
Desde este viernes 13 de junio hasta el 20 de septiembre estará abierta al público en los Museos Vaticanos la muestra “Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)”. La presentación oficial tuvo lugar este jueves 12 de junio. La entrada está incluida en el billete general para acceder a las colecciones pontificias.
Paolo Ondarza – Ciudad del Vaticano
Cincuenta años de amistad entre París y Roma, en una Europa marcada por convulsas transformaciones históricas y culturales. Giovanni Battista Montini y Jacques Maritain se conocieron en París en 1924. Su intensa afinidad intelectual y espiritual se fortaleció en 1945, cuando el filósofo fue nombrado embajador de Francia ante la Santa Sede por el presidente Charles De Gaulle. A ochenta años de aquel nombramiento y a sesenta de la clausura del Concilio Vaticano II, la muestra instalada en las Salette de la Torre Borgia de los Museos Vaticanos celebra un vínculo que nutrió profundamente el debate sobre la renovación del arte sacro entre Francia, Suiza e Italia.

En los Museos Vaticanos, la exposición «Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)» («© Museos Vaticanos – foto de Elena Matei») («© Musei Vaticani – foto di Elena Matei»)
Humanismo integral
Las obras exhibidas provienen en su mayoría de la Colección de Arte Moderno y Contemporáneo, creada e inaugurada en el Vaticano por Pablo VI en 1973, el mismo año en que murió Maritain, influyente filósofo neotomista cuyas ideas dejaron huella tanto en el Vaticano II como en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La exposición ofrece una panorámica del vibrante diálogo en torno al arte sacro contemporáneo que marcó el siglo XX en Italia y Francia. Una reflexión que se enmarca en la visión más amplia de un humanismo integral, en el que razón y fe, libertad y gracia, belleza y verdad se entrelazan.
“Este mundo en el que vivimos necesita belleza para no caer en la desesperación”, escribía Pablo VI a los artistas el 8 de diciembre de 1965, convencido de que arte y fe no podían permanecer indiferentes. Para él, era urgente sanar esa ruptura a través del compromiso auténtico de aquellos “profetas de la belleza” dispuestos a renovar el arte sacro sin traicionar su esencia ni su misión.

Jacques Maritain con su esposa Raïssa (en el centro) y su cuñada Vera Oumançoff en el Palazzo Taverna, entonces sede de la Embajada de Francia ante la Santa Sede, en 1946. Foto © Bnu Bibliothèque nationale et universitaire – Estrasburgo
Maritain, convertido al catolicismo a inicios del siglo XX junto a su esposa Raïssa (ambos bautizados en 1906), había creado en las primeras décadas del siglo un fecundo círculo intelectual de alcance internacional. En torno a ellos se reunían filósofos, clérigos, artistas, poetas e intelectuales de todo tipo, como Paul Claudel o Jean Cocteau, en una comunidad clave para el pensamiento cristiano del siglo.
Para Maritain, el arte verdadero —como la religión verdadera— debía conectar con su tiempo y conducir de lo visible a lo invisible, evitando tanto el academicismo vacío como las derivas de la abstracción vanguardista. La autenticidad del arte cristiano, creía, dependía de una profunda libertad interior y de una fe sincera del artista.
“La reflexión sobre el arte sacro involucró intensamente al mundo intelectual”, confirma Micol Forti, curadora de la exposición y responsable de la colección de arte moderno de los Museos Vaticanos. “Fue un tema que atravesó a fondo la sociedad civil a través de la amistad de estos dos gigantes del siglo XX”.

Jacques Maritain, embajador de Francia ante la Santa Sede, recibido con una delegación en el Palacio Apostólico, hacia 1945. Foto © Bnu Bibliothèque nationale et universitaire – Estrasburgo
La colección Maritain
La amplitud de este debate —señal de una gran apertura y ausencia de dogmatismo— queda reflejada en el conjunto de obras que los Maritain fueron reuniendo, muchas veces donadas por amigos artistas. Varias de estas piezas pasaron luego a formar parte de la colección moderna del Vaticano, junto con otras cedidas por el Cercle des études Jacques et Raïssa Maritain. Algunas se exhiben por primera vez en esta muestra que abre al público el viernes 13 de junio.
Pinturas, dibujos, grabados, fotografías, libros de época y objetos personales dan cuenta del universo intelectual y emocional que rodeaba a Jacques y Raïssa. Figuran artistas como Maurice Denis, Georges Rouault (particularmente apreciado por Maritain), Émile Bernard, Gino Severini, Marc Chagall —muy cercano a Raïssa, con quien compartía raíces judías—, Henri Matisse o el estadounidense William Congdon, conocido por los Maritain antes del Concilio.
“Estos artistas, ya a fines del siglo XIX, sentaron las bases para romper con un arte devocional que solo repetía las formas del pasado. Prepararon el terreno para un nuevo debate sobre el arte sacro. Algunas obras de la muestra son completamente inéditas: las estudiamos especialmente para esta ocasión”, subraya Forti. También se exponen retratos de figuras clave de la cultura del siglo XX, como los realizados por Jean Guitton, entre ellos Henri Bergson, Maurice Blondel o Paul Claudel.

Raïssa en su escritorio. Foto © Bnu Bibliothèque nationale et universitaire – Estrasburgo
Un diálogo abierto
Como testimonio del diálogo de Pablo VI con las corrientes artísticas más avanzadas, no podía faltar en la muestra la figura del dominico Marie-Alain Couturier, representante de una postura en muchos sentidos opuesta a la de Maritain en el debate sobre el arte sacro en Francia.
“Couturier —explica Forti— se abre al arte abstracto y anicónico, confiando en la fuerza del proceso creativo. En la sala dedicada a él se exponen obras de Matisse, Bazaine, Jean Cocteau y Manessier. Son piezas que evocan las extraordinarias iniciativas realizadas en Francia entre los años 40 y 50, cuando incluso artistas agnósticos o de otras religiones aportaron su genio e imaginación al lenguaje renovado del arte sacro”.

Georges Rouault, Puerta de sagrario, 1951. Decoración de la Capilla del Hermitage de Notre-Dame de Voirons, Alta Saboya, Francia. Esmalte, 24 x 13,8 cm. Museos Vaticanos, Colección de Arte Moderno y Contemporáneo. Foto © Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, Dirección de los Museos y Bienes Culturales.
La obra donada dos veces
Detrás de cada obra hay historias a menudo desconocidas. Desde la gestación interior de los temas religiosos hasta los intensos debates entre artistas e intelectuales sobre cómo representar la fe.
Forti destaca especialmente Resurrection, una acuarela inédita de Jean Cocteau: “La pintó tras su conversión al catolicismo en 1926 y la regaló a Maritain. En la escena se retrata pequeño, abajo a la izquierda, ante la visión divina. Esta obra, conservada en casa de los Maritain, fue luego donada por Jacques a Pablo VI como gesto simbólico en el proceso de creación de la colección vaticana de arte contemporáneo. Es una obra ofrecida dos veces: un regalo recibido que se transforma en semilla de un nuevo don. Un gesto que sella la dimensión íntima, pero también pública y universal, de la figura del Pontífice”.

La muestra “Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)”.
Pablo VI, los artistas y la colección vaticana
La exposición es fruto de la colaboración entre los Museos Vaticanos, la Embajada de Francia ante la Santa Sede, el Centro Cultural San Luis de los Franceses y la Biblioteca Nacional y Universitaria de Estrasburgo. Estará abierta del 13 de junio al 20 de septiembre y demuestra que los Museos del Papa no son solo custodios del arte clásico, renacentista o barroco. “Son un cruce vital para el diálogo con los artistas del siglo XX, un camino iniciado por san Pablo VI en uno de los pontificados más intelectualmente fecundos del siglo pasado”, afirma Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos.

La muestra “Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)”.
“Nuestra galería de arte moderno y contemporáneo es testimonio de la herencia de Montini, y de su voluntad de dialogar con los artistas sobre la representación de lo invisible, incluso en formas audaces, anicónicas, poco tradicionales para la Iglesia de su tiempo”.
Jatta menciona también la reciente muestra en la Scuola Grande di San Rocco, en Venecia, dedicada a Mario Deluigi, “un artista influido por Mondrian, que representa las letanías de la Virgen. El entonces Patriarca de Venecia, futuro Juan Pablo I, regaló esta obra a Pablo VI, quien la conservó en su apartamento hasta su muerte, y luego la donó a los Museos Vaticanos”.

Jean Guitton, Henri Bergson en 1908, 1976. Tizas sobre papel gris, 650 x 479 mm.


Terminado el conflicto Maritain fue llamado por el general De Gaulle para desempeñar el oficio de embajador de Francia ante la Santa Sede, cargo que ejerció entre 1945 y 1948. Esta etapa fue crucial para él, porque estableció una buena sintonía con el Vaticano, lo que más tarde le permitía ser uno de los impulsores del Concilio Vaticano II. Y en aquella época todavía ocupó otro cargo relevante. En 1947 fue el jefe de la delegación francesa en la Asamblea de la UNESCO de la Ciudad de México. Maritain jugó un papel importante en el espíritu fundador de la organización y en la Declaración universal de los derechos humanos de las Naciones Unidas.En los últimos años de su vida, y una vez que falleció su esposa Raïssa en 1960, Jacques se retira con la comunidad de los Hermanos de Jesús, en Toulouse de Llenguadoc. Más tarde hará su profesión religiosa. Sólo interrumpirá este retiro para asistir a ciertos actos del Concilio Vaticano II. Morirá en el seno de esta comunidad religiosa el 28 de abril de 1973 dejando una obra póstuma, Las dos grandes Patrias, considerada su testamento espiritual.Al año siguiente, tras la muerte del insigne pensador, se fundaba en Roma el Instituto Internacional Jacques Maritain. Esta entidad tiene por objetivos estudiar y difundir el pensamiento Jacques Maritain, pero también promover investigaciones más generales sobre los problemas de la cultura, la sociedad y el hombre contemporáneo. Por otro lado, el Círculo de Estudios Jacques y Raïssa Maritain, con sede en Kolbsheim, en Estrasburgo, desarrolla una función centrada en la obra del matrimonio Maritain. Esta institución conserva la documentación de los Maritain, la da a conocer y fomenta su estudio.Raïssa y las grandes amistadesNo podemos comprender la evolución y la obra de Jacques Maritain sin la influencia de su esposa. De pequeña, Raïssa Oumançoff, cuando todavía vivía en Rusia, ya había demostrado una inteligencia y una perspicacia excepcionales, cualidades que más tarde, en Francia, demostró sobradamente en la universidad y en las obras que escribió. Fue ella quien, de hecho, encaminó a su marido hacia personalidades destacadas del mundo cultural y religioso, y no sin razón Jacques la consideró como su inspiradora.La obra más conocida de Raïssa es Las grandes amistades, editada por primera vez durante el exilio de los Maritain en Estados Unidos. El libro es un repaso de la evolución espiritual del matrimonio y, por encima de todo, una descripción de todos los amigos que habían hecho hasta entonces, esta es la razón del título. Las amistades de los Maritain nacieron primero en la universidad y, después, sobre todo, en Meudon. En su casa se reunieron durante años personalidades muy diferentes del mundo cultural, independiente de sus creencias. Por la casa del matrimonio Maritain pasaron, aparte de teólogos y filósofos, escritores como Emmanuel Mounier, Jean Cocteau, Georges Bernanos, François Mauric y Julien Green; pintores como Changall y Rouault y músicos como Manuel de Falla y Strawinsky. A partir de la Segunda Guerra Mundial, y una vez instalados en Nueva York, Jacques y Raïssa continuaron relacionándose con el mundo intelectual, principalmente con exiliados franceses. Después de este periodo americano, Maritain se relacionó con el cardenal Journet y con el propio papa Pablo VI, con quien compartía el espíritu de la conclusiones del Concilio Vaticano II.Pero uno de los aspectos menos conocidos de los Maritain fue su relación con Cataluña. Jacques estableció amistad con personalidades católicas catalanas como el cardenal Francesc Vidal i Barraquer, Joan Baptista Roca, Carles Cardó y Ramón Sugranyes. Y el pensamiento de Maritain se ha dejado sentir por ejemplo en escritores como Marià Manent y Joseph María Piñol. También en algunos políticos tales como Anton Cañellas, Joan Rigol y Jordi Pujol y el obispo Joan Carrera. Fue precisamente Mons. Carrera quien tradujo Las grandes amistades al catalán en el año 1964. Eduard Brufau, Catalunya Cristiana, 25 septiembre 2003 «Maritain amaba a la Iglesia, veneraba en ella el misterio del don de Dios y la Esposa de Cristo, la servía. Por otro lado, la Iglesia es un pueblo, y Maritain es uno de sus hijos: es muy difícil aislar su aportación “personal”, en la que ha intentado hacer fructificar lo que él mismo había recibido…Se puede rememorar el homenaje que el papa Pablo VI, amigo suyo, le rindió. El 8 de diciembre de 1965, durante la clausura solemne del Concilio Vaticano II, remitía a los hombres de ciencia y de cultura a Jacques Maritain, y subrayaba el sentido de esta elección simbólica diciéndoles: “La Iglesia os reconoce el trabajo de toda vuestra vida”. Y el domingo 29 de abril de 1973, a la hora del ángelus, el mismo Papa anunciaba la muerte de Maritain acontecida la vigilia anterior en Toulouse, y concluyó designándolo con estas palabras: “Era verdaderamente un gran pensador de nuestra época, un maestro en el arte de pensar de nuestra época, un maestro en el arte de pensar, de vivir y de rezar.” El papa Juan Pablo II le ha rendido igualmente un homenaje muy fuerte en 1982, para el centenario del nacimiento del filósofo.Si se quiere detallar la contribución de Maritain citemos “fe y razón” (es suficiente con evocar los títulos de unos cuantos trabajos suyos: Los grados del saber, Ciencia y sabiduría); las relaciones de la Iglesia y del Estado, la cuestión de la libertad religiosa; humanismo integral y el ideal de una nueva cristiandad, de un cristianismo promotor de los derechos humanos y nutridor de un ideal de fraternidad humana; la ejemplaridad de su combate contra el antisemitismo y los regímenes totalitarios; la promoción del laicado en la Iglesia… Pero no se pueden olvidar las fuentes fecundas de su mediación metafísica sobre el misterio del ser, el misterio de Dios, el misterio de la libertad y el misterio del mal».Entrevista a René Mougel, Director del Círculo de Estudios J. y R. Maritain 






