Carlos de Foucauld y el Misterio de Nazaret Análisis comparativo de cuatro miradas

Hta. Margarita Goldie

Introducción. Intención del trabajo y metodología.

El curso de Historia de la Espiritualidad Moderna y Contemporánea nos ha abierto la posibilidad de realizar un estudio y hemos elegido hacerlo sobre la experiencia espiritual de Carlos de Foucauld (1858 – 1916). Lo hemos escogido, porque nos asiste la convicción de que su modo de vivir el evangelio hasta las últimas consecuencias es luminoso hasta el día de hoy, e inspira vidas que se entregan en las fronteras del mundo, en medios de extrema pobreza, en el mundo musulmán y en los desiertos de las grandes ciudades, promoviendo sobre todo la fraternidad y la amistad, llevando a Jesús en la simpleza, y en las exigencias, de compartir el trabajo y la vida de todos los días. Dentro de la espiritualidad de Carlos de Foucauld hemos decidido abordar un punto que aparece como central, aunque no sea el único, pero es un núcleo desde el cual se pueden articular muchos aspectos y que se ha dado en llamar el “misterio de Nazaret”, es decir, la aproximación que Carlos hace a la vida de Jesús, pobre obrero de Nazaret, definiendo desde ahí sus opciones, su estilo de vida, su relación con el mundo, y su manera de buscar a Dios. Desde el punto de vista metodológico hemos escogido cuatro textos, distantes en el tiempo, que nos permitirán percibir cómo ha sido presentado este aspecto, que es transversal al recorrido de Carlos. Los textos escogidos para el análisis son Carlos de Foucauld, Explorador de Marruecos, Ermitaño en el Sahara de René Bazin, primera biografía de Carlos de Foucauld, año 1921. Carlos de Foucauld, Itinerario Espiritual de Jean Francois Six, del año 1958, que muestra la conexión de la espiritualidad de Carlos con la escuela francesa de espiritualidad. Nazaret nella Spiritualità di Charles de Foucauld, de Andrea Mandonico, del año 2002, que será nuestro texto guía por considerar que es el mejor estudio sobre el misterio de Nazaret en la experiencia espiritual de Carlos, y, por último, Charles de Foucauld, Il vangelo viene da Nazaret, de Pierangelo Sequeri, del 2010, que nos permitirá una profundización teológica. Nuestro trabajo no es una biografía de Carlos de Foucauld por lo que algunas cosas se mencionan tangencialmente y otras simplemente no aparecen, además, habría sido impracticable incorporarlo todo por las dimensiones del trabajo. A lo largo del análisis se van indicando lugares y fechas que permiten reconocer la experiencia espiritual en un proceso temporal y de desplazamientos geográficos. Sólo agregar que Carlos de Foucauld era francés, nació el 15 de 3 septiembre de 1858, en Stasburgo, Alasacia. A los seis años perdió a sus padres, y llevó una vida más bien desordenada y sin rumbo hasta que, habiendo dejado el ejército, a los 24 años (1882), se embarca en un viaje de exploración a Marruecos, donde comenzará un camino de conversión que lo marcará para toda su vida. La cual, se extinguirá definitivamente el 1° de diciembre de 1916, asesinado, por un grupo de nacionalistas islámicos que lo asaltan por su condición de extranjero, perteneciente a la Francia colonizadora, y el joven que lo custodiaba, por miedo a la llegada de soldados franceses, le dispara. Muere en el desierto, que tanto amó, donde será enterrado y llorado por sus amigos tuaregs.

II. El misterio de Nazaret en la espiritualidad de Carlos de Foucauld según Andrea Mandonico.

El texto por el cual comenzamos nuestro trabajo, que es una investigación realizada por Andrea Mandonico y editado el año 2002, coloca el misterio de Nazaret en el centro del camino espiritual de Carlos de Foucauld y hace un exhaustivo estudio de sus escritos, lo que permite reconocer el proceso que vivió y sus acentos particulares. Nazaret tiene que ver con la kenosis, con el abajamiento, con la pequeñez, que parecen derrota, locura, absurdo, pero que, tras el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, se muestran como caminos de apertura a un modo más pleno de vida. Esto lo podemos decir ahora, con la teología que disponemos y los caminos que la Iglesia ha recorrido luego del Concilio Vaticano II. Veamos cómo entendió y vivió Carlos de Foucauld este misterio. Lo que vivió Carlos de Foucauld fue una experiencia de conversión, que comenzó en el encuentro con el mundo islámico, cuando estuvo en Marruecos (1883 – 1884) haciendo un viaje de exploración y elaboración de mapas. En ese momento, el reconocimiento de la fe de este pueblo, lo conmovió, al punto de impulsarlo a una búsqueda personal, que lo llevó de vuelta al cristianismo, es decir, a la fe de su infancia, a la fe de sus padres. Primero será el Dios Omnipotente, el totalmente Otro, intuido en el desierto, bajo la gran bóveda estrellada, el que lo conmueve. Al volver a Francia y conocer a quien será su director espiritual, el Abbé Huvelin (1886), reconoce en Jesucristo el rostro humano de este Dios Infinito. En quien el Trascendente se hizo carne, por nosotros los hombres, llegando a ser el más pequeño de todos, aquél que se sacrifica libremente sobre la cruz por la salvación de la humanidad. En Cristo, Carlos descubre el puente, el camino, para amar y servir a ese Dios Altísimo. Ahora bien, debemos decir desde el inicio, que la experiencia de Carlos de Foucauld está marcada por un amor radical a Jesucristo, es este amor el que definirá todas sus acciones. Incluso podríamos ocupar el lenguaje de los enamorados, porque es este amor a Jesús el que lo llevará a estar horas delante del tabernáculo en una silenciosa e íntima contemplación, gozando de la soledad con el amado, y será este amor el que lo conducirá a un afán radical de imitación de la vida de Jesús. En el fondo, el deseo de imitación de Carlos, imitación del evangelio, fluye de un inmenso amor, que lo impulsa a la identificación total, y a no querer hacer nada que lo aleje de Jesús. Quiere hacer, o dejar de hacer, sólo, aquello que Jesús habría hecho. La identificación con Cristo no exige una imitación tal, pero para este hombre se presentó de esa manera. Para la mayoría de la personas significa identificarse con los sentimientos y las opciones fundamentales, pero para Carlos el amor lo condujo a querer vivir exactamente como Cristo había conducido su vida en este mundo. Entendió que de esa manera estaría siempre unido a él, y el no hacerlo era traicionar aquello que él percibía como un don y una llamada de Dios. Esta imitación del Modelo Único, Jesucristo, que podría parecer una rigidez, en Carlos de Foucauld asume ciertos aspectos que la hacen fuente de mucha vida. Por un lado, como ya dijimos, está fundada en el amor y lo conduce al amor, pero a la vez, es una imitación conducida por el Espíritu Santo lo cual va llevando a Carlos por caminos siempre nuevos e inesperados, de alguna manera nunca queda fijado en un solo esquema. Parece contradictorio, pero este deseo de imitación radical y la concentración en un punto del evangelio, la vida de Jesús en Nazaret, hizo que Carlos, por un lado, estuviera en una búsqueda constante, que le exigió flexibilidad, y a la vez, le hizo recorrer un proceso. Podemos ver en el camino de Carlos un progresivo adentrarse en el misterio de Nazaret, que implicó imprimir acentos diversos al seguimiento de Cristo. Por otro lado, si bien, él descubre que su vocación es seguir a Jesús, en su vida nazarena, que conocemos con el nombre de vida oculta, él, al mismo tiempo, abraza todo el misterio de Cristo, que es misterio de redención, que sale al encuentro de los más alejados y que se entrega definitivamente en la Cruz. ¿Cómo llega Carlos de Foucauld a descubrir que su camino de seguimiento consiste en la imitación de la vida de Jesús en Nazaret? Mandonico indica que fueron tres los elementos que confluyeron en esta definición. Por un lado, las palabras de Abbé Huvelin, que Carlos recordará toda su vida: «Cristo ha elegido para sí el último puesto, de tal manera, que nadie se lo podrá arrebatar». Esto hizo que Carlos viera a Jesús como un pobre y, más aún, como el último entre los pobres. En segundo lugar, hubo una experiencia, que puede parecer menor, pero que habiéndola vivido en el tiempo de su conversión, cuando comenzó a buscar el modo de consagrar su vida a Dios, lo marcó fuertemente. Visitó la abadía de Fontgombault y fue recibido por un monje vestido de manera sucia y con la ropa raída. Ese encuentro, muy simple, le causó tal impresión que alimentó su deseo de imitar a Jesús en su condición de pobre obrero de Nazaret. Fue un progresivo reconocer que ese era su camino, y el que Dios quería para él. Pero el acontecimiento definitivo fue la peregrinación a Tierra Santa que realizó por recomendación de Abbè Huvelin (1888 – 1889), quizás pensando en que este hombre tan apasionado y aventurero, podría en ese lugar enraizar su fe en Jesús, pisando los lugares que el Señor había recorrido. El director espiritual no se equivocó, porque Foucauld, al entrar a la aldea de Nazaret se encontró con un lugar perdido y abandonado, donde tomó plena conciencia de que Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, había vivido treinta años de vida, como todo el mundo, en el máximo ocultamiento, pasando prácticamente inadvertido. Ahí tocó casi con la mano, el amor de Dios por nosotros, ya que el Hijo, había recorrido un camino de pequeñez y de desprendimiento radical, por nosotros y por nuestra salvación. Desde ese momento no tuvo dudas de que su camino de seguimiento consistía en abrazar, como su Señor, el último lugar, imitando la vida de Nazaret, es decir, la de un pobre y humilde obrero. Luego de este descubrimiento entró a la Trapa (1890 – 1896), donde hizo votos, permaneciendo como hermano, sin abrazar ministerios, y haciendo los oficios más simples. Vivió en un monasterio en Siria, pero ahí también sintió la inadecuación a aquello que reconocía como su vocación profunda, por lo que pidió su salida y volvió a Nazaret, donde fue acogido como jardinero por las Clarisas (1897 – 1900). Ahí por primera vez siente que está viviendo aquello a lo que ha sido llamado, en una radical pobreza y ocultamiento.

En este período, comienza a meditar sobre la vida de Nazaret y la ve como un hogar, muy íntimo, donde José y María, llenos de estupor, están permanentemente en la contemplación de Jesús, no apartados en el desierto, como Juan el Bautista, sino que en medio del quehacer cotidiano, y en medio de su pueblo. Pero se trata de un estilo de vida silencioso, casi monástico. Es decir, en este período de su búsqueda, Carlos transfiere al misterio de Nazaret, todo lo que él valora de la vida contemplativa . Caracterizándose, como una vida cotidiana, regida por la ley del trabajo , y en especial del trabajo manual, y, a la vez, orientada por ciertos valores, en particular, la humildad, la pobreza y la abyección, manifestada en la elección del último puesto . En este tiempo de Nazaret las prácticas religiosas fundamentales son la lectura meditada del evangelio, de la cual se conservan muchos escritos, y la adoración eucarística. Evangelio y eucaristía son los medios que le permiten hacerse contemporáneo de Jesús. Concluye en este período, que en cualquier lugar donde se realice esta oración silenciosa, delante del tabernáculo, y se ilumine la vida con la escritura, especialmente con el evangelio, se estará realizando el misterio de Nazaret, y se estará colaborando con la redención como lo hicieran José y María . Aquí, Carlos de Foucauld va decantando el fondo de su vocación. Colaborar en la obra de redención, desde el último lugar: “En la búsqueda del último puesto y del ocultamiento, en el hacerse pequeño y humilde, en una vida de abajamiento, de pobreza y de trabajo, para imitar a su bienamado hermano, él encuentra su vocación y su manera de participar, con Cristo, en la obra de la redención

Ahora bien, el camino de Carlos, que es una búsqueda permanente de conformarse a la voluntad de Dios, lo lleva siempre por senderos nuevos e inesperados. Todo ello hace que Abbé Huvelin muchas veces trate de contenerlo, y otras veces lo invite a seguir sus intuiciones. Dándose cuenta de que la originalidad de Carlos, está verdaderamente al servicio de la obra de Dios. En este contexto ocurre que él decide finalmente abrazar el ministerio sacerdotal (1901), con el fin de llevar a Jesús a todas partes, al modo de María en la Visitación. Él descubre que no hay regalo más grande que llevar a Jesús a todos y a todas partes, sin dejar el último lugar, sino que haciéndolo presente a los últimos, a los que están más alejados, a los abandonados, simplemente en el silencio del tabernáculo. Por ello toma la decisión de volver al desierto. Por lo que es ordenado sacerdote, y parte hacia Argelia, ubicándose en un lugar llamado Beni Abbès (1901). Dándose cuenta, además, de que el misterio de Nazaret se puede vivir en cualquier parte. Beni Abbès resulta para Carlos de Foucauld un momento de transición y a la vez de profundización en su camino de vivir y experimentar el misterio de Nazaret, ya que aquí él descubrirá que puede ser un contemplativo entre los hombres, no viviendo tras los muros de la clausura monástica, sino en un lugar del desierto. Quisiera destacar en este punto, que la decisión de Carlos de ir al desierto, no está motivada por una búsqueda de soledad, sino que, muy por el contrario, está jalonada por el anhelo de ir, y llevar a Jesús, a los últimos de la tierra, es decir, hay un deseo de encuentro y de anuncio del evangelio, sin dejar nunca su modo nazareno de realización. En Beni Abbès él se verá exigido por mil requerimientos y será justamente la caridad fraterna la que comenzará a romper el cuadro tradicional de la vida monástica, hasta el punto de que él en un texto diga que si alguien quiere venir a acompañarlo tendrá que estar dispuesto a vivir sin regla. Ahí comienza a vivir como hermano universal, haciendo de su vida una pro-existencia, es decir, una vida entregada a Dios, en el don de sí mismo a los hermanos. Como Jesús

El año 1904 Carlos de Foucauld deja Beni Abbès y acompañando al general Henry Laperrine, un viejo amigo de la escuela de caballería de Saumur, inicia un viaje de exploración del altiplano del Hoggar.

El 13 de agosto de 1905, llega a Tamanrasset, donde vivirá hasta su muerte el año 1916. Tamanrasset es un conjunto de 20 pobres cabañas en el corazón del Hoggar, a 1400 metros de altitud. Decide establecerse ahí, porque sabe que ningún tipo de ayuda llegará hasta ellos, y por lo mismo, son los más abandonados de todos. Ahí aprenderá la lengua de los tuaregs y se dedicará a traducir el evangelio a este idioma, y a recopilar gran cantidad de poemas y textos propios de la cultura de este pueblo. Es decir, se sumergirá en cuerpo y alma al conocimiento y al servicio de estas poblaciones nómadas del África sud sahariana. Carlos se establece en Tamanrasset para hacerse uno de ellos, siguiendo a Jesús, a través del misterio de Nazaret. En este camino el hermano Carlos desarrolla una bondad que se traduce en fraternidad y en testimonio de su maestro y Señor. Testimonio que lo lleva a ofrecer su vida incluso en el martirio. Hay una intención evangelizadora, pero desde el encuentro y la expresión del amor, y no tratando de convencer o predicando explícitamente. A la base encontramos esta idea que él toma de su padre espiritual, abbè Huvelin, “Querría ser tan bueno para que se diga: Si así es el siervo, como debe ser el Maestro».

Tamanrasset se transforma en un lugar donde la vida de Nazaret se traduce en un apostolado de humilde presencia, entre estos hermanos que siendo los más alejados, están excluidos del anuncio de Cristo y de su evangelio. Aquél anuncio que Carlos entiende encarnar y testimoniar en la gratuita oración de intercesión y en el hacerse todo para todos, en el amor. Entre los tuaregs, Nazaret, llega a ser una experiencia, en la normalidad de la vida de un pueblo perdido en el desierto, se consagra para que también estos hermanos puedan descubrir la salvación de Cristo9 . En este tiempo Carlos de Foucauld vivirá crisis, sufrirá la soledad y a la vez llegará a la madurez de su experiencia espiritual. La imitación de Jesús en Nazaret, en una vida de contemplación y de fraternidad. Mandonico habla aquí de un “nascondimento per immersione fraterna tra la gente e con la gente per far conoscere a tutti la salvezza di Dio. Come Gesù a Nazaret”. Es decir, el ocultamiento no es fruto de la ascesis religiosa, sino que se trata de una vida fraterna que lo sumerge en la realidad de un pueblo, apartado de todo, en medio del desierto. Todo ello vivido en un espíritu de permanente oración, con los ojos fijos en Jesús

Para Bazin, Foucauld es un “explorador de Marruecos”, cosa que le dio fama en Francia, y un “ermitaño en el Sahara”. Ambas son expresiones usadas como subtítulo de la biografía, y la palabra “ermitaño” es aquella con la que mayormente lo identifica. Respecto a Nazaret, como elemento estructurante de su espiritualidad, Bazin se remite a los textos de Carlos en el tiempo en que vivió junto a las Clarisas en Tierra Santa, en que se destaca fundamentalmente la pobreza, la soledad, la abyección, el trabajo muy humilde y la oscuridad completa, abrazando así, “la existencia oscura del Dios obrero de Nazaret”. En Tamanrasset, que para nosotros representa el lugar de la madurez de Carlos en su búsqueda de imitación del misterio de Nazaret, destaca, su gusto por el silencio y la soledad; su preocupación por el progreso y la evangelización de los pueblos que pertenecen a las colonias francesas de África, y el afecto que los tuaregs tienen por él, a quienes respeta al máximo, haciendo un apostolado de presencia. Bazin cita una carta que recibió de parte de un tuaregs, Mossa ag Amastane, en la que relata la cercanía de Carlos frente a la muerte de una mujer de su familia, el cariño, la discreción, el respeto por la fe de este pueblo, y la decisión mantenida hasta el final de no hacer ninguna referencia explícita a Cristo, si bien dio testimonio de su fe, por su oración silenciosa en todo.

El texto de René Bazin, que es una historia novelada, sigue siendo valioso para acercarse a la figura de Carlos. Sabiendo que se inscribe, más bien, en el género “vida de santos”. En cuanto al misterio de Nazaret, no muestra la fraternidad como un aspecto de la búsqueda de Foucauld que se abre a modalidades nuevas, en su fidelidad al amor. Entiende esto último como una consecuencia, en un camino donde la prioridad será más bien el silencio y la soledad, en la dinámica del anonadamiento. Jean Francois Six Six, en 1958, escribe una obra que busca mostrar las raíces de la espiritualidad de Carlos de Foucauld en la Escuela Francesa de Espiritualidad, que habría bebido a través de su director espiritual, el Abbè Huvelin . El texto se ha convertido en un libro de referencia a la hora de conocer el camino del hermano Carlos, pero a la vez ha sido criticado. Primero, porque estudia ampliamente el tiempo en que Carlos habita en Nazaret dejando de lado el período de el desierto. Habría, en el texto, además, una tendencia a espiritualizarlo y descontextualizarlo. Olvidando, por otro lado, que en la Trapa Carlos leyó también a los maestro españoles, Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. Por último, está el hecho de que al enfatizar el vínculo con la escuela francesa, que es indesmentible, de pasada desconoce la originalidad del recorrido de Carlos, que se expresa, sobre todo, en la puesta en práctica de aquello que había contemplado, llevándolo a una libertad y radicalidad cada vez mayor. Ahora bien, en cuanto al misterio de Nazaret, lo que me parece interesante de destacar es la perplejidad que manifiesta Six frente a la experiencia de Carlos y sus planteamientos. Creo que aquí podemos ver cómo en el momento en que Carlos de Foucauld hizo su camino aún no había categorías religiosas y teológicas para comprenderlo e interpretarlo, y que los viejos moldes de la vida religiosa le quedaron estrechos. En ese sentido Carlos fue alguien que se anticipó a su tiempo y que por lo mismo es luz hasta el día de hoy. Incluso podríamos decir, que ni el mismo Carlos estuvo en condiciones de expresar teológica y espiritualmente el modo como su vida transparentó el misterio de Nazaret. Veamos dos textos que muestran esa perplejidad, que tanto Six como Carlos expresan, y que claramente Carlos vivió. “Como en el momento de su llegada a Beni Abbés, fray Carlos – en Tamanrasset – piensa poder vivir la vida solitaria de Nazaret. Ahora bien, por lo que a la soledad se refiere, pronto se ve invadido por visitas tan frecuentes como en Beni Abbés. Ante esta situación, no tiene sino que pronunciar su fiat, y el 16 de septiembre escribe a su prima: ‘Mucho me felicito de haberme instalado en este país y en este punto del país. Aquí hay pocos habitantes fijos, una veintena de pobres chozas diseminadas sobre un espacio de tres kilómetros; pero hay muchos nómadas alrededor. Es el corazón de la tribu nómada más fuerte del país. Los nómadas y los escasos sedentarios han adoptado ya la costumbre de venirme a pedir agujas, medicinas y los pobres, de cuando en cuando, un poco de trigo… Estoy abrumado de trabajo, pues quiero terminar lo antes posible un diccionario tuareg – francés y francés – tuareg. Como me veo obligado a interrumpir a cada momento el trabajo para ver indígenas o realizar menesteres menudos, esto adelanta poco. Trabajo poco de manos y tengo muchas ganas de hacerlo. Pero al mismo tiempo que monje, soy sacerdote, sacristán, misionero’” . “En el pensamiento último de Fray Carlos respecto a fundaciones. Es una concepción eminentemente apostólica; pero también nos damos cuenta de que fray Carlos permanece, más que nunca, fiel, a su concepción de la vida de Nazaret: se trata de un apostolado de presencia y no de actividades”. ¿Qué era lo que buscaba Carlos? ¿El silencio? ¿Desaparecer en el desierto? En algún sentido sí, estando escondido con Cristo en Dios . Pero esa vida de Nazaret, que en un primer momento significó adoración al Santísimo Sacramento y meditación del evangelio, lo llevó a un lugar donde por mucho tiempo no pudo tener consigo la presencia eucarística, ni celebrar la misa. ¿Por qué? ¿Cuál fue su motivación? ¿Búsqueda de sí mismo? ¿Búsqueda de recogimiento? ¿Por qué renunciar de esa manera a la presencia sacramental del amado? Y ¿qué significa en este caso vida apostólica? ¿Es olvidar Nazaret o es profundizarla, en un cierto sentido? ¿Es traicionar el anonadamiento y el ocultamiento, o es ser pequeño en la plena disponibilidad al Espíritu, sirviendo, compartiendo la vida y acompañando, a quienes se ama, y en quienes se ve el rostro de Cristo? Todo esto hace que la figura de Carlos de Foucauld sea dinámica y polivalente, aun cuando se le ha querido encasillar en moldes precisos.

Presentaremos a continuación tres reflexiones que desde distintos ángulos iluminan y profundizan el misterio de Nazaret vivido por el hermano Carlos. Por un lado, Sequeri, nos muestra el hecho que llevó a Carlos a dejar la Trapa en búsqueda de una vivencia más radical de lo que reconocía como su llamado. Fue el encuentro con un obrero que moría en condiciones de mucha pobreza, frente al cual sintió que su vida monástica, con toda su ascesis, de todas maneras resultaba más confortable que la de sus vecinos . Esto lo lleva a constatar que ninguna Congregación ofrecía la posibilidad de reproducir las condiciones de vida que el Hijo había abrazado históricamente . De este hecho y de las palabras de Carlos Sequeri desprende dos reflexiones. Para Carlos habría una relación inseparable entre la identidad de la forma histórica, es decir, el modo concreto de vida, y la esencia cristológica de la misión del Hijo . De algún modo, en esa concreta manera de vivir, se realiza la misión del Hijo, y por lo mismo, tiene un carácter teologal, no es una casualidad. Esa pobreza, esa inmersión en el mundo humano, desde los más pequeños, estarían desde siempre en el plan de Dios, y en el modo de llevar a cabo la Encarnación. Por otro lado, la ascética no estaría dada por prácticas de piedad, sino más bien, por una imitación de Nazaret, que encuentra su rigor en la normalidad del contexto, como un sabio investigador y explorador que contribuyó a dar a conocer la cultura y la lengua Tuareg, etc, en definitiva, la Iglesia ha encontrado una síntesis beatificándolo como sacerdote y, por lo tanto, ni como un monje, ni como un eremita, ni como un científico, sino que todo ello es asumido y superado en su ser sacerdote-alter Christus- ostensorio de Cristo”. Palabras de Piccola Sorella Annunziata di Gesù, fallecida el 18 de enero de 2013, tomadas de una conferencia dada a las Hermanitas de Jesús.

Otro elemento, en que Sequeri nos ayuda a profundizar, es en el modo como Carlos vive y entiende la misión, es decir, la evangelización. Carlos sabe que deberán venir sacerdotes, religiosos y laicos, que desarrollen un ministerio y una evangelización explícita, pero se da cuenta que en un primer momento es necesaria una evangelización sin palabras, a través del testimonio . Compartiendo radicalmente la vida, hasta consumirla completamente, en los lugares más oscuros de la existencia humana, es el modo de persuadir a todos acerca de la verdad del amor de Dios, que eligió para sí, el último puesto . “El rol de los hermanos y de las hermanas, que no son ni sacerdotes ni religiosos, no es el de instruir a los infieles en la religión cristiana, de llevar a cumplimiento su conversión, sino más bien prepararla haciéndose estimar por ellos, haciendo caer sus prejuicios a través de la evidencia de su vida, dando a conocer, a través de sus actos antes incluso que a través de sus palabras, la moral cristiana; disponiéndolos a través de la obtención de su confianza, de su afecto y de su familiar amistad”. Por último, Sequeri profundiza en el sentido teológico del misterio de Nazaret, tal como lo intuyó Carlos de Foucauld. Nazaret es “la divina assimilazione della condizione umana, la quale deve essere fino in fondo persuasa di essere la ‘destinazione’ che il Padre assegna al Figlio”. Nazaret es acto de redención, en cuanto es encarnación del Verbo, que asume nuestra humanidad plenamente, haciendo suya nuestra carne y todas sus vicisitudes, sin escatimar nada, como una semilla que cae en tierra, y es cubierta, pasando inadvertida, transformándose ella misma en tierra, muriendo, posibilitando así que brote una planta nueva. Nazaret es Encarnación y, por lo mismo, es salvación, porque Dios salva asumiendo en sí todo lo que somos, incluido el pecado. Nazaret no es preparación para la misión ni mera condición histórica, es ya cumplimiento de la misión del Hijo, y no sólo prolongación de la infancia y de Belén, es misterio del Jesús adulto .

Conclusiones.

1. Comparando las cuatro aproximaciones a la experiencia espiritual de Carlos de Foucauld podemos percibir grandes diferencias, pero sería muy injusto, y anacrónico, evaluar un libro como el de René Bazin, del año 1921, con las categorías de hoy. Lo que sí cabe indicar es que cada uno propone un énfasis diverso que nos ayuda a percibir algún aspecto de la vida y espiritualidad de este hermano de los hombres del desierto. Bazin destaca su búsqueda contemplativa y la fuerza de sus convicciones, que lo llevan a abrazar el último puesto hasta las últimas consecuencias. Six destaca la conexión de Carlos con la escuela francesa de espiritualidad, en especial la concentración cristológica, el anonadamiento e incluso la imagen de Nazaret. Mandonico nos permite reconocer que el camino de Carlos de vivir el misterio de Nazaret lo lleva finalmente al encuentro y al compromiso con las personas, y en particular, con los más abandonados de todos, en una búsqueda radical de ser uno más, de ser hermano de todos. Y Sequeri, por su parte, nos ayuda a profundizar en el carácter cristológico del misterio de Nazaret, por lo que le ofrece una profundidad y una significación que no puede pasar inadvertida, que reclama su lugar en el camino del discipulado y del seguimiento del pobre obrero de Nazaret. Es interesante, en todo caso, reconocer, cómo, a lo largo del tiempo, el desarrollo de la teología y de la vida religiosa, quizás de la Iglesia en general, ha permitido resaltar y descubrir luces diversas en el camino de Carlos, que hoy se destacan con mayor fuerza que antes. Entre ellas, el compartir cotidiano, comprometiéndose desde la amistad y la fraternidad, en la vida de los pueblos, como una manera privilegiada de testimoniar y anunciar el evangelio.

2. Otro aspecto que salta a la vista es que la experiencia espiritual de Carlos se despliega en un proceso, en un recorrido, de permanente búsqueda, que le permite profundizar y lo lleva a modificar decisiones o concepciones previas. Este camino está animado desde su raíz por el amor a Jesús y el deseo de fidelidad a él, pero esa radicalidad es vivida en una gran apertura a lo que Dios le va mostrando, dejándose interpelar permanentemente. Podríamos decir que lo que no cambia nunca es su decisión, y su anhelo, de abrazar el último lugar, como su bien amado, hermano y Señor Jesús, y, desde ahí, vivirlo todo.

3. Luego de leer el conjunto de los textos y haciendo una síntesis sistemática me atrevería a decir que para Carlos de Foucauld el misterio de Nazaret representa diversos aspectos entre los cuales se destacan: la humildad, la pobreza (vinculada sobre todo al trabajo manual, como lo haría un obrero pobre), la abyección (que implica la elección del último lugar y el estar dispuesto a todo tipo de humillaciones), el ocultamiento y el anonadamiento. Esto en cuanto a las actitudes fundamentales, que por lo demás no son originales de Carlos de Foucauld y como indica René Voillaume han sido características de la vida contemplativa tradicionalmente considerada expresión de la vida oculta. Por otro lado, Nazaret, para Carlos, es estar junto a María y José en la contemplación del misterio de Cristo, a través de la adoración eucarística y la meditación del evangelio, colaborando de este modo en la obra de redención. Nazaret significa para Carlos llevar a Jesús, silenciosamente, a los abandonados, a los últimos, a los más pobres, como María en la Visitación. Pero, poco a poco, va significando también, compartir la vida sencillamente, cotidianamente, como hermano y vecino, comouno más, dejándose ayudar y sanar, reconociendo en la hermandad, la necesidad de la reciprocidad. Se transforma en ocultamiento por inmersión en la vida común, es uno más, porque es hermano de todos, y es, como todos. Sabemos que Carlos fue ordenado sacerdote y amó su ministerio por la posibilidad de celebrar la eucaristía, y llevar a Jesús, en el sacramento, irradiándolo desde donde se encontraba, en medio del desierto. Pero ese sacerdocio, lo vivió desde la condición de hermano, siendo uno más, entre todos.

Bibliografía.

1. ANCILLI, ERMANNO, a cura di, Dizionario Enciclopedico di Spiritualità, Città Nuova, Roma, 1990.

2. ANNUNZIATA DI GESÙ, Charles de Foucauld e L’Islam, Qiqajon, Magnano, 2005.

3. BAZIN, RENÉ, Carlos de Foucauld, Explorador de Marruecos, Ermitaño en el Sahara, Fundación Charles de Foucauld, Santiago de Chile, 1996.

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6. MAROCCHI, MASSIMO, De Foucauld, nel deserto con amore, Editrice La Scuola, Brescia, 2012.

7. SEQUERI, PIERANGELO, Charles de Foucauld, Il vangelo viene da Nazaret, Vita e Pensiero, Milano, 2010.

8. SIX, JEAN FRANCOIS, Carlos de Foucauld, Itinerario Espiritual, Herder, Barcelona, 1978.

9. VOILLAUME, RENÉ, En el Corazón de las masas, Ediciones Studium, Madrid – Buenos Aires, 1956.

PONTIFICIA UNIVERSIDAD GREGORIANA Matías Valenzuela . 28 de enero de 2013 Istituto di Spiritualità. Corso di Storia della Spiritualità Moderna e Contemporanea, s. XVII – XX. Porfessore P. José Carlos Coupeau S.J. 1 …Dedicado a la piccola sorella Annunziata di Gesù y a los hermanitos y hermanitas de Jesús que continúan ahondando la huella de Carlos de Jesús…

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