- Carlos de Foucauld: Una vida centrada en Dios.
Todos aquellos que han hecho hincapié en la novedad del
testimonio de Carlos de Foucauld, de René Bazin a Jacques
Maritain, pasando por Paul Claudel, y tantos otros, han insistido en
el carácter radical de su experiencia de Dios. Igualmente piensan los
que han seguido su estela y han intentado vivir el Evangelio con la
proyección misionera: de Madeleine Delbrel a Jacques Loew y
aquellos que hoy estamos comprometidos en las distintas
fraternidades ayudados por la reflexión del hermano René
Voillaume, la hermanita Magdalena o tantos otros.
Aunque Carlos de Foucauld se convirtió en un apasionado
por Jesús, por su humanidad, por su humildad, por su Cruz, su vida
sigue centrada en el misterio de Dios, buscado incansablemente y
con toda pasión.
Este hombre fue llamado por Dios y respondió
abandonándose a Él. Este abandono a Dios incluye no sólo la
obediencia, la lucha interior, el trabajo personal por convertirse,
como se podría pensar con demasiado facilidad. Esta entrega a Dios
es fuente también de alabanza y de reconocimiento de las maravillas
y grandezas del Señor.
Once años después de su conversión, en 1897, en su pequeña
ermita de Nazaret, Carlos de Foucauld recuerda su vida pasada
desde su infancia. Y celebra la misericordia de Dios en cada una de
sus etapas:
“¡Oh Dios mío, todos tenemos que cantar tu misericordia, nosotros
todos creados por la gloria eterna y redimidos por la sangre de
Jesús, por tu sangre, mi Señor Jesús, que estás a mi lado en el
Tabernáculo, si todos te debemos tanto, cuánto yo más! Yo que fuí
en mi infancia rodeado de tantas gracias. ¡Oh Dios mío, cómo
tenía tu mano sobre mí, y cuán poco lo notaba! ¡Qué bueno eres!
¡Cómo me habéis protegido! ¡Cómo me habéis guardado debajo de
tus alas cuando ni siquiera creía en tu existencia!”80.
Y en 1904, cuando se fue de ermitaño al Sahara, seguía
todavía buscando su camino, el Hermano Carlos de Jesús confía a su amigo Henry de Castries su absoluta confianza en Dios, que conduce su vida: “Es tan dulce sentirse en la mano de Dios, llevado por este Creador, bondad suprema que es Amor – Deus caritas est – Él es el amor, el amante, el esposo de nuestras almas en el tiempo y la eternidad. Es tan dulce sentirse transportado por esta mano a través de esta vida breve, hacía esta eternidad de luz y de amor por la cual nos creó” 81.Todos los escritos de Carlos de Foucauld están impregnados por el sentido de la grandeza y de la providencia de Dios. La experiencia del desierto aumenta aún más en él estas experiencias.En este contexto de espiritualidad teocéntrica va desarrollando su pasión por Jesús, por su encarnación, por su humanidad, por suCruz.
- Una vida de imitación de Jesús y de su vida oculta.
El carisma misionero de Carlos de Foucauld incluye en su
centro, en su corazón, un anhelo ardiente, feroz y persistente, no
sólo de conocer a Jesús en su humanidad sino de imitarlo también en
su literalidad evangélica.
En la vida y la experiencia del Hermano Carlos de Jesús, el
principio de la encarnación se transforma en un principio misionero.
Se trata para él de conformar su vida con Jesús de manera radical,
es decir, mediante la práctica como él, del abajamiento, de la
humildad, de la pobreza, de la abyección, la ocupación del último
lugar.
Sabemos que el nuevo converso se vio afectado de forma
permanente por una frase pronunciada por el padre Huvelin en uno
de sus sermones, diciendo a Jesús: “¡Ocupó de tal manera el último
lugar que nadie jamás había sido capaz de arrebatárselo!” Esta frase
quedó grabada en el alma de Carlos de Foucauld para siempre y
buscará con todos los medios a su alcance compartir el último lugar
con Jesús.
Este itinerario espiritual de búsqueda del último lugar no es
solo un descubrimiento espiritual. Es una orientación de vida que
no lo dejará nunca tranquilo. No se conforma con anunciar a Jesucristo sino que tiene que vivir con él, compartiendo su condición real, como lo entiende con intensidad durante su retiro en Nazaret, en 1897: “Mi Señor Jesús, […] quien te ama con todo el corazón, no puede soportar ser más rico que su amado […] No me puedo imaginar el amor sin una necesidad, una necesidad imperiosa de conformidad, de semejanza, y más que todo, de compartir todas las penas, todas las dificultades, todas las durezas de la vida”82.Sabemos que Carlos de Foucauld ha llevado muy lejos este realismo espiritual en relación con el misterio de Jesús. Eligió vivir en Nazaret, es decir, seguir a Jesús, donde se ha cumplido en el tiempo el misterio de la Encarnación. Se puede pensar que Carlos de Foucauld da así una forma casi sensible a las grandes afirmaciones teológicas inspiradas por Bérulle y por la tradición de la Escuela Francesa, a propósito del Verbo Encarnado. Creo que es necesario ir más allá, sobre todo si no olvidamos que la experiencia espiritual del hermano de Carlos Jesús no se detuvo en Nazaret, sino que lo llevó hasta el desierto, rodeado de nómadas tuareg. Tal vez inconscientemente, el ermitaño de Nazaret, y después del Sahara, fue fascinado por el misterio del Dios oculto que se revela, paradójicamente, a través de los acontecimientos de la encarnación, desde Belén a Jerusalén pasando por Nazaret. Porque en Jesús, que desciende en nuestra humanidad, Dios al mismo tiempo se revela y se oculta. Y es esta especie de ocultación de la gloria de Dios, de la pérdida de uno mismo a través de la Cruz, poco a poco, va a estar en el corazón de la espiritualidad de Carlos de Foucauld y también de su carisma misionero. Se trata de imitar, en su vida, el misterio de Dios humillado y escondido por amor a nosotros. Ya en su primera peregrinación a Tierra Santa, después de su conversión en 1888, el nuevo converso lo había entendido: la pasión de Jesús se refería a los años de vida oculta en Nazaret. Cuanto más va avanzando en su vida y pone en actos su carisma misionero, más comulga en este misterio de Dios oculto en Jesucristo: “Él bajó con ellos y vino a Nazaret, en su vida entera, no ha hecho más que bajar: bajar en la encarnación, bajar para ser un niño pequeño, bajar haciéndose obediente, bajar haciéndose pobre, abandonado, exiliado perseguido, torturado, poniéndose siempre en el último lugar”83.Este descubrimiento apasionado de Dios oculto y humillado en Jesús Cristo funda el carisma misionero de Carlos de Foucauld, es decir, su deseo de encontrarse al lado de los pobres y olvidados del mundo. Es la experiencia de Dios que exige una nueva forma de presencia en los demás.
- En el camino de la imitación, para Carlos de Foucauld la oración ocupa lugar privilegiado, es camino de amistad. Santa Teresa de Jesús escribía su experiencia de oración en
frase tan conocida: “Porque oración es tratar de amistad, estando muchas
veces a solas, con quien sabemos que nos ama”. La oración es trato entre
dos personas que se aman. El valor primordial de la oración no está
en descubrir ideas, o en conocerse mejor, o en saber más religión,
sino en amar a Dios. “Orar no es pensar mucho, sino amar mucho”,
escribe santa Teresa, “pues no todos saben razonar o reflexionar, pero
todos pueden amar”. La oración, por tanto, no es otra cosa que “estar
con Dios amándolo”.
¿Qué es amar en la oración? ¿Qué es, en último término,
amar a Dios? El amor, la caridad cristiana, no está en primer lugar
en la sensibilidad y en el sentimiento, o en la fuerza del afecto. Todo
ello no es malo, pero no es lo esencial; puede hacerse o no presente
en la oración; puede ser una ayuda. Lo propio del amor de amistad
con Dios es la determinación de la voluntad de hacer lo que Dios
quiere en la vida práctica. Es la orientación profunda del ser hacia el
seguimiento eficaz de Cristo.
Orar es dejarse amar por Dios, creer en su amistad
incondicional. El primer efecto de la oración no es tanto lo que
nosotros entregamos, o descubrimos, o experimentamos; el primer
efecto de la oración es lo que Dios hace en nosotros en el transcurso de ella. En la oración Dios ama; Dios nos “trabaja” y transforma lentamente, pues la amistad de Dios es siempre transformante y liberadora. De ahí que la eficacia profunda de la oración sea siempre mayor que la experiencia sentida que tenemos de ella. El resumen de la religión es mi corazón […] Toda la religión está expresada en la palabra amor, caritas. Amor del Corazón de Jesús constante, fiel, inquebrantable a pesar de nuestras infidelidades 84.En Jesús se manifiesta un rostro de Dios desconocido hasta entonces. “El corazón de Cristo es la revelación del corazón de Dios, y la cruz es la revelación del corazón de Cristo”. De ahí el símbolo de la entrega, el corazón traspasado por una cruz como símbolo de la medida del amor. El amor es locura: “Para estar aquí hay que estar loco o amar locamente” 85 El enamorado vive para el otro: “que todos los latidos de
nuestro corazón sean para ti… que todos nuestros pensamientos, nuestras
palabras y nuestras acciones estén inspiradas por tu amor y sean de modo
que gusten a tu corazón lo más que nos sea posible”.
En una constante vigilancia: “Vivir hoy como si fuera a morir
mártir esta noche”. “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” La
oración de Abandono nació de la meditación del Evangelio. Por eso
es natural que toda ella esté penetrada del espíritu del Evangelio,
ofreciendo una síntesis del núcleo del mensaje de Jesús: paternidad
de Dios y Reino de Dios con todo lo que ello implica. - Una referencia absoluta: la Eucaristía.
En la fuente de esta presencia de entrega a los demás se
encuentran la Eucaristía y la adoración eucarística. Carlos de
Foucauld evoca la Eucaristía en las huellas directas de la
Encarnación y de manera especial en la Pasión de Jesús.
“Besar los lugares que santificó en su vida mortal, las piedras de
Getsemaní y el Calvario, el suelo de la Vía Dolorosa, es dulce y
piadoso, Dios, pero preferir eso a su Tabernáculo, es dejar a Jesús
que vive a mi lado, dejarlo solo e irme solo a venerar piedras
muertas en donde no está”, porque “en todos los lugares donde se
encuentra Santa la Hostia está el Dios vivo, es tu Salvador tan
cierto como cuando estaba vivo y predicando en Galilea y Judea y
como está ahora en el cielo” 87.
Cuanto más el hermano Carlos de Jesús crece en su
experiencia espiritual y misionera, más se convierte la Eucaristía en
el medio esencial de su apostolado. Lo escribió al padre Huvelin:
“Tenemos que seguir poniendo la Misa antes de todo y celebrarla
en el camino a pesar de los costes adicionales que provoca. Una
misa, es Navidad, y el amor pasa primero antes que la pobreza” 88.
Desde que se ordeno de sacerdote, vivió con mayor
intensidad lo que había aprendido de su director espiritual,
inmediatamente después de su conversión:
“En este misterio, nuestro Señor da todo, se entrega por entero: la
Eucaristía es el misterio del don, es el don de Dios, es aquí donde
tenemos que aprender a dar, a darnos a nosotros mismos, porque
no hay don, si uno no se da” 89.
Muchas veces, evoca la “Sagrada Eucaristía”, que brilla en
medio de las poblaciones musulmanes, en torno a ella sueña agrupar
algunos discípulos, que pudieran formarse junto al Señor para el
servicio incondicional de la evangelización.
Para él, el tiempo que pasa en la celebración y en la
adoración de la Eucaristía es una parte esencial de su misión,
porque se une así a Jesús en el misterio y el don de su vida oculta.
Sin embargo, en sus últimos años, se preguntó si no debería
abandonar la celebración de la Misa para poder penetrar en el
Hoggar y atender a los más desfavorecidos. Formula así su
reflexión:
“Una vez, me sentí inclinado a ver, en primer lugar, el Infinito, el
Santo Sacrificio; y en segundo lugar, el finito, todo lo que no es, y
siempre a sacrificarlo todo por la celebración de la Santa Misa.
Pero este razonamiento debe pecar por algo, porque desde los
apóstoles, los más grandes santos han sacrificado en determinadas
circunstancias, la oportunidad de celebrar a actividades de caridad
espiritual, de viaje o de otro tipo” 90.
Su deseo de ir a conocer a la gente y llevarles el Evangelio
estuvo siempre directamente y estrechamente integrada con su
espiritualidad eucarística. Como si viviera también el misterio de la
Eucaristía entregándose a los que quiere salvar imitando a Jesús.
- Carlos de Foucauld, el hermano universal.
De la eucaristía nace el corazón universal. “Los pobres son
sacramento de Cristo” (San Juan Crisóstomo). A través de la
Eucaristía, el amor de Dios brilla para toda la humanidad sin
excepción.
“Deseo acostumbrar a todas las personas, cristianos, musulmanes,
judíos, e idólatras, a mirarme como a su hermano, el hermano de
todos. Empiezan a llamar mi casa la fraternidad (el Khaoua en
árabe) y eso me agrada”91.
En múltiples escritos afirma esta intención universal: “Mirar
a todo ser humano como un hermano amado”. “Ver en todo ser humano, un
hijo de Dios, un alma redimida por la sangre de Jesús, un alma amada por
Jesús”.
Ciertamente que centra su vocación y misión en el
apostolado fraternal por la práctica del amor y de la bondad hacía
todos. Su mística del Sagrado Corazón de Jesús, toma así una forma
muy concreta, ya ilustrada por el signo que lleva en su vestido: el
corazón coronado por la Cruz.
Sabemos que los manuscritos autobiográficos de Teresa de
Lisieux se acaban en un acto de fe sin reserva en la misericordia del
Padre de los cielos. Como sí Carlos de Foucauld, fue también
encargado de transmitir a través de su muerte, como a través de su
vida, este mensaje esencial que tantas veces transcribió en sus notas,
y en particular en el pequeño libro dedicado al Modelo Único:
“Tanto amó Dios al mundo que envió a su unigénito para que todo aquel
que cree en él no se pierda, pero tenga la vida eterna” 92.
Me parece que ha llegado la hora de reconciliar a todos los
actores de la evangelización: aquellos que tienden tendencia a
valorar la paciencia de las largas horas de la oración y de la
adoración y los que son más sensibles a las expresiones públicas de
fe, los que dan tiempo a los diálogos desinteresados y los no tienen
miedo de anunciar explícitamente a Cristo y a su Evangelio.
Carlos de Foucauld se manifiesta para todos nosotros como
un maestro exigente, dejando claro que su exigencia va al esencial:
“¡Nos inclinamos a poner primero las obras cuyos efectos son
visibles y tangibles, Dios da el primer lugar al amor y después al
sacrificio inspirado por el amor y a la obediencia que deriva del
amor. Es preciso amar y obedecer por amor ofreciéndose a sí
mismo como una víctima con Jesús, como le plazca! A él
corresponde decidir si para nosotros, es más conveniente la vida de
san Pablo o la de santa Magdalena” 93.
Carlos de Foucauld invita a “ser amigo de todos, buenos y malos,
ser el hermano universal” 94 y enumera las razones de obrar de este modo:
(1) Nuestra mirada a los demás debe ser una mirada, “como
Dios los mira” 95 de ahí que debamos pedir a Dios que convierta nuestra
mirada
(2) Hemos de poner en práctica lo que creemos 96. A veces
buscamos lejos y olvidamos lo próximo (vecinos, familiares,…); con
frecuencia colocamos etiquetas que inhiben nuestra caridad fraterna.
El Hermano universal intenta no juzgar 97. Negar el amor a los
seres humanos, cercanos o lejanos, supone siempre romper y falsear la
comunión eucarística (desprecio, indiferencia, crítica mordaz,
ironía,…). A veces nos parecemos al fariseo de la parábola 98.
Con frecuencia nuestra caridad responde a impulsos
sentimentales y no es fruto de la contemplación de la vida trinitaria. El
nosotros del Padrenuestro expresa la solidaridad humana. “Amando a
los hombres es como aprendemos a amar a Dios” 99 Nos surgen muchos
interrogantes: ¿Cómo amar a los demás sin una sana autoestima?
¿Cómo amar a los hermanos que Dios me ha dado y que yo, con
frecuencia, no elijo? ¿Cómo me sitúo ante el amor gratuito y
difícilmente correspondido (enfermos, transeúntes, disminuidos,..?
El amor acorta diferencias y tiene imaginación. ¿Qué hago
para hacerme hermano? ¿Me hago hermano y próximo?100.
La hospitalidad
La fraterna y discreta hospitalidad es uno de los medios de
apostolado del Hno. Carlos. El huésped, como en los monasterios
trapenses, será siempre signo de la presencia del Señor y será
identificado con el Señor mismo. La hospitalidad como signo distintivo
del amor de Jesús, de aquel Jesús cuyos padres no encontraron
alojamiento en la posada. A los pocos meses de llegar a Bèni-Abbés,
cuando planea el edificio de la posible fraternidad, prevé la
construcción de dos habitaciones para huéspedes cristianos y una más
amplia para los no cristianos101. Siempre que trata de explicar a otros el
género de vida que desarrolla en Bèni-Abbés, la hospitalidad aparece
en sus cartas como una de sus actividades más propias. Así, al P.
Jerónimo el 23 de diciembre de 1901 le escribe:
“La limosna, la hospitalidad, la caridad, la bondad, pueden hacer
mucho bien entre los musulmanes y disponerlos a conocer a Jesús” 102.
Algunas experiencias decepcionantes le hacen preguntarse a
Carlos de Foucauld con realismo a quién hay que dar albergue:
“Vista la costumbre que tiene la gente de dormir al aire libre, y los
inconvenientes de albergar en casa a desconocidos que roban, se
pelean y se comportan muy mal, no parece conveniente ofrecer techo en
la fraternidad a cualquiera que venga; sin embargo, hay que tener
alojamiento para los indígenas y ofrecer un techo a la gente honrada
o a los demasiado desgraciados o aislados, a los viejos sin techo;
incluso habría que recoger durante largos meses a enfermos
abandonados, tener una especie de asilo para algunos ancianos […]
La hospitalidad de alimentación durante un día a cualquiera que
venga, durante más largo tiempo, a algunos; la hospitalidad de techo,
solamente a los que se conoce y a los que se comporten bien, y la
hospitalidad perpetua a los enfermos, ancianos o niños abandonados
que se comporten bien” 103.
En un momento se pregunta sobre la conveniencia o no de
construir hospitales y escuelas en los lugares de residencia fija, y se
contesta:
“En general, los hospitales y escuelas a la europea no parecen tener
lugar en el Sahara: donde se pueda tener locales para acoger a los
enfermos y educar a los niños, hará falta que sean locales conformes a
las costumbres, a la pobreza, a la rusticidad de los indígenas. Parece
mejor organizar al principio sólo residencias, y establecer los
hospitales y escuelas en la medida en que el conocimiento del país
vaya mostrando a los misioneros que ha llegado el momento de
fundarlos” 104.
La hospitalidad es apertura de corazón para acoger y discernir.
Es salir a las periferias para compartir la existencia. Surgen preguntas
para chequear nuestro corazón: ¿Quiénes son nuestros amigos? ¿Con
quiénes se nos ve? ¿Hablamos con amor de los demás incluso cuando
son evidentes las diferencias? ¿Presento la fe y la vida cristiana
teniendo en cuenta los destinatarios? ¿Rezo por mis enemigos? ¿La
ideología pesa tanto en mí que me lleva a rechazar a quienes no
piensan y viven como yo? ¿Qué hago para salir al encuentro del otro?
¿Siento necesidad de los demás o soy don perfecto?105
80 Retiro de Nazaret, 1897 noviembre.
81 Carta a Henry de Castries, 27 de noviembre 1904.
82 Retiro de Nazaret, noviembre de 1897.
83 Meditación sobre Lucas 2, 50-51 del 20 de junio 1916
84 Cf. Hijo pródigo (Lc 15,20).
85 Cf. Perdón al buen ladrón, a Pedro después de las negaciones…
86 Lc 23, 44-46.
87 Retiro de Nazaret, noviembre 1897.
88 Carta al Padre Huvelin, 1 de diciembre 1905.
89 Cf. A. GIBERT-LAFON, Ecos de las charlas del padre Huvelin, (París 1917) 62. 90 Carta a Monseñor Guérin, julio de 1907.
91 Carta a la Sra. Bondy, enero 1902.
92 Juan 3,16.
93 Carta a la Sra. de Bondy, el 20 de mayo 1915.
94 Carnet de Bèni-Abbés 115.
95 Qui peut résister à Dieu 41.
96 Cf. Mt 25,35).
97 Cf. Mt 7,5: “sácate primero la viga….
98 Cf. Lc 18,11: “te doy gracias por no ser como ese desgraciado”.
99 Lettre Louis Massignon 127, 197.
100 Cf. Buen samaritano Lc 10,25-38.
101 Cf. Carnet de Beni-Abbés 46.
102 Lettres à mes frères de la Trappe 266.
103 Ibíd, 127.
104 Ibíd, 135.
105 Cf. Mt 5,44-48.