León XIV: «No lo olvidemos, la paz es posible»

Papa en Líbano
Papa en Líbano

«Amigos y hermanas, lo que ha ocurrido en los últimos días en Turquía y Líbano nos enseña que la paz es posible y que los cristianos, en diálogo con hombres y mujeres de otras religiones y culturas, pueden contribuir a construirla. No lo olvidemos. La paz es posible, la paz es posible»

 José Manuel Vidal

Tras el rezo del ángelus, León XIV recordó su reciente viaje a Turquía y al Líbano. Del primero glosó especialmente su encuentro con «mi amado hermano Bartolomé» y con la comunidad católica, «testimonio del evangelio del amor y de la lógica de Dios que se manifiesta en la pequeñez».

Por su parte, en su visita al Líbano el Papa salió reconfortado: «El Líbano sigue siendo un mosaico de convivencia y me ha reconfortado escuchar tantos testimonios en este sentido». Recordó especialmente su encuentro con las víctimas de la tremenda explosión del puerto de Beirut. «Los libaneses esperaban una palabra y una presencia de consuelo, pero fueron ellos quienes me reconfortaron con su fe y su entusiasmo. Doy las gracias a todos los que me han acompañado con sus oraciones. Gracias, Líbano».

Plaza de San Pedro
Plaza de San Pedro

A juicio del Papa, la lección más importante del viaje es que «la paz es posible» y los cristianos, artesanos de la paz. «Amigos y hermanas, lo que ha ocurrido en los últimos días en Turquía y Líbano nos enseña que la paz es posible y que los cristianos, en diálogo con hombres y mujeres de otras religiones y culturas, pueden contribuir a construirla».

Por último, León XIV tuvo presente a las poblaciones del sudeste asiático, «duramente probadas por los recientes desastres naturales. Rezo por las víctimas, por las familias que lloran, por sus seres queridos y por quienes llevan socorro».

León XIV en el puerto de Beirut
León XIV en el puerto de Beirut

Saludos tras el ángelus

Hermanos y hermanas, hace unos días regresé de mi primer viaje apostólico a Turquía y Líbano. Junto con mi amado hermano Bartolomé, patriarca ecuménico de Constantinopla, y los representantes de otras confesiones cristianas, nos reunimos para rezar juntos en Iznik, la antigua Nicea, donde hace 1700 años se celebró el primer concilio ecuménico.

Hoy se cumple precisamente el sexagésimo aniversario de la declaración común entre Pablo VI y el patriarca Atenágoras, que puso fin a las excomuniones recíprocas. Demos gracias a Dios y renovemos nuestro compromiso en el camino de la vida.

En Turquía, tuve la alegría de encontrarme con la comunidad católica. A través del diálogo paciente y el servicio a los que sufren, ella da testimonio del evangelio del amor y de la lógica de Dios que se manifiesta en la pequeñez.

El Líbano sigue siendo un mosaico de convivencia y me ha reconfortado escuchar tantos testimonios en este sentido. He conocido a personas que anuncian el evangelio, acogiendo a los desplazados, visitando a los presos, compartiendo el pan con los necesitados. Me ha reconfortado ver a tanta gente en la calle saludándome y me ha conmovido el encuentro con los que sufren. Gracias.

Bartolomé y León saluda a los fieles
Bartolomé y León saluda a los fieles Vatican Media

Me ha encontrado con los familiares de las víctimas de la explosión en el puerto de Beirut. Los libaneses esperaban una palabra y una presencia de consuelo, pero fueron ellos quienes me reconfortaron con su fe y su entusiasmo. Doy las gracias a todos los que me han acompañado con sus oraciones. Gracias, Líbano.

Amigos y hermanas, lo que ha ocurrido en los últimos días en Turquía y Líbano nos enseña que la paz es posible y que los cristianos, en diálogo con hombres y mujeres de otras religiones y culturas, pueden contribuir a construirla. No lo olvidemos. La paz es posible, la paz es posible.

Estoy cercano a las poblaciones del sudeste asiático, duramente probadas por los recientes desastres naturales. Rezo por las víctimas, por las familias que lloran, por sus seres queridos y por quienes llevan socorro. Exhorto a la comunidad internacional y a todas las personas de buena voluntad a sostener con gestos de solidaridad a los hermanos y hermanas de aquellas regiones.

Vallas con el primer viaje apostólico de León XIV
Vallas con el primer viaje apostólico de León XIV @Vatican Media

NUESTRA META: CRISTO, EL SEÑOR

Papa León: Jesús es el punto de llegada de nuestro caminar

CLAVE:

  • En la catequesis de la audiencia general en la Plaza de San Pedro, León XIV inició la última parte del ciclo jubilar «Jesucristo, nuestra esperanza» y abrió el capítulo «La resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual» con la reflexión «El Resucitado, fuente viva de la esperanza humana». El Pontífice indicó que Jesús es el “compañero de viaje” que nos sostiene en el camino no siempre fácil de nuestra vida. “Sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta».

Una plaza de San Pedro repleta de fieles acogió hoy al Papa León XIV para la audiencia general del este miércoles 15 de octubre. Como de costumbre, antes de iniciar su reflexión, el Papa saludó desde el papamóvil a los numerosos fieles allí reunidos. En esta ocasión, la presencia de unos 60 000 peregrinos condujo al Pontífice más allá del hemiciclo de Bernini, a lo largo de la Vía de la Conciliación, en medio de una animada multitud.

“En las catequesis del Año jubilar, hasta este momento, hemos recorrido la vida de Jesús siguiendo los Evangelios, desde el nacimiento a la muerte y resurrección. De este modo, nuestra peregrinación en la esperanza ha encontrado su fundamento firme, su camino seguro”, inició diciendo el Santo Padre en su reflexión, precisando que ahora, “en la última parte del camino, dejaremos que el misterio de Cristo, que culmina en la Resurrección, libere su luz de salvación en contacto con la realidad humana e histórica actual, con sus preguntas y sus desafíos”.

Creados para la plenitud

El Papa evidenció que en nuestra vida, llena de matices y de vivencias diferentes, experimentamos una “situación paradójica: quisiéramos ser felices, pero es muy difícil conseguirlo de forma continuada y sin sombras” y “sentimos que siempre nos falta algo”. Pero, en verdad – aseguró – no hemos sido creados para la falta, sino para la plenitud, para disfrutar de la vida y de la vida en abundancia, según la expresión de Jesús en el Evangelio de Juan (cfr 10,10).

Este deseo grande de nuestro corazón puede encontrar su última respuesta no en los roles, no en el poder, no en el tener, sino en la certeza de que alguien se hace garante de este impulso constitutivo de nuestra humanidad; en la conciencia de que esta espera no será decepcionada o frustrada. Tal certeza coincide con la esperanza.

La esperanza cumple

El Pontífice recalcó que esto no quiere decir “pensar de forma optimista” sino que “a menudo el optimismo nos decepciona, al ver cómo nuestras expectativas implosionan, mientras la esperanza promete y cumple”.

Hermanas y hermanos, ¡Jesús Resucitado es la garantía de esta llegada! Él es la fuente que sacia nuestra sed ardiente, la sed infinita de plenitud que el Espíritu Santo infunde en nuestro corazón. La Resurrección de Cristo, de hecho, no es un simple acontecimiento de la historia humana, sino el evento que la transformó desde dentro.

El Obispo de Roma invitó además a pensar en una fuente de agua y sus características, evidenciando que sin ella “no se puede vivir”, para indicar:

El Resucitado es la fuente viva que no se seca y no sufre alteraciones. Permanece siempre pura y preparada para todo el que tenga sed. Y cuanto más saboreamos el misterio de Dios, más nos atrae, sin quedar nunca completamente saciados.

Jesús sacia nuestra vida

A continuación, aseguró que es “Jesús, con su Resurrección”, quien nos ha asegurado “una permanente fuente de vida”. Él “es capaz de ofrecernos alivio en el camino terreno y asegurarnos la quietud perfecta en la eternidad”.

Solo Jesús muerto y resucitado responde a las preguntas más profundas de nuestro corazón: ¿hay realmente un punto de llegada para nosotros? ¿Tiene sentido nuestra existencia? ¿Y el sufrimiento de tantos inocentes, cómo podrá ser redimido? Jesús Resucitado no deja caer una respuesta “desde arriba”, sino que se hace nuestro compañero en este viaje a menudo cansado, doloroso, misterioso. Solo Él puede llenar nuestra jarra vacía, cuando la sed se hace insoportable.

Sin Jesús, la vida es un vagar sin meta

Jesús es también “el punto de llegada de nuestro caminar, aseguró el Santo Padre. “Sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta, un trágico error con un destino perdido”.

El Resucitado garantiza la llegada, nos conduce a casa, donde somos esperados, amados, salvados. Hacer el viaje con Él al lado significa experimentar ser sostenidos a pesar de todo, saciados y fortalecidos en las pruebas y en las fatigas que, como piedras pesadas, amenazan con bloquear o desviar nuestra historia.

La esperanza de Cristo

Finalmente, el Papa León dejó una síntesis que debemos atesorar:

Queridos, de la Resurrección de Cristo brota la esperanza que nos hace gustar anticipadamente, no obstante las fatigas de la vida, una quietud profunda y gozosa: aquella paz que Él solo nos podrá dar al final, sin fin.

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