Carlos de Foucauld «compañero» de Mons. Corto

El domingo 15 de mayo el Papa Francisco proclamará a San Carlos de Foucauld, el religioso francés fallecido en 1916, que vivió como ermitaño en el desierto de Argelia y desarrolló una espiritualidad que tuvo una gran influencia en el siglo XX.

Entre otras cosas, la encíclica Fratelli tutti , que identifica al p. Carlos como ejemplo de «fraternidad universal» con estas palabras: «Iba orientando su ideal de entrega total a Dios hacia una identificación con los últimos, abandonados en las profundidades del desierto africano. En ese contexto expresó su aspiración de sentir a cualquier ser humano como un hermano, y le pidió a un amigo: “Ora a Dios que yo sea verdaderamente el hermano de todas las almas de este país”. En última instancia, quería ser «el hermano universal». Pero sólo identificándose con los últimos llegó a ser hermano de todos. Que Dios inspire en cada uno de nosotros este ideal» (n. 286).

La profundidad de la influencia de la espiritualidad foucaultiana en la Iglesia posconciliar italiana y su relevancia profética emergen también de una reflexión de Mons. Renato Corti (1936-2020), ex obispo de Novara y primer auxiliar de Milán, publicado en Regno-documents en 2002.

“En una época de pluralismo cultural y religioso”, escribió Mons. Corti, “el servicio de la Iglesia a la misión de Cristo, en favor de cada hombre, es precisamente lo que nos testimonia Charles de Foucauld mientras está inmerso en un mundo no cristiano, donde se propone vivir como un “hermano universal”. «: es precisamente allí donde, con absoluta sencillez, de la mañana a la tarde, el misterio de Cristo lo envuelve, lo explica, lo transforma, lo hace cercano a todos, mientras guarda en sí mismo la mayor novedad».

Titulado Este hombre me ha hecho mucha compañía. La sabiduría sencilla y profunda de Charles De Foucauld , la reflexión de Mons. Corti, presentado en una conferencia de estudio internacional organizada por el Monasterio di Bose en el centenario de la instalación del monje en el desierto, se agrupa en torno a dos ejes: uno «de tipo experiencial, atribuible a un viaje que hice, siguiendo los pasos de Charles de Foucauld, en el desierto del Sahara en 1986, año del centenario de su conversión cristiana”; el otro «vinculado a la responsabilidad eclesial que, a mi manera, como obispo, llevo: ¿qué tiene que decir Charles de Foucauld hoy, en la Iglesia italiana (y también a niveles más amplios)?».

Sobre el primer punto, Mons. Corti señala, en conclusión: «La Eucaristía y el Evangelio se convierten en los «lugares» de contemplación, de intimidad con Dios, de estar «escondidos con Cristo en Dios». Y, concretamente, esta contemplación adquiere una importancia absolutamente excepcional si tenemos en cuenta que propone, por regla general, once horas de oración. No se puede dejar de observar que la extrema sencillez de este enfoque manifiesta su capacidad de anclarse en lo esencial: ¿qué es más grande que la Eucaristía y el Evangelio? Y no se puede dejar de observar, con respecto al Evangelio, que su elección de hacer la lectio divina todos los días, en textos muy breves (la mayoría de un solo verso), destaca que, realmente, todos los días quiso empaparse del Evangelio para que fuera un «Evangelio vivo», «gritado con toda la vida». Viene espontáneamente a preguntarnos qué decir de nosotros, que leemos páginas y páginas de la Escritura, sin contemplar la Palabra. Y qué decir, más aún, de los que quizás predican mucho más que escuchan el Evangelio».

Sobre el segundo, una observación que no ha perdido actualidad: «Lamento decirlo, pero me parece que hoy Charles de Foucauld no está como dicen “en la cresta de la ola”. Otros acentos parecen prevalecer en cierto clima eclesial que se respira ya veces en el estilo que aparece en nuestra labor educativa y pastoral, así como en la vida misma de nosotros sacerdotes y religiosos. Si me pregunto por qué sucede esto, encuentro más de una respuesta. Uno es el temor de que Charles de Foucauld abra el camino de la renuncia al anuncio abierto por el Señor, en favor de cierto intimismo juzgado insuficiente y poco persuasivo. Otra respuesta está en la tentación de pensar que comunicar el Evangelio no exige indiscutiblemente que creamos que no sólo los contenidos del Evangelio son importantes,

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Daniela Sala

REDACTOR JEFE DE DOCUMENTOS DE «IL REGNO»

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