«JESÚS, SU PASIÓN» – Meditación de Carlos de Foucauld

Cristo crucificado de San Juan de la Cruz


¡Vuestra Pasión, Dios mío; he aquí lo que Vos queréis que medite:
hacedme pensar Vos mismo, ya que siempre me encuentro impotente ante
tales visiones!
Ya Pasión… ¡Qué recuerdos! Las bofetadas y los golpes de los
criados de los pontífices: «Profetiza: ¿quién te ha dado?» El silencio
delante de Heredes y de Pilatos… La flagelación, la coronación de espinas.
El via crucis… La crucifixión… La Cruz… «Padre mío, en tus manos entrego mi espíritu.»

¡Qué visiones, Dios mío, qué cuadros! ¡Qué lágrimas,
yo que os amo! ¡Qué remordimientos, si pienso que esto es por expiar
dignamente mis pecados por lo que habéis sufrido así! ¡Qué emoción, si
pienso que si habéis pasado por mí esos tormentos es porque lo habéis
querido, que es para probarme vuestro amor, para declarármelo a través de
los siglos! ¡Qué remordimiento por amaros tan poco! ¡Qué remordimientos
por hacer tan poca penitencia de los pecados, por los cuales Vos habéis
hecho una tan grande! ¡Qué deseo de amaros, en fin, a mi vez y de
probaros mi amor por todos los medios posibles!… ¿Cuáles son estos
medios, Dios mío; cómo amaros, cómo deciros que os amo?… «El que me
ama es aquel que guarda mis mandamientos… No hay mayor amor que
aquel que da su vida por el que ama.» Cumplir vuestros mandamientos,
Mandata, es decir, cumplir no solamente las órdenes, sino los consejos,
adaptarse a los pequeños avisos, a los más pequeños ejemplos. Entre
vuestros consejos, uno de los primeros es el de imitaros. «Sígueme…
Aquel que me siga no anda entre tinieblas… Yo os he dado el ejemplo para
que como Yo lo he hecho, vosotros lo hagáis también… El perfecto
servidor debe ser como su Maestro.» Seguir lo más exactamente posible
todas vuestras enseñanzas y vuestros ejemplos mientras que vivimos y
morir por vuestro Nombre, he aquí el medio de amaros y probaros que os
amamos; sois Vos mismo quien nos lo ha dicho en el Evangelio, Dios
mío… El amor pide aún más, y el Evangelio me lo dice también, no por
palabras, pero sí por el ejemplo de la Santísima Virgen y de Santa
Magdalena al pie de la Cruz: Stabat Mater. La compasión, llorar vuestros
dolores… En verdad, es una gracia: yo no puedo por mí mismo, a la vista
del espectáculo de vuestra Cruz, sacar gemidos de este corazón de piedra,
¡ay!, espantosamente endurecido… Pero debo pediros esta compasión, y
porque ella os es debida, debo pedírosla para dárosla. Debo pediros todo,
yo debo darme…
Dios mío, puesto que en los abismos de vuestra misericordia, en los
tesoros de vuestras misteriosas e infinitas bondades, me habéis hecho esta
gracia, bajo el cielo y sobre esta tierra que habéis pisado y que habéis,
¡ay!, regado con vuestras lágrimas, sudores y vuestra sangre, no me dejéis
recorrer sin lágrimas estos lugares, testigos de vuestros dolores; no me
dejéis besar sin lágrimas las huellas de vuestros pasos en Getsemaní, sobre
la vía dolorosa, en el pretorio, en el Calvario; dadme un corazón de carne,
en lugar de mi corazón de piedra, y, puesto que me hacéis esta gracia
inaudita, me permito besar esta tierra tan santa, hacédmela besar con el
alma y el corazón, con las lágrimas que Vos queréis que tenga, que es mi
deber tener. ¡Oh, Señor mío, mi Rey, mi Maestro, mi Esposo, mi
Hermano, mi Bienamado, mi Salvador, mi Dios!…
Resolución.—Pedir, desear, y si es agradable a Dios, pedir el
martirio, para amar a Jesús con un gran amor… Celo de las almas,
ardiente amor por la salvación de las almas, que todas han sido rescatadas
a un tal precio. No despreciar a nadie, pero sí desear el mayor bien a todos
los hombres, puesto que todos están cubiertos como por un manto por la
sangre de Jesús… Hacer lo posible por la salvación de todas las almas,
según mi estado, pues todas han costado tan caro a Jesús y han sido y son
tan amadas por Él. Ser perfecto, ser santo, yo, por quien Jesús ha tenido tal
estima que ha dado por mí toda su sangre. Tener grandes deseos de
perfección, creer en la posibilidad de todo, por la gloria de Dios, cuando
mi confesor me prescribe hacer una cosa. ¿Cómo Dios me negará una
gracia después de haber dado por mí toda su sangre? Horror infinito del
pecado y de la imperfección que ha conducido al mismo, pues esto ha
costado tan caro a Jesús… Dolor de los pecados de los otros y de haber
ofendido a Dios, pues el pecado le causa un tal horror que ha querido
expiarlos por medio de tales tormentos… Confianza absoluta en el amor
de Dios, fe inquebrantable en este amor, que Él nos ha probado, queriendo
sufrir por nosotros tales dolores… Humildad, viendo todo lo que Él hace
por mí y lo poco que yo he hecho por Él.
Deseo de sufrimientos, para devolverle amor por amor, para imitarle,
y no estar coronado de rosas cuando Él lo está de espinas; para expiar mis
pecados, que Él ha expiado tan dolorosamente, para compartir su obra,
ofrecerme a Él todo, la nada que yo soy, en sacrificio, en víctima, por la
santificación de los hombres…

C. FOUCAULD, Escritos Espirituales,47.

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