciones, y a ayudar a hacerlas realidad, sin perder de vista el bien de los grupos en función del bien común” (Encíclica Sollicitudo rei socialis, 39).

15) PUEDE QUE ME MATEN ¿Y QUÉ?

En una de las tantas tomas de templos como elemento de protesta generalizada, Fray Uriel Molina y los frailes del barrio El Riguero, ocupados en otro asunto urgente, me pidieron acompañar a los muchachos ocupantes del templo, por el peligro que el ejército entrara e hiciera daño a los jóvenes. Con el hábito franciscano puesto, me planté firme en medio de la puerta grande; es que, a unos centenares de metros, en el aire, ensordecían los motores de un helicóptero militar, con la boca grande del cañón orientada hacia la puerta grande. Yo permanecía impertérrito en medio de ella. Ahora, bromeando, digo que me sentía como David frente a Goliat.  Sin embargo, pensé algo muy serio. En esos minutos que enfrenté a la boca del cañón sentí un gran coraje. Pensaba: “puede que el cañón dispare de un momento a otro y me haga añicos. Siento miedo, pero vale la pena todo esto. ¡Cuántos pobres mueren por mil causas; los opresores se organizan cada vez más para apretar la soga al cuello de los niños, los ancianos, los enfermos por falta de medicina, ¡porque son demasiado caras! No hay de otra, ¡Venga lo que venga!”. Incluso, como en las películas del Far West, casi le grité al cañón: “¡dispara, cobarde!”. Supongo que los guerrilleros han sentido esto con mucha más intensidad.

El helicóptero se fue sin disparar. Me sentí mejor. Pero, comprendí algo importante. Comprendí el amor arrollador de la madre cuando carga el niño en los brazos: lo lleva a la emergencia.  Que nadie se le interponga. Es un tigre. Y eso por amor, no odia a nadie, solo lleva una sobre carga de amor. Y si alguien se le interpone, le grita; tampoco es por odio sino por una sobre carga de indignación, que también es amor. Me viene espontáneo a la mente el pasaje evangélico que relata las andanadas de invectivas de Jesús contra los fariseos. Nada de odio; indignación pura; por amor de todos los que necesitan entender la verdad. Porque solo la verdad libera; la mentira enreda: a uno, a las víctimas, a los victimarios y a todo mundo (cf. Jn. 8, 32). Ese día entendí también un poco más la psicología del mártir. El, tanto está compenetrado del espíritu de Jesús y de su proyecto de humanidad que todo lo demás cuenta mucho menos, incluso su vida. ¡Su esperanza está llena de inmortalidad! Hoy, sin titubeos, decimos que esta psicología martirial invade toda persona que vive y lucha por la justicia y la solidaridad, porque el Espíritu de amor es el mismo.

Me alegré ese día en el Barrio EL Riguero por descubrir en mí también un talante de profeta; ¡“profetita”!, pues.

16) Y ME SALIÓ UNA PROFECÍA

Esto no es tan serio. 1979, febrero. Tenía que viajar a Guatemala, adonde me habían enviado para ayudar en la formación de los pos novicios, en San Buenaventura, zona 12 de la capital. La revolución estaba como la “fruta madura” de doña Panchita, el régimen de Somoza no daba más. Pero, ¿Cómo serán los últimos estertores? Algunos “devotos y devotas” de la Colonia Centroamérica me acompañaron al aeropuerto de Managua y se lamentaban “como se llora por la muerte de un hijo único”. Para consolarlos y consolarme, saqué el boleto y profeticé: “No lloren; tengo el boleto de ida y vuelta; les aseguro que dentro de siete meses nos veremos aquí celebrando el triunfo de la revolución”. Era inicio de febrero, el 10 de agosto estaba de regreso, viajando junto a los jóvenes frailes nicaragüenses que estaban conmigo en el Seminario de San Buenaventura. Celebramos la victoria en Nicaragua. ¿Después de cuántos meses? ¡Profetita loco! Es que cuando uno está tan adentro de la realidad, rápido saca todas las coordinadas y encuentra el punto. De allí, los profetas bíblicos. Es como una madre, que conoce al hijo tan bien que le descubre fácil lo que anda en el corazón. Simplemente, yo intuía que Somoza no podía aguantar más, 6 meses me parecían pocos y 8 me parecían demasiado.

17) DISPARAR COMO LLORANDO

Una de las tareas más ingratas para un Cura cruzando una revolución es aconsejar a los combatientes en legítima defensa: propia, de los hijos y de la patria. Los jóvenes, especialmente en el combate contra los CONTRAS (ejército de antiguos guardias somocistas, organizados y armados por el Imperio, en Honduras), venían a hacer bendecir la medalla de la Virgen que su mamá les había recomendado llevar en la guerra. Muchos también se confesaban y me pedían consejo cómo comportarse en la batalla. Les decía lo que había aprendido en el estudio de la moral sobre la legítima defensa. La premisa era que hicieran entrar en su corazón la compasión por los soldados del ejército de Somoza, porque ellos también eran víctimas de tantas cosas. A continuación, algunas actitudes concretas: si se dan las circunstancias favorables, hay que pedir al enemigo que se rinda. Si lo hace, tomarlo prisionero y tratarlo con el respeto que merece toda persona; si no se rendía y avanzaba de forma agresiva y amenazadora; entonces no quedaba más que disparar eficazmente, pero casi llorando. Tenía que emplear bastante tiempo para hacer entender esto. Disparar a matar no con odio como quien quiere destruir al otro, sino como quien no tiene otra opción y tiene en la mente y en el corazón la vida propia, de sus seres queridos y de todo un pueblo injustamente agredido. La voluntad del ser humano, especialmente del cristiano, debe siempre estar en el bien, en la vida. Muchos de esos jóvenes se iban más serenos. Muchos regresarían en un ataúd. El Señor, que comprende la complejidad de las situaciones humanas los tenga a todos en su paz: los soldados de Somoza y los sandinistas.

18) GOZAR POR EL “EFECTO SECUTO”

 En la confesión, tuve también que explicar muchas veces la página de moral, muy complicada por cierto, que trata del tema de gozar por el “efecto secuto”. Traducido al español: gozar por las consecuencias positivas de un hecho negativo: gozar no por el hecho en sí sino por sus consecuencias positivas. Por ejemplo, si en una aldea, hay un hombre que es el terror de todo mundo, especialmente de las muchachas; pasa el día asaltando, amenazando y cometiendo los crímenes que se le antojan. Llega la policía y en un intercambio de disparos mata al delincuente. Todos se alegran. Los cristianos se van a confesar porque “gocé por la muerte del fulano”. Yo Confesor respondo: “yo también”, y explico esta página de la moral. La gente comprende y queda en paz. Es que la alegría no debe ser porque ese hombre ha muerto sino porque “ya no va a haber zozobra en el pueblo, ya las niñas no van a ser violadas y tantos padres quedarán tranquilos”. Esto es gozar por las consecuencias positivas. Y esto es bueno, es cristiano. El reto, en estos casos, es que de veras uno se alegre por las buenas consecuencias y no por venganza. Si ese hombre se hubiese convertido, nadie tendría derecho ya de quitarle la vida ni nadie tendría que alegrarse por si alguien se la quitara.

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