Pobrezas y pobreza evangélica

"Piccoli Fratelli di Jesus Caritas"
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"Piccoli Fratelli di Jesus Caritas"

Durante la temporada de primavera y verano (abril-septiembre) aumenta el número de visitantes y grupos que llegan solicitándonos momentos de oración y encuentros de espiritualidad. Es el caso de un grupo de jóvenes que estaba realizando un retiro sobre el tema general “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos”, pero siguiendo las huellas de San Francisco de Asís y de Carlo Carretto. ¡Es una gran ventaja poder utilizar directamente el libro de Carretto: “Yo, Francisco”! Sus páginas son siempre actuales (1980) y es interesante ver cómo el Autor consiguió narrar la vida del Santo de Asís y al mismo tiempo realizar una interpretación de su propio itinerario espiritual y de la vida de la Iglesia… Al finalizar la lectura, la impresión es la de haber leido un “Yo Francisco-Carlo Carretto”. Lo ideal sería que cada uno pudiese escribir su proprio “Yo Francisco-Andrés”, “Yo Francisco-Luis”, “Yo Francisco-Julia”, et

La pobreza puede ser comprendida en diferentes maneras, empezando con aquella que lleva a muchos a realizar una opción social o política. Pero la pobreza evangélica es diferente: “El crucifijo de San Damián me había revelado una cosa muy importante que traté de no olvidar, que incluso fue la guía constante de mi vida. La pobreza no consistía en ayudar a los pobres, consistía en ser pobreAyudar a los pobres era algo fundamental siendo parte y expresión de la caridad, pero ser pobre era otra cosa”. Se trata, dice Carlo Carretto, de una pobreza mística: “El Evangelio me enseñaba a poner al centro el misterio de la persona más que el empeño por la persona”. No se trataba de cambiar las cosas, sino de cambiar los corazones. “Es por eso que he hecho mi camino siguiendo el camino del Evangelio. Para mi la pobreza era el signo de la liberación pero la verdadera, aquella de los corazones, era el instrumento y la fueza que me alejaba del espíritu burgués que es de todos los tiempos y que se llama egoismo, prepotencia, orgullo, sensualidad, idolatría y esclavitud”.

Estas son algunas de las ideas principales que nos permitieron compartir fraternalmente en dos momentos de la jornada intercalando con la celebración eucarística. El mistero de la pobreza evangélica puede ser comprendida solo mediante la luz de la Encarnación del Verbo: Dios que ha venido a habitar en la carne de la persona para salvarla. En San Francisco ese misterio se convierte en realidad durante el encuentro con el leproso: “Me recordé en ese momento del crucifijo de S. Damián y me pareció que fuesen los mismos ojos que me miraban. Madonna Povertà, que en el leproso pude reconocer, era la pobreza del mundo entero, era la solidaridad con todo lo que es pequeño, débil, que sufre; era el punto de referencia más alto de la misericordia de Dios”.

Ahora, con el Papa Francisco todos los temas sobre la pobreza están lentamente ocupando un lugar central en la vida de la Iglesia. La pobreza evangélica comprendida como un camino espíritual tras las huellas de Jesús de Nazareth es el punto inicial para poder considerar los demás tipos de pobreza. “El tema de la pobreza –dice Gustvo Gutiérrez– y la marginación nos invitan a hablar de justicia y a tener presente los deberes del cristiano al respecto. Así es en verdad, y este enfoque es sin duda alguna fecundo. Pero es importante no perder de vista lo que hace de la opción preferencial de los pobres una perspectiva tan central. A la raiz de esta opción está la gratuidad del amor de Dios. Esto es el fundamento último de la preferencia. El término mismo preferencia rechaza todo exclusivismo y se esfuerza de evidenciar a aquellos que deben ser los primeros –no los únicos– en nuestra solidaridad”.

Ver a este pequeño grupo de jóvenes (12, número simbólico), que se encuentran gratuitamente para rezar, reflexionar sobre el tema de la pobreza y compartir sinceramente sus propios pensamientos y preocupaciones me ha hecho recordar lo que escribe el profeta Isaías: “Miren que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notan?” (43,19).

fratel Oswaldo

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