Imitar a Jesús hasta el extremo

«Aún te falta una cosa: vende todo cuanto tienes
y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro
en los cielos; luego, ven y sígueme
» Lucas 18,22.
Dios mío, haz que acoja estas palabras con fe.
Parecen sencillas y son muy difíciles. Obrar así es
verdaderamente ser perfecto, porque sólo los
santos lo han hecho. ¿Quién, excepto los santos,
considera la limosna como una buena inversión
hecha en el cielo? ¿Quién, excepto ellos, da con la
abundancia que inspira una fe tan grande? La vida
humana cambiaría si los hombres tuviesen
esta fe. Dar dinero a un pobre es invertirlo con
seguridad en el cielo, es cambiar un bien pasajero
y perecedero por un bien eterno. Estamos lejos
de ello, aunque nos creemos hombres religiosos.
¿Quién sigue a Jesús por el mismo camino que él
recorrió, imitándolo en todo, viéndolo de verdad
como el camino, «siguiéndolo» como los apóstoles
lo siguieron, configurándose y modelándose
perfectamente según su alma, en la unión de su
vida externa, yendo donde él quiso ir,
compartiendo su pobreza, su abyección,
todo lo que él quiso sufrir, siendo lo que él quiso
ser, «siguiéndolo» al compartir e imitar todo en su
vida interior y exterior? ¿Quiénes, sino los santos,
imitan a Jesús hasta este extremo? Dame, Dios
mío, la fe en tus palabras; dásela también a todos
aquellos que me pides que ame más, y dásela a
todos tus hijos: enséñame a dar limosna
mirándola como un tesoro bien colocado en el
cielo, y a seguirte imitándote en todo e imitando a
tus fieles imágenes que son los santos.
EE-1, Meditaciones sobre el Evangelio,
(1897), 95-96

Deja un comentario