
Lo conozco desde hace 72 años, y nunca me ha dejado ir desde entonces. Sí, Charles de Foucauld entró en mi vida durante el invierno de 1921 mientras leía la historia de su vida escrita por René Bazin. Tenia 16 años. Su amor por la persona de Jesús y la extrema generosidad de su personaje habían ganado mi corazón. A partir de este día podemos hacer una unión entre los dos que han dirigido toda mi vida y nunca fallaron. Ahora, en el ocaso de mi existencia terrenal, siento que puedo decir que se lo debo a quien la ha pasado mejor en mi vida. Quisiera darle las gracias y compartir con ella y sus esposos lo que recibió de él.
Sin embargo, durante mi vida religiosa, las relaciones con el Hno. Carlos, este hombre solitario y absoluto de vida dura y austera, pero de corazón cálido y alegre, henchido de un amor siempre fresco por su «amado herman y el Señor Jesús», estas relaciones no siempre fueron fáciles!
Pasé por el estilo de tus meditaciones, tan imaginativo, tan poco conforme a lo que realmente fue la vida y el rostro de Jesús. A veces me molestaba con la multiplicidad de sus intenciones preocupantes, con frecuencia, a observaciones meticulosas. Y luego, estaba la forma de vida de los hermanitos descrita por sus reglas, que era impracticable, impracticable, nunca realista, por lo tanto nunca tuvo tiempo de verificar la experiencia. Sí, es todo.
Pero siempre volví a él, seducido por la sencillez de su amor por Jesús, un amor que él trató de expresar en todo y en cada momento de sus días. Estaba como subyugado por este amor hasta el punto de perder, a veces, un poco de sentido común. Y fue precisa esto lo que invariablemente me trajo de vuelta a él. Reducir todo al Amor ya un amor que no tenga miedo de ser loco o ridículo. Esta locura, esta imprudencia sin límites, eso fue lo que me hizo bien, lo que refrescó mi corazón y frustró mi temperamento razonable, mi cobardía, mi miedo de darlo todo sin contar. Encontré en él coraje, pureza sin sombras, y un camino de ascesis, esa ascesis sin la cual nos arrastramos prisioneros de nuestra pesadez, de nuestra mediocridad y de nuestro egoísmo perezoso.
Nunca intenté adaptarlo a lo que viví, a mi entorno, a mi época. Tómalo como fue, como fue pensado, vivido y vivido.
