
- Charles de Foucauld (1858-1916) de nacionalidad francesa fue considerado un místico y un buscador de Dios, su historia de conversión es realmente interesante pues al final de su vida quedó sin saber qué repercusiones tuvo su encuentro con Jesucristo y su deseo de vivir su vida oculta. Una mirada en prospectiva le permitirá a Charles identificar los diferentes hitos que marcaron la historia de su conversión, pues mientras los vivía eran irreconocibles. Uno de ellos tiene que ver con la piedad y devoción que tenía su familia, recordará las últimas palabras de su madre entregándose a Dios, sus invitaciones a orar, las visitas a las iglesias y sobre todo la nostalgia de no volverse a Dios en esos momentos. Desde muy temprana edad quedó huérfano de padre y madre, y fue criado una parte de sus abuelos maternos y posteriormente por sus tíos Moitissier, cuya formación, cuidado y testimonio, especialmente los de su prima María incidieron notablemente en él.
- En su juventud la poca piedad que había asimilado se fue perdiendo entre las dudas, la filosofía y la vida militar, y se perdió como él mismo reconocerá, “a pesar de tantas gracias, comenzaba a apartarme de vos […] y así mi vida comenzaba a ser una muerte”. Se acumulan las vivencias desenfrenadas, el inconformismo, el desasosiego, le conducen a caminar por los extremos de la vida para hallarle algún sentido, se endurece su corazón y su ansia de poder y control lo desbordan totalmente, sin embargo, es su prima María de Bondy, quien vuelve de nuevo a acogerle y a orientarle. Por otra parte, algo que le causa gran impresión a Charles en los numerosos viajes por su carrera militar y luego por su incursión como explorador, es la fe los musulmanes, en los cuales halla hombres sencillos para quien Dios cuenta más que todo y cuya vida ha de consistir en entregarse totalmente a Él. De nuevo su prima María de Bondy, quien a través del libro Las elevaciones sobre los Misterios de Bossuet, su presencia silenciosa, el contactar a Charles con el padre Huvelin, quien aportó significativamente en su conversión.
- Comienza un hambre desesperada de Dios, y su petición suplicante “haz que te conozca”; va a la parroquia del padre Huvelin, éste le pide que se arrodille y se confiese, y comprende que en ese acto un tanto impositivo y brusco, reconoce que el camino a Dios es en esa actitud de abajamiento, descubrirá que las mejores decisiones de su vida las tomó de rodillas. A partir de la confesión como momento clave de la conversión, Charles comienza un itinerario espiritual y de discernimiento espiritual, que le lleva a reconocer un cambio importante, a saber “amo la conversión porque me permite tener un antes y un después en mi biografía. Hay un eje en mi vida: un punto al que mirar retrospectivamente y desde el que evaluar cualquier horizonte”. Este nuevo horizonte aparece en la vida de Charles como una vocación al servicio de Dios que no se esperaba, pensó que su llamada era a vivir el camino monástico, por ello se fue con los Trapenses en Siria, pero se sintió insatisfecho por no coincidir con una vida más pobre, descubrió que en el empequeñecimiento podría adquirir una mayor conciencia de sí, su llamado verdadero era a ocupar el último lugar. Pensaba igualmente que la Iglesia entera, “debería vivir de este único movimiento que es el descenso, hasta el punto de que sólo ahí –en el último lugar- debería ser reconocible como discípula de tal Maestro”. El último puesto, la vida oculta de Jesús, el silencio de todo reconocimiento es lo que busca Charles de Foucauld, y le lleva posteriormente a vivir en Jerusalén como mensajero y jardinero de las clarisas, posteriormente su ordenación, y en la concepción de una idea que no alcanzó llevar a cabo en vida, fundar “Los ermitaños del corazón de Jesús”, cuya regla fue redactando en varias etapas de su vida. Charles termina en Argelia en medio de los tuareg, una tribu indígena, y posteriormente es asesinado. El aporte fundamental a la Iglesia a través de su conversión, fue su continuo olvido de sí, el cual se siente hacerlo no en soledad sino en medio de los hombres. Pues “no llegó nunca a resultado alguno. Todo lo que es, todo lo que hace da la impresión de algo inacabado. No es un autor místico, porque le falta, en el plano del pensamiento, la plenitud firme y vasta de San Juan de la Cruz”. No obstante, su testimonio de vida encendió los corazones de quienes encontraron en su historia a Jesús Crucificado.
- JORGE ALAHAN HERNÁNDEZ QUIRAMA BOGOTÁ D.C., DICIEMBRE DE 2016
