P. Albert Peyriguere – Dirección espiritual

Me encanta el estilo de escritura de cartas del padre Peyriguere. La sutilidad de sus sencillas cartas merece una reflexión lenta y deliberada. De hecho, dice cosas que pocos son capaces de decir y pocos son capaces de entender, y menos aún son capaces de vivir.

Sí, como usted dice, esté lleno de gratitud. Gratitud porque saliste de la noche, y también porque te sumergiste en ella, te abandonaron, te aplastaron. Gratitud por todo en tu vida, ya que todo te viene de Dios, y sabes que Dios es tu Padre y Amigo. Solo quiere lo que es para nuestro bien. Él nos guía por Sus propios caminos hasta donde Él quiere que vayamos. Y qué bueno es dejarle elegir los caminos por los que conduce nuestros pasos hacia él.

Mientras alaba y ama los “misterios de los designios de Dios”… no debe esforzarse por ver estos designios. Sólo hay una cosa que vale la pena: entregarse usted y su fortuna a Su voluntad con la confianza ciega y total de un niño pequeño en los brazos de su padre. El niño no sabe adónde lo lleva su padre, y ni siquiera piensa en preguntar.

Sí, su deber del momento es estar tranquilo, en paz, totalmente relajado y no cuestionar ni a Dios ni a usted mismo acerca de lo que sucederá a continuación, y con esto me refiero no a lo que sucederá pasado mañana o mañana, sino incluso hoy.

Reciba con gran serenidad el regreso progresivo de la luz a su alma. No se apresure a hacerlo con avidez e impaciencia. Acéptelo como viene y en la medida en que se le da.

¡Descansa, descansa, descansa! Este es su deber por el momento. Recuerda que en la vida del alma no hay acción ni inacción. Estas palabras no tienen sentido. Simplemente hay aceptación de la voluntad del Padre, y esta es la actividad suprema. Todo lo que no proviene de Él, pero que hemos tratado de arrebatarle con nuestros deseos y preferencias, es agitación y, por tanto, inútil.  

Y así, por lo que ha sucedido y lo que sucederá, alabado sea Dios.

¿Quieres conocer nuestro trabajo? Sí, acepté la ayuda de una seguidora del padre de Foucauld, una hermana que ahora me instalé en Khenifra. ¿Sabes lo que le dije antes de que viniera? No insistir en tener misa todos los días. El padre de Foucauld pide a sus seguidores que estén preparados para morir de hambre. Y yo, con más dureza aún, le impuse un hambre más terrible que cualquier otro, un hambre de la Eucaristía. Está segura de misa y, por tanto, de la Comunión sólo cada dos semanas. Ella estuvo de acuerdo. Para compensar esto y ayudarla a mantenerse firme, cada vez que voy a Khenifra le digo que repita una y otra vez al Cristo Eucarístico en su capilla: “De todos modos, si no estuviera aquí, no lo harías. estar allí «. Y es verdad. Sin ella, un pequeño rincón del mundo estaría vacío de Cristo. Por ella está llena de Cristo.

Discípulo de Charles de Foucauld

«Dejad que Cristo os guíe» Albert Peyriguère

Albert Peyriguère nació en Trébons (Altos Pirineos), cerca de Lourdes, en 1883, estudió en Burdeos, fue ordenado sacerdote en 1906 y nombrado profesor del seminario menor. Durante la primera guerra mundial sirvió como camillero y su conducta heroica le valió una condecoración miltar y una lesión muy grave en la mandíbula. Pasó su recuperación en Túnez como capellán de un internado de niños y párroco de Hammamet y Nabeul. Allí se familiariza con el Islam y el mundo musulmán. Más tarde lee la biografía de Charles de Foucauld escrita por René Bazin y, entusiasmado e iluminado por este libro, decide dedicar su vida al ideal del padre Foucauld. A continuación es enviado por su obispo a tratar pacientes con tifus en Taroudant, donde el médico y un hermano franciscano mueren, mientras que él enferma y convalece en un pueblo del Medio Atlas marroquí, El Kbab, provincia de Khenifra, donde finalmente se instala en una ermita de adobe, junto a un dispensario médico para atender a los bereberes, una escuela para niños y una capilla. Con los años, el padre Peyriguère se convirtió en un especialista de la lengua y la cultura bereber. Muere en 1959 en un hospital de Casablanca y está enterrado en El Kbab. Uno de sus discípulos, el padre Michel Lafon, le sucede en la ermita.
Dejad que Cristo os guíe Peyriguère, Albert Colección: Espiritualidad Encuadernación: Rústica Año de edición: 2017 Número de edición: 1ª Páginas: 192

¿Fue Carlos de Foucauld un «monje-misionero»?

«¿Podemos encontrar en una carta aislada la última evolución de Carlos de Foucauld en la conceptualización de su ideal? El Padre Peyriguère lo creyó así y se «apoyó» en este texto para oponerlo a la regla de 1899. El padre Gorée la publicó por primera vez presentándose el mismo como el primer miembro de la orden de los «monjes-misioneros del Padre Foucauld», después de dejar los Hermanitos de Jesús en 1934″1 No es el momento aquí de entrar en la historia de las divergencias que han existido sobre esto entre el padre René Voillaume y el padre Albert Peyriguere. Se trata de un texto escrito en 1911 por Carlos de Foucauld 2.


1  A. CHATELARD, o. C. , 281.

2  El padre Peyriguère pudo realizar lo que le fue prohibido a Foucauld: instalarse en Marruecos y vivir treinta años hasta su muerte, el 26 de abril de 1959 en El Kbab, pequeño pueblo del Medio-Atlas marroquí (cf. M. Lafon, Le Père Peyriguère, Seuil 1967) «Experimentar la vida de monje misionero siguiendo la tendencia de la carta del 13 de mayo de 1911″, escribe el 27 de agosto de 1937 (A. Peyriguère, Laissez-vous saisir par le Christ, Seuil 1981, 106) Habla de su «vida de misonero», el 27 de julio de 1945. «Intento poner a punto la espiritualidad misionera del Padre Foucauld», 20 de septiembre de 1946 «Ha llegado el momento de sacar lo que tiene de profundamente original y muy adaptado a las necesidades del apostolado de hoy este mensaje tan rico» 4 de noviembre de 1947. «Su talla, en la Iglesia misionera, es una talla de gigante», el 14 de abril de 1948. Así, podemos decir, que el pensamiento del padre Peyriguère es claro. Se trata de la Misión. Pero el presentador del libro interpreta este pensamiento hablando de «premisión»:el padre Peyriguère habría desarrollado una «doctrina» y una «espiritualidad de la premisión» «La premisión: en esta palabra se condensan estas páginas de esperanza entregadas a todos los desenredadores» (pág. 6)

                                                                                                                                                                            M. Lafon ha escrito esta palabra en 1967, al día siguiente del Concilio Vaticano II. Pero, el término «premisión» había aparecido algunos años antes del Concilio para designar un movimiento de acercamiento a los mundos no cristianos o no religiosos antes de ser anunciado el Evangelio. El Concilio rechazó este concepto; para él, la misma vida, los actos humanos de los bautizados, de los misioneros, comunican el mensaje de Cristo Resucitado son ya la obra en el corazón de aquellos y aquellas que encuentra el bautizado deseoso, en el profundo silencio de él mismo, de dar a conocer el mensaje de Jesús. Un «desenredador» (desbrozador) tal como lo concibe Foucauld no está en premisión, sino en la Misión, integralmente. Y el padre Fouicauld se hubiese llevado las manos a la cabeza si se definiese los trabajos de «desenredador evangélico» como «premisión», una especie de trabajos anteriores a la Misión, cuando en realidad esos trabajos son el principio indispensable de la Misión, su primera siembra.

Es tan bueno para el alma el desierto…

Peyriguère, Albert | Ediciones Cristiandad

Carta de Albert Peyriguère, sacerdote seguidor de Charles de Foucauld, que vivió muchos años en Marruecos, que nos habla del bien que ofrece el desierto

Talence, 16 de octubre de 1926

«He recibido su cartita de Lourdes: me la han enviado de Ghardaia hacia aquí donde estoy obligado a tomar un poco de reposo.
Era casi fatal: salí muy cansado hacia el Sahara y en pleno verano: la sacudida fue muy dura y la prudencia me recomendaba replegarme momentáneamente.
Digo «momentáneamente», pues pienso poder volver al final de diciembre o a principios de enero.
He pasado allí los días más maravillosos de mi vida: fueron los más verdaderos y los más profundos. El buen Dios me ha hecho morder el fruto: guardo el áspero paladar.
Es tan bueno para el alma el desierto: uno se siente tan cerca de Dios, tan cerca de Dios solo, y, por tanto, tan libre, verdadero, libre de esclavitudes y fingimientos.
Ya os he dicho que en el umbral del desierto, uno deja todas las ataduras que no hacen sino estorbar y dispersar la pobre alma. Sólo lleva aquellas afecciones profundas en las que el corazón, deshecho de todos los demás fardos, se entrega más enteramente. Necesito deciros que su recuerdo fue de aquellos que quedaron más sólidamente agarrados a mi alma: he orado mucho por usted y por los vuestros.
Orad algo por mí: que Dios no me juzgue indigno de la gran vocación que me ha concedido. «

Albert Peyriguère, Siguiendo los caminos de Dios, Barcelona: Ed. Nueva tierra, 1967, p. 126-127.