
Este viernes 23 de abril serán beatificados en Guatemala 10 mártires, entre ellos tres
sacerdotes españoles Misioneros del Sagrado Corazón. En la segunda mitad del siglo
pasado, durante el conflicto armado interno, fueron martirizados muchos cristianos “en
odio a la fe”; los próximos beatos son solamente los representantes de ellos.
Compartimos esta entrevista que el Obispo de dicha diócesis nos ha concedido; él conoce
muy bien la espiritualidad de Carlos de Foucauld y es amigo de las Fraternitdades.
Monseñor: la Diócesis del Quiché que usted guía como pastor se prepara a un evento
trascendental que es la beatificación de 10 mártires reconocidos como tales por el Papa
Francisco. ¿Qué significa para la Iglesia de Guatemala y para el pueblo Quiché en
particular este acontecimiento?
En primer lugar significa que durante las décadas de los años 80’ y 90’ del siglo pasado, en
estas tierras de Quiché hubieron discípulos de Jesús que después de una vida entregada al
servicio del Reino de Dios, derramaron su sangre como testigos fieles del Señor.
Así mismo, su testimonio nos muestra los frutos de la obra de la evangelización en nuestras
comunidades, impregnadas todavía de la cultura y valores mayas. Es el reconocimiento de
que ya no solo hay semillas del Verbo.
La Iglesia de Guatemala, como en toda América Latina, es una iglesia misionera y se
caracteriza por el papel fundamental que realizan los laicos. El Papa Francisco en
varias ocasiones ha subrayado la necesidad para toda la Iglesia de ser evangelizadora:
¿Nos puede compartir algo acerca de su experiencia?
Desde los años 40’ siempre del siglo pasado, como en otros lugares del altiplano
guatemalteco, en Quiché se inició un trabajo intenso de evangelización por medio del
método y la espiritualidad de la Acción Católica; método que ha sido apropiado e
inculturado por las comunidades, tomando las características de un fuerte protagonismo de
los laicos. Desde la lectura de la Palabra de Dios y un empeño decisivo para llevar a la
realidad el proyecto de Jesús de Nazaret, las comunidades fueron creciendo en una
experiencia cristiana nunca vista en estas tierras. La vida y el testimonio de nuestros
mártires se caracterizó por sus obras de servicio y caridad, convencidos que el cristiano no
puede desentenderse de la realidad en la que vive. Lucha por su pueblo y con su pueblo,
bajo el signo del amor a Dios y a los hermanos. El seguidor de Cristo, se abre con
generosidad a las grandes necesidades del pueblo, lucha contra la pobreza y la injusticia.
Sabe unir fe y vida, sin separar la lucha por la igual dignidad humana de la confianza en
Dios. Si el Evangelio fue su camino, la fe los transformó en testigos. En aquel momento
histórico que les tocó en suerte, la misión de la Iglesia les ayudaba a entender la vida como
un tiempo de gracia que los impulsaba a vivir una tensión continua hacia la eternidad, sin
dejar de tener los pies en la tierra. De esta conciencia surgió su compromiso social: fueron
promotores de la justicia, constructores de la paz, artesanos del bien común, defensores
inclaudicables de la persona y sus derechos, amantes y defensores de la Madre Tierra,
heredada de sus antepasados.
Usted y Mons. Julio Cabrera, su predecesor, han entrado en contacto con la
espiritualidad del beato Charles de Foucauld que será canonizado probablemente
hacia finales de este año. ¿Nos puede decir algo al respecto?
La vida y el testimonio que ha dejado el Beato Charles de Foucauld, ha sido como el
horizonte que nos ha inspirado en nuestra misión al servicio del Reino de Dios en esta
Iglesia que camina en las tierras de Quiché. El espíritu de fraternidad, de condivisión con
los pobres y oprimidos que también ha caracterizado al Beato Carlos nos ha acompañado en
la vivencia con estos pueblos originarios. La mirada contemplativa a la vida de las personas,
las familias y comunidades, ha sido también un elemento que la espiritualidad del Hermano
Carlos nos ha regalado.
La última encíclica de Papa Francisco, Fratelli Tutti, sobre la fraternidad universal, es
un documento que lanza una invitación y también un desafío al mundo entero. Padre
de Foucauld es también llamado el Hermano Universal, y precisamente por eso el
Papa afirma que se ha inspirado también a él. ¿Cómo advierte el tema de la
fraternidad universal en su diócesis y en Guatemala?
Hay que reconocer el hecho que el conflicto armado nos ha heredado un tejido social
bastante lastimado por distintos factores: religiosos, sociales y políticos. La reconstrucción
del mismo tejido ha sido uno de los esfuerzos principales que como Iglesia hemos tratado de
llevar adelante, mediante una labor que propiciara la reconciliación y la promoción del
trabajo común en las comunidades de cara a un desarrollo integral para mejorar la calidad
de vida y las relaciones fraternas.
¿Desea compartir algo más en particular para terminar nuestra conversación?
El testimonio de nuestros mártires quiere ser un aporte a toda la Iglesia desde una vida
sencilla y humilde, puesta al servicio del Reino de Dios. Una vida sellada como la del
Maestro con su propia sangre; y también quieren inspirarnos para que conjuguemos fe y
vida en el seguimiento de Jesús de Nazaret.
Y por último estos son los nombres de los futuros beatos:
P. José María Gran Cirera, MSC, cuyo nombre lleva la causa de beatificación por ser el
primer mártir de este grupo, nacido en Barcelona, España, y asesinado a los 35 años.
Domingo del Barrio Batz, padre de familia, sacristán y compañero del P. José María, muerto
a los 29 años en la misma emboscada que el Padre.
Tomás Ramírez Caba, casado, sacristán mayor de Chajul, acribillado por la espalda en las
dependencias del templo a sus 46 años.
P. Faustino Villanueva, MSC, nacido en Navarra, España, asesinado en el despacho
parroquial de Joyabaj de un tiro en la cabeza, tenía 49 años.
Nicolás Castro, ministro extraordinario de la comunión, se jugó la vida varias veces
llevando la santa Eucaristía a su gente por las montañas; casado, baleado frente a su familia
a los 35 años.
Reyes Us Hernández, líder nato, promotor de la salud, emprendedor de obras en favor de la
comunidad y catequista. Asesinado el 21 de noviembre de 1980.
Juan Barrera Méndez, el niño que sabía leer y acompañaba a los catequistas para leer la
Biblia y enseñaba la historia sagrada a los de su edad mientras los catequistas cumplían su
misión; torturado y asesinado a los 12 años.
P. Juan Alonso, MSC, natural de Asturias, España, hombre fuerte, amante de lo más difícil,
con una vida de oración fuerte; fue torturado en dos ocasiones y continúo con su labor hasta
que lo asesinaron con disparos en la cabeza, tenía 47 años.
Don Rosalío Benito, de 80 años, uno de los primeros catequistas desde 1940; analfabeto,
aprendió de memoria todos los rezos de su tiempo y los enseñaba a la comunidad, así como
párrafos enteros de la Biblia; fue torturado y echado su cuerpo en un pozo.
Miguel Tiu, catequista fiel y que siempre decía la verdad, por ello fue perseguido, torturado
y asesinado a sus 50 años.

