Pablo d’Ors: “Entre Dios y el amor, escojo el amor”

Por José Beltrán

Once años después de que la red de meditadores Amigos del Desierto echara a andar y, posteriormente, fuera aprobada como asociación privada de fieles en la Archidiócesis de Madrid, Pablo d’Ors y su equipo dan un paso al frente para formalizar la constitución de una fundación que busca servir como soporte jurídico-económico al proyecto Athos, la futura colonia monástica y centro de espiritualidad para Amigos del Desierto y buscadores espirituales. A la par, publica Devoción (Galaxia Gutenberg), el último libro del sacerdote, en el que ahonda en “la oración del corazón”, esa que precisamente le ha llevado al desierto de la meditación, que en realidad es un oasis.



PREGUNTA.- Le encuentro en una capilla, rezando con devoción ante el Crucificado…

RESPUESTA.- Los Amigos del Desierto nos saludamos siempre con ese ‘Paz y bien’ franciscano, que de alguna manera también es ‘silencio y luz’. O mejor, amor y silencio, luz y amor. El camino espiritual nos va conduciendo cada vez más al amor de los hermanos, a la humanidad, y eso representa Cristo. En el camino que he recorrido, el silencio me ha llevado Cristo y Cristo me lleva a Jesús. Es decir, la poética te lleva a la mística, y la mística a la poética. Estar ante una imagen del Crucificado alienta y alimenta mi devoción, que está profundamente vinculada con la meditación.

P.- Arranca el libro con una reflexión sobre el ‘orad sin cesar’, que forma parte del ADN de su trayectoria y de Amigos del Desierto. ¿Cómo integrar esa oración 24/7 cuando uno se mueve en un mundo a toda velocidad?

R.- Devoción es una versión y una interpretación de El peregrino ruso, un clásico de la espiritualidad ortodoxa. Hablo precisamente de la oración incesante, nace de cómo es posible orar siempre, es decir, de estar siempre en conexión, en la presencia. En lenguaje contemporáneo no creyente, sería algo así como estar en el presente permanente. El libro responde a esta cuestión apuntando una fórmula que es recitar una jaculatoria, un mantra, que nos acompaña hasta que de algún modo la mente lo acoge, la palabra que tienes en la mente se hace cuerpo y, cuando descubres que eres un cuerpo, descubres que el universo es un organismo. Esta propuesta me la he tomado muy en serio desde hace décadas, no solo en mis tiempos o espacios diarios de silenciamiento interior, sino en la vida cotidiana.

Sacerdote fundador de Amigos del Desierto

Los espacios y tiempos específicos para meditar son lo que te hacen estar despiertos para la vida diaria, para estar conectado, en presencia, en el presente. Llega un punto en el que no hay tanta diferencia entre la vida de oración específica y la vida de acción, porque estás bañado en ese espíritu que te acompaña permanentemente. No es que haya tanta diferencia interiormente entre estar en un retiro en un monasterio en el Pardo y en el alboroto de la estación de Chamartín, porque en realidad lo que tenemos fuera es un espejo de lo que tenemos dentro. Esto no significa que no tengamos –y yo no siga teniendo– necesidad de espacios de apartamiento para precisamente estar despierto en la vida cotidiana, pero sí creo que es posible cada vez más instalarse en la consciencia, vivir en una presencia más permanente, no estar fugándose ni escapándose, sino viviendo desde el yo profundo en cualquier momento.

Voluntad de respuesta

P.- En otros grupos recién creados, hay cierto empeño en multiplicarse por países como signo de fecundidad, lograr una rápida aprobación estatutaria de Roma como aval. No le veo abrumado por esta carrera…

R.- Nosotros estamos respondiendo a la realidad, a las personas. No vamos a ningún sitio donde no nos llaman. No hay una voluntad expansiva, sino voluntad de respuesta a las demandas, porque hay muchos cristianos en todo el mundo, sobre todo en las regiones hispanoparlantes, que sintonizan con este carisma y esta propuesta. Intentamos darles respuesta, pero nunca pensamos en masas o en gente en general, sino en personas concretas a las que acompañamos.

Sobre el reconocimiento oficial, nos sentimos claramente un movimiento de Iglesia, si bien estamos en una situación espiritual y teológica de frontera, porque estamos dialogando con otras realidades, porque practicamos lo que llamamos la meditación integral. Desde una tradición cristiana, todo aquello en lo que haya belleza y bien que nos puede enriquecer, nos puede ayudar a reformular lo propio. Eso es un lugar genuino y delicado. Además del reconocimiento como asociación privada que tenemos, en este monacato secular del Tabor de gente consagrada, claro que nos gustaría tener también un aval más. De alguna manera, hemos empezado alguna gestión todavía tibia para caminar en ese sentido.

Pablo d’Ors: «En el mundo del espíritu no hay fronteras»

Portada de 'Devoción'

El escritor y sacerdote publica Devoción, una versión narrativa de Relatos de un peregrino ruso. «La experiencia espiritual es en esencia la misma en cualquier época y lugar», afirma

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo 

El escritor y sacerdote Pablo d’Ors

El escritor y sacerdote Pablo d’Ors. Foto: ARCHDC / Ignacio Gil.

  • Llega a las librerías de toda España Devoción, la última obra del escritor y sacerdote Pablo d’Ors, en la que versiona el clásico de la espiritualidad ortodoxa Relatos de un peregrino ruso

¿Qué es Devoción, y qué aportación personal ha querido realizar a esta obra clásica de la espiritualidad cristiana?
Mi libro es una versión narrativa de esa obra, así como un ensayo en el que reflexiono sobre sus principales enseñanzas espirituales. En él hablo sobre lo que se conoce como Oración del corazón, que es uno de los nombres, seguramente el más bonito, de la meditación cristiana. Confío en haber explicitado en estas páginas, con la mayor claridad posible, tanto el método meditativo como la hondura y belleza de esta tradición contemplativa.  

¿Qué enseñanzas deja al buscador espiritual?
Son muchas, pero la principal es, en cualquier caso, el poder del mantra jaculatoria para poder conectar con el propio cuerpo y, de ahí, con todo el cosmos para, desde esa experiencia de profunda comunión, comprender que todo está preñado del Espíritu divino.                                 

En este sentido atraviesa las fronteras entre religión y espiritualidad, pero al mismo tiempo está centrado en la repetición del Nombre de Jesús. ¿Se trata de dos elementos irreconciliables?
Es evidente que quienes no sean cristianos y cultiven su interioridad por medio de la recitación de una palabra sagrada, no utilizarán para ello la palabra «Jesús», sino otra que les sea más afín a su tradición. Pero lo que el peregrino ruso muestra, en mi opinión, es que la experiencia espiritual es en esencia la misma en cualquier época y lugar. Aunque muchos no quieran ni oírlo, esto significa que la vivencia interior de los místicos cristianos es sustancialmente la misma que la de los místicos sufíes, la de los yoguis del Himalaya o la de los budistas iluminados, por sólo poner algunos ejemplos. Pero también apunta a cómo, entre la experiencia interior de Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, Ignacio de Loyola o Charles de Foucauld –y me limito a citar a cuatro titanes de la fe–, no hay tampoco, en sustancia, tantas diferencias. Esto es importante porque es el fundamento de un auténtico diálogo interreligioso y porque permite que un místico de hoy pueda sentir a un místico de cualquier pasado, sea de su tradición o de otra, como a un verdadero hermano. Esto es importante: en el mundo del espíritu no hay fronteras, la ausencia de fronteras es lo propiamente espiritual.    

Dice en la presentación de su obra que es el libro que le habría gustado leer con 20 años. ¿Por qué?
Porque habría podido avanzar mucho más rápida y eficientemente en el camino de mi crecimiento interior. Pero, en cualquier caso, ha estado bien como ha estado y doy gracias a Dios por absolutamente todo. Todo, hasta lo que en su día me pareció oscuro y equivocado, lo estimo hoy perfecto y necesario.

Diez consejos de Pablo d’Ors al buscador espiritual


El escritor y sacerdote Pablo D’Ors

El escritor y sacerdote publica Devoción, una versión narrativa de Relatos de un peregrino ruso. «Toda aventura interior comienza con la capacidad de apertura y acogida», afirma

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo 

El próximo 12 de febrero llega a las librerías Devoción, el último trabajo del escritor y sacerdote Pablo d’Ors, una versión narrativa del clásico de la espiritualidad ortodoxa Relatos de un peregrino ruso. En él D’Ors reflexiona sobre sus principales enseñanzas espirituales, algunas de las cuales hace llegar en respuesta a las preguntas de Alfa y Omega

1. Escucha y ponte en camino

Nadie puede dar lo que no tiene, así que la aventura interior comienza con la capacidad de apertura y acogida. Es preciso estar muy abierto al aprendizaje y, sobre todo, irse desprendiendo de todo prejuicio. Si de veras escuchamos, no podemos por menos de ponernos en camino; y si nos ponemos en camino, el camino se hace en nosotros. Solo hemos de preocuparnos por estar ahí, lo demás se nos dará por añadidura. Si te ocupas de las cosas de Dios, Él se ocupa de las tuyas. Tal cual. 

2. Busca y encuentra un maestro

No puedes recorrer la senda tú solo. Al igual que no venimos a este mundo por nosotros mismos, sino porque una madre y un padre nos traen a él, así ingresamos en la Vida —con mayúscula— por mediación de un maestro o maestra, lo que nos otorga una tradición concreta, un estilo determinado, una estela. Como se ha dicho tantas veces, el maestro aparece cuando el discípulo está preparado. Tu verdadero maestro es aquel que marca un antes y un después en tus hábitos; y es por eso, precisamente, como puedes reconocerlo. Podrás tener con él afinidad afectiva o intelectual, o no, eso no importa. Lo decisivo es que en su presencia sientes paz, amor y alegría; y que te impulsa a ser mejor. 

3. Obedece las pautas que tu maestro te proponga con buen ánimo y fidelidad

Sigue la disciplina que te indique, dale un voto de confianza —aunque solo sea durante unos meses— para así verificar la eficacia de sus enseñanzas. La obediencia es la expresión más perfecta de la humildad; y la humildad es el punto de partida y de llegada en el camino espiritual. No te quedes en las técnicas, pero sé riguroso con ellas. Y apunta siempre al fondo de las cosas, que es el amor.

4. Entra en una nueva perspectiva, en una forma diferente de ver a Dios, al mundo y a ti mismo

Comprende que la visión materialista, en la que probablemente has sido educado, está equivocada. Es el Espíritu de la Vida quien lo sostiene todo. Accedes a la conciencia de esa energía vital gracias al cultivo de la atención, que entrenas en la meditación y en los quehaceres de la vida cotidiana, pues ninguna actividad es en sí misma mejor que otra. 

5. Date cuenta de que todo obstáculo es necesario para tu aprendizaje

Si sufres por su causa, es porque lo necesitas. Date cuenta también de que todos esos obstáculos no son, en realidad, impedimentos para hacer el camino, sino el camino mismo. Piensa que cualquier sufrimiento que te sobrevenga es emocional, físico o sentimental, pero que tú estás llamado a una vida espiritual. 

6. Mira breve y amorosamente cualquier pensamiento nocivo o emoción malsana en cuanto te asalte o sobrevenga

Hazlo brevemente porque las tinieblas son peligrosas y te arrastran a su territorio si permaneces demasiado tiempo en ellas. Amorosamente porque solo es el amor, en definitiva, lo que salva. Sustituye lo oscuro con lo luminoso: tal vez una afirmación positiva, o una jaculatoria, o una simple respiración consciente que te conecte con tu corazón… 

7. Mantente sereno pase lo que pase

Para ello, piensa que siempre sucede lo que conviene y, en ese sentido, aunque a veces pueda no parecerlo, es lo mejor. Respeta todo lo que suceda en el exterior, sin reaccionar o intervenir. Auto-responsabilízate de todo lo que sientas por dentro, comprendiendo que solo es cosa tuya. Acepta que nada es bueno o malo, sino que todo está bien como está, aunque siempre en su nivel de evolución. Con el tiempo —menos del que imaginas— comprenderás que absolutamente todo es para bien. 

8. Comprende que la muerte no existe, puesto que la vida es inmortal

Percibe que a cada instante morimos a lo que no somos, pero que lo que en el fondo somos permanece inalterable. Si frecuentas ese fondo del ser —más allá de las formas—, si te habitúas a estar en él, puedes perfectamente vivir en paz y degustar la plenitud. No seas tonto y te ensoberbezcas por haber llegado hasta este punto. 

9. Cumple los preceptos, que son como nuestra segunda naturaleza

Si vives conforme a un código moral claro y preciso comprobarás cómo la vida te sonríe, pues todo lo que ves fuera es un espejo perfecto de lo que tienes dentro. 

10. Dedica tu tiempo a Dios y ama a tus semejantes.

Ama a los demás como a ti mismo, porque eres tú mismo. Siente cómo el alma es el deseo de hacer el bien, y disfruta del hecho de vivir para crecer y servir. 

Carlos de Foucauld, según Pablo d´Ors

El pasado jueves 5 de mayo Pablo d’Ors convocó a más de 300 personas en la Sala Borja de Jesuitas Maldonado para hablar de Carlos de Foucauld, dentro del ciclo «Nuestro hoy iluminado por los místicos» organizado por la Comunidad de Nazaret.

Presentó a Carlos de Foucauld como su padre espiritual, la persona que junto al jesuita Franz Jalics más ha marcado su propio camino espiritual en el seguimiento de Jesús, y se confesó un enamorado de este personaje.

En el recorrido biográfico por el que condujo a su audiencia habló de su vida anterior a la conversión, de su pasión africana, de su fascinación por el desierto y de su decisión de vivir en la mayor de las pobrezas. Desde una perspectiva contemporánea, la vida de Carlos de Foucauld fue un completo fracaso: no consiguió convertir a ningún musulmán, como era su propósito al establecerse en Marruecos; no consiguió terminar con el sistema de esclavitud del protectorado francés por muchas cartas que escribiera a la administración francesa; y no consiguió que nadie imitara su modo de vida. Sin embargo, hoy inspira a muchas personas, entre ellas la red de meditadores Amigos del desierto fundada por el propio Pablo d’Ors, y será canonizado en Roma por el papa Francisco el próximo 15 de mayo en reconocimiento a una vida entregada a la oración y a la pobreza.

«Yo, Foucauld, un alma en busca de Dios»

Alessandro Zaccuri 

En la clásica biografía de 1921 –ya disponible en el catálogo paulino– René Bazin lo evocaba como «explorador de Marruecos, ermitaño en el Sahara». Treinta años después, Paul Claudel se refería a «un oficial disipado y juerguista, de lo más vulgar» al comienzo de su poético retrato del «Vizconde de Foucauld», o Hermano Carlos, como suele llamarse en Italia al Beato Carlos de Foucauld. Definiciones impecables, ninguna de las cuales puede aislarse de las demás, especialmente en vísperas del primer centenario de la muerte -o, mejor dicho, del martirio- de este hombre que se encontró siendo todo para descubrir que no quería ser nada. Con motivo del aniversario llegan a la librería sugerentes re-proposiciones (como otra biografía de época, Carlos de Foucauld. Explorador místico de Michel Carrouges, traducción de Francesco Calvesi, Castelvecchi, 228 páginas, 17,50 euros) y útiles antologías de los escritos (la Páginas de Nararet editada por Natale Benazzi para Edizioni di Terrasanta, 154 páginas, 14,00 euros, o las meditaciones sobre los Evangelios propuestas por San Pablo con el título Dios de la Misericordia, páginas 204, euro 12,00). Y llega la esperada novela que el sacerdote-escritor español Pablo d’Ors dedicó al hermano Carlo, Olvido de sí mismo (traducción de Simone Cattaneo, Vita e Pensiero, 414 páginas, 20,00 €).

De hecho, Charles de Foucauld ya había sido protagonista de otro libro de D’Ors, El amigo del desierto, publicado el año pasado por Quodlibet en la versión de Marino Magliani. Pero se trataba, en ese caso, de un protagonismo por absentiam, dado que toda la historia giraba en torno al afán de ocultamiento y contemplación característicos del hermano Carlo, cuyo nombre, sin embargo, aparecía intermitentemente, como para convencer al lector de la estructura excéntrica y casi iniciático del libro. Aparentemente El olvido de sí mismo Adquiere una forma más convencional. Lo que D’Ors nos presenta esta vez es en realidad el diario que el hermano Carlos supuestamente escribió a petición de su padre espiritual (y verdadero padre en la fe), el abad Henri Huvelin. Precisamente por haber sido escrito por el propio Charles de Foucauld, el relato carece del final dramático, que coincide con el asesinato del religioso francés a manos de los merodeadores Senussi.

Era el 1 de diciembre de 1916, el hermano Carlo tenía 58 años y desde hacía quince años llevaba una existencia de ermitaño en el Sáhara argelino. La iglesia-fortaleza de Tamanrasset, objetivo del ataque que le costó la vida, fue diseñada y construida como una avanzada espiritual en el corazón del desierto. Antes de caer, el evangelizador tuareg había salvado la Eucaristía, que era el centro de su espiritualidad. Es una historia conocida, pero no deja de impresionar, de parecer tan extraordinaria que parece inventada por un novelista. Porque Charles de Foucauld nació noble el 15 de septiembre de 1858, pronto se encontró huérfano y rico, pasó por apático en la escuela y como bromista en el ejército, donde también demostró coraje y perfeccionó la técnica del disfraz, que vendría bien de ahí a poco, cuando –entre 1883 y 1884– realizó el largo viaje por el interior de Marruecos al que está ligada su fama de explorador. La conversión se remonta a 1886, inicialmente Carlos fue admitido en la Trapa de Nuestra Señora de las Nieves, en Ardèche, pero su vocación era demasiado inquieta para ajustarse plenamente a la regla monástica.

Los años decisivos son los vividos en Nazaret, precisamente, entre 1897 y 1900. El hermano Carlo trabaja como jardinero en el convento de las Clarisas, avanzando cada vez más en la búsqueda espiritual y dibujando los contornos de lo que será después la comunidad de Little Hermanos y Hermanitas del Sagrado Corazón. Ordenado sacerdote, se instaló en Argelia en 1901, primero en el oasis de Beni Abbes y finalmente en Tamansarret, dedicándose entre otras cosas a compilar el primer y fundamental diccionario bereber-francés. Una vida que ya parece una novela, decíamos, pero que Pablo d’Ors consigue reconstruir sin insistir nunca en los elementos más llamativos, optando por centrarse más bien en la interioridad del hermano Carlo. Si su entrada en escena puede recordar la emoción del joven Rimbaud,La misa sobre el mundo toma literalmente una expresión cara al cristocentrismo cósmico de Pierre Teilhard de Chardin, para reafirmar sobre todo la continuidad espiritual de la que el hermano Carlo es testigo. Asimismo, en los epígrafes que introducen cada apartado del libro, D’Ors se mantiene fiel al estilo de fraternidad universal de su Charles de Foucauld, que no oculta haber redescubierto el Evangelio tras conocer el Corán.

En el olvido De sí mismo Aparecen, Pues, Citas de los Cuentos de un peregrino rusoy del cancionero sufí de Yunus Emre, de los maestros del budismo zen y de los poemas del místico contemporáneo Dag Hammarskjöld, de las cartas de San Pablo y del Diario de Etty Hillesum. No es una exhibición genérica de sincretismo, sino la toma de conciencia de cuánto la aventura del hermano Carlo es, en realidad, la aventura de cualquier alma en busca de Dios. De cualquier cuerpo, hay que añadir, dado que uno de los aspectos más convincentes del libro de D’Ors –autor entre otras cosas de la magnífica Biografía del Silencio publicado por Vita e Pensiero en 2014- consiste precisa en la insistencia en el vínculo inseparable entre lo material y lo inmaterial, entre lo visible y lo invisible. Empiezas a creer cuando te pones de rodillas, el hermano Carlo advierte del olvido de sí místico, y empiezas a progresar en la imitación de Cristo cuando aprendes a practicar el ayuno. No es casual, además, que entre las páginas más bellas se encuentren precisamente aquellas en las que los objetos cotidianos, iluminados por la luz sobrenatural de la Eucaristía, revelan al protagonista la vastedad silenciosa de la Revelación: «Las cosas no exigen nada de nosotros: son, son. Y así es Dios, pensé: El que es, El que es, El que se ofrece en todo y en todos». El Rimbaud de Voz no está lejos, el Teilhard de Chardin de Cristo en la Materia ya está a las puertas. allá.