Una exposición revive el diálogo entre Pablo VI y Maritain sobre el arte sacro

Desde este viernes 13 de junio hasta el 20 de septiembre estará abierta al público en los Museos Vaticanos la muestra “Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)”. La presentación oficial tuvo lugar este jueves 12 de junio. La entrada está incluida en el billete general para acceder a las colecciones pontificias.

Paolo Ondarza – Ciudad del Vaticano

Cincuenta años de amistad entre París y Roma, en una Europa marcada por convulsas transformaciones históricas y culturales. Giovanni Battista Montini y Jacques Maritain se conocieron en París en 1924. Su intensa afinidad intelectual y espiritual se fortaleció en 1945, cuando el filósofo fue nombrado embajador de Francia ante la Santa Sede por el presidente Charles De Gaulle. A ochenta años de aquel nombramiento y a sesenta de la clausura del Concilio Vaticano II, la muestra instalada en las Salette de la Torre Borgia de los Museos Vaticanos celebra un vínculo que nutrió profundamente el debate sobre la renovación del arte sacro entre Francia, Suiza e Italia.

En los Museos Vaticanos, la exposición "Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)" («© Museos Vaticanos - foto de Elena Matei»)

En los Museos Vaticanos, la exposición «Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)» («© Museos Vaticanos – foto de Elena Matei»)   («© Musei Vaticani – foto di Elena Matei»)

Humanismo integral

Las obras exhibidas provienen en su mayoría de la Colección de Arte Moderno y Contemporáneo, creada e inaugurada en el Vaticano por Pablo VI en 1973, el mismo año en que murió Maritain, influyente filósofo neotomista cuyas ideas dejaron huella tanto en el Vaticano II como en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La exposición ofrece una panorámica del vibrante diálogo en torno al arte sacro contemporáneo que marcó el siglo XX en Italia y Francia. Una reflexión que se enmarca en la visión más amplia de un humanismo integral, en el que razón y fe, libertad y gracia, belleza y verdad se entrelazan.

“Este mundo en el que vivimos necesita belleza para no caer en la desesperación”, escribía Pablo VI a los artistas el 8 de diciembre de 1965, convencido de que arte y fe no podían permanecer indiferentes. Para él, era urgente sanar esa ruptura a través del compromiso auténtico de aquellos “profetas de la belleza” dispuestos a renovar el arte sacro sin traicionar su esencia ni su misión.

Jacques Maritain con su esposa Raïssa (en el centro) y su cuñada Vera Oumançoff en el Palazzo Taverna, entonces sede de la Embajada de Francia ante la Santa Sede, en 1946. Foto © Bnu Bibliothèque nationale et universitaire - Estrasburgo

Jacques Maritain con su esposa Raïssa (en el centro) y su cuñada Vera Oumançoff en el Palazzo Taverna, entonces sede de la Embajada de Francia ante la Santa Sede, en 1946. Foto © Bnu Bibliothèque nationale et universitaire – Estrasburgo

Maritain, convertido al catolicismo a inicios del siglo XX junto a su esposa Raïssa (ambos bautizados en 1906), había creado en las primeras décadas del siglo un fecundo círculo intelectual de alcance internacional. En torno a ellos se reunían filósofos, clérigos, artistas, poetas e intelectuales de todo tipo, como Paul Claudel o Jean Cocteau, en una comunidad clave para el pensamiento cristiano del siglo.

Para Maritain, el arte verdadero —como la religión verdadera— debía conectar con su tiempo y conducir de lo visible a lo invisible, evitando tanto el academicismo vacío como las derivas de la abstracción vanguardista. La autenticidad del arte cristiano, creía, dependía de una profunda libertad interior y de una fe sincera del artista.

“La reflexión sobre el arte sacro involucró intensamente al mundo intelectual”, confirma Micol Forti, curadora de la exposición y responsable de la colección de arte moderno de los Museos Vaticanos. “Fue un tema que atravesó a fondo la sociedad civil a través de la amistad de estos dos gigantes del siglo XX”.

Jacques Maritain, embajador de Francia ante la Santa Sede, recibido con una delegación en el Palacio Apostólico, hacia 1945. Foto © Bnu Bibliothèque nationale et universitaire - Estrasburgo

Jacques Maritain, embajador de Francia ante la Santa Sede, recibido con una delegación en el Palacio Apostólico, hacia 1945. Foto © Bnu Bibliothèque nationale et universitaire – Estrasburgo

La colección Maritain

La amplitud de este debate —señal de una gran apertura y ausencia de dogmatismo— queda reflejada en el conjunto de obras que los Maritain fueron reuniendo, muchas veces donadas por amigos artistas. Varias de estas piezas pasaron luego a formar parte de la colección moderna del Vaticano, junto con otras cedidas por el Cercle des études Jacques et Raïssa Maritain. Algunas se exhiben por primera vez en esta muestra que abre al público el viernes 13 de junio.

Pinturas, dibujos, grabados, fotografías, libros de época y objetos personales dan cuenta del universo intelectual y emocional que rodeaba a Jacques y Raïssa. Figuran artistas como Maurice Denis, Georges Rouault (particularmente apreciado por Maritain), Émile Bernard, Gino Severini, Marc Chagall —muy cercano a Raïssa, con quien compartía raíces judías—, Henri Matisse o el estadounidense William Congdon, conocido por los Maritain antes del Concilio.

“Estos artistas, ya a fines del siglo XIX, sentaron las bases para romper con un arte devocional que solo repetía las formas del pasado. Prepararon el terreno para un nuevo debate sobre el arte sacro. Algunas obras de la muestra son completamente inéditas: las estudiamos especialmente para esta ocasión”, subraya Forti. También se exponen retratos de figuras clave de la cultura del siglo XX, como los realizados por Jean Guitton, entre ellos Henri Bergson, Maurice Blondel o Paul Claudel.

Raïssa en su escritorio. Foto © Bnu Bibliothèque nationale et universitaire - Estrasburgo

Raïssa en su escritorio. Foto © Bnu Bibliothèque nationale et universitaire – Estrasburgo

Un diálogo abierto

Como testimonio del diálogo de Pablo VI con las corrientes artísticas más avanzadas, no podía faltar en la muestra la figura del dominico Marie-Alain Couturier, representante de una postura en muchos sentidos opuesta a la de Maritain en el debate sobre el arte sacro en Francia.

“Couturier —explica Forti— se abre al arte abstracto y anicónico, confiando en la fuerza del proceso creativo. En la sala dedicada a él se exponen obras de Matisse, Bazaine, Jean Cocteau y Manessier. Son piezas que evocan las extraordinarias iniciativas realizadas en Francia entre los años 40 y 50, cuando incluso artistas agnósticos o de otras religiones aportaron su genio e imaginación al lenguaje renovado del arte sacro”.

Georges Rouault, Puerta de sagrario, 1951. Decoración de la Capilla del Hermitage de Notre-Dame de Voirons, Alta Saboya, Francia. Esmalte, 24 x 13,8 cm. Museos Vaticanos, Colección de Arte Moderno y Contemporáneo. Foto © Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, Dirección de los Museos y Bienes Culturales.

Georges Rouault, Puerta de sagrario, 1951. Decoración de la Capilla del Hermitage de Notre-Dame de Voirons, Alta Saboya, Francia. Esmalte, 24 x 13,8 cm. Museos Vaticanos, Colección de Arte Moderno y Contemporáneo. Foto © Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, Dirección de los Museos y Bienes Culturales.

La obra donada dos veces

Detrás de cada obra hay historias a menudo desconocidas. Desde la gestación interior de los temas religiosos hasta los intensos debates entre artistas e intelectuales sobre cómo representar la fe.

Forti destaca especialmente Resurrection, una acuarela inédita de Jean Cocteau: “La pintó tras su conversión al catolicismo en 1926 y la regaló a Maritain. En la escena se retrata pequeño, abajo a la izquierda, ante la visión divina. Esta obra, conservada en casa de los Maritain, fue luego donada por Jacques a Pablo VI como gesto simbólico en el proceso de creación de la colección vaticana de arte contemporáneo. Es una obra ofrecida dos veces: un regalo recibido que se transforma en semilla de un nuevo don. Un gesto que sella la dimensión íntima, pero también pública y universal, de la figura del Pontífice”.

La muestra “Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)”.

La muestra “Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)”.

Pablo VI, los artistas y la colección vaticana

La exposición es fruto de la colaboración entre los Museos Vaticanos, la Embajada de Francia ante la Santa Sede, el Centro Cultural San Luis de los Franceses y la Biblioteca Nacional y Universitaria de Estrasburgo. Estará abierta del 13 de junio al 20 de septiembre y demuestra que los Museos del Papa no son solo custodios del arte clásico, renacentista o barroco. “Son un cruce vital para el diálogo con los artistas del siglo XX, un camino iniciado por san Pablo VI en uno de los pontificados más intelectualmente fecundos del siglo pasado”, afirma Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos.

La muestra “Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)”.

La muestra “Pablo VI y Jacques Maritain: la renovación del arte sacro entre Francia e Italia (1945-1973)”.

“Nuestra galería de arte moderno y contemporáneo es testimonio de la herencia de Montini, y de su voluntad de dialogar con los artistas sobre la representación de lo invisible, incluso en formas audaces, anicónicas, poco tradicionales para la Iglesia de su tiempo”.

Jatta menciona también la reciente muestra en la Scuola Grande di San Rocco, en Venecia, dedicada a Mario Deluigi, “un artista influido por Mondrian, que representa las letanías de la Virgen. El entonces Patriarca de Venecia, futuro Juan Pablo I, regaló esta obra a Pablo VI, quien la conservó en su apartamento hasta su muerte, y luego la donó a los Museos Vaticanos”.

Jean Guitton, Henri Bergson en 1908, 1976. Tizas sobre papel gris, 650 x 479 mm.

Jean Guitton, Henri Bergson en 1908, 1976. Tizas sobre papel gris, 650 x 479 mm.

Jalones de unas vidas en constante búsqueda de la Verdad

La vida de Jacques Maritain, y también de su esposa Raïssa, se puede definir como una búsqueda constante. En efecto, su conversión, el paso del ateísmo al catolicismo; el interés por la relación del hombre con Dios, teología y mística, sin olvidar la relación del hombre con él mismo, filosofía y humanismo, así lo muestran. Maritain también fue uno de los que hizo posible el diálogo entre el catolicismo y la democracia moderna, el famoso aggiornamento del Vaticano II.En los más de 90 años que vivió, Jacques Maritain (1882-1973) fue testigo directo de los grandes cambios y trasformaciones del siglo XX. Siempre intentó dar una respuesta a los interrogantes del mundo desde la fe y la razón.Nació en París en el seno de una familia protestante. Durante la juventud fue abandonando la práctica religiosa hasta convertirse en no-creyente. En 1900, mientras estudia filosofía en la Sorbona, conoce a Raïssa Oumançof (1883-1960), con quien se casará cuatro años más tarde. Ella pertenece a una familia judía que había huido del antisemitismo de la Rusia zarista. Raïssa, como Jacques, en ese momento no son creyentes. Su situación vital dará un vuelco a partir de la participación en las clases de Henri Bergson (1859-1941) y sobre todo a raíz del conocimiento de los escritores Charles Péguy (1873-1914) y León Bloy (1846-1917). La influencia de estos encuentros, y después de una crisis intelectual, hace que el matrimonio se convierta al catolicismo.Razón y feEn los primeros momentos de su conversión Jacques cree durante un tiempo que el hecho de ser una persona religiosa era incompatible con el desarrollo de un pensamiento filosófico propio. Llegó a creer que razón y fe eran dos caminos irreconciliables, que eran contradictorios. Más adelante, esta visión radical, cambió.  Leyendo las obras de santo Tomás de Aquino J. Maritain se da cuenta de la profundidad del pensamiento cristiano, que la razón y la fe, aún siendo diferentes, no tienen que ser por fuerza contradictorias, sino que cada una a su manera se complementan. Maritain entonces empieza a desarrollar una filosofía propia sin necesidad de renunciar a la fe. En esta época Maritain empieza a impartir clases en el Instituto Católico de París y elabora sus primeras obras, que en buena parte dan fe de esta nueva visión de la convivencia entre la razón y la fe. De esta época son sus obras Arte y escolástica, Religión y cultura.Entre 1927 y 1939 Jacques y Raïssa Maritain convierten su casa de Meudon, en las afueras de París, en un lugar de encuentro de filósofos, teólogos y amigos diversos. Estos encuentros los continuarán en Nueva York a partir de la invasión nazi de Europa. Sobre las amistades del matrimonio Maritain durante estos años Raïssa elaboró un gran libro, Las grandes amistades.En el pensamiento de Maritain ocupa un lugar especial la preocupación por eliminar el sufrimiento de la faz de la tierra, por construir un mundo más humano. Las dos guerras mundiales, el nazismo y el socialismo soviético han aportado a la humanidad muerte y dolor, y han rebajado a extremos impensables la dignidad humana. Nuestro pensador cree posible una civilización nueva y, por supuesto, mejor. Con tal de que esto sea real el mundo profano debe ser autónomo, no se trata pues, de crear un estado religioso. Pero este mismo estado, esta sociedad, se ha de construir teniendo en cuenta el cristianismo y sus valores. Al mismo tiempo el mundo debe evolucionar mediante la técnica, pero ésta no puede estar sólo al servicio de algunos, sino de todo el mundo. La técnica y la ciencia han de ser, efectivamente, una herramienta para mejorar el mundo, pero la humanidad no tiene que ser su esclava.Respecto a la religión, y en concreto al cristianismo, hay que evitar caer en el error de rechazar el mundo moderno y sus cambios. La religión debe ir en concordancia con su época, porque el cristianismo no es una teoría abstracta y alejada de la realidad. Por eso los cristianos han de estar muy atentos a la evolución de su tiempo. Maritain, pues, hace un llamamiento a un compromiso en la época que a cada uno le ha tocado vivir, y esto también quiere decir participar de la justicia social y los derechos humanos. Todas estas reflexiones de Maritain están inspiradas en los principios evangélicos y son el camino más idóneo para hacer un mundo más humano y al mismo tiempo más cristiano.En el terreno más estrictamente religioso Jacques Maritain hace igualmente una incursión en la mística, que él define como la sabiduría  superior, lo “que se encuentra en el corazón de la existencia humana”. Por eso destaca grandes figuras de estas experiencias trascendentes, como san Benito de Nursia, santa Catalina de Siena, santa Teresa de Ávila y santa Teresa de Lisieux. Pero el místico más admirado y estudiado por Maritain es sin ninguna duda san Juan de la Cruz. Maritain sitúa a este santo como el punto álgido de la mística cristiana, de una manera equivalente a los que representa santo Tomás en la filosofía cristiana. Para Maritain, los dos, uno por medio de la fe y otro por la razón, pretenden llegar al conocimiento de Dios. Maritain afirma que “el hombre es libre porque ama. Todo lo que tiene el sabor del amor pierde para el hombre todo sabor”.También fue admirador y estudioso del fenómeno místico en otras religiones. Así supo encontrar en la ascesis india la confirmación de que el alma humana tiende a la experiencia mística, al reencuentro con Dios. Este interés por otras religiones, que en ningún caso se tiene que confundir con un intento de sincretismo, evidencia que el pensamiento de Maritain era en algunos aspectos bastante avanzado a su tiempo. Esta nota de búsqueda e interés por el fenómeno interreligiosos profetiza y adelanta una parte del espíritu que estará presente en el Concilio Vaticano II y que ha continuado hasta nuestros días.Iglesia y modernidadMaritain, como hombre creyente que observa el mundo desde una posición privilegiada, fue uno de los intelectuales católicos que más firmemente apostó por el aggiornamento (puesta al día) propugnada por el Vaticano II. Él trabajó a fondo por esta renovación de la Iglesia católica en los pontificados de Juan XXIII y Pablo VI, e incluso, le podemos considerar como uno de los inspiradores directos de aquel acontecimiento crucial de renovación y puesta al día de la Iglesia. No es difícil encontrar trazos del pensamiento de Jacques Maritain en el espíritu surgido del Concilio Vaticano II, no sólo en el ecumenismo y el movimiento interreligioso, sino también y sobre todo en la relación entre la Iglesia y la sociedad moderna. Muchas de las cuestiones que el pensador francés había trabajado durante años, y que se podrían resumir en la situación de la Iglesia dentro del cambiante mundo actual, se ven reflejadas en los documentos del Concilio.Maritain concebía todo su pensamiento desde el punto de vista del amor cristiano, tanto del amor entre los seres humanos como del hombre con Dios. Por el amor se tiene que construir un mundo mejor y en paz, se han de establecer canales de comunicación más visibles entre Iglesia y sociedad y se ha de promover un diálogo fraterno entre las diferentes confesiones cristianas y entre las distintas religiones.Cristiano comprometidoJacques Maritain estuvo siempre comprometido con la paz y la libertad de los pueblos. Redactó varios escritos contra la Guerra Civil española y contra los regímenes totalitarios de Alemania, Italia y España. En el año 1941, ya exiliado en Estados Unidos a causa de la Segunda Guerra Mundial, publicó A través del desastre, una obra en la que proponía una colaboración entre los católicos y la democracia occidental.Terminado el conflicto Maritain fue llamado por el general De Gaulle para desempeñar el oficio de embajador de Francia ante la Santa Sede, cargo que ejerció entre 1945 y 1948. Esta etapa fue crucial para él, porque estableció una buena sintonía con el Vaticano, lo que más tarde le permitía ser uno de los impulsores del Concilio Vaticano II. Y en aquella época todavía ocupó otro cargo relevante. En 1947 fue el jefe de la delegación francesa en la Asamblea de la UNESCO de la Ciudad de México. Maritain jugó un papel importante en el espíritu fundador de la organización y en la Declaración universal de los derechos humanos de las Naciones Unidas.En los últimos años de su vida, y una vez que falleció su esposa Raïssa en 1960, Jacques se retira con la comunidad de los Hermanos de Jesús, en Toulouse de Llenguadoc. Más tarde hará su profesión religiosa. Sólo interrumpirá este retiro para asistir a ciertos actos del Concilio Vaticano II. Morirá en el seno de esta comunidad religiosa el 28 de abril de 1973 dejando una obra póstuma, Las dos grandes Patrias, considerada su testamento espiritual.Al año siguiente, tras la muerte del insigne pensador, se fundaba en Roma el Instituto Internacional Jacques Maritain. Esta entidad tiene por objetivos estudiar y difundir el pensamiento Jacques Maritain, pero también promover investigaciones más generales sobre los problemas de la cultura, la sociedad y el hombre contemporáneo. Por otro lado, el Círculo de Estudios Jacques y Raïssa Maritain, con sede en Kolbsheim, en Estrasburgo, desarrolla una función centrada en la obra del matrimonio Maritain. Esta institución conserva la documentación de los Maritain, la da a conocer y fomenta su estudio.Raïssa y las grandes amistadesNo podemos comprender la evolución y la obra de Jacques Maritain sin la influencia de su esposa. De pequeña, Raïssa Oumançoff, cuando todavía vivía en Rusia, ya había demostrado una inteligencia y una perspicacia excepcionales, cualidades que más tarde, en Francia, demostró sobradamente en la universidad y en las obras que escribió. Fue ella quien, de hecho, encaminó a su marido hacia personalidades destacadas del mundo cultural y religioso, y no sin razón Jacques la consideró como su inspiradora.La obra más conocida de Raïssa es Las grandes amistades, editada por primera vez durante el exilio de los Maritain en Estados Unidos. El libro es un repaso de la evolución espiritual del matrimonio y, por encima de todo, una descripción de todos los amigos que habían hecho hasta entonces, esta es la razón del título. Las amistades de los Maritain nacieron primero en la universidad y, después, sobre todo, en Meudon. En su casa se reunieron durante años personalidades muy diferentes del mundo cultural, independiente de sus creencias. Por la casa del matrimonio Maritain pasaron, aparte de teólogos y filósofos, escritores como Emmanuel Mounier, Jean Cocteau, Georges Bernanos, François Mauric y Julien Green; pintores como Changall y Rouault y músicos como Manuel de Falla y Strawinsky. A partir de la Segunda Guerra Mundial, y una vez instalados en Nueva York, Jacques y Raïssa continuaron relacionándose con el mundo intelectual, principalmente con exiliados franceses. Después de este periodo americano, Maritain se relacionó con el cardenal Journet y con el propio papa Pablo VI, con quien compartía el espíritu de la conclusiones del Concilio Vaticano II.Pero uno de los aspectos menos conocidos de los Maritain fue su relación con Cataluña. Jacques estableció amistad con personalidades católicas catalanas como el cardenal Francesc Vidal i Barraquer, Joan Baptista Roca, Carles Cardó y Ramón Sugranyes. Y el pensamiento de Maritain se ha dejado sentir por ejemplo en escritores como Marià Manent y Joseph María Piñol. También en algunos políticos  tales como Anton Cañellas, Joan Rigol y Jordi Pujol y el obispo Joan Carrera. Fue precisamente Mons. Carrera quien tradujo Las grandes amistades al catalán en el año 1964.  Eduard Brufau, Catalunya Cristiana, 25 septiembre 2003 «Maritain amaba a la Iglesia, veneraba en ella el misterio del don de Dios y la Esposa de Cristo, la servía. Por otro lado, la Iglesia es un pueblo, y Maritain es uno de sus hijos: es muy difícil aislar su aportación “personal”, en la que ha intentado hacer fructificar lo que él mismo había recibido…Se puede rememorar el homenaje que el papa Pablo VI, amigo suyo, le rindió. El 8 de diciembre de 1965, durante la clausura solemne del Concilio Vaticano II, remitía a los hombres de ciencia y de cultura a Jacques Maritain, y subrayaba el sentido de esta elección simbólica diciéndoles: “La Iglesia os reconoce el trabajo de toda vuestra vida”. Y el domingo 29 de abril de 1973, a la hora del ángelus, el mismo Papa anunciaba la muerte de Maritain acontecida la vigilia anterior en Toulouse, y concluyó designándolo con estas palabras: “Era verdaderamente un gran pensador de nuestra época, un maestro en el arte de pensar de nuestra época, un maestro en el arte de pensar, de vivir y de rezar.” El papa Juan Pablo II le ha rendido igualmente un homenaje muy fuerte en 1982, para el centenario del nacimiento del filósofo.Si se quiere detallar la contribución de Maritain citemos “fe y razón” (es suficiente con evocar los títulos de unos cuantos trabajos suyos: Los grados del saber, Ciencia y sabiduría); las relaciones de la Iglesia y del Estado, la cuestión de la libertad religiosa; humanismo integral y el ideal de una nueva cristiandad, de un cristianismo promotor de los derechos humanos y nutridor de un ideal de fraternidad humana; la ejemplaridad de su combate contra el antisemitismo y los regímenes totalitarios; la promoción del laicado en la Iglesia… Pero no se pueden olvidar las fuentes fecundas de su mediación metafísica sobre el misterio del ser, el misterio de Dios, el misterio de la libertad y el misterio del mal».Entrevista a René Mougel, Director del Círculo de Estudios J. y R. Maritain 
 

50 años de la muerte de Jacques Maritain y Carlos de Foucauld

La vida de una persona y en consecuencia su vocación, se ve al final de su vida. Y esto es precisamente lo que le ocurrió a Jacques Maritain, que fruto de su amistad con el Padre Rene Voillaume y con la familia espiritual de Carlos de Foucauld, que acabó convirtiéndose en la suya, puesto que pasó los trece últimos años después de la muerte de Raïssa como profesor de los Hermanitos, viviendo completamente con ellos y como ellos en un barracón en el jardín del convento de los dominicos de Toulouse. Maritain sintonizaba perfectamente con la espiritualidad del Padre Foucauld, con su fraternidad universal, con esta humildad, sencillez, proximidad con todo tipo de personas, cualquiera que fuese su cultura, su religión, su ideología. Hay un texto de Jacques, publicado en los Cahiers Jacques Maritain, sobre la vocación de los Hermanitos de Jesús, que manifiesta lo bien que comprendía esta vocación. Explica cómo el carisma de Foucauld consiste en expresar la caridad de Cristo a través de los gestos de la vida cotidiana, que no son los gestos sacros de las demás órdenes religiosas. Por eso no llevan hábito, porque ni tienen un convento. Como los signos sagrados en su vida están reducidos al mínimo, uno se pregunta dónde está la mediación a través de la cual se va a manifestar el Evangelio. Según explica Jacques. va a ser a través de los gestos cotidianos que constituyen lo que él llama «microsignos». Estos son signos mínimos a través de los cuales se expresa el carisma de una persona que tiene esta vocación. Esta encontrará instintivamente con la gracia del Espíritu Santo la palabra o el gesto de la vida cotidiana que hay que hacer para hacerse cercano en la caridad, prójimo, de aquel que está lejos de Cristo.

Ahí se ve cómo realmente lo que fue el final de la vida de Maritain era lo que llevaba dentro de sí desde el principio. Hay algo de estos «microsignos» de la caridad que pasa por la mirada, como se puede ver en la foto tan conocida del Padre de Foucauld en la que este le mira a uno. Su mirada expresa misteriosamente la mirada de Cristo que capta toda nuestra persona. También Jacques compartía algo de esa mirada de Cristo.

Para ver este proceso, hemos dividido el libro Jacques Maritain y Carlos de Foucauld en dos partes con siete apartados cada una de estas. En la primera se analiza como fue el encuentro con la Verdad de Raissa y Jacques Maritain. En la segunda como llegan ambos a la plenitud de la verdad, poniendo como telón de fondo a Carlos de Foucauld, su discípulo René Voillaume y las Fraternidades que han surgido. Como colofón o epílogo, la carta que el propio Maritain escribió a propósito de los Hermanos de Jesús

Ahí se ve cómo realmente lo que fue el final de la vida de Maritain era lo que llevaba dentro de sí desde el principio. Hay algo de estos «microsignos» de la caridad que pasa por la mirada, como se puede ver en la foto tan conocida del Padre de Foucauld en la que este le mira a uno. Su mirada expresa misteriosamente la mirada de Cristo que capta toda nuestra persona. También Jacques compartía algo de esa mirada de Cristo.

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La misión de la Fraternidad se dilata (Hnos. de Jesús)

L

Si los años de guerra resultaron una ocasión providencial para que la Fraternidad se afirmara en su espíritu propio, el tiempo inmediatamente posterior no habrá de ser menos importante en orden a revelar su futura orientación.

Poco después de acabada la guerra, el P. Voillaume emprenderá un viaje a Francia y otro a Roma resultando ambos decisivos para el futuro de la Fraternidad. Antes de ir a Francia en 1945, Voillaume conocerá en Argel a militantes obreros cristianos. Como consecuencia de ese encuentro, comienzan a entrever la posibilidad de estar presentes en el mundo obrero.

El posterior viaje a Francia y los contactos que allí tendrá, confirmarán a Voillaume en esta idea, que anuncia a los hermanos a su vuelta a El-Abiodh. De este modo, las nuevas Constituciones, redactadas por entonces y aprobadas en 1947, considerarán como destinatarios de la misión de la Fraternidad no sólo el Islam sino toda tierra de misión, en la que incluían al mundo obrero, en razón de su descristianización.

También se subraya la importancia del trabajo, aunque no se contemplara aún la posibilidad del trabajo asalariado en el exterior: también la fraternidad obrera se la concebía por entonces como monástica, aunque inserta en el medio obrero y en intercambio de relaciones y adaptación al mismo.

Entre las personas que Voillaume encontró en Francia y que habrían de confirmarlo en el proyecto de las fraternidades obreras, es preciso destacar a la Hermanita Magdeleine de Jésus, fundadora de las Hermanitas de Jesús, con quien ya por entonces tenía una importante relación. Hubo siempre entre ellos una profunda comunión en la manera de concebir el ideal de las Fraternidades, y no es fácil delimitar las respectivas influencias, que fueron recíprocas. Lo más relevante dentro de este período fue, sin duda, el viaje que el P. Voillaume hizo con Fr. André entre abril y junio de ese año. El principal cometido del mismo era organizar una fraternidad de estudios en Roma. Frère André acompañaba al P. Voillaume para aconsejarlo en esto y para reencontrarse en Roma con su amigo Jacques Maritain –por entonces embajador de su país ante la Santa Sede–, a quien no veía desde hacía trece años. Milad quedaba, mientras tanto, como responsable en El-Abiodh.

El primer hecho destacable es el encuentro que tienen en Argel, antes de cruzar hacia Europa, con dirigentes de la J.O.C. De lo conversado con ellos surge la posibilidad de una fraternidad obrera con trabajo en el exterior, pues los jocistas objetan el proyecto de un trabajo artesanal independiente, en orden a evitar el riesgo capitalista de otras órdenes o congregaciones religiosas. Así nace, pues, unido al deseo de una pobreza real y efectiva, la idea del trabajo asalariado en el exterior de la fraternidad. Pero es necesario tener en cuenta aquí que en ningún momento había sido puesta en duda la naturaleza contemplativa de la vocación de las Fraternidades.

En Roma fueron numerosos los encuentros con los Maritain con los que se creó un vínculo particular. Hubo un total acuerdo entre ellos respecto de la posibilidad y la importancia de una vida contemplativa en el mundo. Resumiendo, consideramos que sería superficial reducir a una sola causa lo que en la acción providente de Dios tuvo un curso manifiestamente más complejo. No podríamos prescindir del contexto histórico-pastoral de la Iglesia en Francia durante aquellos años: la preocupación misionera por evangelizar el mundo obrero como tema dominante.

Finalmente, cabe señalar que a comienzos de 1947 aparecerá el primer libro del P. Voillaume: Les Fraternités du Père de Foucauld. Mission et esprit.

Guerra, dispersión y expansión