La expansión de la Paz

Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964)
laica, misionera en la ciudad.
La alegría de creer. Alegrías venidas de la Montaña (La joie de croire, Seuil, 1968), trad. sc©evangelizo.org
En toda vuelta de calle existen pequeñas guerras,
como en toda vuelta del mundo existen grandes guerras.
En toda vuelta de nuestra vida, podemos hacer la guerra o hacer la paz.
Para hacer la guerra, nos sentimos peligrosamente hechos.
Rápidamente nuestro vecino se convierte en nuestro enemigo,
si no es nuestro hermano.(…)
Sólo los hijos de Dios son totalmente pacíficos.
Para ellos la tierra es la casa de su Padre del Cielo.
Todo lo que existe sobre la tierra es a él, tanto como el suelo mismo.
Si, realmente la tierra es una pequeña casa del Padre.
Sin olvidar ningún continente ni isla minúscula, ninguna nación
y ni siquiera un patio, plaza, vereda, estación…
En todo lugar hay que construir el espíritu de familia. (…)
Los ojos de los pacíficos son benévolos.
Ante ellos sus compañeros de ruta se calientan como ante una fogata.
No encuentran nunca motivos para combatir,
saben que la paz no se defiende con batallas.
Saben que la división de un solo átomo puede iniciar guerras cósmicas.
Cuando una célula humana se rasga con la cólera, resentimiento o amargura,
el fermento de guerra puede rebotar en todo el universo.
Como los pacíficos creen en la difusión del amor,
saben que donde se hace un poco de paz,
se expande una paz tan fuerte que invade la tierra.
Portan así una doble alegría:
por el advenimiento de paz alrededor de ellos
y al escuchar una voz inefable que en lo profundo de su corazón, dice “Padre”.

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