El futuro del nuevo Medio Oriente pasa por los Acuerdos de Abraham.
Abraham, hijo de Taré, fue oriundo de Ur de Caldea, ubicada al sur de Mesopotamia, a orillas del río Eufrates, cerca del Golfo Pérsico, actual territorio de Irak.
Ur era parte de Sumeria, una constelación de ciudades-estado con religiones politeístas. Sobre el tema puede consultarse mi ensayo titulado “La historia comenzó en Sumeria” publicado en Meer Internacional del 08 de mayo de 2023. Allí se explica que Sumeria fue la primera civilización urbana y creadora de la escritura. De Sumeria proviene nuestro patriarca.
La biografía de Abraham se puede encontrar en el libro del Génesis, atribuido por algunos especialistas a la pluma de Moisés.
Según la tradición fue llamado por Dios (Yahvé) a dejar su país y viajar a una tierra lejana donde se convertiría en el fundador de una nueva nación.
Acompañado de su esposa Saray y su sobrino Lot, migraron hasta Jarán, situada hacia el noroeste, entre la parte superior de los ríos Tigris y Eufrates. Desde allí bajaron hasta la tierra de Canaán más o menos hacia el año 1850 a.C.
Según la Biblia Abraham tenía entonces 75 años de edad. En Canaán llegó hasta el lugar sagrado de Siquem, hasta la encina de Moré. Luego Abraham viajó con Saray a Egipto donde conoció al faraón y finalmente regresó a la tierra de Canaán. El patriarca era entonces muy rico en ganado, plata y oro. Se instaló en Hebrón, donde construyó un altar al Señor.
En vista de que Saray era estéril y no podía darle hijos, le recomendó a Abraham acercarse a su esclava egipcia llamada Agar con el fin de procrear un descendiente. Al cabo del tiempo Abraham acepta el consejo y de su relación con Agar nació Ismael, quién era mitad hebreo y mitad egipcio.
Entonces surge un conflicto de celos entre Saray y Agar que termina con la huida de la esclava hacia el desierto. Más adelante, en plena ancianidad de ambos, nace finalmente un hijo de Abraham y Saray (ahora nombrada como Sara) que es circuncidado y recibe el nombre de Isaac.
Posteriormente viene el relato bíblico en el que Dios puso a prueba a Abraham y le pide el sacrificio de su hijo Isaac. El Patriarca acepta la voluntad del supremo pero en el momento final recibe un mensaje de rectificación: ya no tendrá que sacrificar a su hijo Isaac y bastará con el sacrificio de un cordero. Pero había pasado la prueba. Luego en la Biblia se relata el matrimonio entre Isaac y Rebeca y su descendencia.
Uno de los pasajes menos conocidos del Génesis refiere que después de la muerte de Sara. Abraham volvió a tomar otra mujer, llamada Queturá, con la que tuvo seis descendientes. Y antes de morir el Patriarca dio todo cuanto poseía a Isaac y a los hijos que había tenido con su pareja. Según el relato Abraham vivió ciento setenta y cinco años y finalmente expiró y murió tras una vejez feliz, anciano y colmado de años. Es posible que el número de sus años de vida sea más bien simbólico de longevidad.
Sus hijos, Isaac e Ismael, lo sepultaron en la cueva de Macpelá, en el campo de Efrón, frente a Mambré.
Un tema para otro artículo sería referirse a la numerosa descendencia de Ismael, hijo de Abraham con su esclava egipcia y de la que nacieron doce príncipes de diferentes pueblos. Así también otro tema de estudio sería la descendencia de Isaac, de la que proviene Jacob, quién luego es llamado Israel y procrea los padres de las 12 tribus de Israel. Es muy interesante notar que ambos hijos del patriarca procrearon doce descendientes y líderes de pueblos.
Los musulmanes árabes consideran a Abraham y a Ismael como sus progenitores. Es decir que el islamismo sería descendiente de ambos.
En el cristianismo la genealogía de Jesús se remonta hasta Isaac, hijo de Abraham.
Para mi modesto entender Abraham fue el fundador del judaísmo, la religión monoteísta más antigua del mundo, el Patriarca de los israelitas y el primer integrante del pueblo y de la fe de los judíos. El abandonó los cultos politeístas propios de su tribu en Sumeria y se convirtió en creyente en un Dios único, creador de los cielos y de la tierra, de Adán y Eva y del género humano. El fue el primer referente genealógico del que disponemos los estudiosos de la historia del moderno estado de Israel.
Pero el Islam también venera a Abraham, llamado Ibrahim, y considerado Patriarca de los musulmanes. Y en la Biblia de los cristianos, dentro del Génesis, se considera a Abraham el primer patriarca, el origen y el padre en la formación del pueblo elegido por Dios.
Abraham entonces es el punto de convergencia espiritual y cultural de las tres grandes religiones abrahámicas que se consideran a sí mismas monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Un verdadero punto de encuentro para el diálogo, la tolerancia, la cultura de paz y la cooperación interreligiosa que facilita el camino hacia la paz y la solución pacífica de los conflictos. Abraham es el patriarca de la tolerancia.
Cuatro años después de la visita del Papa Francisco -el primer viaje apostólico del pontífice al exterior, cuando todavía continuaba la pandemia de Covid-19-, la comunidad católica iraquí se dispone a inaugurar un nuevo templo en Ur de los Caldeos, la iglesia de Ibrahim Al-Khalil, nombre que remite a Abraham (origen de la fe de judíos, cristianos y musulmanes). El templo forma parte de un complejo mayor que se levanta en la llanura desértica, y se destaca por una característica forma piramidal.
El lugar de culto quiere ser también un estímulo para la comunidad cristiana iraquí, diezmada en los últimos veinte años hasta el punto de que, si en el pasado contaba con cerca de 1,5 millones de fieles, hoy sólo quedan unos pocos cientos de miles. El edificio se levanta en un predio de diez mil metros cuadrados, tiene en su interior una gran sala de 600 metros cuadrados y cuenta con un campanario de 23 metros de altura. El propósito del templo no es sólo estar al servicio de la comunidad cristiana sino también atraer turistas de todo el mundo, especialmente peregrinos cristianos.
A los 4 años de la visita del Papa
Un edificio que es al mismo tiempo un «mensaje», un signo de «apertura», un lugar de «peregrinación internacional» para los iraquíes y creyentes de todo el mundo, cristianos y musulmanes, porque Abraham «es el padre común», dice a AsiaNews el patriarca de Bagdad de los Caldeos, el cardenal Louis Raphael Sako, sobre la inminente inauguración de una iglesia en Ur de los Caldeos cuatro años después de la visita del Papa Francisco. La inauguración debía realizarse el 6 de marzo, en coincidencia con el aniversario de su viaje apostólico, pero «se celebrará después de Pascua -explica el cardenal – porque se espera que asistan a la ceremonia el primer ministro Mohammed Shia al-Sudani y otras personalidades musulmanas, y preferimos postergarla para después del Ramadán, el mes de ayuno y oración islámico».14
El lugar de culto, explica el cardenal Sako, quiere ser un punto de referencia y un centro de peregrinación «como la iglesia del Bautismo en el río Jordán o la Casa Abrahámica en los Emiratos Árabes Unidos». «Hoy –continúa– necesitamos estos signos y estos lugares que unen a toda la humanidad y constituyen un punto de encuentro para todas las religiones». Este templo es «importante para Irak y para los iraquíes, es un ‘signo’ cristiano en una realidad de gran mayoría musulmana que ayudará a comprender a los cristianos y a respetar su religión, teniendo presente los puntos de coincidencia y aceptando los elementos de diversidad para vivir en paz y estabilidad».
La fachada principal de la iglesia de Ibrahim Al-KhalilAsia News
«Hoy – cuenta el cardenal Sako – todos lo recuerdan la visita del Papa Francisco, así como él mismo ha dicho varias veces que Irak estaba en su corazón. Las condiciones de salud del pontífice son motivo de preocupación no sólo para los cristianos, sino también para las autoridades y muchos musulmanes. «Hace dos días -dice el cardenal- me llamó el primer ministro para preguntarme por su salud y desearle una pronta recuperación. El Papa goza de gran respeto entre la población, porque con su presencia supo cambiar [al menos en parte] la mentalidad, fortaleció la convivencia, el sentido de fraternidad, la conciencia de que la fe es una cuestión personal y que la pertenencia al Estado representa un bien común». Este último es un problema fundamental en Irak «como en general en los países de Oriente Medio, desde Siria hasta el Líbano, pasando por Irak y Palestina. Hay que terminar con la ideología extremista y violenta, con la guerra, la muerte y la destrucción, hay que recurrir a la diplomacia blanda».
El patriarca caldeo considera el ejemplo de otros países árabes, como los del Golfo, donde «ya no hay una ideología religiosa tan extremista, la fe es la base, pero el régimen, el sistema de gobierno debe ser civil. Y hay que trabajar – añade – para construir un Estado de derecho, de justicia, de igualdad, en el que estén garantizados el respeto y la seguridad». Por otra parte, Irak debe valorizar su patrimonio cultural y arqueológico, el «verdadero oro negro», como suele repetir, porque «con el turismo y las peregrinaciones se puede apoyar la economía del país. Un día el petróleo se va a terminar, pero las antigüedades, los tesoros, si se conservan, permanecerán». La valorización del patrimonio, advierte, debe ir acompañada de un compromiso por la paz porque «todos estos frentes de guerra son preocupantes y no sabemos qué puede pasar. Siria y Líbano también son fuente de incertidumbre, aunque espero que puedan continuar por este camino de construcción política, nacional y económica».
Originario de Ur de los Caldeos, en la antigua Mesopotamia, Abraham (inicialmente llamado Abram) emprendió un viaje trascendental que cambiaría el curso de la historia. Siguiendo el llamado divino, dejó su tierra natal junto a su esposa Sara y su sobrino Lot, dirigiéndose hacia una tierra prometida que aún desconocía. Esta muestra de fe y obediencia es el cimiento sobre el cual se edifican las narraciones bíblicas.
Desde el 29 de julio de 2013 ya no sabemos nada del Padre Paolo Dall’Oglio. Diez años después de su muerte, además de la experiencia directa de quienes lo conocieron, quedan sus escritos y el testimonio del monasterio de Mar Musa.
La vida monástica de este lugar se remonta al siglo VI y estaba ligada al rito siro-antioqueño. De la inscripción en la pared leemos que la actual iglesia del monasterio data del año 450 d.H. (1058 d.C.).
Característica de la inscripción son las palabras típicamente coránicas «En el nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo». En el siglo XVI el monasterio fue parcialmente reconstruido y ampliado, aunque luego fue abandonado por los monjes que se reunían allí los domingos por la mañana y a quienes quizás les resultaba difícil hacerlo en aquellas condiciones.
Alrededor de 1850 la propiedad pasó a la Eparquía siro-católica de Homs, Hama y Nebek y la parroquia local intentó preservarla lo mejor posible, ya que cristianos y musulmanes iban allí con frecuencia para visitas devocionales. Los frescos cobran especial importancia y, en el tercer piso, tras las últimas restauraciones, leemos: “Terminado en el año seiscientos cuatro [de la Hégira, 1208 d.C.] por manos del decorador Sergio, hijo del sacerdote Ali, hijo de Barran. Dios tenga misericordia de él y de todos los que acuden a este bendito oratorio y que sean sanados. Amén» [1] .
Mar Musa: una comunidad interreligiosa
El padre Paolo Dall’Oglio se compromete a conseguir fondos para recuperar completamente la estructura, llevar agua, electricidad y revitalizar todo el valle. De diversas maneras ha intentado implicar al Gobierno sirio y también al italiano, recuperando parte de los fondos necesarios que proceden también de diversos benefactores de la zona y también de Europa.
La comunidad actual es mixta, interreligiosa y dedicada al diálogo islámico-cristiano.
Lo que caracteriza a la comunidad monástica se puede resumir en tres prioridades y un horizonte [2] :
la vida contemplativa
compromiso con el trabajo manual
Hospitalidad abrahámica.
La primera prioridad, la vida contemplativa, se inspira en la tradición siríaca y en el contexto islámico árabe y de Oriente Próximo.
El compromiso con el trabajo manual parte del ejemplo de la familia de Nazaret, que une en sí la experiencia ‘concluida’ donde se unen cuerpo y espíritu, materialidad y horizonte del Reino.
En todas las épocas, los monjes han practicado la hospitalidad; “hospitalidad hecha de servicio, de misericordia y de perdón, hospitalidad de sabiduría y dirección espiritual, hospitalidad de la mesa común y del silencio, hospitalidad de acoger a los demás en su riqueza y necesidad, en su carisma particular y en su sed espiritual”; Hospitalidad abrahámica.
El horizonte es el de una especial consagración al amor de Jesús Redentor por los musulmanes. En este marco, la comunidad monástica se presenta como ‘levadura evangélica en la comunidad musulmana’ con un espíritu de amor mutuo, de consideración y respeto mutuos, prestando la debida atención a esta labor de diálogo que permite también a los propios cristianos tener una forma adicional de permanecer. en ese territorio.
islam
En el sentido de esta consideración y del respeto mutuo, el padre Paolo reconoce al menos tres funciones del islam [3] .
El primero se refiere a la producción de las grandes Escrituras. A través del Corán es como si se hubiera completado una etapa humana. No es que no haya nuevos textos sagrados o grupos religiosos, pero estos parecen más bien un «enjambre sísmico» tras un gran terremoto. En este sentido Mahoma es el último de los profetas y “esto no significa que la dimensión profética de la humanidad se haya agotado para siempre, al contrario. Hay que redescubrirlo y es una responsabilidad compartida por todos».
La segunda función considera «la fe como revelación natural». Haciendo eco de Louis Massignon en Les Trois prières d’Abraham , que dice: «Si Israel está arraigado en la esperanza y el cristianismo consagrado a la caridad, el islam se centra en la fe», el musulmán ve en Abraham la persona a quien Dios confía una revelación. Abraham es amigo de Dios y es modelo de alianza en la que la confianza, digamos mutua, está presente cada día, cada momento. Pero es también la alianza como objetivo final, escatológico y, por tanto, de fe.
Luego hay una tercera función que es la de desafío. El islam siempre ha sido percibido como un desafío para los cristianos. Pero podemos decir que lo mismo ha sucedido y está sucediendo en el mundo donde los fieles del islam viven en mayor número cuando observan al mundo occidental (en su propia imaginación «cristianizada»), que se abalanza sobre la dinámica de su propia cultura árabe. la realidad, por ejemplo.
El padre Paolo también nos hace reflexionar en otra dirección cuando nos invita a leer la historia de la Edad Media, por ejemplo. ¿Cómo habría terminado la historia, qué rumbo habría tomado la fe cristiana sin la «limitación» del mundo de los seguidores de Mahoma? Habla de ese mundo cristiano, representado en diversos frescos y mosaicos, de una fuerza imperial impresionante y omnicomprensiva, ciertamente no de origen estrictamente evangélico.
Ese límite, para ambos, representa una oportunidad para encontrarse en la propia fe y encontrarse con los demás. El desafío inicial, por tanto, no es convertir a unos ni a otros, sino convertirse a la obra de Dios [4] .
islamofilia
Las respuestas no vendrán únicamente de la arqueología o la historia, de los dogmas o las teologías, de las instituciones o las religiones; las respuestas se darán mediante encuentros que harán relatos y teologías con religiosos, en las instituciones y desde la base. Encuentros que ya han comenzado en Mar Musa, como en el mundo, y que necesitan una mayor continuidad, además de estar representados de forma más decisiva.
El padre Paolo quiso acuñar un término que resuena constantemente en la comunidad de Mar Musa: islamofilia [5] . A diferencia de la islamofobia, el miedo al Islam (en muchos aspectos un derivado fóbico cegador), la islamofilia de alguna manera completa el camino iniciado con el viaje hacia el Islam; podría convertirse en el paradigma de un nuevo camino personal hacia el que se puedan extraer experiencias de diálogo igualmente nuevas.
Hay un primer encuentro que posibilita los demás encuentros. Este encuentro recuerda la primera prioridad de la comunidad monástica de Mar Musa. Se sitúa en el inicio y en la piedra angular de la experiencia del padre Paolo. Es el carácter, es el sello del cristiano que no puede tener miedo de encontrarse con nadie más, después de haber estado y estar con el Otro. Lo más apasionante es que es posible vivir esto no de manera extemporánea y ocasional, sino cotidianamente, con infinitas posibilidades de repetición, de distanciamiento y de acercamiento.
El compromiso del trabajo manual ofrece una concreción y, como los monjes en la ciudad, es como si cada día, en todas las tareas ordinarias, estas posibilidades de encuentro, aparentemente tan distantes en espíritu, fueran continuamente posibles gracias a las relaciones cotidianas. Cuanto más estas relaciones se convierten en encuentros decididamente humanos, más divino se vuelve uno. Cuanto más renuevas esta experiencia, más renovado te vuelves. El otro encuentra espacio en la hospitalidad abrahámica del diálogo.
“Un diálogo exitoso deja un sentimiento de comunión: lo que parecía opuesto ahora está en armonía. Lo que era diferente se ha vuelto complementario. Lo que daba miedo a partir de ese momento alimenta la confianza. Lo que se iba a perder, las cargas mutuas, está verdaderamente perdido. Al final de un buen diálogo, cada uno cubre el pecado del otro, se perdona a sí mismo. Ya no somos extraños unos para otros: formamos un solo pueblo.
El mundo moderno es un escenario en el que las personas sordas hablan entre sí. Como en esos talk shows de televisión donde el presentador disfruta activando la locura verbal de los interlocutores, las palabras del mundo fluyen pero nadie las escucha.
Si estos debates no nos interesan, si no nos atraen, es porque sentimos un sentimiento de intolerancia, que proviene de un miedo profundo y lejano: que Dios nos abandone, que no nos sea fiel. Por eso intentamos hacerlo mejor que él, protegemos nuestras identidades, nuestros particularismos, nos atenemos a lo que sabemos. ¡Pero Dios es fiel! Todo proyecto de vida tiene una belleza extraordinaria» [6] .
¿Se puede considerar este monasterio un laboratorio de virtud? Cada vez oímos menos hablar de virtudes en el lenguaje corriente, como si fuera un término anacrónico que, en cambio, parece cada vez más necesario. ¿Pueden las virtudes del padre Paolo, del monasterio de Mar Musa, ser útiles para nuestra vida diaria, para este mundo nuestro?
Monacato
No podemos confiar este importante momento histórico a unos pocos aficionados, víctimas, de diferentes maneras, de miedos más o menos explícitos que a menudo, precisamente a causa de esos miedos, tienden a atacar en lugar de escuchar. No podemos contarnos ni siquiera entre aquellos que, atrapados en el vórtice de la vida cotidiana, se olvidan de sí mismos.
La llamada a educarse sin ser empujados, a conocer sin darlo por sentado, a estar dispuestos a conocer a los demás sin encerrarse en los propios prejuicios, a reconocer valores comunes a todos, creyentes y no creyentes, debe y puede ser respondida por todos los hombres que quieren ser mejores, que aplican virtudes simples de sentido común, encaminadas hacia lo bello, lo bueno, lo correcto, lo verdadero, hacia un ethos global de referencia: hay muchas personas en este camino . .
Se trata de un posible «monaquismo» que corrige los falsos llamamientos a alejarse de uno mismo, hacia el consumismo, las dispersiones existenciales, la superficialidad. En un monasterio interior, espiritual como don a cada hombre, donde pueda estar en cada ciudad, en cada lugar de la vida.
Mar Musa parece decir que hay que mantener este espacio de encuentro como el más codiciado.
Para que este encuentro se produzca, el diálogo es un método. La ventaja de una herramienta es que además de acelerar los pasos de tu trabajo, mientras te vuelves especialista, nunca te abandona y nunca más la abandonas. Los encuentros dialogados son intensos, viven de la empatía, ponen siempre a cada uno de los interlocutores en una posición nueva y regeneradora .
¿Puede la terraza de Mar Musa, donde se reúnen al atardecer invitados de diversos lugares y de distintas religiones, el espacio de diálogo que proponen estas páginas, más que los canales virtuales de la globalización? ¿Puede esa terraza de Mar Musa ser un espacio de laboratorio para las terrazas y plazas de Europa y el mundo?
Diálogo
Sin diálogo hay un terror que permanece dentro, que puede permanecer ahí o manifestarse afuera, en las expresiones más dispares y, a veces, desesperadas. El diálogo interior como forma de oración, expresión de un encuentro, del Encuentro, es fuente de buena laboriosidad. La concreción del trabajo común en Mar Musa puede ser signo de una necesaria laboriosidad del diálogo que sigue a nuestras liturgias. Es una práctica práctica co-creativa, constructiva y social que visibiliza la experiencia del encuentro y de los encuentros.
Paolo Dall’Oglio, participando en la Marcha por la Paz en Lecce el 31 de diciembre de 2012, compartió el sentimiento que lo unía al pueblo sirio y, aunque expulsado, desarrolló la idea de regresar a la tierra atormentada por amor a su gente . Fueron esas personas las que lo llamaron a la responsabilidad personal, más que el miedo a regresar, más que la posible restricción de su libertad, más que la muerte misma que podría sufrir, dijo que no podía dejar de ser testigo de lo que sucedió. sucediendo en Siria, no sólo en Italia o en Europa, sino también y sobre todo en esa tierra atormentada.
Dialogó aquí, pero sintió la responsabilidad social de dialogar allí, aunque no lo quisiera el régimen. Así, también hoy, nos enseña una nueva forma de contemplar, de unirnos al grito de oración de las víctimas del odio generado por intereses partidistas, nos habla de una profesada y posible acogida abrahámica aunque, por desgracia, ya no hayamos escuchado de él, durante 10 años.
Es así como, quizás, el precio de su ausencia pueda acompañar el billete de nuestro compromiso de buscar y encontrar caminos de Diálogo en todas nuestras circunstancias.
[1] P. Dall’Oglio, Enamorados del Islam creyendo en Jesús, Libro Jaca, Milán, 2013, 2-3.
[2] Cf. P. Dall’Oglio, Enamorados del Islam creyendo en Jesús, op. cit., 185.
[3] P. Dall’Oglio, Enamorados del Islam creyendo en Jesús, 30-31
La religión abrahámica es un lenguaje ecuménico desarrollado especialmente por el teólogo Louis Massignon (1883-1962), que enfatiza el terreno común y la similitud de los tres escritos monoteístas nacidos en el Medio Oriente , es decir, el judaísmo , el cristianismo y el Islam Más comúnmente, sin embargo, hablamos de «religiones monoteístas» o «religiones del libro».
«El regazo de Abraham» es una pintura de Herrad Landsbergilaise (1125-1195). Un grupo de elegidos se sienta en el regazo de Abraham, invitando al espectador de la pintura a unirse a las filas de los salvados. En los bordes de la imagen, los cuatro ríos del Paraíso aparecen como espíritus simbólicos de los ríos: Éufrates, Tigris, Pisón y Gihón (Génesis 2:10-14).Predominio de religiones «abrahámicas» (rojo) y «dhármicas», es decir, hinduismo y budismo (amarillo).
La influencia de Masignon se pudo ver en el Concilio Vaticano II , cuya declaración Nostra aetate (1965) incluyó una extensión al judaísmo y al Islam. Abraham se menciona por su nombre en la declaración cuando se habla de las similitudes del cristianismo con el Islam y el judaísmo. Sin embargo, el término «religión abrahámica» no aparece en él.