«Sanaré todas tus heridas, dice el Señor»

«Yo, el Señor, soy el que te da la salud» (Éxodo 15,26)

En la oración contemplativa, el Espíritu nos coloca en una posición en la que descansamos y no estamos inclinados a luchar. Con sus bálsamos sanadores, el Espíritu cura las heridas de nuestra frágil naturaleza humana en un nivel que se encuentra más allá de nuestra percepción psicológica, lo mismo que una persona bajo anestesia no tiene idea acerca de cómo va la operación hasta que termina.

El silencio interior es el semillero perfecto para que el amor divino eche raíces. En el Evangelio, el Señor habla de una semilla de mostaza como símbolo del amor divino. Es la más pequeña de las semillas, pero tiene una enorme capacidad de crecimiento.

El amor divino tiene el poder de crecer y transformarnos.

El propósito de la oración contemplativa es facilitar el proceso de transformación interior.

«Sí, yo cicatrizaré tu llaga y te sanaré de todas tus heridas, oráculo del Señor» (Jeremías 30,17)

Padre Keating

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