Un ancla en la zozobra – Carlos de Foucauld

Dios mío, qué bueno eres, no sólo para mostrarte, sino para hablar a lo más profundo de las almas. Oh, Dios mío, danos esta gracia, Tú que vienes a nosotros tantas veces, para reconocerte y recibirte, con la humildad, el aniquilamiento, el don de nosotros mismos y el amor inconmensurable que conviene.

¡Dios mío, qué bueno eres! Para enseñarnos el precio de tu presencia y hacernos fervorosos, a veces nos dejas en sequías y tinieblas. Nos estamos hundiendo en arenas movedizas. Pero entonces Tú nos calmas: Búscate en Mí y nos presentas un ancla fuerte a la que podamos aferrarnos con alegría. Esta ancla es el gozo de Tu infinita bienaventuranza.

Charles de Foucauld, en: Revue Ma Prière No 5, septiembre de 2013 (mapriere.com)

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