El misterio de Nazaret

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«El misterio de Nazaret manifiesta, más que ningún otro, la total integridad y verdad de la naturaleza humana de Jesús. Este misterio supone que Jesús apareció entre los suyos, hombre como los demás, sin manifestar en nada, durante los años de su juventud, su cualidad de Mesías. La vida de Nazaret es en resumidas cuentas el misterio de una ausencia de misterio en la vida humana y social de Jesús: y es esto, probablemente, lo que es profundamente misterioso»

             ( R. VOILLAUME, Por los caminos del mundo, Marova, 1973 )

«Los hermanos y hermanas del sagrado Corazón de Jesús tomarán como regla el preguntarse en toda ocasión que pensaría, diría, haría Jesús en mi lugar y hacerlo. Se esforzarán de continuo por hacerse cada vez más semejantes a nuestro Señor Jesús, tomando por modelo su vida de Nazaret, que proporciona ejemplos para todos los estados: la medida de la imitación es la del amor«

(Carlos de Foucauld, Directorio, art. 1º)

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     René Voillaume expresa maravillosamente bien cual fue la trama de la vida del hermano Carlos cuando nos dice que: «El hermano Carlos es siempre, y ante todo, lo mismo en el Hóggar que en Beni-Abbés o en Nazaret, ‘el amante apasionado de Cristo‘. No se le puede comprender sin recordar esto continuamente… Su ‘Bien Amado Hermano y Señor Jesús’, esta amistad, es la verdadera y única razón de ser de toda su vida y no hay que buscar otras. Sus actividades exteriores, su comportamiento diario, se reducirán siempre, en definitiva, a una imitación de amor… En Tamanrasset, así como en Beni-Abbés y en Nazaret, pasará largas horas ante Jesús-Eucaristía. En su habitación de tierra es con Él con quien vive, y con Él sostiene un continuo diálogo de amigo a amigo, diálogo que se continúa a lo largo de las noches o de las marchas por el desierto… El hermano Carlos estará seis años sin tener permiso para guardar el Santísimo Sacramento en el Tabernáculo. Sin embargo, en cuanto hubo recibido este poder, el Santísimo Sacramento estará de nuevo sobre el modesto altar de madera, al fondo del estrecho pasillo de su choza. Una simple cortina separa su santuario de la mesa en que trabaja, de la cama de campaña en que duerme y el lugar en que recibe a sus amigos. Más tarde, cuando todo se haya consumado, cuando el hermanito de Jesús caiga sobre la arena, no se encontrará ya la Sagrada Hostia en el Tabernáculo, sino yacente junto al cuerpo de su amigo, como si Dios hubiera querido señalar así la indisoluble amistad que unía, por encima de la muerte, a Jesús-Eucaristía y a su servidor. En este hecho no hay, sin duda, más que un símbolo, pero que expresa la realidad de lo que fue la trama de su vida»[1].

     El padre de Foucauld ha sido un testigo privilegiado de la presencia en el mundo como experiencia de Dios. Se ha creído que su presencia en la ermita del Asekrem[2], en Tamanraset, fue un retiro, como antaño hicieron los Padres del Desierto, pero fue todo lo contrario: partió para vivir la vida de Nazaret con los nómadas más aislados, más pobres que en Béni-Abbés[3].

     La vida oculta de Nazaret estaba ya anunciada en la experiencia de Elías en el monte Horeb[4]. Carlos de Foucauld y los que más tarde emprenderán la ruta tras sus huellas, pretenden escuchar la «brisa ligera de Dios» ocultos en el corazón del mundo.

     Tras un atento examen de la vida y los escritos de Carlos de Foucauld, se llega a la conclusión de que el núcleo central de su espiritualidad lo constituye el misterio de Nazaret. Así lo expresa en una meditación, cinco meses antes de morir: «Siempre en el último lugar: «cuando os inviten a un banquete, poneros en el último lugar’. Esto es lo que él mismo hizo al venir al banquete de la vida, y lo hizo hasta su muerte. Vino a Nazaret, el lugar de la vida oculta, de la vida ordinaria, de la vida de familia, de oración, de trabajo, de oscuridad, de virtudes silenciosas, practicadas sin más testigos que Dios, sus íntimos y sus vecinos; el lugar de aquella vida santa, humilde, benéfica y oscura que es la vida de la mayor parte de los seres humanos, y de la que dio ejemplo durante treinta años..[5]. Jacques Maritain actualizaba así este mismo contenido, que debe ser esencial y común a todos los discípulos del hno. Carlos: » Vuestro papel profético consiste en afirmar existencialmente el valor primordial de la proclamación del amor de Jesús a todas las personas, no ya por los grandes medios visibles, sino por el medio invisible o casi invisible de la simple presencia de amor fraternal en medio de los pobres y de los abandonados»[6].


    [1] R. VOILLAUME, En el corazón de las masas, Studium, Madrid, 1962, págs. 20-21)

    [2] La ermita del Asekrem, el punto más alto del corazón del Hoggar, se construyó a principios de 1910. Investigadores del Centro Geológico y Geofísico de la Universidad Montpellier 2 han mostrado que las célebres montañas del Hoggar, constituidas por extraordinarios relieves volcánicos de 30 millones de años de antigüedad y conocidas en el mundo entero por su belleza y por sus habitantes autóctonos, los tuareg, presentan una anomalía gravimétrica, es decir, una disminución del campo de gravedad, que puede haber sido ocasionada por una densidad anormalmente débil del manto superior de la corteza terrestre. Esto quiere decir que en este oasis mineral de silencio «uno es más ligero que en cualquier otra parte del planeta» y los científicos han señalado que la ermita que construyó el padre Foucauld, a 2700 m. de altitud, está en el epicentro de esta zona de anomalía.(Ver CIRS Info, 15 de noviembre 1993).

    [3] Carlos de Foucauld, como escribe en noviembre de 1911, se instala en el Asekrem, por ser este un lugar de tránsito de las caravanas y el lugar ofrecía grandes ventajas para las relaciones con los tuareg, a los que hospedaba estableciendo relaciones amistosas.

    [4] 1Re 19,13

    [5] Meditación sobre Lc 2, 50-51

    [6] Fragmento de la conferencia dada por Jacques Maritain a los Hermanos de Jesús el año 1964, cuando vivía con ellos en Tolouse.

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