Annalena Tonelli, un testimonio evangélico que pone los pelos de punta

Lo único que realmente cuenta en la vida es amar» - La Civiltà Cattolica

El 6 de octubre, en Boorama, pequeña ciudad de Somalia, Annalena Tonelli recibió un disparo en la cabeza. Murió desangrada en el hospital que había fundado siete años antes. Tenía 60 años y llevaba 33 en África. Quién era y qué hacía en Somalia lo cuenta en un testimonio que dio en diciembre de 2001 en una conferencia celebrada en el Vaticano:

«Dejé Italia en enero de 1969. Desde entonces he vivido al servicio de los somalíes. Han sido treinta años de compartir. Elegí ser para los demás – los pobres, los que sufren, los abandonados, los que no son amados –, fui niña y así he sido, y confío en que lo seguiré siendo hasta el final de mi vida. He querido seguir a Jesús: pobre con los pobres, con los que mi día a día está lleno.

«Vivo en servicio, sin la seguridad de una orden religiosa, sin pertenecer a ninguna organización, sin sueldo, sin cotizar para cuando sea vieja. Dejé Italia tras seis años de servicio a los pobres en uno de los barrios pobres de mi ciudad natal [Forlì]. Pensé que no podría entregarme completamente a los pobres quedándome en mi país. […] Los límites de mi acción me parecían tan estrechos, tan asfixiantes. Treinta y tres años después estoy gritando el Evangelio sólo con mi vida y ardo en deseos de seguir gritándolo así, hasta el final. Esta es mi pasión subyacente, junto con una pasión invencible por el hombre herido y disminuido sin haberlo merecido, más allá de la raza, la cultura, la fe.

«Intento vivir con un respeto extremo por «ellos», que el Señor me ha dado. He asumido en la medida de lo posible su estilo de vida. Llevo una vida muy sobria en vivienda, alimentación, medios de transporte, vestimenta. He renunciado espontáneamente a los hábitos occidentales. He buscado el diálogo con todos.

«Vivo en un mundo estrictamente musulmán. He vivido los últimos cinco años en Boorama, en el extremo noroeste del país, en la frontera con Etiopía y Yibuti. Allí no hay ningún cristiano con el que pueda compartir. Dos veces al año, en Navidad y en Pascua, el obispo de Yibuti viene a decir misa por mí y conmigo. Hoy muchos de los somalíes que tenían reparos contra mí me han aceptado y se han convertido en mis amigos. Hoy saben que estuve dispuesta a dar la vida por ellos, que arriesgué mi vida por ellos.

«Mi primer amor fueron los enfermos de tuberculosis, las personas más abandonadas, más rechazadas de ese mundo. Estaba en Wajir, en el corazón del desierto del noreste de Kenia, cuando conocí a los primeros enfermos y me enamoré de ellos, y fue un amor a la vida. No sabía nada de medicina. Empecé a llevarles agua de lluvia que recogía de los tejados de la hermosa casa que el gobierno me había regalado como profesora. Me saludaban con la cabeza, aparentemente molestos por la torpeza de aquella joven blanca. Todo estaba en mi contra. Era joven y, por tanto, no merecía ser escuchada ni respetada. Era blanca y, por tanto, despreciada por esa raza que se considera superior a todas. Era cristiana y por lo tanto despreciada, rechazada, temida. Estaban convencidos de que había ido a Wajir a hacer proselitismo. Y además no estaba casada, un absurdo en ese mundo, donde el celibato no existe y no es un valor para nadie, de hecho es un no-valor.

«Treinta años después, por no estar casada, me siguen mirando con compasión y desprecio en todo el mundo somalí que no me conoce bien. Sólo los que me conocen bien dicen que soy tan somalí como ellos y que soy una verdadera madre para todos aquellos a los que he salvado, curado, ayudado, pasando por alto la realidad de que no soy ni seré nunca una madre natural.

Annalena Tonelli (Forlì, 2 de abril de 1943 – BooramaSomalia, 5 de octubre de 2003) fue una misionera católica italiana. Trabajó durante 33 años en África, tratando enfermedades como la tuberculosis y el HIV, realizando campañas en contra de la mutilación de los genitales femeninos y en escuelas especiales para niños de diferentes capacidades. En junio de 2003, Annalena ganó el Premio Nansen, que es entregado anualmente por ANCUR, en reconocimiento al servicio que ella brindó a los refugiados. Anna fue asesinada en su hospital por un somalí armado, perteneciente al AIAI.[1][2][3]

Biografía

Annalena Tonelli nació en 1943 en Forlí, Emilia Romagna, provincia de Italia. Se graduó en Leyes en la Universidad. Después de «seis años de servicio a gente pobre de los suburbios, chicos huérfanos, enfermos mentales o chicos abusados» de su ciudad, en 1969, la Annalena de 25 años viajó a África apoyando al Comité Contra el Hambre Mundial de Forlí, que ella había ayudado a que empezara.

Al principio, ella trabajó como una profesora de secundaria en Wajir, un región semi-desierta en el Noreste de Kenia, habitado por personas nómadas de origen somalí. El pésimo estado de salud de la comunidad local, llevó a Anna a estudiar medicina. Ella estaba calificada en Kenia para tratar la tuberculosis, en el Reino Unido para la Salud Pública, y en España para la lepra.

Ya en 1976, Annalena se hizo responsable en un proyecto piloto para tratar la tuberculosis en las personas nómadas. Entonces, Annalena invitó a los pacientes con tuberculosis al Centro de Rehabilitación para el Discapacitado, que ella, junto a otras voluntarias, estaba abriendo para tratar a enfermos de poliomielitis, ciegos, sordomudos y personas con otras discapacidades. Este enfoque garantizó que varios pacientes tomen el tratamiento, junto a una terapia de seis meses, que fue adoptada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En 1984, tras diversos enfrentamientos entre clanes, la armada de Kenia inició una campaña represiva contra los clanes somalíes en la zona de Wajir. La denuncia pública por parte de Annalena ayudó a detener los asesinatos. Arrestada y puesta frente a una corte marcial, se le dijo que el hecho de que haya escapado a dos emboscadas no era una garantía que sobreviviría a una tercera, y fue forzada a abandonar Kenia.

Annalena Tonelli viajó a Somalía, primero a Merca, y luego a Borama. Aquí, su trabajo incluyó: Un hospital de 250 camas, una Escuela de Educación Especial (con 263 estudiantes) para niños discapacitados (única escuela de estas características en todo Somalía), un programa para la erradicación de la mutilación genital femenina, cura y prevención del HIV Sida y auxilio a marginados, huérfanos y gente pobre.

En octubre del 2003, Annalena fue asesinada en el hospital contra la tuberculosis que ella había abierto en Borama, por un hombre armado, perteneciente al AIAI. Dos semanas después del asesinato de Anna, Dick y Enid Eyeington, fueron asesinados en su departamento de la Escuela Secundaria de Auxilio Sheikh, en la región de Sheikh, por la misma célula terrorista. Los asesinos fueron arrestados en 2004, enjuiciados y condenados a muerte por una corte local.