
Después del desayuno, encuentro comunitario para pelar la verdura. Es uno de los momentos en que podemos asombrarnos y maravillarnos por la manera como la otra empieza a cortar la verdura, por la manera distinta de manejar el cuchillo o también por lo que significa para la otra “no muy pequeño”… ¡Son sólo algunos ejemplos de las diferencias que cada una lleva en sí misma y que aprendemos a reconocer, apreciar y contemplar!
Qué sorpresa al descubrir que, aunque en nuestros países de origen hayamos ya vivido con varias hermanitas de diferentes nacionalidades, el encuentro intercultural nunca está hecho de una vez por todas. En este nuevo contexto descubrimos que cada experiencia de interculturalidad es única. Ante cada nuevo encuentro, en lo más profundo de nosotras hay una zona desconocida que no siempre somos capaces de controlar.
«Será necesario en primer lugar que todas las hermanitas, sea cual sea su origen y su cultura, confraternicen entre ellas en la unidad de un mismo amor.» Siguiendo esta inspiración de la hta. Magdalena, la Fraternidad nos llama a caminar juntas con el deseo de compartir, de encontrarnos en profundidad y de tejer lazos de amor. Pero, ¿cómo realizarlo siendo tan distintas? Al principio, se trataba sólo de «vivir juntas»: no nos conocíamos y nos encontrábamos en un contexto donde ninguna de nosotras tenía puntos de referencia. En la vida cotidiana, a pesar de toda nuestra buena voluntad, nuestras reacciones espontáneas tropezaban a menudo con la incomprensión. Con el tiempo, profundizando más en la relación, pudimos tocar la riqueza de la otra, la belleza y la humanidad de cada continente, el tesoro de cada una de nuestras culturas de origen, y aprendimos a compartirlo con la comunidad. Fue un largo camino descubrir que la vida fraterna nos pide que seamos nosotras mismas, y al mismo tiempo, que acojamos a la otra en el respeto por su cultura, su historia, su ser. Nos hizo falta paciencia, benevolencia y una gran apertura para no dejar a nadie de lado, para buscar como desarrollar a la vez lo que es bueno en mi misma y en la otra.
En este camino, dejar que el Evangelio transforme nuestra manera de pensar, de hablar y de actuar ha sido fuente de alegría y nos ha ayudado a ser testigos del amor de Dios.
El deseo de nuestro corazón es seguir al Señor y amar como Él, testimoniar por nuestra vida juntas que vivir la Fraternidad no sólo es posible, sino también hermoso. ¡Vale la pena poner en ello todo nuestro corazón, nuestra pasión y nuestra paciencia!
La formación a la “Comunicación No Violenta” fue para nosotras un lugar de aprendizaje y de compartir preciosísimo. Qué sorpresa para cada una descubrir que cada quien se puede expresar con sus palabras, sus gestos o su actitud, y que su mensaje es recibido diferentemente por las demás…Podemos incluso escuchar a la otra y no llegar a comprender lo que quiere decir…
Tomamos conciencia de la importancia de la palabra, de reconocer nuestras necesidades para poder comunicar a partir de una misma. Comprendimos que todo se puede decir si hay respeto y benevolencia mutua. Y también, que la palabra puede ser preciosa, no sólo para explicarse o resolver conflictos, sino ante todo para decir algo bueno de la otra persona. Expresar lo que en la otra nos hace bien o ayuda en nuestro camino personal, nos ha aportado mucho.
El trabajo que hemos realizado sobre nosotras mismas, al interior de nuestra vida comunitaria, toma una dimensión más amplia en la situación que vivimos actualmente. Venimos todas de países distintos y somos acogidas por un país que no es el de ninguna de nosotras. Fuimos llamadas, al mismo tiempo, a conocernos entre nosotras y a conocer al pueblo que nos acogía. Desde el inicio estaba claro que nuestra mirada personal no era la única y esto nos animó a acoger la diferencia.
Marruecos es un país rico en su diversidad y hay también mucha gente que viene de otras partes. Esta mezcla ha sido para nosotras una riqueza muy grande y nuestra fraternidad hace parte de ella. Esto nos ha hecho crecer personalmente, nos ha ayudado a vencer el miedo que nos hace percibir la diversidad como un peligro que podría destruirnos. Al contrario, hemos descubierto que es ahí mismo, en la medida de nuestra apertura, que nuestra personalidad puede desplegarse. Aún más, en el encuentro con el “otro” (nuestras hermanas o los amigos de aquí), es donde podemos descubrir cada vez más nuestras propias riquezas y aprender a darnos.
Por esto, nos gustaría terminar con esta frase del P. Claverie: “Acepto que el otro pueda poseer una parte de verdad que me falta y sin la cual mi propia búsqueda de verdad no puede llegar a término”.
Htas. Anna-Mai, Federica-Modesta, Juliette-Magdeleine, Solange-Wudindoh (novicias de Casablanca – Marruecos)
con hta Lucile

