
Por: Fr. Gerardo A. Vargas Cruz, OFM
IESUS +CARITAS (CEHCF)
Reflexión basada en Juan 8,1-11
A veces cargamos piedras en el alma. Las recogemos en silencio: una piedra por cada herida que no sanamos, otra por cada juicio que emitimos, una más por cada vez que nos creímos con derecho a condenar.
Y sin darnos cuenta, vivimos armados.
Este evangelio no es solo sobre una mujer sorprendida en pecado. Es sobre todos nosotros. Porque todos somos esa mujer expuesta. Y también, muchas veces, somos esos fariseos escondidos detrás de una supuesta rectitud.
Cuando traen a la mujer ante Jesús, ella está en medio. Pero no está sola. En el fondo, toda la humanidad está ahí: puesta en el centro, juzgada, desnuda, indefensa.
Y ante el ruido del juicio, Jesús no responde de inmediato. No cae en la trampa de los que quieren sangre. Se inclina. Escribe en el suelo. Toca la tierra.
Tocar el suelo es tocar el origen del ser humano. El polvo. El barro. La fragilidad de la que fuimos formados. Allí nos recuerda que nadie es puro por sí mismo. Que todos necesitamos ser salvados.
Luego, Jesús lanza una bomba al corazón de quienes lo escuchan: “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra.”
Y entonces cae el silencio. No uno cualquiera. Uno que incomoda. Que desenmascara. Uno a uno… sueltan sus piedras.
¿Y tú? ¿Qué piedra tienes que soltar? ¿Una crítica amarga? ¿Un rencor antiguo? ¿Una condena que repites? ¿A quién le lanzas piedras, cuando deberías tenderle la mano?
Una analogía: construir o destruir
Las piedras sirven para muchas cosas. Con ellas puedes levantar un muro… o un altar. Puedes construir un puente… o romper una relación. La diferencia no está en la piedra. Está en tu corazón.
Jesús no justifica el pecado. Lo que hace es romper el ciclo de violencia que nos impide sanar. Y lo más poderoso es esto: Él, el único sin pecado, el único que podía tirar la piedra, elige no hacerlo.
Y te dice hoy lo mismo que le dijo a aquella mujer: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”
¿Por qué esto importa en Cuaresma?
Porque este tiempo es un desierto para vaciarnos… no para señalarnos. Es un espejo de verdad, no un escenario de hipocresía. Es una oportunidad para soltar las piedras y dejar que Dios reconstruya la casa de tu alma.
No hay Pascua sin este paso. No hay resurrección si seguimos sepultando a los demás con nuestras piedras.
Oración final para la meditación
Señor, enséñame a soltar las piedras que cargo: las que uso contra otros, y las que uso contra mí. Recuérdame que mi lugar no es el de los jueces, sino el de los sanados. Hazme libre… como aquella mujer que fue perdonada. Hazme nuevo… como quien ha sido tocado por la misericordia. Amén.

thank you brother Gerardo, a challenge we are human also, we all carry stone’s perhaps listen to the person, we are great like the Pharisees, who like to be seen in public beating our chests walking around in our superior mindset, it comes for us all to put ourselves in the other person shoes, in other words we call it scapegoating, we all need to take the cotton wool out of our ears, when we are in the queue of people lining up to cast the first stone, that could be me
Me gustaMe gusta