Charles de Foucauld. Su «legado», los principios del Vaticano II y del Papa Francisco

Charles de Foucauld. Nella sua «eredità» i princìpi del …
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Cien años después de la muerte del beato francés que eligió una vida enterrada en el desierto, los frutos de su herencia siguen siendo cada vez más evidentes. Para Carlos, Jesús no estaba más cerca de sus discípulos de lo que lo está hoy de nosotros en el Santísimo Sacramento. Así, los laicos y religiosos que todavía hoy forman su familia espiritual son un llamado a buscar, como Jesús, el último lugar, habitar los desiertos de nuestras ciudades, nuestras parroquias, transformándolas en lugares de caridad fraterna y universal.

El 1 de diciembre de 1916 Charles de Foucauld murió en Tamanrasset, entonces un pequeño pueblo, en el sur del Sahara argelino. Nacido en Estrasburgo en 1858, de familia noble de tradición militar, crecerá en un ambiente de profundo afecto y fe.

Después de un período de pérdida de la fe y oscuridad interior, en 1886 vivirá una intensa experiencia de conversión y redescubrimiento de la fe católica de origen, paradójicamente también suscitada por el encuentro con el «Dios único» del Islam. Él mismo escribirá que su vocación se remonta al momento de su fe:

Tan pronto como creí que había un Dios, me di cuenta de que no podía hacer nada más que vivir por él […]”.

Empieza un nuevo tiempo en la búsqueda de la verdad, animado por el deseo de conocer e imitar a la persona de Jesús: «Todos saben que el amor tiene la imitación como efecto principal […] Por eso tuve que imitar la vida oculta del humilde y pobre trabajador de Nazaret […] ». Este deseo lo llevó a vivir en la trampa durante siete años y luego, tras un tiempo en Nazaret, a recibir el sacerdocio y partir hacia Argelia, en 1901, para llevar el evangelio a las «ovejas más remotas del Sahara».

Al parecer morirá solo, en el desierto, pero en realidad inmerso en una auténtica fraternidad universal, formada por muchas y diferentes relaciones, con pobres, ricos, extranjeros, educados y analfabetos. Una dedicación que se expresó concretamente en las relaciones con los Touareg, en el estudio de su lengua y cultura, pero también en todas aquellas relaciones compartidas con sus corresponsales, unos quinientos. Desde el desierto, desde el «último lugar del mundo», supo amar a Dios y al prójimo, sin preferencia personal, si no a los más abandonados, convirtiéndose en precursor del diálogo interreligioso, a través de la simple amistad, el conocimiento profundo de Islam y la cultura de los lugares donde se encarna la fe.

El legado que nos deja este «apóstol del bien» nos ofrece algunas huellas de un camino que anticipa sorprendentemente los caminos señalados por la Iglesia en el Concilio Vaticano II y, hoy, por el Papa Francisco. Escucha y meditación diaria de la palabra de Dios, para «amar, imitar y obedecer a Dios» y poder llevar a los demás a ello. Una meditación muchas veces escrita, para que las palabras y los ejemplos de Jesús transformen la vida como «una gota de agua que cae y cae sobre la piedra».

Amor vivido «desde el último lugar», que busca la felicidad del otro, poniendo en el centro al prójimo y al Dios que allí vive, con gratuidad, en el don de sí sin pretender ser retribuido. La búsqueda humilde de servir «gritando el evangelio, en silencio con la vida» se expresará en el cuidado de los demás, con atención y respeto, para construir una iglesia que ame los detalles de la proximidad: un cuidado diario, discreto, pero también capaz de gritar injusticia, como lo hizo el propio hermano Carlos ante la plaga de la esclavitud, entonces desenfrenada como lo es hoy. La centralidad de la Eucaristía como comunión y acción de gracias.

Para Carlos, Jesús no estaba más cerca de sus discípulos de lo que lo está hoy de nosotros en el Santísimo Sacramento; esta «fe invencible» en la presencia real de Dios en el mundo será el origen de un estilo de evangelización auténtico y profético. Los diferentes grupos de laicos, religiosos, consagrados, sacerdotes, nacidos después de su muerte, que hoy forman la gran familia espiritual Charles de Foucauld, atestiguan que su vida, enterrada en el desierto por la fe, no se perdió, pero trajo mucho Fruto. Son un llamado a buscar, como Jesús, el último lugar, habitar los desiertos de nuestras ciudades, de nuestras parroquias, transformándolos en lugares de caridad fraterna y universal.

Un comentario en “Charles de Foucauld. Su «legado», los principios del Vaticano II y del Papa Francisco

  1. https://dafina.net/gazette/article/charles-de-foucault-et-les-juifs-du-maroc

    El lun, 21 dic 2020 a las 9:12, Foucauld. dialogos () escribió:

    > J. L. Vázquez Borau posted: » Charles de Foucauld. Nella sua «eredità» i > princìpi del …www.difesapopolo.it Cien años después de la muerte del > beato francés que eligió una vida enterrada en el desierto, los frutos de > su herencia siguen siendo cada vez más evidentes. Para Ca» >

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