
Loado seas, nuestro Señor, por las criaturas menores, cuya belleza eluden cantar los poetas burgueses. Nada hay, Señor, tan pequeño, que no refleje tu grandeza ni nada tan deforme que pueda ocultar tu hermosura. Loado seas, nuestro Señor, por las hormigas altamente socializadas dueñas de almacenes soterrados y de tiendas por departamentos. Inventoras de la fila india tan útil en tiempos de hambre y de guerra. Que te canten, Señor, los grillos constructores de túneles y refugios antiaéreos concertistas de guitarra en festivales de verano y poetas apasionados del esplendor de las praderas. Té alabamos, Señor, por la araña maestra de la paciencia, reina del silencio; ingeniera de puentes colgantes, tapizadora caritativa de los establos y de las chozas de los pobres. Lloramos por los mosquitos, Señor perseguidos a muerte en los países capitalistas, asesinados en masa con violentos insecticidas; mártires -sin nombre ni gloria- de la civilización y por las cantáridas verdes y brillantes machacadas sin piedad y reducidas a polvo por farmacéuticos sin entrañas. Que te bendigan, Señor, los hermanos saltamontes zanquilargos acróbatas del alegre circo de los prados; y las luciérnagas que alumbran el camino a los niños y mendigos extraviados en la oscura noche de la vida. Qué te alaben también los caracoles lentos cíngaros con sus carpas al hombro piadosos peregrinos qué viajan al País de la Utopía. Qué te loen, Señor, los escarabajos en medio de la suciedad siempre limpios; y las cucarachas estrafalariamente vestidas de dorado frac y armadas con antenas hipersensibles y transistorizadas. Loado seas, nuestro Señor, por el hermano erizo anacoreta de los zarzales, austero penitente vestido de cilicio; y por el topo, precursor del segway, aliado de los mineros, camarada de los zapadores. Abogamos por la rata, Señor tenaz e inteligente, víctima del prejuicio heroína del clandestinaje, condenada por el hombre y por el gato al infierno de las cloacas. Sacamos la cara, también, por los piojos, las pulgas, las chinches y las garrapatas, las moscas y los gorgojos de cuyos nombres hacen ascos los hipócritas. Que te alaben, Señor, las inmóviles larvas y las orugas, mansas e introvertidas. Que te sirvan los microbios invisibles, los bacilos, las amebas, los virus, las bacterias, los estafilococos y los estreptococos, mensajeros de la Hermana Muerte. Loado seas, nuestro Señor, por todas tus criaturas menores que saltan, vuelan y cantan, trabajan, sufren y mueren en el circo de la vida, bajo la luz del gran Hermano Sol.
Fray Mariano Errasti, ofm (historiador, poeta, escritor)
