La espiritualidad de Nazaret

Carlos de Foucauld con su testimonio de vida nos muestra como la espiritualidad que él nos propone, “la espiritualidad de Nazaret” se puede vivir en cualquier situación de estado de vida: en el celibato o en el matrimonio, en la vida religiosa o en la vida de familia, en el sacerdocio y en el laicado, en solitario o viviendo en comunidad. Se expresa en un lenguaje de presencia ante Dios y ante los hombres, de compartir la vida, de amistad y de solidaridad. No es una espiritualidad del desierto ni del eremitismo. Es, por el contrario, una espiritualidad de la relación en sus dos dimensiones, la humana y la divina: relación de amor con Dios, que se ha hecho uno de nosotros en Jesús -cuya presencia se busca y se celebra sobre todo en la Eucaristía-, relación de amor con los hombres y mujeres, cuya vida se quiere compartir, desde el lugar del servidor para amar como Jesús, sin excluir a nadie y en solidaridad con los más pobres. Es la imitación de la vida de Jesús, Jesús de Nazaret, viviendo en las relaciones humanas más ordinarias una relación única con el Padre.

El misterio de Nazaret manifiesta la total integridad y verdad de la naturaleza humana de Jesús. Este misterio supone que Jesús apareció entre los suyos, hombre como los demás, sin manifestar en nada, durante los años de su juventud, su cualidad de Mesías. La vida de Nazaret es en resumidas cuentas el misterio de una ausencia de misterio en la vida humana y social de Jesús: y es esto, probablemente, lo que es profundamente misterioso.

Trabajar, sufrir y callar, debemos practicar esto a fondo para dar testimonio y otras personas puedan seguir los mismos pasos que siguió Jesús. Esto es lo que le indica Carlos de Foucauld a su prima la Sra. De Bondy:

Estoy totalmente de acuerdo con Vd. cuando me comenta su horror por las recriminaciones de la hora presente: hay cosas que cojean por todas partes; pero hay que dar ejemplo confianza, de esperanza, de valor y de disciplina, y practicarlas a fondo nosotros mismos para que otros las practiquen… ‘Trabajar, sufrir y callar’, está escrito en una estampa de San Juan de la Cruz que me dio nuestro padre (Huvelin) hace más de veintiséis años: es bueno practicarlo en muchas situaciones y tiempos. Me encuentro bien: el invierno es aquí la estación buena. Pero acabo de darme cuenta, a causa de unos continuos zumbidos en el oído, que estoy casi sordo del oído derecho; el izquierdo oye normalmente; pero no es en absoluto molesto. Es probable que más pronto o más tarde le toque el turno al oído izquierdo; para un ermitaño la sordera es la enfermedad soñada. Debo agradecer a Dios, que sean los oídos y no los ojos, lo cual sería muy fastidioso. Los ojos van muy bien” (Carta a la Sra. de Bondy, Tamanrasset, 29 enero 1916 en Obras. Espirituales, San Pablo, Madrid 1998, 223).

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