EN EL DÍA DE LA FESTIVIDAD DE PENTECOSTÉS

 PENTECOSTÉS 2025


Este año, las fechas de Pascua y las fiestas adjuntas coinciden en los calendarios Juliano y Gregoriano, por tanto todos los cristianos las celebramos juntos

Con Pentecostés termina el tiempo pascual de los 50 días. Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte de un solo y único misterio.

Deberíamos los cristianos ante un nuevo Pentecostés estar todos juntos, reunidos en el mismo lugar, la iglesia de Cristo, como los Apóstoles el día de Pentecostés para celebrar la venida del Espíritu Santo.

En este tiempo podemos dedicar un rato a orar y pedir que venga sobre nosotros el Espíritu Santo, una de las personas de la Trinidad, que es Dios igual que el Padre o que Jesús.

Pentecostés, tiempo propicio para la oración. Es un tiempo que nos invita a estar alerta, a rehuir la indiferencia, buscando entre la oscuridad el rostro de Dios, de aquél que da sentido a nuestra vida.

Estamos muy acostumbrados a rezar a Dios Padre, también leemos y escuchamos mucho sobre Jesús, son más cercanos que el Espíritu Santo, que se representa de forma más etérea o misteriosa… agua… fuego… viento… una paloma… hoy tenemos que hacer cercano ese Espíritu que acompaña nuestra vida.

Hemos visto como ese Espíritu se presenta en la comunidad, y además hemos recibido ese mismo Espíritu desde el momento en que hemos sido bautizados.

La buena noticia que también se nos anuncia es que todos y cada uno de nosotros recibimos el espíritu de Dios, se nos promete que no es algo exclusivo de unos pocos sino que es para todos.

Pentecostés nos invita a que cada uno pensemos que dones ha recibido y que podemos hacer con ellos, porque lo importante es en qué estamos empleado todo eso y que frutos damos.

En el día de Pentecostés todos se llenaron del Espíritu Santo que se posó sobre ellos y les dio fuerza para anunciar que Jesús estaba vivo y es el Señor.

El Señor Jesús nos aseguró que enviaría a su Santo Espíritu Defensor, para protegernos cuando Él no estuviera aquí con nosotros. Por eso, ahora que ya se ha cumplido el tiempo de las celebraciones pascuales, pedimos en un nuevo Pentecostés, juntos, como hermanos que se aman que nos envíe su Espíritu Santo, y que nos haga ver cuál es nuestra misión en el mundo actual, tan necesitada de nuestra esperanza y de nuestra auténtica libertad cristiana.

El acontecimiento maravilloso de Pentecostés, que celebramos hoy, irrumpe en un mundo como el nuestro, fraccionado en lenguas y culturas y, sin suprimir las diferencias legítimas, sienta las bases de una fraternidad universal.

Nuestra realidad de cristianos hoy, comunidad de creyentes, es obra del Espíritu Santo. Cuando el Espíritu de Dios irrumpe en el ánimo del discípulo, crea actitudes de amor. Jesús nos transmite su espíritu, sus mismas actitudes, su mismo sentido de la vida y de las cosas.

En vez de torres para aislarse y de barreras, los creyentes haremos comunidades abiertas, tenderemos puentes entre todos los cristianos.

Dejaremos el lenguaje de la distancia y que marca diferencias, y pasaremos a las manos tendidas y las obras de la amistad y la solidaridad.

En vez de un cristianismo de costumbre, de rutina, la adhesión personal al resucitado y a su estilo de vida, nos conducirá a una única iglesia unida con la fuerza del espíritu Santo en Cristo.

EL ESPÍRITU SANTO LIBERADOR

por José Luis Vázquez Borau

Quien trata con Dios necesita diez cosas: una parte de soledad y nueve de silencio, pues el silencio es como un encuentro, una contemplación, un contacto con la fuente. Si nos ponemos en contacto con el silencio, nos encontramos con la vida. En el silencio el tiempo se detiene, donde el pasado carece de relevancia y con mayor razón lo que se mueve hacia el futuro. En el silencio se capta la ocultación y la presencia del invisible e incomprensible «Yo soy». Se percibe a través de una luz vislumbrada o parpadeante en su propia oscuridad.

La quietud es lo contrario al ruido y el silencio lo es respeto a las palabras. En el silencio nace la libertad y la creatividad del ser humano. El Espíritu Santo se muestra más por el silencio que por el habla, a través de sus profetas que son sus mediadores. Y Dios nos da su respuesta mediante la acción. Por ejemplo la Resurrección al tercer día. Dios rompe su silencio a través de la misión de Jesús, de la misión del Espíritu Santo, de las Sagradas Escrituras, de los santos y de otras personas que se convierten en sus sacramentos y los milagros, de las experiencias sobrecogedoras y de la fidelidad. La libertad de todas las cosas es el silencio y eso es el Espíritu Santo.

La oración no es como una simple obra buena realizada por nosotros hacia Dios, una acción nuestra. Es sobre todo un don, fruto de la presencia viva, vivificante del Padre y de Jesucristo en nosotros. En la carta a los Romanos San Pablo escribe: “Del mismo modo también el Espíritu viene para ayudar a nuestra debilidad: no sabemos de hecho cómo rezar de manera adecuada, pero el Espíritu mismo intercede con gemidos inexpresables” (8,26). Queremos rezar pero no tenemos las palabras, el lenguaje para hablar con Dios, ni siquiera el pensamiento. Solamente podemos abrirnos, poner nuestro tiempo a disposición de Dios, hacer silencio y esperar que Él nos ayude a entrar en el verdadero diálogo. Este deseo de entrar en contacto con Dios es ya oración que el Espíritu Santo entiende e interpreta hacia Dios. Justamente nuestra debilidad se vuelve, gracias al Espíritu Santo, verdadera oración, verdadero contacto con Dios.

ORACIÓN
Oración al Espíritu Santo escrita por San Simón en el año 1022

Ven, luz verdadera.
Ven, misterio oculto.
Ven, tesoro sin nombre.
Ven, felicidad interminable.
Ven, luz sin ocaso.
Ven, esperanza de todos los que quieren salvarse.
Ven, tú que despiertas a los que duermen.
Ven, tú que eres poderoso, y haces, y rehaces,
y transformas todo con tu voluntad.
Ven, tú que eres invisible.
Ven, tú que permaneces sin cambiar jamás
y a cada instante te mueves por completo
y vienes a nosotros que yacemos en los infiernos,
tú, que estás más allá de todos los cielos.
Ven, mi aliento y me vida.
Ven, consolación de mi pobre alma.
Ven, mi alegría, mi gloria sin fin. Amén.

FUENTES: https://equipoecumenicosabinnanigo.blogspot.com/2025/06/en-el-dia-de-la-festividad-de.html

www.iuvenes.org

HOREB EKUMENE. Boletín de Noticias y Comunicaciones Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld. JUNIO 2025 Nº 381

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