
Charles de Foucauld murió asesinado el 1º de diciembre de 1916 en una remota aldea llamada Tamanrasset en la profundidad del desierto argelino. De Foucauld había decidido partir hacia el desierto sahariano quince años atrás para iniciar una experiencia inédita de evangelización de la población islamizada del desierto árabe. Primero estuvo en Beni-Abbés y luego en Tamanrasset en medio del pueblo tuareg del Hoggar argelino en la frontera marroquí (para estar cerca de Marruecos, donde había realizado trabajos de reconocimiento geográfico cuando joven que fueron reconocidos por las sociedades científicas de la época). Este hombre solitario que nunca pudo atraer hacia su ermita a ningún discípulo (a pesar de la perseverancia que puso hasta el final por construir una orden religiosa dedicada al Sagrado Corazón de Jesús) y que nunca convirtió a nadie (a pesar de haber sido reconocido como un morabito, una palabra musulmana que designa a una persona a la que se atribuye santidad) ha sido, sin embargo, inspirador de una espiritualidad de vasta repercusión en el siglo XX cristiano, sobre todo a través de lo que se conoce como espiritualidad de Nazaret y de la obra de los Hermanitos y Hermanitas de Jesús que fundarían años más tarde el padre René Voillaume y la hermana Magdeleine Hutin respectivamente. Del padre De Foucauld proviene el ideal de evangelización a través de la vida, “pregonar el Evangelio a través de su propio vivir”, predicar en silencio, simplemente con el testimonio de una vida buena y santa. En Tamanrasset logró estabilizar una regla de vida que combinaba la pobreza, la oración, el trabajo y la caridad. No construyó un templo sino una ermita, donde se ocultaba para orar —sobre todo en la tarde noche— y donde celebraba la Eucaristía con las licencias correspondientes para hacerlo solo. Tampoco vistió hábitos sacerdotales, solamente una túnica blanca a la usanza tua-reg con el emblema en rojo del corazón de Jesús con la Cruz de Cristo en lo alto (del mismo modo que Teresa de Calcuta que se adentrará en los barrios pobres de Calcuta vestida únicamente con un sari indio). Trabajó arduamente en la elaboración de un diccionario tuareg-francés y en la re-copilación y traducción de poesía local, siguiendo la huella de los grandes misioneros cristianos que admiraron, preservaron y acogieron las culturas diversas (en algo que después se llamará inculturación de la fe como método misional por excelencia del cristianismo). Su pobreza era proverbial y uno de los signos visibles de su santidad. Por lo demás, compartía con sus vecinos de igual a igual bajo los signos de la hospitalidad monástica, pero también a través de ayudas y favores que prestaba por doquier a los habitantes de su aldea, conocido y apreciado por todos. Su muerte se atribuye a la des-estabilización de la frontera argelina custodiada por el ejército francés en plena guerra mundial y la emergencia de bandas seléucidas que asolaban los puestos fronterizos en nombre de la guerra santa del Islam y uno de cuyos objetivos pudo haber sido eliminar a los extranjeros especialmente apreciados por la población local. La espiritualidad de NazaretLa espiritualidad de Nazaret se forma en el deseo de llevar una vida seme-jante a aquellos años ocultos de Jesús en Nazaret y que De Foucauld llevó a cabo como simple auxiliar y mandadero del convento que las monjas clarisas tenían en la ciudad. Dice De Foucauld: “Nazaret es humildad, Nazaret es también silencio; Nazaret es también oración; ¿Qué es también Nazaret? Trabajo. En fin, Nazaret es principalmente un lugar de obediencia”1. De Foucauld releva la extrema humildad de vida que debió haber llevado Jesús en “el pobre taller del carpintero José” con todas “las inconveniencias de la gente pequeña” y los bienes que resultan de vivir completamente apartado del “crédito, la influencia, los honores y el poder”. Respecto del silencio, imagina “¡cómo se callaba frecuentemente en la casa de María!”, lo que dispone el ambiente hogareño hacia la oración y la acción de gracias en el marco de una vida llena de serenidad y de paz. El trabajo debió ser asiduo y haber cubierto toda la jornada y por ello mismo el lugar de la oración debió tomarse “preferentemente por la noche, quitándoselo al sueño”, lo que recuerda la adoración nocturna al Santísimo, todavía en la ermita de Tamanrasset. Además, Jesús “vivía sujeto a ellos”, como dice el Evangelio, “sumiso como un niño, a dos de sus pobres criaturas”, María y José, lo que pone de relieve el inmenso valor de la mansedumbre cristiana. “Nazaret —dice De Foucauld— es la raíz y el tronco”, mientras que el “Calvario es el fruto”. Ya en esta época escribe acerca del deseo de morir mártir “des-pojado de todo, tendido desnudo en la tierra, irreconocible, cubierto de sangre y de heridas, muerto violenta y dolorosamente”, tal como ocurrirá años más tarde.1 Tomadas de sus Notas destacadas de Espiritualidad escritas en Tierra Santa entre 1897-1900, p. 29 y ss. en Viajero en la Noche. Notas de Espiritualidad. Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 1994.
La espiritualidad de Nazaret es evidentemente de cuño monacal por su énfasis en las virtudes pasivas de la humildad, la comprensión y la obe-diencia y la combinación característica de oración y trabajo. Por lo demás, De Foucauld provenía de los monasterios trapenses Nuestra Señora de las Nieves en Francia y Akbés en Siria, donde se practicaban habitualmente las condiciones más exigentes de ocultamiento, separación y silencio, y donde el deseo de mortificación era más intenso. Algunos contrastes con la vida monástica, sin embargo, aparecen en la elección de Nazaret que tiene que ver con la búsqueda de simplicidad y pobreza —el objetivo principal de casi todas las reformas monásticas— y con desbordar el régimen de clausura monacal. Dice el padre Voillaume, fundador de los Hermanitos de Jesús: “Toma como objetivo en todo y para todo la vida de Nazaret: en su simplicidad y en su extensión; sin hábito especial, como Jesús de Naza-ret; sin clausura, como Jesús en Nazaret; sin querer buscar sitios aislados y Primero estuvo en Beni-Abbés y luego en Tamanrasset en medio del pueblo tuareg del Hoggar.Grandes figuras del cristianismo solitarios, sino más bien junto a una aldea, como Jesús en Nazaret; no menos de ocho horas diarias de trabajo (trabajo manual o de otra clase, pero manual en cuanto sea posible) como Jesús en Nazaret; ni campos gran-des, ni habitaciones espaciosas, ni grandes gastos, ni siquiera grandes limosnas, sino también una extremada pobreza en todo, como Jesús en Nazaret…”2.Las dos columnas vertebrales de la espiritualidad de Nazaret han sido la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y la adoración al Santísimo Sacramento, sin contar desde luego la lectura asidua del Evangelio. Ambas devociones revelan el carácter intensamente cristológico de la piedad foucauldiana. La devoción al Sagrado Corazón (que en su forma moderna data de las revelaciones de Paray-Le-Monial de Santa Marga-rita María Alacoque, 1647-1690) introdujo un punto de inflexión entre la oración rogativa (característica de la piedad mariana) y la oración contemplativa3. Orar no es solamente pedir y agradecer el don recibido, sino también mirar el corazón de Jesús traspasado de bondad, a Aquel que es la fuente primordial del amor, el “Modelo único” como le llamó De Foucauld. Todo el camino de la devotio moderna y de la imitación de Cristo atraviesa este puente de la oración contemplativa, que crea una relación de amistad, intimidad y confianza con Cristo.De Foucauld se dejará guiar por un sacerdote excepcional llamado Henri Huvelin (1830-1910), vicario de San Agustín en París. Según García Rubio, Huvelin le enseñará a De Foucauld la “ciencia del corazón”4. La devoción del Sagrado Corazón tuvo un fuerte sentido de expiación (incluso con ribetes políticos como en la edificación del Sacre Coeur en París después de la guerra franco-prusiana), pero Huvelin le da un sentido místico. Pío XII (Haurietis Aquas) define la devoción como la “síntesis del cristianismo”, en la medida que identifica a Jesús con el Amor (tal como aparece en el lema epistolar del padre De Foucauld, JESUS CARITAS) e introduce la certeza de haber sido amado por Jesús con un amor que an-tecede y sobrepasa cualquier amor humano. En ocasiones, el culto adopta un sentido expiatorio que insiste en la desproporción entre el amor divino y la ingratitud humana respecto de Aquel que nos ha amado y propicia la Eucaristía como sacrificio reparatorio correspondiente (también en Margarita María en un momento se impulsaba la comunión frecuente Algunos contrastes con la vida monástica aparecen en la elec-ción de Nazaret, que tiene que ver con la búsqueda de simpli-cidad y pobreza —el objetivo principal de casi todas las reformas monásticas— y con desbordar el régimen de clausura monacal.2 Voillaume, René, En el Corazón de las Masas. Ediciones Stvdium, Madrid, 1956, pp. 27-28.3 Beck, Victor ss.cc. Neuf Siècles d’Histoire du culte du Sacre Coeur. Paris Alsatia, 1963. 4 García Rubio, Antonio, Perlas en el desierto. Evangelizar hoy con el latido de Carlos de Foucauld. PPC Editorial, Madrid, 2018.
