Muerte en Tamanrasset

El 1 de diciembre de 1916, Carlos de Foucauld escribió una carta a su prima: «Nuestro propio aniquilamiento es el medio más poderoso que tenemos para unirnos a Jesús y hacer bien a las almas. San Juan de la Cruz lo repite casi en cada línea.
Cuando uno puede sufrir y amar, puede mucho, puede lo que más en este mundo. Uno siente que sufre, pero no siempre siente que ama y es un gran sufrimiento. Pero uno sabe que quisiera amar, y querer amar es amar.
[…] Se nota que no amamos bastante —esto es verdad, nunca se amará bastante—; pero Dios, que sabe de qué barro nos ha hecho y que nos ama más de lo que una madre podría amar a su hijo, nos ha dicho —él, que no puede morir— que no rechazará a aquél que se acerque a él
.​»Carta a María de Bondy.

Al atardecer, Paul Embarek marchó a una aldea cercana donde vivía con su familia y Carlos se encontró solo. Fue entonces cuando oyó un llamado a la puerta del fortín. Con los visitantes se encontraba El Madani, quien había gozado anteriormente de la hospitalidad de Carlos, y que en ese momento le anunció la llegada del correo.9​ Carlos abrió la puerta sin temor por tratarse de un conocido. Pero los visitantes eran en verdad una banda de forajidos, senusistas y tuaregs disidentes, que había rodeado el lugar sigilosamente.9Tumba de Carlos de Foucauld, en El Menia, Argelia.

Forzaron a Carlos hacia el exterior, lo obligaron a ponerse de rodillas, maniataron sus manos a los tobillos por la espalda, pusieron ligaduras en torno a su cuerpo y dejaron al joven Sermi ag-Tohra, de unos quince o dieciséis años, como custodio.Luego, unos veinte hombres entraron violentamente al interior del bordj: el plan de la banda era saquearlo y quizá tomar a Carlos como rehén. Algunos de los miembros de la banda fueron a buscar a Paul Embarek a su cabaña, lo tomaron prisionero y lo llevaron al lado de Carlos. Paul se convertiría así en testigo de aquella noche. Mientras desvalijaban la capilla y las dependencias del humilde cenobio, alguien anunció con un grito la llegada de dos meharistas.El joven que custodiaba a Carlos de Foucauld —quien permanecía de rodillas y en silencio— perdió el control y descargó su fusil contra él sin que mediara razón o resistencia alguna. El proyectil penetró por su oreja derecha y salió por su ojo izquierdo.​ Fue un asesinato precipitado. Los senusistas mataron seguidamente a Mohamed ben Bou Aïcha y Boudjemâa ben Brahim, los dos meharistas del servicio de correos que cumplían funciones operativas en Fort-Motylinski, y pasaron parte de la noche banqueteando con la carne del camello de Bou Aïcha. Después durmieron en el fortín. Al día siguiente también mataron a Kouider ben Lakhal, el correo de Fort-Motylinski que llegaba con la correspondencia para Carlos de Foucauld.​ Paul Embarek consiguió escapar del exterminio durante la noche. Cuando retornó con algunos aldeanos, todo había terminado. Embarek recorrió cincuenta kilómetros de desierto hasta Fort-Motylinski para informar sobre la tragedia al capitán de la Roche.

En 1897, mientras vivía en Nazaret, Carlos había apuntado las siguientes líneas, como si se tratara de un diálogo con Dios sobre la muerte de Jesús, pensamientos que se difundieron tras su muerte: «Cualquiera sea el motivo por el cual nos matan, si nosotros, en el alma, recibimos la muerte injusta y cruel como un don bendito de tu mano, si te lo agradecemos como una dulce gracia, como una imitación dichosa de tu fin, si te lo ofrecemos como un sacrificio ofrecido de muy buena voluntad, si no nos resistimos a obedecer tu palabra: No resistan el mal (Mateo 5, 39) y a tu ejemplo: Como oveja ante el esquilador enmudecía y no abría la boca (Isaías 53, 7), entonces, cualquiera sea el motivo que tengan para matarnos, moriremos en el puro amor, y nuestra muerte será un sacrificio de muy agradable aroma, y si no es un martirio, en el sentido estricto de la palabra y a los ojos de los hombres, será un sacrificio a tus ojos y será una imagen muy perfecta de tu muerte… ya que si no hemos, en este caso, ofrecido nuestra sangre por nuestra fe, la habremos, de todo corazón, ofrecido y entregado por amor tuyo…»​Carlos de Foucauld, En vue de Dieu seul.

Fuente: Wikipedia

Deja un comentario